La industria y la construcción, golpeadas en 2019

¿Cómo le fue a la industria en 2019?

Luego de 19 meses de contracción ininterrumpida, la industria logró en el último mes de 2019 mostrar un resultado positivo: el Índice de Producción Industrial Manufacturero (IPI manufacturero) mostró una suba del 1,2% i.a. en diciembre y 1,1% en su medición desestacionalizada. El cambio de tendencia se dio gracias desempeño de Alimentos y Bebidas y Productos Textiles, este último en un contexto de baja base de comparación. Con dicho resultado, la industria culminó el 2019 con una caída del 6,4% anual y en niveles de actividad anteriores a 2007.

Analizando el acumulado del año, todas las divisiones mostraron contracciones. El peor desempeño se lo llevaron las industrias vinculadas al mercado interno, ya que producto de la recesión y el deterioro de la demanda doméstica, se vieron obligadas a acumular stocks y producir muy por debajo de su capacidad instalada. En este sentido, Prendas para Vestir mostró una disminución del -11%, Productos de Metal un deterioro del -9% y Muebles y Otras industrias sufrieron una caída del -12%. Al mismo tiempo, ante elevadas tasas de interés y racionamiento del crédito, las industrias relacionadas a la inversión productiva también se vieron golpeadas: Maquinarias y Equipos, Vehículos Automotores y Otros Equipos de transporte mostraron caídas acumuladas del -15%, -22% y -37%, respectivamente.

Por otra parte, las industrias vinculadas a sectores con ventajas comparativas y potencial exportador –agropecuario y petróleo y gas – fueron las que sufrieron menores contracciones. En este sentido, Alimentos y Bebidas se mantuvo estable (-0,1%) y Refinación del Petróleo y Combustible mostró una leve caída del -1%. En el primer caso, el nivel récord de cosecha agrícola y la mayor demanda dese China, hicieron que Moliendas y Cereales y Carnes se mantengan en terreno positivo a lo largo del año. En el segundo, el desarrollo de hidrocarburos no convencionales en Vaca Muerta explicó el buen desempeño del sector.

¿Y a la construcción?

El Indicador Sintético de la Actividad (ISAC) se contrajo 6,4% i.a. en diciembre, acumulando 16 meses consecutivos de caída. En la medición desestacionalizada muestra una abrupta recesión (-7,3% i.a.) alcanzado el nivel más bajo desde la primera publicación del indicador en el año 2012. En el acumulado del año, la actividad registró una reducción del 8% en 2019.

El deterioro del sector se dio en un contexto de extrema volatilidad cambiaria y elevada incertidumbre. En este sentido, a pesar de que la rentabilidad de la oferta fue mayor -gracias al aumento del precio de las viviendas en dólares y la caída de los costos medidos en moneda dura- la demanda se desplomó. La caída del poder de construcción del salario y la falta de financiamiento producto de las altas tasas de interés explican dicha dinámica.

¿Qué esperamos a futuro?

Las perspectivas para el comienzo del 2020 continúan sin ser favorables. Producto de la incertidumbre que genera el desenlace de la restructuración de la deuda, esperamos que en el primer semestre la industria y la construcción continúen mostrando un magro desempeño. De todas maneras, algunas señales de recuperación podrían materializarse hacia la segunda parte del año.

Por un lado, las industrias relacionadas al sector externo continuarían en terreno positivo producto del buen desempeño que mantendrá el sector primario. De todas maneras, la pérdida de competitividad cambiaria y el aumento de las retenciones podrían actuar como desincentivo. Por otro lado, los créditos subsidiados a PyMEs e industrias mano de obra intensivas, sumado a restricciones a las importaciones, podrían generar un repunte cuando la demanda interna se reactive.

En cuanto a la construcción, considerando que el gobierno se encuentra realizando esfuerzos para alcanzar un resultado primario consistente, podemos prever que la inversión pública se mantendrá postergada en el corto plazo. Sin embargo, a pesar de que la inversión productiva tampoco mostrará importantes signos de recuperación durante el año, algunos factores podrían generar que la obra privada se movilice.

Por el lado de la demanda, el cepo cambiario podría dinamizar al sector, teniendo en cuenta que ante falta de alternativas de ahorro, los hogares y las empresas pueden optar por la construcción para resguardar el valor de sus activos. Además, pueden existir medidas que mejoren la capacidad de financiamiento del sector, tales como el plan ProCreAr. Por el lado de la oferta, si el tipo de cambio no se atrasa significativamente, la rentabilidad ganada con las sucesivas devaluaciones y el aumento del precio de las viviendas seguirá actuando como incentivos para los desarrolladores. De esta manera, la construcción podría mostrar signos de recuperación hacia fines de año.

Reactivación de la actividad: ¿ficción o realidad?

La crisis todavía continúa

La economía argentina aún se encuentra sumergida en recesión. Considerando que la situación económica es compleja – dado que nos encontramos a la espera de la renegociación de la deuda pública y con una inflación que todavía no cede significativamente – cabe preguntarse en qué momento podremos ver signos de recuperación en el nivel de actividad.

Realizando una revisión hacía atrás, desde la primera corrida cambiaria en abril de 2018 la actividad no logró revertir su caída. Más en detalle, desde el pico de actividad alcanzado por el gobierno de Cambiemos en el cuarto trimestre de 2017, el PBI acumuló en los dos años siguientes una contracción mayor al 7% en términos desestacionalizados, liderada por el desplome de la inversión y el consumo privado.

En comparación a las últimas crisis que sufrió la economía argentina, la actual puede ser considerada una de las más profundas y la más extensa. Luego de la crisis del 2001, la única recesión que superó a la actual, en términos de destrucción de producción, fue la del 2008/09. En aquel entonces, la actividad económica se desplomó más de 10% en tan sólo tres trimestres, aunque recuperó los niveles previos a la crisis rápidamente. En cambio, la recesión por la que estamos atravesando lleva siete trimestres y todavía sigue sin encontrar un piso. En este sentido, teniendo en cuenta la frágil situación por la que atraviesa la economía argentina, podemos prever que la actividad no logrará repuntar en el primer semestre del 2020. De todas formas, algunas decisiones en torno a la política fiscal y monetaria podrían generar una leve reactivación hacia la segunda mitad del año.

Esperando nuevamente el segundo semestre

Son varios los factores para tener en cuenta a la hora de evaluar si se podrá materializar una reactivación de la actividad hacia la segunda parte de 2020. En este sentido, el resultado de la renegociación de la deuda es uno de los más importantes. Una reestructuración exitosa permitiría otorgar certidumbre a la economía argentina y relajar tensiones en el frente cambiario y financiero.

Para lograr este objetivo, el gobierno está siendo prudente en términos fiscales con el fin de dar señales a los acreedores. Además de aumentar los ingresos a través de una suba de la presión impositiva, se encuentra tratando de resguardar el gasto público (principalmente a través de la seguridad social) para alcanzar un resultado primario sostenible y hacer frente a las obligaciones. En este sentido, es que no se espera que el consumo y la inversión pública sean en 2020 motores de la economía.

Por otra parte, se intenta recomponer el poder adquisitivo de las familias de menores ingresos para despertar el consumo interno. El otorgamiento de bonos para los beneficiarios de la AUH y Jubilados que ganan menos de ARS 20.000 y el aumento a privados de ARS 4000 (que representa una mayor proporción del ingreso para los trabajadores que ganan menos) son algunas de las medidas que van en esa dirección y que buscan dar alivio a los sectores más golpeados en los últimos años. De esta forma, teniendo en cuenta que estos hogares son los que poseen mayor propensión a consumir, la transferencia de ingresos hacia la base de la pirámide podría otorgar un freno a la disminución del consumo.

Por otro lado, el BCRA optó por relajar la política monetaria por medio de la disminución de la tasa de interés de referencia, colocando a la tasa de interés real en terreno negativo. A su vez – al menos por ahora – decidió mantener planchado al tipo de cambio oficial. Por lo tanto, a pesar de que la política fiscal postergó la recomposición del ingreso de las clases medias y altas, decisiones en torno a la política monetaria y cambiaria podrían actuar como paliativos. Anclar el tipo de cambio recompone el salario en dólares y el menor costo de financiamiento, junto a falta de alternativas de ahorro producto del cepo cambiario, podrían generar que estos sectores movilicen la demanda interna.

Por otra parte, las perspectivas para la inversión son más conservadoras. El aumento de la presión impositiva y la incertidumbre respecto al porvenir de la economía argentina mantendrán a la inversión productiva en terreno negativo. Sin embargo, las restricciones de acceso al mercado cambiario podrían generar incentivos a dinamizar la construcción -como consecuencia de la falta de alternativas para volcar los ahorros- y el otorgamiento de créditos subsidiados a la producción (principalmente PyMEs) podría activar la compra de bienes de capital. De esta forma, la inversión podría cerrar el año con una desaceleración en su caída respecto de lo ocurrido en 2019.

Por último, se encuentra el frente externo. Por un lado, mejores perspectivas para la economía brasilera auguran una mayor demanda desde el país vecino, por otro lado, dos factores atentaran contra la expansión de las exportaciones. En primer lugar, la menor cosecha agrícola que, aunque será la segunda más alta de la historia, en la comparación anual será menor al pico alcanzado en 2019. En segundo lugar, el aumento de los derechos de exportación y la pérdida de competitividad generada por un dólar que se encuentra anclado, son factores que desincentivan los envíos al exterior. En este sentido, esperamos que los mismos se mantengan en terreno positivo, pero desacelerando su crecimiento respecto a 2019.

En relación con las importaciones, aunque reducirían su caída respecto al año anterior, las mismas continuarían contrayéndose debido a la alicaída actividad interna, pero también gracias a mayores restricciones e impuestos tendientes a proteger sectores sensibles de la economía argentina y a reducir la salida de divisas. En este último caso, la menor competencia de importados generaría un mayor espacio para la producción local para cuando la demanda doméstica repunte.

En resumen, las medidas empleadas para reactivar la actividad dependerán primordialmente de como se resuelva la reestructuración de la deuda. Si la renegociación es exitosa, las decisiones en torno a la política monetaria y fiscal generarían un mayor dinamismo de la demanda interna y una mejora en los niveles de consumo hacía el segundo semestre. De lo contrario, la relajación de la política monetaria generará mayor brecha cambiaria y aumento de los precios, y la política de ingresos no será suficiente para aumentar el consumo.

La mejora de la actividad en la segunda parte del año no logrará compensar la caída del primer semestre -ésta última también afectada por el arrastre negativo que deja el 2019- por lo que esperamos que el PBI promedie el 2020 con una caída del 1,6% anual, marcando su tercer año consecutivo de contracción.

Continúa la recesión

¿Qué sucedió en noviembre?

El Estimador Mensual de la Actividad Económica (EMAE) mostró una caída del 1,9% i.a. y acumuló en los primeros once meses de 2019 una contracción del 2,3% i.a. En la medición desestacionalizada, el indicador registró una baja del 1,7% mensual en noviembre, revirtiendo gran parte del avance experimentado en octubre (+2% mensual).

Analizando por ramas de la actividad, la mayor caída se la llevo la producción de Bienes, que cayó un -2,3% i.a. producto del magro desempeño de la construcción (-6,9% i.a.) y la industria manufacturera (-4,8% i.a.). Por su parte, los Servicios no corrieron una suerte distinta: retrocedieron -1,6% i.a, producto de la caída de los sectores de Intermediación Financiera y Comercio (-8,5% i.a. y -5% i.a., respectivamente).

¿A qué se debió la contracción?

La tercera corrida cambiaria en la era Cambiemos, desatada tras los resultados de las PASO, echo por tierra la leve reactivación que experimentaban algunos sectores en la previa de las elecciones. La fuerte devaluación del Peso, la consecuente aceleración de la inflación, el aumento de la tasa de interés de referencia y la implementación del cepo cambiario hicieron sentir sus efectos negativos sobre la actividad económica durante noviembre.

El continuo deterioro del poder adquisitivo y la falta de financiamiento, contrajeron notablemente el consumo privado y con ello la producción de industrias mercado internistas y de comercio.

Por otra parte, el elevado costo de financiamiento, sumado a la incertidumbre sobre las futuras medidas económicas a tomar por un nuevo gobierno electo, contribuyeron a que la inversión continúe en terreno negativo, golpeando al sector de la construcción y a la fabricación de bienes de capital.

A contramano, se ubicó el sector primario, el de servicios de restaurantes y hotelería y el electricidad, gas y agua. En el primer caso, las ventajas comparativas de las actividades extractivas y el aumento del tipo de cambio real motivaron el avance del sector agropecuario y de minas y canteras. Estos, a su vez, traccionaron la actividad de servicios de transporte.

En el caso de restaurantes y hoteles, registró su séptimo mes consecutivo de crecimiento, a raíz del abaratamiento relativo de los destinos turísticos nacionales tras la devaluación. En este sentido, se expande tanto el turismo que hacen residentes en el país, como el de no residentes en la plaza local.

En cuanto al sector de electricidad, gas y agua, éste experimentó su segundo mes de crecimiento gracias al congelamiento de tarifas que se dispuso luego de la corrida cambiaria de agosto pasado.

¿Qué esperamos para este año?

El 2020 continuará siendo complejo para la economía argentina. Producto de sectores que seguirán en recesión debido a un mercado interno débil, esperamos que la actividad promedie el año en rojo. Sin embargo, si la renegociación de la deuda es exitosa, a partir del segundo semestre algunos sectores podrían mostrar incipientes signos de recuperación y la reactivación de la actividad podría materializarse.

En este sentido, esperamos un primer semestre donde la demanda interna continúe reprimida, debido a que el salario real aún no podrá ganarle a la inflación. Asimismo, a pesar de que la tasa de interés real podría tornarse negativa, la incertidumbre respecto a la resolución de la reestructuración de la deuda mantendrá la inversión relegada.

Sin embargo, en el segundo semestre podrían surgir algunos brotes verdes. Mejoras en el margen del poder adquisitivo de los ingresos de las familias y financiamiento accesible para el consumo (Ahora 3, 6 y 12), despertarían la demanda interna. A ello se suma, que el cepo cambiario genera incentivos a la dolarización de ahorros a través de la compra de bienes durables, como automóviles, electrodomésticos y construcción. Por otra parte, créditos subsidiados a la producción de sectores mano de obra intensivos y protección a los mismos con restricciones a la importación, generarían una reactivación de su producción.

No obstante, vale destacar, que el despertar del consumo doméstico no se materializará acabadamente en un aumento de la producción local, debido a que mucho de los sectores mantienen elevados niveles de stock, tras varios meses de demanda reprimida.

De esta manera, esperamos que la economía promedie una caída en 2020 en torno al 1,6%, luego de haber experimentado una contracción mayor al 2% tanto en 2018, como en 2019.

Un nuevo año para el olvido

¿Qué pasó con la actividad en septiembre?

El Estimador Mensual de la Actividad Económica (EMAE) exhibió una caída de 2,1% i.a. y de 1,6% mensual en la medición desestacionalizada. Como resultado, el tercer trimestre promedió una contracción del 1,8% i.a. y los primeros nueve meses del año un retroceso del 2,3% i.a. Pese a esto, el nivel de actividad del tercer trimestre fue mayor que en el segundo (+0,6%), debido a que hasta las PASO (julio y primera mitad de agosto) la economía transitaba por un periodo de leve reactivación.

En lo que respecta a las distintas ramas de actividad, entre julio y septiembre se destacó el crecimiento del sector primario. Por caso, el sector Agropecuario creció 14,3% i.a., mientras que Minas y canteras avanzó 2,9% i.a. De hecho, sin contar al agro, el PBI hubiera cedido 2,5% i.a. durante el tercer trimestre del año. De esta forma, la performance de este sector no fue suficiente para compensar el derrumbe de la Industria (-4,6% i.a.) y la Construcción (-4,7% i.a.), por lo que la producción de Bienes cayó (-1,1% i.a.). Por su parte, el desempeño de los Servicios (-2,2% i.a.) fue peor como resultado de la contracción en Comercio (-5,5% i.a.) e Intermediación financiera (-14,9% i.a.)

¿Qué hay detrás de este retroceso?

Durante la primera mitad del trimestre, es decir, hasta mediados de agosto, los principales indicadores económicos continuaban la tendencia iniciada unos meses atrás. En un marco de calma cambiaria, la desaceleración de la inflación y parcial recuperación del poder adquisitivo, la actividad -cosecha récord mediante- comenzaba a mostrar -de la mano de un puñado de sectores- una mejora en términos interanuales.

Sin embargo, el resultado electoral de las PASO disparó una corrida cambiaria que desencadenó una creciente incertidumbre financiera. La inestabilidad nominal resultante debilitó las referencias en el sistema de precios e imposibilitó la realización de transacciones que se hubieran llevado a cabo en condiciones normales, comprometiendo la cadena de pagos y el capital de trabajo. En un contexto de ausencia (o encarecimiento) de financiamiento, esto implicó una situación de parálisis en el aparato productivo.

Si bien en el transcurso de septiembre las aguas comenzaron a calmarse, el golpe ya había sido acusado. Pese a las medidas tomadas por el gobierno (bonos y exención impositiva en ingresos y en algunos productos de la canasta alimentaria) el impacto inflacionario del salto cambiario, en un contexto de elevada incertidumbre por el devenir de la economía en los próximos meses, redujo el consumo de las familias y enterró cualquier atisbo de recuperación para el resto del año. Si bien las principales ramas, como la Industria y el Comercio, recortaron su caída en el noveno mes del año, esto se debió a cuestiones estadísticas y no a una mejora real de la actividad.

¿Qué esperamos para los próximos meses?

En lo que respecta al último trimestre de 2019, prevemos una continuidad en el deterioro de la actividad. Por un lado, esto se debe a que los efectos del nuevo salto cambiario continuarán impactando en la economía real: la aceleración de la inflación volvió a deteriorar el alicaído poder adquisitivo de los ingresos y en consecuencia, el consumo privado no logrará revertir la dinámica del último año.

Adicionalmente, el temor a un nuevo salto cambiario tras las elecciones a fines de octubre llevó a una fuerte dolarización durante el mes, restringiendo el ingreso disponible para consumo, y así ralentizando la recuperación tras el shock cambiario.

Por último, el debilitamiento de la demanda interna también estará influida por la incertidumbre acerca de las políticas a tomar por el próximo gobierno, que limita la inversión productiva y repercute con mayor dureza en la construcción, la actividad inmobiliaria y el sector financiero, en un mercado de crédito muy limitado.

De todas formas, el sector primario (especialmente el Agro) continuará con cierto dinamismo, en tanto su actividad está más vinculada al comercio exterior que a la demanda doméstica y experimentan condiciones intrínsecas favorables. Las ramas proveedoras de estos sectores también podrán tener una relativa buena performance en lo que queda del año, aunque limitadas por el contexto económico general.

Estos elementos no serán suficientes para torcer el rumbo en los próximos meses y la actividad se contraerá casi 4% i.a. en el último trimestre del año. En consecuencia, ratificamos nuestra proyección de que el PBI en promedio caerá 2,7% en 2019, dejando un arrastre negativo cercano a 0,8% para el próximo año.

Nuevo paso atrás de la actividad

¿Qué pasó con la actividad en agosto?

El Estimador Mensual de la Actividad Económica (EMAE) exhibió una caída de 3,8% i.a. en agosto y de 1% en la medición desestacionalizada. Como resultado, acumuló una contracción de 2,3% i.a. en los primeros ocho meses del año y aún lo peor está por venir.

En lo que respecta a las distintas ramas de actividad, se destacó el crecimiento del sector primario. Por caso, el sector Agropecuario creció 6,5% i.a., mientras que Minas y canteras avanzó 3,8% i.a. No obstante, no fue suficiente para compensar el derrumbe de la Industria (-6,6% i.a.), por lo que la producción de Bienes cayó (-3,2% i.a.). Por su parte, los Servicios mostraron un retroceso significativo (-4% i.a.), como resultado de que el Comercio y la actividad de Intermediación financiera aceleraron su caída (-8,8% i.a. y -16,4% i.a., respectivamente).

¿A qué se debió esta contracción?

Si bien no hay información acerca del desempeño de la actividad durante los primeros diez días de agosto, se puede decir que, en términos generales, los principales indicadores económicos continuaban la tendencia iniciada unos meses atrás. En un marco de calma cambiaria, la desaceleración de la inflación y parcial recuperación del poder adquisitivo, la actividad comenzaba a mostrar -de la mano de un puñado de sectores- una mejora en términos interanuales.

Sin embargo, el resultado electoral de las PASO fue el detonante de una corrida cambiaria que desencadenó una creciente incertidumbre financiera sobre la segunda mitad de agosto, congelando los incipientes brotes verdes en la actividad. De hecho, la inestabilidad nominal, debilitó las referencias en el sistema de precios e impidió la realización de transacciones que se hubieran llevado a cabo en condiciones normales. Esta dinámica comprometió no solo la cadena de pagos, sino que puso en riesgo el capital de trabajo, lo que en un contexto de ausencia de financiamiento llevó a una situación de parálisis en el aparato productivo. El golpe se sintió en todos los sectores pero fue de mayor importancia en la industria, el comercio y el sector financiero, actividades centrales en la economía argentina (en conjunto concentran el 40% del PBI).

Desde el lado de la demanda tampoco llegaron buenas noticias. El impacto inflacionario del salto cambiario, en un contexto de elevada incertidumbre por el devenir de la economía en los próximos meses, redujo el consumo de las familias. Por caso, la confianza del consumidor (UTDT) cedió 5,2% i.a., a la vez que las ventas minoristas de CAME se desplomaron 20% i.a. en agosto.

¿Qué esperamos para lo que resta del año?

Al contrario de lo esperado a comienzos del año, la economía tendrá sus peores meses hacia el final del 2019. La principal causa será una debilitada demanda interna. La aceleración de la inflación y el consecuente deterioro de los ingresos reales -las medidas tomadas por el gobierno no serán suficientes para revertir esta tendencia- reducirá el consumo privado, dinámica que impactará negativamente en la actividad comercial e industrial. Al mismo tiempo, el elevado costo de financiamiento y la incertidumbre acerca de las políticas a tomar por el próximo gobierno frenan cualquier tipo de inversión productiva, lo que repercute con mayor dureza en la construcción, la actividad inmobiliaria y el sector financiero, con un mercado de crédito muy limitado.

De todas formas, el sector primario (especialmente el Agro y Minas y Canteras impulsado por Vaca Muerta) continuará con cierto dinamismo, en tanto su actividad está mas vinculada al comercio exterior que a la demanda doméstica y experimentan condiciones intrínsecas favorables. Las ramas proveedoras de estos sectores también podrán tener una relativa buena performance en lo que queda del año, aunque con ciertas limitaciones por la falta de crédito.

Estos elementos no serán suficientes para torcer el rumbo en los próximos meses, y en consecuencia, la economía se contraerá en torno al 2,7% i.a. en 2019, dejando un importante arrastre negativo para el 2020.

La industria bajo el agua

La industria argentina continúa sumergida en la debilidad interna. Después de haber mostrado leves signos de reactivación en julio pasado, cuando la actividad creció 3,7% mensual en términos desestacionalizados, los resultados de las PASO consumieron las escasas energías que parte de los sectores manufactureros comenzaba a esbozar. En este sentido, en agosto el Índice de Producción Industrial Manufacturero (IPI) se redujo 2,8% respecto a julio y el uso de la capacidad instalada se ubicó en 60,5% de la instalada. Es decir, hay un 40% de capacidad ociosa en la industria.

En este marco, la recesión económica muestra impactos notables sobre los sectores industriales, dado que todas las grandes ramas de actividad se encuentran en rojo y la industria en conjunto terminará el 2019 con la mayor caída de los últimos cuatro años (alrededor del -7% i.a.).

Como es de esperar, este magro comportamiento de la industria tuvo significativas repercusiones sobre el empleo. En junio de 2019, la industria alcanzó los 1.105 mil puestos de trabajo, lo que significó una pérdida interanual de 63 mil puestos industriales y fue superado en nivel de ocupación por el comercio, el cual mantiene el predominio sobre la industria desde julio de 2018, cuando prevaleció en asalariado por primera vez en la historia. Ésta dinámica se explica porque la industria registró tasas de destrucción de empleo mayor que la del comercio.

El salvavidas de las exportaciones

Las ramas de actividad que menos caen o que aumentan en el margen, son las que presentan ventajas comparativas y que, frente a la mejora del tipo de cambio real, reaccionan rápidamente con mayores exportaciones. Tal es el caso de las actividades vinculadas al campo y al desarrollo de Vaca Muerta.

En este sentido, la industria de alimentos y bebidas, aunque en el agregado muestra una caída del 1% i.a. acumulado a agosto, es la rama de actividad que mayor crecimiento exhiben algunos de sus rubros. Tal es el caso de la molienda de oleaginosas y la fabricación de galletas y artículos de panadería, beneficiadas por una cosecha agrícola récord, y de la industria de carne, vinos y frutas, qué además de acompañar el clima en la producción primaria, se vieron beneficiadas por excedentes de producción que permitieron ampliar su oferta en el mercado internacional. Por caso, en el acumulado a agosto, el volumen de exportaciones de Manufacturas de Origen Agropecuario (MOA) creció 12% i.a.

Del mismo modo, la buena performance del campo traccionó las ramas industriales proveedoras de la actividad. Es el caso de la producción de agroquímicos, la cual se expandió 16,3% i.a. en el acumulado de los últimos ocho meses. Por su parte, la fabricación de maquinaria agrícola fue una excepción en este sentido, dado que entre el grueso de sectores es la que mayor caída registró (-20,5% i.a.). Este hecho obedeció a que la mayor demanda por equipos agrícolas desde el campo se tradujo en reducción de stocks, pero no en una mayor producción de los equipos.

Otra de las industrias destacadas fue la Refinación de Petróleo, que mostró una reducción más tenue al resto de los sectores (acumuló a agosto una caída de 2,6% i.a.) de la mano de la mayor producción de Vaca Muerta. El aumento de las exportaciones de combustibles y energías (+15,3%), junto con una mayor demanda de gasoil desde el agro, permitieron una caída moderada de la actividad.

El ancla de la demanda interna

Los rubros fabriles más afectados en lo que va de 2019 son los vinculados al mercado interno. La fuerte caída del salario real y la vigencia de tasas de interés en niveles prohibitivos, generan una abrupta caída del consumo interno.

Por un lado, el consumo masivo sufrió una fuerte contracción. Según datos de Kantar Worldpanel el mismo acumula a agosto un retroceso del 7% i.a. y los rubros más afectados son los de congelados, lácteos, bebidas y cuidado personal. En esta línea, dentro del sector de alimentos y bebidas, el rubro de lácteos cayó 4% i.a. en los primeros ocho meses de 2019 y las gaseosas y aguas 14,5% i.a. Asimismo, la fabricación de detergentes, jabones y otros productos químicos de limpieza se retrajo 14% i.a.

Por otro lado, la industria textil y de indumentaria sigue sumergida en terreno negativo,  presentando en lo que va en el año caídas del 13% y 12% i.a., respectivamente. El declive del consumo interno y la frágil situación laboral tiene su correlato en la industria, que destina cerca del 90% de su producción al mercado local.

Al mismo tiempo, otro de los segmentos golpeados por la crisis fueron los bienes durables, afectado por la caída del poder adquisitivo (tanto en pesos como en dólares) y el acceso restringido al financiamiento ante tasas de interés elevadas. Entre los más perjudicados se encuentran los vehículos automotores (-32,3% i.a.), las motocicletas (-65,0% i.a.), los electrodomésticos (-18,6% i.a.) y los muebles (-15,3% i.a.).

Algo similar se observó en el comportamiento de las actividades fabriles que son proveedoras de otras industrias. En este sentido, la manufactura de plástico acumuló a agosto de 2019 una retracción del 11,5% i.a, ante la menor demanda desde el sector automotor, electrodomésticos, maquinaria agrícola, y alimentos y bebidas. Asimismo, la débil actividad de la construcción repercutió en una menor producción de cemento (-5,0% i.a.) y de productos de la siderurgia (-13,1% i.a.) y del aluminio (-2,3% i.a.).

No se ve el horizonte

Las perspectivas para la actividad industrial no son alentadoras. La aceleración de la inflación luego de las PASO no deja posibilidades de que el salario real puede percibir mejoras los próximos meses. Si a esto se suma que las tasas que rigen para financiar el consumo son casi prohibitivas, difícilmente la demanda interna pueda reactivarse en el corto plazo.

Por otra parte, a pesar de que la mayor competitividad cambiaria motiva los envíos al exterior, lo cierto es que las PyMEs tienen dificultades para poner en movimiento la producción ante el encarecimiento del crédito. A ello se suma que las nuevas restricciones de acceso al mercado cambiario y la obligación de liquidar las exportaciones en un contexto de elevada incertidumbre, provoca un desincentivo para el crecimiento sostenido de las ventas externas.

De esta forma, la industria continuará sumergida bajo el agua hasta tanto el poder adquisitivo mejore, la tasa de interés se torne más accesible y la economía y la política muestren señales de estabilidad.

La industria no se recuperará en 2019

¿Cómo le fue a la industria y la construcción en agosto?

El Índice de Producción Industrial Manufacturero (IPI manufacturero) cayó 6,4% i.a. en agosto y de esta manera acumuló un retroceso de 8,1% i.a. en los primeros ocho meses del año. Además, luego de exhibir un repunte durante julio, el salto cambiario post-PASO implicó una caída de 2,8% en la medición desestacionalizada. Por su parte, el Indicador Sintético de la Actividad de la Construcción (ISAC) retrocedió 5,9% i.a. durante agosto (-8% i.a. en el acumulado) pese a exhibir un avance de 0,4% en la serie desestacionalizada.

¿Qué hay detrás de estos números?

Luego de que en julio estos indicadores mostraban caídas interanuales menores a 2% luego de más de un año, la crisis desatada en las semanas posteriores a las PASO paralizó la actividad económica en un contexto de elevada incertidumbre cambiaria y financiera. De hecho, los únicos rubros que crecieron fueron el Textil (+1,4% i.a.) -como consecuencia de una la baja base de comparación- y Alimentos y Bebidas (+0,4% i.a.) – gracias al avance de casi 40% de la molienda, ligado al crecimiento del sector agropecuario tras la sequía del año pasado-. No obstante, ambos exhiben una variación negativa en el acumulado anual. Más aún, 7 de los 16 rubros mostraron contracciones interanuales de dos dígitos, destacándose el deterioro en la producción de medios de transporte, maquinarias y equipos.

Como se mencionó, la nueva incertidumbre cambiaria que provocó, entre otras cosas, la ausencia de precios para realizar transacciones durante algunos días sepultó cualquier intento de recuperación de la industria. Desconocer el costo de reposición de los stocks impidió la realización de operaciones frenando procesos productivos, a la vez que el capital de trabajo de muchas empresas perdió valor tras la depreciación del Peso y la desvalorización de instrumentos financieros como los Fondos Comunes de Inversión. Estos factores también afectaron la construcción, que si bien mostró una mejora en términos desestacionalizados, refleja expectativas desfavorables: no hay empresas del sector encuestadas que prevean un aumento de la actividad en los próximos tres meses.

¿Qué esperamos para la industria en los próximos meses?

La aceleración de la inflación y, en el mejor de los casos, la interrupción en la mejora de los ingresos reales provocará una retracción en el alicaído consumo de las familias, a la vez que la incertidumbre en relación a las medidas que tomará próximo gobierno pospone cualquier tipo de inversión productiva. Conjuntamente, estos factores echaron por tierra las expectativas de las empresas del sector. La mitad de las mismas prevé que la demanda interna caerá en el corto plazo, cuando esta cifra apenas superaba un tercio hace dos meses. La fallida recuperación de cara a las elecciones podría desencadenar un nuevo reacomodamiento de los recursos de las empresas, que implicaría un aumento de suspensiones y/o recortes de horas extras, en principio. En consecuencia, el deterioro de empleo fabril difícilmente se detenga en lo que queda del año.
Asimismo, esta contracción del consumo doméstico no estaría compensada por mayores ventas al exterior: solo una de cada cuatro firmas consultadas cree que crecerán, en línea con lo comunicado dos meses atrás. Por lo tanto, en el corto plazo no se espera una reacción significativa de las exportaciones que permita colocar el stock no vendido localmente.

En definitiva, los factores que propiciaron esta dinámica permanecerán latentes en lo que resta del año, por lo que seguramente la industria y la construcción vuelvan a exhibir un retroceso significativo. El probable cambio de gobierno tampoco traería soluciones rápidamente, ya que incluso en un escenario optimista, los ingresos reales tardarán en repuntar mientras que tendrán que existir señales que fomenten la inversión productiva.

Otra vez pasaron cosas

¿Qué pasó con la actividad en julio?

El Estimador Mensual de la Actividad Económica (EMAE) exhibió un incremento de 0,6% i.a. julio y encadenó el tercer mes consecutivo en terreno positivo. Considerando además que la medición desestacionalizada reflejó un incremento de 1,2% mensual, la economía se encontraba en su punto más alto del año iniciado el tercer trimestre. Sin embargo, más allá de esta mejora, acumuló una contracción de 2,1% i.a. en los primeros siete meses del año y las perspectivas para los próximos meses no son alentadoras.

¿Qué factores explicaron el crecimiento?

Durante julio 7 de 15 ramas de actividad exhibieron un avance. Sin embargo, apenas dos aportaron un crecimiento significativo al agregado. En primer lugar, el sector Agropecuario creció 20% i.a. gracias a que todavía se observa el efecto de la cosecha récord de este año respecto a la sequía de 2018, la cual genera una baja base de comparación. Por otro lado, Explotación de Minas y Canteras trepó casi 3% i.a. de la mano del desarrollo de los hidrocarburos no convencionales en Vaca Muerta.

También se debe destacar la recuperación de Hoteles y Restaurantes (+1,9%), el cual se explica por un mayor turismo en el país –tanto de residentes como de extranjeros-, fenómeno directamente relacionado al mayor tipo de cambio real alcanzado tras la depreciación del Peso en 2018. De hecho, el último mes de crecimiento del sector había sido en mayo del año pasado (corrigieron a la baja el dato de junio de este año), antes de que la inestabilidad cambiaria reinara en la economía argentina.

Por otro lado, los dos sectores más importantes exhibieron un significativo recorte en la dinámica negativa que venían mostrando. Es el caso de la Industria y del Comercio. En el primer caso, la contracción fue de 2% i.a., mientras que el retroceso de la actividad comercial fue de “apenas” 1,3% i.a., resultando en ambos casos la menor caída-en términos interanuales- de los últimos 14 meses. Esta dinámica se vincula a una mayor actividad fabril en ramas ligadas al agro y a la continuidad de la desaceleración de la inflación que se dio hasta julio y que permitió en el margen una leve mejora del poder adquisitivo. En este sentido, un contexto relativamente más estable promovió algunos gastos de mayor plazo, que se reforzó con la extensión de los créditos ANSES y el programa Ahora 12.

 

¿Qué esperamos para lo que resta del año?

Lamentablemente, esta dinámica se vio interrumpida tras el resultado de las PASO. La consecuente volatilidad cambiaria llevó a la inflación a la zona del 4% mensual (acumulará alrededor de 10% entre agosto y septiembre) y volvió a erosionar el poder adquisitivo de las familias. Asimismo, la alta inestabilidad nominal y creciente incertidumbre política, paralizan muchas de las transacciones, con su impacto negativo en la actividad comercial e industrial. De esta forma, es esperable que dichos sectores vuelvan a acelerar sus caídas.

A pesar de que se anunció un paquete de medidas tendientes a reducir el impacto de la aceleración de la inflación sobre el consumo de las familias, el mismo tendrá un impacto acotado. La quita del IVA a algunos alimentos aliviará el costo de llenar el changuito, mientras que la suba del mínimo no imponible permitirá una mayor dolarización de la clase media-alta. Por su parte, el bono de ARS 5000 a trabajadores privados en octubre, si bien alcanzará a unos 6 millones de trabajadores, tendrá cierta flexibilidad en la forma de pago debido a la situación de las empresas -especialmente PyMes-, por lo que cumplirá un rol paliativo ante la caída del salario real. De todos modos, tal como ocurrió el año pasado, servirá para evitar una reapertura de paritarias inmediata y llegar a diciembre/enero, cuando efectivamente tengan lugar las cláusulas de renegociación.

De este modo, la economía carecerá de elementos para crecer en lo que resta del año. El impulso del Agro luego de un año de sequía se ira diluyendo en los próximos meses, a la vez que la mayor producción de Vaca Muerta no será determinante en el corto plazo. Adicionalmente, si bien el turismo podrá continuar su expansión, su impacto en la actividad es muy limitado. En consecuencia, la economía se contraerá en torno al 2,7% i.a. en 2019, dejando un importante arrastre negativo para el 2020.

 

La economía en cero

¿Qué pasó con la actividad en junio?

El Estimador Mensual de la Actividad Económica (EMAE) no exhibió variación en junio respecto al mismo mes del año anterior (0% i.a.), aunque en la comparación desestacionalizada, marcó una contracción de 0,4% respecto a mayo, encadenando así el segundo mes de caída. De esta forma, estimamos que la actividad aumentó 0,4% i.a. en el segundo trimestre del año, pero no alcanzó para revertir los malos primeros meses: la economía se contrajo 2,6% i.a. en la primera mitad del año. Además, la medición desestacionalizada del segundo trimestre no mostró mejoras, lo que refleja que la actividad no logra revertir la ausencia de crecimiento desde el segundo trimestre del año pasado.

En lo que respecta a junio, el crecimiento más significativo fue el del sector Agropecuario (+43,7% i.a.). Tal como venía sucediendo desde el salto cambiario del año pasado, Industria (-6,1% i.a.) y Comercio (-8,6% i.a.) exhibieron fuertes contracciones, aunque esta vez las mayores caídas estuvieron en Construcción (-7,9% i.a.), Electricidad, Gas y Agua (-10,6% i.a.) e Intermediación Financiera (-15,1% i.a.).

¿Qué factores explicaron la dinámica?

Observando los sectores que mostraron una mejora interanual en el mes de junio, el factor más relevante es el impulso que la cosecha récord le dio al sector agropecuario luego de la sequía del año pasado. En segundo lugar, el avance de Hoteles y Restaurantes (+1,6%), el cual se explica por un mayor turismo en el país –tanto de residentes como de extranjeros-, fenómeno directamente relacionado al mayor tipo de cambio real alcanzado tras la depreciación del Peso en 2018. De hecho, el último mes de crecimiento del sector había sido hace más de un  año, antes de que la inestabilidad cambiaria reinara en la economía argentina. Por su parte, Minas y Canteras (+0,9% i.a.) creció de la mano de la expansión de Vaca Muerta y el desarrollo de los hidrocarburos no convencionales (la producción del yacimiento creció más de 100% en los primeros seis meses del año).

Por su parte, las fuertes caídas que mostraron algunos de los sectores responden a diversas causas. Indudablemente, las más importantes fueron la caída del poder adquisitivo y la elevada tasa de interés. La combinación de ambas a lo largo de los últimos doce meses fue letal para las empresas, dado que tuvieron que afrontar aumento de costos –de financiamiento- en un contexto de menores ventas. En este sentido, los diversos estímulos no salariales que ya tenían plena vigencia en junio -entre los que resaltan los créditos Anses y Pro.Cre.Ar y el plan Junio 0 km, además de las compras en cuotas a tasas de interés más bajas mediante el programa Ahora 12- no tuvieron el impacto deseado en dicho mes sobre la industria y el comercio.

Por otra parte, la fuerte contracción de los servicios financieros está ligada a la salida de capitales del país desde el inicio de la inestabilidad cambiaria del año pasado y a la reducción del rol de intermediarios financieros de los bancos en un contexto de altas tasas de interés que desincentivan la toma de préstamos. Por último, para el sector de la Construcción, al bajo poder de construcción de los salarios y a la desaparición del crédito, se sumó en junio malas condiciones meteorológicas que llevaron al sector a experimentar una nueva caída de su actividad (-7,9% i.a.).

¿Qué esperamos para lo que resta del año?

Lamentablemente, la dinámica cambiaria post-PASO echó por la borda cualquier atisbo de recuperación que la economía pudiera encontrar en los últimos meses del año. El nuevo salto del tipo de cambio volverá a acelerar la inflación (que llega esta vez con una mayor inercia), erosionando los ingresos reales y golpeando nuevamente la actividad comercial e industrial. En este sentido, el paquete de medidas del gobierno tras el resultado electoral tendrá un impacto acotado: la quita del IVA a algunos alimentos aliviará el costo de llenar el changuito, mientras que la suba del mínimo no imponible permitirá una mayor dolarización de la clase media-alta. Paralelamente, la incertidumbre acerca de las políticas a tomar el nuevo gobierno y la posibilidad de mayores presiones sobre el dólar paralizará cualquier tipo de inversión productiva.

De este modo, la economía carecerá de elementos para crecer en lo que resta del año. El impulso del Agro luego de un año de sequía se diluirá en los próximos meses, a la vez que la mayor producción de Vaca Muerta no será determinante en el corto plazo y si bien el turismo podrá continuar su expansión, su impacto en la actividad es muy limitado. En consecuencia, Cambiemos se despedirá del gobierno con una economía que todavía no mostrará señales de reactivación.

Qué lindo mi brote verde, se rompió mi brote verde

¿Cómo le fue a la industria y la construcción en junio?

En primer lugar, el Indice de Producción Industrial Manufacturero (IPI manufacturero) cayó 6,9% i.a. en junio y de esta manera acumuló un retroceso de 9,4% i.a. en la primera mitad del año. Además, tras encadenar dos meses de crecimiento desestacionalizado, volvió a exhibir una contracción (-1,8%) en junio, mostrando que no necesariamente la industria tocó su piso en el primer semestre, o bien que la recuperación de la misma será lenta.
Por su parte, el Indicador Sintético de la Actividad de la Construcción (ISAC) retrocedió 11,8% i.a. durante el sexto mes del año (-9,4% i.a. en el acumulado) tras un fuerte deterioro en la serie desestacionalizada (-4,2%). Por caso, el consumo aparente de asfalto y hormigón elaborado cayeron en torno al 17-18% i.a.

¿Qué pasó hacia dentro de la industria?

A excepción de lo mostrado por Refinación de petróleo (+2,8% i.a.) y Alimentos y bebidas (+1,3% i.a.), que creció gracias a la molienda de oleaginosas (+26,5% i.a., ligada al crecimiento del sector agropecuario tras la sequía del año pasado), el resto de los rubros industriales exhibieron contracciones. En particular, se destacaron las caídas de la producción textil (-18,5% i.a.), de muebles y colchones (-19,9% i.a.), la automotriz (-28,7% i.a.) y de otros equipos de transporte (-32,2%), en el que se incluye la producción de motos (cayó más de 45% i.a.). Peor aún, si se observa en términos acumulados, ningún sector industrial creció durante la primera mitad de 2019.
En definitiva, la incipiente mejora de la actividad en los últimos meses, impulsada especialmente por el sector agropecuario, no se trasladó a la industria. Esta última sufrió en mayor medida la caída de la demanda interna en un contexto de crecientes costos de producción y de financiamiento. Si bien la decisión de mantener una tasa de interés elevada busca controlar las presiones sobre el tipo de cambio y, de este modo, permitir mejoras en el poder adquisitivo y el consumo, el efecto neto de esta política continúa siendo negativo.
Por otro lado, la presencia de estímulos no salariales (créditos ANSES, Ahora 12, Junio y Julio 0km), que plenamente habrán entrado en vigencia en junio, tendrían una acotada correspondencia en la producción industrial recién en los próximos meses debido a la presencia de elevados stocks tras el pobre desempeño de las ventas desde el inicio de la recesión.

¿Qué se espera para los próximos meses?

Volviendo a la idea inicial, no esperamos que la industria refleje una significativa recuperación en el próximo trimestre. Las expectativas relevadas a las empresas así lo demuestran: 8 de cada 10 prevén que las ventas no subirán respecto al tercer trimestre de 2018, a la vez que sólo el 15% espera incrementar la utilización de la capacidad instalada en relación a dicho período. En este sentido, y considerando que las mencionadas medidas de estímulo tendrán –por ahora- vigencia hasta fin de año, la perspectiva de que el salario real recuperará el terreno perdido muy lentamente no induce a las empresas a aumentar sus esfuerzos de producción en un contexto en el que continúa rondando la incertidumbre política. En este sentido, la pérdida de empleo fabril –asociado también a una mayor tasa de formalidad-difícilmente se detenga en lo que queda del año.
Por el lado de la construcción tampoco se esperan buenos resultados: apenas alrededor del 15% de las empresas cree que la actividad del sector crecerá en los próximos tres meses, siendo especialmente pesimistas aquellas vinculadas a la obra pública, de las cuales la mitad piensa reducir su dotación de personal.
Por lo tanto, teniendo en cuenta que el salario real crecerá lentamente en lo que resta del año y la política de tasas reales positivas se mantendrá durante todo 2019 en un contexto de elevada incertidumbre política, presenciaremos, en el mejor de los casos, un freno en el deterioro de estos sectores durante el segundo semestre (principalmente asociado a una baja base de comparación). Solamente aquellos rubros industriales con mayor potencial exportador y de sustitución de importaciones, podrán alcanzar una mejora de consideración.