A finales de enero el Ecuador volvió a endeudarse en los mercados internacionales. Esta vez la emisión fue por US$1.000 millones, a diez años plazo y con un interés anual del 10,75%, el doble de lo que otros países de la región, como Colombia, han tenido que pagar en sus últimas emisiones. Esa operación, que generó muchas críticas al interior del país por el elevado costo, dejó en evidencia las dificultades que el Ecuador, cuyo riesgo país ha rondado los 700 puntos básicos en lo que va de febrero, enfrenta para poder conseguir financiamiento a nivel internacional. El financiamiento proveniente del exterior es importante para el país no sólo para cubrir las necesidades fiscales, sino también para alimentar las reservas internacionales del Banco Central, que hasta antes de la emisión estaban en niveles cercanos al mínimo operativo.
En este punto cabe señalar que si bien en la economía ecuatoriana, que está dolarizada desde el año 2000, las reservas internacionales no tienen el mismo papel que en países con moneda propia (respaldar el tipo de cambio), sí cumplen un rol importante. Esto se debe a que el Banco Central es el agente de pagos al exterior, no sólo del sector público, sino también del privado. Por lo tanto, si las reservas internacionales del Banco Central (sus activos líquidos) son insuficientes, el país podría entrar en una situación de cesación de pagos con el exterior. El bajo nivel de las reservas internacionales, que es uno de los puntos (además de la situación fiscal) por los cuales distintas calificadoras han revisado a la baja sus perspectivas para la deuda soberana ecuatoriana, se debe a dos motivos principales. El primero es la sensible apreciación del tipo de cambio real del Ecuador frente a sus principales socios comerciales a partir de 2014, lo que ha generado una fuerte presión sobre la balanza de pagos. Es decir, dada la pérdida de competitividad del sector productivo, las exportaciones han perdido impulso, mientras que las importaciones se han dinamizado. Este déficit en cuenta corriente no se ha visto compensado con la entrada, por ejemplo, de mayor inversión extranjera directa, sino sólo con nueva deuda externa, principalmente del sector público. El segundo motivo tiene que ver con el manejo del Banco Central. Si bien al inicio de la dolarización el Central estaba obligado a tener respaldos líquidos para todos sus pasivos exigibles (encaje de la banca privada y depósitos del sector público, principalmente, pero también un monto pequeño de monedas fraccionarias), a raíz del Código Orgánico Monetario y Financiero (2014) el gobierno de Rafael Correa empezó a financiar una parte de su déficit con préstamos del Banco Central que no tenían respaldo en dólares físicos. Así el Central infló de manera importante su balance, que además se vio compuesto cada vez en mayor medida por activos ilíquidos.
En ese contexto, el Gobierno anunció el martes 12 de febrero un acercamiento formal al FMI con miras a firmar un acuerdo de financiamiento. Ese acercamiento lucía como una medida ya casi inevitable para el Ecuador, no sólo para financiar una parte de la aún importante brecha fiscal, sino también para que al país ingresen divisas que permitan recomponer las reservas internacionales y dar más tranquilidad a los agentes. En ese contexto, el potencial acuerdo con el FMI, que debería facilitar también acuerdos con otros multilaterales, como el Banco Mundial, el BID y la CAF, debería considerar que una parte importante de los desembolsos se destinen puntualmente a recomponer las reservas internacionales del Banco Central y no tengan un uso fiscal. Obviamente, en el mediano plazo la situación de las reservas se debe solucionar con medidas que permitan recuperar competitividad al sector productivo ecuatoriano en un contexto en el que el dólar podría incluso seguirse fortaleciendo. Entre diversos analistas hay coincidencias de que las medidas deberían enfocarse principalmente en flexibilizar la rígida normativa laboral del país, lo que genera rechazo en los sindicatos y los movimientos de
izquierda.
Si el Ecuador finalmente firma un acuerdo con el FMI, lo que seguramente implicará medidas más decididas de ajuste fiscal, esperamos que el Gobierno cumpla con los compromisos acordados. Después de todo, el Ecuador tiene, lamentablemente, una larga historia de cartas de intención firmadas con el FMI que a la larga no se han cumplido.