Industria y construcción: un freno a la recuperación

¿Cómo evolucionó la construcción?

Según el INDEC, el Índice Sintético de la Actividad de la Construcción (ISAC) exhibió una caída del 17,7% i.a., acumulando veinticuatro meses consecutivos en terreno negativo y una contracción del 31,8% i.a. en lo que va del año. Por su parte, luego de tres meses consecutivos de mejoras mensuales, el indicador mostró un retroceso de 1,0% desestacionalizado respecto a julio. De todas maneras, cabe destacar que el nivel de actividad se ubicó un 0,7% por debajo respecto a diciembre de 2019 y apenas un 0,5% por debajo de febrero, mes previo a la irrupción de la pandemia.

Al interior del índice, resalta que los insumos relacionados a la obra pública y obras de mayor tamaño siguieron mostrando contracciones significativas (por caso, el hormigón elaborado cayó -62,2% i.a. y el asfalto -60,2% i.a.). A contramano, los insumos relacionados a obras más pequeñas mostraron un mejor desempeño, como consecuencia de la mayor demanda de refacciones para el hogar producto de la cuarentena. En este sentido, resalta la dinámica de pinturas para la construcción (+7,7% i.a.), placas de yeso (+7,1% i.a.), ladrillos huecos (+17,4% i.a.) y pisos y revestimientos cerámicos (+1,7% i.a.).

Por su parte, la proporción de empresas que pudieron operar con normalidad evidenció un estancamiento en agosto. En este sentido, según los datos publicados por CAMARCO, la proporción de empresas disponibles pasó de un 54% en julio a 55% en agosto -mientras que en junio había sido de 45%-. A su vez, destaca que en el interior del país esta cifra alcanzó a un promedio de 61% en agosto, mientras que en el AMBA dicha proporción se reduce a un 32% de las firmas, como consecuencia de las mayores restricciones a la producción y circulación.

¿Y la industria?

Según el INDEC, el Índice de Producción Industrial Manufacturero exhibió una contracción de 7,1% i.a. en agosto, acumulando una caída del 12,5% i.a. en los primeros ocho meses del año. Por su parte, mostró un retroceso del 0,9% respecto a julio, cortando con la tendencia de recuperación observada a partir de mayo. De esta manera, el indicador acumuló una contracción de 6,8% respecto a diciembre de 2019 y se encontró un 7,4% por debajo de los niveles previos a la irrupción de la pandemia.

En lo que respecta a las ramas industriales, continuó reinando un impacto heterogéneo. Resalta el caso de Muebles y otras industrias manufactureras (+10,2% i.a.) dado que fue el único sector que mostró una mejora de dos dígitos, gracias a la mayor demanda doméstica vinculada a bienes para el hogar. Además, los sectores menos golpeados fueron Alimentos, bebidas y tabaco (-4,8% i.a.), Madera, papel, edición e impresión (-3,1% i.a.)  y Productos de metal, maquinaria y equipo (-3,5% i.a.). A contramano, los más afectados siguieron siendo los que mayores restricciones operativas tuvieron durante el mes (por caso, Otros equipos cayó -29,9% i.a. y Textiles y prendas de vestir, -26,7% i.a.).

¿Qué esperamos?

En lo que respecta a la construcción, en la medida que las restricciones operativas sigan latentes en el AMBA, el sector no podrá continuar con la recuperación por la imposibilidad de retomar en su totalidad las obras privadas de mayor magnitud y dinamizar a la oferta. A su vez, resalta que la cuestión sanitaria comenzó a complejizarse al interior del país, lo cual podría actuar como un freno extra para que la recuperación continúe su curso.

Por otro lado, cabe destacar que en el corto plazo los insumos vinculados a las obras privadas más pequeñas seguirán siendo los que muestren mayor dinamismo (por caso, los despachos de cemento crecieron 10,1% i.a. en septiembre y 13,1% respecto al mes anterior). Además de la mayor demanda para refacciones dentro del hogar producto de la cuarentena, la mejora se explica por la falta de alternativas de ahorro en un contexto de fuerte cepo cambiario. Sin embargo, está dinámica no alcanzará para que la recuperación del sector se consolide en los últimos meses del año. En este marco, esperamos que cierre con una contracción anual en torno al 25% i.a. en 2020.

Por el lado de la industria, el retroceso de agosto dejó en evidencia que la mejora de los meses anteriores correspondió en mayor medida a recomposición de stocks y liberación de ordenes pendientes luego de la imposibilidad de producir en abril. En este marco, esperamos que el sector entre en una fase de recuperación más lenta -o hasta incluso muestre nuevos retrocesos- en lo que resta del año. Además de cómo evolucione la cuarentena, está dinámica se observaría por el contexto de incertidumbre y las mayores restricciones cambiarias, en el cual ciertas empresas podrían sufrir complicaciones para la provisión de insumos. Por lo tanto, esperamos que la industria exhiba una contracción en torno al 10% i.a. en 2020, acumulando tres años consecutivos en rojo.

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El rebote siguió su curso en julio, ¿cuánto perdurará?

En julio de 2020 el Estimador Mensual de Actividad Económica (EMAE) se contrajo 13,2% i.a. respecto al mismo mes del año anterior. En este marco, la actividad acumuló una caída del 12,6% i.a. en los primeros siete meses del año.

Tras el avance desestacionalizado de mayo (+9,5%) y junio (+7,5%), la recuperación continuó su curso en julio (+1,1%), incluso pese a las mayores restricciones en el AMBA en la primera parte del mes. Así, acumuló una suba de 19,0% respecto a abril, cuando se había alcanzado el piso de la actividad. Cabe destacar que, más allá de estos números, el nivel de actividad aún se encontró un 11,6% por debajo de febrero (mes previo a la irrupción de la pandemia).

De todas formas, trece sectores mostraron retrocesos en julio, de los cuales solo siete moderaron su caída. Resalta el caso de la Industria manufacturera (-8,1% i.a.), que se vio afectado por la buena base de comparación de julio de 2019 y las mayores restricciones a la producción por el retroceso de fase en el AMBA. Algo similar ocurrió con Comercio minorista y mayorista (-5,8% i.a.), que exhibió una contracción mayor a la del mes anterior producto de las mayores restricciones a la circulación en la primera parte del mes.

Por otro lado, resaltan los casos de Electricidad gas y agua (+4,4% i.a.) e Intermediación financiera (+2,9% i.a.), dado que fueron los únicos dos sectores que mostraron crecimiento y acumularon dos meses consecutivos de mejoras interanuales. El primer sector subió gracias a la mayor demanda doméstica, a la par que el segundo habría mejorado por las bajas bases de comparación que dejó 2019 y las políticas de crédito al sector productivo y de dinamización del consumo (Ahora 12, principalmente).

Por último, Hoteles y restaurantes (-65,4% i.a.) y Servicios comunitarios, sociales y personales (-60,3% i.a.) continuaron siendo los dos sectores de servicios más golpeados por la crisis. Sacando el hecho de que en algunas provincias se habilitó la actividad gastronómica, las actividades de estos sectores siguieron restringidas porque implican aglomeración de personas.  

¿Qué esperamos?

En agosto continuó la recuperación en determinados sectores. Por caso, las ventas minoristas moderaron su caída a un 17,8% i.a. (mientras que en julio habían caído 27,7% i.a.). A su vez, la producción automotriz creció 21,2% en agosto respecto a julio, a la par que los despachos de cemento exhibieron un incremento del 6,4% respecto al mes anterior.

En este marco, cabe preguntarse cuánto tiempo perdurará este efecto rebote inducido por el levantamiento de la cuarentena. En este sentido, mientas que en el periodo julio-agosto la velocidad de la recuperación será menor respecto a los meses de mayo-junio, en los últimos cuatro meses del año la reactivación podría entrar en una fase de crecimiento aún más lenta -o hasta incluso exhibir retrocesos-.

En primer lugar, cabe destacar que el shock inducido por el levantamiento de la cuarentena perdería fuerza en la última parte del año. La mejora que se observó luego de abril correspondió, en mayor medida, a empresas y fábricas que pasaron de no producir a reabrir sus puertas y liberarse de ordenes pendientes. Por lo tanto, si bien aún resta levantar determinadas restricciones sobre algunos sectores, este efecto quedó en mayor medida saldado en los primeros meses.

Más aún, resalta que la situación sanitaria comenzó a complejizarse en el interior del país. Algunas actividades que en determinadas provincias se encontraban casi normalizadas -y hasta ahora tuvieron un menor impacto relativo sobre el nivel de actividad- podrían mostrar retrocesos y funcionar como freno para que la reactivación continúe a la misma velocidad.

Además, cabe mencionar el plano cambiario. La demanda de divisas y el drenaje de reservas derivaron en un endurecimiento del cepo, donde algunas empresas tendrán que reestructurar sus deudas con la posibilidad de entrar en default. A su vez, las medidas impactan de lleno sobre la brecha cambiaria, otorgando un desincentivo a la inversión y las exportaciones. En este marco, el contexto de mayor incertidumbre y volatilidad también podría actuar como ancla para que la recuperación se reafirme en la última parte del año.

En suma, el rebote iniciado en mayo luego del piso de la crisis moderaría su velocidad de reactivación en los últimos meses de 2020. Con estos datos, esperamos una caída del PBI en torno al 12.5% en el promedio anual de 2020, que implicaría que la actividad vuelva a niveles similares a los de 2009 y el PBI per cápita sea el menor desde el año 2004.

El PBI se desplomó en el segundo trimestre: al menos, lo peor ya pasó

En el segundo trimestre de 2020 se deterioraron todas las variables de la economía global, y la argentina no fue la excepción. En este sentido, resalta la caída de 19,1% i.a. del nivel de actividad, la mayor del último siglo. Por su parte, la dinámica desestacionalizada no fue mejor: la contracción de 16,2% en relación con el primer trimestre provocó un retroceso de casi 20% acumulado en la primera mitad del año.

Si bien la pandemia y la cuarentena fueron la principal explicación detrás de todo este pobre desempeño, no por eso los números son menos reales. Desagregando por componentes de la demanda, sobresale el desplome de 38,4% i.a. de la inversión, en un contexto de acumulación de stocks producto de una crisis inesperada -en su magnitud- y de la nula previsión sobre el futuro, que desalentó gran parte de los gastos en capital reproductivo.

Por su parte, el consumo privado retrocedió 22,3% respecto a igual período del 2019, producto de las restricciones de oferta que impactaron de lleno en el consumo -hoteles y restaurantes cerrados, sin posibilidad de consumir actividades recreativas, etc.- más algunos problemas propios de la demanda. A la caída del poder adquisitivo, impulsada por la suspensión de las paritarias e incluso el cobro de un porcentaje del salario de bolsillo, se sumó un ahorro precautorio, provocado por el temor a perder el empleo o a sufrir gastos imprevistos por motivos de salud.

Por último, las importaciones cayeron poco más de 30% i.a., en un contexto de menor poder de compra en dólares, luego de la devaluación post-PASO del año pasado, y mucha menos actividad por la pandemia. Por su parte, las exportaciones se redujeron “solo” 11,7% i.a., muy golpeadas por la crisis brasileña, pero atenuadas por el buen comportamiento de las economías del sudeste asiático, demandantes de nuestra producción oleaginosa.

Más allá de todas estas malas noticias, vale destacar que la crisis habría tocado piso en el segundo trimestre -asumiendo, claro está, que no hay una disparada del Coronavirus de acá en adelante-. En consecuencia, tiene sentido preguntarnos por la recuperación, parte de la cual ya comenzó en el tercer trimestre y que, posiblemente, se continuará en los próximos meses.

En el período julio-septiembre, las menores restricciones a la circulación impulsaron el rebote durante el tercer trimestre del año. En este sentido, habrá una tasa de crecimiento muy significativa en la comparación desestacionalizada, que, no obstante, se transformará en un retroceso de dos dígitos en la comparación interanual: la actividad empezó a recuperarse, pero sigue muy lejos de los niveles del año pasado (que, vale destacar, ya eran menores a los de 2015 o 2017).

La pérdida de puestos de trabajo, tanto formales como informales -en el primer semestre de 2020, se destruyeron más empleos registrados que en el acumulado 2018-2019-, y la contracción del poder adquisitivo, quedarán aún cuando la pandemia esté terminada. Por lo tanto, en el cuarto trimestre, la dinámica sería similar: una recuperación de la actividad en términos desestacionalizados, es decir, con relación al período julio-septiembre, pero una caída muy importante en la comparación interanual.

Con estos números, proyectamos una caída del PBI mayor al 13% i.a. en 2020, explicada en gran medida por el desplome de la primera parte del año y medidas autoinducidas, pero no por eso con un efecto menos real. La dinámica “positiva” del segundo semestre obedecerá más a un efecto rebote que a una recuperación genuina: durante la primera mitad del mandato de Alberto Fernández, por lo menos, no recuperaremos el nivel de actividad de cierre de 2019.

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Industria y construcción: continúa la fase de rebote

¿Cómo evolucionaron la construcción y la industria en julio?

 En julio, el Indicador Sintético de la Actividad de la Construcción (ISAC) mostró un retroceso de -12,9% i.a., exhibiendo una contracción acumulada del 34,0% i.a. y encadenando 23 meses consecutivos de caída. Asímismo, el indicador se expandió 6,8% en relación con junio, quedando a un paso del nivel que se registraba en febrero (-0,3%) y encadenando tres meses consecutivos de mejoras mensuales.

Por su parte, el Índice de Producción Industrial Manufacturero (IPI) registró en julio una contracción de 6,9% i.a., acumulando un descenso del 13,4% i.a. en lo que va del año. En este sentido, el retroceso de julio se vio afectado por la buena base de comparación que dejó julio de 2019, mes en el cual algunas actividades se habían recuperado tras el apagón eléctrico y las elevadas precipitaciones.

Además, el indicador exhibió un crecimiento mensual del 2,1%, aunque evidenciando una moderación en la velocidad de recuperación y ubicándose un 8,8% por debajo de febrero. En este sentido, cabe recordar que la primera quincena del mes estuvo signada por mayores restricciones en el AMBA.

Por un lado, la reactivación de la construcción siguió exhibiendo un mayor dinamismo fuera del AMBA, y particularmente en el segmento de la pequeña obra privada asociada a refacciones y/o ampliaciones, las cuales no favorecen la recuperación en los niveles de empleo . En este sentido, en julio volvieron a detectarse crecimientos interanuales de los despachos de cemento en varias provincias del interior, principalmente en la región Norte, mientras que siguieron achicándose en CABA y PBA.

Sumado a eso, los despachos de cemento en bolsa, asociados a obras de menor magnitud, se expandieron 11,1% i.a. en el mes, mientras que las ventas a granel retrocedieron 47,2% i.a. En esta línea, la obra pública, para la cual se registran principalmente obras menores de saneamiento en algunos municipios, junto con las obras de mayor envergadura, continúan enseñando un mayor rezago.

Por otro lado, según la Cámara Argentina de la Construcción (CAMARCO), la proporción de compañías que desarrollaron obras con normalidad pasó de 45% a 54% entre junio y julio, favoreciendo una mejora relativa en las expectativas de los empresarios. Asimismo, creció la proporción de empresas presentando presupuestos y ofertas de obras privadas y públicas, aunque siguen siendo menos de la mitad de las empresas relevadas.

Respecto a la producción industrial, en julio no logró darse una mayor difusión de las mejoras interanuales entre los sectores: en junio el 57% de los sectores mostraba caídas interanuales, mientras que en julio dicha proporción se elevó al 63%. En un marco de elevada heterogeneidad, la difusión de la recuperación interanual continúa limitada a unos pocos sectores, especialmente aquellos vinculados al rubro alimenticio (carnes, vinos, cereales y lácteos), algunas actividades al interior del bloque de los químicos (pinturas, medicamentos, desinfectantes) y particularmente aquellos sectores que atienden la demanda del agro (maquinaria agrícola, agroquímicos).

¿Qué esperamos?

En lo que respecta a la construcción, la venta de insumos medida por el Índice Construya creció 2,3% i.a. en agosto, pero mostró una corrección a la baja del 11,3% con relación al mes previo. Esta contracción se dio porque en julio se había registrado un récord en el indicador ante una importante recomposición de stocks de los distribuidores.

Además, en los dos últimos meses se encendieron las alarmas por el notable salto que mostró el costo de los materiales de construcción relevado por INDEC, lo que impactará negativamente en la rentabilidad esperada para el desarrollo de nuevas obras privadas. No obstante, el costo de construcción en dólares aún se mantiene bajo en términos históricos.

Por otra parte, cabe destacar que el impulso puede enfrentarse a los riesgos asociados a un retroceso en las fases de reapertura, frente a un nivel de contagios lejos de encontrar un techo. De esta forma, y puntualmente para las obras privadas de mayor magnitud, las fuertes restricciones en el AMBA y otros centros urbanos seguirán imponiendo límites a una reactivación más robusta. Por estos motivos, esperamos que la construcción exhiba en 2020 una contracción superior al 25%.

Por el lado de la industria, la producción automotriz en agosto se recuperó 21,2% respecto a julio, marcando un cuarto mes en alza tras el colapso de abril. Adicionalmente, se observa una nueva mejora mensual en el consumo energético en los establecimientos fabriles. En este sentido, junto al progreso en las fábricas de vehículos, se detecta una evolución favorable en la demanda energética de industrias de productos metálicos, textiles y químicos.

De aquí en más, la evolución de la industria manufacturera también dependerá de cómo evolucione la magnitud de las restricciones, así como de la respuesta de la demanda doméstica e internacional y el status financiero de las firmas. A su vez, existen ramas que, si bien su ubicación geográfica les permite operar con menores restricciones, su demanda depende de lo que suceda en el AMBA.

Por otra parte, los anuncios de desinversión realizados por algunas empresas, así como ciertas dificultades en el acceso al mercado de cambios para la importación de partes y piezas generan impedimentos en el abastecimiento de suministros y podrían reducir la oferta de insumos industriales a futuro. En este sentido, es esperable que una parte importante de las ramas industriales deba esperar un tiempo importante para volver a experimentar los niveles de producción previos a la pandemia.

Recuperación desestacionalizada, desplome interanual: la actividad en rojo

En junio de 2020, el Estimador Mensual de Actividad Económica (EMAE) mostró una contracción de 12,3% respecto a igual mes del año pasado. De esta manera, la actividad se desplomó casi 13% i.a. en la primera mitad del año y 19,6% i.a. en el fatídico segundo trimestre de pandemia y cuarentena (que arrojó una caída de 16,6% en términos desestacionalizados).

Más allá de estos números, muy negativos por donde se los mire, podemos afirmar que la economía habría encontrado un piso en abril y, desde entonces, comenzó a recuperarse. En este sentido, resalta el crecimiento desestacionalizado de 7,4% en junio respecto de mayo, acumulando un avance de 17,7% en relación con el cuarto mes del año, piso de la actual crisis. Sin embargo, y pese a esta “suba”, la actividad cerró junio 13,5% por debajo del nivel de diciembre de 2019, marcando que todavía queda mucho terreno por recorrer.

Descripto el escenario actual y explicado que lo peor de la crisis ya pasó, tiene sentido entonces empezar a pensar en la recuperación. En primer lugar, lamentablemente, hay que decir que 2020 será un año perdido en materia de actividad económica: aun cuando la reestructuración de la deuda con acreedores privados sea exitosa y se reduzca la incertidumbre en el corto plazo, la economía no avanzará significativamente. Por el contrario, salvo algunas ramas que podrían mejorar impulsadas por los pedidos de pre-cuarentena atrasados, las caídas interanuales seguirán siendo de dos dígitos en el corto plazo.

La segunda mitad del año será mejor que la primera -o, en realidad, “menos peor”-, pero claramente estará por debajo de la segunda parte de 2019. A las restricciones productivas que impuso la pandemia y la cuarentena, corresponde sumarle los golpes a la demanda que está provocando. En este punto, resaltan la pérdida de puestos de trabajo en el sector formal y especialmente informal -donde una porción importante de los trabajadores se quedó sin ingresos-, su ajuste sobre el poder adquisitivo y la elevada volatilidad que arrastra nuestra economía. Además, el ahorro precautorio al que induce el Coronavirus y la crisis será un ancla de plomo para la recuperación del consumo privado y las inversiones, las dos variables más golpeadas por la crisis.

Por otra parte, si bien algunas exportaciones podrían arrojar buenos desempeños, especialmente aquellas vinculadas a los sectores esenciales y dirigidas a China -oleaginosas-, no alcanzarían a motorizar la reactivación económica. Por último, el gasto público servirá para atenuar la crisis, adoptando un carácter contracíclico, pero en este contexto de acotado financiamiento genuino y mucha emisión un incremento significativo de esta variable podría acarrear más problemas que soluciones. Con todos estos números, proyectamos una caída del PBI entre 12,5 y 13% i.a. en el promedio anual de 2020, que provocaría que la actividad vuelva a los niveles de 2009 y, más preocupante aún, que retroceda casi 18% i.a. en términos per cápita, acercándose a los niveles de 2005.

De cara a 2021, la recuperación estaría liderada por un sector público con una política expansiva y un consumo privado que mejoraría impulsado por el crecimiento del salario real y las bajas bases de comparación que dejará este año. Por su parte, la inversión también se recuperaría, pero más por el desplome de este año que por un avance genuino. Como resultado, la economía podría crecer cerca de 7% en el año electoral. Si bien esto marcaría un importante avance respecto de 2020, el PBI cerraría 2021 cerca de 7% por debajo del nivel de 2019. Quedará la entonces segunda mitad del mandato de Alberto Fernández para, con buena suerte, retornar al punto de partida.

La economía post cuarentena y reestructuración de la deuda

En las últimas semanas, la cuarentena comenzó a desandarse gradualmente, especialmente en lo que a la producción respecta. Pese a que los casos de Coronavirus siguen creciendo, la decisión oficial de extender -sin mayores cambios- hasta el 30 de agosto el ASPO en varias regiones del país muestra que no hay margen para endurecer las restricciones aún cuando el sistema sanitario está más demandando.

Asimismo, el proceso de reestructuración de la deuda pública ha avanzado significativamente tras el acuerdo con los principales grupos de acreedores ley extranjera. Si bien todavía falta efectivizar el canje, replicarlo a los bonos ley local en moneda dura y alcanzar un acuerdo con el FMI para extender la devolución del préstamo otorgado, este frente luce encaminado.

Por lo tanto, nos acercamos al día después de la cuarentena y la reestructuración de la deuda. En consecuencia, qué sucederá con el nivel de actividad económica se vuelve una de las principales dudas.

En primer lugar, hay que decir que las medidas de aislamiento impactaron de manera heterogénea en las distintas ramas de actividad. Si bien la mayoría de los sectores continúa en rojo, la profundidad de la caída varió inter e intra sectorialmente. Asimismo, aunque en los últimos meses se observa una recuperación de la actividad, el nivel se ubica claramente por debajo del registrado antes de la pandemia.

De hecho, la reactivación tendrá dos etapas bien marcadas. Una inicial, que ya está sucediendo, donde la oferta se “despertará”, recuperando parte de lo perdido consecuencia de la incapacidad de producir durante el confinamiento. Luego, hacia fines de año y durante 2021, la recuperación sería más lenta, pero ya no estaría asociada a la imposición y remoción de la cuarentena, sino a la evolución de la demanda (principalmente interna), donde algunos sectores podrían incluso recuperar los niveles pre-pandemia. Veamos.

Reactivación sectorial a distintas velocidades

Comencemos con la Construcción. La irrupción de la pandemia implicó una parálisis completa de las actividades para uno de los sectores más afectados durante la recesión 2018-2019. El incremento de la proporción de firmas para operar con normalidad permitió dos meses consecutivos de mejoras a partir de mayo. En el corto plazo, la dinámica de reactivación continuaría, producto de la flexibilización de las restricciones y el incremento de la demanda para refacciones en el hogar ya que su nivel de actividad sigue lejos de la pre-pandemia.

Asimismo, una vez que la economía ingrese en la nueva normalidad, podremos observar un repunte del sector por su carácter procíclico y porque en un escenario de restricciones cambiarias las opciones de ahorro se reducen y la construcción se configura como una alternativa atractiva para adquirir un bien “dolarizado” en un contexto de bajos costos de producción en moneda dura. Además, es una rama de actividad estratégica para el Ejecutivo: no insume casi divisas/importaciones y permite crear empleo dentro de los sectores de menores ingresos, que fueron los más golpeados por la pandemia/cuarentena. Anuncios como el Procrear y planes de obra pública marcan la intención oficial de impulsar la actividad.

Otro sector clave es la Industria manufacturera. Dado el carácter esencial de algunos rubros, la cuarentena impactó de manera muy heterogénea en esta rama de actividad: mientras que en abril los sectores productores de bienes de consumo intermedio, durables y de capital mostraron caídas inéditas (Automotriz y autopartes, -88,5% i.a. y Prendas de vestir y calzado, -79,8% i.a) otros como Alimentos y bebidas se mantuvieron prácticamente estables (-1,0% i.a.).

En el caso de las primeras, a partir de mediados de mayo comenzó un proceso de reapertura. En este sentido, la mejora relativa en el índice de producción industrial (pasó de -33,5% i.a. en abril a -6,6% i.a. en junio) fue, en parte, producto de puesta en marcha de fábricas no esenciales, donde se libraron órdenes de compra pendientes y se recompusieron stocks. Vale la pena destacar que la esta notoria mejora responde más a la “reapertura” que al incremento genuino de la demanda (salvo ramas vinculadas a bienes durables para el hogar, donde el consumo repuntó).

En este marco, esperamos que el impulso dure sólo un par de semanas, hasta recomponer stocks y cumplir órdenes de compra pendientes, dado que todavía resta un tiempo prudencial para que la demanda interna vuelva a los niveles pre-crisis. El año próximo, la nueva normalidad con recomposición del salario real y políticas destinadas a dinamizar el consumo en el año electoral (Ahora 12, por ejemplo), permitirían que las industrias orientadas al mercado interno se aproximen a los niveles pre-pandemia hacia fines del 2021.

Párrafo aparte merece la agroindustria. Con menores restricciones para operar y menor caída de la demanda (interna y externa), puede ser considerada la rama industrial menos golpeada por la pandemia/cuarentena. A futuro, tanto el sector primario como el agroindustrial son claves para la recuperación pues dinamizan ramas industriales vinculadas – agroquímicos y maquinaria agrícola- y son generadores de divisas genuinas. La elevada demanda de alimentos por parte de Asia y la recuperación de precios de los principales commodities agrícolas podrían apuntalar al sector el año entrante. Sin embargo, hay escollos por sortear: el tipo de cambio real es poco competitivo tras el pago de retenciones y existen riesgos climáticos (escasez de lluvias por el fenómeno climático de “la niña”) en la provisión de insumos importados.

Por su parte, el desplome del precio del petróleo y las restricciones a la circulación generaron que el sector Minas y canteras cayera cerca de 20% i.a., tanto en abril como en mayo. La recuperación del precio internacional y el acuerdo con los bonistas mejoró las golpeadas expectativas del sector petrolero y gasífero -principalmente para Vaca Muerta-, pero resta esperar la reversión del desplome de la demanda interna y la flexibilización de las férreas restricciones cambiarias. El panorama podría mejorar con la implementación del plan “Esquema gas 2020-2024”, que busca garantizar el abastecimiento interno y reducir importaciones, a la par que el descongelamiento de las tarifas de servicios públicos y naftas.

Por el lado de los servicios, Comercio minorista y mayorista es el rubro que mostró mayor incidencia negativa en el nivel de actividad. Pese a que desde mayo viene lentamente moderando su caída producto de un mayor número de comercios habilitados y la implementación de modalidades alternativas de comercialización (online, delivery, pick up, etc.), las ventas fueron acotadas a excepción de los consumos más básicos.

La pregunta del millón es cuánto tardará el resto de la demanda en volver a los niveles pre-crisis y qué hábitos de consumo sufrirán cambios estructurales tras la pandemia. Una parte importante de la respuesta dependerá del mercado laboral y, en particular, de las perspectivas de empleo y el temor a perderlo. En la medida que la percepción de crisis persista, las familias mantendrán un elevado ahorro precautorio demorando la recuperación.

Por último, cabe destacar que los sectores más rezagados por la pandemia serán los vinculados a los servicios no esenciales ni exceptuados, tales como Restaurantes y hoteles y Servicios comunitarios, sociales y personales. Las restricciones operativas que afectan a las actividades que congregan muchas personas en lugares cerrados serán las últimas en levantarse y los hogares serán reacios a consumir este tipo de servicios hasta que baje la percepción de riesgo de contagio de Covid-19. Pese a que se espera un rebote desde niveles de actividad prácticamente inexistentes (Ej: turismo internacional) sería imposible recuperar los niveles pre crisis antes de que la mayoría de la población sea vacunada contra el coronavirus.

Un nuevo paso hacia la reactivación

¿Cómo evolucionaron la construcción y la industria en junio?

En junio, el Indicador Sintético de la Actividad de la Construcción (ISAC) logró hilvanar dos meses consecutivos en crecimiento respecto al mes previo, dejando atrás el piso de actividad encontrado en abril. En efecto, el nivel de actividad se expandió 38% en relación a mayo, aunque se ubicó en un nivel aún 7% inferior al que se registraba en febrero, previo a la irrupción del COVID-19. Asimismo, el avance mensual contribuyó a una importante reducción en la magnitud de la caída interanual, que era de -48,6% en mayo y recortó a al -14,8% en junio. En esta dinámica influyó también la baja base de comparación que dejó junio 2019, mes en el cual las elevadas precipitaciones registradas habían condicionado seriamente a la actividad.

De esta forma, en el primer semestre la construcción expuso una contracción acumulada del 37,8% frente al mismo periodo de 2020, sumando 22 meses de descensos interanuales.

Por su parte, el índice de producción industrial manufacturero (IPI) registró en junio un crecimiento mensual del 13,8% en la serie sin estacionalidad, evidenciándose una mayor difusión de las mejoras mensuales entre los sectores: en mayo el 85% de los sectores mostraba caídas interanuales, mientras que en junio dicha proporción se redujo al 62%.  El avance permitió que la magnitud del retroceso interanual en la actividad se redujera al -6,6% i.a. en comparación al -26% i.a. visto en mayo. No obstante, el nivel alcanzado resultó aún 13% inferior al de febrero.

De esta forma, el piso de actividad parece haberse encontrado en el segundo trimestre, lapso en el cual la actividad fabril enseñó una contracción histórica del 22,4% i.a., conduciendo a un descenso acumulado del 14,6% i.a. en el primer semestre. La actual fase recesiva de la industria se ha extendido ya por 26 meses.

Por un lado, la recomposición de la actividad de la construcción se ve favorecida por el gradual relajamiento de las restricciones al aislamiento en gran parte del país y condiciones climáticas propicias. Por otra parte, la reactivación exhibe un mayor dinamismo fuera del AMBA, y particularmente en el segmento de la pequeña obra privada asociada a refacciones y/o ampliaciones. En este sentido, en junio se vieron crecimientos interanuales de los despachos de cemento en varias provincias del interior. Sumado a eso, los despachos de cemento en bolsa, asociados a obras de menor magnitud, se expandieron 21% i.a., mientras que las ventas a granel retrocedieron 43,4% i.a.. En este sentido, la obra pública, junto con las obras de mayor envergadura, enseñan un mayor rezago.

Por su parte, la producción industrial muestra que todos los tipos de bienes disminuyeron sus tasas de caída en junio, acumulándose una mayor baja en bienes de capital y bienes de consumo durable en relación a los despachos de bienes de uso intermedio y bienes de consumo no durable. En un contexto de elevada heterogeneidad, en junio ramas industriales completas expusieron incrementos interanuales. Destaca alimentos y bebidas, gracias a lácteos, carnes y vino, y sustancias y productos químicos, producto de las mejoras en pinturas, agroquímicos y materias primas plásticas. En sentido opuesto, las mayores caídas las siguen mostrando los sectores asociadas a equipo de transporte, prendas de vestir, cuero y calzado e industrias metálicas básicas.

¿Qué esperamos?

Los primeros datos de actividad de julio permiten avizorar un nuevo repunte mensual en la actividad constructiva y de las fábricas, aunque de menor intensidad. En este sentido, las mayores restricciones a la circulación impuestas en el AMBA condicionaron aún más la recuperación productiva y comercial de las actividades, particularmente respecto al entramado industrial.

En relación a la construcción, la venta de insumos medida por el Índice Construya creció 13,6% i.a. en julio y superó en un 27% el nivel del mes pasado en la serie desestacionalizada. Sumado a esto, los despachos de cemento crecieron 8,2% respecto al mes pasado. Asimismo, datos sobre la demanda de energía eléctrica del sector permiten confirmar esta mayor dinámica en el séptimo mes del año.

El reciente anuncio de relanzamiento del plan Pro.Cre.Ar contribuye a una mejora en las expectativas, sumado a un costo de construcción en dólares que se mantiene bajo, un nivel de brecha cambiaria que seguirá incentivando la adquisición de insumos y la mayor permanencia de las familias en sus hogares. No obstante, este impulso es contrarrestado por los riesgos asociados a un retroceso en las fases de reapertura de comercios e industrias, frente a un nivel de contagios lejos de encontrar un techo. De esta forma, y puntualmente para las obras privadas de mayor magnitud, las fuertes restricciones en el AMBA y otros centros urbanos seguirán imponiendo límites a una reactivación más robusta. Por estos motivos, esperamos que la construcción exhiba en 2020 una contracción en la zona del 25%, siendo la rama de actividad más golpeada en el año.

Por el lado de la industria, se conoció que la producción automotriz, con un importante peso dentro del índice, se recuperó 36,1% respecto a junio, marcando un tercer mes en alza tras el apagón de abril. Adicionalmente, mientras que el consumo energético se amesetó durante el primer tramo del mes, volvió a retomar la senda alcista durante las últimas dos semanas. Si bien las industrias exportadoras, sus cadenas de proveedores y las industrias emplazadas en parques industriales permanecieron abiertas, gran parte del entramado PyMe de sectores como textil, calzado y  juguetes, entre otros, se mantuvo inactivo.

En línea con lo dicho, la evolución de la industria manufacturera también dependerá de cómo evolucione la magnitud de las restricciones, así como de la respuesta de la demanda doméstica e internacional y el status financiero de las firmas. A su vez, existen ramas que, si bien su ubicación geográfica les permite operar con menores restricciones, su demanda depende de lo que suceda en el AMBA.

Por otra parte, los anuncios de desinversión realizados por algunas empresas, así como ciertas dificultades en el acceso al mercado de cambios para la importación de partes y piezas generan impedimentos en el abastecimiento de suministros y podrían reducir la oferta de insumos industriales a futuro. En este sentido, es esperable que una parte importante de las ramas industriales deba esperar un tiempo importante para volver a experimentar los niveles de producción previos a la pandemia. Como corolario, esperamos que la industria exhiba una contracción superior al 15% en 2020, acumulando así tres años consecutivos en caída, ubicándose en un nivel 20% inferior al vigente en 2017.