Actividad

La economía se mantuvo en terreno positivo en agosto

El Estimador Mensual de Actividad Económica (EMAE) creció 6,4% i.a. en agosto, acumulando también una variación de 6,4% i.a. hasta el octavo mes del año. De esta manera, la economía se ubicó un 3,4% por encima del acumulado de 2019 y un 1,0% del mismo periodo de 2018.

En términos desestacionalizados creció 0,4% respecto al mes anterior. De hecho, acumuló una suba de 0,5% en el último bimestre (julio-agosto), pese a los mayores controles a las importaciones implementadas a fines de junio y el salto en la brecha cambiaria y la inflación generado por la incertidumbre política posterior. De esta manera, la economía creció 2,2% respecto a diciembre 2021 y operó en los niveles más altos desde principios de 2018, ubicándose a solo 0,7% del máximo de la serie (noviembre 2017).

Tanto los Bienes (+7,0% i.a.) como los Servicios (+6,9% i.a.) exhibieron una mejora en el mes. En el caso de los Bienes, resaltó el desempeño Explotación de minas y canteras (+14,0% i.a.), Industria manufacturera (+8,3% i.a.) y Construcción (+7,9% i.a.), mientras que el sector primario exhibió una variación positiva (+1,4% i.a.) por primera vez en siete meses. A diferencia, existió una nueva caída en Electricidad, gas y agua (-4,6% i.a.), afectada por la menor demanda que generó la suba de tarifas principalmente concentrada en el primer semestre. En lo que respecta a los Servicios, las interanuales más altas estuvieron en Hoteles y restaurantes (+33,7% i.a.) y Otras actividades de servicios (+9,2% i.a.), mientras que los sectores con mayor incidencia positiva fueron Comercio mayorista, minorista y reparaciones (+9,0% i.a.) y Actividades inmobiliarias, empresariales y de alquiler (+6,6% i.a.), que en conjunto aportaron casi 2 p.p. a la variación interanual del mes.

¿Qué esperamos hacia adelante?

Esperamos que la evolución de la economía exhiba cierto enfriamiento en lo que resta del año. Los últimos meses estarán afectados por las restricciones a las importaciones, que podrían impactar en la disponibilidad de insumos importados para producir en determinadas industrias, pero que por momento no ha mostrado importantes efectos negativos sobre el nivel agregado de actividad. A su vez, el sesgo más contractivo de la política económica, en un contexto de meta de déficit primario acordada con el FMI (2,5% para 2022) redundaría en la continuación de un menor impulso fiscal, visualizado, por ejemplo, en el ajuste de tarifas de servicios públicos que disminuye el ingreso disponible de las familias y la aceleración inflacionaria que descomprime el gasto como porcentaje del PIB.

De todas maneras, uno de los factores más importantes para tener en cuenta es la fuerte aceleración inflacionaria (llegó a superar el 7% en julio, desacelerándose muy lentamente en los meses posteriores), que erosiona el poder adquisitivo de los hogares y podría tener un impacto sobre la demanda interna. Si bien en informes anteriores mencionamos su efecto como “adelantador de consumo”, en un contexto de escasas alternativas de ahorro y necesidad de desprenderse rápidamente de los Pesos, esa trayectoria puede ir perdiendo peso para cobrar más relevancia el impacto negativo que tiene sobre el ingreso disponible y la necesidad de los hogares de ajustar su consumo, con un impacto negativo sobre el nivel de actividad. De todas maneras, el Gobierno mantiene sus esfuerzos en intentar sostener la demanda interna, donde uno de los ejemplos es la reciente implementación de determinados planes de financiamiento en cuotas, como el Ahora 30.

Pese a estos factores, estimamos que el crecimiento de la economía se acerque al 5% i.a. en 2022. Si bien no mejoramos notablemente las perspectivas para los próximos meses, datos más favorables a los esperados en julio-agosto y un mayor arrastre para el resto del año (si la economía se mantiene con el nivel de agosto crecería 5,5% en 2022) son los motivos que explican este cambio en la proyección. De todas maneras, la economía mostraría una leve caída en lo que resta del año (diciembre vs agosto).

En 2023, el frente cambiario es el que principalmente enciende señales de alerta. Luego de la finalización del dólar Soja, el BCRA cobró una posición vendedora de divisas, el cual arroja dudas sobre la sostenibilidad de las reservas internacionales hasta la entrada de dólares por la próxima cosecha gruesa, en un contexto donde hay que seguir de cerca la evolución del clima. Además, la lenta reducción de la inflación (que no se desacelerará respecto al 2022) y la imposibilidad de que la política económica cobre un carácter más expansivo en el año electoral (principalmente en el frente fiscal) hacen que proyectemos un estancamiento económico en el año entrante, donde la economía podría llegar a crecer 1%, en línea con el crecimiento poblacional.



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