Empleo e Ingresos

Pese al freno de la economía, el empleo registrado sigue creciendo

¿Qué está sucediendo con el empleo formal?

En 2022, el Sistema Integrado Previsional Argentino (SIPA) registró un avance promedio de 5% i.a. del empleo formal, una magnitud en el orden de 600 mil trabajadores. El ritmo de crecimiento fue similar a la expansión de la actividad (el EMAE estimó un avance de 5,2% i.a.) con la diferencia que, en tanto buena parte de la mejora de la economía fue explicado por el arrastre que dejó el 2021 (+3 p.p.), prácticamente la totalidad de la mejora del empleo registrado tuvo lugar a lo largo del año pasado.

Esto se debe a que cerca del 40% de la expansión del empleo formal correspondió al incremento de los asalariados del sector privado, que crecieron 4,4% i.a. en promedio -guarismo coincidente con su avance entre puntas-, algo relativamente poco usual en los últimos años, ya que habría que remontarse a 2015 para encontrar una correspondencia similar. El resto de la mejora se explica por la performance de los trabajadores independientes (monotributistas y autónomos, 1 de cada 4 trabajadores formales), con una suba que rozó el 9% (más de 11% punta a punta). Por su parte, el empleo público creció 2,4% i.a. en 2022 (1,5% respecto a diciembre 2021).

En el caso de los asalariados formales del sector privado, resulta interesante inspeccionar lo ocurrido hacia el interior de las categorías que traccionaron la mejora del empleo. La primera consideración es que, dejando de lado el agro y la pesca, el crecimiento fue mayor en los sectores productores de Bienes (+6,4% i.a.) respecto a los proveedores de Servicios (+4,0% i.a.), a diferencia de lo sucedido con la actividad económica durante el año pasado (donde los segundos habrían mostrado un -leve- pero mejor desempeño).

Un “doble click” muestra que este diferencial tuvo como principal dinamizador a la construcción (+15,6% i.a.) -sector que utiliza de forma intensiva la mano de obra- y a la industria (+3,9% i.a.), que tuvo como mejores exponentes a la industria textil (+8,6% i.a.), automotriz (+6,4% i.a.) y metalmecánica (+5,4% i.a.), ramas que también exhibieron el mayor crecimiento durante 2022, según el Índice de Producción Industrial (IPI).

También vale destacar que, tanto en el empleo asalariado formal de la construcción como en el de la industria, se dio una expansión que contrasta con los indicadores de actividad sectoriales. Si bien entre diciembre 2022 y diciembre 2021 la construcción cayó 8,5% y la industria retrocedió 1,5%, al mismo tiempo se verificó una expansión del empleo formal en estos sectores (14% y 4%, respectivamente). Esta diferencia se mantuvo incluso durante el magro segundo semestre: la construcción cayó casi 12% contra un avance de 5,3% de su empleo formal, y la industria se contrajo 3,1%, al tiempo que su empleo mejoró 1,5%.

¿Qué esperamos que suceda en 2023?

La expectativa de un estancamiento de la actividad económica este año arroja dudas acerca de las posibilidades de que continúe creciendo la masa de asalariados del sector privado, típicamente asociado al empleo de calidad.

El primer signo de interrogación recae sobre la actividad fabril. Aquí, vale preguntarse si la recreación de mercados “cautivos” -por las restricciones a importar productos foráneos- que estimulen la producción local es suficiente para contrarrestar una debilitada demanda agregada. Sumado a esto, las dificultades que el apretón a las importaciones traerá a los procesos productivos, y consecuentemente la necesidad de personal, a lo largo del año; ¿la administración de importaciones priorizará demandas de sectores que producen bienes de mayor necesidad o aquellos que son más intensivos en empleo?

Sin embargo, todo esto pueden ser detalles de segundo orden: tanto para la industria como para el resto de la economía, un salario real formal más de 5% por debajo de 2019 y casi 20% inferior al de 2017 puede ser un factor determinante para utilizar de forma más intensiva este recurso. La ausencia de una perspectiva que sugiera un cambio de tendencia, no sólo este año sino también el próximo, puede intensificar este proceso.

En ausencia de un incremento significativo del empleo público -no hay margen para tal empresa-, otra tendencia, como el incremento del cuentapropismo, puede también apuntalar la creación de empleo formal. En este caso, el fuerte avance del monotributo social (categorías que facturan los montos más bajos, muchas veces por debajo del umbral de pobreza) refleja el paulatino, pero igualmente parcial, ingreso a la formalidad de población anteriormente “en negro”.

Conjuntamente, un año de estancamiento de la actividad no necesariamente traerá como resultado una caída en el empleo formal (tampoco prevemos que lo haga si sumamos la informalidad). A excepción del 2020 -por motivos obvios- la secular caída del PBI per cápita a lo largo de la última década, en combinación con las nuevas tecnologías “desenganchan” la dinámica laboral de los vaivenes de la actividad.



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