El Congreso espera definiciones

La última fase del proceso electoral terminó definitivamente de apagar el funcionamiento del Congreso. La política en general se encuentra avocada a la resolución de la disputa electoral y a la espera de que el resultado redistribuya el poder entre los actores y se pueda volver a constituir una autoridad política en condiciones de retomar el proceso de toma de decisiones.

El vacío de poder que produjo el resultado de las PASO (con un presidente en ejercicio debilitado y un virtual presidente electo sin poder formal), dejó sin capacidad de toma de decisión a la política, en un momento donde la economía anda a la deriva. Para volver a tener condiciones políticas que ejerzan el gobierno de la situación, deberá cerrarse el proceso electoral y reconstruirse la autoridad decisional. Frente a las urgencias económicas, el desafío será reconstruir esa autoridad durante la transición que habrá necesariamente entre el 28 de octubre y el 10 de diciembre. De no producirse la coordinación necesaria, el poder de decisión solo se reconstituirá el 10 de diciembre próximo.

De esta manera, el Congreso estará a la expectativa de las definiciones políticas y podría entrar en acción en tanto se puedan coordinar acciones durante la transición o después del 10 de diciembre cuando se inicie el nuevo ciclo político.

Los temas que alimentarán la agenda parlamentaria seran de índole económica que podrían ser discutidos en momentos separados o todos juntos dependiendo de la velocidad con la que se restituya el proceso de toma de decisión. Entre ellos se encuentra la ley de Presupuesto 2020, reformas impositivas y laborales, reestructuración de deuda y modificaciones a la carta orgánica del BCRA.

Independientemente de los plazos y de la cantidad de temas, otro aspecto destacado será la modalidad de tratamiento de las iniciativas que formen parte de la agenda parlamentaria post elecciones. Es probable que por la urgencia y por la utilidad política de diluir algunos temas urticantes, se busque la modalidad de “Paquete de Iniciativas Económicas”, que consiste en un  tratamiento conjunto para que temas menos polémicos (Presupuesto 2020), se superpongan a otros más polémicos (Impuestos u otras reformas que puedan tener costos políticos).

Es claro que la modalidad del tratamiento legislativo dependerá de la urgencia que imponga la necesidad de tener definiciones. De todos modos, gozando de mayorías necesarias para sancionar leyes, también es posible que veamos un tratamiento conjunto de todos los temas para facilitar el trayecto de la discusión en el Congreso. Nada que en la Argentina no se haya visto.

¿Cuáles son las expectativas sobre un potencial gobierno de A. Fernández?

En caso de confirmarse el resultado de las PASO el próximo 27 de octubre, estaremos frente a un nuevo cambio de ciclo político, en un contexto donde el actual atraviesa una situación de desprestigio como consecuencia de los malos resultados económicos mostrados por la gestión Macri.

En lo que respecta al actual Presidente, solo un 28,3% considera que su gestión mejoró en algo la realidad del país, mientras que un solo un 11,3% considera que mejoró mucho la realidad del país y un 17,0% que la mejoró poco. Por el lado negativo, un 61,8% considera que Mauricio Macri empeoró la realidad del país, siendo que un 10,5% cree que la empeoró un poco y un 51,3% que cree que la empeoró mucho. Esto arroja un diferencial negativo de 33,5 p.p.

De producirse un eventual triunfo de Alberto Fernández, la expectativa que la gente tiene sobre esa eventual gestión es positiva. Un 50,5% de los encuestados creen que afectará positivamente sobre la realidad del país (un 26,1% dice que la mejorará mucho y un 24,4% que la mejorará poco), mientras que un 32 ,6% cree que la afectará negativamente (un 8% cree que la empeorará poco y un 24,6% cree que la empeorará mucho).

En perspectiva, la valoración que se hace a la distancia en el tiempo de la gestión de Cristina Kirchner arroja un diferencial levemente positivo. Un 45,9% considera que mejoró poco o mucho la realidad del país, mientras que un 40,5% considera que su gestión empeoró poco o mucho la realidad del país, dejando un diferencial positivo de 5,4 p.p.

Por otra parte, más de la mitad de los que consideran que Cristina Kirchner tendrá una alta injerencia en un eventual Gobierno de Alberto Fernández, consideran que Cristina Kirchner empeoró mucho la realidad del país. Es decir, aquellos que tienden a considerar que Cristina Kirchner tendrá elevada injerencia son los que peor imagen tienen de ella. Asimismo, el 32,5% (del 45,9%) que consideran que Cristina Kirchner mejoró poco o mucho la realidad del país, tienden a pensar que tendrá nula influencia en un eventual Gobierno de Alberto Fernández.

En definitiva, y posiblemente influenciada por el clima de opinión imperante por estos días, la opinión pública afronta con moderado optimismo la posibilidad de que Alberto Fernández asuma la presidencia el próximo 10 de diciembre.

 

Un gabinete amplio en lo general pero propio en lo escencial

Un aspecto de la transición es la aparición (siempre en trascendidos) de nombres para integrar un eventual Gabinete de Alberto Fernández. Si bien es cierto que nunca está cerrado el asunto hasta que se hagan los anuncios oficiales correspondientes, tenemos el caso de algunos nombres cuyo papel en la campaña nos da algún grado de certeza respecto del rol que ocuparán en un eventual Gobierno de Fernández.

En ese sentido, la evidencia y los trascendidos coinciden que es altamente probable que Santiago Cafiero, quien hoy oficia de Jefe de Campaña de Alberto Fernández, sea el eventual Jefe de Gabinete; que Eduardo “Wado” de Pedro sea el Ministro de Interior, que Felipe Solá sea el Canciller y que Daniel Arroyo sea el Ministro de Desarrollo Social.

La designación de Wado de Pedro como Ministro del Interior no es un detalle menor pensando que ese cargo es el nexo entre el Presidente y los Gobernadores. Si Fernández pretende consolidar su autonomía recostándose en los Gobernadores, es curioso que el vìnculo entre ellos dentro del equipo de Gobierno vaya a ser justo la persona de mayor confianza de CFK que Fernández tenga en su gabinete.

La designación de Felipe Solá como canciller también es un dato interesante para anticipar la orientación de la política exterior. Es cierto que Fernández viene advirtiendo que la prioridad de su política exterior será el fomento del comercio exterior, pero también es cierto que el perfil de Felipe Solá permite interpretar que hay una intención de Fernández de tener a alguien que morigere la sospecha que prevalece en el exterior respecto del rol y la injerencia de Cristina Kirchner en su Gobierno.

En materia económica, si bien el propio Fernández dijo públicamente que “todavía tenía algunas dudas”, sí confirmó que está pensando en alguien que viene trabajando en sus equipos y allí aparece la posibilidad de que sea Matías Kulfas, quizá uno de los dos economistas de mayor confianza del candidato (la otra es Cecilia Todesca).

En todo caso, lo que va asomando es un perfil de gabinete en el que se resaltan algunas particularidades: 1) estará conformado por figuras representativas de los diferentes espacios que integran el Frente; 2) prevalecen los dirigentes jóvenes o sin antecedentes ministeriales (no aparecen nombres de ex ministros ni de dirigentes consagrados -salvo la excepción de Felipe Solá-); y 3) en áreas que Fernández considera sensibles (como lo son Economía, Jefatura de Gabinete -incluida la relación con los Medios- y Justicia), el eventual Presidente se inclinaría por gente de confianza.

El bono a privados frenó presiones para renegociar acuerdos

Al igual que sucediera en 2018, el Gobierno firmó un decreto para establecer una asignación no remunerativa para todos los trabajadores en relación de dependencia del sector privado de $ 5.000.

Las negociaciones no fueron fáciles ya que ambas partes tuvieron que ceder en varios aspectos. Aunque el bono será de carácter obligatorio, la UIA anunció que quienes no puedan pagarlo, no lo haran (como sucedió con el bono de 2018) y logró cierta flexibilidad para contemplar la posibilidad de pagar el bono en cuotas. El sector sindical aceptó que los bonos se adecúen caso por caso, y que se puedan incorporar a las negociaciones paritarias futuras. Lo que sí evitó es que se puedan absorber en cuotas paritarias ya acordadas, algo que sí sucedió en 2018.

El bono de $5000 deberá ser abonado en octubre, aunque podrá ser abonado “en los plazos, cuotas y condiciones que establezcan las partes”. El pago del bono no podrá compensar cuotas pendientes de la paritarias preacordadas, pero sí podrá ser usado como parte de pago en una paritaria futura o para absorver aumentos que los empleadores hubiesen otorgado, unilateralmente o por acuerdo de manera extraordinaria a partir del 12 de agosto de 2019. Si bien el bono será obligatorio y no remunerativo, por lo que quedará excento de cargas sociales, sí sumará para el cálculo del impuesto a las ganancias.

Por otro lado, los acuerdos paritarios firmados por los grandes gremios lograron soportar la escalada inflacionaria de agosto gracias a las cuotas percibidas en julio -y agosto inclusive-. Sin embargo, si la inflación permance alta en septiembre, volverá la presión de los gremios para renegociar los acuerdos si pretenden continuar acompañando el proceso inflacionario.
Los choferes de la UTA y los mercantiles de Comercio ya se encuentran negociando una recomposición salarial para el último tramo del año, mientras que SMATA y la UOCRA deberán hacer lo mismo ya que tienen acuerdos cortos. El resto de los gremios cuenta con un acuerdo cerrado pero, teniendo en cuenta estimaciones inflacionarias, deberán negociar una recomposición para no quedar relegados.

 

El presupuesto se aprobaría después del 10 de diciembre

La Ley de Administración Financiera establece en su artículo 26 que el Poder Ejecutivo debe presentar el proyecto de ley de Presupuesto General a la Cámara de Diputados, antes del 15 de septiembre del año anterior para el que regirá, culminando la denominada etapa de formulación presupuestaria.  Por este motivo, el actual Gobierno envió el texto correspondiente al Presupuesto 2020.

Sin embargo,  el hecho de que el actual Gobierno difícilmente siga gobernando a partir del 10 de diciembre hace que el texto definitivo muy probablemente se apruebe una vez que haya un nuevo Gobierno electo, o en todo caso, haya un Gobierno que asuma funciones y que haya tenido la posibilidad de planificar presupuestariamente el 2020.

 

De hecho, en los últimos 15 años, los Presupuestos aprobados en años electorales suelen ser aprobados más tarde (72 días después de ser presentados en promedio) que los aprobados en años NO electorales (62 días después). Lo curioso es que 5 de los últimos 15 años fueron recesivos, sin embargo, solo el Presupuesto 2019, aprobado el año pasado, contempló en la proyección de gastos una caída del PBI.

Por el lado opositor, no se recibió con mucho compromiso el texto del proyecto de Presupuesto elevado por el oficialismo, por tener demasiadas inconsistencias en su armado, según señalaron dirigentes de diferentes bloques. La relación entre la desaceleración de la inflación y el resultado fiscal, o la dinámica de las exportaciones con el tipo de cambio proyectado son ecuaciones que no resultaron demasiado creíbles para los opositores.

Esto hace pensar que el texto sufrirá importantes cambios antes de ser aprobado, que deberán provenir de quien luego del 27 de octubre -si es que la elección se resuelve allí-, sea el que tenga que asumir la responsabilidad de gobernar durante todo el año próximo.

La imagen de gobierno se resiente luego de la derrota electoral

En una suerte de efecto bandwagon (carro del vencedor) invertido, la imagen de Gobierno sufre una abrupta caída en septiembre, luego del resultado de la elección primaria. La imagen negativa aumenta y se acerca de su máximo histórico mientras que la imagen positiva se ubica en los niveles más bajos de todo el ciclo.

En este sentido, se observa que se responsabiliza más a Macri por el deterioro económico post-PASO.
Si bien la incertidumbre que se generó tras el resultado electoral se origina por las dudas que plantea el candidato ganador (sobre todo por la presencia de Cristina Kirchner en esa fórmula ganadora), para la percepción de la gente el responsable de lo que se observa en el escenario económico es el propio Presidente: el 59% de los consultados considera que la situación económica se deterioró post elecciones por la política económica de Macri, mientras que solo el 28,8% considera que el daño económico post PASO responde a las propuestas económicas de Fernández. En definitiva, la incertidumbre la genera Fernández, la responsabilidad es de la política de Macri.
En este sentido, la volatilidad cambiaria originada tras los comicios revive la preocupación por la inflación. La misma aumentó marcadamente luego de la corrida cambiaria vivida la semana posterior a las PASO, llegando a 45,1%, el registro más alto de todo el ciclo, incluso superando el pico registrado en abril pasado (44,6%). Al mismo tiempo que crece la preocupación por la inflación, no cede la otra preocupación económica que es la preocupación por el desempleo que se mantiene en torno al 26%.

De esta manera, las preocupaciones económicas (inflación y desempleo) se ubican en los niveles más altos de todo el ciclo: la suma de ambas variables acumula el 71,1% del las respuestas. Por su parte, la preocupación de la ciudadanía por los problemas en materia de corrupción e inseguridad caen fuertemente: apenas un 4,2% afirma que su máxima preocupación es la inseguridad (nivel más bajo del ciclo), mientras que un 15,9% señala a la corrupción.
Paralelamente, siguen mejorando las expectativas sobre el futuro del país luego de las elecciones. Si bien el optimismo sobre el futuro del país se mantuvo estable (40%), el pesimismo perforó el piso del 20%. ubicándose en el 17%. Al mismo tiempo, crecen los que miran el futuro con incertidumbre (23,8%).

 

 

 

Los candidatos buscan un punto de equilibrio en el nuevo escenario

El resultado electoral de las Primarias produjo una suerte de desacople entre el proceso político y el institucional. La elección produjo un hecho político (dejó un claro ganador y prácticamente futuro Presiente en Alberto Fernández), pero no produjo un correlato institucional de ese hecho (Fernández es simplemente un candidato y deberá cumplir con la formalidad de ganar la elección), lo que le impide aún ser un Presidente electo e iniciar una transición con el Gobierno en ejercicio. Del lado del oficialismo, la derrota del Presidente Macri lo ha debilitado políticamente y le ha vaciado la capacidad de administrar expectativas a futuro, ya que la mayoría descuenta que no estará sentado en el sillón presidencial a partir del 10 de diciembre.

Esta situación anómala sucede en un contexto económico que venía siendo delicado desde abril-mayo del año pasado, producto de una crisis de confianza en los mercados sobre la sustentabilidad del programa económico, que el resultado electoral no hizo más que agravar. Esto es el producto de: 1) la pérdida de legitimidad popular de ese mismo programa económico, y 2) el desconocimiento del programa económico del virtual presidente electo (o al menos de su programa financiero ya que en campaña reconoció que renegociará el Programa Stand By con el FMI).

En definitiva, quien tiene la posibilidad real de administrar las expectativas económicas en un contexto de incertidumbre (el virtual candidato electo), no puede efectivamente orientar esas expectativas por dos motivos centrales: 1) no tiene incentivos para anticipar ninguna decisión que pudiera perjudicarlo electoralmente; y 2) si aún quisiera asumir la responsabilidad de tomar definiciones –pagando costos políticos-electorales- respecto de qué hará una vez asumido como Presidente, tampoco lo podría hacer por desconocer objetivamente cuáles van a ser las condiciones económicas en que iniciará su gestión (reservas, tipo de cambio, inflación, etc.).

Pero Fernández sí tiene incentivos para esperar que el Gobierno asuma la responsabilidad de gobernar esta coyuntura de crisis y tome medidas que él considere necesarias (como por ejemplo la implementación de controles de cambio), y que al mismo tiempo sean perjudiciales para los objetivos electorales del Gobierno.

El candidato opositor buscó desde un comienzo que el candidato rival y Presidente en ejercicio, tome todas las medidas impopulares (reperfilamiento de deuda de corto plazo y medidas de control de cambio) pero necesarias para controlar la situación económica, y que él no quisiera tomar una vez que asuma el poder el 10 de diciembre.

¿Y por qué Alberto Fernández buscaría cooperar con Macri en algún punto? ¿No aplica el incentivo que cuanto peor, mejor para obtener el mejor resultado electoral posible en octubre? Efectivamente el incentivo electoral lo llevaría a Alberto Fernández a minimizar la cooperación en estas circunstancias, siendo que hoy tiene él más posibilidades de calmar a los mercados que propio Presidente en ejercicio. Pero hay dos factores que lo condicionan en esa estrategia de “cuanto peor, mejor”. A saber:

1) La herencia que recibirá Fernández (reservas e inflación). En la medida que Fernández no colabore con la Gobernabilidad económica del último tramo del Gobierno de Macri, posiblemente esté afectan-do el punto de partida de su propio Gobierno. Si el Gobierno se ve forzado a liquidar las reservas del BCRA para evitar que el dólar se dispare y que eso lo afecte electoralmente, ello condicionará el punto de partida de Fernández a partir del 10 de diciembre. Y si el dólar se dispara, posiblemente dejara aún más inflación con mayores dificultades para bajarla durante el mandato del nuevo presidente. De modo que si Fernández no colabora en nada, podría estar perjudicándose a él mismo.

2) La evaluación de la opinión pública sobre la crisis. Si la opinión pública percibe que el Gobierno no puede controlar la situación económica y que Fernández no colabora o incluso perjudica aún más la situación con declaraciones que generan más incertidumbre, posiblemente habrá un punto de inflexión donde el enojo de la gente podría volcarse también contra su figura.

En este delicado equilibrio transitará Alberto Fernández la campaña. Tratando de favorecer su estrategia electoral pero también tratando de no generar más perjuicios de lo que ya la situación ocasionó en la economía condicionando el comienzo de su eventual mandato.

Para acceder al análisis completo, descargue el informe adjunto (solo para clientes de Ecolatina y usuarios FULL de Appvisor)

La pelea por el liderazgo sindical detrás de los apoyos a Fernández

La magnitud del triunfo de Alberto Fernández arrojó mucha certidumbre respecto de hacia dónde va el proceso político. Esto ha provocado que el sindicalismo deje de atender el proceso electoral y empiece a pensar qué lugar ocupará en un eventual Gobierno peronista. El resultado activó los mecanismos políticos de negociación sindical para definir el futuro de la CGT en un eventual Gobierno de Fernández, al tiempo que desactivó la conflictividad sindical, un gesto que pide el Frente de Todos para no llevar la conflictividad a la calle y minimizar los riesgos electorales.
Por lo pronto, mientras el sindicalismo le transmitió al Gobierno algunos cuestionamientos a las medidas anunciadas para aliviar el impacto de la devaluación post-PASO (descuento en aportes personales insuficiente, bono a estatales no aplica a todos, aumento mayor a 120% del salario mínimo) también evalúan cómo se reorganizará el universo sindical después del 10 de diciembre.

En este sentido, la ausencia de un liderazgo político capaz de forzar la unidad de todo el arco sindical (CGT dialoguista y Corriente Federal más las CTA) no es auspiciosa. Si bien Alberto Fernández será un Presidente con amplias mayorías, la centralidad del poder no está en sus manos, dado que el mismo es compartido con muchos actores.
Por otro lado, en materia laboral, el programa de Alberto Fernández es bastante previsible y descansa sobre un apoyo sindical mayoritario. Sin embargo, en un contexto donde el sindicalismo está fragmentado y las tensiones intrasindicales pueden ser un condicionante de las reformas que se propongan, la ausencia de un interlocutor único y legitimado para discutir reformas podría ser un condicionante para que se logren cambios profundos. Al respecto, aparece el nombre de Carlos Tomada como eventual Ministro de Trabajo, quien ocupó ese cargo durante todo el período kirchnerista y es un interlocutor autorizado para todo el universo sindical. Esto última es quizás su mayor ventaja en un universo sindical muy fragmentado, lo cual no es poca cosa.

El nuevo gobierno tendría mayoría parlamentaria

El sorprendente resultado que nos dejó las Primarias permite anticipar qué sucederá en el terreno legislativo con el eventual recambio presidencial. De repetirse el resultado en octubre, podrían volver las mayorías legislativas al Congreso luego de 4 años de Gobierno de minoría.
La tarea no será sencilla, porque la unidad que se logró en el terreno electoral habrá que llevarla al recinto de las dos Cámaras, pero si nos guiamos por los antecedentes, no es una tarea difícil cuando gobierna el peronismo: desde 1983 a la actualidad, salvo en una pequeña ventana entre 2009 y 2001, el peronismo nunca gobernó en minoría.
El camino a la unidad legislativa no será automático para Alberto Fernández. Más allá de la unidad que mostró el Frente de Todos, habrá que agregar algo de homogeneidad legislativa una vez finalizado el proceso electoral. De lograr los acuerdos que proyectamos logrará, podría tener un interbloque de 127 diputados de base.
Por el lado opositor, los espacios que hoy integran Cambiemos podrían estar conservando un bloque superior a los 100 miembros, pero deberán reconstruir una relación que, de sobrevenir una derrota, quedará dañada entre los socios. En todo caso, habrá incentivos para reconstruir la unidad y conservar cierto poder legislativo. También en el terreno opositor, el espacio que lidera Roberto Lavagna podría conformar un bloque de 8 diputados, quienes pudieran ser útiles, si por circunstancias extraordinarias, el oficialismo necesitara votos.

Entre los personajes clave del Congreso que viene (asumiendo al Frente de Todos como el próximo gobierno), destacan por el lado del oficialismo dos ex candidatos a Presidente: Agustín Rossi, seguramente Jefe de Bloque del oficialismo y Sergio Massa, posiblemente el Presidente de la Cámara de Diputados. Por el lado de la futura oposición las figuras que destacarán seguramente serán Christian Ritondo, primer candidato a diputado por Juntos por el Cambio en la Provincia de Buenos Aires y hombre de confianza de Vidal y Alfredo Cornejo actual Presidente de la UCR, espacio que buscará reconstruirse luego de la salida del poder frente a una derrota de Macri.
Finalmente, por el lado del peronismo no oficialista, la continuidad de Graciela Camaño seguramente le dará un lugar destacado en el bloque de legisladores que ingresen de la mano de Roberto Lavagna, junto a Marco Lavagna, si es que finalmente logra ser reelecto en octubre próximo.
La situación de Alberto Fernández en el Senado también es auspiciosa en materia de mayorías. De confirmarse el triunfo del Frente de Todos, también el peronismo tendría mayoría en el Senado, que estará presidido por Cristina Fernández de Kirchner, que incluso tendría una situación más holgada: 40 serían los senadores que el oficialismo juntaría entre los Senadores que responden a los Gobernadores aliados, los que responden a Cristina Kirchner y los que ingresarán de la mano del triunfo del Frente de Todos.
Sin lugar a dudas, el personaje clave de la Cámara de Senadores será Cristina Kirchner: Lleva 10 años ocupando una banca en la Cámara alta y le tocará, por primera vez, sentarse en el estrado presidencial y conducir el recinto, privilegio que le cabe a los vicepresidentes. Será un rol que la restringirá políticamente, ya que en este nuevo rol no podrá asumir posiciones políticas en los debates, pero indudablemente le dará un lugar destacado en el mapa de poder del Senado.
Luego de 18 años ininterrumpidos, Miguel Ángel Pichetto dejará de ser el Presidente del bloque de Senadores peronistas, dejando su lugar al Senador por Córdoba, Carlos Caserio, quien seguramente tendrá un rol destacado en un bloque oficialista que responda a un Poder Ejecutivo conducido por Alberto Fernández. Igual de importante podrá ser el rol que cumpla José Mayans, quizás el Senador con más experiencia y conocimiento sobre la práctica legislativa y algún representante de Cristina Kirchner, como puede ser Mariano Recalde.

Independientemente de ello, probablemente en el Senado se manifieste una puja entre los Senadores que responden a los Gobernadores y los que responden al poder de la vicepresidenta a la hora de definir los roles en el bloque oficialista. En todo caso, esta pelea en el Senado será un buen indicador para dimensionar hasta qué punto Alberto Fernández podrá tener cierta autonomía de su electora (CFK), o enfrentará algún nivel de dependencia o condicionamiento por no controlar la disciplina de los bloques de legisladores oficialista en el Congreso.

Votos, diferencias y expectativas: análisis posibles y el impacto de las PASO

Hasta hoy, los actores políticos, económicos y sindicales han venido actuando en función de una presunción respecto al resultado electoral. Las PASO podrían corregir esa presunción, y en función de esto, podríamos tener cambios en el escenario político y económico. Entre esas presunciones, resaltan: 1) el Frente de Todos probablemente gane la PASO con una cifra cercana al 40% de los votos; 2) el oficialismo saldrá segundo a no más de 5 p.p. de diferencia; y 3) dados esos dos resultados anteriores, la elección no se definirá en la primera vuelta: lo más probable será ir a un balotaje.

En consecuencia, la forma en la cual el resultado de las PASO impactará en el escenario estará matizado por este tamiz. A grandes rasgos, podríamos afirmar que los números se analizarán bajo tres factores: i) cuánto saca el ganador, ii) cuánto su inmediato perseguidor y iii) cuán alejados están los resultados de las expectativas.

De esta forma, se abren tres alternativas de análisis: a) que el resultado se condiga con las expectativas, b) que el resultado sea más favorable para el Frente de Todos que lo esperado y c) que pase lo mismo pero con Juntos por el Cambio. Veamos.

a) “Todo sale tal cual lo previsto”. Si Fernández gana las elecciones con cerca del 40% de los votos pero menos de 5 p.p. de diferencia, es probable que el impacto de las PASO sea acotado. Sin embargo, iniciará una nueva etapa en la campaña.

  • El oficialismo buscará convocar a los electores de Lavagna y Espert a votar contra el kirchnerismo: con estos números, Macri intentará convencer a votantes de otras fuerzas que apoyarlo es la única forma de evitar el regreso del kirchnerismo al poder. Así, apelará al voto útil anti K.
  • El Frente de Todos buscará convocar a los votantes de Lavagna y de las fuerzas de Izquierda a unirse para frenar a Macri: Fernández hará lo propio con quienes no quieren que Macri siga gobernando, para así estirar sus apoyos más cerca del 45%.
  • El mercado seguirá analizando el escenario, para despejar la incertidumbre política lo antes posible. Sin grandes cambios, el Gobierno seguiría comprometido en controlar el dólar y bajar así la inflación.

b) Triunfo holgado de Alberto Fernández. Si el Frente de Todos supera el 40% de los votos y la diferencia con su segundo excede los 5 p.p., las PASO podrían instalar la sensación de que Fernández ganaría la elección, reconfigurando el escenario.

  • El mercado, que supone una continuidad de Macri, podría hacer correcciones: la reacción dependerá mucho de qué señales envíe Fernández acerca de cuál será su política económica. No obstante, un sector podría no “escuchar” esas señales y buscar cobertura frente a un cambio de gobierno.
  • Fernández buscaría consolidar su discurso, aprovechando que el resultado podría resignificar la crisis: este escenario podría hacer sentir que la crisis económica fue determinante para el resultado, provocando un cambio de evaluación sobre la coyuntura, que potencie el discurso opositor.
  • Macri deberá enfrentar un escenario de mucha adversidad y solo le quedará apelar al sentimiento anti kirchnerista: sin tener éxito garantizado, posiblemente Macri deba redobla su discurso anti kirchnerista para apelar a una recuperación. Sin embargo, el contexto económico podría tornarse aún más complicado, dificultando así la estrategia.

c) Macri empata o gana la elección. Si Juntos por el Cambio logra empatar la elección (menos de 1 p.p.) o incluso ganarla, se instalará con fuerza la sensación de reelección.

  • Para el mercado, la continuidad será un hecho: esto reduciría su riesgo político vis a vis el riesgo financiero, acotando dolarización de carteras.
  • Fernández profundizaría su crítica económica y podría apelar a la movilización callejera: con un mercado más calmo, la economía mejoraría su performance en octubre, achicando el margen de recuperación de Fernández, que podría dejar la moderación y apelar a la capacidad de movilización callejera del kirchenrismo. En este escenario, los gobernadores, intendentes y sindicalistas abandonaría el Frente de Todos para acercarse a Macri.
  • Macri seguiría en la misma línea buscando capitalizar el efecto “carro del vencedor” para apalancarse y triunfar en primera vuelta en octubre.

En resumen, los escenarios b) y c) cambiarían el panorama actual, agravando o diluyendo la crisis económica, con su impacto electoral. En cambio, si se ratifican las tendencias, poco cambiará.