Con el IMACEC de septiembre se completó la información de actividad preliminar del tercer trimestre del año. Si bien el crecimiento se derrumbó desde 5,3% en el segundo cuarto hasta 2,9% en el tercero, hay varios argumentos que permiten pensar que, aunque se produjo una desaceleración importante, desde todo punto de vista, hay elementos en la información disponible que hacen pensar que no se trató de un derrumbe en el crecimiento con malos pronósticos para el resto del año y 2019, sino de una desaceleración parcial y dependiendo de cómo se mida. En efecto, si se considera, por una parte, que la base de comparación era bastante más exigente en el tercer trimestre de 2017 y, en segundo lugar, que hubo dos días hábiles menos en el trimestre respecto de igual período del año anterior, se atenúa un tanto el deterioro percibido. Si se compara el crecimiento del segundo y tercer trimestres con igual número de días hábiles, se obtienen cifras de 5% y 3%, respectivamente, para el segundo y tercer trimestres. Pero, además, si se considera la velocidad del crecimiento en ambos períodos, es decir, el crecimiento desestacionalizado y anualizado en el trimestre, se pasa de 2,8% a 1,6%, lo que muestra que la desaceleración se venía dando desde el segundo trimestre y que fue más fuerte en ese período que en el tercero. Por último, hay que tener presente que, durante el tercer trimestre, se produjo un profundo ajuste en el gasto fiscal que, de crecer 5,4% en el segundo cuarto, pasó a contraerse 3,7% en el tercero. Todo indica que el gasto público volverá a crecer en los tres meses finales del año, lo que debería contribuir a acelerar nuevamente el crecimiento, para terminar el año en torno a 4%.
No obstante, hay evidencia clara de que, aunque la inversión se está recuperando con bastante fuerza, el consumo presenta un panorama más deprimido, por la debilidad que se observa en el mercado del trabajo, de nuevo en parte explicada por el comportamiento del sector público. En definitiva, aunque las cosas no se ven fáciles, en un contexto internacional complicado, el futuro puede anticiparse con algún optimismo.
En el ámbito legislativo se está enfrentando un volumen de iniciativas significativos: la ley de presupuesto 2019 debe ser aprobada antes de que termine noviembre y, después, comenzará más en serio la discusión sobre la reforma tributaria presentada ya por el gobierno, la reforma previsional, que está por ingresar al Congreso y, se anuncia para antes de fin de mes, una reforma profunda a la salud, a la que seguiría, tal vez a comienzos de 2019, una reforma laboral y, tal vez, algunas más, que deberían aprobarse durante el próximo año. Si ello sucede, en un escenario en el que la oposición controla ambas cámaras, el gobierno habrá logrado dejar una marca importante para la posteridad. Es fundamental, también, que se aprueben iniciativas que permitan impulsar la capacidad de crecimiento de la economía de largo plazo, pero respecto de esto no se han producido anuncios muy relevantes. Cuál sea la capacidad de crecimiento de mediano plazo será fundamental para evaluar la capacidad del país de absorber las demandas sociales sin que ello se traduzca en un quiebre de la solvencia fiscal o en un incremento desmedido de la carga tributaria.
La inflación, por otro lado, sigue bajo control, situándose en 2,9% en los doce meses a octubre, mes en el que, además, el Banco Central, contra la opinión de los analistas y las expectativas del mercado, comenzó el proceso de normalización de la Tasa de Política Monetaria (TPM), la que subió a 2,75% después de haberse mantenido durante 17 meses en 2,5%. Si se tiene presente que la meta de inflación es 3% y que la TPM neutral es estimada entre 4% y 4,5%, es evidente que la política monetaria es expansiva y que la
tasa de interés debe elevarse en los próximos meses para converger hacia la
neutralidad y evitar un crecimiento insostenible y, sobre todo, un incumplimiento en la meta de inflación. Si bien la discusión sobre el momento adecuado para iniciar este proceso ha sido zanjada por el Banco Central, hay consenso en que la TPM tiene que subir, pero que este proceso se debe realizar de manera gradual, estimándose que llegará a 3,5%-4% a fines del próximo año, pero condicionado a la evolución del escenario externo.