Precio del petróleo cae 54% en un mes y valor de las petroleras de Latam más del 60%

Cuando miramos las fluctuaciones del precio del petróleo desde 1986, llama la atención la alta volatilidad desde el comienzo del milenio. El gran crecimiento de China y los países subdesarrollados, la geopolítica energética de mano de la OPEP, el uso del petróleo como un bien financiero especulativo, las sospechas del fin de la era hidrocarburífera y el increíble surgimiento del no convencional en los Estados Unidos podrían explicar estos movimientos. Al fin y al cabo es un juego de oferta y demanda.

Entonces, ¿qué está pasando ahora? El precio del WTI bajó a 23,5 dólares por barril. Hay que retroceder hasta el año 2002 para observar estos valores (que si uno ajustara por inflación americana serían equivalentes a los precios de 1999). Sí, veinte años atrás. Más aún, bajó un 50% en apenas 18 días, desde 46 dólares/barril el 5 de marzo hasta 23,5 dólares/barril el 23 de marzo.

Desde el lado de la demanda mundial, a causa del Coronavirus, según los pronósticos de hace 15 días de IEA (International Energy Agency), en el 2020 se contraerá por primera vez desde el año 2009 (crisis financiera de fin del 2008). Mientras se estimaba que este año la demanda iba a crecer en un millón de barriles por día a 101 MMbbl/d (1% de crecimiento anual, dado que en 2019 fue 100 millones de barriles por día), ahora se cree que bajará casi en promedio anual 100 mil barriles por día (-0,1%). Para tener una idea, Argentina produce y consume aproximadamente 500 mil barriles por día.

Esta reducción mundial de demanda ya comenzó: en el primer trimestre del año se estima que bajó 2,5 millones de barriles por día, de los cuales 1,8 fueron menor consumo chino. Parece difícil entonces que se cumpla la estimación de hace sólo 15 días de IEA de que sólo baje 100 mil barriles por día en el promedio anual. El Coronavirus ya llegó al resto del mundo y el impacto será mayor. En la Argentina, por ejemplo, en estos últimos días, según el CEO de YPF, a causa de la cuarentena, la demanda de naftas bajó un 70%, de gasoil 50% y de jetoil 90%. Así, esta reducción de demanda implica que todo el volumen que no consumamos irá dentro de lo posible al mercado internacional.

Desde el lado de la oferta, mientras se estaba desarrollando la crisis del Coronavirus en China, pero antes de que llegara efectivamente a Europa, en una reunión de la OPEP los primeros días de marzo, Arabia Saudita y Rusia no se pusieron de acuerdo en la baja de volumen de producción de los países miembros. El precio del petróleo había arrancado el año en 61 USD/bbl y hasta principios de marzo ya había bajado 25%, a valores de 45 USD/bbl. Querían bajar el volumen para que el crudo deje de caer, pero como no se pusieron de acuerdo, finalmente Arabia Saudita, segundo productor mundial después de los Estados Unidos, decidió ofrecer descuentos en precios muy grandes, quitándole mercados a Rusia. Además, amenazó con subir fuertemente la producción. Luego de esto, el precio bajó más (en un día de 45 a 31 USD/bbl). O sea, se perjudicaron ambos fuertemente, en un juego de póker muy peligroso. Sin embargo, hay sospechas de que podría haber sido una acción conjunta de la OPEP para bajar los precios y así reducir o fundir en parte a la industria del petróleo no convencional americana, que tiene precios de equilibrio más altos. Esta producción americana, en los últimos años estuvo quitándole mercados que tradicionalmente eran de la OPEP. Recordemos que en 2019, Estados Unidos se convirtió en el primer productor y exportador de crudo del mundo, superando a Arabia Saudita gracias al espectacular desarrollo del fracking.
En la oferta y más allá de la geopolítica, la capacidad productiva y los pronósticos del resto de los principales países siguen hacia arriba, principalmente con grandes volúmenes de Estados Unidos y Brasil.

Tanto el coronavirus como la jugada geopolítica de la OPEP y Rusia, parecerían ser temas coyunturales que deberían solucionarse este año y no deberían afectar el largo plazo (respecto al virus, esperemos que antes). ¿Por qué China y el mundo no podrían recuperarse y volver a crecer en el 2021? ¿Y por qué Rusia y la OPEP no podrían ponerse de acuerdo si de esta manera están perjudicándose ambos?

Si vemos los valores de las compañías petroleras en relación a un mes atrás (desde el 24 de febrero hasta el 24 de marzo), mientras el S&P 500 bajó 33%, el precio del petróleo se redujo 54%. Las empresas globales como Exxon, Chevron, Shell, BP, Total, bajaron alrededor de 40% y las empresas argentinas o brasileras como YPF, Vista o Petrobras bajaron entre 60 y 70%. Esto se debe a que las empresas globales tienen distintos puntos de equilibrio en sus cuencas, promediando valores más bajos que el no convencional argentino o el presal offshore de Brasil. De esta manera, si tomamos empresas que solo se dedican al no convencional en Estados Unidos, la baja también es de alrededor entre 50 y 60%. También si miramos compañía por compañía, el grado de endeudamiento impacta fuertemente en el valor del equity, ya que a estos precios varias empresas podrían fundirse.

Parecen bajas demasiado fuertes para algo coyuntural, aunque también sabemos que los mercados financieros suelen exagerar las alzas y las bajas. Veremos cómo sigue esta historia.


Esta nota fue publicada en el portal a24.com el 25 de marzo de 2020 y puede ser consultada también aquí: shorturl.at/btCMX

Sector ganadero: una de cal y otra de arena

El consumo de carne (vacuna, avícola y porcina) no fue la excepción a la caída generalizada observada en los dos últimos años. El consumo anual per cápita conjunto alcanzó en 2019 los 109,5 kg, 5% menos que en 2018 y 7% por debajo del máximo alcanzado en 2017.

No obstante, no todos los tipos de carne corrieron la misma suerte. Particularmente la vacuna fue la de mayor contracción el último año (-10%) con tan sólo 51,5 kg/cápita/año, siendo el nivel de consumo más bajo de la historia. Por su parte, la porcina retrocedió 2% anual (14,6kg/cápita/año), interrumpiendo un crecimiento sostenido desde 2013.

La excepción se dio en el consumo de pollo que, a pesar del contexto recesivo, logró crecer 1% en 2019, alcanzando los 43,4 kg/cápita/año. Este aumento se dio incluso bajo un encarecimiento relativo de la carne aviar respecto a la vacuna: el precio del pollo aumentó 69% promedio anual y el asado 50%. Mientras que, durante 2018 por cada kilogramo de carne vacuna, se podía comprar 3,1kg de pollo, el año pasado dicha relación se redujo a 2,7. En el caso del cerdo, la variación fue leve pero inversa: pasando de 1,2kg a 1,1kg por cada kilogramo de carne vacuna.

Dicha dinámica responde a que operó fuertemente sobre las decisiones de consumo la caída del poder adquisitivo. En este sentido, la contracción del salario real hizo que las familias busquen sustituir las proteínas de los cortes vacunos por aquellas de menor valor, como las del pollo, haciendo que la demanda de este último se incremente a pesar del aumento relativo de su precio.

Sin embargo, la producción agregada de carne logró crecer 4% en 2019 (+2% la vacuna, 7% la avícola y 1,5% la porcina) gracias a un incremento significativo de las exportaciones y la sustitución de importaciones. La depreciación del Peso, junto con la apertura de nuevos mercados y, principalmente, la mayor demanda desde China por la peste porcina, explican dicha dinámica.

En el caso de la carne vacuna, las exportaciones alcanzaron en 2019 un récord de 845 mil toneladas (+50% anual), llegando a concentrar el 27% de la producción local. El 75% de dichos envíos al exterior fueron a China, país mayormente responsable del incremento dado que sus compras de carne argentina más que se duplicaron en el último año. El despegue de las exportaciones bovinas permitió a la Argentina pasar de ser el 10° proveedor mundial en 2015, al 5° en 2019.

Por su parte, la carne aviar experimentó una situación similar: incrementó el volumen de sus exportaciones cerca del 50% gracias a la mayor importación de China. De esta forma, el mercado externo fue destino del 13% de la producción local. Por último, las ventas en el mercado externo de carne porcina treparon 10% anual y alcanzaron un nivel récord de 25,6 miles de toneladas. No obstante, a diferencia de la carne vacuna, Argentina no es uno de los principales exportadores del mundo.

La oportunidad es hoy

La Peste Porcina Africana que sufren los países asiáticos resulta en una oportunidad para el sector ganadero argentino. Particularmente China, consume anualmente más de 60kg per cápita de carne con una población de más de 1.400 millones de habitantes. El volumen de sus importaciones creció 62% en 2019 y se espera que en 2020 trepe 34%. Asimismo, aunque la canasta de consumo del país asiático se compone 63% de carne de cerdo, la imposibilidad del mercado mundial de compensar la caída en su producción ocasiona un aumento de la demanda de otras carnes, configurándose oportunidades también para el sector vacuno y avícola.

Al mismo tiempo, la puja comercial de Estados Unidos-China incrementa las posibilidades de inserción de otros países productores, dado que el país americano es uno de los principales proveedores de carne porcina y vacuna del mercado chino.

A ello hay que sumarle que, el incremento en las compras de carne de China al mundo presiona al alza el precio internacional, mejorando la rentabilidad de los exportadores locales. Sin embargo, el aumento interno de las retenciones a las exportaciones del complejo cárnico (pasaron de la suma fija ARS 3/USD exportado a una alícuota de 9% para todas las carnes) en un contexto de tipo de cambio real en línea con el promedio histórico, actúan en desmedro de dicha mejora

Por otra parte, las perspectivas para el mercado interno no son alentadoras. La incertidumbre que genera la reestructuración de la deuda y el alto componente inercial de la inflación, auguran una demanda interna que continuará deprimida durante la mayor parte de 2020. En este marco, difícilmente el poder adquisitivo del salario mejore este año, por lo que la sustitución de proteínas de la carne vacuna por la aviar podría consolidarse y consumo de carnes (vacuna, porcina y de pollo) experimentar otra contracción. Sin embargo, un aliciente será el incremento de los ingresos reales de las familias de nivel socioeconómico más bajo, las cuales podrían volcar dicha mejora a recomponer niveles de consumo de carne.

En consecuencia, la menor demanda interna eleva el peso de los costos fijos de los productores que, en conjunto con la falta de liquidez y financiamiento, limitan la capacidad de exportación del sector. Particularmente en el sector vacuno, donde se encuentra la mayor oportunidad para Argentina frente a la demanda de China, se espera que el stock bovino se reduzca en 2020, ante la necesidad de liquidar vientres para afrontar obligaciones financieras. Asimismo, los frigoríficos habilitados para exportar al país asiático se encuentran al máximo del uso de su capacidad instalada. En consecuencia, el sector necesita mayores inversiones para aprovechar las oportunidades que el contexto mundial le presenta. Para que se concreten dichas inversiones es necesario reducir la incertidumbre en cuanto al futuro de la economía argentina y no repetir los errores del pasado, cerrando las exportaciones y sumando desincentivos al sector.

La industria y la construcción rehenes de la recesión económica

¿Qué pasó con estos sectores en noviembre?

El Índice de Producción Industrial Manufacturera (IPI Manufacturero) y el Indicador Sintético de la Actividad de la Construcción (ISAC) se contrajeron 4,5% y 5,2% respectivamente, en relación con igual mes del año pasado. Estos sectores continúan débiles (mostraron, en cada caso, retrocesos de 6,9% i.a. y 8,0% i.a. en el acumulado del año) como consecuencia de la profundización de la recesión tras los resultados de las PASO, que provocaron un nuevo salto cambiario y una caída del poder adquisitivo, en un contexto de altas tasas de interés y creciente incertidumbre económica y política.

Cautivos del mercado interno

El magro desempeño económico impactó notablemente en aquellos sectores basados en la demanda interna. La inflación erosionó el poder adquisitivo de las familias y las altas tasas de interés no dejaron margen para el financiamiento del consumo.

En consecuencia, y pese a la quita de IVA en algunos productos, la industria de alimentos y bebidas tuvo incidencia negativa en el índice al retroceder 1,9% i.a. en noviembre. Entre los más afectados se encuentra la preparación de frutas, hortalizas y legumbres, azúcar, productos de confitería y chocolate, fiambres y embutidos, bebidas y lácteos. En la misma dirección, la industria de la indumentaria, que destina 90% de su producción al mercado interno, se contrajo 6,4% i.a.

Asimismo, el deterioro del poder de compra en dólares, en un contexto de elevado costo del financiamiento afectó a las industrias relacionadas a los bienes durables, destacándose el retroceso de equipos de transporte (casi -25% i.a.) y productos de metal (-14,5% i.a.).

Por su parte, continúan sin lograr fugarse de la crisis interna las industrias proveedoras de otros sectores. El declive de la construcción resultó en menor producción de cemento (-8,2% i.a.), productos de la siderurgia (-5,8% i.a.) y del aluminio (-2,8% i.a.). A la mencionada caída del salario medido en dólares, se le sumó el desplome de la inversión pública en gastos de capital ( reducción que superó el 30% i.a. en términos reales) para explicar esta dinámica.

En cambio, las exportaciones continúan siendo el único oxígeno de la economía, los sectores que menos se contrajeron siguen siendo aquellos vinculados con la demanda externa. Tal es el caso del sector agropecuario y petrolero.

En este sentido, si bien la industria de alimento y bebidas se redujo a nivel general, se destacó el crecimiento de vino (+11,5% i.a.); molienda de cereales (+6,9% i.a.); carne (5,7% i.a.); yerba mate, té y café (+3,2% i.a.); galletitas; productos de panadería y pastas (+2,4% i.a.); que fueron beneficiadas por la buena performance del sector agropecuario.  Por su parte, la Refinación de Petróleo se incrementó 3,7 % i.a. Dicho dinamismo estuvo explicado principalmente por el desarrollo de los hidrocarburos no convencional en Vaca Muerta, que creció 51,7% i.a. Asimismo, la Industria Plástica, que provee a otros sectores, mostró un repunte al crecer 2,4% i.a. en noviembre.

 

¿Qué se espera hacia adelante?

Las perspectivas para el 2020 son conservadoras. Las recientes medidas en favor de sectores con una mayor propensión al gasto podría poner un piso a la caída del consumo, pero difícilmente provocaría una mejora del poder adquisitivo generalizada que genere un rápido rebote del nivel de actividad en los próximos meses.

Por su parte, el sector externo seguiría siendo un aliciente para la economía. Aquellas ramas industriales vinculadas al sector externo – agropecuario, petróleo y gas- lograrán mantener la expansión, aunque a un ritmo menor como consecuencia del alza de las retenciones a las exportaciones y las dificultades para girar dividendos al exterior, lo que, junto a un eventual congelamiento del precio de los combustibles, podría frenar la inversión.

En lo que respecta a la construcción, no se espera un despegue en el corto plazo, en la medida que no mejore la inversión pública. Adicionalmente, el endurecimiento del cepo resultará en efectos contrapuestos sobre la decisión de construir: incentiva la adquisición como refugio de valor ante mayores restricciones, aunque por este motivo también restará dinamismo el sector inmobiliario.

 

 

Sectores: perspectivas 2020

En el último año del gobierno de Macri sólo un sector logró concluirlo bajo expansión, el agropecuario. De cara al 2020, el contexto seguirá siendo complejo para la economía argentina y sólo algunos sectores podrán salir a flote, mientras que otros concluirán el año todavía sumergidos en recesión.

En este sentido, aún con un set de medidas tendientes a mejorar el poder adquisitivo de los sectores de menores ingresos, el salario promedio no logrará ganarle a la inflación sino hasta fines de 2020. Asimismo, a pesar del cambio de gobierno, la política fiscal no será expansiva ya que deberá mostrar un sendero de consolidación para alcanzar una renegociación favorable de la deuda. Por último, con los actuales controles cambiarios, será posible una política monetaria un poco más expansiva, pero no lo suficiente para impulsar la economía en el corto plazo.  De esta forma, el PBI promediará en 2020 su tercer año consecutivo de caída, aunque si se aleja el fanstasma del default, podría empezar a recuperarse en el segundo semestre y concluir el año con valores positivos.

Fuerzas contrapuestas en la Construcción

Durante 2020 continuarán vigentes los efectos contrapuestos sobre la actividad que dejó la depreciación del Peso y la escasez de crédito: escaso poder de compra de los trabajadores (demanda) vs. elevada rentabilidad para los desarrolladores (oferta).

Por el lado de la demanda, desde que la economía padeció el primer salto cambiario (findes de abril de 2018) el salario en dólares de un trabajador registrado se redujo más de 40%, mientras que el costo de la construcción en moneda dura cayó 30%. De esta forma, un trabajador pasó de necesitar 402 salarios a 497 para construir un departamento de 60m2. No obstante, la menor demanda por construcción no se debió solamente al deterioro del salario, sino también a la falta de financiamiento.

Como contrapartida, la oferta experimentó una mejora de la rentabilidad. El precio de venta de los inmuebles medidos en dólares trepó 4% entre marzo de 2018 y octubre de 2019 y el costo de la construcción se redujo 30%, por lo que la rentabilidad de los desarrolladores aumentó casi 50%.

De cara a 2020 dichas condiciones continuarán vigentes, dado que no se esperan significativos cambios en los precios relativos del sector. No obstante, se sumará un factor adicional que puede tener impactos positivos sobre la actividad: las restricciones cuantitativas al acceso al mercado de divisas. En un contexto de cepo cambiario, la construcción se configura como una opción para dolarizar ahorros. En el caso de las familias, los ahorros podrían volcarse a reformas y ampliación de viviendas, y en el caso de las empresas, a la construcción de oficinas y/o viviendas nuevas, como forma de resguardar las utilidades ante la imposibilidad de girarlas al exterior. Asimismo, habrá que esperar definiciones de la nueva administración respecto del financiamiento al sector: Pro.Cre.Ar., UVA, etc.

En este contexto la construcción podría experimentar una mejora hacia la segunda parte del año y concluir el 2020 bajo un proceso de reactivación.

Servicios: Inmobiliarios y Turismo dos ejemplos opuestos

Los sectores de servicios difícilmente puedan experimentar una reactivación en 2020. El principal motor de su demanda es el poder adquisitivo de las familias, el cual continuará deprimido durante gran parte del año. No obstante, aquellos sectores que presten servicios al exterior tendrán mejores resultados. Tal es el caso del turismo receptivo, que ante la depreciación del Peso, los destinos nacionales se abarataron en términos relativos frente a los internacionales, incentivando la llegada de turistas extranjeros y promoviendo, en el caso de residentes, la sustitución de destinos en el exterior por locales. Asimismo, la reciente puesta en vigencia del impuesto del 30% a los gastos en el exterior profundizará dicha sustitución.

Más allá de ello, el sector de servicios más golpeado en 2020 será el inmobiliario. El cepo cambiario lo configura como uno de los grandes perdedores del año, dado que sus transacciones se hacen en moneda extranjera. De hecho, en los cuatro años que duró el anterior control cambiario, las operaciones de compraventa de inmuebles en el Gran Buenos Aires (CABA + Provincia de Buenos Aires) cayeron 30%. Sin embargo, a futuro el golpe al sector puede ser aún mayor, dado que medidos en dólares, se encarecieron las viviendas y cayó el poder de compra del salario.

Vaca Muerta: sin blindaje, no hay reactivación

Hasta las PASO la actividad de extracción de gas y petróleo venía mostrando un significativo y constante crecimiento gracias al desarrollo de no convencionales en Vaca Muerta. Los incentivos a la producción de shale gas, el consecuente boom de inversiones en el yacimiento y la reducción de los costos en dólares tras la devaluación del Peso y el aprendizaje de la industria, hicieron que el promedio de fracturas mensuales creciera 280% en los últimos tres años. Sin embargo, la pesificación y tope al precio interno del barril, sumado a las restricciones para el giro de divisas al exterior que se implementó luego de las primarias de 2019, hicieron que la actividad se paralizara. Esto dejó en evidencia que el sector necesita seguridad jurídica y previsibilidad suficiente para su desarrollo.

En este contexto, y teniendo en cuenta la necesidad imperiosa que tiene Argentina de generar divisas genuinas para solventar la deuda pública contraída mayormente en moneda dura, las probabilidades de que el blindaje a Vaca Muerta se efectivice son altas. De ser así, la actividad sentiría durante la primera parte de 2020 los coletazos negativos del cepo, pero luego podría mostrar mejoras gracias al  “resurgimiento” de Vaca Muerta.

Algunos brotes verdes en la industria

Luego de dos años consecutivos de contracción, la industria podría concluir el 2020 con una reactivación. Por un lado, al igual que ocurrió en 2019, las ramas industriales vinculadas al sector agrícola lograrían mantenerse en expansión gracias a la buena performance que tendría el campo. Entre ellas: agroquímicos; molienda y panificados. De manera adicional, la producción de maquinaria agrícola mostraría mejores resultados que en 2019, cuando la mayor cosecha del campo no se materializó en un aumento significativo de la demanda de equipos por la elevada incertidumbre económica y porque las ventas realizadas se satisficieron con stocks más que con nueva producción. A ello hay que sumarle, que se se espera que una de las herramientas de reactivación de la economía en 2020 sean los créditos subsidiados a la producción, por lo que la demanda de equipos agrícolas se vería incentivada con un mayor acceso al financiamiento. Por último, pese a que la rentabilidad del sector será menor por la mayor presión impositiva, en un contexto de cepo cambiario, los excedentes podrían canalizarse a la compra de maquinaria agrícola (que cotiza al tipo de cambio oficial).

Por su parte, se espera que la producción de carne continúe creciendo de la mano de mayores exportaciones. El mayor consumo de carne en los países asiáticos, sumado a la crisis sanitaria que atraviesa dicha región, auguran una mayor demanda desde el exterior.

Por último, se espera que la protección sobre sectores mercado internistas e intensivos en mano de obra se acreciente. Restricciones cuantitativas a las importaciones (licencias no automáticas) y créditos blandos a ramas fabriles como electrodomésticos, textil, cueros y juguetes se verían beneficiados.

Agro: menor cosecha, pero por encima del promedio de la década

Las perspectivas 2020 para el sector agrícola son conservadoras. Por un lado, luego de alcanzar los principales cuatro cultivos (trigo, girasol, soja y maíz) un récord de producción en 2019 (135,6 millones de toneladas), la campaña en curso augura una menor cosecha debido a faltantes hídricos. En este sentido, a pesar de que el área sembrada 2019/20 de trigo es mayor a la de la campaña 2018/19 y la de soja y maíz similares, la producción sería menor por caída en los rendimientos. No obstante, se espera que el agregado de la producción agrícola de los principales cultivos supere el promedio de los últimos 10 años.

Por otro lado, el contexto nacional e internacional no son del todo favorables. En el plano local, el aumento de las retenciones reduce la rentabilidad del sector, mientras que en el plano internacional, una buena oferta y una menor demanda de los países asiáticos tras la fiebre porcina mantienen los precios internacionales por debajo del promedio de los últimos años.

Cepo 2.0: sectores ganadores y perdedores

El gobierno de Cambiemos se despide teniendo que re-implementar una de las primeras medidas que eliminó cuando asumió: las restricciones cambiarias. Asimismo, a pesar de que el 10 de diciembre se llevará a cabo un cambio de gobierno, es esperable que el próximo presidente mantenga vigente el cepo con algún tipo de relajamiento o endurecimiento. En este sentido, todavía es difícil de prever cómo evolucionará la nueva versión del cepo, pero lo cierto es que la escasez de divisas no se resolverá en el corto plazo.

Vale recordar que durante el cepo 2012-2015, las restricciones de acceso al mercado de divisas se fueron endureciendo progresivamente a medida que el Peso se apreciaba en términos reales y, consecuentemente, la brecha entre el dólar oficial y el paralelo se ampliaba y el déficit de cuenta corriente se acrecentaba. A los límites de acceso a la compra de divisas y giro de utilidades al exterior, se sumaron restricciones cuantitativas a las importaciones, prohibición de conversión a dólares los créditos hipotecarios, impuestos al turismo y vehículos de alta gama, entre otras medidas.

En aquel momento el combo de medidas arrojó un set de sectores ganadores y perdedores. En este marco, es importante repasar dicho balance y tratar de dilucidar si es posible que se repita en el futuro.

Perdedores

El principal sector afectado por el cepo fue el inmobiliario, debido a que sus transacciones se hacen en moneda extranjera. De hecho, en los cuatro años que duró el anterior control cambiario, las operaciones de compraventa de inmuebles en el Gran Buenos Aires (CABA + Provincia de Buenos Aires) cayeron 30%. Sin embargo, el golpe al sector puede ser aún mayor en el futuro, dado que en la actualidad se observa un encarecimiento de las viviendas junto a una caída del poder de compra del salario, ambos medidos en dólares. No obstante, algo a favor es que por el momento, está permitido acceder a créditos hipotecarios de hasta USD100.000, mientras que antes estaba prohibido.

Otros de los sectores perjudicados por el cepo cambiario fueron los exportadores netos, siendo la actividad más emblemática la agroindustria. Por un lado, cargaban con elevadas retenciones en un contexto de fuerte atraso cambiario y, por el otro, recibían ingresos valuados al dólar oficial, mientras que parte de sus costos dolarizados crecían en línea con el dólar paralelo (la brecha entre ambas cotizaciones promedio el 40% entre 2012 y 2015). Si bien, aunque en el cepo actual rigen menores retenciones, lo cierto es que la competitividad cambiaria se encuentra cercana al promedio histórico y que la brecha cambiaria aún no es importante. De esta forma, que los exportadores se configuren como claros perdedores del cepo dependerá de que vuelvan las condiciones vigentes en el pasado.

Por su parte, las industrias importadoras netas encontraron dificultades para llevar adelante su actividad en 2012-2015, debido a las restricciones de acceso al mercado divisas y, principalmente, a los controles cuantitativos a las importaciones que generaron faltantes de insumos. En esta línea, bajo las condiciones actuales del cepo, dichas industrias se verían afectadas, pero en menor medida que antes, siempre y cuando no se reinstauren restricciones cuantitativas a las importaciones.

Por último, las actividades que requieren grandes flujos de inversión para su desarrollo son otras de las afectadas por el cepo cambiario. Tal es el caso del sector energético que, ante la imposibilidad de girar dividendos al exterior, en un contexto de fuerte apreciación real del Peso, vieron recortadas sus inversiones. Por este motivo, la viabilidad de proyectos como Vaca Muerta en el futuro dependerá de si se mantiene la imposibilidad de girar divisas al exterior y si el tipo de cambio se atrasa.

Ganadores

Las restricciones al acceso de divisas en un contexto de alta inflación reducen las posibilidades de ahorro de familias y empresas, incentivando la sustitución de consumo futuro por presente. En este sentido, en el cepo 2012-2015 la imposibilidad de resguardar el valor de los ahorros en un activo seguro, incentivó la dolarización a través de la adquisición de bienes y servicios valuados al tipo de cambio oficial. En este contexto y sumado a un fuerte abaratamiento relativo de bienes y servicios provenientes desde el exterior, fue que la venta de vehículos importados y el turismo emisivo crecieron significativamente hasta que se impuso un impuesto a la demanda de ambos sectores.

La versión 2019 del cepo aún no presenta ni la apreciación real del Peso, ni su consecuente brecha cambiaria, por lo que de mantenerse la situación actual, estos sectores no serían ganadores como en el cepo anterior. Asimismo, los incentivos a redireccionar ahorros hacia los durables no son tan fuertes, debido que actualmente existen todavía herramientas que por lo menos otorgan un rendimiento a la par de la inflación, como es el caso de los plazos fijos ajustados por UVA o los bonos indexados (CER).

Por su parte, el turismo receptivo no fue un ganador en el cepo anterior, pero tampoco fue un claro perdedor. Por un lado, la pérdida de competitividad cambiaria desalentaba el ingreso de turistas extranjeros (Argentina estaba cara al dólar oficial), pero a la vez, la amplitud de la brecha incentivaba a los viajeros a liquidar sus dólares en el mercado informal, haciendo valer en mayor medida sus ingresos y gastando más en pesos (con impacto principalmente en turistas provenientes de países limítrofes). Como contrapartida dichos dólares no ingresaban al circuito formal, debilitando las reservas del BCRA. En este sentido, la reciente devaluación posiciona de manera más favorable al turismo receptivo, por lo que, de mantenerse dicha competitividad, el sector sería uno de los ganadores.

Por último, una mención especial merece el sector de la construcción privada. Por un lado, el cepo cambiario tuvo efectos negativos sobre la actividad debido al fuerte desplome del sector inmobiliario: mientras menos unidades ya construidas se vendan, menos incentivos existen para la construcción de unidades nuevas. Sin embargo, por el otro lado, la actividad se vio beneficiada con los controles cambiarios, perfilándose como una opción de reserva de valor dolarizada.

En el actual cepo, a dichas condiciones hay que sumarle una mayor rentabilidad. En los últimos años subió el precio en dólares de las viviendas y se redujo significativamente el costo de la construcción en moneda dura a partir de la devaluación.

Los riesgos son altos

Más allá de que las restricciones cambiarias eran necesarias para frenar la caída de las reservas internacionales del BCRA y evitar la volatilidad del tipo de cambio, la medida trae consigo el riesgo de perder competitividad externa, en un momento donde Argentina necesita imperativamente aumentar sus exportaciones netas para solventar la deuda en moneda dura. La sintonía fina de la política cambiaria y monetaria desde el 10 de diciembre será determinante para confirmar el set de ganadores y perdedores de este nuevo ciclo de cepo cambiario.

 

Censo Nacional Agropecuario 2018: resultados preliminares

El Instituto Nacional de Estadística y Censos (INDEC) presentó los resultados preliminares del Censo Nacional Agropecuario 2018 (CNA 2018), después de 16 años del último registro de igual envergadura para el sector (2002). Entre los principales resultados cabe destacar que existe 250.881 Explotaciones Agropecuarias (EAP) con 480.191 parcelas. Con respecto a la superficie, se registró 157 millones de hectáreas, de las cuales 21% corresponden a superficie implantada con algún cultivo y 79% a otros usos.

A continuación, se presenta los principales resultados que arrojó el CNA 2018 y las comparaciones con el CNA realizado en 2002. De esta forma, el presente informe permite dar la primera aproximación al escenario actual del sector agrario argentino y sus cambios estructurales durante los últimos 16 años.

La parálisis de la construcción

¿Cómo le fue a la construcción en septiembre?

En septiembre el Indicador Sintético de la Actividad de la Construcción (ISAC) mostró un retroceso del 8,5% i.a., acumulando trece meses consecutivos de contracción, y de 4,6% mensual (desestacionalizado), recortando los avances experimentados en los dos meses previos. De esta manera, la actividad del sector se redujo 5,5% i.a. en el tercer trimestre y acumula a septiembre una abrupta caída del 8% i.a. que se tradujo en la pérdida de 3132 puestos de trabajo (acumulado a agosto).

¿Qué explica esta dinámica?

El magro desempeño corresponde tanto a un deterioro de la obra pública como privada. En cuanto al sector público, el gasto de capital de la Administración Pública Nacional mostró un retroceso en términos reales del 14% i.a. acumulado a septiembre. Desagregando el gasto, los componentes que mayores retrocesos experimentaron fueron educación, energía y vivienda  (-45%, -36% y -28% i.a. respectivamente). Dicha dinámica se diferencia de otros años electorales, cuando la obra pública fue el motor de la construcción y, en consecuencia, de la actividad económica en general. En este sentido, el fuerte recorte de la inversión pública en el ámbito nacional se explica por la necesidad de alcanzar el equilibrio fiscal en el contexto del acuerdo con el FMI.

En relación a las obras privadas, la dinámica no jugó una suerte distinta. Analizando el consumo de los principales insumos de estos proyectos en el acumulado a septiembre, las caídas son significativas: los despachos de cemento, los ladrillos huecos y pinturas para la construcción acumulan a septiembre retrocesos del 6%, 12% y 7% i.a., respectivamente.

En esta línea, el consecutivo deterioro de la actividad de la construcción tiene su origen en las sucesivas crisis cambiarias que atravesó la economía argentina en el último año y medio. La devaluación del peso tuvo dos efectos contrapuestos: la caída del poder adquisitivo para la construcción, afectando la demanda, y el aumento de la rentabilidad, incentivando la oferta.

Por el lado de la demanda, desde que se inició la primera crisis cambiaria (abril 2018) el salario promedio de un trabajador registrado se redujo más de 40% medido en dólares y, aunque el costo de la construcción medido también en moneda dura retrocedió 28,4%, el poder de construcción de dicho salario se redujo 20,6% (salario en USD/costo de la construcción en USD). De esta forma, mientras que en marzo de 2018 se necesitaban 115 salarios para construir un departamento de 60m2, en septiembre de 2019 se necesitaron 210.

No obstante, la menor demanda por construcción no se debió solamente al deterioro del salario, sino también a la falta de financiamiento. La aceleración de la inflación y la consecuente suba de la tasa de interés de referencia acaecida por la crisis cambiaria, apagaron unos de los motores que dinamizó a la construcción durante 2017: los créditos hipotecarios indexados. La falta de previsibilidad, pero también el hecho de que la indexación de los créditos (índice UVA) creciera por encima de los salarios y los alquileres, hizo que la demanda se desplomara.

Como contrapartida, la oferta experimentó una mejora de la rentabilidad. El precio de venta de los inmuebles medidos en dólares trepó 3,7% entre marzo de 2018 y septiembre de este año, y considerando la disminución del costo de la construcción, la rentabilidad de los desarrolladores (es decir, precio del inmueble en USD/costo de construcción en USD) aumentó 44,7%. Sin embargo, a pesar de dicha mejora, la incertidumbre política y económica reinante durante el último tiempo y la falta de demanda, hicieron que las inversiones en el sector se paralizarán.

¿Cuáles son las perspectivas para el sector?

Las expectativas del sector no son favorables. Bajo un contexto de desaparición del crédito, elevada inflación e incertidumbre y bajos salarios en dólares, la construcción continuará en terreno negativo. Sin embargo, algunos hechos serán un aliciente para la recesión de la actividad.

La mayor rentabilidad de la oferta incentiva la puesta en marcha de desarrollos inmobiliarios para una demanda premium. Asimismo, las nuevas restricciones de acceso al mercado cambiario generan incentivos para dolarizar ahorros por otras vías. Una de ellas es la construcción. En el caso de las familias, los ahorros podrían volcarse a reformas y ampliación de viviendas, y en el caso de las empresas, a la construcción de oficinas y/o viviendas nuevas, como forma de inversión.

Turismo en Argentina: ¿free walking tour?

La actividad turística es una de las pocas que se mantiene a flote en el actual contexto recesivo. Mientras que el PBI acumuló en la primera mitad del año una contracción del 2,5% anual, la actividad de hotelería y hospedaje creció 1,5%. Incluso, sin tener en cuenta las ramas de actividad beneficiadas por la cosecha récord, la hotelería fue el sector que más creció en el segundo trimestre de 2019.

Dicha dinámica obedeció al fuerte aumento del tipo de cambio real. La depreciación del Peso abarata en términos relativos los destinos nacionales frente a los internacionales, incentivando la llegada de turistas extranjeros y promoviendo, en el caso de residentes, la sustitución de destinos en el exterior por locales.

Las estadísticas provenientes de la Encuesta de Ocupación Hotelera (EOH) publicada por el INDEC dan cuenta de ello. En los primeros siete meses de 2019 la cantidad de noches que se hospedaron los viajeros no residentes en el país creció más de 15% anual, mientras que las pernoctaciones de argentinos cayeron 2,3%, éste último pese a que en el segundo trimestre crecieron 3% anual gracias al efecto Semana Santa que en 2019 fue en abril.

De manera adicional, mejoró el balance entre el ingreso y el egreso de turistas internacionales. En el acumulado a julio el arribo de turistas creció 19% anual y la salida de argentinos al exterior se redujo 16%. Aunque el saldo continúa siendo negativo, son más los residentes que salen del país que los extranjeros que ingresan, éste se redujo a la mitad: en los primeros siete meses de 2019 la brecha fue de poco más de 660 mil personas, mientras que en el mismo periodo de 2018 fue más de 1,4 millones de viajeros.

Esta reducción del saldo negativo de turistas trajo consigo también la contracción del déficit de cuenta corriente por turismo registrada por el BCRA. Durante los primeros ocho meses de 2019, la diferencia entre los dólares gastados por los extranjeros en el país y las erogaciones de los argentinos en el exterior arrojó un déficit de USD 3.191 millones, lo que frente al rojo de USD 5.564 del mismo periodo de 2018, significó una reducción del 43%. La mejora se dio en ambas direcciones: los egresos de divisas se contrajeron 34% anual y los ingresos crecieron 5%.

La competitividad cambiaria es necesaria, pero no suficiente

El mayor desafío que tiene por delante Argentina es generar ingresos genuinos de divisas para sortear la restricción externa y acrecentar la sostenibilidad de la deuda pública, denominada mayoritariamente en moneda dura. En este sentido, promover las exportaciones de turismo es una de las formas de ir en esa dirección. En 2018 el turismo representó el 7% de las exportaciones de bienes y servicios del país, ocupando el quinto puesto en sectores generadores de divisas, después de granos y oleaginosas, otros productos agropecuarios, industria automotriz y servicios basados en conocimientos.

El nivel del tipo de cambio real (cuán caro o barato es un país en relación a otros) es uno de los factores que determina el flujo del turismo internacional. En Argentina, la relación negativa se cumple para el turismo emisivo (si aumenta el tipo de cambio, cae la salida de residentes), con excepción de 2016 cuando, a pesar de que el tipo de cambio oficial sufrió una fuerte depreciación, la cantidad de argentinos que viajaron al exterior se incrementó. Esto se dio producto de la compra anticipada de viajes durante 2015, cuando el dólar oficial estaba “barato”, las expectativas de devaluación tras el cambio de gobierno eran generalizadas y cuando se preveía la eliminación futura del impuesto a la compra con tarjeta de crédito en el exterior.

En cambio, para el turismo receptivo la relación entre tipo de cambio real y cantidad de viajeros provenientes desde el exterior no es marcada. Más allá de los cambios experimentados en la competitividad-precio de la economía argentina en los últimos años, la cantidad de viajeros se ha mantenido en torno a los 200 mil promedio por mes. Esto ocurre porque la reacción de la demanda de turismo desde países limítrofes es sensible a los movimientos del tipo de cambio, pero la de los países no limítrofes es más inelástica, siendo que estos últimos representan más de la mitad del total de arribos al país.

Por caso, mientras que el tipo de cambio real multilateral entre enero y julio de 2019 se depreció 17% anual promedio, el ingreso de turistas provenientes de países limítrofes creció 30% anual y los residentes en países no limítrofes un 11,5%. En esta línea, la ventaja competitiva de una depreciación cambiaria se modera por el efecto distancia. Mientras más alejado esté el país de Argentina y mayor ingreso per cápita tenga ese país de origen, menos efecto tiene un aumento del tipo de cambio real.

En consecuencia, parece no ser suficiente un tipo de cambio real competitivo para aumentar las exportaciones por turismo. Más aun teniendo en cuenta que, más allá del efecto positivo que pueda tener sobre cantidades, la devaluación del Peso reduce el precio de los bienes y servicios que adquiere el turista en el país, pudiendo generar una disminución del gasto total si el aumento en cantidades no compensa la disminución del precio. Ejemplo de ello es que, la cantidad de arribos por los aeropuertos de Ezeiza y Aeroparque creció 19% anual en el primer semestre de 2019, pero el gasto medido en dólares que hicieron dichos turistas en el país casi no se modificó (-1,6%). Sin embargo, también es cierto, que aunque el ingreso de dólares haya sido casi el mismo, estos dólares compran más bienes y servicios en el país que un año atrás, movilizando la actividad turística.

¿Cuáles son las perspectivas?

Para que el turismo se configure como un sector capaz de aportar de forma significativa a la generación de divisas son necesario medidas adicionales a un tipo de cambio real alto. Por un lado, mayor estabilidad macroeconómica que otorgue previsibilidad a la oferta para llevar a cabo inversiones. Por otro lado, incrementar la inversión en infraestructura para aumentar y mejorar la conectividad de las ciudades argentinas. Por último, acrecentar las acciones de promoción turística para recuperar el podio de arribos en la región y acortar el efecto distancia respecto a los países que no son limítrofes. El incremento de turistas de dichos países es importante para reducir el déficit de divisas por turismo, dado que un viajero residente en Estados Unidos, Canadá o Europa gasta por viaje en el país 2 veces más que un turista brasilero.

En esta línea, es importante remarcar que las nuevas restricciones de acceso al mercado cambiario formal operan en contra de cerrar el déficit de cuenta corriente por viajes. La implementación de controles genera una brecha entre el dólar oficial y el informal que puede incentivar a turistas de países limítrofes a liquidar sus dólares físicos en el mercado paralelo, afectando de esta manera la oferta en el circuito formal.

En conclusión, el turismo en Argentina continuará siendo uno de los pocos sectores que crezca pese al contexto recesivo, pero para que ese crecimiento se consolide en el mediano y largo plazo serán necesarios cambios más estructurales que permitan aumentar la oferta, al tiempo de generar un mayor atractivo internacional por los destinos argentinos.

Caída libre en la mayoría de los sectores

El nivel de actividad en el segundo trimestre de 2019 mostró un crecimiento del 0,6% i.a. pero acumuló una caída del -2,5% i.a. en el primer semestre del año. Entre los 13 principales sectores (que acumulan el 75% del Valor Agregado Bruto) solo dos se encuentran en expansión, otros dos bajo recuperación y el resto en contracción.

De no haber sido por la expansión del 46% i.a. del sector agropecuario, la actividad hubiese profundizado su caída hasta el 4,1% i.a.

Sectores en contracción

Se destacan las actividades ligadas principalmente al consumo en el mercado interno y las actividades proveedoras de insumos para el resto de los sectores. En este sentido, producto del fuerte deterioro del poder adquisitivo del salario, que promedió una caída del 10% i.a. en el trimestre, servicios tales como comercio, electricidad, gas y agua, servicios sociales y comunicaciones, consolidan su recesión. Al mismo tiempo, la construcción y el sector inmobiliario muestran significativas caídas en un contexto de inestabilidad cambiaria y elevadas tasas de interés. Por su parte, la actividad de intermediación financiera se mantiene paralizada, debido al racionamiento del crédito y la industria química se ve fuertemente golpeada por la caída de la demanda de sus sectores clientes, vinculados principalmente al consumo masivo.

Sectores en recuperación

Es posible ver una incipiente recuperación en los sectores de la industria alimenticia y del transporte, vinculados al récord de producción agrícola y al aumento de las exportaciones de carne vacuna. De todas maneras, es posible que esta reactivación no se consolide en la segunda parte del año, debido a que el efecto positivo de una cosecha récord se irá disipando y el consumo interno continuará en terreno negativo en lo que resta de 2019.

Sectores en expansión

Únicamente dos sectores se encuentran en expansión y son los vinculados a la actividad extractiva: agricultura y petróleo y gas. En esta línea, tanto la cosecha agrícola como la explotación de Vaca Muerta amortiguan la recesión generalizada de la economía.

En el caso de la agricultura, la cosecha de los principales cultivos del país logró alcanzar un récord y la producción creció 25% i.a. (considerando soja, maíz, trigo y girasol), luego de la sequía sufrida en 2018.

Por su parte, el crecimiento del sector petrolero se debe principalmente al impulso de los hidrocarburos no convencionales en Vaca Muerta. En junio, la producción de gas fue la más alta en los últimos 11 años y la producción de petróleo acumuló 16 meses de crecimiento ininterrumpidos.

El declive del sector automotor

¿Cuál fue el desempeño de la actividad automotriz en agosto?

En agosto la producción fue de 30.815 unidades, la cual representa una caída interanual del 37,5%. En el acumulado de los primeros ocho meses del año, el sector mostró una producción de 213.643 unidades (-35,9% i.a.), siendo el nivel más bajo de unidades producidas desde el año 2005.

La caída corresponde tanto a una menor demanda interna como externa. En el plano interno, las ventas mayoristas (ventas a concesionarias) sufrieron una caída del 27,2% i.a y las ventas minoristas (patentamientos) retrocedieron 32,8 i.a. En éste último caso, la venta de 0km acumuló a agosto sólo 343.076 unidades, el nivel más bajo desde el 2006.

En el frente externo, las exportaciones sufrieron una caída del 32,8% i.a en el octavo mes del año: los envíos a Brasil (destino del 68% de los vehículos exportados) se desplomaron 41% i.a. y las ventas al resto de los destinos se contrajeron 9,2% i.a. Entre enero y agosto de 2019 se exportaron 146.455 unidades, representando una caída del 16% i.a. y ubicándose 57% por debajo del máximo alcanzado en 2011.

 

¿Qué explica esta dinámica?

El contexto de incertidumbre actual desincentiva fuertemente la producción local. La acumulación de stocks durante 2018 y la continua depreciación del peso generaron que las automotrices produzcan muy por debajo de su capacidad instalada: en junio se trabajó con un 66% de capacidad ociosa.

Desde el lado de la demanda interna, al tratarse de bienes durables, la caída de los salarios en dólares y el encarecimiento de las líneas de créditos son dos factores determinantes para explicar el declive del sector. En este sentido, incluso con la vigencia del plan junio, julio y agosto de 0km – que consistió en bonificaciones subsidiadas por el Estado Nacional a la compra de autos 0km al contado- los patentamientos continuaron decreciendo, aunque a un ritmo menor. Al mismo tiempo, a diferencia de otros años, la cosecha agrícola récord no se materializó en una mayor demanda por pick-ups. Los patentamientos del segmento comercial liviano caen ininterrumpidamente desde abril del año pasado.

Por otra parte, particularmente en agosto se sumó la parálisis de las ventas en los días posteriores a las PASO, cuando las concesionarias frenaron las transacciones producto de la volatilidad cambiaria.

En cuanto a la demanda externa, la desaceleración de la economía brasileña es uno de los factores que explica el magro desempeño de los envíos a dicho destino. Por caso, en el primer trimestre de 2019 la actividad del país carioca cayó -0,13% desestacionalizado y en el segundo tuvo un magro crecimiento del 0,4%. No obstante, los patentamientos de 0km del país crecieron 12% i.a. en el acumulado a julio, con pérdida de participación de los importados, los cuales acumularon una caída del 1,2% i.a. Dichas magnitudes dan cuenta del retroceso de los vehículos argentinos en el mercado brasilero, dado que las exportaciones locales a Brasil acumularon a julio un retroceso del 19% i.a.

¿Qué se espera para lo que resta del año?

Es evidente que el sector se encuentra atravesando una situación compleja. Las plantas automotrices se encuentran prácticamente paralizadas y en los próximos meses se esperan recortes de días laborables en algunas de las principales terminales del país.

En el plano local, aún no hay certidumbre respecto a la continuidad del plan 0km en septiembre, lo que ayudaría a atenuar la caída de los patentamientos. Al mismo tiempo, el deterioro de los salarios en dólares y la continuidad de elevadas tasas de interés auguran la continuidad de una demanda exigua.

No obstante, el reciente control de cambios implementado podría transformarse en una buena noticia para el sector. Frente a la restricción de compra de dólares (hasta USD10.000 al mes para personas humanas) y frente a la falta de opciones de inversión que resguarden el valor real de los ahorros, los individuos que poseen montos considerables en pesos, podrían volcarse a la compra de bienes durables. Entre ellos, los vehículos.

Por otra parte, si la brecha entre el dólar oficial y el paralelo se acrecienta, los individuos que poseen ahorros en dólares tienen un mayor incentivo a vender sus divisas en el mercado paralelo a una cotización superior y luego adquirir bienes durables en pesos valuados al dólar oficial, impulsando la demanda del sector automotriz.

De todas formas, estos efectos positivos serían marginales en el corto plazo. La producción local continuará en terreno negativo hasta tanto los salarios en dólares comiencen a mostrar signos de recuperación, la incertidumbre política y económica se reduzca y la economía brasilera logre un crecimiento sostenido.