El presupuesto se aprobaría después del 10 de diciembre

La Ley de Administración Financiera establece en su artículo 26 que el Poder Ejecutivo debe presentar el proyecto de ley de Presupuesto General a la Cámara de Diputados, antes del 15 de septiembre del año anterior para el que regirá, culminando la denominada etapa de formulación presupuestaria.  Por este motivo, el actual Gobierno envió el texto correspondiente al Presupuesto 2020.

Sin embargo,  el hecho de que el actual Gobierno difícilmente siga gobernando a partir del 10 de diciembre hace que el texto definitivo muy probablemente se apruebe una vez que haya un nuevo Gobierno electo, o en todo caso, haya un Gobierno que asuma funciones y que haya tenido la posibilidad de planificar presupuestariamente el 2020.

 

De hecho, en los últimos 15 años, los Presupuestos aprobados en años electorales suelen ser aprobados más tarde (72 días después de ser presentados en promedio) que los aprobados en años NO electorales (62 días después). Lo curioso es que 5 de los últimos 15 años fueron recesivos, sin embargo, solo el Presupuesto 2019, aprobado el año pasado, contempló en la proyección de gastos una caída del PBI.

Por el lado opositor, no se recibió con mucho compromiso el texto del proyecto de Presupuesto elevado por el oficialismo, por tener demasiadas inconsistencias en su armado, según señalaron dirigentes de diferentes bloques. La relación entre la desaceleración de la inflación y el resultado fiscal, o la dinámica de las exportaciones con el tipo de cambio proyectado son ecuaciones que no resultaron demasiado creíbles para los opositores.

Esto hace pensar que el texto sufrirá importantes cambios antes de ser aprobado, que deberán provenir de quien luego del 27 de octubre -si es que la elección se resuelve allí-, sea el que tenga que asumir la responsabilidad de gobernar durante todo el año próximo.

La imagen de gobierno se resiente luego de la derrota electoral

En una suerte de efecto bandwagon (carro del vencedor) invertido, la imagen de Gobierno sufre una abrupta caída en septiembre, luego del resultado de la elección primaria. La imagen negativa aumenta y se acerca de su máximo histórico mientras que la imagen positiva se ubica en los niveles más bajos de todo el ciclo.

En este sentido, se observa que se responsabiliza más a Macri por el deterioro económico post-PASO.
Si bien la incertidumbre que se generó tras el resultado electoral se origina por las dudas que plantea el candidato ganador (sobre todo por la presencia de Cristina Kirchner en esa fórmula ganadora), para la percepción de la gente el responsable de lo que se observa en el escenario económico es el propio Presidente: el 59% de los consultados considera que la situación económica se deterioró post elecciones por la política económica de Macri, mientras que solo el 28,8% considera que el daño económico post PASO responde a las propuestas económicas de Fernández. En definitiva, la incertidumbre la genera Fernández, la responsabilidad es de la política de Macri.
En este sentido, la volatilidad cambiaria originada tras los comicios revive la preocupación por la inflación. La misma aumentó marcadamente luego de la corrida cambiaria vivida la semana posterior a las PASO, llegando a 45,1%, el registro más alto de todo el ciclo, incluso superando el pico registrado en abril pasado (44,6%). Al mismo tiempo que crece la preocupación por la inflación, no cede la otra preocupación económica que es la preocupación por el desempleo que se mantiene en torno al 26%.

De esta manera, las preocupaciones económicas (inflación y desempleo) se ubican en los niveles más altos de todo el ciclo: la suma de ambas variables acumula el 71,1% del las respuestas. Por su parte, la preocupación de la ciudadanía por los problemas en materia de corrupción e inseguridad caen fuertemente: apenas un 4,2% afirma que su máxima preocupación es la inseguridad (nivel más bajo del ciclo), mientras que un 15,9% señala a la corrupción.
Paralelamente, siguen mejorando las expectativas sobre el futuro del país luego de las elecciones. Si bien el optimismo sobre el futuro del país se mantuvo estable (40%), el pesimismo perforó el piso del 20%. ubicándose en el 17%. Al mismo tiempo, crecen los que miran el futuro con incertidumbre (23,8%).

 

 

 

Los candidatos buscan un punto de equilibrio en el nuevo escenario

El resultado electoral de las Primarias produjo una suerte de desacople entre el proceso político y el institucional. La elección produjo un hecho político (dejó un claro ganador y prácticamente futuro Presiente en Alberto Fernández), pero no produjo un correlato institucional de ese hecho (Fernández es simplemente un candidato y deberá cumplir con la formalidad de ganar la elección), lo que le impide aún ser un Presidente electo e iniciar una transición con el Gobierno en ejercicio. Del lado del oficialismo, la derrota del Presidente Macri lo ha debilitado políticamente y le ha vaciado la capacidad de administrar expectativas a futuro, ya que la mayoría descuenta que no estará sentado en el sillón presidencial a partir del 10 de diciembre.

Esta situación anómala sucede en un contexto económico que venía siendo delicado desde abril-mayo del año pasado, producto de una crisis de confianza en los mercados sobre la sustentabilidad del programa económico, que el resultado electoral no hizo más que agravar. Esto es el producto de: 1) la pérdida de legitimidad popular de ese mismo programa económico, y 2) el desconocimiento del programa económico del virtual presidente electo (o al menos de su programa financiero ya que en campaña reconoció que renegociará el Programa Stand By con el FMI).

En definitiva, quien tiene la posibilidad real de administrar las expectativas económicas en un contexto de incertidumbre (el virtual candidato electo), no puede efectivamente orientar esas expectativas por dos motivos centrales: 1) no tiene incentivos para anticipar ninguna decisión que pudiera perjudicarlo electoralmente; y 2) si aún quisiera asumir la responsabilidad de tomar definiciones –pagando costos políticos-electorales- respecto de qué hará una vez asumido como Presidente, tampoco lo podría hacer por desconocer objetivamente cuáles van a ser las condiciones económicas en que iniciará su gestión (reservas, tipo de cambio, inflación, etc.).

Pero Fernández sí tiene incentivos para esperar que el Gobierno asuma la responsabilidad de gobernar esta coyuntura de crisis y tome medidas que él considere necesarias (como por ejemplo la implementación de controles de cambio), y que al mismo tiempo sean perjudiciales para los objetivos electorales del Gobierno.

El candidato opositor buscó desde un comienzo que el candidato rival y Presidente en ejercicio, tome todas las medidas impopulares (reperfilamiento de deuda de corto plazo y medidas de control de cambio) pero necesarias para controlar la situación económica, y que él no quisiera tomar una vez que asuma el poder el 10 de diciembre.

¿Y por qué Alberto Fernández buscaría cooperar con Macri en algún punto? ¿No aplica el incentivo que cuanto peor, mejor para obtener el mejor resultado electoral posible en octubre? Efectivamente el incentivo electoral lo llevaría a Alberto Fernández a minimizar la cooperación en estas circunstancias, siendo que hoy tiene él más posibilidades de calmar a los mercados que propio Presidente en ejercicio. Pero hay dos factores que lo condicionan en esa estrategia de “cuanto peor, mejor”. A saber:

1) La herencia que recibirá Fernández (reservas e inflación). En la medida que Fernández no colabore con la Gobernabilidad económica del último tramo del Gobierno de Macri, posiblemente esté afectan-do el punto de partida de su propio Gobierno. Si el Gobierno se ve forzado a liquidar las reservas del BCRA para evitar que el dólar se dispare y que eso lo afecte electoralmente, ello condicionará el punto de partida de Fernández a partir del 10 de diciembre. Y si el dólar se dispara, posiblemente dejara aún más inflación con mayores dificultades para bajarla durante el mandato del nuevo presidente. De modo que si Fernández no colabora en nada, podría estar perjudicándose a él mismo.

2) La evaluación de la opinión pública sobre la crisis. Si la opinión pública percibe que el Gobierno no puede controlar la situación económica y que Fernández no colabora o incluso perjudica aún más la situación con declaraciones que generan más incertidumbre, posiblemente habrá un punto de inflexión donde el enojo de la gente podría volcarse también contra su figura.

En este delicado equilibrio transitará Alberto Fernández la campaña. Tratando de favorecer su estrategia electoral pero también tratando de no generar más perjuicios de lo que ya la situación ocasionó en la economía condicionando el comienzo de su eventual mandato.

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La pelea por el liderazgo sindical detrás de los apoyos a Fernández

La magnitud del triunfo de Alberto Fernández arrojó mucha certidumbre respecto de hacia dónde va el proceso político. Esto ha provocado que el sindicalismo deje de atender el proceso electoral y empiece a pensar qué lugar ocupará en un eventual Gobierno peronista. El resultado activó los mecanismos políticos de negociación sindical para definir el futuro de la CGT en un eventual Gobierno de Fernández, al tiempo que desactivó la conflictividad sindical, un gesto que pide el Frente de Todos para no llevar la conflictividad a la calle y minimizar los riesgos electorales.
Por lo pronto, mientras el sindicalismo le transmitió al Gobierno algunos cuestionamientos a las medidas anunciadas para aliviar el impacto de la devaluación post-PASO (descuento en aportes personales insuficiente, bono a estatales no aplica a todos, aumento mayor a 120% del salario mínimo) también evalúan cómo se reorganizará el universo sindical después del 10 de diciembre.

En este sentido, la ausencia de un liderazgo político capaz de forzar la unidad de todo el arco sindical (CGT dialoguista y Corriente Federal más las CTA) no es auspiciosa. Si bien Alberto Fernández será un Presidente con amplias mayorías, la centralidad del poder no está en sus manos, dado que el mismo es compartido con muchos actores.
Por otro lado, en materia laboral, el programa de Alberto Fernández es bastante previsible y descansa sobre un apoyo sindical mayoritario. Sin embargo, en un contexto donde el sindicalismo está fragmentado y las tensiones intrasindicales pueden ser un condicionante de las reformas que se propongan, la ausencia de un interlocutor único y legitimado para discutir reformas podría ser un condicionante para que se logren cambios profundos. Al respecto, aparece el nombre de Carlos Tomada como eventual Ministro de Trabajo, quien ocupó ese cargo durante todo el período kirchnerista y es un interlocutor autorizado para todo el universo sindical. Esto última es quizás su mayor ventaja en un universo sindical muy fragmentado, lo cual no es poca cosa.

El nuevo gobierno tendría mayoría parlamentaria

El sorprendente resultado que nos dejó las Primarias permite anticipar qué sucederá en el terreno legislativo con el eventual recambio presidencial. De repetirse el resultado en octubre, podrían volver las mayorías legislativas al Congreso luego de 4 años de Gobierno de minoría.
La tarea no será sencilla, porque la unidad que se logró en el terreno electoral habrá que llevarla al recinto de las dos Cámaras, pero si nos guiamos por los antecedentes, no es una tarea difícil cuando gobierna el peronismo: desde 1983 a la actualidad, salvo en una pequeña ventana entre 2009 y 2001, el peronismo nunca gobernó en minoría.
El camino a la unidad legislativa no será automático para Alberto Fernández. Más allá de la unidad que mostró el Frente de Todos, habrá que agregar algo de homogeneidad legislativa una vez finalizado el proceso electoral. De lograr los acuerdos que proyectamos logrará, podría tener un interbloque de 127 diputados de base.
Por el lado opositor, los espacios que hoy integran Cambiemos podrían estar conservando un bloque superior a los 100 miembros, pero deberán reconstruir una relación que, de sobrevenir una derrota, quedará dañada entre los socios. En todo caso, habrá incentivos para reconstruir la unidad y conservar cierto poder legislativo. También en el terreno opositor, el espacio que lidera Roberto Lavagna podría conformar un bloque de 8 diputados, quienes pudieran ser útiles, si por circunstancias extraordinarias, el oficialismo necesitara votos.

Entre los personajes clave del Congreso que viene (asumiendo al Frente de Todos como el próximo gobierno), destacan por el lado del oficialismo dos ex candidatos a Presidente: Agustín Rossi, seguramente Jefe de Bloque del oficialismo y Sergio Massa, posiblemente el Presidente de la Cámara de Diputados. Por el lado de la futura oposición las figuras que destacarán seguramente serán Christian Ritondo, primer candidato a diputado por Juntos por el Cambio en la Provincia de Buenos Aires y hombre de confianza de Vidal y Alfredo Cornejo actual Presidente de la UCR, espacio que buscará reconstruirse luego de la salida del poder frente a una derrota de Macri.
Finalmente, por el lado del peronismo no oficialista, la continuidad de Graciela Camaño seguramente le dará un lugar destacado en el bloque de legisladores que ingresen de la mano de Roberto Lavagna, junto a Marco Lavagna, si es que finalmente logra ser reelecto en octubre próximo.
La situación de Alberto Fernández en el Senado también es auspiciosa en materia de mayorías. De confirmarse el triunfo del Frente de Todos, también el peronismo tendría mayoría en el Senado, que estará presidido por Cristina Fernández de Kirchner, que incluso tendría una situación más holgada: 40 serían los senadores que el oficialismo juntaría entre los Senadores que responden a los Gobernadores aliados, los que responden a Cristina Kirchner y los que ingresarán de la mano del triunfo del Frente de Todos.
Sin lugar a dudas, el personaje clave de la Cámara de Senadores será Cristina Kirchner: Lleva 10 años ocupando una banca en la Cámara alta y le tocará, por primera vez, sentarse en el estrado presidencial y conducir el recinto, privilegio que le cabe a los vicepresidentes. Será un rol que la restringirá políticamente, ya que en este nuevo rol no podrá asumir posiciones políticas en los debates, pero indudablemente le dará un lugar destacado en el mapa de poder del Senado.
Luego de 18 años ininterrumpidos, Miguel Ángel Pichetto dejará de ser el Presidente del bloque de Senadores peronistas, dejando su lugar al Senador por Córdoba, Carlos Caserio, quien seguramente tendrá un rol destacado en un bloque oficialista que responda a un Poder Ejecutivo conducido por Alberto Fernández. Igual de importante podrá ser el rol que cumpla José Mayans, quizás el Senador con más experiencia y conocimiento sobre la práctica legislativa y algún representante de Cristina Kirchner, como puede ser Mariano Recalde.

Independientemente de ello, probablemente en el Senado se manifieste una puja entre los Senadores que responden a los Gobernadores y los que responden al poder de la vicepresidenta a la hora de definir los roles en el bloque oficialista. En todo caso, esta pelea en el Senado será un buen indicador para dimensionar hasta qué punto Alberto Fernández podrá tener cierta autonomía de su electora (CFK), o enfrentará algún nivel de dependencia o condicionamiento por no controlar la disciplina de los bloques de legisladores oficialista en el Congreso.

Votos, diferencias y expectativas: análisis posibles y el impacto de las PASO

Hasta hoy, los actores políticos, económicos y sindicales han venido actuando en función de una presunción respecto al resultado electoral. Las PASO podrían corregir esa presunción, y en función de esto, podríamos tener cambios en el escenario político y económico. Entre esas presunciones, resaltan: 1) el Frente de Todos probablemente gane la PASO con una cifra cercana al 40% de los votos; 2) el oficialismo saldrá segundo a no más de 5 p.p. de diferencia; y 3) dados esos dos resultados anteriores, la elección no se definirá en la primera vuelta: lo más probable será ir a un balotaje.

En consecuencia, la forma en la cual el resultado de las PASO impactará en el escenario estará matizado por este tamiz. A grandes rasgos, podríamos afirmar que los números se analizarán bajo tres factores: i) cuánto saca el ganador, ii) cuánto su inmediato perseguidor y iii) cuán alejados están los resultados de las expectativas.

De esta forma, se abren tres alternativas de análisis: a) que el resultado se condiga con las expectativas, b) que el resultado sea más favorable para el Frente de Todos que lo esperado y c) que pase lo mismo pero con Juntos por el Cambio. Veamos.

a) “Todo sale tal cual lo previsto”. Si Fernández gana las elecciones con cerca del 40% de los votos pero menos de 5 p.p. de diferencia, es probable que el impacto de las PASO sea acotado. Sin embargo, iniciará una nueva etapa en la campaña.

  • El oficialismo buscará convocar a los electores de Lavagna y Espert a votar contra el kirchnerismo: con estos números, Macri intentará convencer a votantes de otras fuerzas que apoyarlo es la única forma de evitar el regreso del kirchnerismo al poder. Así, apelará al voto útil anti K.
  • El Frente de Todos buscará convocar a los votantes de Lavagna y de las fuerzas de Izquierda a unirse para frenar a Macri: Fernández hará lo propio con quienes no quieren que Macri siga gobernando, para así estirar sus apoyos más cerca del 45%.
  • El mercado seguirá analizando el escenario, para despejar la incertidumbre política lo antes posible. Sin grandes cambios, el Gobierno seguiría comprometido en controlar el dólar y bajar así la inflación.

b) Triunfo holgado de Alberto Fernández. Si el Frente de Todos supera el 40% de los votos y la diferencia con su segundo excede los 5 p.p., las PASO podrían instalar la sensación de que Fernández ganaría la elección, reconfigurando el escenario.

  • El mercado, que supone una continuidad de Macri, podría hacer correcciones: la reacción dependerá mucho de qué señales envíe Fernández acerca de cuál será su política económica. No obstante, un sector podría no “escuchar” esas señales y buscar cobertura frente a un cambio de gobierno.
  • Fernández buscaría consolidar su discurso, aprovechando que el resultado podría resignificar la crisis: este escenario podría hacer sentir que la crisis económica fue determinante para el resultado, provocando un cambio de evaluación sobre la coyuntura, que potencie el discurso opositor.
  • Macri deberá enfrentar un escenario de mucha adversidad y solo le quedará apelar al sentimiento anti kirchnerista: sin tener éxito garantizado, posiblemente Macri deba redobla su discurso anti kirchnerista para apelar a una recuperación. Sin embargo, el contexto económico podría tornarse aún más complicado, dificultando así la estrategia.

c) Macri empata o gana la elección. Si Juntos por el Cambio logra empatar la elección (menos de 1 p.p.) o incluso ganarla, se instalará con fuerza la sensación de reelección.

  • Para el mercado, la continuidad será un hecho: esto reduciría su riesgo político vis a vis el riesgo financiero, acotando dolarización de carteras.
  • Fernández profundizaría su crítica económica y podría apelar a la movilización callejera: con un mercado más calmo, la economía mejoraría su performance en octubre, achicando el margen de recuperación de Fernández, que podría dejar la moderación y apelar a la capacidad de movilización callejera del kirchenrismo. En este escenario, los gobernadores, intendentes y sindicalistas abandonaría el Frente de Todos para acercarse a Macri.
  • Macri seguiría en la misma línea buscando capitalizar el efecto “carro del vencedor” para apalancarse y triunfar en primera vuelta en octubre.

En resumen, los escenarios b) y c) cambiarían el panorama actual, agravando o diluyendo la crisis económica, con su impacto electoral. En cambio, si se ratifican las tendencias, poco cambiará.

La puja por el liderazgo del movimiento obrero

Independientemente de la intensidad de los apoyos, en los gestos todo el arco sindical ha manifestado en los últimos días su apoyo a la candidatura de Alberto Fernández, gesto que se entiende por dos motivos. En primer lugar, esto se debe al escaso margen de maniobra que posee la dirigencia sindical ante el nivel de rechazo que genera en los sectores trabajadores los resultados económicos de la gestión de Mauricio Macri, En segundo lugar, se corresponde con la necesidad que cada sector tiene de conservar los espacios de poder dentro del universo sindical.

El espacio sindical que lideran Hugo Moyano y Sergio Palazzo, denominado Frente Sindical para el Modelo Nacional (Fresmona), fue el primero en manifestar apoyo al armado de un frente opositor, y en retribución de ello, recibieron el beneplácito de lograr la primera foto con los principales candidatos del Frente de Todos en la sede de La Bancaria el pasado 13 de junio. Una foto que no solo puede anticipar qué protagonismo  tendrá el sector si Alberto Fernández llegara a triunfar, sino que generó la reacción del otro sector sindical nucleado en la CGT.

En este sentido, y en pos de equilibrar el gesto dado al FreSMoNa, Alberto Fernández tuvo un mes después su foto con los dirigentes que hoy conducen la CGT, pero esta vez sin su candidata a vice, Cristina Kirchner. Este detalle explica los perfiles de cada uno de los sectores gremiales: el primero se define con un sentido más kirchnerista (con Moyano, Palazzo y las distintas vertientes del gremialismo estatal de las CTA) y un perfil más peronista en el caso de la CGT (con los grandes gremios de servicios y gremios industriales).

A su vez, los dos espacios tienen sus liderazgos bien definidos. En el FreSMoNa, la figura de mayor peso sindical es Hugo Moyano, pero su alto nivel de rechazo por buena parte de la opinión pública y su relación conflictiva con otros gremios no le permiten lograr el consenso para volver a liderar. Por ello, en un eventual Gobierno de Alberto Fernández, la figura que ese espacio proyectará para el liderazgo sindical será la de Sergio Palazzo, líder de los Bancarios. Por el lado de los gremios de la CGT, la cosa también está bastante clara: el liderazgo de Héctor Daer (Sanidad) quien hizo esfuerzos para acercar a Alberto Fernández, es el que más consensos genera entre los sindicalistas de mayor peso.

Si se diera un triunfo de Macri, probablemente se cristalizaría esta división que venimos viendo en el sindicalismo, pero si triunfa Alberto Fernández, posiblemente veamos un proceso de reunificación que pudiera implicar la consolidación de estos nuevos liderazgos. De todos modos, parece difícil que se produzca una reconciliación entre el sindicalismo de la CGT y el de la CTA, una relación que ni en el mejor momento del kirchnerismo se logró salvar.

La polarización podría trasladarse al Congreso

Una configuración altamente polarizada de la escena electoral ciertamente está provocando algunos cambios en las proyecciones que hacíamos meses atrás respecto de cómo podría quedar confeccionada la composición del congreso.
En un escenario optimista para Cambiemos, en base a nuestras proyecciones electorales, el oficialismo podría estar aumentando su presencia en diputados a 120 bancas. La situación en el Senado es similar: Cambiemos renueva pocas bancas, lo que le permitiría crecer hasta 30 de obtener el mejor resultado proyectado, lo que no le alcanzaría para lograr el quórum de 37 bancas. En ambos casos, tanto en Diputados como en Senado, en un escenario de reelección de Macri, el oficialismo no estaría logrando el control de las cámaras pero quedaría con menos necesidades que antes para lograr los votos que le permitan sancionar las leyes que necesite.

 

En el caso del Peronismo, una cosa es la heterogénea composición actual y otra la futura. Si bien la conformación de un frente electoral unificado puede adelantarnos más unidad, la representación peronista renueva mucho (71 de 121 bancas) por lo que la unidad los hace recolectar menos. De todas maneras, en caso que Alberto Fernández triunfe, posiblemente veamos un proceso de unificación del peronismo en el Congreso. En este sentido, proyectamos que se conforme un bloque de 114 diputados, al que posiblemente logren sumar mini-bloques como el de los Diputados de Santiago del Estero (6), Catamarca (2), San Luis (2) o Santa Fe (1) para acercarse a la mayoría de 129. En el Senado pasa algo parecido: hay un peronismo fragmentado que posiblemente se reunifique en caso de ganar Fernández. Los Senadores que responden a los Gobernadores y los que responden a CFK son 32 y juntos podrían retener 31 bancas, pero el peronismo gobernando podría juntar 38 Senadores.

 

La mejor imagen de los últimos 50 días (y más también)

Continúa la recuperación en la imagen del Gobierno de cara a las Primarias

Por tercer mes consecutivo, registramos una recuperación en la imagen del Gobierno: desde abril, la imagen negativa bajó más de 10 p.p., ubicándose en 48,3% en julio, mientras que la imagen positiva asciende en julio a 34,5%, más de 10 p.p. del valor registrado en abril último (23,9%). De esta manera, el diferencial de imagen se continúa achicando a niveles vistos por última vez en abril de 2018, en el momento previo al inicio de la crisis cambiaria que inició la actual crisis económica.

Preocupa menos la inflación, pero crece la preocupación por el desempleo

La preocupación por la inflación continúa cayendo (luego de haber alcanzado su pico máximo de 44,6% en abril) registrando en julio un 35,4%, similar a lo visto a principios de año. A pesar de la caída de la preocupación por la inflación, las preocupaciones económicas (inflación y desempleo) continúan altas (61,6%) debido al aumento de la preocupación por el desempleo, que por cuarta vez consecutiva crece, logrando el máximo de todo el ciclo de Cambiemos.

La preocupación por la corrupción se estabiliza en julio en 19,7%, contra el 19,3% del mes pasado, manteniéndose lejos del dominio de las preocupaciones económicas (inflación y desempleo), que más que la triplican. En materia de inseguridad, la preocupación cae 0,5% en julio con respecto al mes pasado, volviendo a ubicarse cerca de los niveles más bajos de todo el ciclo de Cambiemos.

El oficialismo continúa mejorando su performance de cara a la elección

La intención de voto oficialista, que en abril registró un piso de 29,8%, creció 8,3 p.p. desde ese momento, y se ubica actualmente en 38,1%. Por el otro lado, la intención de voto a “otra fuerza política” disminuye, y si tomamos el mismo mes de abril como referencia, cayó 5 p.p. Los indecisos se ubican en 10%.

De cara a las PASO, con el escenario ya definido después de la confirmación de candidaturas, la fórmula Fernández-Fernández sigue liderando la intención de voto con un 40,6%, aunque la diferencia con la fórmula Macri-Pichetto se reduce en este último registro a 2,5 p.p. Para el resto del escenario, la fórmula Lavagna-Urtubey queda en tercer lugar con un 8,9% de intención de voto, mientras que la fórmula Espert-Rosales queda cuarta con 3,9%. Por último, la fórmula de la izquierda con 1,5%. La evolución del escenario, desde el registro de fines de junio, marca una tendencia de mayor polarización, donde las dos principales fórmulas suman casi el 80% de la intención de voto.

En segunda vuelta seguimos viendo una leve ventaja para el oficialismo

Al igual que venimos viendo en los últimos meses, el escenario de segunda vuelta entre el oficialismo y el principal frente opositor sigue mostrando diferencias dentro de los márgenes de error de la muestra. El empate técnico persiste, aunque en julio, y proyectando los indecisos, Macri se encuentra obteniendo un 50,7% mientras que A. Fernández capta un 49,3% de intención de voto.

El escenario profundiza su tendencia hacia un formato bipartidista

Con la oficialización de candidaturas, la escena electoral continuó mostrando una tendencia hacia una mayor polarización entre el oficialismo y el Frente de Todos, que podría depositarnos en un escenario donde las dos principales ofertas electorales junten en agosto más del 80% de los votos.

Desde abril, la suma de la intención de voto de los dos principales espacios ha crecido casi 12 p.p. La mayor polarización se explica por un crecimiento simultáneo de la intención de voto del oficialismo y del Frente opositor (primero con CFK, luego con Alberto Fernández). Sin em-bargo, un crecimiento sostenido que no fue parejo, sino que se viene observando un mayor crecimiento de la intención de voto del oficialismo (crece casi 8 p.p. desde abril), contra un menor crecimiento del Frente de Todos (crece menos de 5 p.p. desde abril).

Si hiciéramos una proyección estadística de los indecisos que venimos registrando, podríamos afirmar que muy probablemente superaríamos en las Primarias de agosto, el 80% de los votos entre los dos principales espacios, lo que nos depositaría en un formato de competencia más bipartidista como los que veíamos a fines del siglo XX en la argentina. En ese sentido, es probable que nos encaminemos a la elección más polarizada desde la crisis de 2001, cuando la situación económica disparó una suerte de crítica antisistema (“que se vayan todos”) y provocó la implosión del sistema de partidos y el fin de la competencia bipartidista.