El acuerdo con el FMI alumbra el primer gesto de liderazgo del presidente, pero la crisis en el Frente de Todos deteriora la gobernabilidad

El acuerdo con el FMI expuso una fisura profunda dentro del oficialismo  

Desde el comienzo de este ciclo se sabía que el principal escollo que enfrentaba la coalición gobernante era renegociar la deuda con el FMI para reprogramar los vencimientos imposibles de afrontar por la Argentina. La pandemia y las elecciones funcionaron como excusas para postergar el acuerdo. Pero con la pandemia en retiro y con las elecciones atrás, el Gobierno se zambulló en la negociación y la tensión político-interna dentro del oficialismo afloró de la mano de las dificultades que fue encontrando el Gobierno para lograr los objetivos que se había planteado para la discusión: más plazos, menos intereses, un esfuerzo fiscal menos exigente, etc.  

Con reservas escasas y negociando en condiciones de extrema debilidad, el principio de acuerdo que finalmente se alcanzó estuvo lejos del que se buscaba, y eso detonó las diferencias internas dentro del oficialismo por la estrategia y los resultados de la negociación. De hecho, así lo planteó Máximo Kirchner en su renuncia a la presidencia del bloque días después de que se anunciara el acuerdo, marcando un nivel de fisura dentro del oficialismo hasta aquí nunca visto, ya que no se acompaña la principal decisión que ha tomado Alberto Fernández en su ciclo. 

Para analizar la reacción de Máximo Kirchner, se podría apelar a la distinción que Max Webber hacía de las éticas que guían la conducta de los políticos, y entender que Máximo está actuando bajo la ética de la convicción y el presidente bajo la ética de la responsabilidad. Pero ese análisis no sería justo con la dimensión política del asunto que muestra que entre Alberto Fernández y el kirchnerismo se ha venido cavando una zanja profunda de diferencias que pudieran haber llegado a un nivel irreversible. Se vuelve difícil pensar que esta alianza pueda continuar, en los mismos términos que la conocimos.  

En realidad, la decisión de Alberto Fernández (acordar con el FMI) y la decisión de Máximo Kirchner (renunciar a la presidencia del bloque) conviene analizarlas bajo la ética de la conveniencia. Los dos parecieran responder a su propio sistema de incentivo, y lógicamente a su percepción relativa de los hechos y sus condicionantes. Bajo esa perspectiva, lo sucedido tiene lógica. 

La diferencia sobre la cuestión de fondo (el acuerdo alcanzado con el FMI), no solo expone una fisura profunda dentro del oficialismo, sino que marca un antes y un después para la dinámica interna dentro del Frente de Todos. El presidente ha decidido avanzar por fuera del tutelaje kirchnerista sobre su gestión, y ello le planteará desafíos enfornes a la hora de implementar el programa que finalmente se acuerde, porque un sector interno del oficialismo estará presto a cuestionar o criticar las consecuencias negativas del programa y ello agiganta el riesgo político.  

Por otro lado, la novedad de tener un presidente que decide tomar con más determinación el volante del automóvil (el que decido soy yo, dijo sobre el acuerdo), algo que pudiera ser positivo frente a las dificultades que esta coalición ha mostrado a la hora de tomar decisiones; se produce en el mismo momento en que, por la fisura oficialista, se debilitan las condiciones de gobernabilidad. El liderazgo presidencial emerge cuando la coalición se debilita por sus diferencias internas. 

El 2022 comienza con caídas en los niveles de optimismo sobre el futuro

Como habitualmente sucede, las expectativas de la opinión pública sobre el futuro económico del país y el futuro económico personal suelen sufrir caídas en los comienzos de año. El 2022 no fue la excepción, ya que comenzó con caídas en los niveles de optimismo, con el pesimismo aún elevado. 

Las expectativas sobre el futuro económico del país registran este mes un nivel de pesimismo del 61,2%, mientras que solo un 20,5% cree que la situación del país mejorará. 

En cuanto a las expectativas por el futuro económico personal, un 47,8% cree que su situación empeorará en ese mismo lapso, contra apenas un 20,1% que se muestra optimista y cree que la misma mejorará. 

El pesimismo pudiera estar siendo impulsado por la ola de COVID que azota al país este mes.

A su vez, las preocupaciones ciudadanas reflejan de manera clara la actual situación del Gobierno: la preocupación por la inflación, se ubicó este mes en 45,6%. La aceleración inflacionaria impactó profundamente en la ciudadanía y prácticamente uno de cada dos encuestados por Synopsis afirma que es su principal preocupación.

En cuanto al resto de las preocupaciones, la preocupación por la corrupción este mes se ubicó nuevamente por encima del 30%. La variable desempleo queda tercera, en torno al 6%. De este modo, las preocupaciones económicas siguen estando por encima del 50%. 

En cuanto a la preocupación por la salud, se refleja un aumento considerable en la misma, teniendo en cuenta que, en noviembre, la preocupación por esta variable tendía a 0. Este mes se ubicó cuarta, con aproximadamente 5% de las menciones. 

Vuelve a resaltar este mes que, dentro de los votantes que acompañaron al Frente de Todos en las últimas elecciones legislativas, la preocupación es mucho mayor que en el total de la muestra: este mes, entre quienes votaron al FdT en las últimas elecciones, un 59% afirma que su principal preocupación es la inflación, 13,4p.p. por encima del total. 

Casi todos los principales acuerdos vienen corriendo arriba de la inflación

Los acuerdos salariales del 2021 cierran el año en buena forma, a pesar de la aceleración inflacionaria que se evidenció a lo largo de todo el año. La idea de todos los acuerdos era llegar en buena forma para el mes de noviembre, la fecha electoral, pero aún así están cerrando diciembre con sus acuerdos corriendo por encima de la inflación.

Claro está que cada acuerdo tiene su timming y su situación particular. Un caso interesante es el de Comercio que ha venido corriendo en desventaja contra la inflación y que espera su revisión en enero. El 9% recibido en noviembre les permitió reponerse, pero en enero estarán nuevamente corriendo por debajo de la inflación.

Bancarios, que inicia su paritaria el primer mes del año, está cerrando el 2021 casi en línea con la inflación. Si el aumento de precios de diciembre se acerca al 4%, posiblemente termine ligeramente por debajo de la inflación acumulada, pero contabilizando el bono por el día del bancario la cuenta le dará positiva.

Gastronómicos es el gremio más golpeado precisamente porque la actividad fue de las más golpeada por la pandemia. Todavía vienen corriendo por debajo de la inflación, ya que hubo una recomposición salarial del 2020, pero todavía poco para la paritaria de este año. Tendrán varias cuotas de aumento en el primer semestre del 2022.

Dos rubros que tuvieron continuidad en sus actividades durante la pandemia (Sanidad y Alimentación), y que están conducidos por los hermanos Daer, vienen mostrando una recuperación muy profunda del poder adquisitivo. Habrá que ver cómo terminan hacia el final del acuerdo, pero van camino a estar por encima de la inflación.

Por su parte, Camioneros, que tiene su acuerdo paritario a mitad de año, tuvo la oportunidad de iniciar negociaciones con la pauta oficial del 30% ya superada. Eso permitió negociar un acuerdo más acorde a la inflación prevista para el año. Igualmente, tendrá su revisión en febrero por si la inflación de diciembre-enero está por encima de lo previsto.

El reforzado bicoalicionismo obliga a todos a convivir con las diferencias

El escrutinio definitivo de las elecciones generales del 14 de noviembre le puso forma final a un resultado electoral adverso para el oficialismo, una cosecha que si la comparamos con los votos que convirtieron a Fernández en presidente en octubre del 2019, representa casi un 40% menos (casi 5.000.000 millones de votos menos). Es cierto que en una elección legislativa, partidos aliados como el Frente Renovador de Misiones (Oscar Ahuad) o Chubut Somos Todos (Mariano Arcioni), fueron por su cuenta, pero aún con ellos, el oficialismo no hubiese llegado a juntar el 35%.

Pero más allá de las implicancias para el oficialismo o para la oposición, el resultado confirma el formato bicoalicional en el que está organizada la escena política, ya que las dos principales coaliciones reunieron más del 75% de los votos. Ello define las competitividades de cara a 2023, pero también le pone marcos a la dinámica política hacia la elección presidencial, ya que al consolidarse el formato bimodal, se vuelve complejo que se genere un tercer modo. Como si la inercia bipartidista operara con fuerza para impedir una mayor fragmentación de la oferta electoral.

Ello sucede porque las dos principales coaliciones están ancladas en una base de apoyos muy sólida y refractarias entre sí, que les imprime mucha estabilidad. Esos dos núcleos duros de apoyos (el kirchnerismo y el antikirchnerismo), que reúnen entre un 25%-30% de los apoyos, resultan ser mayoritarios en cada una de la coalición, lo que impide que ambos espacios, que se repelen, modifiquen su naturaleza. Es decir, ejercen una especie de fuerza gravitacional que impide que pequeñas escisiones se alejen de la coalición y le da estabilidad a la competencia.

La estabilidad del formato la dan dos factores: 1) la autodefensa de los núcleos duros, es decir, como lo primero que buscan es imponerse al otro, los núcleos duros tienen la flexibilidad para regular su intransigencia (Cristina cediendo el primer lugar a Alberto Fernández o Macri acomodándose a un liderazgo colectivo luego de su derrota en 2019); 2) la imposibilidad de conformar un tercer modo competitivo, es decir, fuera de los núcleos duros hay electorado para conformar terceras alternativas, pero ese electorado es heterogéneo y no es un electorado políticamente activado (militante) lo que lo hace susceptible de ser centrifugado por la polarización entre los dos núcleos duros. Ambos factores operan para hacer de la grieta (la polarización entre los dos núcleos duros de votantes antagónicos), un mecanismo estabilizador del formato de competencia y organizacional de la dinámica política.

No hay nada fuera de la grieta, no hay a donde ir mientras los dos núcleos duros sigan coexistiendo. Ello favorece la conformación de coaliciones heterogéneas que muestran disiden cias internas pero que se muestran relativamente estables en su dinámica. Por ello, afirmamos que a pesar de que es motivo de discusión, por su rol en la imposibilidad de alcanzar acuerdos y políticas de estado que estabilicen el rumbo, la grieta cumple un rol estabilizador de la competencia política y de la organización del debate público. Quizá por ello el sistema político toleró mejor la crisis de lo que toleró la crisis de 2001 el sistema bipartidista de entonces.

La CGT decidida a apuntalar el liderazgo de Alberto Fernández en defensa propia

Finalmente, el Congreso de la CGT eligió nuevamente un triunvirato para integrar la Secretaría General de la entidad, que estará conformado por: el Secretario General del gremio de la Sanidad, Héctor Daer, el Secretario General Adjunto del gremio de Camioneros, Pablo Moyano, y el Secretario General de Estacioneros, Carlos Acuña. Este último logró revalidar su lugar en la conducción cegetista por encima del titular de la Unión Obrera Metalúrgica, Antonio Caló, quien aspiraba a meterse en el triunvirato en representación de la industria, pero que fuera relegado por el resto de los dirigentes gremiales.

Pero más allá de la renovación de autoridades, que ratificó la reunificación de vertientes antes disgregadas del movimiento obrero en una sola unidad, el dato político de las últimas semanas es el fuerte alineamiento que ha venido mostrando la central sindical detrás del liderazgo de Alberto Fernández. Una definición que debe entenderse en el marco de las tensiones que atraviesan la Coalición oficialista entre los sectores leales a Cristina Kirchner y el resto del peronismo. La CGT parece estar dejando en claro, cada vez más y en cada paso que da, que en esa disputa se alinea decididamente detrás de la figura del Presidente.

Ese alineamiento tiene como contraprestación, obviamente efectividades conducentes por parte del Presidente. Las señales de trato preferencial que les ha dispensado Alberto Fernández vienen en consecuencia al apoyo recibido, sobre todo en el acto de “festejo” del “triunfo electoral” del miércoles 17 de noviembre: obra social, paritarias y mayor protagonismo político.

Más allá de las efectividades conducentes (gestos, apoyos y recursos), al apuntalamiento del liderazgo presidencial por parte de la CGT suena también a un gesto en defensa propia en dos sentidos: 1) para evitar que el Frente de Todos naufrague, facilite el regreso de la oposición al poder, perjudicando a todos los que lo vinieron apoyando; 2) para evitar un mayor protagonismo de Cristina Kirchner, Máximo Kirchner y La Cámpora, quienes no han ahorrado críticas públicas a los principales dirigentes sindicales, marcando una distancia que no ha podio recomponerse.

Cae la imagen negativa de Alberto Fernandez, pero no logra recuperar la positiva

La imagen del presidente viene mostrando una dinámica particular desde el pico de deterioro que se registró en agosto, con 70,7% de imagen negativa, como consecuencia del “Olivosgate”. En noviembre la imagen negativa muestra una caída de más de 6 p.p. respecto de aquel 70%. Sin embargo, esa mejora no se verifica también en el otro plano de la composición de imagen, ya que la imagen positiva se sigue manteniendo en torno al 25% sin mostrar señales de recuperación.

En cuanto a la imagen de Cristina Fernández de Kirchner, se observan tendencias similares. La vicepresidenta presenta un diferencial de imagen más favorable que el presidente, ya que tiene 3 p.p. más de imagen positiva y a su vez 3 p.p. menos de imagen negativa. Actualmente, la imagen positiva de la vicepresidenta se ubica en torno al 27% y la negativa en torno al 61%. La novedad registrada en noviembre es una caída de 8 p.p. en los últimos 2 meses, desde el valor de septiembre. Una caída que se da en un contexto en donde también cayó la imagen negativa del Gobierno y la del propio presidente, ya que las variables se encuentran volviendo a la media luego de la disparada al alza en agosto, momento en que se conoció el escándalo de la foto de Olivos y el resultado de las PASO.

En síntesis, al analizar cuántos simpatizantes comparten Alberto Fernández y Cristina Kirchner y cuantos son propios, llegamos al mismo diagnóstico de septiembre: el presidente ya no tiene simpatizantes propios (apenas un 1,6%), mientras que la vicepresidenta tiene un 4,4% de simpatizantes propios. El resto de los simpatizantes de ambos son comunes, los históricos simpatizantes de Cristina Kirchner, una clara señal del poco margen que ostenta la legitimidad presidencial.

 

*El presente artículo es un extracto del “Panorama Político” que elabora mensualmente Synopsis Consultores para clientes de Ecolatina suscriptos al Módulo Político.

Se evitó la catástrofe electoral, la dificultad para el Frente de Todos ahora será ponerse de acuerdo para gobernar

El resultado de la Elección General ratificó el sentido del voto que se había observado en las PASO del 12 de septiembre pasado. Hay un retroceso del caudal electoral del oficialismo que pone en duda su continuidad más allá de 2023. El Frente de Todos perdió en todo el país más de 5 millones de los votos obtenidos en 2019 (casi un 40%). Y en la Provincia de Buenos Aires, más de 1,9 millones de los votos obtenidos en la elección presidencial (más de un 35%).

La traducción de votos en bancas produce dos consecuencias en el Congreso: 1) el oficialismo pierde el quórum propio en el Senado y se queda con 35 bancas, al renovar solo 9 de las que ponía en juego; 2) el oficialismo conserva una situación similar a la que venía transitando en la Cámara de Diputados, tiene la primera minoría y se queda a unos 10 votos del quórum para hacer funcionar el cuerpo. En ambos casos, va a tener márgenes para acordar con sectores de la oposición que tendrán vocación negociadora. Es decir, no hay riesgo de parálisis legislativa. De hecho, hay conversaciones para conformar un eventual Interbloque Federal que podría estar integrado por los miembros del actual Interbloque Federal y por los legisladores del MPN de Neuquén, del Frente Renovador de Misiones y de Juntos Somos Río Negro.

Existía en la escena el riesgo de que el resultado pudiera ser aún más adverso que el de las PASO para el Frente de Todos, por el efecto carro del vencedor para la oposición, por las peleas en el oficialismo, por los problemas de gestión (inflación, inseguridad, dólar, etc.). Pero ello no aconteció, lo que le da al oficialismo argumentos para no buscar más cambios en el equipo de Gobierno que los producidos luego de las PASO, con lo dificultoso que le resulta a este Gobierno mover piezas y conservar los equilibrios internos de la coalición.

Evitar el precipicio (un resultado más adverso que el de las PASO) no le resuelve los problemas al oficialismo que tendrá que lograr consensos internos (algo que en los 2 primeros años de mandato no logró) para enfrentar los complejos desafíos económicos que hay por delante.

El resultado, sin ser más adverso que el de las PASO, deja igualmente debilitado al oficialismo. Los márgenes de gobernabilidad se achicaron, pero el Frente de Todos tendrá opciones para negociar la sanción de leyes. El desafío más complejo continúa siendo el económico, y la dificultad más grande para lograr resolverlo está dentro de la coalición (ponerse de acuerdo en las medidas correctas) y no por fuera (un bloqueo opositor).

 

*El presente artículo es un extracto del “Panorama Político” que elabora mensualmente Synopsis Consultores para clientes de Ecolatina suscriptos al Módulo Político.

En octubre, el promedio de acuerdos paritarios se ubicó cerca del 50%

A dos meses para el cierre del año, y con varios gremios que tuvieron que negociar revisiones de lo acordado originalmente, el proceso paritario viene mostrando una tendencia alcista de la mano del ritmo del IPC, luego de que la expectativa de 29% anual del Presupuesto 2021 quedara absolutamente obsoleto.

En los nueve meses de 2021, la inflación acumulada llegó al 37%, en un contexto donde la mayoría de los gremios perdió frente a la evolución de la inflación de 2020. Este año, y contra todo pronóstico, la mayoría de los gremios pudo acomodarse frente a esta aceleración inflacionaria, y algunos inclusive lograron recuperar puntos perdidos durante el año pasado.

Algunos gremios destacados que aún tienen la cláusula de revisión sin activar son los Ferroviarios y la UTA, gremios grandes que además están fuertemente atados a los subsidios estatales. Ambos deberán renegociar su acuerdo antes de diciembre. En los primeros meses de 2022 habrá mucha actividad en términos de revisiones, comenzando con el gremio de Comercio.

En octubre, el mes en donde mayor cantidad de cláusulas de revisión fueron activadas, -por lo menos hasta el momento-, muchos gremios lograron sellar aumentos que, anualizados, se acercan muchísimo al 50%, cifra similar a la inflación interanual (apenas por debajo), pero que, a su vez, debería estar por encima de la inflación acumulada que se verá en 2021 (apenas por debajo del 50%, según estimaciones privadas).

De hecho, este mes la rama indumentaria textil firmó revisiones que llevan su acuerdo cerca del 55% anual, los plásticos firmaron en torno al 53%, la UOM reabrió su acuerdo para llevarlo apenas por encima del 50%, AOMA revisó en torno al 48%, y Satsaid, el único gremio que este mes firmó su paritaria anual para 2022, firmó en 45% pero con revisiones a mediados del año próximo.

En síntesis, luego de un 2021 que comenzó con muchísima incertidumbre, los denominados grandes gremios están muy cerca de lograr finalizar el año con los aumentos paritarios por encima de la evolución de la inflación y recuperar así cierto poder de compra.

 

*El presente artículo es un extracto del “Panorama Político” que elabora mensualmente Synopsis Consultores para clientes de Ecolatina suscriptos al Módulo Político.

El PJ disidente será clave para que el oficialismo pueda sancionar leyes

El resultado de las PASO arrojó certidumbre respecto de la imposibilidad del oficialismo de tomar control de la Cámara baja y de conservar el quórum en el Senado. Lo que resta definir es cuántos votos le hará falta al Frente de Todos, en Diputados y en el Senado, para poder sancionar leyes.

Si proyectamos los resultados de las PASO, al oficialismo le faltarían 12 votos en Diputados y 2 votos en Senadores. La pérdida del Senado podría ser la menos preocupante, ya que hay senadores disponibles para negociar esos votos y poder sancionar sus proyectos de ley. El problema se vuelve difícil de sortear en Diputados, donde todo pareciera indicar que el oficialismo necesitará negociar el apoyo del interbloque Federal, integrado por diputados que responden a Juan Schiaretti y los diputados lavagnistas.

El Interbloque Federal quedaría conformado por 8 diputados integrados por: 4 diputados de Córdoba, 2 diputados lavagnistas, y 2 diputados santafecinos vinculados al socialismo. De estos 8 diputados, el oficialismo tendrá que conseguir los votos que le falten, más allá de los propios (117 según la proyección de las PASO), y más allá de los 8 votos que podrá negociar de diputados que representan fuerzas provinciales (MPN, Frente Renovador de Misiones y otros).

Sin embargo, no es claro lo que sucederá en los bloques del medio. El diputado por Santa Fe que provenga del socialismo dependerá de que dicho espacio no pierda mucho más caudal entre PASO y General. También podría ocurrir que Hacemos por Córdoba (Schiaretti) logre mejorar su caudal y llevarse una banca más producto de la caída del caudal del Frente de Todos. También podría suceder que Florencio Randazzo supere el 3% de los votos válidos y pueda acceder al Congreso.

En el resto de la composición, el oficialismo no podrá encontrar demasiado para negociar. De los 4 diputados que podrían ingresar por la izquierda (2 por PBA, 1 por CABA y otro por Jujuy), el oficialismo no tendrá posibilidad de sumar votos para aprobar iniciativas. La Izquierda suele abstenerse y votar en contra de todas las iniciativas de los oficialismos.

Tampoco podría aspirar a recibir apoyo de los sectores libertarios o de derecha. Podrían ingresar 4 diputados (2 por PBA y 2 por CABA) y no habría que esperar que esos 4 diputados pudieran contribuir con apoyos a iniciativas del oficialismo. Por ello las chances se reducen a los 16 diputados del Interbloque Federal y de fuerzas provinciales.

 

*El presente artículo es un extracto del “Panorama Político” que elabora mensualmente Synopsis Consultores para clientes de Ecolatina suscriptos al Módulo Político.

Los riesgos de perder centralidad en la conducción del proceso político

El escrutinio definitivo de las elecciones Primarias del 12 de septiembre le puso forma final a un resultado tremendamente adverso para el oficialismo. Sin contar los votos de partidos aliados como el Frente Renovador de Misiones (Oscar Ahuad) o Chubut Somos Todos (Mariano Arcioni), el Frente de Todos recogió menos de 1 de cada 3 votos afirmativos y apenas algo más del 20% de los votos de todos los empadronados. Una cosecha que, si la comparamos con los votos que convirtieron a Fernández en presidente en octubre del 2019, representa un 45% menos de los casi 13 millones de votos de la elección presidencial, o dicho nominalmente, unos 5.875.000 votos menos que los obtenidos dos años atrás. Por ello no hay que detenerse en los porcentajes (32,5% sobre afirmativos), porque la cantidad de gente que efectivamente votó fue menor.

El resultado electoral, de confirmarse en noviembre, afectará las condiciones de gobernabilidad de este ciclo, ya que el oficialismo perdería el quórum en el Senado y retrocedería algunas bancas en diputados, con lo que se vería obligado a negociar más apoyo opositor para sancionar leyes. Pero quizá no es tanto la Gobernabilidad externa (la capacidad de implementar decisiones la que preocupa de observar la dinámica, sino que lo que genera incertidumbre es ver descompuesto el proceso de toma de decisión interna de la coalición por pérdida de centralidad del presidente), sino la Gobernabilidad interna. El problema para esta coalición no ha sido ejecutar una decisión, sino que el problema ha sido tomar una decisión. Un problema que surge por la falta de centralidad del presidente en la conducción del proceso político, y que obedece a la naturaleza extraña de la coalición que tiene a un presidente sin votos, sin territorio y ahora sin popularidad.

Si repasamos lo que ha sucedido en el último año, el comienzo mostró a un presidente tomando decisiones costosas como la suspensión de la ley de movilidad jubilatoria. Evidenciando que se tenía registro de la necesidad de corregir los desequilibrios macroeconómicos. Pero la pandemia puso al Gobierno a conducir la política económica con más criterio político que económico.

El susto del dólar informal a $200 de octubre hizo corregir el criterio que la coalición se había impuesto para definir la política económica durante la pandemia. Sin embargo, a fines del 2020, la vicepresidenta comenzó a intentar imponer una lógica más política en la política económica sugiriendo la necesidad de alinear precios, tarifas, salarios e inflación. Su visión crítica de la política económica austera del ministro Guzmán quedó explicitada en la carta del jueves 16 de septiembre, cuatro días después de la derrota electoral, y allí volvió a surgir la presión del sector más poderoso de la coalición gobernante en conducir la política económica, atendiendo las necesidades políticas (que son las necesidades sociales de la gente) más que las propias necesidades económicas (ordenamiento de las cuentas fiscales).

A lo largo de este periplo, hemos visto a un Gobierno ir zigzagueando de una política económica más racional a una más de sesgo populista. Pero lo que seguro ha sucedido es que se ha perdido centralidad en el proceso de toma de decisión y eso afecta peligrosamente la capacidad que la coalición tenga de tomar decisiones en un contexto económica delicado, que es justo cuando se requiere mayor centralidad en la conducción política de la gestión de crisis.