La economía post cuarentena y reestructuración de la deuda

En las últimas semanas, la cuarentena comenzó a desandarse gradualmente, especialmente en lo que a la producción respecta. Pese a que los casos de Coronavirus siguen creciendo, la decisión oficial de extender -sin mayores cambios- hasta el 30 de agosto el ASPO en varias regiones del país muestra que no hay margen para endurecer las restricciones aún cuando el sistema sanitario está más demandando.

Asimismo, el proceso de reestructuración de la deuda pública ha avanzado significativamente tras el acuerdo con los principales grupos de acreedores ley extranjera. Si bien todavía falta efectivizar el canje, replicarlo a los bonos ley local en moneda dura y alcanzar un acuerdo con el FMI para extender la devolución del préstamo otorgado, este frente luce encaminado.

Por lo tanto, nos acercamos al día después de la cuarentena y la reestructuración de la deuda. En consecuencia, qué sucederá con el nivel de actividad económica se vuelve una de las principales dudas.

En primer lugar, hay que decir que las medidas de aislamiento impactaron de manera heterogénea en las distintas ramas de actividad. Si bien la mayoría de los sectores continúa en rojo, la profundidad de la caída varió inter e intra sectorialmente. Asimismo, aunque en los últimos meses se observa una recuperación de la actividad, el nivel se ubica claramente por debajo del registrado antes de la pandemia.

De hecho, la reactivación tendrá dos etapas bien marcadas. Una inicial, que ya está sucediendo, donde la oferta se “despertará”, recuperando parte de lo perdido consecuencia de la incapacidad de producir durante el confinamiento. Luego, hacia fines de año y durante 2021, la recuperación sería más lenta, pero ya no estaría asociada a la imposición y remoción de la cuarentena, sino a la evolución de la demanda (principalmente interna), donde algunos sectores podrían incluso recuperar los niveles pre-pandemia. Veamos.

Reactivación sectorial a distintas velocidades

Comencemos con la Construcción. La irrupción de la pandemia implicó una parálisis completa de las actividades para uno de los sectores más afectados durante la recesión 2018-2019. El incremento de la proporción de firmas para operar con normalidad permitió dos meses consecutivos de mejoras a partir de mayo. En el corto plazo, la dinámica de reactivación continuaría, producto de la flexibilización de las restricciones y el incremento de la demanda para refacciones en el hogar ya que su nivel de actividad sigue lejos de la pre-pandemia.

Asimismo, una vez que la economía ingrese en la nueva normalidad, podremos observar un repunte del sector por su carácter procíclico y porque en un escenario de restricciones cambiarias las opciones de ahorro se reducen y la construcción se configura como una alternativa atractiva para adquirir un bien “dolarizado” en un contexto de bajos costos de producción en moneda dura. Además, es una rama de actividad estratégica para el Ejecutivo: no insume casi divisas/importaciones y permite crear empleo dentro de los sectores de menores ingresos, que fueron los más golpeados por la pandemia/cuarentena. Anuncios como el Procrear y planes de obra pública marcan la intención oficial de impulsar la actividad.

Otro sector clave es la Industria manufacturera. Dado el carácter esencial de algunos rubros, la cuarentena impactó de manera muy heterogénea en esta rama de actividad: mientras que en abril los sectores productores de bienes de consumo intermedio, durables y de capital mostraron caídas inéditas (Automotriz y autopartes, -88,5% i.a. y Prendas de vestir y calzado, -79,8% i.a) otros como Alimentos y bebidas se mantuvieron prácticamente estables (-1,0% i.a.).

En el caso de las primeras, a partir de mediados de mayo comenzó un proceso de reapertura. En este sentido, la mejora relativa en el índice de producción industrial (pasó de -33,5% i.a. en abril a -6,6% i.a. en junio) fue, en parte, producto de puesta en marcha de fábricas no esenciales, donde se libraron órdenes de compra pendientes y se recompusieron stocks. Vale la pena destacar que la esta notoria mejora responde más a la “reapertura” que al incremento genuino de la demanda (salvo ramas vinculadas a bienes durables para el hogar, donde el consumo repuntó).

En este marco, esperamos que el impulso dure sólo un par de semanas, hasta recomponer stocks y cumplir órdenes de compra pendientes, dado que todavía resta un tiempo prudencial para que la demanda interna vuelva a los niveles pre-crisis. El año próximo, la nueva normalidad con recomposición del salario real y políticas destinadas a dinamizar el consumo en el año electoral (Ahora 12, por ejemplo), permitirían que las industrias orientadas al mercado interno se aproximen a los niveles pre-pandemia hacia fines del 2021.

Párrafo aparte merece la agroindustria. Con menores restricciones para operar y menor caída de la demanda (interna y externa), puede ser considerada la rama industrial menos golpeada por la pandemia/cuarentena. A futuro, tanto el sector primario como el agroindustrial son claves para la recuperación pues dinamizan ramas industriales vinculadas – agroquímicos y maquinaria agrícola- y son generadores de divisas genuinas. La elevada demanda de alimentos por parte de Asia y la recuperación de precios de los principales commodities agrícolas podrían apuntalar al sector el año entrante. Sin embargo, hay escollos por sortear: el tipo de cambio real es poco competitivo tras el pago de retenciones y existen riesgos climáticos (escasez de lluvias por el fenómeno climático de “la niña”) en la provisión de insumos importados.

Por su parte, el desplome del precio del petróleo y las restricciones a la circulación generaron que el sector Minas y canteras cayera cerca de 20% i.a., tanto en abril como en mayo. La recuperación del precio internacional y el acuerdo con los bonistas mejoró las golpeadas expectativas del sector petrolero y gasífero -principalmente para Vaca Muerta-, pero resta esperar la reversión del desplome de la demanda interna y la flexibilización de las férreas restricciones cambiarias. El panorama podría mejorar con la implementación del plan “Esquema gas 2020-2024”, que busca garantizar el abastecimiento interno y reducir importaciones, a la par que el descongelamiento de las tarifas de servicios públicos y naftas.

Por el lado de los servicios, Comercio minorista y mayorista es el rubro que mostró mayor incidencia negativa en el nivel de actividad. Pese a que desde mayo viene lentamente moderando su caída producto de un mayor número de comercios habilitados y la implementación de modalidades alternativas de comercialización (online, delivery, pick up, etc.), las ventas fueron acotadas a excepción de los consumos más básicos.

La pregunta del millón es cuánto tardará el resto de la demanda en volver a los niveles pre-crisis y qué hábitos de consumo sufrirán cambios estructurales tras la pandemia. Una parte importante de la respuesta dependerá del mercado laboral y, en particular, de las perspectivas de empleo y el temor a perderlo. En la medida que la percepción de crisis persista, las familias mantendrán un elevado ahorro precautorio demorando la recuperación.

Por último, cabe destacar que los sectores más rezagados por la pandemia serán los vinculados a los servicios no esenciales ni exceptuados, tales como Restaurantes y hoteles y Servicios comunitarios, sociales y personales. Las restricciones operativas que afectan a las actividades que congregan muchas personas en lugares cerrados serán las últimas en levantarse y los hogares serán reacios a consumir este tipo de servicios hasta que baje la percepción de riesgo de contagio de Covid-19. Pese a que se espera un rebote desde niveles de actividad prácticamente inexistentes (Ej: turismo internacional) sería imposible recuperar los niveles pre crisis antes de que la mayoría de la población sea vacunada contra el coronavirus.

Un nuevo paso hacia la reactivación

¿Cómo evolucionaron la construcción y la industria en junio?

En junio, el Indicador Sintético de la Actividad de la Construcción (ISAC) logró hilvanar dos meses consecutivos en crecimiento respecto al mes previo, dejando atrás el piso de actividad encontrado en abril. En efecto, el nivel de actividad se expandió 38% en relación a mayo, aunque se ubicó en un nivel aún 7% inferior al que se registraba en febrero, previo a la irrupción del COVID-19. Asimismo, el avance mensual contribuyó a una importante reducción en la magnitud de la caída interanual, que era de -48,6% en mayo y recortó a al -14,8% en junio. En esta dinámica influyó también la baja base de comparación que dejó junio 2019, mes en el cual las elevadas precipitaciones registradas habían condicionado seriamente a la actividad.

De esta forma, en el primer semestre la construcción expuso una contracción acumulada del 37,8% frente al mismo periodo de 2020, sumando 22 meses de descensos interanuales.

Por su parte, el índice de producción industrial manufacturero (IPI) registró en junio un crecimiento mensual del 13,8% en la serie sin estacionalidad, evidenciándose una mayor difusión de las mejoras mensuales entre los sectores: en mayo el 85% de los sectores mostraba caídas interanuales, mientras que en junio dicha proporción se redujo al 62%.  El avance permitió que la magnitud del retroceso interanual en la actividad se redujera al -6,6% i.a. en comparación al -26% i.a. visto en mayo. No obstante, el nivel alcanzado resultó aún 13% inferior al de febrero.

De esta forma, el piso de actividad parece haberse encontrado en el segundo trimestre, lapso en el cual la actividad fabril enseñó una contracción histórica del 22,4% i.a., conduciendo a un descenso acumulado del 14,6% i.a. en el primer semestre. La actual fase recesiva de la industria se ha extendido ya por 26 meses.

Por un lado, la recomposición de la actividad de la construcción se ve favorecida por el gradual relajamiento de las restricciones al aislamiento en gran parte del país y condiciones climáticas propicias. Por otra parte, la reactivación exhibe un mayor dinamismo fuera del AMBA, y particularmente en el segmento de la pequeña obra privada asociada a refacciones y/o ampliaciones. En este sentido, en junio se vieron crecimientos interanuales de los despachos de cemento en varias provincias del interior. Sumado a eso, los despachos de cemento en bolsa, asociados a obras de menor magnitud, se expandieron 21% i.a., mientras que las ventas a granel retrocedieron 43,4% i.a.. En este sentido, la obra pública, junto con las obras de mayor envergadura, enseñan un mayor rezago.

Por su parte, la producción industrial muestra que todos los tipos de bienes disminuyeron sus tasas de caída en junio, acumulándose una mayor baja en bienes de capital y bienes de consumo durable en relación a los despachos de bienes de uso intermedio y bienes de consumo no durable. En un contexto de elevada heterogeneidad, en junio ramas industriales completas expusieron incrementos interanuales. Destaca alimentos y bebidas, gracias a lácteos, carnes y vino, y sustancias y productos químicos, producto de las mejoras en pinturas, agroquímicos y materias primas plásticas. En sentido opuesto, las mayores caídas las siguen mostrando los sectores asociadas a equipo de transporte, prendas de vestir, cuero y calzado e industrias metálicas básicas.

¿Qué esperamos?

Los primeros datos de actividad de julio permiten avizorar un nuevo repunte mensual en la actividad constructiva y de las fábricas, aunque de menor intensidad. En este sentido, las mayores restricciones a la circulación impuestas en el AMBA condicionaron aún más la recuperación productiva y comercial de las actividades, particularmente respecto al entramado industrial.

En relación a la construcción, la venta de insumos medida por el Índice Construya creció 13,6% i.a. en julio y superó en un 27% el nivel del mes pasado en la serie desestacionalizada. Sumado a esto, los despachos de cemento crecieron 8,2% respecto al mes pasado. Asimismo, datos sobre la demanda de energía eléctrica del sector permiten confirmar esta mayor dinámica en el séptimo mes del año.

El reciente anuncio de relanzamiento del plan Pro.Cre.Ar contribuye a una mejora en las expectativas, sumado a un costo de construcción en dólares que se mantiene bajo, un nivel de brecha cambiaria que seguirá incentivando la adquisición de insumos y la mayor permanencia de las familias en sus hogares. No obstante, este impulso es contrarrestado por los riesgos asociados a un retroceso en las fases de reapertura de comercios e industrias, frente a un nivel de contagios lejos de encontrar un techo. De esta forma, y puntualmente para las obras privadas de mayor magnitud, las fuertes restricciones en el AMBA y otros centros urbanos seguirán imponiendo límites a una reactivación más robusta. Por estos motivos, esperamos que la construcción exhiba en 2020 una contracción en la zona del 25%, siendo la rama de actividad más golpeada en el año.

Por el lado de la industria, se conoció que la producción automotriz, con un importante peso dentro del índice, se recuperó 36,1% respecto a junio, marcando un tercer mes en alza tras el apagón de abril. Adicionalmente, mientras que el consumo energético se amesetó durante el primer tramo del mes, volvió a retomar la senda alcista durante las últimas dos semanas. Si bien las industrias exportadoras, sus cadenas de proveedores y las industrias emplazadas en parques industriales permanecieron abiertas, gran parte del entramado PyMe de sectores como textil, calzado y  juguetes, entre otros, se mantuvo inactivo.

En línea con lo dicho, la evolución de la industria manufacturera también dependerá de cómo evolucione la magnitud de las restricciones, así como de la respuesta de la demanda doméstica e internacional y el status financiero de las firmas. A su vez, existen ramas que, si bien su ubicación geográfica les permite operar con menores restricciones, su demanda depende de lo que suceda en el AMBA.

Por otra parte, los anuncios de desinversión realizados por algunas empresas, así como ciertas dificultades en el acceso al mercado de cambios para la importación de partes y piezas generan impedimentos en el abastecimiento de suministros y podrían reducir la oferta de insumos industriales a futuro. En este sentido, es esperable que una parte importante de las ramas industriales deba esperar un tiempo importante para volver a experimentar los niveles de producción previos a la pandemia. Como corolario, esperamos que la industria exhiba una contracción superior al 15% en 2020, acumulando así tres años consecutivos en caída, ubicándose en un nivel 20% inferior al vigente en 2017.

Crisis COVID-19: inédita por su profundidad, pero heterogénea por rama de actividad

El Indicador Sintético de la Actividad (EMAE) exhibió una contracción de 20,6% i.a. en el mes de mayo, acumulando una caída del 13,2% i.a. en los primeros cinco meses del año. A su vez, dado que abril fue el mes con mayores restricciones, marcó un piso y permitió que en mayo la reactivación parcial de la producción se traduzca en un rebote del 10,0% respecto al mes anterior. Sin embargo, a pesar de la mejora parcial, la actividad aún se encuentra un 19,0% por debajo de los niveles de febrero, antes de la irrupción de la pandemia. Además, acumuló un retroceso del 19,7% respecto a diciembre del 2019, ubicándose en los niveles más bajos desde 2006.

Exceptuando a Pesca (+61,5% i.a.), el resto de las 14 ramas de actividad registraron caídas interanuales, destacándose que 12 de ellas moderaron el ritmo de retracción con relación a abril. Además, cabe destacar que continuó reinando un impacto heterogéneo: el shock de oferta impactó de manera diferente en los distintos sectores, deteriorando en mayor medida a aquellos que tienen más restricciones para operar.

En este sentido, las caídas más profundas continuaron sintiéndose en sectores no esenciales, como Hoteles y restaurantes (-74,3% i.a.), Servicios comunitarios, sociales y personales (-72,1% i.a.) y Construcción (-62,1% i.a.). Por su parte, caídas menores a dos dígitos las tuvieron Intermediación financiera (-4,3% i.a.), Electricidad, gas y agua (-5,1% i.a.) y Enseñanza (-9,1% i.a.), tres sectores que tuvieron menores restricciones relativas.

¿Qué esperamos?

En junio, la recuperación en la actividad tendió a reafirmarse. Por caso, la demanda de energía eléctrica de industrias y comercios grandes pasó de reducirse 23% i.a. en mayo a hacerlo a un ritmo del -14% i.a. en junio, mientras que las ventas de insumos para la construcción avanzaron 2% i.a. (vs -32% i.a. en mayo).

A su vez, los patentamientos de vehículos 0km se elevaron 5% i.a. frente a la merma del 42% i.a. de mayo, y la producción de vehículos redujo su retroceso interanual al 35% i.a. desde el -85% expuesto en mayo. Por otra parte, las ventas en comercios minoristas desaceleraron su caída al 35% i.a. desde el -51% i.a. registrado en mayo, al tiempo que los despachos de cemento moderaron su retracción del -33% al -7%.

No obstante, la intermitencia a la que estará expuesta la economía frente a las medidas de mitigación del avance de COVID-19, incorporan obstáculos en el camino a la recuperación, principalmente en el AMBA. En esta línea, en las últimas semanas varias provincias retrocedieron de fase. A su vez, según un informe reciente publicado por el Ministerio de Desarrollo Productivo, entre junio y julio el empleo habilitado para trabajar a nivel país se redujo del 80% al 77%.

En este sentido, el endurecimiento de las restricciones en determinadas partes del país y la incertidumbre respecto a cuánto tiempo se prolongarán, siguen empeorando las perspectivas y conllevan un proceso de recuperación más lento. En este marco, esperamos que la actividad cierre el año en niveles inferiores a los observados antes de la pandemia y que la contracción anual de la actividad sea de al menos 12% para el 2020, representando una de las caídas más profundas de la historia argentina.

 

Saliendo del pozo

¿Qué sucedió con la construcción en mayo?

En mayo, el Indicador Sintético de la Actividad de la Construcción (ISAC) mostró una caída de 48,6% en la comparación interanual. A su vez, en el acumulado de los primeros cinco meses del año, exhibió una contracción del 42,2% respecto al mismo periodo que 2019, acumulando así 21 meses consecutivos en rojo.

Por su parte, debido a que en el mes de mayo se comenzaron a retomar algunas actividades principalmente fuera del AMBA y en abril prácticamente la actividad estuvo paralizada, el índice de la serie desestacionalizada mostró un incremento del 99,9% respecto al mes anterior. El rebote tan marcado corresponde a que el sector alcanzó niveles nunca vistos en el mes de abril.

En este sentido, todos los insumos que componen al índice mostraron subas en términos desestacionalizados. Algunos incluso presentaron subas mayores al 100%, como ladrillos huecos, artículos sanitarios de cerámica, pisos y revestimientos cerámicos, entre otros. De todas maneras, cabe destacar que los niveles aún se encuentran muy por debajo de lo observado en febrero, antes de la implementación de las restricciones.

¿Y la industria?

El Indicador de Producción Industrial (IPI) mostró una contracción del 26,4% i.a. en mayo, acumulando una caída de 16,3% i.a. en el primer cuatrimestre del año. En la medición desestacionalizada, exhibió un incremento del 9% respecto a abril, también gracias a la reapertura de algunas actividades con estrictos protocolos.

De todas maneras, de acuerdo con un relevamiento especial realizado por el INDEC, solamente el 39% de las industrias encuestadas pudieron operar con normalidad en mayo, mientras que el 50,3% operaron parcialmente y 11,1% directamente no tuvieron actividad productiva. Esto indica que, si bien comenzaron a levantarse las restricciones, más de la mitad del sector no pudo operar con normalidad.

En lo que respecta a las ramas industriales, todas mostraron un retroceso por tercer mes consecutivo, aunque nuevamente se observa una dinámica disímil entre las distintas actividades productivas. Por un lado, caídas menores a dos dígitos las tuvieron Alimentos, bebidas y tabaco (-5,6% i.a.) y Madera, papel, edición e impresión (-9,7% i.a.).

Por el otro, Automotores y otros equipos de transporte (-73,7% i.a.), Textiles, prendas de vestir, cuero y calzado (-57,2% i.a.), Minerales no metálicos y metálicas básicas (-52,5% i.a.) y Otros equipos, aparatos e instrumentos (-51,6% i.a.) mostraron las contracciones más profundas y corresponden a los sectores que continuaron con importantes restricciones.

¿Qué esperamos?

Según el índice construya, – buen proxy de lo que sucede con la obra privada- las ventas de insumos para la construcción mostraron un incremento del 1,7% i.a. en junio, junto con una suba del 33% respecto a lo observado en mayo. El buen resultado corresponde a dos factores: junio fue el mes en el cual la mayor parte del territorio del país ingresó a la etapa de distanciamiento social y comenzaron a retomarse aún más obras privadas, siempre con estrictos protocolos. Sin embargo, parte de la mejora interanual es explicada por la baja base de comparación del año anterior (la caída interanual alcanzó el 12% en junio de 2019).

De todas formas, a pesar de que la mayor parte del país se encuentra en la etapa de distanciamiento social, las medidas preventivas siguen vigentes en el AMBA y se profundizaron en el mes de julio. En este sentido, esperamos que la recuperación para el sector tenga un techo bajo en la medida que las restricciones en los principales centros urbanos sigan vigentes, considerando que la actividad no podrá realizarse con normalidad hasta que, por ejemplo, los trabajadores puedan movilizarse en transporte público. Es por estos motivos que esperamos que la construcción exhiba una contracción superior al 20% en 2020, siendo la rama de actividad más golpeada en el año.

También la evolución de la industria también dependerá de cómo continúen las restricciones. Lamentablemente, para la mayor parte de las ramas industriales pasará un tiempo importante para que puedan volver a los niveles de producción antes de la pandemia. Existen ramas que, si bien se encuentran físicamente en lugares donde las restricciones son menores, la producción depende de lo que suceda en el AMBA, lo cual impide que operen con normalidad. A su vez, las complicaciones financieras por las que están atravesando varias industrias generará que el proceso de recuperación sea más lento, a la par que una vez que las restricciones concluyan, se enfrentarán a una demanda muy deprimida. En este sentido, esperamos que la industria exhiba una contracción mayor al 15% anual en 2020, acumulando tres años consecutivos de contracción.

2002 y 2020, ¿más coincidencias que un anagrama?

En 2020, el PBI global caerá casi 5% según las proyecciones del FMI, experimentando la mayor contracción desde la Gran Depresión que comenzó en 1929. Sin embargo, habrá comportamientos muy heterogéneos entre países. Lamentablemente, la economía argentina será una de las que más sufrirá a nivel global (la sexta, según el Fondo), incluso a pesar de no ser uno de los países más golpeados por el COVID-19 a términos sanitarios -al menos hasta ahora-.

Este pobre desempeño se explica por la fragilidad económica previa a la pandemia: dos años seguidos en recesión, inflación en la zona del 50% y una caída del salario real cercana al 20%. Como resultado, la crisis del Coronavirus nos llevará a un retroceso del PBI de dos dígitos en el promedio anual. Para peor, con el dato del EMAE de abril (-26,4% i.a.), el piso de actividad de la crisis 2018-2020 ya superó al de 2001-2002. Con este dato, se reavivaron algunos fantasmas de aquel momento. Ahora bien, ¿tienen asidero? Comparar ambos períodos nos ayudará al respecto, sobre todo para entender similitudes y diferencias y la posible forma de la recuperación.

Empecemos por los puntos en común: ambas crisis serán las dos recesiones más profundas de los últimos cien años (según nuestras estimaciones el PIB caerá este año aún más que en 2002). Sin embargo, al comparar las trayectorias aparecen más diferencias que semejanzas.

En la crisis anterior, la caída del PBI empezó en la segunda mitad de 1998, durando cuatro años y agravándose progresivamente. Si bien el deterioro se aceleró a fines de 2001 producto del colapso de la Convertibilidad (default y devaluación), el declive fue paulatino a lo largo de los años. En cambio, en 2020, la recesión se profundizó abismalmente producto del Coronavirus y las restricciones a la producción y a la demanda para contener los contagios. Dicho esto, vale remarcar que esta crisis se agudizó por factores extraeconómicos (Pandemia/Cuarentena).

Por las características propias de una economía sin inflación -el nivel general de precios incluso retrocedió 3,4% entre 1998 y 2001-, el ajuste recayó en la crisis anterior casi íntegramente sobre las cantidades, algo que no pasó en la situación actual, donde el mismo también incluyó a los precios. A modo de ejemplo, en ese entonces el desempleo llegaba al 18,4%, mientras que este año promediaría 13%. Sin embargo, entre 1998 y 2001, la caída del poder adquisitivo fue acotada, producto de la dificultad de bajar salarios nominales, aún en un contexto deflacionario, a la par que entre 2018 y 2019 esta variable acumuló un retroceso de 20% y perdería no menos de un 5% adicional este año.}

Dicho esto, vale remarcar que la crisis anterior comenzó por el lado de la demanda y se agravó constantemente por problemas vinculados al consumo y la inversión, mientras que en esta coyuntura se sumaron los problemas de oferta: empresas que producirían más pero que por la cuarentena y sus restricciones no lo están pudiendo hacer. En consecuencia, la caída esta vez será mucho más heterogénea a nivel sectorial -ramas esenciales, exceptuadas y no esenciales, por caso-, mientras que a comienzos de siglo el deterioro fue más homogéneo (menos dispar).

Pasado este punto, se observa que no hay tantas semejanzas entre la crisis de 1998-2002 y la que comenzó en 2018 y se agravó este año, ¿pasará lo mismo con la recuperación?

Para diagramar la reactivación, hay que pensar en sus posibles motores. Desde 2002, las exportaciones fueron uno de los pilares de la recuperación, impulsadas por la mejora del tipo de cambio real y un contexto externo favorable, que apuntalaba también la recaudación vía retenciones. En este sentido, un sector público con superávit primario y sin pagos de deuda por el default fue un driver esencial, impulsando la inversión y el consumo por el lado estatal. Sumando la elevada capacidad ociosa del aparato productivo, pudimos crecer sin tensiones por el lado inflacionario, al menos hasta 2006-2007.

Actualmente, la situación es distinta. Por un lado, porque el sector público tendrá un déficit muy elevado, de mínima superior al 6% del PBI en 2020. Para peor, no está claro cómo lo financiará: si bien la expansión de la base monetaria se atenuó en las últimas semanas, producto de la esterilización vía LELIQs y pases, a la par que se abrió algo de espacio para que el Tesoro Nacional colocara deuda en pesos, no queda claro cuánto espacio habrá para seguir con estas políticas de absorción en el corto plazo. En consecuencia, si el mayor déficit fiscal producto de la pandemia/cuarentena no se ajustara rápidamente, se reactivarían las tensiones cambiarias (suba de las cotizaciones paralelas, mayores expectativas de devaluación y menores excedentes de dólares en el mercado oficial).

Por otro lado, aparece la cuestión nominal: pasada la mega devaluación, la suba de precios entre 2003 y 2006 fue baja y previsible, fortaleciendo el crecimiento. En cambio, en este contexto, habrá riesgos latentes y permanentes por este frente: liquidez excedente, tarifas que se atrasan, presiones cambiarias y de recomposición salarial, más la elevada inercia preexistente, amenazarán constantemente la baja -transitoria- observada en la inflación.

Por su parte, el frente externo tampoco parece tan prometedor como a principios de siglo. Si bien el superávit comercial de bienes llegaría a niveles récord este año, lo haría por un desplome de las importaciones y no por un avance de las exportaciones, que también caerían en el corto plazo producto de la menor actividad global (principalmente de Brasil, nuestro primer socio comercial, al menos hasta 2019). En consecuencia, tendríamos un saldo comercial en máximos, pero un flujo (suma de exportaciones e importaciones) en mínimos. Pensando en la producción local y sus posibilidades de recuperación, esto no representa un motor sino más bien un freno.

Asimismo, el tipo de cambio real, que se encontraba en niveles altamente competitivos a la salida de la crisis de 2002, en la actualidad está en línea con el promedio histórico y por debajo de éste si descontamos la elevada presión tributaria y las retenciones. Además, pese a las fuertes restricciones a la compra de divisas (incluso para importar bienes) el BCRA no logra acumular reservas netas y existen amenazas latentes en el frente inflacionario y en el plano internacional (depreciación de las monedas emergentes y avalancha de importaciones ante demanda internacional deprimida). Por lo tanto, el frente cambiario no será el motor de antaño y pude convertirse en un foco de tensión.

Otro aspecto que puede condicionar la recuperación es que estamos en plena negociación de la deuda pública ley extranjera, con un final todavía abierto. Cerrado este capítulo resta aún discutir el repago de la deuda con el FMI. Por lo tanto, la incertidumbre en este frente no se disipará en el corto plazo. En cambio, pasado el primer cuatrimestre de 2002, el efecto negativo del default comenzó a diluirse, para luego, en plena fase expansiva, poder reestructurar exitosamente la deuda en 2005. En consecuencia, no tenemos los motores del 2002 pero sí algunos problemas adicionales.

No obstante, no todos los puntos son negativos: la crisis actual posee un grado elevado de “inducción”, ya que responden a restricciones productivas para contener contagios del Coronavirus. No por inducidas estas caídas son menos reales, pero sí serían menos persistentes: el deterioro abrupto debería revertirse a medida que la cuarentena se flexibilice/levante. Ahora bien, una vez pasado este rebote, la reactivación, posiblemente, será más lenta y dificultosa que la de la crisis de 2001-2002. Superar la pandemia y la negociación de la deuda son condiciones necesarias, pero no suficientes para volver a crecer; lamentablemente, estas últimas todavía son signos de interrogación.

La economía acostada en terapia intensiva

Abril fue el primer mes en el cual la cuarentena rigió a lo largo de todo el territorio y durante todos los días del mes. El resultado fue una caída de 26,4% de la actividad (un retroceso superior a 11% i.a. en los primeros cuatro meses del año), según el Estimador Mensual de la Actividad Económica (EMAE). Vale decir que esta contracción fue casi 10 p.p. más profunda que la mayor caída interanual asociada a la crisis del 2001 (-16,7% i.a. en marzo de 2002).

A su vez, la economía cayó 17,5% en términos desestacionalizados respecto al mes de marzo -número que representó máximos históricos-, acumulando una caída de -26,9% en el primer cuatrimestre del año y ubicándose en los niveles más bajos desde fines del año 2004.

En lo que respecta a las ramas de actividad, lo más importante a resaltar es que todas las ramas mostraron contracción en el mes. De todas maneras, reinó un impacto heterogéneo: las caídas más profundas las tuvieron los sectores que directamente no pudieron operar –representando en su mayoría caídas sectoriales nunca antes vistas-, mientras que las ramas consideradas esenciales tuvieron un menor impacto relativo.

En este sentido, la Construcción fue la rama más golpeada. La repentina y completa parálisis de las actividades generaron que el sector que ya acumula 21 meses consecutivos de contracción caiga 86,4% i.a., acumulando un retroceso superior a 40% i.a. en los primeros cuatro meses del año. Para poner en magnitud el deterioro, en el mes de abril el sector se ubicó en niveles que representaron únicamente un 24% de lo observado en el mes anterior.

Por su parte, la Industria manufacturera mostró una contracción de 36,3% i.a. y acumuló una caída de 14,5% i.a. en los primeros cuatro meses del año, un menor impacto debido a que algunas ramas (la alimentaria, por ejemplo) pudieron operar con relativa normalidad. En lo que respecta al Comercio, se observó una caída de 27% i.a. (-10,8% i.a. en lo que va del año), debido a que, exceptuando a los comercios esenciales, todos tuvieron que cerrar sus puertas en el mes. Este sector, junto a la industria y a la construcción fueron los que mayor incidencia negativa tuvieron en el mes.

Por su parte, el sector que más afectado se verá en todo el año, Hoteles y restaurantes, cayó -85,4% i.a. No obstante, también exhibieron caídas de dos dígitos, Otras actividades de servicios comunitarios (-72,2% i.a.), Explotación de minas y canteras (-20,5% i.a.) y Actividades inmobiliarias, empresarias y de alquiler (-19,7% i.a.). A contramano, menos perjudicados se vieron Agricultura y ganadería (-8,2% i.a.), Electricidad, gas y agua (-8,4% i.a.) e Intermediación financiera (-3% i.a.), por ser sectores que tuvieron menos restricciones para continuar con sus actividades.

¿Qué esperamos?

Debido a la perduración de las restricciones en el AMBA y otros centros urbanos junto a la relajación de la cuarentena en otros puntos del país con menor circulación del virus, a partir de mayo se observaron algunas mejoras, a pesar de que las contracciones en la comparación interanual siguieron siendo preocupantes.

Por caso, en mayo las ventas de insumos para la construcción retrocedieron 34% i.a. pero crecieron 184% respecto al mes anterior. A su vez, los patentamientos exhibieron una contracción del 42% i.a. pero 376% respecto al piso de abril, y la producción de vehículos cayó 84,1% i.a. pero representó una importante suba respecto a las cero unidades producidas en abril. Otros datos del mes de mayo mostraron fuertes bajas en la comparación interanual: las ventas en comercios minoristas cayeron -51% i.a., la recaudación de IVA interno en términos reales se desplomó un -27% i.a. y las escrituras de compra-venta de inmuebles en CABA cayeron un -79% i.a.

Por su parte, según un informe publicado por el Ministerio de producción, a partir de junio más de quince provincias tuvieron más del 80% del empleo privado habilitado para trabajar, aunque en el AMBA, que explica la mitad de la actividad económica, solo se pudieron desarrollar actividades puntuales bajo estrictos protocolos sanitarios. Pese a la recuperación que puede verse en parte del país, esperamos que la contracción interanual supere el 20% en el segundo trimestre del año.

La llegada del invierno y la vuelta de mayores restricciones en AMBA durante julio siguen perjudicando las perspectivas y arrojan más dudas que certezas respecto a la duración de la crisis y el proceso de recuperación. En este sentido, prevemos que el PBI retroceda 11,5% en 2020, la contracción más profunda de la actividad de los últimos 120 años -según estimaciones de Arklems- y de esta manera, el PBI per cápita volverá quince años atrás, a los niveles de 2005.

2002 y 2020, mismos números

¿Qué sucedió con el PBI en el primer trimestre?

La inestabilidad de la economía argentina, sumado a la irrupción de la Pandemia y el aislamiento obligatorio en la última parte del mes de marzo, llevaron a que la actividad se contraiga un -5,4% en el primer trimestre del 2020. En términos desestacionalizados, el PIB cayó 4,8% respecto al último trimestre de 2019, alcanzando el nivel más bajo de actividad desde principios de 2010.

El componente más golpeado de la demanda fue la inversión. Cayó -18,3% i.a. en el primer trimestre del año, encadenando el séptimo trimestre consecutivo de contracción y exhibiendo el nivel más bajo desde 2009. Por su parte, el consumo total mostró una caída del -5,7% i.a. en los primeros tres meses del año, liderado por una disminución del consumo privado (-6,6% i.a.), ya que el consumo público cayó poco (-0,7% i.a.). A su vez, inclusive con incrementos solidarios y desaceleración de la inflación, el consumo privado disminuyó 6,8% en términos desestacionalizados (6 p.p. por debajo del cuarto trimestre del año anterior).

El comercio exterior corrió la misma suerte: las importaciones se desplomaron 17,3% i.a., mientras que las exportaciones cayeron 4,7% i.a. La pandemia afectó con anterioridad a algunos de nuestros principales socios comerciales (China, Estados Unidos y Europa) adelantando los efectos perjudiciales sobre el flujo de comercio a partir de mediados del trimestre.

Desde la óptica de la oferta, se observa que 12 de los 16 sectores se ubicaron en terreno negativo en el primer trimestre de 2020. Las principales incidencias negativas sobre la actividad agregada provinieron del retroceso expuesto por las ramas de la Industria manufacturera (-6,5% i.a.), el Comercio (-6,5% i.a.) y la Construcción (-20,8%). En conjunto explicaron algo menos de la mitad de la disminución total.

Los sectores que contribuyeron a evitar un derrumbe mayor fueron Electricidad, gas y agua (+3,8% i.a.), como consecuencia del congelamiento de tarifas y un mayor consumo residencial de electricidad alentado por factores climáticos; Explotación de minas y canteras, por el impulso de la producción no-convencional petrolera que acumularon las compañías previo al parate en la actividad, y finalmente sectores asociados al desempeño del sector público, como Enseñanza (+1,2% i.a.) y Administración Pública y defensa (+0,2% i.a.).

El mercado laboral, gris

Como se vio en la sección anterior, cambió el gobierno pero no el rumbo de la economía, y en esta sintonía, tampoco se modificó la dinámica del mercado del trabajo: pese a la caída de la actividad, mejoró -levemente- el empleo. Según la Encuesta Permanente de Hogares (EPH), el nivel de empleo creció 0,8% i.a. en el primer trimestre del 2020. Sin embargo, tal como venía sucediendo, la clave pasa por el análisis de la calidad de los mismos.

Por caso, durante el primer trimestre el empleo formal cayó 2% i.a. en la población de referencia (31 aglomerados urbanos) mientras que se crearon puestos en el sector informal (+1,9% i.a.) y en el empleo no asalariado (trepó 4,7% i.a.).

Vale destacar que la Población Económicamente Activa (PEA) alcanzó 47,1% de la población de referencia, lo que implica un incremento de 1,2% i.a. en la cantidad de participantes del mercado laboral. Este incremento levemente por encima del crecimiento poblacional fue suficiente para generar un aumento del desempleo: 10,4% de la PEA (+0,3 p.p. respecto del primer trimestre de 2019).

¿Qué esperamos?

La dinámica de la actividad y el mercado de trabajo observada en el primer trimestre mostró un primer efecto parcial del deterioro producido por la pandemia. Lamentablemente, esperamos que la trayectoria empeore en los meses subsiguientes.

El segundo trimestre será el más complejo en términos de actividad, como consecuencia de la perduración de cuarentena estricta en el AMBA y otros centros urbanos pero con relajación de las restricciones a partir de mediados del trimestre en el resto del país. Por lo tanto, esperamos que la actividad se contraiga en torno al 20% i.a. en el segundo trimestre. Más aún, producto de una caída de dos dígitos en términos desestacionalizados, el PBI alcanzará valores inferiores a los observados durante la crisis 2008-09.

En la medida que las restricciones a la circulación permanezcan firmes en los principales centros urbanos y la renegociación de la deuda siga dilatándose, el golpe en la actividad será más profundo: esperamos que la contracción sea similar a la observado en 2002 (-10,9%).

Por su parte, y a diferencia de lo que venía sucediendo, el mercado de trabajo no logrará despegarse de semejante crisis. El nivel de empleo exhibirá un retroceso de 4-5% i.a, concentrado en los grandes centros urbanos (especialmente AMBA) y en aquellas regiones ligadas al turismo, actividad que depende del levantamiento de las restricciones a la circulación.

En consecuencia, si bien la pérdida del poder adquisitivo podrá no exceder la dinámica del año pasado, la pérdida de puestos de trabajo deprimirá aun más la masa salarial real. La medida de este deterioro, a su vez, determinará la capacidad y velocidad de la recuperación una vez pasada la pandemia.

 

La industria y construcción, derrumbadas por la cuarentena

¿Cómo evolucionó la construcción en abril?

El Indicador Sintético de la Actividad de la Construcción (ISAC) mostró una caída del 75,6% i.a. en abril, acumulando una contracción del 40,2% i.a. en el primer cuatrimestre del año. Por su parte, en la versión desestacionalizada se observó una caída del 51,5% respecto al mes anterior, ubicándose en los niveles más bajos desde la primera publicación del indicador, que comenzó en la década de los 90. La implementación de la cuarentena y la consecuente imposibilidad de ejercer las actividades apareció para empeorar la situación de un sector que ya se encontraba muy golpeado.

En este sentido, en abril alcanzó veinte meses consecutivos de caída interanual de la actividad, principalmente por una demanda que se mantuvo paralizada debido al racionamiento del crédito y al deterioro del poder de construcción del salario tras las sucesivas devaluaciones durante 2018 y 2019. Por su parte, la oferta de la obra privada tampoco ayudó: la incertidumbre sumado a la histórica falta de créditos para inversión explicaron el deterioro. A su vez, la obra pública se mantuvo sin dinamismo en un contexto sin margen para aumentar el rojo fiscal.

¿Y la industria?

Por su parte, el Indicador de Producción Industrial (IPI) mostró una caída del 33,5% i.a. en abril, acumulando una contracción de 13,5% i.a. en el primer trimestre del año. En la medición desestacionalizada, mostró una reducción del 18,3% respecto al mes anterior y, de esta manera, se ubicó en niveles similares a los observados en 2002, en los albores de la recuperación económica.

Todas las ramas industriales mostraron una contracción por segundo mes consecutivo. En este sentido, si bien la caída fue generalizada, las más golpeadas fueron las que más restricciones tuvieron para operar. Por el contrario, caídas menos profundas se vieron en las ramas que continuaron funcionando y que son consideradas esenciales por parte del gobierno: Alimentos y bebidas se mantuvo prácticamente estable (cayó 1% i.a.) y Madera, papel, edición e impresión mostró una caída del 8,7% i.a.

Por otra parte, el resto de las ramas sufrieron una contracción que alcanzó los dos dígitos. Las caídas más profundas se vieron en Automotriz y autopartes, Transporte, Prendas de vestir, cuero y calzado, Otros equipos y aparatos y Minerales no metálicos (88,5% i.a., 82% i.a., 79,8% i.a., 75% i.a. y 70% i.a., respectivamente). Estas ramas corresponden, por lo general, a industrias orientadas al mercado interno de producción de bienes durables o de capital que no pudieron operar durante todo el mes.

¿Se alcanzó el piso?

Las perspectivas para la construcción son alarmantes. A pesar de que en algunas provincias donde hay prácticamente nula circulación del virus se están retomando actividades y ya está habilitada la venta de insumos para la construcción, el retome de actividades en el AMBA será mucho más lento, principalmente por la imposibilidad de utilizar el transporte público. En este sentido, esperamos que la recesión continuará para el sector en gran parte de lo que resta del año.

Respecto a la construcción privada, la parálisis de la oferta por las restricciones mencionadas y la falta de financiamiento postergará la consecución de nuevas obras en el corto plazo. Incluso el anunció oficial en favor de un mayor gasto de capital para reactivar la obra pública no será suficiente para compensar la caída de la obra privada –que representa más del 70% del total-. Por lo tanto, creemos que la construcción será la rama de la actividad más golpeada en 2020, alcanzando una caída que superará el 20%.

Por otro lado, la evolución de la industria también dependerá principalmente de cómo se vayan levantando las restricciones. Según un decreto oficial, a partir de mayo algunas ramas industriales fuera del AMBA fueron habilitadas pero evitando el uso de transporte público, con estrictos protocolos y sistemas de turnos: industria automotriz y autopartes, electrónica y electrodomésticos, textil, calzado e indumentaria y productos del tabaco son algunos de los ejemplos. Por este motivo, la caída del mes de abril –mes en el cual rigieron las restricciones más fuertes- podría marcar un piso y, ya a partir de mayo, podríamos observar una leve reactivación respecto al mes anterior.

Sin embargo, en la mayoría de las ramas pasaran varios meses hasta recuperar el nivel de producción pre-pandemia. Los sectores menos esenciales o cuya producción depende parcialmente de lo que se haga en AMBA cerrarán el año con caídas mucho más profundas. Por otro lado, esperamos que las ramas esenciales que tuvieron prácticamente nulas restricciones desde un principio terminen el año con relativa estabilidad. En este sentido, también creemos que la industria promediará una caída en la zona del 13% en 2020, encadenando su tercer año consecutivo de contracción.

Los efectos de la cuarentena sobre el nivel de actividad

¿Cómo impactó el comienzo de la cuarentena en la actividad?

La recesión en la que se encontraba la economía argentina se profundizó con la pandemia y el decreto de la cuarentena obligatoria a partir del 20 de marzo. En este marco, el Estimador Mensual de la Actividad Económica (EMAE) se contrajo 11,5% i.a. en marzo, exhibiendo una caída del 9,8% en la serie desestacionalizada y ubicándose en los niveles más bajos desde el año 2009.

En lo que respecta a las ramas de actividad, el hecho más significativo es que, exceptuando Electricidad, gas y agua (+6,7% i.a.), todos los sectores mostraron un retroceso en el mes. De todas maneras, el impacto observado fue heterogéneo: las mayores caídas las sufrieron los sectores considerados menos esenciales, que fueron los que mayores restricciones tuvieron para operar una vez que fue decretada la cuarentena obligatoria.

En este sentido, la Construcción -particularmente afectada ante la imposibilidad de los trabajadores de concurrir a sus puestos de trabajo- fue el sector más golpeado en el mes (-46,5% i.a.) y operó a la mitad del nivel de marzo del 2018. En la misma línea, producto de la declaración de la cuarentena en los últimos diez días del mes, Hoteles y restaurantes cayó 30% i.a.

Por otra parte, la Industria y el Comercio también sufrieron contracciones de dos dígitos (-15,5% i.a. y -11,2% i.a., respectivamente). Conjuntamente, explicaron un tercio de la contracción del nivel general.  Si a esto le sumamos la mencionada dinámica de la construcción, los tres sectores explicaron casi la mitad del deterioro de la actividad en la comparación interanual.

¿Qué esperamos?

Como consecuencia del resultado de marzo, la actividad cayó 5,4% i.a. en el primer trimestre del año (-4,6% desestacionalizado). Considerando que solo tuvimos diez días de cuarentena, el desplome de la actividad será mayúsculo en el segundo trimestre, alcanzando los dos dígitos.

Para poner en magnitud el deterioro, en abril la producción de vehículos fue cero, según CAME la caída de ventas minoristas fue del 57,6% i.a., la demanda energética de grandes industrias se redujo 46% i.a. según CAMMESA y los despachos de cemento cayeron un 55% i.a.

El lento y paulatino levantamiento de las restricciones en mayo -y seguramente junio- dará lugar a un mayor dinamismo en algunas ramas productivas y zonas geográficas con menor o nula circulación del virus. Sin embargo, el AMBA, que concentra alrededor de la mitad de la actividad económica, continuará con aislamiento social restrictivo, pese al desarrollo de algunas actividades bajo protocolos sanitarios.

Las medidas adoptadas por el gobierno sugieren que el levantamiento de la cuarentena será por etapas, por lo que el efecto final sobre las diferentes ramas de actividad será heterogéneo y dependerá de cuándo puedan volver a operar bajo cierta normalidad. Si bien los sectores denominados esenciales (productores de alimentos, comunicaciones, salud, educación), que pudieron operar con relativa normalidad desde el comienzo serán los menos golpeados, parte del comercio (vinculados principalmente al entretenimiento y esparcimiento), hoteles, restaurantes y la construcción (en la medida que las restricciones sobre el transporte público afecte a los trabajadores) con suerte podrán trabajar plenamente en los últimos meses del año.

Por su parte, en lo que respecta a los componentes de la demanda, creemos que la inversión será la más golpeada en el año. La incertidumbre que conlleva la vigencia de la cuarentena pospondrá cualquier plan de inversión en el corto plazo, y la posible expansión de partidas de gasto de capital no alcanzarán para compensar la profunda caída de la inversión privada.

Las perspectivas del consumo tampoco son alentadoras. En la medida que la cuarentena siga en pie, el deterioro del ingreso de los hogares y la inestabilidad del mercado laboral mantendrán a la demanda interna reprimida, limitando el consumo de las familias a bienes esenciales. Además, una vez que el golpe a la oferta concluya y las ramas de actividad operen con relativa normalidad, la demanda tardará más en recomponerse, producto de un mayor ahorro precautorio y menor confianza de los consumidores.

En este marco, si bien prevemos que la actividad exhiba una contracción en torno al 9% i.a. , el deterioro se ubicará en dos dígitos en la medida que la cuarentena se extienda hasta entrado el segundo semestre o las negociaciones con los acreedores privados respecto a la deuda no lleguen a buen puerto y limiten la eventual recuperación.

Cuarentena: ¿flexibilización de jure o de facto?

La pandemia obligó al gobierno a elegir qué mal priorizar. O centraba su atención en sostener el máximo nivel de actividad económica, aceptando un alto número de infectados y muertos en el proceso, o priorizaba combatir los aspectos sanitarios de la pandemia, complicando la situación económica de buena parte de las empresas y familias del país.

El miedo a estresar un sistema sanitario fácilmente desbordable obligó al gobierno a inclinarse decididamente por minimizar las victimas humanas. A mediados de marzo decretó una cuarentena obligatoria en todo el territorio del país la cual continúa hasta el día de hoy.

El Aislamiento Social Preventivo y Obligatorio (ASPO) comenzado el 20 de marzo uno de los experimentos de distanciamiento social más exigentes del mundo. Tomando los datos de movilidad elaborados por Google podemos ver que la población argentina mostró una de las cinco contracciones más abruptas en el tiempo transcurrido en el trabajo (para el 23 de marzo se había reducido en 80%). En línea con estos datos, el nivel de exigencia de las medidas tomadas fue, según la Universidad de Oxford, de los 15 más altos del mundo.

Lamentablemente, fue costoso recargar sobre una economía debilitada todo el peso que el sistema de salud no podía sostener. El impacto sobre las firmas y las familias fue profundo. Según el último relevamiento de la Confederación Argentina de la Mediana Empresa las ventas minoristas cayeron 58% en abril con 9 de los 12 rubros mostrando contracciones superiores al 60% interanual. Por su parte, las familias, especialmente las de menores ingresos, encontraron problemas para generar ingresos. Según un trabajo realizado por el CEDLAS el 75% de los puestos laborales no pueden realizarse desde el hogar y quienes pueden hacerlo tienen ingresos que duplican el de los que no pueden. El estudio marca también que la merma de ingresos puede ser de 5% para el 20% de mayores ingresos pero entre el 15% y el 30% para el 40% más vulnerable de la sociedad. Este impacto puede ser compensado solo parcialmente por las transferencias sociales puestas a disposición por el gobierno (en donde se destaca el IFE).

Tan cierto es que el país virtualmente se paró a fines de marzo como que lentamente los argentinos comenzaron a salir de sus casas y las empresas comenzaron a abrir sus puertas. Si 100 es el tiempo que los argentinos pasan normalmente en su trabajo, para el 20 de marzo ese tiempo se había reducido a 40, pero para el 30 de abril (último dato informado) ya estaba en 55, es decir, ya la mitad de la economía estaba funcionando con normalidad.

Ahora bien, el relajamiento de la cuarentena observado fue impulsado por el gobierno nacional/provincial/municipal, o fue la sociedad la que decidió flexibilizar el ASPO? En otras palabras, ¿el relajamiento de la cuarentena fue de jure o de facto?
Para la segunda quincena de abril el gobierno autorizó el funcionamiento de una serie de actividades que podrían explicar en parte el aumento de la movilidad. Se autorizó a comercios a vender online con entrega a domicilio, se levantó la prohibición de circular a aquellos que trabajen en firmas dedicadas a la producción para exportar (previa autorización) y que alimenten procesos industriales específicos (producción de energía, de materiales para la construcción, bienes que provean ferreterías, talleres mecánicos, insumos informáticos y otras actividades aún más pequeñas). En la semana que va del 24 al 30 de abril se sumaron una serie de flexibilizaciones subnacionales en provincias puntuales cuya situación epidemiológica luce controlada, al mismo tiempo que se le dio potestad a esos mismos gobiernos de flexibilizar el movimiento recreativo en pueblos y ciudades de menos de 500 mil habitantes (en dónde vive la mitad de la población del país).
Sin duda este conjunto de normativas impactó en el índice de movilidad, pero lo cierto es que no cambió la tendencia que se veía desde días después de instaurado el ASPO. Como se puede ver en el primer gráfico, desde el mismo 21 de marzo la movilidad de las personas comenzó a aumentar en todo el país sin mediar ninguna flexibilización de jure. De hecho, según el último sondeo del Observatorio PyME, la cantidad de empresas no operativas pasó de 54% a comienzos de abril a tan solo 40% en mismo período de mayo, disminución considerable, pero que no explica el significativo movimiento que mostró el índice de movilidad.
Entre el 20 de marzo (comienzo del ASPO) y el 30 de abril (último dato informado) en todas las provincias se flexibilizó la cuarentena, pero de forma heterogénea. En algunos casos esta relajación fue leve y en otros muy marcada. Las distintas situaciones epidemiológicas impactaron en las medidas implementadas por cada gobierno subnacional y en la percepción de riesgos sanitario de cada individuo.

En Río Negro el tiempo transcurrido en el trabajo fue, para el 20 de marzo apenas 45% del normal, porcentaje que aumentó solo 7 puntos porcentuales en el período. No parece ser casualidad que en esta provincia haya una cantidad alta de casos cada 100.000 habitantes. Situación contraria se ve en Jujuy, provincia con muy pocos casos en donde la flexibilización fue significativamente más marcada, pasando de un tiempo de permanencia en el trabajo cercano a 45% del normal a uno de 80%. Como marcamos, es imposible discernir en qué porcentaje este comportamiento responde al marco legal o a la decisión de las familias de incumplir el ASPO, pero parece quedar claro que ambos efectos inciden.

La inminente definición oficial sobre como seguirá la cuarentena (de jure), pero también el comportamiento de la población (de facto), serán claves para determinar el grado de flexibilización del confinamiento.