El enojo profundo de la opinión pública con la situación actual del país, y que ese enojo esté mayoritariamente dirigido hacia la clase política, no es el mejor contexto para desplegar, de manera visible, discusiones internas respecto de quién debe encabezar la oferta electoral de las principales coaliciones. Algo de eso pareciera estar pasando en el espacio de Juntos por el Cambio. Los cuestionamientos del sector más combativo respecto del sector más dialoguista paradójicamente están produciendo el efecto inverso al deseado: el voto halcón migra hacia Javier Milei, quien sigue creciendo y se acerca a un nivel de apoyo de 25% de intención de voto.
En la medida en que no haya una acción orientada a desautorizar a Javier Milei como opción de parte de los sectores más combativos de Juntos por el Cambio, la migración hacia Milei seguirá estando legitimada y será difícil que ese proceso se revierta. Ello permite que sectores moderados de Juntos por el Cambio tengan perspectiva de poder imponer un candidato moderado en la interna, pero en niveles de competitividad más bajos.
Por su parte, el oficialismo sostiene niveles superiores al 30% por la multiplicidad de ofertas oficialistas que se introducen en la disputa. De hecho, al retirar a Cristina Kirchner de las opciones, la combinación de intención de voto de los candidatos del oficialismo también cae por debajo del 30%.
En este contexto de inflación de candidatos, una forma de resumir el asunto sería identificando dos concentraciones de apoyos fuertes en los extremos (CFK y Milei), y un centro muy disperso que deberá encontrar el candidato que lo concentre y pueda aprovechar las ventajas competitivas de estar en ese lugar.
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