El dato conocido para la actividad interna del mes de diciembre (IMACEC), con una variación en doce meses de 2,6% permite cerrar el 2018 con un crecimiento de 4,0%, cifra consistente con la última proyección que había realizado el Banco Central en su informe de política monetaria de diciembre. Es interesante destacar que se observa una cierta recuperación en la producción no minera, lo que estaría reflejando un relativo mejor desempeño de la demanda interna en el último cuarto del año. Parte de la explicación vendría de la recuperación observada en el gasto del sector público, el que luego de anotar una caída de 3,7% real en el tercer trimestre (en relación a igual lapso de 2017), en el cuarto trimestre anotó un crecimiento real de 5,1% respecto de igual período de 2017.
La fortaleza que muestra la inversión, que habría crecido 6,5% el año pasado, y que proyectamos podría crecer hasta 7,0% el presente, es central para ser relativamente optimistas en relación al crecimiento económico del año en curso. No sólo importa el alto dinamismo esperado para la inversión total sino también su composición. Efectivamente, las primeras señales de recuperación en la inversión provinieron del fuerte crecimiento en las importaciones de bienes de capital, lo que refleja un repunte importante en el componente Maquinaria y Equipo, sin embargo, diversos indicadores permiten proyectar que el presente año se observará un importante crecimiento en el componente Construcción. El efecto multiplicador de la construcción sobre otros sectores, como el transporte, comercio e industria, además del aporte al empleo, será relevante el presente año, y debería ser creciente a lo largo del período en la medida que los proyectos avanzan a etapas más avanzadas.
Por el lado del consumo, es relevante que se observe una mejoría en el mercado laboral y en las expectativas de los hogares. Las condiciones financieras seguirán siendo atractivas, el tipo de cambio podría ajustarse algo más a la baja, y el acceso al crédito será relativamente menos restrictivo. Con ello, mantener un crecimiento del consumo privado algo por sobre el 3,0% parece factible. Por su parte el gasto de gobierno crecería por debajo del PIB, por lo que no sería un elemento dinamizador de la actividad, mientras el sector externo neto tendría un impacto marginal.
Dado lo anterior, el crecimiento para el año debería situarse en un rango de entre 3,5% y 4,0%. Una mejoría en el escenario externo, particularmente si es gatillada por el término de la incipiente guerra comercial entre China y Estados Unidos, nos llevaría a un crecimiento en el tope de dicho rango, mientras la mantención de la situación actual, nos acercaría más al piso. El canal conductor positivo del término de la amenaza de guerra comercial sería a través de un alza en el precio del cobre, una mejoría en el ingreso para la economía, impacto positivo sobre las expectativas, y mayor crecimiento de la inversión. A su vez, dicho escenario favorece una apreciación del peso, lo que a su vez impulsa al sector no transable, particularmente contribuyendo a más consumo de los hogares y mayor crecimiento del comercio.
La inflación se mantendrá contenida a lo largo del año, con la ayuda de un tipo de cambio con sesgo a la baja y brechas de capacidad interna que se mantendrán abiertas hasta el fin del período. En este escenario el Banco Central mantendría su proceso de normalización en la Tasa de Política Monetaria, contemplándose al menos 3 alzas en el presente año en el escenario base. Evidentemente un deterioro externo, que entre otros impactos, lleve a frenar nuevas alzas en la tasa de interés en Estados Unidos, podría retrasar dicho timing de alzas por parte de nuestra autoridad monetaria. Con todo, la inflación total medida en doce meses se mantendrá por debajo del 3,0%, centro del rango meta de la autoridad, en el transcurso del año, para cerrar el período en un rango entre 2,5% y 3,0%.