A pesar de su crecimiento, Milei no lograría una mayoría sólida en diputados

La proyección de distribución de escaños en una elección multidistrito y con sistema d´hont es muy difícil de realizar, porque se requieren una multiplicidad de supuestos que es difícil asumir en un contexto de tanta incertidumbre. Pero ello no implica que se puedan realizar simulaciones que nos permiten tener una aproximación a lo que pudiera ocurrir en base a la información parcial que se cuenta. 

En este caso, y considerando que en nuestro último estudio de marzo Javier Milei registró una intención de voto de 23%, nos resultó interesante realizar una simulación que asume que Javier Milei pueda sacar ese porcentaje de votos en cada uno de los 24 distritos del país. Se trata de un supuesto poco probable (lo habitual es que la fortaleza varia de un distrito a otro), pero nos resultado interesante evaluar qué significaría en términos de bancas que este candidato obtenga ese nivel de apoyo a lo largo y ancho del país.

La asunción de que Milei pueda sacar 23% de los votos en cada distrito no nos alcanza para realizar la simulación, sino que se requieren supuestos para el resto de la fuerza. Por lo menos para las fuerzas principales. Para ello proyectamos resultados provincia por provincia utilizando esencialmente dos criterios: antecedentes y evaluación política de la situación según sondeos realizados por Synopsis.

La simulación proyecta a Javier Milei obteniendo una veintena de bancas en la próxima elección presidencial. El número parece bajo, pensando que se reparten 130 bancas. La explicación es que, como en muchas provincias se eligen 5 o menos bancas, se vuelve necesario lograr ocupar el segundo lugar para poder cosechar más bancas. Esa es la razón de por qué Milei no lograría traducir proporcionalmente sus votos en bancas, por el sesgo mayoritario que tiene este sistema de asignación de bancas en escaños. 

En todo caso, y aún con el último crecimiento que se ha venido registrando de su intención de voto, Javier Milei todavía permanece lejos de estar en condiciones de poder construir una fortaleza parlamentaria que le garantice condiciones de gobernabilidad mínima para poder llevar adelante su programa de gobierno

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El caudal electoral de Juntos por el Cambio afectado por la discusión interna

La intención de voto de Juntos por el Cambio ha venido mostrando una caída sostenida desde mediados del año pasado. Hoy corresponde ubicarla más cerca del 30% que del 40% como hace 9 meses atrás. Esa caída tiene posiblemente una explicación sobresaliente a otras y una consecuencia destacada a otras.

La explicación sobresaliente es que viendo tan clara la posibilidad de triunfo, como consecuencia de la debilidad del oficialismo, la discusión interna dentro de Juntos por el Cambio adquirió un volumen que terminó afectando la identidad del espacio. El enfrentamiento entre “Halcones” y “Palomas” desdibujó la identidad del espacio y ello provocó que parte de los votantes sintieran desafección por la marca. 

Esta desafección se dio naturalmente en aquellos que tenían opciones a donde migrar, es decir, los votantes de la frontera “halcón”, por decirlo de alguna manera, que tenían en la propuesta de Javier Milei un destino bien atractivo para resolver las dudas sobre qué es Juntos por el Cambio. Los votantes del borde moderado del espacio no tienen destinos a donde emigrar, porque el oficialismo nunca podría ser una opción. 

Esa tentación del sector halcón de JxC, de migrar hacia una propuesta como la de Javier Milei, quien ofrece un espacio más definido en términos de lo que ese electorado demanda, es la consecuencia destacada de la que hablábamos y es una consecuencia que no solo ha ido debilitando al espacio en su conjunto, sino a la posición “halcón” dentro de la interna de JxC.

La decisión de Mauricio Macri de anticipar el renunciamiento a su candidatura posiblemente haya tenido que ver con la necesidad de ordenar la propuesta de Juntos por el Cambio para evitar la continuidad del drenaje. Pero ese drenaje solo se podrá detener si quienes han transmitido posiciones cercanas a las del candidato libertario (el propio Macri y Patricia Bullrich) salen a señalar cuáles son las diferencias que los separan de Javier Milei, en un intento de desautorizar la migración hacia esa propuesta política. Será muy difícil evitar que Milei les siga robando votos si solo salen palabras de elogio o amistad hacia el libertario. 

Mientras Macri y Bullrich sigan sin transmitir que votar a Juntos por el Cambio no es lo mismo que votar a Milei, este siempre llevará las de ganar: porque ofrece una propuesta más nítida de esas ideas, y porque tiene la ventaja de poder representar una propuesta de cambio más nítida, por tratarse de alguien nuevo. No deja de ser curioso que ninguno de los dos lo haga público, siendo que son los principales afectados. 

Este cambio en la morfología de la oposición está configurando una escena dentro del Juntos por el Cambio con ventaja para Horacio Rodríguez Larreta en la interna. Es cierto que la baja de la candidatura de Mauricio Macri beneficia a Bullrich que capta mejor los votos del ex presidente, pero si la pelea se redujera exclusivamente a ambos (eso es lo que uno proyecta hacia el final), Larreta logra captar mucho mejor el voto del resto de los candidatos de Juntos por el Cambio lo que lo posiciona con ventaja frente a Bullrich. 

La migración de votantes de Juntos por el Cambio hacia la propuesta de Javier Milei (hoy el 33% de los que votarían a Milei son votantes de JxC de 2021), ha sido un factor que modificó la morfología opositora y secó a Juntos por el Cambio de un tipo particular de votante, ese que en la interna de ese espacio tendría muy posiblemente una inclinación a apoyar a los candidatos más cercanos en sus posiciones a Milei. Es este factor el que más está incidiendo hoy en la forma en que la oposición organiza sus apoyos de cara al proceso electoral presidencial. Una forma que ha cambiado de tal modo, que puede anticiparnos la dinámica por venir. 

En este contexto, Horacio Rodríguez Larreta ha tomado una decisión audaz: desafiar el sistema de acuerdos políticos que le ofrecía Mauricio Macri y apuntar a competir en la interna con otro sistema de acuerdos políticos. Un sistema que se constituye sobre la base de un acuerdo con un sector de los radicales (particularmente el que integran Gerardo Morales y Martín Lousteau) y con la Coalición Cívica (de Elisa Carrió). 

Este desafío se plasmaría en la decisión de habilitar para la elección de autoridades den la Ciudad de Buenos Aires, un sistema electoral distinto pero concurrente con la elección nacional. Usando el sistema de Boleta partidaria para las categorías nacionales (Presidente, Diputados nacionales) y el sistema de Boleta Única para la elección de autoridades locales (Jefe de Gobierno de la Ciudad y Legisladores porteños). Ambos procedimientos terminarían en urnas separadas, lo que permitiría que la discusión por la sucesión porteña entre Jorge Macri (el candidato del PRO) y Martín Lousteau (el candidato del radicalismo) sea en igualdad de condiciones. 

Al garantizarle a Lousteau condiciones de igualdad en la disputa por la jefatura de la Ciudad de Buenos Aires, Larreta se enfrenta a Mauricio Macri, que empuja un triunfo de Jorge Macri, y la discusión interna entre Larreta y Bullrich (Macri) por la candidatura presidencial adquiere otro nivel de confrontación. Los espacios en pugna ya quedan claramente más divididos y ello pondrá bajo tela de discusión la identidad del espacio. 

Esto le pondrá mucha más tensión a la unidad de Juntos por el Cambio y lo expondrá a un mayor desgaste. Pero también es cierto que de soportar esa tensión y de lograr contener la dispersión de los apoyos, al resolverse por la vía electoral (habrá una PASO), el ganador quedará perfectamente legitimado para ejercer su liderazgo. En última instancia, se trata de eso, porque en Juntos por el Cambio se están discutiendo los liderazgos.

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Limitaciones de la oposición para obturar la decisión de canjear bonos del FGS

Luego de la polémica decisión de Sergio Massa de impulsar un canje de bonos en dólares de organismos públicos por bonos en pesos, la oposición empezó a plantear diversos caminos para lograr obturarla. Algunos optaron por la vía judicial, presentando amparos y denuncias por la maniobra decidida por Economía.

Pero también se evaluó la vía legislativa. Allí pudiera haber dos caminos posibles, ambos con muchas dificultades. El primero es la búsqueda de emplazamiento de la Comisión de Trámite legislativo que es la encargada de evaluar las decisiones tomadas mediante Decretos de Necesidad y Urgencia Se trata de una comisión que aún no fue constituida y hay que ver qué tipo de conformación se define.

La otra opción es mediante una Ley, y fue efectivamente lo que hicieron. El bloque de la UCR en Diputados presentó un proyecto de ley para derogar los DNU que instrumentaron el canje obligatorio. Para tratar y emitir dictámenes también hay que conformar determinadas comisiones y el oficialismo pudiera bloquear esas decisiones. Y llevar el proyecto al recinto sin dictamen se requiere de los 2/3 de los presentes.

Finalmente, la otra vía es la de solicitar la activación de la Comisión Bicameral de Seguimiento de los Fondos de la Seguridad Social, una instancia legislativa de seguimiento de lo referido a los fondos de la seguridad social que pudiera emitir dictámenes pertinentes sobre la decisión tomada. Pero aquí también aparece el escollo de la conformación de la comisión. El control de obstruir esa conformación por parte del oficialismo bloquea la posibilidad de poder poner en funcionamiento este sistema de seguimiento.

En definitiva, por falta de números, se vuelven complejas de transitar las diferentes vías con las que cuenta la oposición para obturar la decisión tomada por Sergio Massa. Todo el intento de la oposición sería testimonial.

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Crece Milei mientras sube la tensión al interior de las dos principales coaliciones

El enojo profundo de la opinión pública con la situación actual del país, y que ese enojo esté mayoritariamente dirigido hacia la clase política, no es el mejor contexto para desplegar, de manera visible, discusiones internas respecto de quién debe encabezar la oferta electoral de las principales coaliciones. Algo de eso pareciera estar pasando en el espacio de Juntos por el Cambio. Los cuestionamientos del sector más combativo respecto del sector más dialoguista paradójicamente están produciendo el efecto inverso al deseado: el voto halcón migra hacia Javier Milei, quien sigue creciendo y se acerca a un nivel de apoyo de 25% de intención de voto.

En la medida en que no haya una acción orientada a desautorizar a Javier Milei como opción de parte de los sectores más combativos de Juntos por el Cambio, la migración hacia Milei seguirá estando legitimada y será difícil que ese proceso se revierta. Ello permite que sectores moderados de Juntos por el Cambio tengan perspectiva de poder imponer un candidato moderado en la interna, pero en niveles de competitividad más bajos.

Por su parte, el oficialismo sostiene niveles superiores al 30% por la multiplicidad de ofertas oficialistas que se introducen en la disputa. De hecho, al retirar a Cristina Kirchner de las opciones, la combinación de intención de voto de los candidatos del oficialismo también cae por debajo del 30%. 

En este contexto de inflación de candidatos, una forma de resumir el asunto sería identificando dos concentraciones de apoyos fuertes en los extremos (CFK y Milei), y un centro muy disperso que deberá encontrar el candidato que lo concentre y pueda aprovechar las ventajas competitivas de estar en ese lugar. 

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La dispersión del voto oficialista frente a la ausencia de CFK como candidata

El oficialismo enfrenta dos problemas centrales de cara a la elección presidencial. El primero es la falta de definición respecto de quién será su candidato. Hay aspirantes (Alberto Fernández, Daniel Scioli) pero ninguno de ellos tiene el consenso de la coalición, son aspirantes que se ofrecen no que se desean. Y esta falta de definición está asociada al segundo problema que enfrenta el oficialismo, que es no se saber para qué es la candidatura: si para pelear la elección, para perderla honrosamente o para perderla escandalosamente. 

Esa información la proveerá la economía y aún no se dispone de ella por la gran incertidumbre que hay respecto de lo que pueda ocurrir en los próximos meses en materia de inflación, dólar, reservas, etc. Y es una información clave para terminar definir el sistema de incentivos de los actores: si no se sabe qué chances se tiene, no se sabe qué se está arriesgando, y esto inhibe aún las aspiraciones de los que pueden ser candidatos y sí tiene capital político por arriesgar (Cristina Kirchner o Sergio Massa por poner un ejemplo). 

Está claro que quién más apoyo propio junta es Cristina Kirchner, pero es paradójicamente la peor opción para sumar apoyos ajenos, nuevos votantes. Su competitividad limitada es lo que nos viene llevando a pensar que ella no será candidata (tiene mucho por perder al afrontar una derrota). El tema es que si ella se baja, los apoyos de ella se dispersan entre varios candidatos, incluso el propio Alberto Fernández.

De la dispersión surgen dos datos interesantes:  1) es cierto que Axel Kicillof es el candidato que mejor recoge los apoyos que deja sueltos la ausencia de Cristina Kirchner candidata, pero a la vez no es una recolección mayoritaria de esos apoyos, apenas un poco más de un tercio de ellos, lo que marca que hay cierta dispersión de esos apoyos, más allá de las figuras identificadas con su liderazgo; y 2) algo que tiene que ver con lo anterior, no hay una predisposición mayoritaria de responder orgánicamente a lo que Cristina Kirchner pida hacer en materia de orientación del voto, casi el 50% de sus votantes responde que si ella pide votar por tal o cual candidato lo harían, pero dependiendo de qué candidato se trate. 

Esto segundo se vuelve central para entender que en el oficialismo también hay un desafío de agregación de votos. No será fácil juntar todos los apoyos detrás de un candidato, aun siendo este un candidato de consenso. Por ello, a pesar de que no sea la estrategia deseada por el kirchnerismo, la idea de unas PASO pareciera ser la más conveniente para este caso. Sobre todo con el mal antecedente de Alberto Fernández siendo elegido por Cristina en 2019 y cuyos resultados no fueron los deseados por los votantes del Frente de Todos. 

Pero, así como sostenemos que, considerando estas circunstancias, las PASO parecen una opción conveniente para el oficialismo, también reforzamos la percepción de que no hay consenso en el oficialismo de abrir la discusión a unas PASO. El peronismo nunca utilizó las PASO para seleccionar su oferta presidencial, y pareciera que nos encaminamos a ratificar los antecedentes en este 2023. Solo falta:  1) convencer a Alberto Fernández que decline su candidatura, 2) terminar de saber qué condiciones económicas habrá para advertir si va a haber riesgo de una catástrofe electoral, y 3) finalmente terminar de ponerse de acuerdo en quién puede garantizar la mejor performance,  aun siendo que el escenario para el oficialismo se presenta muy adverso.

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Pesimismo en el universo sindical sobre el futuro electoral del Gobierno

El sindicalismo en argentina no solo ejerce un rol de representación en las relaciones laborales, sino que es parte integrante de uno de los espacios que protagonizan el proceso político: el peronismo. Como parte integrante de ese espacio, participó de la reunión que se resolvió llevar adelante dentro del Frente de Todos para resolver la estrategia electoral del oficialismo. Pero, así como participó de este instrumento novedoso (Mesa Política) de discusión de la estrategia electoral de un espacio con muchas diferencias, su participación lo lleno de pesimismo respecto del futuro electoral del oficialismo. No solo por la falta de consenso que se vio reflejado en la reunión, sino por la falta de candidatos atractivos que quedó evidenciada en la misma y que anticipan un escenario electoral adverso por delante.

La habitual ambición del sindicalismo de poder colocar dirigentes gremiales en las listas de candidatos hoy choca con las estrecheces que ofrece el escenario electoral. En la medida en que el oficialismo tenga menor caudal electoral, las posibilidades de colocar candidatos serán menores, y todo el aco sindical es consciente de esa limitación. Pero ello no evita que cada uno intente alcanzar el objetivo del modo que crea más conveniente. Algo de eso se vio en las últimas semanas con dos muestras más de que en el universo sindical hay dos perfiles políticos bien diferenciados:

o El Sindicalismo más kirchnerista: corriente integrada por dirigentes como Hugo Yasky (CTA), Sergio Palazzo (Bancarios) o Abel Furlán (UOM) que empieza a plegarse al objetivo de hacer fuerza para retener la Provincia de Buenos Aires para el peronismo. Con ese ánimo tuvieron una reunión en la sede de la Federación Gráfica, donde hablaron de temas sindicales, pero también de temas políticos. En esta corriente, como le sucede al kirchnerismo, el foco pareciera estar en la Provincia de Buenos Aires.

o El Sindicalismo más peronista: corriente integrado por los dirigentes más importante de la CGT, entre ellos Héctor Daer (Sanidad), Carlos Acuña (Estacioneros) y José Luis Lingeri (Obras Sanitarias), quienes se reunieron en Mar del Plata con el dirigente sindical Luis Barrionuevo, que siempre transita
un camino autónomo dentro del ámbito sindical, pero que en este caso parece plegado al intento de abrazar a algún candidato peronista que pueda hacer el mejor desempeño en un turno electoral difícil. Aquí el foco pareciera estar en todo el país, con la idea de abrazar y apoyar a todos los gobernadores
e intendentes que ofrezcan lugares para los miembros de este espacio sindical.

Quien estuvo ausente en estas tertulias fue Pablo Moyano. El dirigente camionero, que hoy pareciera moverse como líbero promoviendo la unidad, pareciera estar esperando que florezca un candidato y negociar su apoyo en virtud de los lugares que puedan ofrecer para la representación sindical.

Sin dudas, el candidato al que todos apostaban su entusiasmo era Sergio Massa. La expectativa que había generado el ministro de economía al estabilizar la situación crítica de julio del año pasado y el aparente éxito en materia de inflación que se observó en noviembre y diciembre de 2022 había entusiasmado a todo el aco sindical. Pero la inflación de comienzos de 2023 parece sacarlo de carrera. 

Hoy todos se resignan y evalúan en dónde depositar sus apoyos. Y si bien el corazón sindical siempre estará con un candidato peronista, con la incertidumbre y el riesgo de un escenario de derrota, no falta dirigente sindical que empiece a mirar las opciones opositoras para evaluar dirigir sus apoyos. Y allí no son pocos los que miran esas opciones, entre ellas la de Horacio Rodríguez Larreta. 

De fondo, la discusión paritaria que sigue para el Gobierno teniendo que estar anclada al 60%.

Mientras el proceso político transcurre, el proceso sindical sigue su curso y el Gobierno insiste en que el proceso paritario no se aleje de la pauta de referencia oficial de ver acuerdos en torno al 60% de aumento, en línea con la inflación proyectada en el Presupuesto 2023. La ministra de trabajo, Kelly Olmos, lo ratificó públicamente en estos días, apuntalando el pedido de que se pacten aumentos de 30% semestral con cláusulas de revisión para que no haya grandes desfasajes entre precios y salarios. 

El punto es que la inflación de enero (6%) y la que se proyecta para febrero (6%), va a dejar obsoleta esa pauta, y no está permitiendo que las expectativas confluyan en un sendero descendente de precios y salarios. Si bien se registró en febrero una baja en el promedio mensual de aumentos salariales producto de que algunos gremios respetaron esa pauta, otros acuerdos y revisiones no la están respetando y ello seguramente impedirá que la coordinación de expectativas tenga impacto en la baja de la inflación.

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Como en 2019, comienza a asomar un cambio de expectativas previo a la elección

Las expectativas suelen estar asociadas a los procesos políticos, si el clima de opinión del desempeño del gobierno de turno es predominantemente crítico, no debería asombrar que frente a la expectativa de un cambio de gobierno se observe una reversión de las expectativas sobre el futuro, que pasan de ser pesimistas a optimistas.

Eso mismo es lo que se empieza a verificar en los registros de expectativas en el comienzo del año electoral. Frente a la expectativa que emana del proceso electoral, y la sensación de que hay por delante un cambio de gobierno, las expectativas empiezan a revertirse, pasando de un pesimismo elevado a un pesimismo moderado. 

Esto coincide con el fenómeno que observamos en su momento en la previa a la elección 2019, cuando el pesimismo de entonces, tanto en relación al futuro del país como al futuro personal, se revirtieron hasta presentar un escenario, previo a las elecciones, de mayoritario optimismo.

Esta reversión se verifica más decididamente en materia de expectativas personales, las que han registrado en los últimos 6 meses un proceso de reversión que ha llevado el pesimismo en esa materia al nivel más bajo desde comienzos de 2020. La reversión no es tan pronunciada en materia del futuro del país, donde pareciera que el pesimismo se encuentra más consolidado.

Cuando uno establece la hipótesis de un eventual cambio de gobierno, las expectativas suelen mostrar mayoritario optimismo, tanto en materia del futuro del país como en materia personal, lo que permite ser visualizado como el factor explicativo de aquel fenómeno comenzado a verificarse en las expectativas sobre el futuro. En la medida que la sensación de alternancia política se consolide, posiblemente veremos una tendencia a la reversión del nivel de pesimismo que hemos venido viendo en estos últimos años.

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La renovación del Senado en 2023 no daría quórum

Uno de los aspectos más relevantes a observar del proceso electoral 2023 en argentina es si esta elección logrará desempatar un sistema político que ciertamente se muestra bloqueado por la paridad de fuerzas entre las dos principales coaliciones. El Senado es uno de esos lugares institucionales de toma de decisión que muestra donde se ve reflejada esa paridad, y que se logra sortear porque el oficialismo (35 senadores) cuenta con el apoyo circunstancial de senadores de fuerzas provinciales que logran desempatar el asunto. Lo cierto es que el Senado renovará un tercio de sus bancas este año, pero de un análisis de los escenarios en las 8 provincias donde se renovarán bancas, surge que no será fácil que la elección 2023 logre desempatar el asunto y entregarle a alguna fuerza el quórum para tener la llave de funcionamiento de la cámara alta.

Las dos principales fuerzas políticas ponen en juego 11 bancas cada una, mientras que hay dos bancas pertenecientes a legisladores de fuerzas provinciales que también se ponen bajo disputa. Esas 24 bancas muy probablemente se repartan en casi su totalidad entre el Frente de Todos y Juntos por el Cambio, con la posibilidad de que el Frente Renovador de Misiones (fuerza provincial que se ha mantenido aliada del oficialismo pero que ante un cambio de gobierno podría mostrarse dispuesta a negociar leyes a cambio de beneficios), se lleve las dos bancas por la mayoría en su provincia, donde se encamina a retener el poder.

Hay algunas bancas que permanecen bajo disputa, porque no está claro quién se impondrá finalmente en la elección en octubre en esas provincias. Hoy proyectamos que las dos principales fuerzas tendrían 9 bancas aseguradas, y se disputan otras 4 bancas. Dependiendo del resultado de esa disputa, es que quedará configurada la relación de fuerza en la cámara, por lo menos en los términos que hoy están organizados.

El Frente de Todos tiene una ventaja, ya que pone las mismas 11 bancas en juego que Juntos por el Cambio, pero tiene 2 bancas más. Ello le ofrece mejores chances para lograr alcanzar el quórum. Juntos por el Cambio debería lograr 15 de las 24 bancas bajo disputa para alcanzar el número mágico: 37 bancas para el quórum. Ello significa que necesitaría ganar en 7 de las 8 provincias donde se ponen bancas de senadores en juego.

La importancia de los realineamientos posteriores a la elección

Pero la configuración final de poder en el Senado no se terminará de producir sino hacia comienzos de 2024 cuando, sabido quien detenta el poder, los senadores provinciales evalúen su mejor estrategia para aprovechar la necesidad del oficialismo emergente de sancionar leyes. Aun siendo que el Frente de Todos y Juntos por el Cambio pudieran no alcanzar el quórum, de mantenerse a menos de 4 bancas de ese objetivo, posiblemente haya senadores de fuerzas provinciales dispuestos a negociar la sanción de leyes.

De hecho, Alberto Weretilneck (Juntos Somos Río Negro) y Alejandra Vigo (Hacemos por Córdoba) seguirán en sus bancas y junto a las dos bancas que pudieran ganar el Frente Renovador de Misiones, habría 4 votos con predisposición de negociar la sanción de leyes con el oficialismo que salga elegido.

De modo que, si bien ninguna de las dos principales fuerzas tendría quórum, ello no impediría que el Senado funcione, como lo está haciendo ahora, donde el oficialismo no tiene demasiados inconvenientes para sacar leyes de ese recinto. El problema hoy para el oficialismo ocurre en Diputados, donde sí hay inconvenientes para construir la mayoría necesaria para sacar leyes, ya que entre los bloques minoritarios el oficialismo no logra juntar los votos necesarios para aprobar las iniciativas.

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La inflación no se desinfla y podría desinflar la candidatura de Sergio Massa

Si algo queda claro cuando uno mira la posibilidad que Sergio Massa sea el candidato del oficialismo en la elección presidencial, es que para el ministro de economía, esa condición hoy depende más que nada de la evolución de la inflación. Al punto que uno podría llegar a decir que el IPC para Massa es el “Índice de Probabilidad de Candidatura”: si el IPC (precios) baja el IPC (candidatura) sube. 

Pero en relación a la posibilidad de que Massa sea el candidato presidencial del Frente de Todos, estas últimas semanas ocurrió algo ligeramente distinto a lo que venía sucediendo desde que había asumido en la cartera económica: le comunicó a varios interlocutores (varios gobernadores entre ellos), que no sería candidato. Casi como si quisiera enfatizar ese mensaje en este momento. ¿Por qué? 

Quizá la respuesta está en el IPC (precios), no solo en el que viene sucediendo sino en el que sucederá en los próximos meses que ha desinflado un poco la posibilidad de que suba el IPC (candidatura). En un intento de domar las expectativas, Sergio Massa había prometido que en abril la inflación comenzaría con un 3. Dándole el mayor margen posible a su pronóstico, el peor escenario posible para ello sería una inflación de 3,9% en el cuarto mes del año. Sin embargo, ese pronóstico parece cada vez más difícil de cumplir:

 o En diciembre, el IPC mostró una ligera aceleración en relación al dato de noviembre, y los pronósticos de enero parecen anticipar que el primer mes del año electoral mostrará esa misma dinámica (el IPC GBA Ecolatina registró una inflación del 6,4% en enero).

o El Registro de Expectativas del Mercado (REM), que elabora el Banco Central, proyectó en enero para abril una mediana de pronósticos de 5,8% para el dato de inflación de ese mes. Casi 2 puntos por encima del pronóstico más pesimista de Massa (3,9%).

Si ese pronóstico se incumple (ese fue el brete en el que se metió Massa), será difícil, no solo que el oficialismo recupere competitividad electoral de manera consistente, sino que Massa pueda generar la expectativa ante la gente de que pueda tener éxito en el futuro en resolver lo que es la principal preocupación ciudadana. 

Es por ello que el pequeño retroceso en la desinflación que se está verificando en los registros del IPC (precios) pueden estar desinflando los registros del IPC (candidatura). Sobre todo porque si la desinflación de precios no ocurre, será difícil que ocurra la recuperación del poder adquisitivo de los salarios, la llave para impulsar el consumo y la percepción de mejora de la situación económica de la gente.

Los salarios sufrieron el segundo semestre del 2022. El RIPTE, es decir la remuneración promedio sujeta a aportes al Sistema Integrado Previsional Argentino que informa el Ministerio de Trabajo, observó durante todo el segundo semestre del 2022 un retroceso en términos reales, en relación a la velocidad de los precios. Recién en diciembre se dio una recuperación que no llegó a compensar la pérdida del semestre. 

De modo que será difícil que los salarios se recuperen si no se verifica una desinflación de los precios. Y si ello no ocurre, será difícil ver al oficialismo recuperando competitividad electoral para la pelea 2023.

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El sindicalismo desconfía de la pauta oficial de 60% para aumentos salariales

La ministra de trabajo de Nación, Kelly Olmos, inició la temporada paritaria 2023 con la habitual referencia que todos los gobiernos indican para tratar de gobernar el proceso paritario. En declaraciones públicas afirmó que el Gobierno ve la “necesidad de ir convergiendo hacia una desaceleración de la nominalidad y la inflación”, y en ese sentido continuó diciendo que “la mejora salarial debería converger hacia el nivel pautado (en el presupuesto 2023) de inflación, más algún punto de recuperación”. La proyección que el Gobierno incluyó en el presupuesto fue de 60%, por lo que todo el arco sindical interpretó que Olmos estaba blanqueando algo que el propio ministro de economía les está pidiendo a los dirigentes sindicales: que acuerden en torno al 60% y que incluyan cláusulas de revisión para cubrir desfasajes.

Lo cierto es que la pauta del 60% es una pauta que más que realista es congruente con las proyecciones incluidas en el Presupuesto 2023. Es difícil pensar que el Gobierno pudiera reclamar un nivel de acuerdos salariales que estuviera alejado de ese parámetro, sería casi como desautorizar lo que acaba de presentar como su proyección para calcular ingresos y gastos. Pero no obstante ello, la referencia suena bastante poco creíble viendo la dinámica que viene teniendo la inflación.

Esta referencia también es parte de un plan que viene sosteniendo Sergio Massa para darle un mazazo a las expectativas de inflación. El ministro de economía “gestionó” una baja del índice de inflación con una serie de acuerdos que celebró en el último trimestre de 2022 con relativo éxito: la inflación de noviembre y diciembre promedió 5%. Ahora espera que, luego de esas señales de desinflación, el sindicalismo ponga sobre la mesa su parte en esta suerte de Acuerdo Económico y Social en partes que viene enhebrando. Pero la primera reacción del sindicalismo no fue muy generosa con ese plan y razones no faltan.

La pauta oficial de este año se ve mucho más ambiciosa que las dos anteriores que había intentado imponer este mismo Gobierno. En 2021, el entonces ministro Martín Guzmán, promocionó una pauta de aumentos salariales del orden del 29% que quedó muy desactualizada en los primeros meses de un año que terminó con inflación por encima del 50% y acuerdos salariales corriendo a esa velocidad. 

En 2022 la cosa fue más ambiciosa ya que los acuerdos salariales ya venían corriendo en el orden del 50% y el gobierno pretendió que los acuerdos confluyeran en torno al 40%. La inflación de febrero del año pasado (4,7%) ya hizo entrar en crisis esa pauta y la inflación del año terminó siendo 94% con acuerdos que requirieron varias revisiones, incluso un adelantamiento de paritarias decretado por el Gobierno en mayo que permitió a los salarios defenderse del fogonazo inflacionario de marzo-abril de 2022. 

La pauta de 2023 se ve más ambiciosa que las dos anteriores si observamos la distancia que hay entre la pauta y la velocidad a la que van corriendo los acuerdos salariales. El año pasado había 13 puntos porcentuales entre la pauta del 40% y el promedio de acuerdos salariales que estaban en el 52,9%. Este año la diferencia es de 40 puntos porcentuales, que es la distancia que hay entre la pauta del 40% y el promedio de acuerdos salariales que registramos en enero en torno a 100%. Es quizá esta realidad la que lleva a la dirigencia sindical a desconfiar de la propuesta del gobierno y a no ofrecer semejante esfuerzo sobre la mesa para colaborar con la desinflación.

Por todo ello, y en copia a lo sucedido el año pasado, posiblemente veamos a aquellos gremios que tienen sus paritarias en el primer trimestre a manejarse con la cautela que exige no desbordar demasiado la pauta oficial pero no quedarse demasiado corto que obligue a reaperturas muy rápidas.

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