Arrancaron los fríos

¿Cómo evolucionó la construcción en marzo?

El Indicador Sintético de la Actividad (ISAC) mostró una caída del 46,8% i.a. en marzo, acumulando una contracción del 28,1% i.a. en el primer trimestre del año. Por su parte, en la versión desestacionalizada, mostró una caída del 32,2% respeto al mes anterior -con apenas 10 días de cuarentena-, ubicándose en niveles similares a los observados a fines de 2004.

De este modo, la construcción acumuló en marzo diecinueve meses consecutivos de caída interanual de la actividad, tras la caída del poder de construcción del salario y altas tasas de interés que paralizaron la demanda. Hasta febrero, la pérdida de puestos de trabajo privados registrados alcanzó casi los 85.000 en el último año.

¿Y qué sucedió con la industria?

El Indicador de Producción Industrial (IPI) mostró una caída del 16,8% i.a. en marzo, acumulando una contracción de 6,4% i.a. en el primer trimestre del año. En la medición desestacionalizada, mostró una reducción del 17% respecto al mes anterior.

Si bien todas las ramas industriales mostraron un retroceso, las más golpeadas fueron las que más restricciones tuvieron para operar a partir del decreto de la cuarentena obligatoria el 20 de marzo. De este modo, cualquier intento de reactivar la industria por medio de una reducción de la tasa de interés y un mantenimiento de la estabilidad cambiaria antes de la pandemia perdió efecto como consecuencia de las restricciones.

Un ejemplo de esto es el de Automotores y otros equipos de transporte, que sufrió una contracción del 34% i.a. en marzo, y, según los datos publicados por ADEFA, la tendencia se profundizará el próximo mes. La producción de automóviles fue de cero unidades, mientras que la comercialización a concesionarias cayó un 73,6% i.a. en abril.

Por el contrario, si bien Alimentos, bebidas y tabaco mostró una caída del -2,6% i.a. en abril, la caída fue menor a la observada en el resto de los sectores, al ser considerado un sector esencial que operó prácticamente con normalidad los últimos diez días del mes.

¿Qué esperamos para los próximos meses?

En el caso de la construcción, la pandemia apareció para empeorar la situación de un sector que ya se encontraba muy golpeado. En este sentido, el Índice construya -que indica las ventas de los principales insumos de la construcción, siendo un buen proxy del desempeño de la obra privada- cayó 74,3% i.a. en abril, por lo que esperamos una profundización de la recesión del sector en el corto plazo.

Por otra parte, según el INDEC, el 93% de las empresas que realizan obras privadas y el 81% de las empresas de obra pública prevén que la actividad de la construcción disminuirá en los próximos 3 meses. A su vez, el 75% de empresas del sector privado y 61% del sector público creen que disminuirán su personal en el mismo lapso.

La magnitud de la caída dependerá de la duración las restricciones para continuar con las obras y de la asistencia llevada a cabo por el gobierno. Considerando que en nueve provincias la circulación del virus es menor, la construcción comenzará a retomar cierta dinámica en estos lugares, dejando para la segunda parte del año la actividad en el Gran Buenos Aires, dado que la misma requiere una gran movilización de trabajadores en transporte público.

Por otra parte, a pesar de que el sector es procíclico, es decir, es uno de los primeros en repuntar cuando la actividad comienza a recuperarse, las medidas de ayuda por parte del gobierno serán esenciales. Por el lado de la demanda, son necesarias políticas crediticias de ayuda de financiamiento a las familias, y, por el lado de la oferta, medidas para que los desarrolladores puedan volver a poner en marcha los proyectos. De todas formas, esperamos que la construcción no logre recuperarse a niveles previos a la pandemia en el corto plazo, y sea el sector de la actividad más golpeado en 2020.

Por otro lado, la prevalencia de las restricciones también determinará la evolución de las ramas industriales menos esenciales, y también dependerá de la efectividad de la asistencia para evitar el quiebre de empresas y un salto del desempleo. En este sentido, creemos que el levantamiento de la cuarentena para estas ramas será de manera paulatina, retomando la producción con protocolos específicos, ya sea con sistema de turnos o otras modalidades.  Por este motivo, esperamos que la recuperación de estas ramas sea lenta.

Por el contrario, el impacto de la cuarentena sobre las ramas industriales consideradas esenciales (industria alimentaria o ramas vinculadas a la salud) será menos profundo, pero no alcanzará para que la industria manufacturera evite cerrar el año con una importante contracción, que podría alcanzar los dos dígitos.

La economía no se reactivaba antes del Covid-19

¿Qué sucedió con la actividad en febrero?

El Estimador Mensual de la Actividad Económica (EMAE) cayó un 2,2% i.a. en febrero, acumulando una contracción del 2% en el primer bimestre del año. De esta manera, la actividad se ubicó en los niveles más bajos desde 2010. A su vez, en términos desestacionalizados, arrojó una caída del -1,1%, acumulando un retroceso de 0,9% en los primeros dos meses del año.

En lo que respecta a las ramas de actividad, ocho de las quince ramas estuvieron en rojo. La caída más profunda se vio en Construcción (-20,4% i.a.), que se ubicó en niveles apenas por encima de los observados a fines de 2005, mientras que Intermediación financiera cayó 7,7% i.a., producto de un mercado de crédito paralizado. Caídas menos profundas se vieron en Comercio e Industria manufacturera (-1,6% i.a. y -1,3% i.a., respectivamente), como muestra de un mercado interno que continuaba deprimido y ya revertía la tenue mejora observada en diciembre.

Por otro lado, los resultados medianamente positivos se observaron, principalmente, en el sector primario. En este sentido, Explotación de minas y canteras mostró un incremento del 3,5% i.a., producto del desarrollo que tenía Vaca Muerta antes de las dificultades en el mercado internacional del petróleo y Agricultura, ganadería, caza y silvicultura se mantuvo prácticamente estable (+0,2% i.a.). Por último, Electricidad, gas y agua creció 1% i.a. como consecuencia de una baja base de comparación y la recuperación de la demanda gracias al congelamiento de tarifas.

¿Qué esperamos para el resto del año?

La decisión de imponer un fuerte aislamiento social sobre una economía que arrastra una profunda recesión agudizó los problemas del aparato productivo, que ya se comenzaron a sentir en marzo: la caída de la demanda de energía cayó un 23% desde que el Gobierno Nacional decretó la cuarentena obligatoria, según los datos publicados por CAMMESA. Si bien aún no hay certeza de la duración de las limitaciones a la circulación, la estrategia parece ser levantar paulatinamente las restricciones, priorizando a las actividades más esenciales. De este modo, esperamos un desplome del nivel de actividad durante el segundo trimestre del año.

En este sentido, creemos que el efecto sobre las ramas de actividad será heterogéneo, aunque de profundo impacto. Los sectores más golpeados serán principalmente los vinculados a los servicios menos esenciales, vinculados al entretenimiento, turismo y la gastronomía; que seguramente no podrán operar plenamente en lo que resta del año. Además, incluso si el comercio minorista se exceptúa en el corto plazo, el comercio en general sufrirá una fuerte contracción producto de las restricciones a la circulación.

En lo que respecta a los bienes, el futuro de la Construcción y el de Explotación de minas y canteras es incierto. Por un lado, esperamos que la construcción se mantenga rezagada durante todo el año, dado que las perspectivas tampoco eran favorables antes de la pandemia. En el segundo caso, la profunda caída del precio del petróleo y la incertidumbre futura en relación a la demanda, mantendrá paralizada la producción por falta de rentabilidad.

Por su parte, la industria promediará el año en negativo, pero algunas ramas mostraran cierto dinamismo por ser consideradas como esenciales (industria alimentaria y vinculadas a la salud, por ejemplo). También es posible que aquellas que utilicen una mayor mano de obra relativa se vean más afectadas ante la dificultad de los trabajadores para desplazarse a sus puestos de trabajo o bien por la necesidad de continuar con el aislamiento social.

Los sectores que mostraran estabilidad e incluso podrán mostrar un tenue crecimiento son aquellos que son considerados esenciales, como Servicios sociales y de salud, Enseñanza e incluso Administración pública y defensa. Por su parte, el sector agropecuario será la única rama productora de bienes que mostrará relativa estabilidad.

De esta forma, proyectamos que la actividad se contraerá en promedio 7,5% i.a. en 2020, exhibiendo el segundo trimestre una caída de casi 15% en la comparación interanual. Estas perspectivas pueden empeorar por dos motivos: un alargamiento del período de restricciones a la circulación y del desarrollo de actividades productivas o por la materialización de un default.

COVID-19 y PBI-20: final abierto para ambos

¿Cuánto durará la cuarentena? ¿Cómo se resolverá el problema de la deuda? ¿Cuál va a ser el impacto sobre las principales variables económicas?

Descargá nuestro Monitor Semanal de Crisis para conocer las nuevas proyecciones según cada escenario (acceso solo para usuarios Full o Corporate).

 

La economía argentina, sin margen para enfrentar la pandemia

El mundo está viviendo una situación inédita, y nuestro país no es la excepción: desde el viernes 20 de marzo, los argentinos debemos permanecer en nuestras casas, salvo actividades esenciales, evitando lo máximo posible la circulación social para contener el avance del Coronavirus. Como es de suponer, esta decisión tendrá un importante efecto negativo sobre las principales variables económicas. Veamos.

Lo primero que sobresale es el golpe a la oferta: por la disposición de la cuarentena, los servicios “no esenciales” no podrán operar en los días que dure la medida de excepción. Pero los problemas no terminan acá. Por caso, las actividades “esenciales” también se deteriorarán durante este período. Por un lado, por los encadenamientos que posee con los sectores “no esenciales”: a modo de ejemplo, la demanda de combustibles cae por el menor transporte general, aun cuando las estaciones de servicio puedan abrir sus puertas. Además, los servicios “esenciales” operan con grandes restricciones aun cuando puedan abrir sus puertas, de modo que el golpe inicial a la oferta es generalizado e importante.

Sin embargo, el shock no terminará con la cuarentena. En primer lugar, varias familias cuyos ingresos provienen de la actividad cuentapropista y/o la economía informal que verán restringidas sus posibilidades de consumo, resultado de la caída de ingresos que les provoca la cuarentena. En igual sentido, muchas personas tendrán miedo a perder el empleo o a enfermarse, lo que las llevará a tener un ahorro precautorio, reduciendo aún más la demanda general en el corto plazo. Por lo tanto, ese famoso círculo virtuoso que es la economía funcionando, en esta oportunidad, al menos del lado privado, se transformará en un círculo vicioso de menos demanda, menos empleo, más temor y otra vez menos demanda, profundizando el ciclo negativo.

Tras la gran depresión, al desplome de la demanda del sector privado se lo combatió con políticas contracíclicas. Más allá del instrumento (política fiscal, monetaria o de ingresos) el sector público interviene expansivamente para cortar el círculo vicioso en que cayó el sector privado.

Efectivamente, esto es lo que está sucediendo a lo largo del mundo. Por ejemplo, pese a no haber entrado todavía en cuarentena total, el gobierno de Estados Unidos anunció un paquete fiscal de USD 2 trillones (USD 2 millones de millones en español, 10% del PBI de ese país), a la par que la Reserva Federal llevó a 0% su tasa de interés y relanzó el quantitative easing, en la búsqueda por estimular el financiamiento a bajo costo y evitar un mayor deterioro de los activos financieros. En sentido similar, el gobierno alemán dispuso una expansión fiscal de 5% del PBI más un paquete de créditos blandos que podría alcanzar 25% de su PBI, según explica el FMI.

Sin embargo, en nuestro país la situación es distinta. Con déficit fiscal -primario y financiero- y un sector público tratando de reestructurar su deuda para evitar el default, la principal fuente de financiamiento de una política expansiva es la emisión. Pero la economía argentina sufre hace más de una década inflación de dos dígitos, y en los últimos dos años la suba de precios alcanzó 50% anual, consecuencia de la fuerte inestabilidad cambiaria que produjo la desconfianza en el peso. Por lo tanto, la pandemia nos encuentra con las “defensas bajas” en este frente.

La frágil situación social y la recesión que atravesamos desde 2018, sumado a una cadena de pagos en creciente tensión y una elevada porción de la economía en el sector informal que quedará casi sin ingresos frente al cese de actividades “no esenciales”, llevaron al gobierno a adoptar acertadamente  políticas expansivas, pese a las fragilidades existentes. En este sentido, Alberto Fernández anunció un plan que costará sólo 2% del PBI, de los cuales 1 p.p. se financiará con emisión y el punto restante, que serán préstamos a tasas bajas para adquirir capital de trabajo, se solventará con liberación de encajes de los bancos comerciales. En consecuencia, la respuesta oficial logrará atenuar la caída de la actividad, mas no revertirla, quedando muy lejos de los planes de los países desarrollados. Como resultado, la pérdida por Covid-19 será mayor en nuestro país que en otras latitudes -suponiendo igual porción de infectados-.

Pasado este punto, corresponde notar que no solo el espacio económico para financiar políticas expansivas con emisión es acotado, sino también el legal. Por la carta orgánica del Banco Central, los adelantos transitorios de la autoridad monetaria al Tesoro Nacional no pueden superar determinados límites. Si bien las utilidades acumuladas en 2019 -ampliadas tras el cambio de valuación de las Letras Intransferibles del Tesoro Nacional en diciembre pasado, cuando dejaron de contabilizarse a valor de mercado, para pasar a hacerlo a valor técnico- alcanzarían para financiar este programa expansivo (todavía no está publicado el dato oficial del BCRA), no quedaría espacio para un esquema más ambicioso.

Antes de cerrar, vale remarcar que el COVID-19 y su impacto negativo en el mercado financiero internacional complicaron una reestructuración de deuda que ya atravesaba dificultades antes del shock de la pandemia. Este sismo global aumenta la aversión al riesgo de los capitales, generando que los mismos “vuelen” hacia la calidad –fly to quality en inglés-, abandonando las opciones más rentables, pero más riesgosas, en favor de las más austeras, pero más confiables de repago. Esto reduce las probabilidades de una reestructuración exitosa de la deuda pública: será más difícil convencer a los acreedores que vuelvan a apostar a la Argentina, o para hacerlo habrá que pagar una tasa mayor.

Por lo tanto, todavía no sabemos hasta dónde, pero sí que la recesión se profundizará significativamente luego de la llegada del COVID-19 y la cuarentena. La magnitud de este deterioro dependerá, esencialmente, de dos hechos: cuánto dure el aislamiento social y qué pase con la negociación de la deuda, si se logra canjear de manera acordada o si se paga en cash porque no hay acuerdo o, directamente, se defaultea.

Por último, pero no por ello menos importante, habrá que ver hasta dónde resiste la golpeada cadena de pagos local: la morosidad del sector privado entró a la cuarentena en niveles récord de la última década y, según cuánto se relajen las condiciones monetarias/crediticias, podrá sortear exitosamente esta dificultad tan importante como inesperada. Ahora bien, relajarlas en exceso podría aliviar la situación de corto plazo, pero sumar presiones inflacionarias. El hilo es demasiado corto, esperemos que no se rompa.

El PBI cayó 2,2% en 2019

En el cuarto trimestre de 2019, el PBI mostró una contracción del 1,1% respecto al mismo trimestre del año previo. A su vez, en términos desestacionalizados exhibió una contracción del 1% i.a. De esta manera, la actividad sufrió una caída del 2,2% en 2019, encadenando dos años consecutivos de contracción.

¿Qué sucedió con la oferta de bienes y servicios?

Nueve de los quince sectores totales se ubicaron en terreno positivo en el cuarto trimestre de 2019. Por un lado, los sectores de carácter extractivo mostraron incrementos: Agricultura, ganadería, caza y silvicultura (+1,1% i.a.) y Explotación de minas y canteras (+1,6% i.a.), producto de la cosecha agrícola record e inversiones en Vaca Muerta, respectivamente. Por su parte, se destaca la evolución de Electricidad, gas y agua (+3,5% i.a.) como consecuencia del congelamiento de tarifas en la última parte del año y Hoteles y restaurantes (+1,0% i.a.) favorecido por el encarecimiento de servicios externos que fomentó el turismo interno.

Las principales contracciones se vieron en los sectores vinculados al mercado interno. Por un lado, producto del fuerte deterioro del salario real, Comercio sufrió una contracción del 2,6% i.a.. A su vez, Construcción e Intermediación financiera cayeron 8,3% i.a. y 8,6% i.a. respectivamente, en un contexto de incertidumbre financiera en el segundo semestre y un elevado costo del financiameinto. Por último, la Industria manufacturera cerró el último trimestre del año con una contracción del 2,1% i.a., desacelerando la caída en comparación a lo observado en el resto del 2019.

De esta manera, los bienes mostraron una contracción del -1,7% i.a. en el cuarto trimestre del año, y a pesar de que la industria y la construcción cerraron el 2019 en rojo (-6% i.a. y -6,2% i.a. respectivamente), la producción de bienes promedió un año estable (+0,2% i.a.), impulsados por la mencionada cosecha récord.

Por su parte, los servicios mostraron una caída del 1% i.a. en el último trimestre del 2019, y de esta manera, terminaron el año con una disminución del 3% i.a. liderado por la caída de intermediación financiera (-11,5% i.a.) y comercio (-7,8% i.a.).

¿Y por el lado de la demanda?

En el último trimestre del año se destacó la caída de 2,1% i.a. del consumo total (compuesto por una caída del 1,9% i.a. del consumo privado y 3,1% i.a. del consumo público). Esto guarda relación con el deterioro del salario real de los hogares, tras la inflación que tuvo lugar con la corrida cambiaria post-PASO. De esta manera, el consumo total cerró el año con una contracción del 5,7% i.a., liderado por un desplome del consumo privado (-6,5% i.a.).

Por otra parte, la inversión sufrió una contracción del 9% i.a. en el cuarto trimestre, cerrando el año con una caída promedio de casi 16% i.a. producto de la inestabilidad cambiaria y política que reinó durante gran parte del año pasado, en un contexto en el que la elevada tasa de interés de interés limitó el desarrollo de proyectos.

Por último, respecto al comercio exterior, las exportaciones se mantuvieron en terreno positivo (+7,4% i.a.), cerrando el año con un incremento del 9,5% i.a., desempeño que se explica por la cosecha agrícola récord y por una mejora de la competitividad cambiaria. Por su parte, las importaciones mostraron una contracción del -10,1% i.a. en el cuarto trimestre, para terminar el año con una desplome promedio de 18,3% i.a. Este retroceso ubicó a las importaciones en el nivel más bajo desde el segundo trimestre del 2010, y tiene su fundamento en la profunda recesión de la economía, que desalentó tanto proyectos de inversión como el consumo de bienes importados, tras la caída cercana al 20% i.a. del poder adquisitivo en dólares.

¿Cuáles son las perspectivas a futuro?

La dinámica de la economía en 2020 estará determinada por dos factores, siendo por el momento la pandemia de Coronavirus la mas importante y preocupante.

En primer lugar, el comercio exterior se verá relegado. Por un lado, las exportaciones del país podrían verse fuertemente golpeadas debido a que nuestros principales socios comerciales son los países más afectados por la pandemia (China, Estados Unidos y Europa), por lo que nuestro volumen de ventas al exterior podría sufrir una importante contracción. No obstante, dos factores podrían ponerle un piso a la caída: por un lado, nuestras exportaciones se componen principalmente de bienes esenciales que no necesariamente son de fácil sustitución y, por el otro, el precio de la soja continúa en niveles razonables. Por su parte, las importaciones se verán mayormente afectadas, producto del menor nivel de actividad y del freno de la demanda de las familias, que ante la incertidumbre deciden posponer la compra de bienes y servicios no esenciales.

A su vez, la demanda interna también sufrirá una importante contracción, principalmente en primer semestre del año como consecuencia de la decisión del gobierno de decretar la cuarentena total (en principio durante 15 días, a excepción de algunas actividades básicas, pero con una elevada probabilidad de extenderse hasta mediados de abril). Esto limitará el consumo de las familias a bienes esenciales en la medida que la incertidumbre se extienda, y paralizará la inversión, que producto de una elevada incertidumbre será seguramente el componente de la demanda más golpeado del año.

Todo esto llega en las semanas previas a la presentación de la oferta de reestructuración de la deuda a los acreedores externos. Si bien todavía conviven varios escenarios de resolución (canje, default o pago a los acreedores), creemos que en el corto plazo esta cuestión pasa a segundo plano tras la situación sanitaria del país. Sin embargo, un desenlace negativo de la negociación profundizaría la recesión en los próximos trimestres.

De esta manera, creemos que la recesión se profundizará en el segundo trimestre del año, teniendo además un significativo impacto en el mercado laboral, especialmente en los puestos de trabajo informales. Esto lleva nuestra proyección de actividad para 2020 a la zona de -3% i.a., con perspectivas de empeorar en la medida que la propagación del Coronavirus endurezca las medidas preventivas y la renegociación de la deuda no tenga una solución favorable para el país.

El Coronavirus profundizará la recesión local

Si bien China está volviendo lentamente a la normalidad, la situación en Occidente escala peligrosamente y comienza a afectar el normal desenvolvimiento social, político y económico. Estados Unidos y otros países cerraron parcialmente sus fronteras cancelando vuelos, al mismo tiempo que la mayoría de las conferencias y eventos masivos han sido suspendidos. La agenda política viró y está centrada casi exclusivamente en el control de la pandemia. A nivel económico se observa un fuerte deterioro en el frente financiero, en el comercio internacional y una parálisis del consumo y la producción en aquellos países donde parte relevante de su población está en cuarentena.

En Argentina, si bien rezagados respecto a algunos países europeos, la cantidad de casos crece rápidamente y las autoridades toman medidas para tratar de reducir el contagio. Ayer el presidente Alberto Fernández decretó la suspensión por 30 días de todos los vuelos provenientes de zonas peligrosas, el aislamiento obligatorio de personas que hayan estado expuestas o presenten síntomas de la enfermedad, la posibilidad de cancelar eventos masivos y disponer de otras medidas para evitar aglomeraciones.

Creemos que el impacto sobre la actividad económica será significativo. Por un lado, la dinámica del comercio exterior se está resintiendo. Si bien Argentina es uno de los países con menor apertura comercial del mundo, parte relevante de su producción tiene como destino China, Estados Unidos y Europa (explican cerca del 30% de nuestras exportaciones) y el shock de demanda que están teniendo estos países definitivamente afectará el volumen de nuestras ventas. Al mismo tiempo, el precio de los commodities cayó en las últimas semanas y no queda claro si se recuperará en el corto plazo. Además, el flujo de turismo receptivo se verá afectado por el temor a la pandemia y el cierre parcial de fronteras. Estos efectos apuntan en la misma dirección, el ingreso de divisas comerciales se resentirá en un contexto de escasez de Reservas Internacionales. Las importaciones también se verán afectadas (menor actividad interna y menores precios internacionales), pero el efecto no compensaría la merma en exportaciones.

El menor saldo de divisas pondría en una disyuntiva al equipo económico. O impone restricciones cuantitativas a las importaciones con el fin de preservar el superávit comercial para hacer frente a sus compromisos financieros, o acepta perderlo parcialmente y no resentir tanto el nivel de actividad. Es probable que se elija un mix, lo cual afectará tanto la negociación de la deuda como a la actividad económica local.

La negociación de la deuda, que no venía desarrollándose por los carriles esperados, puede complicarse un poco más ya que si el saldo de dólares esperado para las próximas semanas se reduce el tiempo comenzará a jugar en contra del país. Esta situación, en la cual el reloj no corre a la misma velocidad para los acreedores que para Argentina (los fondos no priorizarán la negociación con argentina en este contexto), implica menor poder de negociación.

En un contexto de tanta incertidumbre y aversión al riesgo, la caída del precio de los bonos (contracara del aumento en el Riesgo País) no necesariamente mejora la situación argentina. Si bien convierte una quita agresiva en algo más aceptable, también es cierto que aumenta la probabilidad de que fondos buitres compren parte relevante de los activos para bloquear la reestructuración con el fin de litigar para intentar cobrar el 100% de sus acreencias.

Por último, pero no menos relevante, es factible que la cancelación de eventos multitudinarios, un porcentaje creciente de empleados realizando tareas desde su casa y una posible suspensión de parte del año lectivo en colegios y universidades, afecte el nivel de actividad en sectores sensibles. Por caso, en junio y julio de 2009, tanto los hoteles como los restaurantes sufrieron una merma en su actividad que superó el 8% mensual en términos desestacionalizados. Si bien el efecto es difícil de aislar, parte relevante de esta contracción respondió al avance de la gripe A.

En este marco nos vemos obligados a recortar nuestra proyección de PBI para 2020, pasando de una contracción de 1,3% a una de 2% con riesgo a la baja si las restricciones de circulación/cuarentena se profundizan. Asimismo, creemos que la caída en los precios internacionales y las depreciaciones de nuestros principales socios comerciales ayudarán a reducir la inflación local siempre que no se produzca un nuevo salto del dólar oficial (lo cual ocurriría en un escenario de default). Pese a que el desplome en el precio del petróleo paraliza la actividad local en el sector, ayudará a contener los aumentos en tarifas y combustibles. En este marco nuestra proyección de inflación para el año pasa de 37,5% a 35%.

En la medida que nuevos eventos se desarrollen y estos afecten nuestro esquema de proyecciones volveremos a comunicarnos. Como todos los meses, a comienzos de abril se enviará el Tablero de Proyecciones de Corto Plazo (2020-2021) y la próxima semana se pondrá a disposición el Tablero de Proyecciones de Largo Plazo (2020-2025). Quedamos a disposición por cualquier duda relacionada.

Poco para rescatar de 2019

¿Qué pasó con la economía el año pasado?

Luego de la debacle de 2018, la economía argentina comenzó con un verano financiero y cambiario que le permitió crecer levemente durante el primer bimestre. No obstante, el buen tiempo duro poco y, en marzo, la volatilidad cambiaria, la aceleración de la inflación y la consecuente suba de la tasa de interés de referencia echaron por tierra el avance de la actividad (en el primer trimestre cayó -0,1%, desestacionalizado)

Durante el segundo trimestre y principios del tercero, el récord en la cosecha agrícola y la relativa estabilidad cambiaria, ayudaron para que la economía caiga poco (-0,7% desestacionalizado en el promedio abril-junio). De manera adicional, con el fin de mostrar mejores resultados de cara a las elecciones, el gobierno de Cambiemos puso en marcha medidas para mejorar -en el margen- los ingresos reales de las familias (adelanto de jubilaciones y AUH y congelamiento de tarifas) y promover el consumo (créditos Anses, Pro.Cre.Ar, plan junio y julio 0km), lo que permitió que la economía experimente una mejora significativa en julio y creciera 0,9% desestacionalizado en el tercer trimestre. No obstante, la corrida cambiaria ocurrida tras los resultados de las PASO secó los incipientes brotes verdes y la economía volvió a caer bajo recesión. Desde entonces y hasta fines de 2019, la incertidumbre económica y financiera, la aceleración de la inflación, la implementación del cepo cambiario y la pérdida del poder adquisitivo de las familias, no dejaron que la actividad reflotara.

El Estimador Mensual de la Actividad Económica (EMAE), marcó en diciembre una leve caída del 0,3% i.a. y un pequeño aumento del 0,2% mensual en la medición desestacionalizada. En consecuencia, la economía habría caído 2,1% en 2019 (segundo año consecutivo de contracción), dejando un arrastre negativo de 0,3% para 2020.

De esta forma, el gobierno de Cambiemos concluyó su mandato con tres de cuatro años bajo contracción y con un nivel 3,5% menor al que recibió en diciembre de 2015. Peor aún, si se tiene en cuenta que el pico de actividad en la era Macri fue en noviembre de 2017, la destrucción de la producción en los últimos dos años fue del 7%.

¿Cuáles fueron los sectores ganadores y perdedores del 2019?

Entre los bienes, los únicos sectores que lograron experimentar crecimiento en 2019 bajo un contexto económico adverso fueron los de carácter extractivo: agropecuario y de minas y canteras. El primero, gracias a una cosecha agrícola récord y mayor demanda de carne desde China y, el segundo, a la maduración de las inversiones en Vaca Muerta. Esto permitió que, a pesar de que la industria y la construcción se desplomaran (cerca de -6% ambas), la producción de bienes se mantuviera relativamente estable respecto a 2018 (+0,2%). De hecho, sin la ayuda del campo la actividad en bienes hubiese caído 5% y el PBI 3,7%. Vale destacar dentro de este grupo, electricidad, gas y agua, que promedió el año en terreno negativo (-2,8%), pero en el cuarto trimestre logró crecer 3,5% i.a. gracias al impulso a la demanda que dio el congelamiento de tarifas.

Por su parte, los servicios retrocedieron 2,9% el año pasado, liderado por la caída del sector de Intermediación Financiera (-11,6%) y el Comercio (-7,6%), ambos perjudicados por la caída del poder adquisitivo de los salarios y altas tasas de interés. A contramano, el sector de restaurantes y hoteles logró concluir el año estable, dado que en el segundo semestre su actividad creció a partir del incremento del tipo de cambio real y la implementación restricciones cambiarias.

 ¿Qué esperamos para el 2020?

A pesar de que el arrastre negativo que deja el 2019 es bajo (-0,3%), la incertidumbre financiera y cambiaria reinante por el proceso de renegociación de deuda, auguran un tercer año en terreno negativo. En este sentido, esperamos que en el primer semestre la actividad continúe alicaída, por la parálisis de la inversión y el débil consumo, en un contexto de incertidumbre, presiones cambiarias y salario real golpeado. En la segunda parte, si el gobierno del Frente de Todos logra un acuerdo con acreedores relativamente exitoso para la Argentina, tendrá mayor margen de acción para poner en marcha la actividad. Las presiones sobre las variables nominales de la economía irán cediendo, favoreciendo una mejora del poder adquisitivo de los ingresos que motorice la demanda interna y acompañe una dinámica pobre de las exportaciones.

La industria y la construcción, golpeadas en 2019

¿Cómo le fue a la industria en 2019?

Luego de 19 meses de contracción ininterrumpida, la industria logró en el último mes de 2019 mostrar un resultado positivo: el Índice de Producción Industrial Manufacturero (IPI manufacturero) mostró una suba del 1,2% i.a. en diciembre y 1,1% en su medición desestacionalizada. El cambio de tendencia se dio gracias desempeño de Alimentos y Bebidas y Productos Textiles, este último en un contexto de baja base de comparación. Con dicho resultado, la industria culminó el 2019 con una caída del 6,4% anual y en niveles de actividad anteriores a 2007.

Analizando el acumulado del año, todas las divisiones mostraron contracciones. El peor desempeño se lo llevaron las industrias vinculadas al mercado interno, ya que producto de la recesión y el deterioro de la demanda doméstica, se vieron obligadas a acumular stocks y producir muy por debajo de su capacidad instalada. En este sentido, Prendas para Vestir mostró una disminución del -11%, Productos de Metal un deterioro del -9% y Muebles y Otras industrias sufrieron una caída del -12%. Al mismo tiempo, ante elevadas tasas de interés y racionamiento del crédito, las industrias relacionadas a la inversión productiva también se vieron golpeadas: Maquinarias y Equipos, Vehículos Automotores y Otros Equipos de transporte mostraron caídas acumuladas del -15%, -22% y -37%, respectivamente.

Por otra parte, las industrias vinculadas a sectores con ventajas comparativas y potencial exportador –agropecuario y petróleo y gas – fueron las que sufrieron menores contracciones. En este sentido, Alimentos y Bebidas se mantuvo estable (-0,1%) y Refinación del Petróleo y Combustible mostró una leve caída del -1%. En el primer caso, el nivel récord de cosecha agrícola y la mayor demanda dese China, hicieron que Moliendas y Cereales y Carnes se mantengan en terreno positivo a lo largo del año. En el segundo, el desarrollo de hidrocarburos no convencionales en Vaca Muerta explicó el buen desempeño del sector.

¿Y a la construcción?

El Indicador Sintético de la Actividad (ISAC) se contrajo 6,4% i.a. en diciembre, acumulando 16 meses consecutivos de caída. En la medición desestacionalizada muestra una abrupta recesión (-7,3% i.a.) alcanzado el nivel más bajo desde la primera publicación del indicador en el año 2012. En el acumulado del año, la actividad registró una reducción del 8% en 2019.

El deterioro del sector se dio en un contexto de extrema volatilidad cambiaria y elevada incertidumbre. En este sentido, a pesar de que la rentabilidad de la oferta fue mayor -gracias al aumento del precio de las viviendas en dólares y la caída de los costos medidos en moneda dura- la demanda se desplomó. La caída del poder de construcción del salario y la falta de financiamiento producto de las altas tasas de interés explican dicha dinámica.

¿Qué esperamos a futuro?

Las perspectivas para el comienzo del 2020 continúan sin ser favorables. Producto de la incertidumbre que genera el desenlace de la restructuración de la deuda, esperamos que en el primer semestre la industria y la construcción continúen mostrando un magro desempeño. De todas maneras, algunas señales de recuperación podrían materializarse hacia la segunda parte del año.

Por un lado, las industrias relacionadas al sector externo continuarían en terreno positivo producto del buen desempeño que mantendrá el sector primario. De todas maneras, la pérdida de competitividad cambiaria y el aumento de las retenciones podrían actuar como desincentivo. Por otro lado, los créditos subsidiados a PyMEs e industrias mano de obra intensivas, sumado a restricciones a las importaciones, podrían generar un repunte cuando la demanda interna se reactive.

En cuanto a la construcción, considerando que el gobierno se encuentra realizando esfuerzos para alcanzar un resultado primario consistente, podemos prever que la inversión pública se mantendrá postergada en el corto plazo. Sin embargo, a pesar de que la inversión productiva tampoco mostrará importantes signos de recuperación durante el año, algunos factores podrían generar que la obra privada se movilice.

Por el lado de la demanda, el cepo cambiario podría dinamizar al sector, teniendo en cuenta que ante falta de alternativas de ahorro, los hogares y las empresas pueden optar por la construcción para resguardar el valor de sus activos. Además, pueden existir medidas que mejoren la capacidad de financiamiento del sector, tales como el plan ProCreAr. Por el lado de la oferta, si el tipo de cambio no se atrasa significativamente, la rentabilidad ganada con las sucesivas devaluaciones y el aumento del precio de las viviendas seguirá actuando como incentivos para los desarrolladores. De esta manera, la construcción podría mostrar signos de recuperación hacia fines de año.

Reactivación de la actividad: ¿ficción o realidad?

La crisis todavía continúa

La economía argentina aún se encuentra sumergida en recesión. Considerando que la situación económica es compleja – dado que nos encontramos a la espera de la renegociación de la deuda pública y con una inflación que todavía no cede significativamente – cabe preguntarse en qué momento podremos ver signos de recuperación en el nivel de actividad.

Realizando una revisión hacía atrás, desde la primera corrida cambiaria en abril de 2018 la actividad no logró revertir su caída. Más en detalle, desde el pico de actividad alcanzado por el gobierno de Cambiemos en el cuarto trimestre de 2017, el PBI acumuló en los dos años siguientes una contracción mayor al 7% en términos desestacionalizados, liderada por el desplome de la inversión y el consumo privado.

En comparación a las últimas crisis que sufrió la economía argentina, la actual puede ser considerada una de las más profundas y la más extensa. Luego de la crisis del 2001, la única recesión que superó a la actual, en términos de destrucción de producción, fue la del 2008/09. En aquel entonces, la actividad económica se desplomó más de 10% en tan sólo tres trimestres, aunque recuperó los niveles previos a la crisis rápidamente. En cambio, la recesión por la que estamos atravesando lleva siete trimestres y todavía sigue sin encontrar un piso. En este sentido, teniendo en cuenta la frágil situación por la que atraviesa la economía argentina, podemos prever que la actividad no logrará repuntar en el primer semestre del 2020. De todas formas, algunas decisiones en torno a la política fiscal y monetaria podrían generar una leve reactivación hacia la segunda mitad del año.

Esperando nuevamente el segundo semestre

Son varios los factores para tener en cuenta a la hora de evaluar si se podrá materializar una reactivación de la actividad hacia la segunda parte de 2020. En este sentido, el resultado de la renegociación de la deuda es uno de los más importantes. Una reestructuración exitosa permitiría otorgar certidumbre a la economía argentina y relajar tensiones en el frente cambiario y financiero.

Para lograr este objetivo, el gobierno está siendo prudente en términos fiscales con el fin de dar señales a los acreedores. Además de aumentar los ingresos a través de una suba de la presión impositiva, se encuentra tratando de resguardar el gasto público (principalmente a través de la seguridad social) para alcanzar un resultado primario sostenible y hacer frente a las obligaciones. En este sentido, es que no se espera que el consumo y la inversión pública sean en 2020 motores de la economía.

Por otra parte, se intenta recomponer el poder adquisitivo de las familias de menores ingresos para despertar el consumo interno. El otorgamiento de bonos para los beneficiarios de la AUH y Jubilados que ganan menos de ARS 20.000 y el aumento a privados de ARS 4000 (que representa una mayor proporción del ingreso para los trabajadores que ganan menos) son algunas de las medidas que van en esa dirección y que buscan dar alivio a los sectores más golpeados en los últimos años. De esta forma, teniendo en cuenta que estos hogares son los que poseen mayor propensión a consumir, la transferencia de ingresos hacia la base de la pirámide podría otorgar un freno a la disminución del consumo.

Por otro lado, el BCRA optó por relajar la política monetaria por medio de la disminución de la tasa de interés de referencia, colocando a la tasa de interés real en terreno negativo. A su vez – al menos por ahora – decidió mantener planchado al tipo de cambio oficial. Por lo tanto, a pesar de que la política fiscal postergó la recomposición del ingreso de las clases medias y altas, decisiones en torno a la política monetaria y cambiaria podrían actuar como paliativos. Anclar el tipo de cambio recompone el salario en dólares y el menor costo de financiamiento, junto a falta de alternativas de ahorro producto del cepo cambiario, podrían generar que estos sectores movilicen la demanda interna.

Por otra parte, las perspectivas para la inversión son más conservadoras. El aumento de la presión impositiva y la incertidumbre respecto al porvenir de la economía argentina mantendrán a la inversión productiva en terreno negativo. Sin embargo, las restricciones de acceso al mercado cambiario podrían generar incentivos a dinamizar la construcción -como consecuencia de la falta de alternativas para volcar los ahorros- y el otorgamiento de créditos subsidiados a la producción (principalmente PyMEs) podría activar la compra de bienes de capital. De esta forma, la inversión podría cerrar el año con una desaceleración en su caída respecto de lo ocurrido en 2019.

Por último, se encuentra el frente externo. Por un lado, mejores perspectivas para la economía brasilera auguran una mayor demanda desde el país vecino, por otro lado, dos factores atentaran contra la expansión de las exportaciones. En primer lugar, la menor cosecha agrícola que, aunque será la segunda más alta de la historia, en la comparación anual será menor al pico alcanzado en 2019. En segundo lugar, el aumento de los derechos de exportación y la pérdida de competitividad generada por un dólar que se encuentra anclado, son factores que desincentivan los envíos al exterior. En este sentido, esperamos que los mismos se mantengan en terreno positivo, pero desacelerando su crecimiento respecto a 2019.

En relación con las importaciones, aunque reducirían su caída respecto al año anterior, las mismas continuarían contrayéndose debido a la alicaída actividad interna, pero también gracias a mayores restricciones e impuestos tendientes a proteger sectores sensibles de la economía argentina y a reducir la salida de divisas. En este último caso, la menor competencia de importados generaría un mayor espacio para la producción local para cuando la demanda doméstica repunte.

En resumen, las medidas empleadas para reactivar la actividad dependerán primordialmente de como se resuelva la reestructuración de la deuda. Si la renegociación es exitosa, las decisiones en torno a la política monetaria y fiscal generarían un mayor dinamismo de la demanda interna y una mejora en los niveles de consumo hacía el segundo semestre. De lo contrario, la relajación de la política monetaria generará mayor brecha cambiaria y aumento de los precios, y la política de ingresos no será suficiente para aumentar el consumo.

La mejora de la actividad en la segunda parte del año no logrará compensar la caída del primer semestre -ésta última también afectada por el arrastre negativo que deja el 2019- por lo que esperamos que el PBI promedie el 2020 con una caída del 1,6% anual, marcando su tercer año consecutivo de contracción.

Continúa la recesión

¿Qué sucedió en noviembre?

El Estimador Mensual de la Actividad Económica (EMAE) mostró una caída del 1,9% i.a. y acumuló en los primeros once meses de 2019 una contracción del 2,3% i.a. En la medición desestacionalizada, el indicador registró una baja del 1,7% mensual en noviembre, revirtiendo gran parte del avance experimentado en octubre (+2% mensual).

Analizando por ramas de la actividad, la mayor caída se la llevo la producción de Bienes, que cayó un -2,3% i.a. producto del magro desempeño de la construcción (-6,9% i.a.) y la industria manufacturera (-4,8% i.a.). Por su parte, los Servicios no corrieron una suerte distinta: retrocedieron -1,6% i.a, producto de la caída de los sectores de Intermediación Financiera y Comercio (-8,5% i.a. y -5% i.a., respectivamente).

¿A qué se debió la contracción?

La tercera corrida cambiaria en la era Cambiemos, desatada tras los resultados de las PASO, echo por tierra la leve reactivación que experimentaban algunos sectores en la previa de las elecciones. La fuerte devaluación del Peso, la consecuente aceleración de la inflación, el aumento de la tasa de interés de referencia y la implementación del cepo cambiario hicieron sentir sus efectos negativos sobre la actividad económica durante noviembre.

El continuo deterioro del poder adquisitivo y la falta de financiamiento, contrajeron notablemente el consumo privado y con ello la producción de industrias mercado internistas y de comercio.

Por otra parte, el elevado costo de financiamiento, sumado a la incertidumbre sobre las futuras medidas económicas a tomar por un nuevo gobierno electo, contribuyeron a que la inversión continúe en terreno negativo, golpeando al sector de la construcción y a la fabricación de bienes de capital.

A contramano, se ubicó el sector primario, el de servicios de restaurantes y hotelería y el electricidad, gas y agua. En el primer caso, las ventajas comparativas de las actividades extractivas y el aumento del tipo de cambio real motivaron el avance del sector agropecuario y de minas y canteras. Estos, a su vez, traccionaron la actividad de servicios de transporte.

En el caso de restaurantes y hoteles, registró su séptimo mes consecutivo de crecimiento, a raíz del abaratamiento relativo de los destinos turísticos nacionales tras la devaluación. En este sentido, se expande tanto el turismo que hacen residentes en el país, como el de no residentes en la plaza local.

En cuanto al sector de electricidad, gas y agua, éste experimentó su segundo mes de crecimiento gracias al congelamiento de tarifas que se dispuso luego de la corrida cambiaria de agosto pasado.

¿Qué esperamos para este año?

El 2020 continuará siendo complejo para la economía argentina. Producto de sectores que seguirán en recesión debido a un mercado interno débil, esperamos que la actividad promedie el año en rojo. Sin embargo, si la renegociación de la deuda es exitosa, a partir del segundo semestre algunos sectores podrían mostrar incipientes signos de recuperación y la reactivación de la actividad podría materializarse.

En este sentido, esperamos un primer semestre donde la demanda interna continúe reprimida, debido a que el salario real aún no podrá ganarle a la inflación. Asimismo, a pesar de que la tasa de interés real podría tornarse negativa, la incertidumbre respecto a la resolución de la reestructuración de la deuda mantendrá la inversión relegada.

Sin embargo, en el segundo semestre podrían surgir algunos brotes verdes. Mejoras en el margen del poder adquisitivo de los ingresos de las familias y financiamiento accesible para el consumo (Ahora 3, 6 y 12), despertarían la demanda interna. A ello se suma, que el cepo cambiario genera incentivos a la dolarización de ahorros a través de la compra de bienes durables, como automóviles, electrodomésticos y construcción. Por otra parte, créditos subsidiados a la producción de sectores mano de obra intensivos y protección a los mismos con restricciones a la importación, generarían una reactivación de su producción.

No obstante, vale destacar, que el despertar del consumo doméstico no se materializará acabadamente en un aumento de la producción local, debido a que mucho de los sectores mantienen elevados niveles de stock, tras varios meses de demanda reprimida.

De esta manera, esperamos que la economía promedie una caída en 2020 en torno al 1,6%, luego de haber experimentado una contracción mayor al 2% tanto en 2018, como en 2019.