Crece Milei mientras sube la tensión al interior de las dos principales coaliciones

El enojo profundo de la opinión pública con la situación actual del país, y que ese enojo esté mayoritariamente dirigido hacia la clase política, no es el mejor contexto para desplegar, de manera visible, discusiones internas respecto de quién debe encabezar la oferta electoral de las principales coaliciones. Algo de eso pareciera estar pasando en el espacio de Juntos por el Cambio. Los cuestionamientos del sector más combativo respecto del sector más dialoguista paradójicamente están produciendo el efecto inverso al deseado: el voto halcón migra hacia Javier Milei, quien sigue creciendo y se acerca a un nivel de apoyo de 25% de intención de voto.

En la medida en que no haya una acción orientada a desautorizar a Javier Milei como opción de parte de los sectores más combativos de Juntos por el Cambio, la migración hacia Milei seguirá estando legitimada y será difícil que ese proceso se revierta. Ello permite que sectores moderados de Juntos por el Cambio tengan perspectiva de poder imponer un candidato moderado en la interna, pero en niveles de competitividad más bajos.

Por su parte, el oficialismo sostiene niveles superiores al 30% por la multiplicidad de ofertas oficialistas que se introducen en la disputa. De hecho, al retirar a Cristina Kirchner de las opciones, la combinación de intención de voto de los candidatos del oficialismo también cae por debajo del 30%. 

En este contexto de inflación de candidatos, una forma de resumir el asunto sería identificando dos concentraciones de apoyos fuertes en los extremos (CFK y Milei), y un centro muy disperso que deberá encontrar el candidato que lo concentre y pueda aprovechar las ventajas competitivas de estar en ese lugar. 

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La dispersión del voto oficialista frente a la ausencia de CFK como candidata

El oficialismo enfrenta dos problemas centrales de cara a la elección presidencial. El primero es la falta de definición respecto de quién será su candidato. Hay aspirantes (Alberto Fernández, Daniel Scioli) pero ninguno de ellos tiene el consenso de la coalición, son aspirantes que se ofrecen no que se desean. Y esta falta de definición está asociada al segundo problema que enfrenta el oficialismo, que es no se saber para qué es la candidatura: si para pelear la elección, para perderla honrosamente o para perderla escandalosamente. 

Esa información la proveerá la economía y aún no se dispone de ella por la gran incertidumbre que hay respecto de lo que pueda ocurrir en los próximos meses en materia de inflación, dólar, reservas, etc. Y es una información clave para terminar definir el sistema de incentivos de los actores: si no se sabe qué chances se tiene, no se sabe qué se está arriesgando, y esto inhibe aún las aspiraciones de los que pueden ser candidatos y sí tiene capital político por arriesgar (Cristina Kirchner o Sergio Massa por poner un ejemplo). 

Está claro que quién más apoyo propio junta es Cristina Kirchner, pero es paradójicamente la peor opción para sumar apoyos ajenos, nuevos votantes. Su competitividad limitada es lo que nos viene llevando a pensar que ella no será candidata (tiene mucho por perder al afrontar una derrota). El tema es que si ella se baja, los apoyos de ella se dispersan entre varios candidatos, incluso el propio Alberto Fernández.

De la dispersión surgen dos datos interesantes:  1) es cierto que Axel Kicillof es el candidato que mejor recoge los apoyos que deja sueltos la ausencia de Cristina Kirchner candidata, pero a la vez no es una recolección mayoritaria de esos apoyos, apenas un poco más de un tercio de ellos, lo que marca que hay cierta dispersión de esos apoyos, más allá de las figuras identificadas con su liderazgo; y 2) algo que tiene que ver con lo anterior, no hay una predisposición mayoritaria de responder orgánicamente a lo que Cristina Kirchner pida hacer en materia de orientación del voto, casi el 50% de sus votantes responde que si ella pide votar por tal o cual candidato lo harían, pero dependiendo de qué candidato se trate. 

Esto segundo se vuelve central para entender que en el oficialismo también hay un desafío de agregación de votos. No será fácil juntar todos los apoyos detrás de un candidato, aun siendo este un candidato de consenso. Por ello, a pesar de que no sea la estrategia deseada por el kirchnerismo, la idea de unas PASO pareciera ser la más conveniente para este caso. Sobre todo con el mal antecedente de Alberto Fernández siendo elegido por Cristina en 2019 y cuyos resultados no fueron los deseados por los votantes del Frente de Todos. 

Pero, así como sostenemos que, considerando estas circunstancias, las PASO parecen una opción conveniente para el oficialismo, también reforzamos la percepción de que no hay consenso en el oficialismo de abrir la discusión a unas PASO. El peronismo nunca utilizó las PASO para seleccionar su oferta presidencial, y pareciera que nos encaminamos a ratificar los antecedentes en este 2023. Solo falta:  1) convencer a Alberto Fernández que decline su candidatura, 2) terminar de saber qué condiciones económicas habrá para advertir si va a haber riesgo de una catástrofe electoral, y 3) finalmente terminar de ponerse de acuerdo en quién puede garantizar la mejor performance,  aun siendo que el escenario para el oficialismo se presenta muy adverso.

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Pesimismo en el universo sindical sobre el futuro electoral del Gobierno

El sindicalismo en argentina no solo ejerce un rol de representación en las relaciones laborales, sino que es parte integrante de uno de los espacios que protagonizan el proceso político: el peronismo. Como parte integrante de ese espacio, participó de la reunión que se resolvió llevar adelante dentro del Frente de Todos para resolver la estrategia electoral del oficialismo. Pero, así como participó de este instrumento novedoso (Mesa Política) de discusión de la estrategia electoral de un espacio con muchas diferencias, su participación lo lleno de pesimismo respecto del futuro electoral del oficialismo. No solo por la falta de consenso que se vio reflejado en la reunión, sino por la falta de candidatos atractivos que quedó evidenciada en la misma y que anticipan un escenario electoral adverso por delante.

La habitual ambición del sindicalismo de poder colocar dirigentes gremiales en las listas de candidatos hoy choca con las estrecheces que ofrece el escenario electoral. En la medida en que el oficialismo tenga menor caudal electoral, las posibilidades de colocar candidatos serán menores, y todo el aco sindical es consciente de esa limitación. Pero ello no evita que cada uno intente alcanzar el objetivo del modo que crea más conveniente. Algo de eso se vio en las últimas semanas con dos muestras más de que en el universo sindical hay dos perfiles políticos bien diferenciados:

o El Sindicalismo más kirchnerista: corriente integrada por dirigentes como Hugo Yasky (CTA), Sergio Palazzo (Bancarios) o Abel Furlán (UOM) que empieza a plegarse al objetivo de hacer fuerza para retener la Provincia de Buenos Aires para el peronismo. Con ese ánimo tuvieron una reunión en la sede de la Federación Gráfica, donde hablaron de temas sindicales, pero también de temas políticos. En esta corriente, como le sucede al kirchnerismo, el foco pareciera estar en la Provincia de Buenos Aires.

o El Sindicalismo más peronista: corriente integrado por los dirigentes más importante de la CGT, entre ellos Héctor Daer (Sanidad), Carlos Acuña (Estacioneros) y José Luis Lingeri (Obras Sanitarias), quienes se reunieron en Mar del Plata con el dirigente sindical Luis Barrionuevo, que siempre transita
un camino autónomo dentro del ámbito sindical, pero que en este caso parece plegado al intento de abrazar a algún candidato peronista que pueda hacer el mejor desempeño en un turno electoral difícil. Aquí el foco pareciera estar en todo el país, con la idea de abrazar y apoyar a todos los gobernadores
e intendentes que ofrezcan lugares para los miembros de este espacio sindical.

Quien estuvo ausente en estas tertulias fue Pablo Moyano. El dirigente camionero, que hoy pareciera moverse como líbero promoviendo la unidad, pareciera estar esperando que florezca un candidato y negociar su apoyo en virtud de los lugares que puedan ofrecer para la representación sindical.

Sin dudas, el candidato al que todos apostaban su entusiasmo era Sergio Massa. La expectativa que había generado el ministro de economía al estabilizar la situación crítica de julio del año pasado y el aparente éxito en materia de inflación que se observó en noviembre y diciembre de 2022 había entusiasmado a todo el aco sindical. Pero la inflación de comienzos de 2023 parece sacarlo de carrera. 

Hoy todos se resignan y evalúan en dónde depositar sus apoyos. Y si bien el corazón sindical siempre estará con un candidato peronista, con la incertidumbre y el riesgo de un escenario de derrota, no falta dirigente sindical que empiece a mirar las opciones opositoras para evaluar dirigir sus apoyos. Y allí no son pocos los que miran esas opciones, entre ellas la de Horacio Rodríguez Larreta. 

De fondo, la discusión paritaria que sigue para el Gobierno teniendo que estar anclada al 60%.

Mientras el proceso político transcurre, el proceso sindical sigue su curso y el Gobierno insiste en que el proceso paritario no se aleje de la pauta de referencia oficial de ver acuerdos en torno al 60% de aumento, en línea con la inflación proyectada en el Presupuesto 2023. La ministra de trabajo, Kelly Olmos, lo ratificó públicamente en estos días, apuntalando el pedido de que se pacten aumentos de 30% semestral con cláusulas de revisión para que no haya grandes desfasajes entre precios y salarios. 

El punto es que la inflación de enero (6%) y la que se proyecta para febrero (6%), va a dejar obsoleta esa pauta, y no está permitiendo que las expectativas confluyan en un sendero descendente de precios y salarios. Si bien se registró en febrero una baja en el promedio mensual de aumentos salariales producto de que algunos gremios respetaron esa pauta, otros acuerdos y revisiones no la están respetando y ello seguramente impedirá que la coordinación de expectativas tenga impacto en la baja de la inflación.

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Como en 2019, comienza a asomar un cambio de expectativas previo a la elección

Las expectativas suelen estar asociadas a los procesos políticos, si el clima de opinión del desempeño del gobierno de turno es predominantemente crítico, no debería asombrar que frente a la expectativa de un cambio de gobierno se observe una reversión de las expectativas sobre el futuro, que pasan de ser pesimistas a optimistas.

Eso mismo es lo que se empieza a verificar en los registros de expectativas en el comienzo del año electoral. Frente a la expectativa que emana del proceso electoral, y la sensación de que hay por delante un cambio de gobierno, las expectativas empiezan a revertirse, pasando de un pesimismo elevado a un pesimismo moderado. 

Esto coincide con el fenómeno que observamos en su momento en la previa a la elección 2019, cuando el pesimismo de entonces, tanto en relación al futuro del país como al futuro personal, se revirtieron hasta presentar un escenario, previo a las elecciones, de mayoritario optimismo.

Esta reversión se verifica más decididamente en materia de expectativas personales, las que han registrado en los últimos 6 meses un proceso de reversión que ha llevado el pesimismo en esa materia al nivel más bajo desde comienzos de 2020. La reversión no es tan pronunciada en materia del futuro del país, donde pareciera que el pesimismo se encuentra más consolidado.

Cuando uno establece la hipótesis de un eventual cambio de gobierno, las expectativas suelen mostrar mayoritario optimismo, tanto en materia del futuro del país como en materia personal, lo que permite ser visualizado como el factor explicativo de aquel fenómeno comenzado a verificarse en las expectativas sobre el futuro. En la medida que la sensación de alternancia política se consolide, posiblemente veremos una tendencia a la reversión del nivel de pesimismo que hemos venido viendo en estos últimos años.

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La renovación del Senado en 2023 no daría quórum

Uno de los aspectos más relevantes a observar del proceso electoral 2023 en argentina es si esta elección logrará desempatar un sistema político que ciertamente se muestra bloqueado por la paridad de fuerzas entre las dos principales coaliciones. El Senado es uno de esos lugares institucionales de toma de decisión que muestra donde se ve reflejada esa paridad, y que se logra sortear porque el oficialismo (35 senadores) cuenta con el apoyo circunstancial de senadores de fuerzas provinciales que logran desempatar el asunto. Lo cierto es que el Senado renovará un tercio de sus bancas este año, pero de un análisis de los escenarios en las 8 provincias donde se renovarán bancas, surge que no será fácil que la elección 2023 logre desempatar el asunto y entregarle a alguna fuerza el quórum para tener la llave de funcionamiento de la cámara alta.

Las dos principales fuerzas políticas ponen en juego 11 bancas cada una, mientras que hay dos bancas pertenecientes a legisladores de fuerzas provinciales que también se ponen bajo disputa. Esas 24 bancas muy probablemente se repartan en casi su totalidad entre el Frente de Todos y Juntos por el Cambio, con la posibilidad de que el Frente Renovador de Misiones (fuerza provincial que se ha mantenido aliada del oficialismo pero que ante un cambio de gobierno podría mostrarse dispuesta a negociar leyes a cambio de beneficios), se lleve las dos bancas por la mayoría en su provincia, donde se encamina a retener el poder.

Hay algunas bancas que permanecen bajo disputa, porque no está claro quién se impondrá finalmente en la elección en octubre en esas provincias. Hoy proyectamos que las dos principales fuerzas tendrían 9 bancas aseguradas, y se disputan otras 4 bancas. Dependiendo del resultado de esa disputa, es que quedará configurada la relación de fuerza en la cámara, por lo menos en los términos que hoy están organizados.

El Frente de Todos tiene una ventaja, ya que pone las mismas 11 bancas en juego que Juntos por el Cambio, pero tiene 2 bancas más. Ello le ofrece mejores chances para lograr alcanzar el quórum. Juntos por el Cambio debería lograr 15 de las 24 bancas bajo disputa para alcanzar el número mágico: 37 bancas para el quórum. Ello significa que necesitaría ganar en 7 de las 8 provincias donde se ponen bancas de senadores en juego.

La importancia de los realineamientos posteriores a la elección

Pero la configuración final de poder en el Senado no se terminará de producir sino hacia comienzos de 2024 cuando, sabido quien detenta el poder, los senadores provinciales evalúen su mejor estrategia para aprovechar la necesidad del oficialismo emergente de sancionar leyes. Aun siendo que el Frente de Todos y Juntos por el Cambio pudieran no alcanzar el quórum, de mantenerse a menos de 4 bancas de ese objetivo, posiblemente haya senadores de fuerzas provinciales dispuestos a negociar la sanción de leyes.

De hecho, Alberto Weretilneck (Juntos Somos Río Negro) y Alejandra Vigo (Hacemos por Córdoba) seguirán en sus bancas y junto a las dos bancas que pudieran ganar el Frente Renovador de Misiones, habría 4 votos con predisposición de negociar la sanción de leyes con el oficialismo que salga elegido.

De modo que, si bien ninguna de las dos principales fuerzas tendría quórum, ello no impediría que el Senado funcione, como lo está haciendo ahora, donde el oficialismo no tiene demasiados inconvenientes para sacar leyes de ese recinto. El problema hoy para el oficialismo ocurre en Diputados, donde sí hay inconvenientes para construir la mayoría necesaria para sacar leyes, ya que entre los bloques minoritarios el oficialismo no logra juntar los votos necesarios para aprobar las iniciativas.

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La inflación no se desinfla y podría desinflar la candidatura de Sergio Massa

Si algo queda claro cuando uno mira la posibilidad que Sergio Massa sea el candidato del oficialismo en la elección presidencial, es que para el ministro de economía, esa condición hoy depende más que nada de la evolución de la inflación. Al punto que uno podría llegar a decir que el IPC para Massa es el “Índice de Probabilidad de Candidatura”: si el IPC (precios) baja el IPC (candidatura) sube. 

Pero en relación a la posibilidad de que Massa sea el candidato presidencial del Frente de Todos, estas últimas semanas ocurrió algo ligeramente distinto a lo que venía sucediendo desde que había asumido en la cartera económica: le comunicó a varios interlocutores (varios gobernadores entre ellos), que no sería candidato. Casi como si quisiera enfatizar ese mensaje en este momento. ¿Por qué? 

Quizá la respuesta está en el IPC (precios), no solo en el que viene sucediendo sino en el que sucederá en los próximos meses que ha desinflado un poco la posibilidad de que suba el IPC (candidatura). En un intento de domar las expectativas, Sergio Massa había prometido que en abril la inflación comenzaría con un 3. Dándole el mayor margen posible a su pronóstico, el peor escenario posible para ello sería una inflación de 3,9% en el cuarto mes del año. Sin embargo, ese pronóstico parece cada vez más difícil de cumplir:

 o En diciembre, el IPC mostró una ligera aceleración en relación al dato de noviembre, y los pronósticos de enero parecen anticipar que el primer mes del año electoral mostrará esa misma dinámica (el IPC GBA Ecolatina registró una inflación del 6,4% en enero).

o El Registro de Expectativas del Mercado (REM), que elabora el Banco Central, proyectó en enero para abril una mediana de pronósticos de 5,8% para el dato de inflación de ese mes. Casi 2 puntos por encima del pronóstico más pesimista de Massa (3,9%).

Si ese pronóstico se incumple (ese fue el brete en el que se metió Massa), será difícil, no solo que el oficialismo recupere competitividad electoral de manera consistente, sino que Massa pueda generar la expectativa ante la gente de que pueda tener éxito en el futuro en resolver lo que es la principal preocupación ciudadana. 

Es por ello que el pequeño retroceso en la desinflación que se está verificando en los registros del IPC (precios) pueden estar desinflando los registros del IPC (candidatura). Sobre todo porque si la desinflación de precios no ocurre, será difícil que ocurra la recuperación del poder adquisitivo de los salarios, la llave para impulsar el consumo y la percepción de mejora de la situación económica de la gente.

Los salarios sufrieron el segundo semestre del 2022. El RIPTE, es decir la remuneración promedio sujeta a aportes al Sistema Integrado Previsional Argentino que informa el Ministerio de Trabajo, observó durante todo el segundo semestre del 2022 un retroceso en términos reales, en relación a la velocidad de los precios. Recién en diciembre se dio una recuperación que no llegó a compensar la pérdida del semestre. 

De modo que será difícil que los salarios se recuperen si no se verifica una desinflación de los precios. Y si ello no ocurre, será difícil ver al oficialismo recuperando competitividad electoral para la pelea 2023.

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El sindicalismo desconfía de la pauta oficial de 60% para aumentos salariales

La ministra de trabajo de Nación, Kelly Olmos, inició la temporada paritaria 2023 con la habitual referencia que todos los gobiernos indican para tratar de gobernar el proceso paritario. En declaraciones públicas afirmó que el Gobierno ve la “necesidad de ir convergiendo hacia una desaceleración de la nominalidad y la inflación”, y en ese sentido continuó diciendo que “la mejora salarial debería converger hacia el nivel pautado (en el presupuesto 2023) de inflación, más algún punto de recuperación”. La proyección que el Gobierno incluyó en el presupuesto fue de 60%, por lo que todo el arco sindical interpretó que Olmos estaba blanqueando algo que el propio ministro de economía les está pidiendo a los dirigentes sindicales: que acuerden en torno al 60% y que incluyan cláusulas de revisión para cubrir desfasajes.

Lo cierto es que la pauta del 60% es una pauta que más que realista es congruente con las proyecciones incluidas en el Presupuesto 2023. Es difícil pensar que el Gobierno pudiera reclamar un nivel de acuerdos salariales que estuviera alejado de ese parámetro, sería casi como desautorizar lo que acaba de presentar como su proyección para calcular ingresos y gastos. Pero no obstante ello, la referencia suena bastante poco creíble viendo la dinámica que viene teniendo la inflación.

Esta referencia también es parte de un plan que viene sosteniendo Sergio Massa para darle un mazazo a las expectativas de inflación. El ministro de economía “gestionó” una baja del índice de inflación con una serie de acuerdos que celebró en el último trimestre de 2022 con relativo éxito: la inflación de noviembre y diciembre promedió 5%. Ahora espera que, luego de esas señales de desinflación, el sindicalismo ponga sobre la mesa su parte en esta suerte de Acuerdo Económico y Social en partes que viene enhebrando. Pero la primera reacción del sindicalismo no fue muy generosa con ese plan y razones no faltan.

La pauta oficial de este año se ve mucho más ambiciosa que las dos anteriores que había intentado imponer este mismo Gobierno. En 2021, el entonces ministro Martín Guzmán, promocionó una pauta de aumentos salariales del orden del 29% que quedó muy desactualizada en los primeros meses de un año que terminó con inflación por encima del 50% y acuerdos salariales corriendo a esa velocidad. 

En 2022 la cosa fue más ambiciosa ya que los acuerdos salariales ya venían corriendo en el orden del 50% y el gobierno pretendió que los acuerdos confluyeran en torno al 40%. La inflación de febrero del año pasado (4,7%) ya hizo entrar en crisis esa pauta y la inflación del año terminó siendo 94% con acuerdos que requirieron varias revisiones, incluso un adelantamiento de paritarias decretado por el Gobierno en mayo que permitió a los salarios defenderse del fogonazo inflacionario de marzo-abril de 2022. 

La pauta de 2023 se ve más ambiciosa que las dos anteriores si observamos la distancia que hay entre la pauta y la velocidad a la que van corriendo los acuerdos salariales. El año pasado había 13 puntos porcentuales entre la pauta del 40% y el promedio de acuerdos salariales que estaban en el 52,9%. Este año la diferencia es de 40 puntos porcentuales, que es la distancia que hay entre la pauta del 40% y el promedio de acuerdos salariales que registramos en enero en torno a 100%. Es quizá esta realidad la que lleva a la dirigencia sindical a desconfiar de la propuesta del gobierno y a no ofrecer semejante esfuerzo sobre la mesa para colaborar con la desinflación.

Por todo ello, y en copia a lo sucedido el año pasado, posiblemente veamos a aquellos gremios que tienen sus paritarias en el primer trimestre a manejarse con la cautela que exige no desbordar demasiado la pauta oficial pero no quedarse demasiado corto que obligue a reaperturas muy rápidas.

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Cae la intención de voto al oficialismo cuando preocupa más la inflación

En enero, la intención devoto al oficialismo cae poco más de dos puntos del registro de diciembre para ubicarse en 28,8%, justo en un mes donde se recupera la preocupación por la inflación. Posiblemente veamos a estas dos variables interactuar mucho este año, veremos si con este nivel de sensibilidad mostrado en enero. Parte de esta caída también pudiera estar explicada por el incremento de más de medio punto de la intención de voto a una oferta peronista no kirchnerista, en un mes donde el peronismo no kirchnerista tuvo su presentación en sociedad con el anuncio de que Juan Schiaretti y Juan Manuel Urtubey serán candidatos en agosto próximo.

El aliciente para el oficialismo es que la intención de voto a Juntos por el Cambio también viene cayendo. Como en diciembre último cambiamos parte de la metodología de seguimiento (incorporamos parte del muestreo presencial), no incluimos la serie desde julio, pero en julio teníamos valores más altos de intención de voto para la principal oferta opositora.

En materia de PASO, seguimos viendo a Cristina Kirchner y a Javier Milei (en los extremos) como las opciones con más intención de voto, en un contexto donde los candidatos de Juntos por el Cambio juntan más que esos dos candidatos. De hecho, tanto el conjunto de candidatos de Juntos por el Cambio como el del Frente de Todos juntan mucho más que su propia marca. Señal de que falta orden todavía en la cabeza de los votantes para tener más claridad sobre el escenario.

Por el lado de Juntos por el Cambio se consolida la idea de que los candidatos del PRO son potencialmente más fuertes que los radicales, al tiempo que Horacio Rodríguez Larreta y Patricia Bullrich parecen ser los mejores perfilados para ser los protagonistas de esa pelea. Sobre todo lo cotejamos esta potencialidad electoral con la composición de imagen. Es allí donde la candidatura de Macri pierde fuerza por el todavía alto nivel de rechazo que recoge su figura. Por el lado del oficialismo, seguimos poniendo a Cristina Kirchner como opción, por su posición sinuosa respecto de su anuncio de no candidatura, pero también para comprender la naturaleza de su rol en la configuración de la oferta electoral del Frente de Todos. Es ella la que reúne sistemáticamente más del 70% de las menciones de apoyo cuando uno la incluye en la grilla de candidatos.

Frente a la posibilidad de que finalmente no sea candidata, Axel Kicillof es quién mayor cantidad de esos apoyos recoge, seguido por Sergio Massa y Alberto Fernández, y en último lugar por Daniel Scioli. No necesariamente ello implica que es viable políticamente la posibilidad de que Kicillof sea el candidato, porque enfrenta las mismas dificultades que Cristina para ampliar la base de apoyos.

Por el lado de Javier Milei, seguimos viendo el riesgo de que esos votantes terminen migrando a apoyar la principal oferta opositora, si la pelea entre el Frente de Todos y Juntos por el Cambio se empareja. Este será el principal riesgo que deberá enfrentar Milei si su competitividad no le permite meterse en la pelea principal. Más de la mitad de sus votantes son exvotantes de Juntos por el Cambio que podrían verse tentados de volver a votar a ese espacio para evitar que gane el Frente de Todos.

 

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Reunión del canciller con diputados de la comisión de relaciones exteriores

El pasado 23 de noviembre, el Canciller Santiago Cafiero, visitó la Comisión de Relaciones Exteriores de la Cámara de Diputados en respuesta a una invitación solicitada por el diputado Ricardo López Murphy para charlar de varios temas de la agenda de la política exterior. Si bien se trataba de una reunión informativa, se celebró a puertas cerradas para permitir el abordaje con profundidad de los temas. Aquí presentamos una síntesis de los temas abordados y las respuestas dadas por el canciller. 

Temas abordados

Los temas abordados fueron la actualización de la política de reclamo de la soberanía sobre las Islas Malvinas, las novedades en materia de la posibilidad de avanzar con el acuerdo Mercosur-Unión Europea, la situación del BID ante la renovación de autoridades, la agenda de la política de derechos humanos del gobierno, y temas vinculados a la seguridad nacional.

Situación de los derechos humanos en Cuba, Nicaragua y Venezuela

Uno de los temas que más discusión generó entre el Canciller y los legisladores de la oposición fue el planteo de varios de los diputados sobre la política del gobierno en materia de defensa de los derechos humanos en Cuba, Nicaragua y Venezuela. 

CUBA: desde la oposición se cuestionó la falta de condena del gobierno argentino por la represión a manifestantes y marchas contra el régimen cubano. No se cuestionó desde la oposición la crítica al bloqueo sobre Cuba. Cafiero sostuvo el mantenimiento de una política de “no injerencia” en asuntos internos de otro país, afirmando que aquella viene desde el gobierno de Alfonsín. Desde la oposición, contestaron que desde Alfonsín se estableció que en materia de derechos humanos rige el principio de “no indiferencia”.

NICARAGUA: desde la oposición, se cuestionó la tardanza en condenar la violación de derechos humanos en Nicaragua y la ausencia del embajador argentino ante la OEA, Carlos Raimundi, en la votación en la que se condenó a Nicaragua en disidencia a la posición de la Cancillería. Cafiero rechazó el cuestionamiento afirmando que Villagra podía cumplir ese rol al ser la segunda representante, no dando respuestas de por qué faltó Carlos Raimundi. 

VENEZUELA: desde la oposición se criticó la falta de condena al gobierno a Venezuela en los organismos internacionales, sobre todo en la OEA, el canciller recordó las condenas en la materia en el Consejo de Derechos Humanos de la ONU y remarcó la importancia de la reunión del Presidente, junto a Emmanuel Macron y Gustavo Petro, con representantes del gobierno venezolano y miembros de la oposición venezolana para impulsar el diálogo.

Otros temas

MERCOSUR: el canciller no dio respuestas concretas sobre la posición del gobierno argentino ante la propuesta del presidente de Uruguay Lacalle Pou de abrir el Mercosur a acuerdos comerciales con otras regiones.

GUERRA RUSIA-UCRANIA: el canciller respondió críticas sobre la tardía reacción del gobierno argentino ante la invasión de Rusia a Ucrania, la cual fue finalmente un pronunciamiento del canciller en el consejo de derechos humanos de la ONU.

DERECHOS HUMANOS EN CHINA: diputado Hernán Lombardi cuestionó al canciller por el viaje que el embajador Sabino Vaca Narvaja había realizado a la provincia de Xinjian, donde vive una minoría musulmana, que según denuncias, ven sus derechos oprimidos. El canciller se justificó en la política de no injerencia y en la orden que se les da a los embajadores de promover las relaciones comerciales.

RELACIONES COMECIALES CON EE. UU. : también se habló sobre la relación con EEUU, en particular con la relación comercial, donde la Argentina enfrenta dificultades para exportar acero, aluminio, biodiesel y otros productos, como la situación de “déficit relevante” que hay en la balanza comercial con Estados Unidos.

 

El desafío de Argentina: construir voluntad política para hacer las cosas bien

La necesidad de ordenar la política

Por estos tiempos, el análisis de la mayoría de los economistas que intentan identificar la probabilidad de que la economía argentina se arregle concluye con la misma frase: primero se tiene que ordenar la política. Esa frase transmite un aspecto esencial de la trayectoria conjunta de las dinámicas políticas y económicas, y es que para producir determinados hechos económicos deseados, se requiere determinada voluntad política detrás. Es el sustrato que sostiene la idea de que para llevar el barco a buen puerto, se requiere un capitán que piense una buena hoja de ruta (plan) y que la pueda ejecutar efectivamente (condiciones de gobernabilidad). Un capitán, tomando buenas decisiones y teniendo capacidad de ejecutarlas, es la política ordenada que reclaman los economistas.

En democracia, a la política la tiene que ordenar la gente votando. El orden político (el capitán correcto, con la hoja de ruta correcta y con capacidad de ejecutarla) tiene que surgir de la voluntad popular, es la forma de que todo ese proceso tenga legitimidad democrática. Si bien esta forma de legitimar las decisiones colectivas le agrega cierta complejidad al asunto, cumple una función esencial en la construcción de una voluntad política, porque para producir determinados hechos económicos se debe poseer consenso social, lo que termina de validar esa voluntad política.

Pasado en limpio, para arreglar la economía, necesitamos que se ordene la política, y para que esta se ordene necesitamos “voluntad política”, entendida esta como ideas y capacidad de ejecutarlas, que no es otra cosa que designar un capitán que defina la hoja de ruta correcta y que tenga capacidad de ejecutarla, y lo tiene que elegir la gente votando para garantizar consenso social.

El actual escenario electoral

A pesar de las dificultades que enfrenta la argentina, es posible mirar el 2023 con alguna expectativa optimista, ya que se presenta nuevamente una oportunidad de encontrar una instancia ordenadora de la política. Será una instancia para elegir un capitán para conducir este barco. Y si bien es cierto que para conocer con más precisión quién puede ser ese capitán todavía falta que el escenario de candidaturas decante (probablemente ocurrirá de aquí a junio del año próximo), nos resultó interesante analizar el escenario electoral hoy, viendo qué nivel de consenso social juntan cada uno de los candidatos en danza, aún sabiendo que no necesariamente es un predictor del resultado de la competencia.

En el actual escenario electoral, existen al menos 10 candidatos a presidente, ninguno de ellos reúne el 30% de la intención de voto. En ese marco, ¿hay alguna forma de identificar quién es el que reúne el mayor consenso? Una forma interesante de evaluar ello es analizar el escenario desde un abordaje multipreferencia, es decir, viendo cómo ordenaría la gente a esos 10 candidatos en un orden de preferencia de 1 a 10, y es eso lo que efectivamente hicimos en un estudio nacional especial con más de 2.000 casos relevados.

El objetivo fue tratar de analizar el escenario de manera integral, pidiéndole a la gente que ordene a los candidatos, entre aquellos que más prefiere a los que más rechaza, y así poder identificar cuál de todos ellos tiene la capacidad de generar el mayor consenso social.

El resultado de este estudio se puede observar en el siguiente gráfico, donde recopiladas las respuestas de todos los encuestados, se puede observar cómo queda confeccionada la distribución de porcentaje de menciones para cada orden de preferencia, desde el primero (1) al último (10), mostrando en los primeros 5 órdenes, las mayores preferencias, y los últimos 5 órdenes, los mayores rechazos.

Esta forma de indagación permite obtener una impresión más integral de la mirada que los electores tienen de la oferta electoral ofrecida, ya que no solo registra las preferencias sino los rechazos. Esto permite evaluar con amplitud los niveles de consenso que generan los candidatos, restándoles a las preferencias los rechazos, para identificar qué nivel de aceptación generan en el conjunto general.

Esto fue lo que hicimos a través de un indicador creado al efecto: el Índice de Fortaleza Consensual de los candidatos. Un indicador que busca reflejar el nivel de adhesión pero contabilizando también el nivel de rechazo generado por el candidato.

Esta mirada omnicomprensiva ofrece una aproximación más certera al consenso o aceptación que generan cada uno. Y lo que surgen inmediatamente de los resultados, es que los candidatos de Juntos por el Cambio son los que más fortaleza consensual obtienen, siendo que los tres primeros son: Horacio Rodríguez Larreta, Patricia Bullrich y Facundo Manes.

Por contrapartida, las dos figuras más prominentes del oficialismo, Cristina Kirchner y Alberto Fernández, hoy son las que generan el menor nivel de consenso, o el mayor nivel de rechazo. El caso de Cristina Kirchner es curioso porque casi 2 de cada 3 la ubican en el primer o el último escalafón de preferencia, siendo claramente el rechazo la opción mayoritaria (casi duplica al porcentaje de selección para la primera preferencia). Alberto Fernández recoge más de un tercio de sus menciones en los últimos dos niveles de rechazo, lo que explica su IFC altamente negativo.

Javier Milei, por su parte, aparece en el cuarto lugar del ranking de IFC, producto de una buena primera preferencia, pero con altos niveles de menciones en los dos últimos niveles, los de mayor rechazo. De esta forma su IFC queda algo por debajo del que registra Facundo Manes.

En el caso de Mauricio Macri, le ocurre algo parecido a Javier Milei ya que registra buenos porcentajes de menciones en las dos primeras preferencias, pero también en las dos últimas preferencias, las que registran el mayor nivel de rechazo, lo que reduce su IFC a 6,9, el más bajo de todos los candidatos de Juntos por el Cambio.

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