La construcción pierde dinamismo: ¿se apaga uno de los motores de la recuperación?

¿Cómo le fue a la construcción en abril?

En abril, el Indicador Sintético de la Actividad de la Construcción (ISAC) mostró un pronunciado salto respecto a abril 2020 (+321%), mes en el que el sector había permanecido virtualmente paralizado durante las primeras semanas del ASPO. De esta forma, acumuló una suba superior al 70% i.a. en los primeros cuatro meses del año.

Sin embargo, la comparación el olvidable 2020 es anecdótica: en términos desestacionalizados la venta de insumos para la construcción cayó 2,2%, disminuyendo por tercer mes consecutivo y borrando el terreno ganado entre diciembre y enero. En abril, 8 de los 13 insumos de la construcción relevados por INDEC cayeron en su comparación con marzo, destacándose Hierro redondo y aceros para la construcción, donde influyeron las dificultades productivas que experimentó la industria siderúrgica en el mes (contagios, falta de insumos, menor provisión de gas). Con todo, el sector sigue manteniéndose en niveles casi 20% superiores a la pre-pandemia.

La evolución reciente de la actividad del sector confirma la fatiga que exhibe la construcción respecto al acelerado ritmo de crecimiento que exhibió en la segunda mitad de 2020 y que se extendió hasta enero pasado inclusive. Sobre esta dinámica han operado distintos factores, a los que se ha sumado más recientemente el recrudecimiento de la crisis sanitaria. Las restricciones sobre la actividad en la Ciudad de Buenos Aires en la primera quincena de mayo (grandes obras privadas), junto al cese temporario de actividades a finales del mes pasado en gran parte del país, volvieron a generar preocupación en uno de los sectores más afectados en 2020 por las limitaciones impuestas al inicio de la pandemia/cuarentena en el país.

En este marco, ¿es posible que el sector pueda mantenerse como uno de los motores del crecimiento en 2021? Veamos.

¿Menor influencia de los drivers de la actividad?

Algunos de los principales factores que han venido impulsando la actividad han perdido vigor en los meses recientes. En primer término aparece la disminución en la brecha cambiaria restándole cierto atractivo a las estrategias de acopio o compras anticipadas por parte de desarrolladores y familias. En un contexto en que el poder de compra del salario en términos de insumos constructivos se contrae cerca del 10% i.a. y el crédito hipotecario es virtualmente inexistente, la brecha emerge como un combustible poderoso para la recuperación. Mientras que hacia finales de 2020 la brecha promediaba 100% (120% en octubre), la diferencia se achicó al 60/65% desde febrero. Frente a un precio de los insumos que siguió trepando a un ritmo elevado, el costo de la construcción medido en USD blue subió 60% entre octubre y abril. Aún así, se mantiene 50% por debajo de los máximos de 2017.

Por otra parte, en la medida en la que se incrementó la vida fuera del hogar, los patrones de consumo han ido gradualmente asemejándose a los de la pre-pandemia. Reflejo de lo señalado es que los despachos de cemento en formato bolsa, que hacia finales de 2020 crecían 35% frente a 2019 (pre-pandemia), actualmente lo hacen a un menor ritmo (15%).

No obstante esto, la desaceleración en la demanda para pequeñas refacciones, ampliaciones o reparaciones ha venido siendo parcialmente compensada por el ascenso de la obra privada de mayor magnitud y la obra pública. Por un lado, el relajamiento de las restricciones sanitarias habilita una paulatina mejora en el desarrollo de obras privadas y en el número de empresas operando, que creció 8% entre diciembre pasado y abril, aunque aún se mantiene 10% por debajo de un año atrás y en niveles de 15 años atrás. Por otro lado, los despachos de cemento a granel siguen sosteniendo una recuperación, aunque sin llegar aún a los niveles de los mismos meses de 2019 (-7% en abril).

En este contexto, la recuperación del empleo viene demorada respecto a la demanda de insumos. Si bien los puestos de trabajo se han recompuesto casi un 10% en lo que va del año, los niveles todavía se encuentran bien por debajo de la pandemia. Más allá de que cerca del 60% del empleo en el sector es informal, durante la cuarentena se perdieron cerca de 65.000 puestos registrados en la construcción, de los cuales a marzo aún resta recuperar un 20%. Es decir, que aún faltan 15.000 puestos sólo para recuperar la caída de 2020.

Por último, la reactivación de la obra pública va consolidando su dinamismo tras el desplome sufrido entre 2018 y 2020. Aún siendo 25% inferiores a los niveles de 2019, los despachos de asfalto subieron por cuarto mes al hilo en abril, mientras que frente a reducidas bases de comparación los gastos de capital del Gobierno Nacional treparon 60% i.a. en términos reales en el primer cuatrimestre. Consolidando las buenas expectativas, se destaca que en el primer cuatrimestre fueron licitadas obras en todo el país por ARS 240.000 millones, el mayor registro en términos reales para el trimestre desde 2017, según el relevamiento de Construar.

¿Qué esperamos para los próximos meses?

Si bien los exiguos niveles de actividad de 2020 (principalmente en el segundo trimestre) seguirán permitiendo observar incrementos interanuales significativos, los primeros indicadores de mayo sugieren que la construcción habría acusado el impacto del endurecimiento de las renovadas restricciones sanitarias.

El Índice Construya de mayo mostró una leve retracción mensual (-0,4%) en la serie ajustada por estacionalidad, aunque marcando un nivel 6% superior al de mayo 2019 (sin pandemia). Por otro lado, tras dos meses en suba, los despachos de cemento cayeron -1,6% mensual sin estacionalidad. En ambos casos, se observa que el nivel de actividad se ha venido acomodando levemente por debajo de los niveles de los últimos meses de 2020.

En este sentido, el principal riesgo que enfrenta la actividad en el corto plazo proviene de la posibilidad de que se impongan nuevas restricciones sobre la actividad como las observadas recientemente, principalmente en las jurisdicciones más afectadas por la circulación del virus. No obstante, dada la relevancia estratégica del sector en términos de recuperación del empleo (en particular, del informal) y dinamización de diversos encadenamientos, así como su emplazamiento a lo largo de todo el país y su casi nulo consumo de divisas, la construcción luce como una de las actividades más privilegiadas en el escenario actual.

A favor, observamos que la continuidad del cepo junto a una brecha cambiaria que podría trepar algo más en cercanías de las elecciones y tasas de interés reales negativas alinean los incentivos en pos de volcar ahorros al “ladrillo”, que se combinará con el afianzamiento dela obra pública en el año electoral. Finalmente, el marcado incremento en el precio de las commodities constituye un factor que podría conducir a actores del sector agropecuario a invertir en la construcción en busca de refugio de valor.

En este contexto, la confianza de las empresas sigue conservando un sesgo positivo (más marcado en las que realizan obra pública). En la misma línea, la superficie involucrada en los permisos para obras privadas marcó en marzo un alza del 63,2% i.a., siendo incluso 43% superior al registro del mismo mes de 2019.

En síntesis, prevemos que la actividad se mantenga durante el año por encima de los niveles pre-pandemia, pudiendo retomar el crecimiento en la medida en que se fortalezca el proceso de vacunación. Tras haber caído 19,5% en 2020, esperamos que la actividad pueda cerrar 2021 con un crecimiento en la zona del 25%.

Ciudad de Buenos Aires y Provincia, ¿a qué economía afecta más el COVID?

En 2020, la actividad económica cayó casi 10%. En 2021, se recuperaría alrededor de 6%, recobrando más de la mitad del terreno perdido. Ahora bien, estos números agregados poco nos aportan sobre la dinámica regional: en tanto las distintas ramas sectoriales se reparten heterogéneamente a lo largo y ancho de nuestro país, el impacto sobre la economía fue diferente entre provincias.

En este marco, es importante analizar la evolución de la actividad en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires y la Provincia de Buenos Aires, actuales epicentros de la segunda ola (casi 65% de los contagios de Coronavirus en abril) y por lo tanto de las restricciones, además de marcar sus contrapuntos. De esta forma, podremos comprender mejor qué podría pasar en estos territorios en los próximos meses, claves para la recuperación económica y de la pandemia, pero también para el resultado electoral.

Las regiones con mayor especialización agropecuaria o industrial, o aquellas con mayor peso del empleo público, tendieron a estar menos afectadas. Por el contrario, las provincias especializadas en actividades no esenciales o en servicios como el turismo, la gastronomía y los servicios personales y culturales sufrieron más la crisis y su PBG (Producto Bruto Geográfico, equivalente provincial del PBI nacional) cayó por encima del 10%. Analizar la estructura productiva de CABA y PBA nos permitirá entender mejor qué pasó hacia adentro de esta región fundamental.

Los Servicios se destacan mucho más en CABA que en PBA y el resto del país

La principal diferencia entre ambos territorios radica en el peso de los servicios sobre su estructura económica. Esta distinción es sumamente relevante, puesto que este rubro está mucho más expuesto que los bienes a las nuevas restricciones: la gastronomía, la recreación, los servicios personales y culturales y el turismo, son actividades que seguirán operando en niveles muy por debajo de la pre-pandemia durante todo el 2021. En el primer bimestre de 2021 (últimos datos de INDEC), este grupo se encontraba 8% por debajo de los niveles pre-pandemia.

En este sentido, mientras que en CABA los servicios representan cerca del 80% del PBG, en PBA indicen en un 55% (similar a Santa Fe y Córdoba) y en el país algo más del 60%. Dentro de este grupo se destaca Hoteles y restaurantes y Servicios sociales y personales (teatros, museos, espectáculos deportivos, gimnasios), rubros que explican conjuntamente 8% del PBG de CABA y menos de la mitad en PBA (3,7%). Otra forma de visualizar esta relevancia es mediante la composición del mercado laboral: el empleo formal en estos sectores explica el 13,4% en CABA y el 10% en PBA. En el primer bimestre, estos rubros se ubicaron 40% y 20% por debajo de los niveles pre-pandemia. Cabe destacar que, históricamente, la Ciudad registra el 60% de las pernoctaciones en hoteles del país y 1 de cada 4 empleos formales del sector, dando cuenta de su importancia como polo turístico. Asimismo, allí se sitúan más de 1 de cada 3 puestos registrados en el rubro Restaurantes. A estos sectores podríamos sumar los Servicios sociales y de salud, los cuales exponen un mayor peso en CABA (6,7%) que en PBA (3,6%). Habiendo caído en línea con el PBI en 2020, aún se encontraban 1% por debajo de los niveles pre-pandemia en el primer bimestre.

Como punto a “favor” de la Ciudad cabe señalar que buena parte de los servicios profesionales, empresariales y financieros son teletrabajables. Estos se encuentran contenidos dentro de Servicios inmobiliarios, empresariales y de alquiler e Intermediación financiera, ramas que estuvieron 1,5% y 6% por encima de la pre-pandemia en enero-febrero y que poseen una relevancia mucho mayor en CABA (30,7%) que en PBA (14,4%). En este sentido, un informe del año pasado de CIPPEC resalta que CABA exhibe el índice más alto de potencial de teletrabajo, donde casi la mitad de los ocupados pueden trabajar de manera remota. En contraposición, producto principalmente de la mayor influencia de la industria y el comercio, dicho potencial en los partidos del GBA se reduce a la mitad.

Otro punto a favor de CABA es que tiene mayor proporción de empleo público en todos sus niveles, el cual goza de una mayor estabilidad relativa, golpeando menos al consumo. Esto se manifestó en la mayor fortaleza frente a los embates de la pandemia: los asalariados públicos a nivel nacional crecieron 0,8% en 2020 (+27.000 puestos), mientras que el empleo privado registrado se derrumbó 4% (o -245.000 puestos). Los datos de la EPH al tercer trimestre de 2020 muestran que la proporción del empleo público en relación con el total de los asalariados es del 21,2% en CABA y 17,6% en los partidos del GBA. Además, el peso del sector de Administración Pública y defensa en el VAB de CABA (5,6%) supera al de PBA (3,9%) y al de Santa Fe (3%) y Córdoba (3,3%). En consecuencia, también por este lado, la crisis habría pegado menos en CABA que en el resto de país en general y que en PBA en particular.

Los sectores que lideran la recuperación, con mayor influencia en PBA

En sentido contrario, las actividades con una recuperación más vigorosa muestran un mayor protagonismo en la economía de PBA, particularmente en el GBA. Tal es el caso de la Industria manufacturera, con una participación del 26,7% en el PBG de PBA (similar a Santa Fe) y la mitad en CABA (13,2%, equivalente a la de Córdoba). Impulsada por el “veranito” que atraviesa la demanda de bienes durables e insumos para la construcción, junto con la actividad de diversos encadenamientos fabriles, en el primer bimestre estuvo 4% por encima de los niveles pre-pandemia. Con los anuncios realizados hasta ahora, las nuevas restricciones no afectarían tanto el funcionamiento del sector, de modo que la recuperación podría prolongarse, beneficiando más al GBA. No obstante, el incremento en los contagios de COVID-19 hacia el interior de varias plantas, e inconvenientes en el abastecimiento de insumos, podrían ralentizar la recuperación industrial de 2021.

En segundo lugar, sobresale el Comercio, uno de los tres sectores de servicios que superó los niveles pre-pandemia en el inicio del año (+3,7%), con una incidencia algo mayor en PBA (15,2%) que en CABA (14,2%). Al considerar los empleos formales, esta diferencia se agranda: 19% en PBA y 14% en CABA. Distintos indicadores del rubro (venta de autos nuevos y usados, motos, inmuebles, combustibles) dejan entrever que la dinámica comercial en 2020 se vio más afectada en CABA que en PBA. Ya en 2020, el consumo masivo, por caso, se recuperó mucho más en PBA (7,9%) que en CABA (2,8%), según Kantar Worldpanel. Las renovadas restricciones a la circulación, los mayores temores al contagio y las limitaciones sobre los horarios comerciales colaborarán en ralentizar la recuperación, afectando a negocios con menor desarrollo del e-commerce.

La Construcción, por su parte, muestra una relevancia bastante similar entre CABA (5,2%) y PBA (4,1%). Habiendo sido uno de los sectores con mayor caída acumulada en 2020, viene erigiéndose como uno de los principales motores de la recuperación, superando en el primer bimestre los niveles pre-pandemia (+5%). Los despachos de cemento, insumo representativo del sector, se desplomaron el doble en CABA (-43%) que en PBA (-20%) durante el año pasado. Si bien las ventas en la Ciudad vienen recomponiéndose a un mayor ritmo, en el primer trimestre PBA mantiene mejores niveles en relación con el mismo periodo de 2019 sin pandemia (-30% y -10%, respectivamente). Asimismo, la reciente suspensión de las obras de más de 2.500 m2 en CABA no tuvo su correlato en la Provincia, por lo cual la construcción en la Ciudad se vería más perjudicada durante las próximas semanas.

Finalmente, PBA se ve beneficiada por su mayor especialización en el Agro (fundamentalmente fuera de GBA), actividad esencial cuya evolución depende de factores idiosincráticos tanto de oferta como de demanda, menos vinculados a la pandemia. Si bien se proyecta una merma de la cosecha de los principales cultivos en torno al 10% producto de los efectos de “La Niña”, gracias al rally alcista en el precio de las commodities agrícolas estimamos que la valorización de la cosecha de los principales cultivos trepará cerca de USD 10.000 millones, mejorando la rentabilidad de los productores menos afectados por la sequía.

En suma, pese a mostrar ciertas fortalezas relativas (mayor empleo público y potencial de teletrabajo), la economía de CABA parece haberse mostrado más vulnerable que la de PBA (y que la economía del país en su conjunto) ante el impacto de las restricciones productivas y a la circulación en el marco de la pandemia. Las cinco ramas de actividad que expusieron las mayores contracciones en 2020 poseen un peso del 30,4% en el Valor Agregado Bruto de CABA (37% del empleo), al tiempo que registran una incidencia del 22% en PBA (30,5% del empleo) y del 22,7% en el país (32% del empleo). Una forma de visualizar este impacto es a través de la proporción de empleadores que tuvieron parte de sus salarios abonados por medio del programa de Asistencia al Trabajo y la Producción (ATP). Si bien tanto CABA como PBA se encontraron por encima del promedio a nivel país (55%), en la Ciudad la incidencia fue mayor (65%) que en PBA (57%), según estimaciones del CEP XXI. Asimismo, la destrucción de empleo privado formal en 2020 fue mayor en CABA (-5,3%) que en PBA (-3%).

Por todo lo dicho, se pone de relieve que el patrón productivo que adoptan las jurisdicciones es muy relevante en las discusiones políticas sobre los criterios para imponer o mantener las restricciones sobre los distintos sectores económicos en el área más densamente poblada del país. En el año electoral, así como a nivel nacional la segunda ola ampliará aún más la brecha existente entre los distintos sectores de la economía, profundizando la heterogeneidad de la crisis, es probable que la economía de CABA siga viéndose algo más afectado que la de PBA y, no menor, que el promedio nacional.

La industria se mantiene en niveles superiores a los de 2019

En marzo, el Índice de Producción Industrial Manufacturero (IPI) creció 32,8% en comparación a marzo de 2020. Hay que tener en cuenta que la base de comparación fue baja, dado que en ese mes el nivel de actividad ya había sido perjudicado por la pandemia y las restricciones sanitarias. De todas maneras, la industria a su vez mostró un crecimiento de 10,2% en comparación al mismo mes de 2019, dejando en evidencia que la recuperación continuó reafirmándose. En este sentido, hay que tener en cuenta que marzo de 2019 tuvo 3 días hábiles menos que 2021, lo cual también influyó al alza la variación del mes.

Luego de la caída de febrero (-1,5%) donde el número se vio afectado por tomas de vacaciones en las plantas, el índice retomó la recuperación creciendo 0,7% en términos desestacionalizados. En este sentido, si bien todavía no se recuperaron los niveles de enero 2021, la producción en marzo se ubicó en niveles más altos que los de todo 2019 y 2020.

Teniendo en cuenta que las variaciones interanuales dan números muy altos debido a la baja base de comparación, analizaremos el desempeño de los distintos sectores productivos comparándolos con los niveles de 2019. En este sentido, 11 de los 16 sectores aumentaron en comparación a marzo de 2019.

El sector que mayor variación tuvo fue Maquinaria y equipo (+41,8% respecto a marzo de 2019), donde la mejora estuvo liderada ampliamente por maquinaria agropecuaria (+83,7% respecto a igual período) y aparatos de equipo domestico (+53,1%). En el primer caso, impactó el alza en el precio internacional de los granos y el lanzamiento de líneas de créditos que dinamizaron al sector, mientras que en el segundo resaltó la mejora de producción de heladeras, lavarropas y cocinas. En este sentido, la demanda se vio dinamizada gracias a los programas de Ahora 12 y Ahora 18, en un contexto donde la inflación se aceleró y al que se le sumo un mayor tiempo en el hogar producto de la pandemia.

Por su parte, le siguió el desempeño de Vehículos automotores y otros (+28,2% vs marzo 2019) donde resaltó el desempeño de remolques (+85,8% i.a.) y vehículos automotores (+43,3% i.a.). Además, Otros equipos de informática creció 22,8% i.a. en comparación al mismo mes de 2019, donde influyó la variación de aparatos de informática (+69,5% en comparación a marzo de 2019) impulsado por la mayor producción de teléfonos celulares.

Alimentos y bebidas creció 14,5% en comparación a marzo de 2019, donde hubo una mejora de la mayor parte de la producción (carnes, molienda de oleaginosas, gaseosas, vino y otros productos alimenticios, entre otros). A su vez, Sustancias y productos químicos (+9,0%) y Productos minerales no metálicos (+8,9%) también exhibieron una mejora respecto a marzo de 2019. En el caso del primero, resaltó la evolución de la producción de plástico (por la mayor demanda de la construcción), caucho, neumáticos y agroquímicos. En el segundo, el dinamismo del sector de la construcción permitió que los productos de arcilla (ladrillos, entre otros) crezcan 40,3% i.a. y vidrios 20,0% en comparación a marzo de 2019.

Además, otros sectores que exhibieron una mejora en comparación al tercer mes de 2019 fueron Muebles y colchones (+10,2% i.a.), Productos textiles (+5,1% i.a.), Productos de tabaco (+5,0% i.a.), Madera y papel (+4,5% i.a.) e Industrias metales básicas (+1,7% i.a.). A contramano, los sectores que aún se ubicaron por debajo fueron Prendas de vestir (-0,1% i.a.), Refinación del petróleo (-4,4% i.a.) donde la producción se ve afectada por las restricciones a la circulación y el magro desempeño del sector de Transporte, Productos de metal (-6,4% i.a.) y Otro equipo de transporte (-18,1% i.a.).

Para finalizar, hay que resaltar que el sector industrial ya se encontraba en recesión antes de la pandemia, dado que cayó 6,3% en el promedio anual de 2019. En este marco, al comparar con los niveles de marzo de 2018 (año en el cual el sector también se contrajo en el promedio anual), solo 4 de los 16 sectores productivos mostraron crecimiento. Por lo tanto, si bien la producción manufacturera ya superó los niveles pre-pandemia y también se ubicó por encima de los niveles de 2019, aún resta un camino importante de recuperación que recorrer.

¿Qué esperamos?

Los datos disponibles de abril 2021 muestran que el impacto de la segunda ola se hizo sentir sobre la producción industrial. Pese a esto, la variación interanual será elevada porque se comparará con el mes de cuarentena más estricta del año anterior, pero el índice exhibiría un retroceso en términos desestacionalizados, recortando la recuperación que se vio en el primer trimestre de 2021. Si bien las nuevas restricciones implementadas no impactan directamente a la producción, la alta circulación del virus generó que muchas industrias se vieran obligadas a cerrar temporalmente sus puertas en la medida que hubo contagio de personal.

En este sentido, esperamos que la recuperación de la industria se ralentice durante el segundo trimestre, mientras que la segunda parte del año, y en la medida que la pandemia lo permita, el desempeño industrial será más favorable, ayudado por la recuperación de la construcción (que dinamiza a muchos sectores asociados), las políticas destinadas a dinamizar la demanda en la previa electoral (como el mencionado Ahora 12) y menores restricciones a la circulación en general.

Teniendo en cuenta que la recuperación del sector en los últimos meses del 2020 fue elevada, el arrastre estadístico supera los 10 p.p. para 2021. En otras palabras, si el nivel de actividad industrial se mantendría sin modificaciones durante todo el año, el sector crecería en torno al 10% en el promedio anual de 2021. Por lo tanto, si bien la alta circulación del virus podría afectar al sector durante determinados meses de la pandemia, esperamos que la industria crezca dos dígitos en el promedio anual de este año.

La construcción se amesetó en niveles elevados durante el primer trimestre

¿Cómo le fue a la construcción en marzo?

El Indicador Sintético de la Actividad de la Construcción (ISAC) mostró un marcado crecimiento del 97,6% en marzo frente al mismo mes de 2020, el cual había estado afectado por el fuerte parate de la actividad en el mes. De esta forma, el sector registró el quinto avance interanual consecutivo tras 26 meses en baja, acumulando en el primer trimestre un alza del 42,4% i.a..

No obstante, dejando de lado la comparación con el olvidable 2020, en términos desestacionalizados la venta de insumos se contrajo por segundo mes consecutivo, esta vez un 0,5% frente febrero, dando cuenta de cierta fatiga respecto al acelerado ritmo de crecimiento que exhibió la dinámica comercial en la segunda mitad de 2020. Con todo, el sector sigue manteniéndose en niveles 22% por encima de los niveles pre-pandemia.

La dinámica sectorial convive actualmente con el recrudecimiento de la crisis sanitaria ante el acelerado aumento en los casos de COVID-19, lo cual llevó a nuevas restricciones (parciales) sobre la actividad en la Ciudad de Buenos Aires, encendiendo temores en uno de los sectores más afectados en 2020 por las limitaciones impuestas al inicio de la pandemia/cuarentena en el país.

En este marco, ¿podrán sostenerse los actuales niveles de actividad en los meses que siguen?

Cambios en los drivers de la actividad

Si bien el sector habría retomado su trayectoria de crecimiento en abril, cabe señalar que algunos de los principales factores que han venido impulsando la actividad han perdido vigor.

En primer término, la disminución en la brecha cambiaria le resta atractivo a las estrategias de acopio o compras anticipadas por parte de desarrolladores y familias. En el último trimestre de 2020, el sólido dinamismo en la demanda de insumos estuvo impulsado por una brecha promediando el 100% (120% en octubre), variable que permitía compensar los deprimidos niveles del poder adquisitivo del salario y el limitado acceso al crédito hipotecario. Ahora bien, la brecha se redujo al 65% en febrero y en marzo y abril bajó a la zona del 55-60%. Si bien desde finales de abril se observa un repunte a la vez de un encarecimiento en el costo la construcción, que medido en USD blue subió 60% desde octubre. Sin embargo, vale decir que aún se mantiene 55% por debajo de los máximos de 2017.

Por otra parte, en la medida en la que se incrementa la vida fuera del hogar, los patrones de consumo han ido gradualmente asemejándose a los de la pre-pandemia. Reflejo de lo señalado es que los despachos de cemento en formato bolsa, que hacia finales de 2020 crecían 35% frente a 2019 (pre-pandemia), actualmente lo hacen a un menor ritmo (15%).

No obstante esto, la desaceleración en la demanda para pequeñas refacciones, ampliaciones o reparaciones está siendo compensada por el ascenso de la obra privada de mayor magnitud y la obra pública. Por un lado, el relajamiento de las restricciones sanitarias habilita una paulatina mejora en el desarrollo de obras privadas y en el número de empresas operando, que creció 6,2% en los últimos tres meses, aunque en marzo todavía se mantenía 12% por debajo de un año atrás y en mínimos históricos. Por otro lado, los despachos de cemento a granel exhibieron en marzo su quinto incremento interanual consecutivo (+109,5% i.a.) y mostraron el mejor nivel desde septiembre 2019. Además, los despachos de hierro y aceros para la construcción (+205%) superaron ampliamente los niveles de marzo 2019 (+18,4%).

Por último, la reactivación de la obra pública va consolidando su dinamismo tras el desplome sufrido entre 2018 y 2020. Frente a reducidas bases de comparación, los despachos de asfalto saltaron 137,8% i.a. en marzo (cuarto mes en crecimiento), mientras que los gastos de capital del Gobierno Nacional treparon 62,2% i.a. en términos reales, sumando cinco meses en expansión. Consolidando las buenas expectativas, se destaca que en el primer trimestre fueron licitadas obras en todo el país por ARS 160.000 millones, el mayor registro en términos reales para el trimestre desde 2017, según el relevamiento de Construar.

¿Qué esperamos para los próximos meses?

Los primeros indicadores de abril sugieren que la construcción habría retomado el sendero de expansión. Frente a una base de comparación muy reducida por el pleno impacto de la pandemia en abril 2020, el Índice Construya expuso un alza del 103,7% i.a. (+6,4% mensual), superando ampliamente el terreno cedido en abril 2020 (había caído -75% i.a.) y marcando el segundo mejor abril de la serie histórica iniciada en 2002. Asimismo, los despachos de cemento saltaron 134,6% i.a. (+2,5% mensual) elevándose incluso 5% por encima del mismo mes de 2019.

En este contexto, la confianza de las empresas sigue conservando un sesgo positivo (más marcado en las que realizan obra pública), algo que se puede observar, por ejemplo, el reciente anuncio de inversión por USD 120 millones de la cementera Holcim. Asimismo, la superficie involucrada en los permisos para obras privadas marcó en febrero un alza del 19,4% i.a., retomando los niveles pre-pandemia.

Por todo lo dicho, los drivers que han venido apuntalando la actividad se mantendrán vigentes en 2021, aunque moderando su influencia. Por un lado, la continuidad del cepo junto a una brecha cambiaria que podría trepar algo más en cercanías de las elecciones y tasas de interés reales negativas sostienen el incentivo a volcar ahorros al “ladrillo”. A su vez, en el año electoral se afianzará el crecimiento de la obra pública.

El principal riesgo que enfrenta la actividad en el corto plazo proviene de la posibilidad de una reedición de las restricciones sobre la actividad en el marco de la abrupta segunda ola de COVID-19, algo que ya se concretó en la suspensión de las obras de más de 2.500 m2 en CABA. No obstante, dada la relevancia estratégica del sector en términos de recuperación del empleo (en particular, del informal) y dinamización de diversos encadenamientos productivos, no prevemos en lo inmediato limitantes importantes para la actividad a nivel global.

Recuperación heterogénea: las nuevas restricciones profundizarán las diferencias sectoriales

El PBI cayó casi 10% durante el año pasado. Sin embargo, su retroceso no fue homogéneo, ni temporal, ni sectorialmente. Por caso, mientras que la actividad se desplomó 26% entre el cierre de 2019 y abril 2020, esta caída fue de “solo” 3% entre puntas, y de 1,3% si sumamos enero 2021 al análisis. En un sentido similar, el deterioro de la actividad fue muy distinto entre sectores. Mientras que algunas ramas de actividad lograron recuperar los niveles pre-pandemia, especialmente aquellas asociadas a la producción de bienes, otras se ubicaron más de 40% por debajo, como es el caso de Hoteles y Restaurantes. Por su parte, la Industria y la Construcción cerraron el primer mes de 2021 5% y 6% por encima de los niveles pre-pandemia, respectivamente.

Las distintas posibilidades de operar con protocolos, las menores opciones de gasto -caída del salario real, pero mayor reducción de las alternativas de consumo- y la producción atrasada explicaron estas diferencias. Asimismo, sobre el cierre del año pasado, una brecha cambiaria que rondaba el 100% y alimentaba las expectativas de devaluación impulsó la compra de bienes dolarizados, alentando su demanda en el corto plazo. Por su parte, algunos rubros de servicios pudieron comenzar a operar lentamente, aprovechando la flexibilización de restricciones que trajo el verano. Sin embargo, su nivel de actividad permanecía casi 8% por debajo de la pre-pandemia, en tanto que la producción de bienes estaba por encima del primer bimestre del año pasado (+0,8%).

En este escenario dispar llegó la segunda ola de Coronavirus, y con ella el endurecimiento de las restricciones sanitarias, principalmente en el AMBA. Por lo tanto, tiene sentido preguntarnos ¿cómo impactarán las nuevas medidas? ¿configurarán la misma dinámica sectorial de crecimiento y caída que en 2020? ¿qué cambiará?

Servicios, nuevamente los más vulnerables

En términos generales, los servicios se encontrarán, otra vez, mucho más expuestos que los bienes. En este sentido, las nuevas restricciones perjudicarán principalmente a los sectores que ya venían más golpeados del año pasado: la gastronomía, la recreación, los servicios personales y culturales y el turismo, actividades que seguirán operando en niveles muy por debajo de la pre-pandemia durante todo el 2021. Como resultado, la segunda ola ampliará aún más la brecha existente entre los distintos sectores de la economía, profundizando la heterogeneidad de la crisis.

En el grupo más golpeado sobresale Hoteles y restaurantes, rubro que se ubicó en enero casi un 40% por debajo de los niveles del primer bimestre de 2020; y Servicios sociales y personales (teatros, museos, espectáculos deportivos), encontrándose aún 20% por debajo de los niveles pre-pandemia. Si bien son sectores que no poseen un peso tan significativo en el PBI (algo menos del 5%), en conjunto representan casi el 10% del empleo registrado. Por lo tanto, es probable que el trabajo formal se recupere incluso más lentamente que el nivel de actividad.

Por otra parte, las restricciones sobre la movilidad afectarán a una parte del Transporte y con ello a la venta de combustibles y las perspectivas de recuperación de la actividad petrolera. Ambos sectores ya venían rezagados en relación con el resto, registrando en enero niveles 15% y 8% inferiores a la pre-pandemia, respectivamente. Si bien durante los meses recientes la mejora del contexto internacional y la puesta en vigencia del Plan Gas.Ar comenzaron a dinamizar al sector, la extensión de las restricciones al transporte y una menor movilidad general de la población aplazarán todavía más la recuperación de los niveles de cierre de 2019.

 

Industria y Construcción, con menos chances de ser perjudicados

En sentido opuesto, los sectores que vienen motorizando la recuperación económica serían los menos afectados directamente. El primer caso es el de la Industria manufacturera, con un peso muy importante en el nivel de actividad (19% del PBI). Impulsada por el “veranito” que atraviesa la demanda de bienes durables e insumos para la construcción, junto con la actividad de diversos encadenamientos fabriles, en el primer bimestre no sólo estuvo 4% por encima de los niveles pre-pandemia, sino que además registró creación neta de empleo registrado después de más de dos años en rojo en enero (+10.500 puestos de trabajo, +1% i.a.). Más aún, con los anuncios realizados hasta ahora, las nuevas restricciones no afectarían tanto el funcionamiento del sector, de modo que la recuperación podría continuar.

En los últimos meses la reducción en la brecha cambiaria y la ampliación del menú de consumo de las familias fuera del hogar le quitaron atractivo a la adquisición de estos bienes. No obstante, la profundización del atraso cambiario y mayores expectativas de devaluación en las cercanías de las elecciones podrían recrear un entorno más favorable para estos productos. Asimismo, la continuidad del cepo cambiario, tasas reales negativas y programas como Ahora 12 seguirían alentando la demanda. A contramano, la producción de bienes semi-durables como indumentaria, textil y calzado no lograrán consolidar una expansión. La suerte de estos segmentos seguirá limitada por la recuperación del ingreso real y la menor cantidad de reuniones sociales en relación con la pre-pandemia.

La Construcción también sigue erigiéndose como uno de los principales motores, colocándose en enero casi 6% por encima de los niveles pre-pandemia, tal como mencionamos más arriba. Impulsada inicialmente por un auge de la demanda asociada a pequeñas refacciones, ampliaciones o reparaciones, en los meses recientes se ha visto una desaceleración que comenzó a ser compensada por la reanudación de la obra privada de mayor magnitud y la recuperación de la obra pública. Dada la relevancia estratégica del sector en términos de recuperación del empleo (en particular informal) y la dinamización de diversos encadenamientos productivos, no prevemos en lo inmediato limitantes importantes para la actividad. En consecuencia, la construcción también seguiría por el sendero positivo.

Comercio y Agroindustria, con desafíos propios

Por su parte, el Comercio minorista y mayorista fue uno de los dos sectores de servicios que superó los niveles pre-pandemia en el inicio del año (+5%), lo cual ayudó notablemente a la recuperación agregada dado su peso en el PBI (14,5%). A su vez, explica aproximadamente el 17% del empleo registrado, aunque todavía no logró recuperar los puestos de trabajo perdidos por la pandemia (-23.000 en relación con febrero 2020, -2%). Las nuevas restricciones a la circulación, los mayores temores al contagio y las limitaciones sobre los horarios comerciales implicarán un mayor tiempo en el hogar y menor consumo en la calle, ralentizando la recuperación y afectando a negocios con menor desarrollo del canal online. A su vez, las perspectivas para el Consumo masivo son desfavorables. Si bien menores compras fuera del hogar podrían ayudar a estos canales, la masa salarial real no se recuperará sensiblemente en el corto plazo, complicando una mejora notable del consumo.

En otro orden se encuentra el Agro, cuya evolución depende de factores idiosincráticos tanto de oferta como de demanda, menos vinculados a la pandemia. Resultado de la escasez de precipitaciones sobre las intenciones de siembra y los rendimientos, se prevé para 2021 una merma próxima al 10% en la producción de los principales cultivos (trigo, girasol, soja y maíz). No obstante, producto del rally alcista en el precio de las commodities agrícolas desde finales de 2020, estimamos que la valorización de la cosecha de los principales cultivos trepará cerca de USD 7.000 millones, permitiendo incrementar el valor y la rentabilidad de los productores menos afectados por la seca.

Nuevas restricciones, configuraciones sectoriales parecidas

En síntesis, ante la necesidad del Gobierno de calibrar con mayor precisión las medidas tendientes a frenar la pandemia, y siguiendo las palabras de Martín Guzmán quien afirmó que “la economía no soportaría una cuarentena tan estricta como la de 2020”, esperamos que las restricciones a la circulación y producción sean menores a las del año pasado. En este marco, afectarán principalmente a determinadas ramas de servicios, casualmente aquellas que presentan los menores niveles de actividad en relación con la pre-pandemia. En sentido contrario, la industria y la construcción afrontarían un 2021 más favorable, ayudadas por los mayores protocolos y el restablecimiento de parte de los puestos de trabajo perdidos durante el año pasado. Como resultado, se terminará ampliando la brecha entre los sectores ganadores y perdedores del 2021, al tiempo que no prevemos un impacto significativo de las mayores restricciones sobre el Producto en el corto plazo.

En este marco, proyectamos que la actividad crecerá 6% en 2021, explicado, en mayor medida, por el arrastre estadístico positivo que dejó el 2020 (+5%). De todas formas, teniendo en cuenta que la situación epidemiológica podría seguir empeorando, la principal incógnita es qué magnitud y alcance adoptarán las restricciones aplicadas. Por este motivo, no descartamos que puedan extenderse y comprometer a una mayor proporción de sectores y regiones, infringiéndole un golpe a la economía aún mayor al esperado.

Industria: caída en febrero, pero recuperación en el bimestre

¿Cómo evolucionó la industria en el primer bimestre del año?

En febrero de 2021, el Índice de Producción Industrial Manufacturero (IPI) exhibió un incremento de 1,6% respecto al mismo mes del año anterior y mostró un retroceso de 1,6% en comparación a enero. Hay que remarcar que los números del mes se vieron afectados por paros en las plantas por toma de vacaciones. Además, cabe tener en cuenta que en el 2020 esto mismo sucedió en el mes de enero: por lo tanto, mientras que el dato de enero 2021 fue mejor gracias a este factor estacional, el de febrero se vio perjudicado por la misma razón.

En este marco, analizar en conjunto al primer bimestre del año nos dará información más precisa de cómo evolucionó el sector en el arranque del 2021: las paradas de planta que frenaron la producción en febrero la habían “impulsado” en enero. La industria mostró un crecimiento de 2,9% en el promedio enero-febrero 2021 en comparación al mismo periodo de 2020, a la par que también se ubicó un 2,5% por encima del primer bimestre de 2019. A su vez, el nivel de producción promedio de los primeros dos meses del año fue el más alto desde agosto de 2018. De esta manera, se observa que el sector recuperó los niveles pre-pandemia, pero no sus picos pre-crisis.

¿Qué sectores explicaron la mejora?

La primera rama que resalta es la Industria metal básica, que exhibió un incremento de 16,2% en comparación al primer bimestre del 2020. Esta mejora fue explicada principalmente por la industria siderúrgica (+34,2% i.a.), como consecuencia de la mayor demanda por parte de la construcción (de hecho, según el indicador de la construcción (ISAC) el consumo de hierro y acero llegó a crecer un 56,4% i.a.). Por su parte, los Productos minerales no metálicos también mostraron una importante mejora en el bimestre (+22,8% i.a.). Al interior, resalta la mayor producción de cemento (+20,1% i.a.) como consecuencia de un mayor dinamismo de la obra pública y también de los productos de arcilla y cerámica (+47,8% i.a.) gracias a la mayor demanda (el consumo de artículos de cerámica creció 60,1% i.a. y de ladrillos huecos 34,4% i.a., según el ISAC).

Por otro lado, la producción de Maquinaria y equipo trepó 21,6% i.a. en el primer bimestre, gracias al desempeño de la producción de maquinaria agropecuaria y de aparatos de uso doméstico (+66,4% i.a. y +30,2% i.a., respectivamente). En el primer caso, resalta la mejora de la demanda de tractores y sembradoras, donde ayudó el alto precio internacional de los granos que dinamizó a la producción. Respecto al segundo, se destacó una mayor demanda de bienes durables como heladeras, lavarropas, calefactores y estufas. Cabe destacar que esta demanda se da en un contexto de falta de alternativas de ahorro por el cepo cambiario, que a la vez incentiva el consumo de bienes dolarizados, y la implementación de planes oficiales para dinamizar al consumo (como el programa Ahora 12).

La producción de Otros equipos, aparatos e instrumentos también mostró un buen desempeño en el bimestre (+12,9% i.a.), explicado por la evolución de Equipos de informática, televisión y comunicaciones (+42,2% i.a.), donde resaltó la producción de telefonía celular.

Por su parte, el sector de Alimentos y bebidas creció 0,5% i.a. en los primeros dos meses del año con un comportamiento heterogéneo al interior. La mayor incidencia positiva vino de la mano de Molienda de oleaginosas (+22,2% i.a.) principalmente gracias al incremento de los precios internacionales. A contramano, se ubicó la producción de Vino (-11,3% i.a.), Carne vacuna (-7,0% i.a.), Carne aviar (-11,8% i.a.), Azúcar y otros (-5,5% i.a.), Molienda de cereales (-4% i.a.) y Galletitas (-3,3% i.a.).

De todas maneras, no todos los sectores mostraron crecimiento. La refinación de petróleo, coque y combustible cayó 9,1% i.a. en el bimestre, a pesar del buen desempeño de la producción de asfalto (+59,2% i.a.) y como consecuencia de las caídas en la producción de nafta (-5,2% i.a.), fueloil (-14,3% i.a.) y otros productos de refinación (-25,3% i.a.). Por su parte, los Productos de tabaco cayeron 10,2% i.a., la producción de Prendas de vestir y calzado -7,3% i.a., Muebles y colchones -5,5% i.a. y las Sustancias y productos químicos -2,7% i.a.

 

¿Qué esperamos?

Los datos que permiten adelantar la producción industrial de marzo son positivos. De todas maneras, cabe destacar que a partir de ese mes las variaciones interanuales darán números muy altos, en tanto comenzarán a compararse con los meses de la pandemia y la cuarentena más estricta. Sin embargo, también esperamos que el sector muestre una mejora mensual respecto a febrero de 2021.

La producción automotriz alcanzó en marzo 43.160 unidades, exhibiendo un avance de 97,9% respecto al mes anterior. Por su parte, los despachos de cemento se ubicaron un 3% por encima de marzo del 2019 y la producción de materiales para la construcción medida por el Grupo Construya se ubicó un 23% por arriba del mismo mes de 2019.

Para el resto del año la evolución del sector estará en parte ligada a cómo siga la pandemia y las restricciones sanitarias. A fines de marzo comenzamos a transitar la segunda ola y con ello se implementaron nuevas medidas de cuidado. De todas formas, gracias al aprendizaje del 2020, esperamos que las limitaciones sobre la industria manufacturera sean menores a 2020, producto del aprendizaje -además de las “exigencias” del año electoral-. En este marco, esperamos que la producción industrial crezca por encima del 10% en 2021, en parte como consecuencia del arrastre estadístico positivo que dejó el 2020 del casi 12%.

Construcción: un impasse en el sendero de crecimiento

¿Cómo le fue a la construcción en febrero?

El Indicador Sintético de la Actividad de la Construcción (ISAC) mostró un marcado crecimiento del 22,7% i.a. en febrero, registrando el cuarto avance interanual consecutivo luego de atravesar dos años en recesión. Así, en el primer bimestre acumuló un alza del 23% i.a..

No obstante, en términos desestacionalizados la actividad se contrajo 3,9% frente a enero, retornando a los niveles de diciembre. De esta forma, el sector mostró un impasse en el proceso de crecimiento que venía sosteniendo desde agosto pasado, aunque se mantuvo todavía 23% por encima de los niveles pre-pandemia.

Si bien en marzo el sector habría retomado su trayectoria de crecimiento, cabe señalar que algunos de los drivers de la actividad han perdido vigor. Asimismo, la dinámica sectorial convive actualmente con el recrudecimiento de la crisis sanitaria ante el acelerado aumento en los casos de COVID-19, encendiendo temores en uno de los sectores más afectados en 2020 por las restricciones impuestas al inicio de la pandemia/cuarentena en el país.

En este marco, ¿pueden sostenerse los actuales niveles de actividad en los próximos meses? ¿De qué dependerá? Veamos.

¿Cómo evolucionan los drivers de la actividad?

En primer lugar, la marcada disminución en la brecha cambiaria le resta atractivo a la inversión en el sector. En el último tramo de 2020, el sólido dinamismo en la demanda de insumos de los hogares y acopio de los desarrolladores estuvo impulsado por una brecha promediando el 100% en el cuarto trimestre (120% en octubre). Este factor permitía compensar los deprimidos niveles del poder adquisitivo del salario y el limitado acceso al crédito hipotecario.  Ahora bien, la brecha se redujo al 65% en febrero y en marzo volvió a recortarse a la zona del 55% en un contexto en el que el costo de la construcción siguió incrementándose a ritmo acelerado. Como corolario, el costo constructivo medido en USD blue subió 45% desde octubre.

Asimismo, en la medida en la que se incrementa la vida fuera del hogar, los patrones de consumo han ido gradualmente asemejándose a los de la pre-pandemia. Reflejo de lo señalado es que que los despachos de cemento en formato bolsa, que crecían alrededor del 40% hacia finales de 2020, actualmente trepan cerca del 20%.

Pese a esto, la desaceleración en la demanda para pequeñas refacciones, ampliaciones o reparaciones está siendo compensada por un creciente auge de la obra privada de mayor magnitud y la obra pública. Por un lado, el relajamiento de las restricciones sanitarias habilita una paulatina mejora en el desarrollo de obras privadas y en el número de empresas operando, que creció 5,1% en los últimos tres meses pero en febrero se mantenía 14% por debajo de un año atrás. Por otro lado, los despachos de cemento a granel exhibieron en febrero su cuarto incremento interanual consecutivo (+17% i.a.) luego de atravesar 15 meses en baja, a la vez que los despachos de hierro y aceros para la construcción (+56,4%) siguieron enseñando niveles históricos elevados.

Esta tendencia también permite apuntalar el empleo en el sector. Tras cerrar 2020 con una caída del 22% i.a., en enero los puestos de trabajo registrados continuaron con una tendencia de recuperación, pese a quedar todavía 9% por debajo de enero de 2020.

Por último, la reactivación de la obra pública va consolidando su dinamismo tras el desplome sufrido entre 2018 y 2020. Frente a reducidas bases de comparación, los despachos de asfalto saltaron 67,1% i.a. en febrero (quinto mes en crecimiento), mientras que los gastos de capital del Gobierno Nacional treparon 77,8% i.a. en términos reales, sumando cuatro meses en expansión. Alimentando buenas perspectivas, se destaca que en el primer trimestre fueron licitadas obras en todo el país por ARS 160.000 millones, el mayor registro en términos reales para el trimestre desde 2017, según el relevamiento de Construar.

¿Qué esperamos para los próximos meses?

Los primeros indicadores de marzo dan cuenta de que la construcción habría vuelto al sendero de expansión. El Índice Construya expuso un alza del 103,7% i.a. en el mes, recuperando ampliamente el terreno perdido en marzo 2020 (había caído -40% i.a.) y marcando un récord histórico para este mes. Asimismo, los despachos de cemento saltaron 93,5% i.a., siendo el tercer mejor marzo desde al menos 1998.

Sumado a esto, tiende a fortalecerse el sesgo positivo de la confianza de las empresas -especialmente en las que realizan obra pública-, mientras que la superficie involucrada en los permisos para obras privadas evidenció en enero un alza del 23,2% i.a., retomando así los niveles pre-pandemia.

En este contexto, los drivers que vienen apuntalando la actividad se mantendrán vigentes en 2021, aunque moderando su influencia. Por un lado, la continuidad del cepo junto a una brecha cambiaria en niveles altos mantendrá el incentivo a volcar ahorros al “ladrillo”, a la vez que menores restricciones a la actividad seguirán favoreciendo la reanudación de las obras de mayor magnitud. A su vez, en el año electoral se afianzará el crecimiento de la obra pública.

El principal riesgo que enfrenta la actividad en el corto plazo proviene de la posibilidad de una reedición de las restricciones sobre la actividad en el marco de la abrupta segunda ola de COVID-19. Producto de los aprendizajes de operar en pandemia, los nuevos protocolos aplicados y la relevancia del sector en términos de recuperación del empleo (en particular, del informal) y la actividad, no prevemos en lo inmediato limitantes importantes para la actividad.

La construcción vive el mejor presente en más de dos años

¿Cómo arrancó la construcción en 2021?

El Indicador Sintético de la Actividad de la Construcción (ISAC) mostró un marcado crecimiento del 23,3% i.a. en enero, registrando el tercer avance interanual consecutivo luego de dos años en terreno negativo. Por su parte, en términos desestacionalizados la actividad creció 4,4% frente a diciembre, mejorando por quinto mes al hilo y llegando al mayor nivel desde septiembre de 2018.

De esta forma, el sector sostiene la reactivación que comenzó a tomar fuerza en los últimos meses de 2020, la cual le ha permitido colocarse casi 30% por encima de los niveles pre-pandemia y perfilarse como uno de los protagonistas de este 2021. ¿Qué factores explican la magnitud de esta recuperación? ¿Cuán sostenible es? Veamos.

Drivers de la auspiciosa perfomance del sector

Una brecha cambiaria persistiendo en niveles altos (promediando 80% en enero) y un costo de construcción en dólares que se mantiene en mínimos históricos (-55% respecto a los máximos de 2017, medido al dólar blue), ineludiblemente aportan atractivo inversor en el sector. Esto se materializa a través de refacciones o ampliaciones en el hogar como opción de ahorro por parte de las familias, incluso en un contexto donde el precio de los materiales subió cerca de 10 p.p. por encima de los salarios en los últimos 12 meses.

Pese a este efecto provocado por el “cuello de botella” que reúne la mencionada demanda de los hogares, el regreso a la actividad de obras que habían estado frenadas durante varios meses y el acopio de materiales por parte de desarrolladores ante el temor a una devaluación; los despachos de cemento en bolsa crecieron 18,2% i.a. en enero, sumando ocho meses en terreno positivo.

Adicionalmente, el relajamiento de las restricciones sanitarias habilita una paulatina mejora en el desarrollo de obras privadas y en el número de empresas activas, que creció 7,5% en los últimos tres meses pero en enero todavía se mantenía 15% por debajo de un año atrás. Por otro lado, los despachos de cemento a granel exhibieron en enero su tercer incremento interanual consecutivo (+21% i.a.) luego de atravesar 15 meses en baja, a la vez que los despachos de hormigón elaborado (+29% i.a.) y los envíos de hierro y aceros para la construcción (+30,2%) aceleraron su crecimiento en el primer mes del año.

Esta tendencia también permite apuntalar el empleo en el sector. Si bien se conoció que 2020 cerró con una caída del 22% i.a., hacia diciembre los puestos de trabajo registrados continuaron con una tendencia de recuperación.

Finalmente, la reactivación de la obra pública va consolidando su dinamismo, tras varios meses de virtual inactividad. Según el relevamiento de Construar, en el primer bimestre fueron licitadas obras en todo el país por casi ARS 100.000 millones, superando ampliamente los ARS 15.000 registrados en el mismo lapso de 2020, aún antes de la pandemia. Además, frente a reducidas bases de comparación, los despachos de asfalto saltaron 35,7% i.a. en enero (cuarto mes en crecimiento), mientras que los gastos de capital del Gobierno Nacional se duplicaron en el primer mes del año (+112% i.a. en términos reales), sumando tres meses en expansión.

¿Qué esperamos para este año?

La recuperación en “V” que experimentó la demanda de insumos del sector durante los últimos meses dejó un más que relevante arrastre estadístico en torno al 30% de cara a este año. Asimismo, los primeros indicadores de febrero dan cuenta de la auspiciosa dinámica que mantiene la actividad.

El Índice Construya expuso un alza del 25,2% i.a. en el mes, marcando el mejor febrero en siete años, mientras que los despachos de cemento crecieron 18% i.a.. Sumado a esto, tiende a fortalecerse el sesgo positivo de la confianza de las empresas, mientras que la superficie involucrada en los permisos para obras privadas retoma de a poco niveles pre-pandemia.

Los drivers que vienen apuntalando la actividad se mantendrán vigentes en 2021, erigiendo a la construcción como uno de los pilares de la recuperación post-pandemia. Por un lado, la continuidad del cepo junto a una brecha cambiaria en niveles altos mantendrá el incentivo a volcar ahorros al “ladrillo”, a la vez que menores restricciones a la actividad seguirán favoreciendo la reanudación de las obras de mayor magnitud. En este sentido, se debe destacar la aprobación del régimen de incentivos -fiscales y blanqueo de capitales- para promover las inversiones en la construcción que estima alcanzar una exteriorización de capitales cercana a los USD 5.000 millones.

A su vez, en el año electoral se afianzará el crecimiento de la obra pública, con gastos de capital del Gobierno Nacional que esperamos se expandan en torno al 50% i.a. en términos reales este año.

Los potenciales riesgos que enfrenta la actividad provienen de un resurgir de los casos COVID-19 que obligue a restringir la actividad o un salto cambiario, eventos que no prevemos sucedan en el corto plazo. Asimismo, pese a lo mencionado anteriormente, el poder adquisitivo del salario seguirá deprimido y el acceso al crédito hipotecario limitado, factores que se sumarán a la demora en las aprobaciones de proyectos de obra en el marco de la pandemia/cuarentena y a posibles problemas de abastecimiento de insumos como impedimentos para un mayor despegue de la actividad.

Boom de ventas de electrodomésticos: ¿hasta cuándo puede sostenerse?

¿Cómo cerraron el 2020 las ventas de electrodomésticos?

En el cuarto trimestre de 2020, las ventas de electrodomésticos y artículos para el hogar en comercios especializados treparon 66,8% i.a. en términos nominales, según informó INDEC. Al mismo tiempo, los precios del rubro, relevados por el IPC GBA Ecolatina, subieron 55% i.a. en el mismo periodo. En consecuencia, la facturación en términos reales creció 8,3% i.a., cortando con una racha de tres trimestres en rojo. No obstante, el año concluyó con una caída acumulada del 8,1% frente a 2019, volviendo a niveles de 2011.

El último ciclo de crecimiento para el sector había sido 2017 (+7,5% i.a.), proceso que se interrumpió abruptamente a partir del segundo trimestre de 2018 producto de las sucesivas correcciones cambiarias y el posterior encarecimiento del crédito.

De esta manera, luego de acumular en los últimos tres años un retroceso cercano al 35%, el sector terminó el 2020 con mayores señales de recuperación a las esperadas en un entorno favorable a la demanda de bienes durables, alentando mejores perspectivas de cara a este año. Veamos.

¿Qué factores determinaron la dinámica durante 2020?

El desempeño del sector -así como los bienes durables en su conjunto- transitó dos etapas claramente disímiles durante la pandemia/cuarentena. Durante las primeras semanas, signadas por la fase más estricta de las restricciones sobre la actividad y la movilidad de las personas, el volumen de ventas retrocedió fuertemente (-20,5% i.a. en el segundo trimestre), aún frente a la exigua base de comparación que había dejado 2019.

En cambio, a partir del segundo semestre se observó una sensible recuperación, acompañada por una persistente mejora en la confianza de los consumidores: el rubro Electrodomésticos dentro del Índice de Confianza del Consumidor durante el último trimestre fue, en promedio, 53% mayor que un año atrás.

Distintos fueron los drivers que influyeron en la buena performance del sector. En primer lugar, la pandemia/cuarentena modificó la demanda hacia consumos dentro del hogar, favoreciendo mayormente, en términos de mayor facturación, a las ventas del rubro computación e informática, celulares, televisores y Línea Blanca (cocinas, hornos, microondas, calefactores), asociados al mayor tiempo destinado por las personas a desarrollar su trabajo y ocio puertas adentro.

En segundo lugar, el relajamiento de las restricciones vino con mejoras en los planes de financiamiento (herramienta clave en el sector), lideradas por Ahora 12, en un momento en que la brecha cambiaria trepó y crecieron los temores devaluatorios tras un nuevo endurecimiento del cepo hacia septiembre. Estos factores volcaron el esquema de incentivos al consumo de bienes durables con elevados componentes importados, contrastando con la evolución del consumo no durable en supermercados, shoppings y comercios minoristas. Por otra parte, los eventos de ventas online Hot Sale (julio) y Cyber Monday (noviembre) le dieron un empujón adicional a las compras.

Vale destacar que el boom en las ventas ocurre pese a una caída en el salario real tanto en pesos como en dólares en un contexto en que los productos del rubro incluso se encarecieron en términos relativos al resto de los bienes de la economía. En efecto, mientras que los salarios privados registrados crecieron al 34% i.a. en diciembre, el IPC avanzó 36% i.a. y los precios del rubro subieron 50%.

A la par, la reapertura de las actividades y la necesidad de recomponer stocks traccionaron los despachos de la industria: la producción de Equipos y aparatos de informática, televisión y comunicaciones y Aparatos de uso doméstico se expandieron 21% i.a. y 23% i.a. respectivamente en el segundo semestre, dejando atrás las caídas del 37% y 29% del primer tramo del año.

¿Cuáles son las perspectivas para 2021?

Si bien este “veranito” del consumo sería de corto aliento, de no mediar una corrección cambiaria abrupta -algo que no prevemos en el corto plazo- la reactivación se extendería durante los próximos meses, erigiendo al sector como uno de los motores del crecimiento en 2021. Asimismo, a la dinámica descripta se le suman las expectativas de una mayor demanda asociada a la recuperación en la construcción residencial.

Es interesante observar que el escenario atípico antes descripto seguiría permitiendo un crecimiento en las ventas aún cuando el salario real (y en dólares) no experimente mejoras en términos reales sino hasta la segunda parte del año y que ese crecimiento no alcanzaría para compensar el terreno cedido durante 2020.

Ahora bien, puesto que una parte de este crecimiento respondió al adelanto de compras en vistas de una devaluación, es probable que hacia adelante la demanda modere su vigor. En el mismo sentido, las restricciones de oferta registradas en algunas cadenas de comercialización, además de la incertidumbre cambiaria -no sólo sobre el precio del dólar oficial, sino también sobre el acceso al mercado de cambios-, presionaron a la inflación en los últimos meses. En este marco, el endurecimiento de los controles a las importaciones y a la compra de dólares para la producción podrían frenar la dinámica que venimos observando.

Sectores ganadores y perdedores de la economía en modo electoral

La pandemia y la cuarentena golpearon fuertemente a la economía argentina: el PBI cayó cerca del 10% en 2020, acumulando su tercer año de caída. Sin embargo, su efecto no fue homogéneo sectorial ni temporalmente: la crisis afectó de manera heterogénea a los distintos rubros, observándose distintas velocidades de recuperación en los últimos meses.

En este contexto, la economía terminó 2020 recuperándose más rápido de lo esperado, e incluso con algunas ramas superando los niveles de actividad pre-pandemia. Inicialmente, la progresiva reapertura de las actividades, la necesidad de recomponer stocks y la mayor permanencia en los hogares dieron forma a la primera etapa de rebote. Desde entonces, la distinción entre rubros esenciales y no esenciales fue perdiendo centralidad para explicar las distintas trayectorias sectoriales. En su lugar, la disparada de la brecha cambiaria y los temores de devaluación, además de las mejoras en planes de financiamiento, volcaron el esquema de incentivos al consumo de bienes durables con elevados componentes importados.

En este marco, la economía argentina entró a 2021 con dos grandes interrogantes: el frente cambiario y el frente sanitario. En un año electoral, el gobierno apostará a atrasar al dólar oficial para moderar la inflación apostando a una abundante liquidación de agro-dólares y al control de cambios e importaciones. Por otro lado, el Ejecutivo apuntalaría el gasto de las familias a través de financiamiento barato, como por ejemplo el plan Ahora 12. Veamos entonces qué le espera a cada sector en este año electoral, tan heterogéneo como complejo.

Motores de la recuperación

Los bienes durables son los principales favorecidos por el escenario económico descripto. En efecto, tras sufrir un fuerte golpe en el momento más complejo del ASPO, las ventas de electrodomésticos, autos, motos, muebles e insumos vinculados al mantenimiento y reparación de la vivienda han venido mejorando sensiblemente, traccionando distintas ramas industriales. Si bien este “veranito” del consumo sería de corto aliento, de no mediar una corrección cambiaria abrupta -algo que no prevemos en el corto plazo- la reactivación de estos sectores se extendería.

Ahora bien, dado que una parte de este crecimiento obedeció al adelanto de compras al exterior en vistas de una devaluación, es probable que la demanda modere su ritmo. En igual sentido, las restricciones de oferta registradas en algunas cadenas de comercialización, además de la incertidumbre cambiaria -no sólo sobre el precio del dólar oficial, sino también sobre el acceso al mercado de cambios-, presionaron a la inflación en los últimos meses. En este marco, el endurecimiento de los controles a las importaciones y a la compra de dólares para la producción frenaría la recuperación de algunas de estas actividades, tal el caso de la electrónica.

Por su parte, la construcción se perfila como otro de los motores de la recuperación. Si bien la demanda de insumos del sector concluyó 2020 con una caída de casi 20%, durante los últimos meses ha mostrado una clara recuperación en “V” que le permitió superar con creces los niveles pre-pandemia. Además de esta dinámica, las menores restricciones a la actividad permitirán que una mayor cantidad de compañías reanuden paulatinamente sus obras en un contexto en que el costo de construcción al tipo de cambio financiero mantiene un gran atractivo. A la vez, se sumará el impulso de políticas públicas como el Pro.Cre.Ar., y la obra pública jugará a favor: esperamos que los gastos en capital crezcan en torno al 50% en términos reales en 2021. Finalmente, avanza en el Congreso la iniciativa oficial tendiente a promover las inversiones en el sector mediante incentivos fiscales y blanqueo de capitales.

No obstante, la demora en las aprobaciones de proyectos de obra producto de las limitaciones que impone la pandemia y la cuarentena, el golpeado nivel del salario real y el complicado acceso al crédito hipotecario seguirán operando como trabas para que la demanda se recupere de manera sostenida.

Por último, la industria automotriz también estará entre los sectores favorecidos. Por un lado, porque crecerá la participación de la producción local en los patentamientos frente a la recuperación de la demanda doméstica en un contexto de restricciones a las compras externas y de dólares oficiales. En sentido contrario, es probable que se reduzca la oferta importada de unidades de alta gama por un endurecimiento en la política comercial. En segundo lugar, esperamos un repunte en las ventas al exterior a partir de eliminación de las retenciones para las exportaciones que superen los niveles de 2020 y el mayor dinamismo del mercado brasilero.

Sectores con realidades dispares

La agroindustria se enfrentará a dos efectos contrapuestos en 2021. En 2020, los principales cuatro cultivos (trigo, girasol, soja y maíz) sufrieron una merma de 3,7% en la producción, en tanto que la campaña en curso augura una nueva caída en la cosecha (-8%) debido a los efectos de la prolongación de la escasez de precipitaciones sobre las intenciones de siembra y los rendimientos. Sin embargo, las lluvias registradas en enero y febrero parecen ponerles un piso a los rendimientos, evitando una sequía de la gravedad de la de 2018. Además, desde hace meses los precios internacionales de las commodities agrícolas repuntaron considerablemente. De hecho, estimamos que la valorización de la cosecha de los principales cultivos subirá casi 15% este año, permitiendo incrementar el valor y la rentabilidad de los productores menos afectados por la seca. En un contexto de restricciones cambiarias y mejores condiciones de financiamiento, la mejora en los ingresos sostendría elevada la demanda de maquinaria agrícola, aunque no ocurrirá lo mismo con el transporte de carga, golpeado por los menores volúmenes de la cosecha.

La producción de petróleo (-5,3%) y gas (-8,6%) se vio seriamente afectada en 2020 producto del desplome del precio internacional, las restricciones a la circulación y la menor actividad. Misma suerte corrieron las ventas de naftas (-27%) y gasoil (-11%). No obstante, el panorama actual luce más favorable. Por empezar, la cotización mundial del crudo siguió mejorando empujada por la reactivación de la economía global: el Brent alcanzó USD 60 por barril, volviendo a los precios de comienzos de 2020. Además, se recuperó el ánimo inversor: la actividad del fracking en Vaca Muerta en el primer mes del año fue las más elevada desde agosto 2019. Este repunte responde, en parte, a la demorada puesta en marcha del nuevo “Plan Gas”, esquema que intenta apuntalar la rentabilidad del sector asegurando precios mínimos a los productores. En esta línea, YPF anunció su intención de duplicar este año la producción de gas no convencional. De todas formas, aun mediando un repunte en la demanda de hidrocarburos por la mayor actividad económica y los nuevos incentivos, la extensión de las restricciones al transporte y una menor movilidad general de la población impedirá recuperar los niveles pre-pandemia.

Dentro de la industria la heterogeneidad seguirá siendo la norma. Esperamos que actividades fabriles asociadas al cuidado personal y la limpieza, laboratorios, petro y agroquímicos y madera consoliden la expansión de los últimos meses de 2020. Asimismo, la evolución favorable en la producción de durables, la construcción y el agro traccionarán la actividad de diversos encadenamientos fabriles, destacándose la siderurgia, metalmecánica, plásticos y minerales no metálicos. Por otra parte, actividades proveedoras del sector hidrocarburífero, como refinación y confección de tubos de acero, mostrarán un mejor desempeño, aunque todavía por debajo del promedio, al tiempo que la producción de alimentos sufrirá los menores volúmenes de molienda.

Sectores que no se recuperarán del impacto de la pandemia

Los sectores más castigados en la era COVID-19, turismo, gastronomía, entretenimiento, cultura y servicios personales seguirán operando por debajo de la pre-pandemia, incluso cuando la vacuna llegué masivamente a la población y las restricciones se relajen sensiblemente. En este sentido, es probable que la recuperación total en estos servicios no se observe hasta, por lo menos, 2022.

En contraste con lo esperado para el consumo durable más arriba, las perspectivas para el consumo masivo son desfavorables. Dejando bien atrás el boom de los primeros meses del aislamiento generado por la incertidumbre y los temores de un potencial desabastecimiento, las ventas en estos canales han pasado a terreno negativo en términos interanuales o, en el mejor de los casos, se estancaron. Esta dinámica obedeció a la ampliación del menú de gastos de las familias tras la salida de la cuarentena en un contexto de fuerte deterioro del poder de compra (caída del salario real acompañado de destrucción de puestos de trabajo).

Finalmente, otros bienes de consumo semi-durables, como indumentaria, textil y calzado, tampoco lograrán despegar significativamente. En 2021, la suerte de estos segmentos seguirá condicionada por las posibilidades de recuperación del ingreso real, la normalización de los protocolos de venta al público y la menor cantidad de reuniones sociales en relación con la pre-pandemia: la gente no renueva el guardarropa para estar de entrecasa.