La construcción pone el pie en el acelerador

¿Cómo le fue a la construcción en 2020?

El Indicador Sintético de la Actividad de la Construcción (ISAC) mostró un significativo crecimiento en diciembre (27,4% i.a.), registrando el segundo avance interanual consecutivo luego de arrastrar más de dos años en rojo. Por su parte, en términos desestacionalizados el sector creció 4,3% frente a noviembre, superando ampliamente los niveles pre-pandemia (23% por encima de febrero). De esta forma, luego de experimentar un fuerte retroceso producto de la parálisis que impuso la pandemia sobre la economía en general y sobre el sector en particular en la primera parte del año, el sector ha comenzado a reactivarse. Pese a esta mejora reciente, la actividad sectorial acumuló una caída del 19,5% en 2020, volviendo a niveles de 2006.

¿Qué explica la recuperación?

El hecho de haber superado con creces los niveles previos a febrero se da por distintos factores.

En primer lugar, la persistencia de una brecha cambiaria en niveles altos (promedió cerca del 80% en diciembre), siguió incentivando a las familias a realizar refacciones o ampliaciones en el hogar como opción de ahorro, en un contexto donde el precio de los materiales subió casi 8 p.p. por encima del aumento en los salarios en el año. En este sentido, los despachos de cemento en bolsa crecieron 42,8% i.a. en diciembre, sumando siete meses en terreno positivo.

En esta línea, cabe destacar que el costo de construcción en dólares se mantiene en mínimos históricos (-55% respecto a los máximos de 2017, medido al dólar paralelo). No obstante, en los últimos se registró un importante aumento en el costo de los materiales, tras el “cuello de botella” que junta la mencionada demanda de los hogares, el regreso a la actividad de obras que habían estado frenadas durante varios meses y el temor a una devaluación, que alentó el acopio de materiales por parte de desarrolladores. Aquí sobresalen las alzas en diciembre registradas por ladrillos huecos (+54,2% i.a.), pinturas para la construcción (+25,1% i.a.), placas de yeso (+51,3% i.a.) y artículos sanitarios de cerámica (+15,1% i.a.).

Adicionalmente, el relajamiento de las restricciones sanitarias habilita una paulatina mejora en el desarrollo de obras privadas y en el número de empresas en actividad. Distintos indicadores dan cuenta del mayor dinamismo reciente: según CAMARCO, en diciembre el 67% de las obras en AMBA se encontraban con desarrollo normal, mejorando respecto al 50% y 63% reportados en octubre y noviembre, respectivamente. Asimismo, la cantidad de empresas constructoras en actividad creció 9% trimestralmente en el último cuarto de 2020, aunque se mantuvo 16% por debajo de un año atrás. En este sentido, los despachos de cemento a granel exhibieron en diciembre su segundo incremento interanual consecutivo (+19%) luego de atravesar 15 meses en baja, a la vez que los despachos de hormigón elaborado y los envíos de hierro y aceros para la construcción se expandieron ambos en torno al 22% i.a.

Esta tendencia también permite apuntalar el empleo en el sector: según el ISAC, hacia noviembre los puestos de trabajo registrados completaron una secuencia de cuatro meses consecutivos de recuperación, aunque aún seguían por debajo de los niveles de marzo.

Finalmente, la obra pública ha comenzado a retomar dinamismo tras varios meses de virtual inactividad. Según el relevamiento de Construar, en el último trimestre de 2020 fueron licitadas obras por ARS 152.000 millones, valor que supera en un 43% al monto total acumulado entre enero y septiembre. Además, frente a reducidas bases de comparación, los despachos de asfalto saltaron 46% i.a. en diciembre (tercer mes en crecimiento), mientras que los gastos de capital del Gobierno Nacional se expandieron con fuerza en el último mes del año (+89,5% i.a. en términos reales), marcando el mejor registro mensual en dos años.

¿Qué esperamos para este año?

Los primeros indicadores del año dan cuenta de la auspiciosa dinámica que mantiene la actividad. El Índice Construya expuso un alza del 24% i.a. en enero, subiendo por octavo mes al hilo, mientras que los despachos de cemento crecieron 20,1% i.a.. Sumado a esto, el sesgo positivo de la confianza de los actores del sector tiende a fortalecerse: el 83% de las empresas del sector privado espera que la actividad se mantenga o aumente en los próximos tres meses (dicha cifra fue del 81% en noviembre y 77% en octubre). En el mismo sentido, la superficie involucrada en los permisos para obras privadas viene recuperándose.

La construcción seguirá arrojando señales positivas en los próximos meses. Por un lado, una brecha cambiaria aún en niveles altos mantendrá el incentivo a determinados sectores a volcar sus ahorros al “ladrillo”, a la vez que menores restricciones a la actividad permitirán que una mayor cantidad de compañías reanuden paulatinamente sus obras. Además, los pronósticos de lluvias por debajo de lo normal en gran parte de Buenos Aires permitirían avanzar más rápidamente con las obras. A su vez, se sumará el impulso de políticas públicas como el Pro.Cre.Ar., mientras que la obra pública será uno de los motores de la recuperación: esperamos que los gastos en capital crezcan en torno al 50% i.a. en términos reales este año.

En sentido contrario, la demora en las aprobaciones de proyectos de obra producto de las limitaciones que impone la pandemia/cuarentena, sumado a problemas de abastecimiento de insumos jugarían en contra de un mayor despegue de la actividad. Por otra parte, esperamos que el deteriorado poder adquisitivo del salario y el complicado acceso al crédito hipotecario continúen operando como obstáculos para que la demanda repunte considerablemente.

Sector Energético: ¿qué pasó en el 2020 y cómo será el 2021?

Derrumbe y recuperación de la demanda energética mundial y local

Según la IEA (International Energy Agency), en 2020 la demanda de energía mundial se desplomó un 5,3%, con un impacto del 8,5% en combustibles líquidos utilizados mayormente para el transporte y solo un 3,3% para el gas utilizado mayormente para generar energía eléctrica. La excepción fueron las renovables, con un crecimiento del 0,9%.

Con la fuerte recuperación en Asia del Covid y la aparición de las vacunas, esperamos que el consumo mundial se reponga firmemente en 2021. No estimamos que vuelva a niveles del 2019 por las restricciones al transporte general en Occidente y un adelantamiento de cambio cultural que nos lleva a trabajar más desde nuestras casas. Como dato interesante, a pesar de la crisis, la economía y la energía de China habrán crecido de todas formas en el año 2020: en el tercer trimestre su PBI ya creció un 4,9% frente al 2019.

En Argentina, con datos hasta octubre / noviembre, en el 2020 frente al 2019 acumulado, el consumo de combustibles líquidos se desmoronó un 19%, el de gas un 4% y el de energía eléctrica solamente un 1%. En un año electoral en el que ya se adelantó que los aumentos tarifarios serán mínimos, esperamos una recuperación en gas y energía eléctrica, pero no en líquidos, donde también vemos una tardanza en recuperar la movilidad (con aperturas y cierres hasta que la vacunación sea masiva) y menor transporte a los trabajos.

Desplome y ascenso de los precios internacionales del petróleo: volvió el barril criollo en Argentina, pero por poco tiempo

2020 va a ser recordado como el año en el que el WTI, marcador del precio de crudo de Estados Unidos por excelencia, tuvo una cotización negativa por la falta de lugar para almacenar el crudo que nadie demandaba. Los crudos internacionales bajaron de 60 dólares por barril a comienzo del año a 20 en abril, terminando el año en alrededor de 50 dólares, una gran recuperación.

Para el año 2021 creemos que el precio del crudo seguirá subiendo. Además de la recuperación de la demanda, la suspensión de enormes inversiones en upstream convencional y no convencional harán que la oferta sea menor, sumado a la cada vez más fuerte política de descarbonización, que hace que bancos y fondos dejen de invertir en proyectos de hidrocarburos.

En Argentina, en mayo volvió el Barril Criollo, que fijaba el precio local en 45 dólares por barril como piso. Sin embargo, duró poco porque el precio internacional se recuperó a los pocos meses. También se quitaron las retenciones para precios menores a 60 dólares por barril. Ya estamos acostumbrados que cuando baja fuerte el crudo en el mundo, se establece en nuestro país un precio sostén para mantener la actividad. Cuando sube abruptamente en el mundo, agregamos retenciones a las exportaciones para que no suba localmente. De esta manera, nuestro país actúa como un hedge natural frente a las fluctuaciones del precio de crudo, protegiendo a los consumidores o a las empresas, según el caso.

Para el año 2021, con una suba del precio de crudo, no imaginamos grandes variaciones en este sentido en las regulaciones de precios del upstream. Distinto será el caso del downstream, donde habrá mayores tensiones para subir los precios de las naftas y hacer más rentable la actividad de YPF frente a la señal inflacionaria en un año electoral.

Un nuevo plan argentino que contractualiza el gas a 4 años, subsidiado por el Estado

Con la producción de gas cayendo un 8% anualmente, nula inversión en perforación de este fluido en el 2020 y el precio bajando en los últimos 3 años (llegando en noviembre del 2020 a un valor un poco menor a los 2 USD/MMBTU), luego de anunciarlo desde marzo, en diciembre se efectuó la licitación para contractualizar el gas que consumen los usuarios domiciliarios, comerciales y las usinas eléctricas por los próximos 4 años.

La licitación permitió asegurar un piso de 100 MMm3/d de gas (70 para los residenciales/usinas eléctricas y 30 para el resto del mercado). Este es el volumen aproximado necesario para satisfacer el consumo de verano en Argentina (en invierno el consumo residencial se multiplica por 5). El precio promedio de la licitación fue de 3.5 USD/MMBTU, un 50% superior al precio de gas total del último año. La diferencia entre ese precio en dólares y las tarifas, se financiará con emisión monetaria.

Gracias a la gran participación en la licitación del Plan Gas (mucha alternativa no le quedaba a las empresas, porque se licitaba el 80% del mercado), creemos que se logrará con un volumen muy importante de inversiones que detendrá la caída de la producción, evitando importar gas masivamente.

Sin embargo, y como ocurrió en el invierno del 2020 -que se importó en julio el equivalente a 19 MMm3/d en líquidos-, se deberán importar líquidos o hasta se está considerando el retorno de otro barco regasificador en Bahía Blanca para evitar cortes de gas a la industria. Claro reflejo de la historia de un país al que le sobra el gas en el subsuelo, pero no logra la ejecución de un plan y políticas para poder exportarlo masivamente.

La producción hidrocarburífera local no logra recuperarse

La producción de petróleo está estancada hace seis meses en un 9% debajo de los valores prepandemia. Este valor es menor que la baja en el consumo (del 18%). La diferencia fue compensada por las exportaciones, que aumentaron en el año un 21% (la cuenca neuquina volvió a exportar crudo) y un aumento del stock. La falta de reactivación del consumo de líquidos, y en consecuencia de inversión, causó este amesetamiento de la producción.

Si el precio del crudo sigue recuperándose, debería volver la inversión, siempre y cuando la macroeconomía lo permita. En particular, muchas empresas se volcaron al gas con el Plan Gas y podrían no contar con suficientes fondos para reinvertir en crudo (está restringida la compra y remisión de divisas al exterior).
Por su parte, aa producción de gas nacional cayó 8%, y estimamos que no caerá más debido al precio atractivo del Plan Gas y sus altas penalidades por no cumplir los volúmenes establecidos.

Lógico desplome de la inversión mundial y local, pero con recuperación gradual

La inversión en energía en el mundo se desplomó un 18.3% en 2020 según la IEA, un valor casi 4 veces más grande que la demanda energética. En Argentina, en hidrocarburos upstream, las empresas habían estimado a principio del año una inversión de 5000 MMUSD, casi 30% menor a la del 2019. Con el avance de la pandemia, creemos que la inversión de máxima pudo haber alcanzado la mitad (2500 MMUSD). La perforación y fracturas llegaron a cero en abril, con una recuperación lenta para la perforación y muy buena para las fracturas, que en diciembre llegaron a niveles del 2019 (reactivación en áreas de gas).

Para el 2021 deberán suceder importantes inversiones en gas para lograr el compromiso del Plan Gas de al menos mantener durante todo el año la producción por empresa y cuenca del invierno del año 2020. En el crudo, dependerá de lo que pase con el precio y el costo de financiamiento. Los pozos de Vaca Muerta están teniendo cada día mejores resultados. En 2020, en los primeros diez meses de producción, los pozos de petróleo tuvieron un rendimiento un 25% superior que en el 2019 y un 100% que en el 2018, con ramas horizontales cada vez más largas y mayor cantidad de fracturas por pozo.

Las energías renovables son la excepción en el mundo y en Argentina

A pesar de las fuertes caídas de producción de energía, las renovables siguen ganando espacio, sumando eficiencias y bajando sus costos. En 2020 la producción de energías renovables creció 0.9% en el mundo y un impresionante 65.5% en la Argentina, llegando a representar en nuestro país un 12% de la energía generada en noviembre del 2020.

El boom de inversiones en renovables de los últimos años está dando sus frutos, a pesar de que muchos proyectos están parados por falta de financiamiento.

En el 2021, no creemos que estén las condiciones para aumentar fuertemente la capacidad en Argentina como sucedió en los años anteriores. Tampoco lo vemos como una prioridad en este momento para el Estado, con toda la problemática más compleja que tiene por delante.

Estamos finalmente en una nueva transición energética

Además de disminuir las emisiones de dióxido de carbono en casi un 7% por la parálisis, la pandemia del coronavirus parece habernos hecho conscientes que habitamos el mismo planeta y que todos podemos sufrir las consecuencias de tragedias globales.

De esta forma, además de los países (en particular China para el 2050), gran cantidad de empresas petroleras (en particular las europeas) se han convertido en energéticas y fijado objetivos de emisiones netas cero para las próximas décadas.

Estas transformaciones de empresas originalmente muy hidrocarburíferas a energéticas con gran foco en renovables, en muchos casos pueden estar incentivadas por fines políticos y de imagen pública, máxime con la fama del petróleo en franco deterioro. Más aún luego del triunfo de Biden, con una agenda mucho más verde que Trump. En un mundo con todavía un 85% de matriz energética vinculada al carbón (petróleo gas y carbón), ya no se habla de ir al gas más limpio que el carbón para generar energía eléctrica o movimiento de vehículos, sino directamente a los vehículos eléctricos o a la pila de hidrógeno.

En el transporte terrestre, marítimo o aéreo es donde el petróleo pareciera más difícil de reemplazar. El boom de Tesla con su increíble cotización de mercado parece estar marcando el camino.

En Argentina, con una matriz energética primaria todavía del 90% de hidrocarburos, va a ser difícil seguir ampliando las energías renovables, que requieren bajos costos de financiamiento y libertad en las importaciones de paneles o molinos competitivos producidos mayormente en China, que requieren divisas.

La energía seguirá supeditada a la macroeconomía del país

Con la sensación de que está comenzando la segunda ola de la pandemia, parece no haber lugar para una macroeconomía más amigable con las inversiones, sino más bien unan postura de pisar las tarifas, cuidar que no salgan los dólares y que no se espiralice la inflación y devaluación.

De esta forma, no vislumbramos la llegada de inversiones importantes en el sector, sino la reinversión de las utilidades de las empresas. También podría haber algunas compras de activos, ya sea motorizadas por decisiones políticas o por los valores tan bajos de cotizaciones de las acciones argentinas.

Construcción: señales de mejora en la obra pública y la obra privada de mayor tamaño

¿Cómo le fue a la construcción en noviembre?

El Indicador Sintético de la Actividad de la Construcción (ISAC) mostró un crecimiento del 6,2% i.a. en noviembre, registrando el primer avance interanual tras más de dos años de sucesivas contracciones. A pesar de esta mejora, acumuló una caída del 22,8% i.a. entre enero y noviembre del año pasado, producto esencialmente de la pandemia y la parálisis que impuso sobre la economía como un todo y sobre el sector en particular. Por su parte, en términos desestacionalizados la actividad creció 7,2% frente a octubre, superando con creces los niveles pre-pandemia (17% por encima de febrero).

¿Qué explicó esta dinámica?

El hecho de haber sobrepasado los niveles previos a marzo responde esencialmente a tres factores. Por un lado, el regreso a la actividad de obras que habían estado paralizadas durante varios meses concentra la demanda de insumos en una menor cantidad de meses. En segundo lugar, la demanda sigue alentada por las distorsiones que induce una elevada brecha cambiaria. Finalmente, la obra pública ha comenzado a retomar cierto dinamismo.

En efecto, si bien la recuperación continúo siendo liderada por la demanda de insumos asociada a obras de menor magnitud, de a poco comienzan a observarse una mejora en despachos de materiales dirigidos a obras de mayor envergadura y a la obra pública. Veamos.

En primer lugar, la persistencia de una elevada brecha cambiaria (promedió cerca del 100% en noviembre), siguió incentivando a las familias a realizar refacciones o ampliaciones en el hogar como opción de ahorro, en un contexto donde el poder de compra del salario en términos de materiales tendió a deteriorarse. En este sentido, los despachos de cemento en bolsa crecieron 42,6% i.a. en noviembre, manteniéndose en máximos históricos.

Por otro lado, el temor a una devaluación alentó el acopio de materiales por parte de desarrolladores, que en algunos casos se encontraron con faltantes de stock ante la sólida demanda del mercado. Aquí sobresalen la evolución de los artículos sanitarios de cerámica (+10,5% i.a.), cemento portland (+25,1% i.a.), pinturas para la construcción (+15,1% i.a.) y placas de yeso (+31,1% i.a.).

En segundo término, el relajamiento de las restricciones sanitarias venía permitiendo una progresiva mejora en el número de obras privadas con desarrollo normal, hecho que permitió avanzar en las obras de mayor tamaño y comenzar a apuntalar los niveles de empleo. En este sentido, los despachos de cemento a granel exhibieron en noviembre su primer incremento interanual en 15 meses (+6,1%). Además, los despachos de hormigón elaborado superaron los niveles pre-pandemia, al tiempo que los envíos de hierro y aceros para la construcción se expandieron por primera vez en 25 meses (+2,7% i.a.).

En esta línea, vale señalar que el costo de construcción en dólares se mantiene en mínimos históricos (-60% respecto a 2017, medido al dólar blue), aunque en los meses recientes comenzó a observarse una importante aceleración en el incremento de los costos de los materiales, vinculados al desajuste entre la oferta y la demanda, por un lado, y a cierta incertidumbre sobre el costo de reposición de los insumos ante la expectativas de devaluación imperantes, por el otro.

Por su parte, comienzan a detectarse señales de un repunte en la obra pública, la cual venía enseñando un mayor rezago. En primer lugar, frente a una reducida base de comparación que habían dejado los últimos meses de 2019, los despachos de asfalto saltaron 48% i.a. en noviembre, hilvanando su segundo mes en crecimiento interanual. Asimismo, el gasto de capital del Gobierno Nacional se expandió 4,5% i.a. en términos reales, marcando el primer mes en terreno positivo desde mediados de 2019. No obstante, acumuló a noviembre un retroceso del 25% i.a., en un contexto en el que se priorizaron medidas de asistencia a las empresas y familias por sobre una construcción limitada por razones sanitarias.

¿Qué esperamos?

La construcción seguiría mostrando señales de mejora en los próximos meses. En primer lugar, cabe señalar que parte de la dinámica recesiva del sector en 2020 fue inducida por las restricciones sanitarias impuestas, aunque no por esto sus efectos dejaron de ser menos reales. Por esta razón, en los meses que siguen se observarán variaciones anuales significativas que se verán influenciadas por un componente de “rebote estadístico” dado el ínfimo nivel registrado en los primeros meses del año pasado.

Por otra parte, la confianza de los actores del sector mejora. Según los datos de INDEC, el 39,6% de las empresas del sector privado sostuvo la expectativa de que la producción aumentaría los próximos tres meses (en octubre dicha cifra fue del 35,9%), mientras que los despachos de cemento aceleraron su crecimiento al 33,3% i.a. en diciembre. De todas maneras, esto no alcanzará para que la construcción haya cerrado su tercer año consecutivo en rojo, con una caída en la zona del 20% i.a. (-25% respecto a 2017).

Consideramos que los drivers que vienen apuntalando la actividad se mantendrán vigentes en 2021. Por un lado, una brecha cambiaria aún en niveles altos mantendrá el incentivo a determinados sectores a volcar sus ahorros al “ladrillo”, a la vez que menores restricciones a la actividad permitirán que una mayor proporción de empresas retomen paulatinamente sus obras. A su vez, se sumará el impulso de políticas públicas como el Pro.Cre.Ar., mientras que la obra pública será uno de los motores de la recuperación: esperamos que los gastos en capital crezcan en torno al 50% i.a. en términos reales en el año entrante.

En este sentido, una mayor inversión pública en el sector cumple con el objetivo de consumir pocas divisas e impulsar la generación de empleo en sectores de bajos recursos. Por esta razón, esperamos que sea una de las líneas del gasto que crezca en términos reales este año, siempre que la magnitud de una segunda ola de COVID-19 en el país no conduzca a priorizar la asignación de recursos a suavizar los efectos de esta sobre hogares y empresas.

En sentido contrario, esperamos que el poder adquisitivo del salario y el acceso al crédito hipotecario continúen operando como obstáculos para que la demanda repunte considerablemente: la disparidad entre la evolución del salario y el precio del metro cuadrado seguirá exigiendo una baja adicional en el precio de las propiedades a fines de destrabar las operaciones inmobiliarias.

La construcción en niveles pre-pandémicos

¿Cómo le fue a la construcción en octubre?

En octubre el Indicador Sintético de la Actividad de la Construcción (ISAC) mostró un retroceso de 0,9% i.a., desacelerando su caída respecto al mes previo, pero ya acumulando más de dos años consecutivos de contracción. De esta manera, registra una contracción del 25,6% i.a. en los primeros diez meses del año. Por su parte, en términos desestacionalizados creció 4,3%, y como consecuencia, el nivel de actividad se encontró un 9% por encima de febrero.

¿Qué explicó esta dinámica?

La recuperación continúo vinculada en mayor medida a las obras de menor magnitud y a una mayor demanda de insumos. La brecha cambiaria, que llegó a superar el 100% en octubre, incentivó a los individuos a realizar refacciones en el hogar como alternativa de ahorro (a pesar de que el poder de construcción del salario se deterioró a lo largo del año). Además, motivó un acopio de materiales por parte de desarrolladores. En este sentido, resaltó la evolución de los artículos sanitarios de cerámica (+13,4% i.a.), cemento portland (+12,8% i.a.), pinturas para la construcción (+15,8% i.a.) y placas de yeso (+16,9% i.a.).

En lo que respecta a las obras privadas de mayor magnitud, el relajamiento de las restricciones permitió que las empresas disponibles para operar a nivel nacional suban a un 59% en octubre (mientras que en septiembre fueron 54%), según los datos publicados por CAMARCO.

Por otro lado, cabe destacar que el costo de la construcción medido en dólares se mantuvo en mínimos históricos durante el año, aunque comenzó a observarse un aumento a partir de septiembre -principalmente por incrementos en los costos de los materiales, que pudieron estar asociados a la mayor demanda-.

Por su parte, la obra pública muestra un mayor rezago. En este sentido, el gasto de capital cayó un 28,1% i.a. en términos reales acumulado a octubre -liderado por un desplome del 73,1% i.a. del Gasto en Vivienda y 48,6% i.a. en Educación-. La irrupción de la pandemia y las restricciones a la producción postergaron cualquier plan de inversión por parte del gobierno nacional, en un contexto en el cual las medidas de ayuda a las empresas y familias fueron primordiales.

 ¿Qué esperamos?

El sector continuaría mostrando señales de mejoras en los últimos dos meses del año. Por un lado, la brecha cambiaria se mantendrá incentivará a determinados sectores a volcar sus ahorros al ladrillo, a la vez que menores restricciones a la construcción permitirán que una mayor proporción de empresas retomen sus obras.

A su vez, según los datos de INDEC el 36% de las empresas del sector privado cree que la producción aumentará en lo que resta del año (en septiembre dicha cifra fue del 24%), mientras que los despachos de cemento crecieron 28% i.a. en noviembre. De todas maneras, esto no alcanzará para que la construcción cierre su tercer año consecutivo en rojo, con una caída en torno al 20% i.a. y acumulando una contracción de casi 28% i.a. respecto a 2017.

Consideramos que estos factores se mantendrán vigentes en 2021, impulso al que se sumarían políticas públicas como el ProCrear. De todas maneras, esperamos que el poder adquisitivo del salario y el acceso al crédito hipotecario continúen actuando como freno para que la demanda repunte considerablemente.

Sin embargo, el principal factor que movilizará tanto la actividad como el empleo del sector será la obra pública: esperamos que los gastos en capital crezcan en torno al 50% i.a. en términos reales en 2021.

Informe Mensual Energético

En la edición de diciembre de nuestro Informe Mensual Energético analizamos los principales temas de coyuntura en hidrocarburos y las perspectivas del sector. Compartimos aquí un extracto de nuestro resumen de indicadores, publicado en el informe mensual para suscriptores.

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Informe Mensual Energético

En la edición de octubre de nuestro Informe Mensual Energético analizamos los principales temas de coyuntura en hidrocarburos y las perspectivas del sector. Compartimos aquí un extracto de nuestro resumen de indicadores.

Solicitá el informe completo escribiéndonos a eyf@ecolatina.com

 

 

 

Informe Mensual Energético

En la edición de junio de nuestro Informe Mensual Energético analizamos los principales temas de coyuntura en hidrocarburos, como ser:

– El decreto del Barril Criollo.

– El impacto de la caída en la movilidad vehicular sobre el consumo de combustibles líquidos.

– Las declaraciones de los principales funcionarios, empresarios y sindicatos del sector.

– Las evolución de la producción de petróleo y gas, la actividad de perforación de pozos y las etapas de fracturas no convencionales, la cantidad de equipos de perforación activos, la oferta y demanda de subproductos de Oil & Gas y la evolución de los precios, entre muchas otras cosas.

Accedé a una muestra del reporte haciendo clic en “VER INFORME” o solicitá el informe completo escribiéndonos a eyf@ecolatina.com

 

 

Actividad y COVID-19: un testeo por sector

La irrupción de la pandemia en la escena mundial encontró a la economía argentina como un paciente de riesgo. Nuestro país acumula dos años consecutivos de recesión, inflación elevada, pérdida de ingresos reales e inestabilidad en el mercado cambiario y financiero, ubicándonos en una posición de mayor fragilidad en relación con los demás países. Sin ir más lejos, actualmente nos encontramos en plena renegociación de la deuda pública, sin financiamiento genuino para cubrir las mayores necesidades fiscales y un nivel de actividad deprimido.

El decreto de la cuarentena obligatoria a mediados de marzo originó un shock de oferta, dado que imposibilitó a las firmas mantener sus actividades y a los trabajadores desplazarse a sus puestos de trabajo. Luego, indujo a un shock de demanda cuyos efectos persistirán más allá del confinamiento, dada la retracción en los ingresos, el mayor ahorro precautorio y una menor confianza del consumidor.

En efecto, los primeros indicadores económicos correspondientes a abril, mes donde las restricciones a la circulación tuvieron plena vigencia, confirman la gravedad de la situación actual. Las ventas minoristas cayeron 57,6% i.a., mientras que la venta de insumos para la construcción retrocedió 74,3% i.a. Otros indicadores, tales como patentamientos (-88% i.a.) y producción de vehículos (no se fabricaron unidades), despachos de cemento (-55% i.a.), recaudación de IVA interno (-34% i.a. en términos reales), producción de acero (-74,5% i.a.) y demanda energética de grandes industrias (-46% i.a.) son igualmente elocuentes.

Contemplando que determinadas actividades comenzaron a retomar gradualmente sus operaciones y que el levantamiento de las restricciones resulta dispar, el impacto negativo sobre las distintas ramas de actividad en 2020 será profundo pero también heterogéneo. Veamos.

Sectores más afectados

Las actividades vinculadas al turismo, entretenimiento y esparcimiento, emergen como las más afectadas, y probablemente no puedan volver a operar normalmente en lo que resta del año. Ya en marzo, la actividad en restaurantes de CABA se redujo 40% i.a., mientras los hoteles redujeron casi a cero su ocupación. En este sentido, la regularización de estas actividades demandará más tiempo que el resto, dado que involucran aglomeración de personas, sumado a que probablemente exista parte de la población que, producto de los temores generados por la pandemia, no regrese inmediatamente a consumir estos servicios. Por este motivo, creemos que el rubro Hoteles y restaurantes será de lo más perjudicado en 2020, exhibiendo una contracción algo superior al 25% en el año.

Por otra parte, si bien desde el comienzo de la cuarentena los comercios esenciales operaron con normalidad y se va reiniciando la actividad mercantil en algunas provincias, estimamos que el comercio –que viene de caer 10% en los últimos dos años- sufrirá una importante contracción. Esto responde a los plazos necesarios para que la totalidad del sector vuelva a operar con normalidad y al desplome del gasto de las familias que, ante el fuerte deterioro de sus ingresos y la inestabilidad del mercado laboral, pospondrán consumos no esenciales hasta que se avizore una mayor estabilidad (algo que demandará plazos mayores al 2020). De esta forma, creemos que Comercio minorista y mayorista promediará una contracción en torno al 15% este año, lo cual es alarmante ya que explica 13% del PBI y casi un quinto del empleo privado registrado.

 Las perspectivas para construcción tampoco son alentadoras. La pandemia empeoró la situación de un sector que ya acumulaba 18 meses en rojo, producto de los sucesivos saltos cambiarios que deterioraron el poder adquisitivo de los salarios frente al real state, a lo que se suma nuestra histórica falta de opciones financieras para los desarrolladores. Si bien el cepo podría haber impulsado al sector por la escasez de alternativas de inversión, por ahora reina la incertidumbre.

Si bien en algunas provincias con baja circulación del Covid-19 ya están comenzando a retomar las actividades y los corralones de venta de insumos y materiales permanecen abiertos, la normalización del sector será paulatina y con aplicación de estrictos protocolos. En este sentido, la recuperación de la obra privada -que explica 70% de la actividad- será lenta y con posibles postergaciones de nuevas obras. Por su parte, pese a que la obra pública podría tomar cierto dinamismo -el Poder Ejecutivo lanzó un plan de expansión de gastos de capital por casi 1,1% del PBI-, el escaso margen fiscal puede frenar parte de los desembolsos anunciados. De esta forma, la construcción será el sector de bienes más golpeado en 2020, cayendo en torno al 20%.

En lo que respecta a la producción de petróleo y gas, el derrumbe de la demanda local por la cuarentena, la cancelación de los vuelos y la caída del precio internacional no solo paralizaron las inversiones sino que causaron el cierre de gran cantidad de pozos en los yacimientos y de refinerías.  Para los meses de abril y mayo, estimamos una reducción de la producción de petróleo del 60% y de gas del 20%.

A medida que la cuarentena se vaya relajando y avanzando en las etapas, prevemos una recuperación gradual de la producción pero sin llegar a los volumen de principio de año en lo que resta del 2020. La fijación de un precio local de 45 dólares por barril (barril criollo) que estaría por salir, superior al internacional que está actualmente alrededor de 30 dólares, podría ayudar a recuperar parte de inversión en Vaca Muerta si la demanda llegara a recuperarse. De esta forma, la caída del sector de Explotación de minas y canteras sería en torno al 15% en 2020.

 La industria con impacto heterogéneo

La actividad manufacturera promediará su tercer año consecutivo de caída (retrocedió 14% en 2018-19). Si bien el sector se contrajo en marzo 16,9% i.a., algunas ramas fabriles apenas cayeron por ser consideradas esenciales y se espera una recuperación más rápida de las localizadas fuera del AMBA. El mayor deterioro esperado lo vemos en la producción de durables y bienes de capital: automotriz, autopartes, metalurgia y siderurgia, textil y calzado, electrodomésticos y electrónica, maquinaria y equipo y muebles, así como la producción de insumos de la construcción (cemento, asfaltos, pinturas). En cambio, el impacto será acotado en la industria de alimentos y bebidas, químicos, farmacéutica e instrumental médico.

Sectores menos afectados

 El sector agropecuario cerrará con una mínima caída el año. Gracias a una buena campaña, se proyecta una producción 2019/20 apenas por debajo de los niveles máximos, pero con menores precios internacionales. De todas formas, las complicaciones podrían aparecer principalmente por dificultades en el transporte y la logística. Sin embargo, por ahora no se materializaron dichos inconvenientes, a la par que la demanda asiática no se resiento significativamente.

Finalmente, los sectores de servicios que exhibirían un menor impacto negativo corresponden a los considerados esenciales: Comunicaciones, Electricidad, gas y agua y Administración pública y defensa y Enseñanza, ya que, pese a las restricciones, la mayor parte pudo mantener normal funcionamiento (o pudieron operar a distancia).

Petróleo en época de Coronavirus: consumo, precios y expectativas

Consumo de combustibles

Según la información de la Secretaría de Energía, en marzo las ventas de gasoil, naftas y jetoil disminuyeron un 14%, 32% y 42% respectivamente frente al mes anterior. Tiene sentido que el combustible más afectado haya sido el jetoil que utilizan los aviones, el menos afectado el gasoil que usan los camiones y cosechadoras y en el medio las naftas que usan los automóviles. Al fin y al cabo, aunque se cancelaron los vuelos, alimentarse es una necesidad básica y la mercadería se transporta en vehículos pesados. Si tenemos en cuenta que los vuelos se suspendieron el 17 de marzo y la cuarentena general comenzó el 20 del mismo mes, suponiendo el mismo consumo diario que febrero para los combustibles durante los días previos al parate, podemos calcular el consumo para los días afectados y así proyectar los números de abril (no disponibles todavía). La caída de abril frente a febrero sería de: 36% para el gasoil, 84% para las naftas y 86% para el jetoil. Para tener una idea, si seleccionamos el mes de menor consumo del 2002 y lo comparamos con el de mayor del 2001, las caídas son del 22%, 32% y 44% respectivamente. O sea, en la crisis del 2001, las caídas de consumo fueron aproximadamente la mitad que ahora y en un período más largo de tiempo.

¿Cómo se podría recuperar el consumo? Como se ve en el gráfico, suponiendo levantamientos parciales de la cuarentena en mayo y junio, podríamos tener una recuperación parcial rápida y luego paulatina, llegando a volúmenes cercanos a los originales para fin de año para el gasoil y las naftas. Para el jetoil, si tuviéramos un levantamiento en octubre, recién en diciembre podríamos llegar a la mitad del consumo original. O sea, la situación es muy delicada.

Precios internacionales y locales del crudo

Si observamos los precios locales e internacionales del crudo, también tenemos caídas muy fuertes. En marzo, el WTI y el Brent promedio estuvieron alrededor de los 30 dólares, mientras que en Argentina el Escalante y Medanito estuvieron alrededor de los 40 (las importaciones están cerradas y el precio de surtidor fijado). El promedio del precio para abril del WTI y el Brent fue un poco menor a 20 USD. A pesar de estos precios bajos, el mercado internacional está acostumbrado a grandes fluctuaciones.

Dada la expectativa de una pronto recuperación de la demanda, vemos una curva de precios futuros con gran pendiente positiva (contango, valores al 5 de mayo) que llega a valores de 40 entre 2022 y 2024.

Panorama Local

En Argentina, en marzo la producción de petróleo crudo no disminuyó en relación a febrero. El volumen producido y no refinado ni vendido como subproductos (gasoil, naftas o jetoil; ver primer párrafo) se stockeó. Sin embargo, y dado al debilitamiento de la demanda y precios locales e internacionales de exportación, en abril se cerraron pozos y la producción podría ser menor a 200 mil barriles. Por la cuarentena, no se realizaron ni perforaciones ni fracturas no convencionales. Cesaron sus actividades tres refinerías. La crisis en la cadena de valor de proveedores es asfixiante, con suspensiones de personal.

Desde agosto del año 2019, previo al Coronavirus, ya estábamos ante un panorama complicado para la industria hidrocarburífera por la crisis financiera local y la caída de precios internacionales. Estos hechos ya ponían gran incertidumbre en el desarrollo de la estrella Vaca Muerta, que venía creciendo fuertemente en los dos años previos. En marzo, el petróleo proveniente de esta formación ya representaba un 25% de la producción local. Pero para continuar su explotación masiva de inversión constante requiere un precio mínimo de 40 dólares por barril.

Aunque es difícil imaginar el futuro en medio de una crisis de demanda inédita y mientras se negocia la restructuración de la deuda soberana, es menester hacerlo. Las empresas y el personal que brindan servicios a la industria están en una situación muy riesgosa. Deben volver a trabajar apenas se recupere la demanda. El mercado petrolero internacional se mueve rápido y mira el largo plazo. Sus precios futuros ya reaccionaron. No hay tiempo que perder. Además de un mecanismo de precio que atenúe las bajas y las alzas, teniendo en cuenta a la industria, al consumidor y a los estados provinciales y nacionales, es imprescindible asegurar condiciones de estabilidad financiera para asegurar inversión y desarrollo en la mayor promesa argentina. Ganaríamos valioso tiempo para cuando el virus sea historia.

 

Esta nota fue publicada en El Cronista el 8 de mayo de 2020

(https://www.cronista.com/columnistas/Petroleo-en-epoca-de-coronavirus-consumo-precios-y-expectativas-20200507-0044.html)

Industria petrolera: perspectivas de corto plazo

Como para otros sectores, la situación para el mercado petrolero argentino es muy delicada. Hasta las PASO de agosto del año pasado, el mayor problema de la industria era la crisis económico-financiera local, que no permitía conseguir financiamiento en infraestructura para poder evacuar los increíbles volúmenes de gas de nuestro proyecto estrella Vaca Muerta.

Luego de las PASO, con la explosión de la crisis y las restricciones cambiarias y de flujo de capitales, también se vieron afectadas las inversiones en petróleo que venían creciendo fuertemente. A diferencia del gas, cada barril adicional que producimos de petróleo, puede ser evacuado de Neuquén hacia el Atlántico o hacia el Pacífico y es excedente al consumo del mercado local. La ilusión de ser un gran exportador de petróleo se desvanecía. Solo quedaba la esperanza de un régimen que blindara a este proyecto del resto de la economía, ya que era el único que podría atraer y generar las tan necesarias divisas.

Pero mientras se hablaba de cómo hacer este experimento, vino el doble cisne negro. A principios de marzo, cuando el precio internacional WTI ya había bajado en este año de 60 a 45 dólares por barril, Rusia y Arabia Saudita no pudieron acordar una reducción de volúmenes de producción, y entre amenazas y guerra de precios, el WTI se derrumbó a 31 USD/bbl. Por si esto fuera poco, luego el Coronavirus no solo hundió el precio a mínimos históricos de 20 dólares, sino que también destruyó la demanda, causando desbordes de Crudo en todo el mundo. En Argentina se suma entonces a la crisis económica previa, la crisis sanitaria y la global.

De esta manera, podemos dividir las consecuencias del coronavirus en dos etapas: la cuarentena y sus secuelas.  Durante la primera, el objetivo ya no es invertir sino sobrevivir, y no nos referimos en particular a las multinacionales o a las grandes empresas, sino a toda la cadena de valor productiva. La demanda local bajó un 90% para el jetoil, un 70% para las naftas y un 50% para el gasoil, según las palabras del CEO de YPF Daniel González.

En estos días, en cuanto se cubra la capacidad de stockeo se van a parar pozos, ya que a estos precios internacionales solo los grandes con capacidad logística podrían exportar si pueden cubrir al menos los costos variables de producción. Además de no haber volumen de mercado, ni precio claro, los trabajadores de los pozos no pueden acceder a sus puestos, por lo que la inversión obviamente es nula. O sea que la producción será la demanda local más lo que se pueda exportar. Si hasta ahora se venían produciendo 500 mil barriles por día, durante los días de cuarentena no creemos que se puedan producir más de 200 mil barriles por día.

Se está discutiendo darle un salvavidas a la industria a través del famoso “barril criollo”. Actualmente el petróleo se vende en torno a 50 dólares por barril en Argentina, mientras en el mundo está a 20. Se buscan puntos intermedios en los que se tenga en cuenta el empleo, la industria, la recaudación fiscal y también al consumidor final.

Luego de la cuarentena, se harán solamente los proyectos que sean rentables al precio reinante. A menos de 40 dólares será difícil invertir en cualquier proyecto en Argentina. Ya en la cuna de los no convencionales y la eficiencia como Estados Unidos, a 35 ya muchas empresas estaban sufriendo para sobrevivir.

Por lo tanto, la producción declinaría guiada por las fuerzas de la naturaleza, aproximadamente, 9% anual el petróleo y 15% el gas convencional y entre 20 y 40% los no convencionales, según el año de perforación. En gas podría declinar menos, ya que antes de la cuarentena ya había algunos pozos cerrados por falta de demanda de verano.

En los primeros dos meses del año, la producción de hidrocarburos venía estable y el gran crecimiento del no convencional compensaba la caída del convencional. Así, con un barril criollo de 45 dólares, podría volver algo de inversión liderada por YPF para intentar compensar parte de la caída de los meses anteriores.

Vivimos la paradoja de tener rendimientos increíbles a miles de metros debajo de la tierra pero grandes problemas económicos y sanitarios en la superficie.