El Gobierno hará contención de daños hasta 2019, pero ya descuenta que por la crisis cambiaria necesitará de Cristina para ganar
Bien podría uno explicar que la crisis cambiaria, además de los componentes económicos (sequía, aumento de tasa de la FED, impuesto a LEBACs, desequilibrios, etc.), tuvo también componentes políticos: inversores empezaron a ver un Gobierno que, de la mano de la pérdida de popularidad, llenaba de incertidumbre política el futuro de este programa económico más allá de 2019. Pero en un razonamiento circular, la misma crisis alimentó la incertidumbre política sobre el futuro de este Gobierno y sembró de dudas sobre la viabilidad política del programa de normalización económica.
En definitiva los agentes, tanto económicos como políticos, que ajustan sus comportamientos a los pronósticos que tengan del futuro, empezaron a ajustar sus conductas a una nueva realidad: 2019 ya no muestra con claridad un triunfo de Cambiemos, ni muestra lo que pueda venir en su lugar.
Y la pregunta que se deposita sobre el escenario político, luego de la crisis cambiaria y la decisión de acordar un programa stand-by con el FMI, es: si una buena performance electoral del oficialismo en 2019 es compatible con aplicar un programa de ajuste fiscal como el que se acordó con el FMI.
Queda clara la necesidad del Gobierno de buscar financiamiento con el FMI, pero sin entrar a discutir la razonabilidad de la decisión, se trata de una novedad que condiciona o limita las herramientas para que el Gobierno pueda lograr efectivamente el apoyo de los votantes en 2019.
Además, la crisis produjo un daño simbólico a la infraestructura narrativa del Gobierno que tendrá que buscar una explicación convincente de por qué todo lo que se hizo en estos dos años y algunos meses terminó en esta crisis cambiaria; y sobre todo, por qué ahora habrá que hacer más esfuerzo del que se hizo hasta acá, sin haber visto aún los resultados que la gente común valora de un programa económico: que baja la inflación, que hay más empleo, que se puede consumir más.
El Gobierno tiene una ventaja: la gente tiende a tener mala memoria o a ver la realidad con el sesgo de la coyuntura, en tal sentido, hay una estrategia posible para enfrentar el dilema electoral en medio de un programa de ajuste fiscal. Pero se necesitan resultados que se reflejen en las estadísticas de la gente, es decir: que la economía esté en crecimiento en 2019, que la inflación rompa el piso del 20%, que se esté creando empleo y que el salario real este recuperándose de 2018. Si esos objetivos se pueden cumplir, se podrá intentar convencer al la gente de que se está en el rumbo correcto. Son todas proyecciones contempladas en el acuerdo con el FMI, habrá que confirmar esas proyecciones.
El daño en términos de popularidad quizá haya sido lo suficientemente importante para que ello solo no alcance, y sea necesario favorecer un escenario político específico para poder ganar con apenas algo más que 1/3 de los votos. Un escenario que tiene que tener dos condiciones:
OPOSICIÓN DIVIDIDA: claramente quien tiene menos de 40% de los votos necesita que la oposición esté dividida. El objetivo será que el peronismo se mantenga dividido entre PJ Kirchnerista y No Kirchnerista. Por suerte, la propia debilidad de Macri es un incentivo para que la oposición no se una, ya que teniendo asegurada la segunda vuelta, solo necesitan competir en la general para ver quién enfrenta al oficialismo en un ballotage para representar a la oposición.
QUE LA OFERTA ELECTORAL OPOSITORA MÁS COMPETITIVA SEA KIRCHNERISTA: como el voto opositor es mayoritario (pudiera ser alrededor del 60%), el Gobierno necesita que si hay ballotage, quien llegue a ese ballotage sea la oferta kirchnerista (la más extrema) ya que le abriría la posibilidad de pescar la porción de voto opositor moderado que siguen teniendo un sentimiento refractario al kirchnerismo. Si el que llegara al ballotage es el candidato moderado, las posibilidades de que el Gobierno pudiera llevarse los votos kirchneristas serían muy escasas.
En definitiva, la economía deberá hacer su papel: atravesar rápido la recesión, crecer, bajar la inflación, y que la gente sienta que su poder adquisitivo mejora. Pero el Gobierno ya sabe que, para favorecer sus chances, lo mejor será volver a tener a CFK enfrente o a alguien que se le parezca.