Empleo e Ingresos

La cuarentena generó fuerte destrucción de empleo informal e independiente

El desempleo trepó a 13,1% en el segundo trimestre

En el segundo trimestre de 2020, la tasa de desempleo alcanzó 13,1% de la Población Económicamente Activa (PEA) según la Encuesta Permanente de Hogares (EPH) elaborada por el INDEC. El salto de 2,5 p.p. respecto a igual período del año pasado es el mayor desde la salida de la convertibilidad.

Sin embargo, este dato resulta anecdótico en contexto de pandemia ¿Tenía sentido buscar empleo a comienzos de una cuarentena inédita para nuestro país? Si nos guiamos por la dinámica de la PEA, se observa que entre abril y junio de 2020 la participación en el mercado de trabajo cayó casi 19% i.a., por lo que más de 2,5 millones de personas dejaron de trabajar o buscar activamente empleo en los 31 aglomerados urbanos.

Por este motivo, resulta más relevante analizar lo que sucedió con el empleo y vincularlo con la caída récord de la actividad observada y las restricciones de oferta presentes producto de la cuarentena/pandemia. Más importante aún, la pérdida de empleo ayuda a comprender la magnitud del impacto negativo sobre el gasto de los hogares y su composición el deterioro de los indicadores socioeconómicos.

Se perdieron casi 4 millones puestos de trabajo en el segundo trimestre

 

De acuerdo a la EPH, la tasa de empleo se ubicó en 33,4% durante el segundo trimestre del año, lejos del 42-43% de los trimestres previos Esto implica un deterioro del nivel de empleo superior al 20% i.a. Es decir, se perdieron 2,5 millones puestos de trabajo en los 31 aglomerados urbanos en el período de referencia. Esta cifra rozaría los 4 millones si extrapolamos este resultado al total de la población del país. Dicha inferencia es razonable para la población urbana (aprox. 90% del total) pero incorrecta para la población rural (10% restante).

La magnitud de esta caída es comparable a su heterogeneidad. Por ejemplo, en base a los datos de INDEC, los empleados de establecimientos estatales aumentaron 5% en el segundo trimestre de 2020, en contraposición al deterioro de 26% i.a. de los trabajadores privados. El costo de la caída de 19,1% i.a. del PBI recayó sobre estos últimos: si bien la elasticidad empleo total-producto fue levemente superior a 1 (por cada punto de caída del PBI se perdió un poco más que 1 p.p. de empleo), la elasticidad empleo privado-producto alcanzó 1,35.

Asimismo, si asumimos que los trabajadores estatales son asalariados registrados, se puede analizar las distintas dinámicas dentro del sector privado, del cual surgen tres categorías: asalariados privados registrados, asalariados privados no registrados y cuentapropistas. En el primer caso la caída fue de 9,5% i.a. (casi el doble que lo registrado por el SIPA), arrojando una elasticidad de 0,5 respecto al producto (0,25 tomando SIPA), bastante mejor que el agregado del empleo privado. Esto implica que dentro de las otras dos modalidades se encuentran aquellos que sufrieron más el impacto de la crisis. El empleo informal cayó 43,5% i.a., exhibiendo una inédita elasticidad de 2,3 respecto al PBI, mientras que los cuentapropistas mostraron un deterioro de casi 30% i.a., exhibiendo también una elevada elasticidad en relación al PBI (1,5).

En síntesis, el empleo público registrado no se vio afectado por la cuarentena/pandemia y el empleo privado formal cayó menos que el desplome del PBI (-19% i.a.), gracias a la protección oficial (doble indemnización, prohibición de despido sin causa justa y programa ATP). Por último, quienes poseen peores condiciones de trabajo, salarios en promedio más bajos y/o menos estables, fueron los que sufrieron el mayor impacto de la cuarentena. El principal paliativo del Estado -decisión acertada por parte del Ejecutivo- para compensar parte del desplome de los ingresos laborales provenientes de la informalidad fue el IFE, mientras que los estratos medios (donde cobran mayor relevancia los cuentapropistas y monotributistas) apenas percibieron créditos blandos.

Deterioro de indicadores socio-económicos

Con el relajamiento de facto y de jure de las restricciones a la movilidad, el empleo informal y el cuentapropismo sería el primer elemento del mercado laboral en recomponerse. Sin embargo, la cada vez más modesta recuperación de la actividad pone interrogantes acerca de cuanto demorará en volver a los niveles previos a la pandemia. Asimismo, el empleo privado formal ajustó poco respecto de la magnitud de la caída de la actividad, por lo que difícilmente vuelva a trepar este año: algunas empresas aún cuentan con dotación excedente.

En conclusión, a la precarización del empleo observada durante la recesión de 2018-19 (el empleo total creció pese a la contracción de trabajo registrado) se suma la fuerte destrucción de empleo (principalmente precario) producto de la cuarentena/pandemia. Este shock negativo sobre los ingresos laborales afectó en mayor medida en los hogares de menores recursos, lo que explica el fuerte deterioro de la pobreza y la indigencia que dará a conocer el INDEC dentro de una semana. Lamentablemente, esperamos una lenta recuperación de los puestos de trabajo perdidos en el segundo trimestre de 2020, lo que complicará la reversión del fuerte deterioro de los indicadores socio-económicos.



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