Estando a pocos días de la finalización del plazo legal para la oficialización de las candidaturas (22/6), cuando se definirá finalmente la configuración que va a tener la oferta electoral, el escenario político registró un cambio radical en la dinámica centrífuga que venía teniendo la polarización Macri-CFK en las últimas semanas. Es posible que esta novedad cumpla un rol determinante para anticiparnos qué sucederá durante el proceso electoral. De repente, luego de buscarse mutuamente para antagonizar, acusando a los que estaban en el medio de ser parte de “lo otro”, ambos extremos cambiaron de postura y comenzaron a seducir a los del medio para desarticular la posibilidad de que surja un centro competitivo, que amenazara a cualquiera de los dos extremos, y también ampliar su competitividad frente al polo contrario.
El comienzo de este cambio fue cuando el Gobierno convocó a la oposición a firmar una serie de consensos básicos (los famosos diez puntos) para despejar incertidumbres respecto de eventuales cambios bruscos en la orientación de las políticas públicas. Más allá de las formas, en el fondo el Gobierno nunca buscó llegar a acuerdos con el polo contrario (el kirchnerismo), pero sí apuntó a generar consensos con los actores del peronismo no kirchnerista, es decir, aquellos que están posicionados en el centro del espectro político. De hecho, el Presidente Macri logró juntarse (y sacarse una foto) con tres de los principales referentes del peronismo no kirchnerista en la búsqueda por voluntad en el desarrollo de puntos de acuerdo: Miguel Ángel Pichetto, Juan Manuel Urtubey y Juan Schiaretti.
Este proceso centrípeto (alejarse de un extremo) de dejar de criticar al “centro” y de tratar de conquistarlo, también tuvo de parte del polo opuesto –el kirchnerismo-, movimientos que lo alimentaron. Por caso, la decisión de la ex Presidenta de relegar el lugar protagónico de la fórmula presidencial en favor de Alberto Fernández, fue una decisión política y no electoral, que tuvo como objetivo facilitar un proceso de ampliación del espacio político en construcción y lograr la incorporación de otros actores del peronismo (Gobernadores del PJ y Sergio Massa). A partir de este gesto de apertura, la ex presidenta aspira a que estos actores puedan justificar de mejor manera encolumnarse detrás de una oferta unificada del peronismo, en virtud de que ese espacio de unidad dejara de tener una conducción (la de CFK) cuestionada por los sectores moderados.
La consecuencia de estos movimientos en los extremos fue la desarticulación del proceso de formación de un centro político que, de volverse competitivo –lo hemos venido advirtiendo-, podría ser tan peligroso tanto para uno como para el otro de los extremos. En consecuencia, la gran novedad de los últimos días fue la pérdida de musculatura que sufrió el armado de una oferta electoral desde el centro del espectro político.
¿Hacia un formato más bipartidista de competencia electoral?
En este nuevo escenario de polarización centrípeta, los desafíos para uno y otro polo del espectro son diferentes. Sobre todo porque la decisión de la ex Presidenta de ceder protagonismo pero quedándose dentro de la fórmula, podría tener el efecto de consolidar lo que ya se tenía (35% de intención de voto según Synopsis Mayo) y favorecer un crecimiento que podría acercar a ese binomio al 40%: primera condición para ganar en octubre (sacar 40% y 10 p.p. de diferencia al segundo lugar).
Pero la PASO es una elección que no asigna cargos ni define ganadores, sino que le proporciona a los electores toda la información necesaria para poder asignarle a su voto un sentido estratégico (voto útil). Si el oficialismo quedara lejos de la fórmula Fernández-CFK, pero al mismo tiempo le saca una buena diferencia al tercero, los votantes de esas fuerzas que siguen teniendo un sentimiento de rechazo hacia un eventual regreso de Cristina Kirchner al poder, podrían redirigir su voto al oficialismo para evitar un triunfo en primera vuelta, acortando la diferencia de las Primarias.
En definitiva, este cambio en la dinámica del escenario (de una dinámica centrifuga a una centrípeta) bien podría estar consolidando un formato de competencia más bipartidista, donde se consoliden aún más los dos espacios más competitivos, pudiendo generar esto un escenario electoral de “tres balotajes”: uno en agosto, otro en octubre y el definitivo en noviembre.