PBI 2019: recuperación entre puntas, pero caída en el promedio

Culmina un año para el olvido

La performance del 2018 en materia económica fue claramente negativa: la actividad cayó más de 2% i.a., la inflación acumuló casi 50%, el dólar más que duplicó su precio y la tasa de interés de referencia cerró apenas por debajo de 60% (30 p.p. por encima de donde había comenzado el año). Sin embargo, lo peor fue el descalce entre las expectativas y la realidad: a fines de 2017 se esperaba un año de crecimiento con reducción de las variables nominales, y ocurrió todo lo contrario.

 ¿Qué podemos esperar para 2019?

Lamentablemente, en economía no es posible hacer “borrón y cuenta nueva”. Por lo que el magro desempeño económico afectará el año que comienza. Analizando en términos de demanda, el sector privado permanecerá anémico. Si bien el poder adquisitivo irá recomponiéndose mes a mes, producto del arrastre negativo que dejó 2018, continuará en terreno negativo en el promedio del año. Además, el costo de financiamiento superará a la inflación de modo que el consumo de bienes durables y la inversión productiva no despegarán.

Por su parte, el sector público será un ancla para la economía: consecuencia de la ambiciosa meta fiscal pautada con el FMI, el Estado Nacional continuará recortando sus gastos. Además, producto del cierre de los mercados financieros, los programas de participación público privada (PPP) tampoco podrán llevarse a cabo.

A contramano, las exportaciones sí mostrarán un buen desempeño. Los envíos al resto del mundo treparán por un Brasil en recuperación –el consenso de mercado proyecta un crecimiento de 3% para 2019-; un tipo de cambio más competitivo; y un mercado interno deprimido. Sin embargo, producto de su acotado peso en la economía agregada (alrededor de un quinto), no lograrán revertir la caída de las demás variables y el PBI promediará un retroceso de por lo menos 1% i.a.

Más allá de que el PBI caerá en promedio durante 2019, la economía crecerá entre puntas: el PBI del último trimestre del año será mayor al del primero. Dicho de otra forma, la economía irá mejorando mes a mes (sobre todo en la primera mitad del año), pero no alcanzará el nivel promedio de 2018. Cabe destacar que para que esta reactivación se materialice, será determinante el desempeño del dólar. Si la incipiente estabilidad cambiaria se sostiene a lo largo del primer semestre, la inflación seguirá un curso descendente y el poder adquisitivo se recuperará, apuntalando al consumo interno. Por el contrario, si las tensiones cambiarias vuelven a manifestarse, la inflación se acelerará, los ingresos reales (salarios, pero además jubilaciones y pensiones) no mejorarán y la recuperación económica quedará trunca. Ahora bien, ¿por qué nos acercaremos a uno u otro escenario?

Equilibrios múltiples en el año electoral

Para 2019 proyectamos dos escenarios. Uno “positivo”, en donde la estabilidad cambiaria lograda en el último trimestre de 2018 persiste, de modo que las perspectivas del oficialismo en las elecciones mejoran, lo que disipa aún más las tensiones respecto a la evolución inmediata del dólar y permite que la recuperación económica se consolide.

Pero este círculo virtuoso puede quebrarse por factores exógenos –un escenario adverso para “los mercados” en términos electorales, posibles turbulencias financieras globales y/o shocks negativos imprevistos- consolidando un escenario de inestabilidad cambiaria. En él, las perspectivas electorales del oficialismo empeoran, lo que provoca tensiones en el frente cambiario producto de una mayor dolarización de activos y potencia las dudas sobre la sostenibilidad de la deuda pública. Este deterioro de las variables económicas reduce aún más las posibilidades de estirar este ciclo político, aumentando en consecuencia las presiones cambiarias. Por último, vale remarcar que este círculo vicioso será muy difícil de quebrar, al menos, hasta que asuma el nuevo presidente electo a finales de 2019.

 

Tras un septiembre negro, la actividad se estabilizó en octubre

¿Qué pasó con la actividad en Octubre?

Luego de transitar un septiembre cargado de incertidumbre que hundió la actividad (cayó 2% respecto a agosto en términos desestacionalizados y 6% respecto al mismo mes de 2017), la economía logró estabilizarse en octubre. El Estimador Mensual de la Actividad Económica (EMAE) registró en octubre de 2018 una mejora del 0,9% respecto a septiembre, aunque se ubicó un 4% por debajo de los niveles alcanzados en octubre de 2017. En los primeros 10 meses del año la actividad acumula una caída del 1,7% i.a.

¿Qué explica esta dinámica?

El plan de estabilización llevado a cabo por el gobierno – ajuste fiscal, ajuste monetario e implementación de bandas cambiarias de no intervención – logró frenar la corrida cambiaria y reducir la incertidumbre, por lo que en octubre, en comparación con un septiembre negro para la economía, la actividad mostró mejores resultados.
No obstante, en términos interanuales la actividad continúa su retroceso, liderado por la caída del sector Comercio (-11% i.a.) y de la industria (-5% i.a.). Asimismo, la construcción marcó una contracción del 4,7%, la mayor desde diciembre de 2017. En este sentido, pasada la tormenta de la corrida cambiaria, el nuevo contexto macroeconómico dejó salarios en pesos y en dólares muy deteriorados y el costo de financiamiento muy elevado, lo que desplomó tanto el consumo como la inversión. De manera adicional, las exportaciones no responden rápidamente a un tipo de cambio real más competitivo, debido a las restricciones que genera el elevado costo de financiamiento al momento de hacer frente a una potencial demanda desde el exterior.

¿Cuáles son las perspectivas para 2019?

Actualmente la actividad transita por su peor momento y de cara al 2019 se espera que la economía muestre mejoras impulsadas principalmente por una buena cosecha agrícola, un tipo de cambio real más competitivo y el crecimiento de Brasil. En esta línea, las exportaciones serán el principal driver de expansión, pero no alcanzará para contrarrestar una demanda interna que continuará bajo terreno negativo. En este sentido, el poder adquisitivo de los salarios no mostrará mejoras en términos interanuales hasta recién la segunda parte de 2019, manteniendo debilitado el consumo en la mayor parte del año. Asimismo, aunque la tasa de interés se reducirá en línea con la desaceleración de la inflación, el costo de financiamiento permanecerá elevado, lo que desalentará la inversión. A esto último se suma, que la incertidumbre proveniente del proceso electoral será otros de los factores que pospondrán las decisiones de inversión, deteriorando aún más la demanda interna.
En conclusión, esperamos que la actividad económica se mantenga anémica durante 2019, con una mejora en torno al 3% entre fines de 2018 y fines de 2019, pero que en el promedio del año mostrará una caída del 1,4% anual.

Caída generalizada en la actividad

¿Qué pasó con la economía en el tercer trimestre?

Según las estimaciones del INDEC, en el tercer trimestre de 2018 el PBI cayó 3,5% en la comparación interanual y se redujo 0,7% respecto al trimestre anterior. A diferencia de lo que ocurrió en el segundo trimestre, cuando el desplome de la actividad se debió principalmente al efecto negativo de la sequía sobre el sector agropecuario, la contracción fue prácticamente generalizada entre los sectores.

En este sentido, el tercer trimestre estuvo caracterizado por una alta incertidumbre que paralizó la actividad: la corrida cambiaria iniciada en agosto y un segundo acuerdo con el FMI que tardó en llegar, afectaron las decisiones de los agentes económicos. A ello se sumó, el desplome del poder adquisitivo de los salarios -tanto en pesos como en dólares- la abrupta suba de la tasa de interés -con la consecuente desaparición del crédito- y la caída del gasto público.

En este contexto, tanto la demanda interna (consumo + inversión) como las exportaciones sufrieron una retracción del 5,9% i.a. en el trimestre. Por su parte, las cantidades importadas se derrumbaron más de 10% i.a., como consecuencia de una devaluación del Peso mayor al 40% entre los meses de julio-septiembre. En esta línea, la producción de bienes cayó 4,5% i.a. y la de servicios se se contrajo 2,4% i.a., rompiendo esta última una racha de siete trimestres consecutivos sin caer.

¿Qué esperamos para el último trimestre del año?

En el último tramo de 2018 la recesión se profundizará. La aceleración de la inflación devenida por el salto en el tipo de cambio dejará a los salarios reales en su peor momento durante el año (-13% i.a. promedio en el cuarto trimestre), deprimiendo aún más el consumo interno. Asimismo, el elevado costo de financiamiento y la menor inversión en infraestructura por parte del Estado, contribuirán a que la inversión experimente una profunda caída . Un aliciente vendrá por el mercado externo, dado que las cantidades exportadas de bienes y servicios comenzarán a reactivarse frente a la mejora cambiaria y a la materialización de la cosecha fina. No obstante, esto no será suficiente y el PBI caerá 4,8% i.a. en el último trimestre, lo que se traduce en una leve caída en términos desestacionalizados respecto al tercer trimestre y una contracción  del 2,2% i.a. en el promedio de 2018.

¿Cuándo se reactiva la economía?

Si persiste la calma cambiaria, la actividad encontrará su piso en el último tramo de 2018 y en el primer trimestre de 2019 comenzará a mostrar una leve mejora. Dicha reactivación vendrá de la mano de una buena cosecha agrícola, la cual experimentará su mayor aporte a la producción en el trimestre abril-junio de 2019. En el segundo semestre, la economía entrará en una zona de turbulencias generada por la incertidumbre del proceso electoral, que detendrá la reactivación de la economía y que sólo permitirá transitar la segunda parte del año bajo estancamiento (en términos desestacionalizados). De esta forma, en la comparación desestacionalizada, la economía logrará en 2019 recuperar parcialmente el terreno cedido durante el 2018 , pero en el promedio del año se volverá a ubicar en terreno negativo (-1,4% i.a.)

Luces y sombras de la actividad en 2019

¿Qué nos deja el 2018?

El tercer año del mandato de Cambiemos fue caracterizado por la inestabilidad cambiaria que reinó durante la mayor parte del 2018 y que implicó que el tipo de cambio acumule en el año un suba superior al 120%. Este hecho condujo al gobierno a acordar en dos ocasiones con el FMI para domar el frente cambiario y financiero a costa de un endurecimiento de la política fiscal y monetaria. Asimismo, la fuerte depreciación del Peso aceleró la inflación (que cerraría en torno al 48%) y redujo significativamente el salario real (caída del 6,5% en promedio). A este combo se sumó el efecto negativo de la sequía sobre la cosecha gruesa (maíz y soja), por lo que la economía concluirá el 2018 con una contracción del PBI del 2,3%, que dejará un arrastre estadístico negativo cercano a 3% para el próximo año.

¿Cuáles serán los drivers del crecimiento en 2019?

La mayor competitividad cambiaria alcanzada este año y las perspectiva de una mayor cosecha agrícola, mejoran las perspectivas de exportaciones. Sin embargo, como la mejora de la competitividad cambiaria se da en paralelo con un incremento del costo de financiamiento y elevada incertidumbre, la industria tardará en reaccionar al nuevo set de precios relativos y únicamente aquellos sectores que ya están insertos en mercados externos podrán beneficiarse rápidamente. Otros factores positivos serían una mayor crecimiento de Brasil (+2,5% i.a.) y el desarrollo de Vaca Muerta, que además de elevar la producción de shale gas y shale oil, traccionará la industria pesada conexa a la actividad (aceros largos, maquinaria, etc.).

Por su parte, los dos componentes de la demanda interna, consumo e inversión, no muestran perspectivas alentadoras de cara al próximo año. En primer lugar, el salario real seguirá mostrando caídas interanuales en la primera mitad del año, por lo que el consumo privado no se reactivará hasta el segundo semestre cuando el poder adquisitivo crezca en relación a este año. Sin embargo, esta mejora no será suficiente para compensar el deterioro previo y el año cerrará con una caída del salario real promedio de casi 2%, que acotará la recuperación del consumo privado. Tampoco esperamos novedades positivas por el lado del consumo público: la necesidad de cumplir con el objetivo de equilibrio fiscal (a nivel nacional y provincial) acordado con el FMI será central para mitigar el riesgo de turbulencias en el frente externo.

En este sentido, la inversión también sufrirá debido a que el aporte del sector público Nacional en materia de infraestructura será limitado a diferencia de otros años electorales. Por su parte, es poco probable que haya avances significativos de los proyectos de Participación Pública Privada (PPP) en un contexto de elevado costo financiamiento: esta semana el Riesgo País superó los 750 puntos básicos, y varias empresas del rubro quedaron salpicadas por el pago de coimas. A ello se sumará la incertidumbre política que teñirá el 2019, que hará que la ejecución de proyectos privados se pospongan a la espera del desenlace electoral.

¿Qué sectores serán los ganadores y perdedores?

Producto de una mayor competitividad cambiaria y expectativas de una buena cosecha gruesa, la producción de Transables (bienes y servicios que se comercializan internacionalmente) trepará 3% i.a. en 2019. No obstante, como parte de la producción de transables se destina a abastecer la demanda interna, las condiciones favorables se acotan. En este sentido, excluyendo el agro, la producción del Sector Transable se mantendrá estancada producto de un consumo debilitado y la mencionada retracción de la inversión. De esta forma, la recuperación del resto del Sector Transable (sin contar al agro) será parcial y acotada al primer semestre del año.

Asimismo, la presencia de un mercado interno deprimido afectará al Sector No Transable (la mayoría de los servicios y la construcción). En términos desestacionalizados, la trayectoria de la producción de dicho sector será en forma de “L”, encontrando la recesión un piso en el primer trimestre de 2019, para luego mantenerse estancada el resto del año. En promedio, el Sector No Transable sufrirá en 2019 una contracción promedio de casi 3%, en línea con el retroceso de la demanda interna (consumo + inversión).

Se profundiza la recesión

¿Cuánto cayó la actividad económica en septiembre?

En septiembre 2018, el Estimador Mensual de Actividad Económica (EMAE) retrocedió 5,8% i.a. y cayó 1,9% en términos desestacionalizados respecto de agosto. En consecuencia, acumula una caída de 1,5% i.a. en lo que va del año. La contracción interanual registrada en septiembre fue liderada por Comercio (-12,8% i.a.) y por Industria (-10,8% i.a.), que conjuntamente explicaron casi la mitad de la caída. El primero impactó en la producción agregada de Servicios (-3,9% i.a.) y el segundo en la de Bienes (-6,6% i.a.). Con el dato de septiembre, estimamos que el PBI cayó 3,5% i.a. en el tercer trimestre del año y retrocedió 0,4% desestacionalizado respecto al segundo trimestre.

¿Qué factores están detrás de esta dinámica?

Disipado el impacto negativo de la sequía (el sector agropecuario creció 2,2% i.a. en septiembre), la contracción económica responde fundamentalmente a dos factores: el aumento del tipo de cambio y la aceleración de la inflación. La consecuente reducción del poder adquisitivo en dólares y en pesos, retrajo la demanda de bienes durables y de consumo, lo que llevó a las empresas a reducir al mínimo la producción dado el creciente costo financiero de mantener stocks elevados en un contexto de ventas deprimidas. A ello se suma, que particularmente en septiembre, los bruscos movimientos del tipo de cambio y las expectativas de un nuevo acuerdo con el FMI, hicieron que reinara la incertidumbre paralizando la toma de decisiones de los agentes económicos.

Para el último trimestre del año, esperamos que las estadísticas muestren una profundización de la recesión que dejará al 2018 con un nivel de actividad 2,4% menor al alcanzado en 2017. A la significativa contracción en la producción de Bienes (acumularon una caída de 5% i.a. en los primeros nueve meses del año), se le sumará un mayor deterioro de los Servicios (acumulan a septiembre una suba de casi 1% i.a.). La caída en la provisión de los mismos se acelerará en los últimos meses del año por un mayor deterioro de los salarios reales, producto de la aceleración de la inflación (en el último trimestre caerán en promedio 13% i.a.). Esto pone de manifiesto el significativo impacto que tiene el salario real en el nivel de actividad a través del consumo privado (componente que representa 70% de la demanda interna). Adicionalmente, el consumo público irá en retroceso producto del endurecimiento de las metas fiscales.

¿Cuáles son las perspectivas para el año que viene?

Los salarios le ganarían a la inflación recién a mediados del año que viene, por lo que es de esperar una lenta recuperación de las actividades no transables que depende de la demanda interna. Al mismo tiempo, el hecho de que tanto el Comercio como la Industria sean los de peor resultado en septiembre, cuando estos son los que concentran la mayor cantidad de trabajadores de la economía, tampoco arroja perspectivas alentadores sobre el empleo.

Un aliciente serán los sectores transables (con potencial exportador), que tras la mejora de la competitividad cambiaria y las mayores perspectivas de crecimiento de la economía brasileña (en torno al 2,5% i.a. en 2019) exhibirán un repunte significativo. Sin embargo, esto no sería suficiente para que la actividad se recupere rápidamente y cierre el 2019 en terreno positivo, ya que los sectores transables representan menos de un tercio. De hecho, estimamos una caída del PBI de 1,4% para el año que viene.

Derrumbe industrial

¿Qué pasó con la Industria en septiembre?

La actividad industrial se derrumbó. El Estimador Mensual Industrial (EMI) cayó 11,5% i.a. y registró la contracción más profunda desde el primer semestre de 2002. Como resultado, en el acumulado a septiembre exhibe una caída del 2,1% i.a.

A excepción de las industrias metálicas, que crecieron 2,7% i.a., el deterioro fue generalizado: en septiembre 7 de los 12 sectores mostraron un retroceso superior al 10% en términos interanuales, siendo la Industria Textil (-24,6% i.a.), Edición e Impresión (-21,6% i.a.), Industria Metalmecánica sin sector automotriz (-20,5% i.a.) y Caucho y plástico (-20,4% i.a.) los más afectados.

¿Cuáles fueron los determinantes del derrumbe?

En un escenario en el cual la Industria estaba contrayéndose -el acumulado había vuelto a terreno negativo (-0,8% i.a.) en agosto-, el salto del dólar hacia fines de agosto fue el golpe de gracia que provocó el desplome observado. Más allá de las implicancias en los costos de producción –que ya venían elevándose-, el principal factor que redujo la producción fue la caída de la demanda en un contexto de alta incertidumbre, deterioro de los ingresos reales y elevadas tasas de financiamiento.

La caída del salario real (que a septiembre había acumulado un retroceso mayor a 4% i.a.), redujo la demanda de bienes de consumo masivo (como alimentos y bebidas o cigarrillos) y durables (menores ventas de autos en el mercado interno). Por caso, en septiembre la producción de alimentos y bebidas se contrajo 3,2% i.a., sector que además sufrió el impacto de la sequía en el segundo trimestre del año, mientras que tanto el Sector Tabacalero como el Automotriz retrocedieron casi 16% i.a. Vale destacar que la menor actividad en estos sectores se propagó a otros, como es el caso del rubro de la impresión, químicos, vidrios y neumáticos. Adicionalmente, la caída de 4,2% i.a. de la Construcción (según ISAC) no colaboró, ya que como resultado se contrajo la  demanda de materiales (cemento, ladrillos, plásticos, caucho, entre otros).

Por otro lado, debido a la menor demanda de asfalto la merma en la Construcción también afectó la refinación de petróleo (su producción cayó 11% i.a.). Este último sector también vio afectada su producción por el hecho de que  varias empresas del sector están destinando sus esfuerzos e inversiones a activos en Vaca Muerta y en consecuencia reduciendo el procesamiento de los combustibles.

Al respecto, justamente Vaca Muerta fue una de las causas que permitió la expansión de la Industria Metálica : Acero (+2,8% i.a.) y Aluminio (+2,0% i.a.) crecieron a pesar de la menor demanda por parte de la Construcción.

¿Cómo afecta nuestras proyecciones?

A la baja. El deterioro del salario real se profundizará en lo que resta del año y bajo un escenario macroeconómico caracterizado por un elevado costo del financiamiento, los factores que determinaron la merma en la producción industrial en septiembre no se revertirán en el corto plazo. Un aliciente pero no suficiente será el mercado externo, que ante la suba del dólar, potencia las exportaciones de productos argentinos que ya están insertos en el mercado externo.

Bajo este contexto estimamos que la actividad industrial concluirá el 2018 con una caída del -3,3% anual, liderando junto con el sector agropecuario -debido a la sequía- la caída de la economía en su conjunto. Asimismo, la dinámica recesiva de la industria se prolongará durante la primera parte de 2019,  hasta tanto se materialice la próxima cosecha de granos y oleaginosas,  se observen mejoras en el poder adquisitivo y en el acceso al financiamiento que permitan reactivar la demanda interna.

 

Sin el efecto sequía, la actividad moderó su caída en agosto 2018

¿Cuál era la evolución de la actividad en la previa al salto cambiario?

En agosto, el Estimador Mensual de Actividad Económica (EMAE) retrocedió 1,6% i.a. pero creció 1,3% en términos desestacionalizados respecto a julio. La caída interanual se moderó respecto al segundo trimestre de 2018 (-4,2% i.a.), dado que el sector agropecuario dejó de caer en agosto (+2,2% i.a.) dejando atrás el shock productivo de la sequía (el sector agropecuario cayó 31,6% i.e. en el período abril-junio). De esta forma, la actividad acumuló un deterioro de casi 1% i.a. en los primeros ocho meses del año.

La contracción interanual registrada en agosto se explica por el deterioro de la lndustria (cayó 4,1% i.a., por cuarto mes consecutivo) y por el Comercio (cayó 5,0% i.a.,por tercer mes consecutivo). Por su parte, la Construcción, sector que lideró la actividad en la primera parte del año, marcó su primera contracción (-0,7% i.a.) luego de 17 meses de crecimiento ininterrumpido.

¿Qué significa?

En primer lugar, el impacto negativo del agro en la actividad se disipó a partir de la segunda mitad del año, por lo que la caída de la actividad ya no se debe a un shock de oferta negativo. El aumento del tipo de cambio y la aceleración de la inflación deterioraron el poder adquisitivo, tanto en dólares como en moneda local, lo que retrajo la demanda de bienes durables y de consumo. Por el lado de la oferta, el encarecimiento de los insumos y el elevado costo de financiamiento afectaron las decisiones de producción de las empresas.

Como resultado de la ausencia del impacto negativo del agro, la producción de Bienes recortó la caída a 1,9% i.a. (vs -10% i.a. en promedio del período abril-julio). Por su parte, los Servicios cedieron 1% i.a., producto del deterioro de la demanda interna.

Por otro lado, no es menor que los dos sectores que hayan impulsado la caída hayan sido aquellos que emplean a la mayor cantidad de trabajadores formales (comercio e industria). Pese a la recuperación del EMAE en términos deestacionalizados, los sectores de peor desempeño fueron aquellos que utilizan más mano de obra, por lo que estimamos que se profundizará el deterioro de la ocupación en agosto.

¿Qué pasara con la actividad en el último cuatrimestre del año?

La consecuencia del salto cambiario, la aceleración inflacionaria y el alza de la tasa de interés profundizará la recesión en lo que queda del año. De acumular una caída interanual del 1% en los primeros ocho meses del año, la actividad mostrará un retroceso superior al 5% i.a. en el último cuatrimestre de 2018, De este modo, estimamos que el PBI caerá 2,5% en 2018.

Para el año que viene proyectamos una caída de la actividad en torno a 1,5%, producto del “apretón monetario” (que elevó significativamente el costo del financiamiento) y el ambicioso ajuste fiscal para lograr el equilibrio primario en 2019.

A pesar de un buen arranque del año, el PBI caerá 2,5% en 2018

En el segundo trimestre de 2018 el PBI cayó 4,2% i.a. cortando la evolución de cinco trimestres consecutivos en terreno positivo. Asimismo, en términos desestacionalizados la actividad se desplomó 4% respecto al primer trimestre del año.

La caída respondió principalmente a la sequía que afectó a la producción de agropecuaria (-31,6% i.a.). De hecho, excluyendo este sector, el nivel de actividad se mantuvo estable en términos interanuales.

A nivel de componentes, la demanda interna (Consumo más Inversión) cayó 2% i.a. durante el segundo trimestre. Por otro lado, el frente externo mantuvo la dinámica que venía presentando durante el 2017: las cantidades importadas crecieron 2,7% i.a. mientras las exportadas cayeron 7,5% i.a.

Luego de haber crecido 3,6% i.a. en el primer trimestre y con la baja registrada de 4,2% i.a. entre abril y junio, el PBI acumuló en el primer semestre una contracción de 0,5% i.a., causado principalmente por la baja en la producción de bienes (-5,4% i.a.), mientras los servicios continuaron creciendo (+1,9% i.a.).

Más allá del shock de oferta generado por la sequía en el segundo trimestre, la recesión se profundizó en los últimos meses, producto de los saltos cambiarios, la aceleración de la inflación y la fuerte suba de tasas de interés. El cambio de precios relativos modifica la dinámica de las principales variables macroeconómicas. La recesión pasará de ser un shock de oferta (la sequía que afectó el 2 trimestre) a una contracción de la demanda interna (caída del consumo y la inversión) que se contraerá más que el PBI en el segundo semestre. De hecho, el único driver del crecimiento provendrá de las exportaciones gracias a la significativa mejora de la competitividad cambiaria.

En síntesis, pese al buen comienzo del año, la actividad económica caerá en torno a 2,5% durante 2018. Esta situación dejará un arrastre estadístico negativo para el año que viene de casi 3%, lo que significa una pesada herencia para la actividad económica en 2019.

En julio la producción industrial cayó por tercer mes consecutivo

En julio la producción manufacturera se retrajo 5,7% en relación al mismo mes del año anterior y se mantiene estancada en los primeros siete meses del año. Por su parte, en términos desestacionalizados, el índice se mantuvo estable.

Cabe destacar que, sin considerar alimentos y bebidas –afectados por la sequía- el retroceso ascendió a 3,4% i.a. Al igual que en junio, la caída fue generalizada: 10 de los 12 bloques que componen al entramado productivo mostraron números en rojo. Peor aún, en 7 de estas 10 ramas la caída anual se agravó entre junio y julio.

Repitiendo la dinámica de los meses precedentes, Alimentos y Bebidas lideró la merma, principalmente por el desplome de la molienda de cereales y oleaginosas, golpeadas por factores exógenos. Por su parte, la refinación de petróleo, la industria textil, la producción tabacalera y la industria metalmecánica registraron caídas en el orden de dos dígitos. Por lo tanto, se observa cómo, pese a la mejora de la competitividad cambiaria (en julio, el tipo de cambio real multilateral era 20% i.a. más alto que en igual mes del 2017), los resultados positivos tardarán en llegar.

A contramano del retroceso generalizado se ubicaron la producción automotriz (+12% i.a.) y de metálicas básicas (13% i.a.). En estos casos, al ser sectores con fuertes relaciones comerciales internacionales pre-existentes (sectores exportadores), un importante grado de concentración que alienta las ganancias de escala y fabricas bienes de escasa capacidad de diferenciación (especialmente en el caso de metálicas básicas), el menor costo de producción en dólares tuvo un correlato sensiblemente más rápido que en el resto de las ramas.

De cara al futuro, esperamos que la producción industrial continúe en baja. Si bien el peso de alimentos y bebidas irá cediendo con el año (la salida de la cosecha gruesa ya tuvo lugar), una demanda local deprimida, un costo de financiamiento en niveles sensiblemente elevados y el manto de incertidumbre que cubre a la economía local serán más fuertes que el incremento de las exportaciones que podrá generar la reciente ganancia de competitividad cambiaria –además de implicar plazos más largos para afinar canales comerciales- y la salida externa como una alternativa contracíclica para paliar la recesión local.

Por la sequía y la crisis cambiaria, la actividad cayó más de 4% en el segundo trimestre de 2018

Profundizando lo sucedido en mayo pasado, durante junio de 2018 la actividad volvió a caer, acumulando así su tercer mes consecutivo en rojo. Dado que a la sequía se le sumó la crisis cambiaria, la contracción fue de 6,7% i.a., el valor más alto desde junio de 2009. Además, y agravando la dinámica de mayo, la recesión empezó a contagiar a todos los sectores: 10 de las 16 ramas de actividad mostraron números en rojo.

A diferencia de abril y mayo, cuando los retrocesos desaparecían al aislar al sector agropecuario (el PBI sin agro creció 3,8 % i.a. y 1,0% i.a., respectivamente) en junio dicho indicador se contrajo 3,1% i.a. Por lo tanto, pese a que la incidencia del sector agropecuario se atenuará en la segunda parte del año (dado que ya tuvo lugar la salida de la cosecha gruesa), los números negativos continuarán siendo una constante.

La economía retrocedió 4,2% i.a. en el segundo trimestre 2018 y trepó sólo 0,4% i.a. excluyendo al sector agropecuario. De esta forma, el primer semestre del año arrojó una caída de 0,6% i.a. y creció 1,9% i.a. al aislar el shock climático.

Producto de los factores que desencadenaron la magra performance (sequía y dólar), los sectores más golpeados fueron los productores de bienes. En este sentido, el PBI bienes se contrajo 11,8% i.a.  en el segundo trimestre y 5,6% i.a. en el primer semestre, a la par que el PBI servicios mostró un crecimiento anémico de 1% i.a. en el período abril-junio y de 2,2% i.a. en la primera mitad del 2018.

Desagregando a nivel sectorial, la caída fue liderada por el sector agropecuario (-32% i.a. en el segundo trimestre). Por su parte, la industria manufacturera se contrajo casi 2% i.a. en el período. A contramano, la construcción logró marcar un crecimiento de casi 5% i.a. entre abril y junio, pese a su retroceso de 0,2% i.a. en el sexto mes del año. Por último, el comercio minorista y mayorista, aunque está menos afectado por la sequía y la crisis cambiaria que las ramas anteriores, revirtió abruptamente su dinámica positiva: en junio 2018 cayó 8,3% i.a., provocando una pérdida de 0,6% i.a. en el segundo trimestre.

De cara al futuro, las perspectivas de la actividad no son buenas, más aún si consideramos las turbulencias cambiarias que reaparecieron en agosto. Por lo tanto, y conforme a nuestras estimaciones, la caída del PBI alcanzará, de mínima, el 1% i.a. en 2018. De esta manera, la maldición de los años pares volverá a atacar a la economía argentina, que no crece en un año no electoral desde 2010. Visto desde otra perspectiva, el PBI per cápita cerrará 2018 al menos 3% por debajo del nivel de 2015.