La pandemia y la cuarentena golpearon fuertemente a la economía argentina: el PBI cayó cerca del 10% en 2020, acumulando su tercer año de caída. Sin embargo, su efecto no fue homogéneo sectorial ni temporalmente: la crisis afectó de manera heterogénea a los distintos rubros, observándose distintas velocidades de recuperación en los últimos meses.
En este contexto, la economía terminó 2020 recuperándose más rápido de lo esperado, e incluso con algunas ramas superando los niveles de actividad pre-pandemia. Inicialmente, la progresiva reapertura de las actividades, la necesidad de recomponer stocks y la mayor permanencia en los hogares dieron forma a la primera etapa de rebote. Desde entonces, la distinción entre rubros esenciales y no esenciales fue perdiendo centralidad para explicar las distintas trayectorias sectoriales. En su lugar, la disparada de la brecha cambiaria y los temores de devaluación, además de las mejoras en planes de financiamiento, volcaron el esquema de incentivos al consumo de bienes durables con elevados componentes importados.
En este marco, la economía argentina entró a 2021 con dos grandes interrogantes: el frente cambiario y el frente sanitario. En un año electoral, el gobierno apostará a atrasar al dólar oficial para moderar la inflación apostando a una abundante liquidación de agro-dólares y al control de cambios e importaciones. Por otro lado, el Ejecutivo apuntalaría el gasto de las familias a través de financiamiento barato, como por ejemplo el plan Ahora 12. Veamos entonces qué le espera a cada sector en este año electoral, tan heterogéneo como complejo.
Motores de la recuperación
Los bienes durables son los principales favorecidos por el escenario económico descripto. En efecto, tras sufrir un fuerte golpe en el momento más complejo del ASPO, las ventas de electrodomésticos, autos, motos, muebles e insumos vinculados al mantenimiento y reparación de la vivienda han venido mejorando sensiblemente, traccionando distintas ramas industriales. Si bien este “veranito” del consumo sería de corto aliento, de no mediar una corrección cambiaria abrupta -algo que no prevemos en el corto plazo- la reactivación de estos sectores se extendería.
Ahora bien, dado que una parte de este crecimiento obedeció al adelanto de compras al exterior en vistas de una devaluación, es probable que la demanda modere su ritmo. En igual sentido, las restricciones de oferta registradas en algunas cadenas de comercialización, además de la incertidumbre cambiaria -no sólo sobre el precio del dólar oficial, sino también sobre el acceso al mercado de cambios-, presionaron a la inflación en los últimos meses. En este marco, el endurecimiento de los controles a las importaciones y a la compra de dólares para la producción frenaría la recuperación de algunas de estas actividades, tal el caso de la electrónica.
Por su parte, la construcción se perfila como otro de los motores de la recuperación. Si bien la demanda de insumos del sector concluyó 2020 con una caída de casi 20%, durante los últimos meses ha mostrado una clara recuperación en “V” que le permitió superar con creces los niveles pre-pandemia. Además de esta dinámica, las menores restricciones a la actividad permitirán que una mayor cantidad de compañías reanuden paulatinamente sus obras en un contexto en que el costo de construcción al tipo de cambio financiero mantiene un gran atractivo. A la vez, se sumará el impulso de políticas públicas como el Pro.Cre.Ar., y la obra pública jugará a favor: esperamos que los gastos en capital crezcan en torno al 50% en términos reales en 2021. Finalmente, avanza en el Congreso la iniciativa oficial tendiente a promover las inversiones en el sector mediante incentivos fiscales y blanqueo de capitales.
No obstante, la demora en las aprobaciones de proyectos de obra producto de las limitaciones que impone la pandemia y la cuarentena, el golpeado nivel del salario real y el complicado acceso al crédito hipotecario seguirán operando como trabas para que la demanda se recupere de manera sostenida.
Por último, la industria automotriz también estará entre los sectores favorecidos. Por un lado, porque crecerá la participación de la producción local en los patentamientos frente a la recuperación de la demanda doméstica en un contexto de restricciones a las compras externas y de dólares oficiales. En sentido contrario, es probable que se reduzca la oferta importada de unidades de alta gama por un endurecimiento en la política comercial. En segundo lugar, esperamos un repunte en las ventas al exterior a partir de eliminación de las retenciones para las exportaciones que superen los niveles de 2020 y el mayor dinamismo del mercado brasilero.
Sectores con realidades dispares
La agroindustria se enfrentará a dos efectos contrapuestos en 2021. En 2020, los principales cuatro cultivos (trigo, girasol, soja y maíz) sufrieron una merma de 3,7% en la producción, en tanto que la campaña en curso augura una nueva caída en la cosecha (-8%) debido a los efectos de la prolongación de la escasez de precipitaciones sobre las intenciones de siembra y los rendimientos. Sin embargo, las lluvias registradas en enero y febrero parecen ponerles un piso a los rendimientos, evitando una sequía de la gravedad de la de 2018. Además, desde hace meses los precios internacionales de las commodities agrícolas repuntaron considerablemente. De hecho, estimamos que la valorización de la cosecha de los principales cultivos subirá casi 15% este año, permitiendo incrementar el valor y la rentabilidad de los productores menos afectados por la seca. En un contexto de restricciones cambiarias y mejores condiciones de financiamiento, la mejora en los ingresos sostendría elevada la demanda de maquinaria agrícola, aunque no ocurrirá lo mismo con el transporte de carga, golpeado por los menores volúmenes de la cosecha.
La producción de petróleo (-5,3%) y gas (-8,6%) se vio seriamente afectada en 2020 producto del desplome del precio internacional, las restricciones a la circulación y la menor actividad. Misma suerte corrieron las ventas de naftas (-27%) y gasoil (-11%). No obstante, el panorama actual luce más favorable. Por empezar, la cotización mundial del crudo siguió mejorando empujada por la reactivación de la economía global: el Brent alcanzó USD 60 por barril, volviendo a los precios de comienzos de 2020. Además, se recuperó el ánimo inversor: la actividad del fracking en Vaca Muerta en el primer mes del año fue las más elevada desde agosto 2019. Este repunte responde, en parte, a la demorada puesta en marcha del nuevo “Plan Gas”, esquema que intenta apuntalar la rentabilidad del sector asegurando precios mínimos a los productores. En esta línea, YPF anunció su intención de duplicar este año la producción de gas no convencional. De todas formas, aun mediando un repunte en la demanda de hidrocarburos por la mayor actividad económica y los nuevos incentivos, la extensión de las restricciones al transporte y una menor movilidad general de la población impedirá recuperar los niveles pre-pandemia.
Dentro de la industria la heterogeneidad seguirá siendo la norma. Esperamos que actividades fabriles asociadas al cuidado personal y la limpieza, laboratorios, petro y agroquímicos y madera consoliden la expansión de los últimos meses de 2020. Asimismo, la evolución favorable en la producción de durables, la construcción y el agro traccionarán la actividad de diversos encadenamientos fabriles, destacándose la siderurgia, metalmecánica, plásticos y minerales no metálicos. Por otra parte, actividades proveedoras del sector hidrocarburífero, como refinación y confección de tubos de acero, mostrarán un mejor desempeño, aunque todavía por debajo del promedio, al tiempo que la producción de alimentos sufrirá los menores volúmenes de molienda.
Sectores que no se recuperarán del impacto de la pandemia
Los sectores más castigados en la era COVID-19, turismo, gastronomía, entretenimiento, cultura y servicios personales seguirán operando por debajo de la pre-pandemia, incluso cuando la vacuna llegué masivamente a la población y las restricciones se relajen sensiblemente. En este sentido, es probable que la recuperación total en estos servicios no se observe hasta, por lo menos, 2022.
En contraste con lo esperado para el consumo durable más arriba, las perspectivas para el consumo masivo son desfavorables. Dejando bien atrás el boom de los primeros meses del aislamiento generado por la incertidumbre y los temores de un potencial desabastecimiento, las ventas en estos canales han pasado a terreno negativo en términos interanuales o, en el mejor de los casos, se estancaron. Esta dinámica obedeció a la ampliación del menú de gastos de las familias tras la salida de la cuarentena en un contexto de fuerte deterioro del poder de compra (caída del salario real acompañado de destrucción de puestos de trabajo).
Finalmente, otros bienes de consumo semi-durables, como indumentaria, textil y calzado, tampoco lograrán despegar significativamente. En 2021, la suerte de estos segmentos seguirá condicionada por las posibilidades de recuperación del ingreso real, la normalización de los protocolos de venta al público y la menor cantidad de reuniones sociales en relación con la pre-pandemia: la gente no renueva el guardarropa para estar de entrecasa.