Las estadísticas del mercado laboral y de la actividad económica indican que actualmente estaríamos tendiendo a volver a los niveles de 2017, año previo a la tormenta (o mejor dicho, las tormentas), que significaron las crisis cambiarias y la pandemia del COVID-19 en 2018-2020. Al tercer trimestre de 2021, tanto la tasa de actividad laboral entre los mayores de 18 años como la de empleo ya se ubicaban por encima de los valores vistos cuatro años atrás, al mismo tiempo que el desempleo exhibió el mismo 8,2% registrado en 2017. El PBI, por su parte, en el tercer trimestre de 2021 fue sólo 4,7% inferior al de igual período de 2017, cuando llegó a estar más de 23% por debajo en el peor período de la pandemia.
Sin embargo, las condiciones socioeconómicas actuales no han hecho eco de dicha recuperación, algo que se observa primera y principalmente en el marcado aumento en la pobreza. Mientras que al tercer trimestre de 2017 un cuarto de los argentinos se encontraba sumido en ella, en 2021 dicha cifra se acercaba al 40%. Es decir, cuatro de cada diez habitantes cuyos ingresos familiares no logran cubrir una canasta básica de consumo.
Desafortunadamente, este incremento de la pobreza ha sido un fenómeno generalizado. Por un lado, se evidenció un aumento a lo largo de todas las regiones de nuestro país. Por otro lado, el aumento de la pobreza se observó a través de todas las categorías de trabajadores y sus familias: los cuentapropistas (profesionales y no profesionales), desocupados e inactivos, y asalariados formales e informales vieron su situación empeorada. De hecho, en 2021 contar con un empleo asalariado y registrado ya no garantiza escaparle a la misma, dado que casi el 15% de esta clase de trabajadores está sumido en ella, el doble que en 2017 (7%).
Más aún, esta suba de la pobreza no trajo consigo una disminución de la brecha (es decir, la diferencia promedio entre los ingresos del hogar y el costo de la canasta básica total o CBT), sino que esta se mantuvo virtualmente estable en torno al 37%. Esto implica que el hogar pobre promedio debería ver sus ingresos incrementados en más de un 60% para dejar de ser catalogado como tal. En resumidas palabras, la pobreza no solo aumentó, sino que también se sostiene en elevados niveles de gravedad.
Incluso aquellos hogares que aún logran escaparle a la pobreza también evidenciaron un deterioro. Lo esperable sería que, ante un aumento de la incidencia, los hogares que logran mantenerse fuera de ella se ubiquen, en promedio, con un margen mayor ya que son los que disponían de un punto de partida más ventajoso (dicho de otra forma, los primeros en “caer” son los hogares cuyos ingresos se encuentran más cercanos a la CBT). Sin embargo, ha sucedido lo contrario: las familias que logran mantenerse por encima de la línea no solo son menos, sino que el margen también es menor. Mientras que en 2017 tenían ingresos que en promedio eran 230% mayores a la CBT, actualmente esa diferencia se redujo al 180%. Esto indica que todos los niveles socioeconómicos se encuentran en una posición desfavorable en la comparación frente a cuatro años atrás.
No obstante, cabe señalar que no todo el deterioro acontecido es atribuible a la pandemia. De hecho, en el tercer trimestre de 2019 la pobreza ya alcanzaba el 33%, con una brecha media que rozaba incluso el 40%. Un año y medio de crisis de balanza de pagos, depreciación del tipo de cambio, aceleración inflacionaria, contracción de la actividad y fuerte pérdida de poder adquisitivo ya habían producido para ese entonces una marcada erosión sobre los hogares.
Cabe preguntarse entonces cómo es posible que en 2021, con un PBI que ya estaba volviendo a los niveles absolutos de 2017 (en el tercer trimestre de 2021 fue sólo 4,7% menor), el deterioro socioeconómico haya alcanzado semejante escala respecto del punto de partida. Y la respuesta a este interrogante tiene varias aristas.
En primer lugar, más allá de los niveles absolutos, el PBI per cápita en 2021 mostró un deterioro superior al 8% respecto del valor alcanzado en 2017. Es decir, Argentina en su totalidad está tendiendo a volver a generar el mismo valor absoluto de PBI, pero una parte de esa mejora se explica por el crecimiento poblacional, por lo que en términos de producto por habitante la brecha es mayor y todavía queda camino por recorrer.
Por otro lado, aún cuando en cantidad de ocupados y nivel absoluto de actividad se vuelva al punto de partida, los ingresos de los hogares aún acumulan un deterioro marcado, siendo este uno de los principales factores que explican el empeoramiento de la situación socioeconómica.
Esto puede verse claramente con el cambio que se observó en la retribución de los factores: la remuneración al trabajo asalariado participó con 43% del valor agregado bruto en el tercer trimestre de 2021, cuando esta fracción alcanzó el 50% en igual período de 2017. Este deterioro es significativo considerando que los ingresos provenientes del mercado de trabajo son tres cuartas partes del presupuesto de los hogares y que 7 de cada 10 trabajos son en relación de dependencia (formales e informales).
Además, esta pérdida de participación se evidencia aun cuando la cantidad de puestos asalariados totales entre esos dos lapsos es similar, por lo que el gran factor explicativo fue la dinámica de los ingresos reales. Si los salarios estuvieron lejos de empatar a la inflación, aún más lejos estuvieron de alinearse con la CBT, que aumentó 8 puntos porcentuales más que el IPC entre los terceros trimestres de 2017 y 2021 (con una diferencia que se extiende a 28 puntos porcentuales si hacemos la comparación con la canasta básica alimentaria).
En resumen, los sucesivos shocks de 2018-2020 golpearon la dinámica de la economía argentina, deprimiendo los niveles de actividad e impulsando la inflación, generando un impacto sobre el mercado laboral tanto por el lado de los precios (pérdida de salario real) como de cantidades (caída en la cantidad de ocupados), y redundando en un deterioro de las condiciones socioeconómicas que fue transversal en todas las dimensiones analizadas.
La rápida recuperación evidenciada en 2021, que se plasma tanto en el nivel absoluto de PBI como en la cantidad de ocupados, aún resulta insuficiente para revertir dicha erosión debido a que los ingresos aún se encuentran muy deprimidos respecto del punto de partida. La buena noticia es que hacia adelante se prevé que las tasas de crecimiento del PBI continuarían este año y en 2023, lo que permite continuar afianzando el proceso de recuperación iniciado tras el trienio de crisis. Sin embargo, la persistencia de la inflación elevada constituye el principal riesgo en materia del factor primordial que hoy explica el deterioro de las condiciones socioeconómicas, que es el deprimido nivel de los ingresos reales de los hogares.