Será dificil de evitar una nueva caída del salario real durante 2021
Los salarios de la economía crecieron 2,3% durante junio, acumulando un incremento de 22,8% en el primer semestre. Al descontar el avance de los precios (+25,3%), encontramos que el poder adquisitivo retrocedió casi 2% durante la primera mitad del año.
Esta tendencia es algo heterogénea. Beneficiados por los reajustes a comienzos de año y una pauta paritaria más cercana a 40-45% que la planteada originalmente, los salarios registrados cayeron apenas 0,2% (compuesto por un aumento de 0,1% en el caso de los del sector privado y una caída de 0,8% para los públicos), contra un deterioro de casi 10% del salario informal.
Sin embargo, la comparación interanual de los salarios implica un deterioro de 6,3% i.a. en el promedio semestral y alcanza 6,7% en el caso de los trabajadores registrados, que tuvieron virtualmente suspendidas sus paritarias durante buena parte del año pasado. Pese a que esperamos que el efecto de mayores acuerdos salariales se profundice en el segundo semestre y que la inflación se desacelere hasta las elecciones, esta caída será difícil de revertir: el poder adquisitivo mostrará su cuarto retroceso al hilo en el promedio anual, marcando una pérdida cercana a 3% i.a. en 2021 y de más de 20% desde 2018.
No obstante, considerando que nuestras proyecciones para el salario registrado indican una mejora de casi 4% en la comparación punta a punta a fin de año, esta racha se podrá romper el año entrante siempre que no exista una sorpresa inflacionaria producto de una abrupta devaluación del tipo de cambio oficial o una profundización de la brecha cambiaria.
Una mirada de largo plazo
Como mencionamos, la tendencia del poder adquisitivo en los últimos años es preocupante. En el caso de los trabajadores registrados, este año el salario real se ubicará casi 20% por debajo del nivel de 2017, será aproximadamente 22,5% inferior al de 2015 y será un cuarto menor al de 2012, una década atrás.
Esta dinámica está en línea con lo que fueron los últimos diez años de estancamiento, donde sucesivas “olas” inflacionarias deterioraron el poder adquisitivo, alentando la dolarización e incrementando la incertidumbre sobre el devenir de la economía. Desde este punto de vista, se podrá argumentar que la salida de la pandemia y una ideal vuelta a un sendero de crecimiento marcará la gradual recuperación del poder adquisitivo.
Sin embargo, el camino puede no ser tan amable en el corto plazo. La profundización del atraso tarifario y cambiario -o un incremento en la brecha producto de mayores restricciones- son factores que presionarán la inflación en los años venideros, atentando contra la recuperación sostenida del salario real.
En este escenario, la recuperación de la actividad en la post-pandemia no parece ser una condición suficiente para que el poder adquisitivo de los trabajadores formales “pegue la vuelta” y, al menos en el corto plazo, distintos programas -de financiamiento, asistencia a familias- serán necesarios para sostener la recuperación del consumo privado.