Gestionar una crisis y tomar decisiones en un contexto adverso presenta algunos dilemas donde hay que optar entre costos. Estos dilemas no son necesariamente excluyentes, sino que ofrecen la posibilidad de buscar combinaciones en donde se pueda graduar el daño en uno u otro sentido.
Esta situación de tener que optar entre decisiones con costos, es lo que enfrenta el Gobierno a la hora de gestionar esta crisis. Al no haber vacunas ni antivirales contra el virus, y siendo la cuarentena (aislamiento social) la única medida efectiva contra la amenaza, el Gobierno debe optar por mitigar los daños de la Pandemia entre dos dimensiones: la salud de la población (la vida) que está amenazada por el virus, y la economía de la población (los medios de vida) amenazados por las medidas que se utilizan para defenderse del virus.
El dilema que enfrenta el Gobierno tiene algunas aristas particulares. En primer lugar, los riesgos tienen una secuencialidad determinada: está primero el riesgo sanitario antes que el económico, porque el segundo aparece una vez atendido el primero. En segundo lugar, el daño del virus sobre la vida humana es visible y fácilmente contabilizable, mientras que el riesgo de la cuarentena sobre la economía y eventualmente sobre la vida de la población es más difuso, y no queda claro cuándo se efectiviza. Estas particularidades nos permiten entender por qué frente a la opción de implementar una cuarentena o no, el Gobierno se inclinó por el aislamiento social a pesar de los riesgos económicos que la decisión tenía.
La lógica política que guió la decisión adoptada por el Gobierno es la siguiente: estando en riesgo vidas humanas, que de no implementarse la cuarentena podían haberse perdido en gran número produciendo un alto costo político para el Presidente, era razonable que el Gobierno buscara tomar las medidas más protectoras frente a esa amenaza.
Utilizando el famoso dilema del tranvía, donde se evalúa la decisión de alguien que viendo que un tranvía va arrollar a varias personas puede desviarlo por un camino alternativo donde también hay personas, se puede decir que el Gobierno resolvió desviar el tranvía del camino donde iba a producir inmediatamente muertes humanas, que además, al ser fácilmente contabilizadas, iban a traer un alto costo político.
El problema es que ahora, viendo que la decisión que tomó también tiene costos económicos, el Gobierno quedó preso de una suerte de trampa de responsabilidades para modificar la decisión:
1) Si Alberto Fernández libera la cuarentena (vuelve a cambiar el sentido del tranvía), y el coronavirus mata gente, el principal responsable de esas muertes será el Presidente por haber tomado la acción positiva de liberar la cuarentena.
2) Ahora si Alberto Fernández no libera la cuarentena y la economía mata, el principal responsable de esas muertes no será el Presidente sino que será el virus que es el que provocó que el Presidente tomara la decisión de implementar la cuarentena.
Por lo tanto, salir de la cuarentena puede ser altamente costoso para el Presidente desde el punto de vista político, sobre todo mientras persista el riesgo sanitario. Esa lógica política es la que está guiando el proceso de toma de decisiones del Gobierno en esta crisis y será difícil encontrar por parte del Gobierno un criterio distinto de toma de decisión frente al mismo dilema en tanto y en cuanto no se modifiquen los riesgos y el riesgo económico pase a ser más letal y mas severo que el riesgo sanitario.