¿Qué pasó con el consumo privado tras el salto cambiario?
En el primer cuatrimestre del año, el consumo privado creció a buen ritmo. Las ventas de bienes durables y turismo en el exterior batían récords mientras que el consumo masivo se recuperaba. Sin embargo, el escenario cambió drásticamente en el bimestre mayo-junio: el salto cambiario aceleró la inflación, hizo volar la tasa de interés y provocó desconfianza, lo que frenó bruscamente al consumo. El gasto en bienes durables y turismo emisivo, que trepaba a tasas chinas, pasó a caer fuertemente, y el consumo masivo volvió a descender.
¿Qué pasará con el consumo en lo que resta del año?
Las expectativas para el segundo semestre no son alentadoras. La pérdida de ingreso real de las familias (salarios, prestaciones sociales y empleo) más la elevada tasa de interés, generarán una contracción del consumo privado en la segunda mitad del año. Además, esperamos una significativa reducción del consumo público (que sólo representa 15% del consumo agregado) para cumplir con las restrictivas metas fiscales acordadas con el FMI. Por ende, el principal componente de la demanda interna presentará una caída significativa.
El salario real cayó 1% i.a. en el primer semestre principalmente por el salario del sector público (-2,3% i.a.). Producto de la aceleración inflacionaria, esta tendencia se profundizará en la segunda mitad del año, provocando pérdidas cercanas al 7% i.a. (lideradas por el sector público y, en menor medida, los trabajadores informales). Asimismo, los haberes reales de las prestaciones sociales cayeron 2% i.a. en el primer semestre y caerían casi 8% i.a. en la segunda mitad del año.
¿Cuándo se produciría la recuperación del consumo?
Si se logra estabilizar el mercado cambiario (supuesto fuerte en un año electoral), el repunte podría llegar en 2019 de la mano de la recuperación real del salario privado y las prestaciones sociales (por la desaceleración de la inflación), y la progresiva reducción de la tasa de interés. Además, el Ejecutivo podría aportar estímulos crediticios (como los préstamos ARGENTA que no afectan el resultado fiscal primario, meta acordada con el FMI), para lograr el ansiado repunte del consumo privado, hecho que por lo menos compensaría la caída del consumo público.