Monitor de Crisis

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–  Tipo de cambio

–  Inflación

–  Producto Bruto Interno

–  Consumo Privado

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Industria y construcción: continúa la fase de rebote

¿Cómo evolucionaron la construcción y la industria en julio?

 En julio, el Indicador Sintético de la Actividad de la Construcción (ISAC) mostró un retroceso de -12,9% i.a., exhibiendo una contracción acumulada del 34,0% i.a. y encadenando 23 meses consecutivos de caída. Asímismo, el indicador se expandió 6,8% en relación con junio, quedando a un paso del nivel que se registraba en febrero (-0,3%) y encadenando tres meses consecutivos de mejoras mensuales.

Por su parte, el Índice de Producción Industrial Manufacturero (IPI) registró en julio una contracción de 6,9% i.a., acumulando un descenso del 13,4% i.a. en lo que va del año. En este sentido, el retroceso de julio se vio afectado por la buena base de comparación que dejó julio de 2019, mes en el cual algunas actividades se habían recuperado tras el apagón eléctrico y las elevadas precipitaciones.

Además, el indicador exhibió un crecimiento mensual del 2,1%, aunque evidenciando una moderación en la velocidad de recuperación y ubicándose un 8,8% por debajo de febrero. En este sentido, cabe recordar que la primera quincena del mes estuvo signada por mayores restricciones en el AMBA.

Por un lado, la reactivación de la construcción siguió exhibiendo un mayor dinamismo fuera del AMBA, y particularmente en el segmento de la pequeña obra privada asociada a refacciones y/o ampliaciones, las cuales no favorecen la recuperación en los niveles de empleo . En este sentido, en julio volvieron a detectarse crecimientos interanuales de los despachos de cemento en varias provincias del interior, principalmente en la región Norte, mientras que siguieron achicándose en CABA y PBA.

Sumado a eso, los despachos de cemento en bolsa, asociados a obras de menor magnitud, se expandieron 11,1% i.a. en el mes, mientras que las ventas a granel retrocedieron 47,2% i.a. En esta línea, la obra pública, para la cual se registran principalmente obras menores de saneamiento en algunos municipios, junto con las obras de mayor envergadura, continúan enseñando un mayor rezago.

Por otro lado, según la Cámara Argentina de la Construcción (CAMARCO), la proporción de compañías que desarrollaron obras con normalidad pasó de 45% a 54% entre junio y julio, favoreciendo una mejora relativa en las expectativas de los empresarios. Asimismo, creció la proporción de empresas presentando presupuestos y ofertas de obras privadas y públicas, aunque siguen siendo menos de la mitad de las empresas relevadas.

Respecto a la producción industrial, en julio no logró darse una mayor difusión de las mejoras interanuales entre los sectores: en junio el 57% de los sectores mostraba caídas interanuales, mientras que en julio dicha proporción se elevó al 63%. En un marco de elevada heterogeneidad, la difusión de la recuperación interanual continúa limitada a unos pocos sectores, especialmente aquellos vinculados al rubro alimenticio (carnes, vinos, cereales y lácteos), algunas actividades al interior del bloque de los químicos (pinturas, medicamentos, desinfectantes) y particularmente aquellos sectores que atienden la demanda del agro (maquinaria agrícola, agroquímicos).

¿Qué esperamos?

En lo que respecta a la construcción, la venta de insumos medida por el Índice Construya creció 2,3% i.a. en agosto, pero mostró una corrección a la baja del 11,3% con relación al mes previo. Esta contracción se dio porque en julio se había registrado un récord en el indicador ante una importante recomposición de stocks de los distribuidores.

Además, en los dos últimos meses se encendieron las alarmas por el notable salto que mostró el costo de los materiales de construcción relevado por INDEC, lo que impactará negativamente en la rentabilidad esperada para el desarrollo de nuevas obras privadas. No obstante, el costo de construcción en dólares aún se mantiene bajo en términos históricos.

Por otra parte, cabe destacar que el impulso puede enfrentarse a los riesgos asociados a un retroceso en las fases de reapertura, frente a un nivel de contagios lejos de encontrar un techo. De esta forma, y puntualmente para las obras privadas de mayor magnitud, las fuertes restricciones en el AMBA y otros centros urbanos seguirán imponiendo límites a una reactivación más robusta. Por estos motivos, esperamos que la construcción exhiba en 2020 una contracción superior al 25%.

Por el lado de la industria, la producción automotriz en agosto se recuperó 21,2% respecto a julio, marcando un cuarto mes en alza tras el colapso de abril. Adicionalmente, se observa una nueva mejora mensual en el consumo energético en los establecimientos fabriles. En este sentido, junto al progreso en las fábricas de vehículos, se detecta una evolución favorable en la demanda energética de industrias de productos metálicos, textiles y químicos.

De aquí en más, la evolución de la industria manufacturera también dependerá de cómo evolucione la magnitud de las restricciones, así como de la respuesta de la demanda doméstica e internacional y el status financiero de las firmas. A su vez, existen ramas que, si bien su ubicación geográfica les permite operar con menores restricciones, su demanda depende de lo que suceda en el AMBA.

Por otra parte, los anuncios de desinversión realizados por algunas empresas, así como ciertas dificultades en el acceso al mercado de cambios para la importación de partes y piezas generan impedimentos en el abastecimiento de suministros y podrían reducir la oferta de insumos industriales a futuro. En este sentido, es esperable que una parte importante de las ramas industriales deba esperar un tiempo importante para volver a experimentar los niveles de producción previos a la pandemia.

Recuperación desestacionalizada, desplome interanual: la actividad en rojo

En junio de 2020, el Estimador Mensual de Actividad Económica (EMAE) mostró una contracción de 12,3% respecto a igual mes del año pasado. De esta manera, la actividad se desplomó casi 13% i.a. en la primera mitad del año y 19,6% i.a. en el fatídico segundo trimestre de pandemia y cuarentena (que arrojó una caída de 16,6% en términos desestacionalizados).

Más allá de estos números, muy negativos por donde se los mire, podemos afirmar que la economía habría encontrado un piso en abril y, desde entonces, comenzó a recuperarse. En este sentido, resalta el crecimiento desestacionalizado de 7,4% en junio respecto de mayo, acumulando un avance de 17,7% en relación con el cuarto mes del año, piso de la actual crisis. Sin embargo, y pese a esta “suba”, la actividad cerró junio 13,5% por debajo del nivel de diciembre de 2019, marcando que todavía queda mucho terreno por recorrer.

Descripto el escenario actual y explicado que lo peor de la crisis ya pasó, tiene sentido entonces empezar a pensar en la recuperación. En primer lugar, lamentablemente, hay que decir que 2020 será un año perdido en materia de actividad económica: aun cuando la reestructuración de la deuda con acreedores privados sea exitosa y se reduzca la incertidumbre en el corto plazo, la economía no avanzará significativamente. Por el contrario, salvo algunas ramas que podrían mejorar impulsadas por los pedidos de pre-cuarentena atrasados, las caídas interanuales seguirán siendo de dos dígitos en el corto plazo.

La segunda mitad del año será mejor que la primera -o, en realidad, “menos peor”-, pero claramente estará por debajo de la segunda parte de 2019. A las restricciones productivas que impuso la pandemia y la cuarentena, corresponde sumarle los golpes a la demanda que está provocando. En este punto, resaltan la pérdida de puestos de trabajo en el sector formal y especialmente informal -donde una porción importante de los trabajadores se quedó sin ingresos-, su ajuste sobre el poder adquisitivo y la elevada volatilidad que arrastra nuestra economía. Además, el ahorro precautorio al que induce el Coronavirus y la crisis será un ancla de plomo para la recuperación del consumo privado y las inversiones, las dos variables más golpeadas por la crisis.

Por otra parte, si bien algunas exportaciones podrían arrojar buenos desempeños, especialmente aquellas vinculadas a los sectores esenciales y dirigidas a China -oleaginosas-, no alcanzarían a motorizar la reactivación económica. Por último, el gasto público servirá para atenuar la crisis, adoptando un carácter contracíclico, pero en este contexto de acotado financiamiento genuino y mucha emisión un incremento significativo de esta variable podría acarrear más problemas que soluciones. Con todos estos números, proyectamos una caída del PBI entre 12,5 y 13% i.a. en el promedio anual de 2020, que provocaría que la actividad vuelva a los niveles de 2009 y, más preocupante aún, que retroceda casi 18% i.a. en términos per cápita, acercándose a los niveles de 2005.

De cara a 2021, la recuperación estaría liderada por un sector público con una política expansiva y un consumo privado que mejoraría impulsado por el crecimiento del salario real y las bajas bases de comparación que dejará este año. Por su parte, la inversión también se recuperaría, pero más por el desplome de este año que por un avance genuino. Como resultado, la economía podría crecer cerca de 7% en el año electoral. Si bien esto marcaría un importante avance respecto de 2020, el PBI cerraría 2021 cerca de 7% por debajo del nivel de 2019. Quedará la entonces segunda mitad del mandato de Alberto Fernández para, con buena suerte, retornar al punto de partida.

La economía post cuarentena y reestructuración de la deuda

En las últimas semanas, la cuarentena comenzó a desandarse gradualmente, especialmente en lo que a la producción respecta. Pese a que los casos de Coronavirus siguen creciendo, la decisión oficial de extender -sin mayores cambios- hasta el 30 de agosto el ASPO en varias regiones del país muestra que no hay margen para endurecer las restricciones aún cuando el sistema sanitario está más demandando.

Asimismo, el proceso de reestructuración de la deuda pública ha avanzado significativamente tras el acuerdo con los principales grupos de acreedores ley extranjera. Si bien todavía falta efectivizar el canje, replicarlo a los bonos ley local en moneda dura y alcanzar un acuerdo con el FMI para extender la devolución del préstamo otorgado, este frente luce encaminado.

Por lo tanto, nos acercamos al día después de la cuarentena y la reestructuración de la deuda. En consecuencia, qué sucederá con el nivel de actividad económica se vuelve una de las principales dudas.

En primer lugar, hay que decir que las medidas de aislamiento impactaron de manera heterogénea en las distintas ramas de actividad. Si bien la mayoría de los sectores continúa en rojo, la profundidad de la caída varió inter e intra sectorialmente. Asimismo, aunque en los últimos meses se observa una recuperación de la actividad, el nivel se ubica claramente por debajo del registrado antes de la pandemia.

De hecho, la reactivación tendrá dos etapas bien marcadas. Una inicial, que ya está sucediendo, donde la oferta se “despertará”, recuperando parte de lo perdido consecuencia de la incapacidad de producir durante el confinamiento. Luego, hacia fines de año y durante 2021, la recuperación sería más lenta, pero ya no estaría asociada a la imposición y remoción de la cuarentena, sino a la evolución de la demanda (principalmente interna), donde algunos sectores podrían incluso recuperar los niveles pre-pandemia. Veamos.

Reactivación sectorial a distintas velocidades

Comencemos con la Construcción. La irrupción de la pandemia implicó una parálisis completa de las actividades para uno de los sectores más afectados durante la recesión 2018-2019. El incremento de la proporción de firmas para operar con normalidad permitió dos meses consecutivos de mejoras a partir de mayo. En el corto plazo, la dinámica de reactivación continuaría, producto de la flexibilización de las restricciones y el incremento de la demanda para refacciones en el hogar ya que su nivel de actividad sigue lejos de la pre-pandemia.

Asimismo, una vez que la economía ingrese en la nueva normalidad, podremos observar un repunte del sector por su carácter procíclico y porque en un escenario de restricciones cambiarias las opciones de ahorro se reducen y la construcción se configura como una alternativa atractiva para adquirir un bien “dolarizado” en un contexto de bajos costos de producción en moneda dura. Además, es una rama de actividad estratégica para el Ejecutivo: no insume casi divisas/importaciones y permite crear empleo dentro de los sectores de menores ingresos, que fueron los más golpeados por la pandemia/cuarentena. Anuncios como el Procrear y planes de obra pública marcan la intención oficial de impulsar la actividad.

Otro sector clave es la Industria manufacturera. Dado el carácter esencial de algunos rubros, la cuarentena impactó de manera muy heterogénea en esta rama de actividad: mientras que en abril los sectores productores de bienes de consumo intermedio, durables y de capital mostraron caídas inéditas (Automotriz y autopartes, -88,5% i.a. y Prendas de vestir y calzado, -79,8% i.a) otros como Alimentos y bebidas se mantuvieron prácticamente estables (-1,0% i.a.).

En el caso de las primeras, a partir de mediados de mayo comenzó un proceso de reapertura. En este sentido, la mejora relativa en el índice de producción industrial (pasó de -33,5% i.a. en abril a -6,6% i.a. en junio) fue, en parte, producto de puesta en marcha de fábricas no esenciales, donde se libraron órdenes de compra pendientes y se recompusieron stocks. Vale la pena destacar que la esta notoria mejora responde más a la “reapertura” que al incremento genuino de la demanda (salvo ramas vinculadas a bienes durables para el hogar, donde el consumo repuntó).

En este marco, esperamos que el impulso dure sólo un par de semanas, hasta recomponer stocks y cumplir órdenes de compra pendientes, dado que todavía resta un tiempo prudencial para que la demanda interna vuelva a los niveles pre-crisis. El año próximo, la nueva normalidad con recomposición del salario real y políticas destinadas a dinamizar el consumo en el año electoral (Ahora 12, por ejemplo), permitirían que las industrias orientadas al mercado interno se aproximen a los niveles pre-pandemia hacia fines del 2021.

Párrafo aparte merece la agroindustria. Con menores restricciones para operar y menor caída de la demanda (interna y externa), puede ser considerada la rama industrial menos golpeada por la pandemia/cuarentena. A futuro, tanto el sector primario como el agroindustrial son claves para la recuperación pues dinamizan ramas industriales vinculadas – agroquímicos y maquinaria agrícola- y son generadores de divisas genuinas. La elevada demanda de alimentos por parte de Asia y la recuperación de precios de los principales commodities agrícolas podrían apuntalar al sector el año entrante. Sin embargo, hay escollos por sortear: el tipo de cambio real es poco competitivo tras el pago de retenciones y existen riesgos climáticos (escasez de lluvias por el fenómeno climático de “la niña”) en la provisión de insumos importados.

Por su parte, el desplome del precio del petróleo y las restricciones a la circulación generaron que el sector Minas y canteras cayera cerca de 20% i.a., tanto en abril como en mayo. La recuperación del precio internacional y el acuerdo con los bonistas mejoró las golpeadas expectativas del sector petrolero y gasífero -principalmente para Vaca Muerta-, pero resta esperar la reversión del desplome de la demanda interna y la flexibilización de las férreas restricciones cambiarias. El panorama podría mejorar con la implementación del plan “Esquema gas 2020-2024”, que busca garantizar el abastecimiento interno y reducir importaciones, a la par que el descongelamiento de las tarifas de servicios públicos y naftas.

Por el lado de los servicios, Comercio minorista y mayorista es el rubro que mostró mayor incidencia negativa en el nivel de actividad. Pese a que desde mayo viene lentamente moderando su caída producto de un mayor número de comercios habilitados y la implementación de modalidades alternativas de comercialización (online, delivery, pick up, etc.), las ventas fueron acotadas a excepción de los consumos más básicos.

La pregunta del millón es cuánto tardará el resto de la demanda en volver a los niveles pre-crisis y qué hábitos de consumo sufrirán cambios estructurales tras la pandemia. Una parte importante de la respuesta dependerá del mercado laboral y, en particular, de las perspectivas de empleo y el temor a perderlo. En la medida que la percepción de crisis persista, las familias mantendrán un elevado ahorro precautorio demorando la recuperación.

Por último, cabe destacar que los sectores más rezagados por la pandemia serán los vinculados a los servicios no esenciales ni exceptuados, tales como Restaurantes y hoteles y Servicios comunitarios, sociales y personales. Las restricciones operativas que afectan a las actividades que congregan muchas personas en lugares cerrados serán las últimas en levantarse y los hogares serán reacios a consumir este tipo de servicios hasta que baje la percepción de riesgo de contagio de Covid-19. Pese a que se espera un rebote desde niveles de actividad prácticamente inexistentes (Ej: turismo internacional) sería imposible recuperar los niveles pre crisis antes de que la mayoría de la población sea vacunada contra el coronavirus.

Un nuevo paso hacia la reactivación

¿Cómo evolucionaron la construcción y la industria en junio?

En junio, el Indicador Sintético de la Actividad de la Construcción (ISAC) logró hilvanar dos meses consecutivos en crecimiento respecto al mes previo, dejando atrás el piso de actividad encontrado en abril. En efecto, el nivel de actividad se expandió 38% en relación a mayo, aunque se ubicó en un nivel aún 7% inferior al que se registraba en febrero, previo a la irrupción del COVID-19. Asimismo, el avance mensual contribuyó a una importante reducción en la magnitud de la caída interanual, que era de -48,6% en mayo y recortó a al -14,8% en junio. En esta dinámica influyó también la baja base de comparación que dejó junio 2019, mes en el cual las elevadas precipitaciones registradas habían condicionado seriamente a la actividad.

De esta forma, en el primer semestre la construcción expuso una contracción acumulada del 37,8% frente al mismo periodo de 2020, sumando 22 meses de descensos interanuales.

Por su parte, el índice de producción industrial manufacturero (IPI) registró en junio un crecimiento mensual del 13,8% en la serie sin estacionalidad, evidenciándose una mayor difusión de las mejoras mensuales entre los sectores: en mayo el 85% de los sectores mostraba caídas interanuales, mientras que en junio dicha proporción se redujo al 62%.  El avance permitió que la magnitud del retroceso interanual en la actividad se redujera al -6,6% i.a. en comparación al -26% i.a. visto en mayo. No obstante, el nivel alcanzado resultó aún 13% inferior al de febrero.

De esta forma, el piso de actividad parece haberse encontrado en el segundo trimestre, lapso en el cual la actividad fabril enseñó una contracción histórica del 22,4% i.a., conduciendo a un descenso acumulado del 14,6% i.a. en el primer semestre. La actual fase recesiva de la industria se ha extendido ya por 26 meses.

Por un lado, la recomposición de la actividad de la construcción se ve favorecida por el gradual relajamiento de las restricciones al aislamiento en gran parte del país y condiciones climáticas propicias. Por otra parte, la reactivación exhibe un mayor dinamismo fuera del AMBA, y particularmente en el segmento de la pequeña obra privada asociada a refacciones y/o ampliaciones. En este sentido, en junio se vieron crecimientos interanuales de los despachos de cemento en varias provincias del interior. Sumado a eso, los despachos de cemento en bolsa, asociados a obras de menor magnitud, se expandieron 21% i.a., mientras que las ventas a granel retrocedieron 43,4% i.a.. En este sentido, la obra pública, junto con las obras de mayor envergadura, enseñan un mayor rezago.

Por su parte, la producción industrial muestra que todos los tipos de bienes disminuyeron sus tasas de caída en junio, acumulándose una mayor baja en bienes de capital y bienes de consumo durable en relación a los despachos de bienes de uso intermedio y bienes de consumo no durable. En un contexto de elevada heterogeneidad, en junio ramas industriales completas expusieron incrementos interanuales. Destaca alimentos y bebidas, gracias a lácteos, carnes y vino, y sustancias y productos químicos, producto de las mejoras en pinturas, agroquímicos y materias primas plásticas. En sentido opuesto, las mayores caídas las siguen mostrando los sectores asociadas a equipo de transporte, prendas de vestir, cuero y calzado e industrias metálicas básicas.

¿Qué esperamos?

Los primeros datos de actividad de julio permiten avizorar un nuevo repunte mensual en la actividad constructiva y de las fábricas, aunque de menor intensidad. En este sentido, las mayores restricciones a la circulación impuestas en el AMBA condicionaron aún más la recuperación productiva y comercial de las actividades, particularmente respecto al entramado industrial.

En relación a la construcción, la venta de insumos medida por el Índice Construya creció 13,6% i.a. en julio y superó en un 27% el nivel del mes pasado en la serie desestacionalizada. Sumado a esto, los despachos de cemento crecieron 8,2% respecto al mes pasado. Asimismo, datos sobre la demanda de energía eléctrica del sector permiten confirmar esta mayor dinámica en el séptimo mes del año.

El reciente anuncio de relanzamiento del plan Pro.Cre.Ar contribuye a una mejora en las expectativas, sumado a un costo de construcción en dólares que se mantiene bajo, un nivel de brecha cambiaria que seguirá incentivando la adquisición de insumos y la mayor permanencia de las familias en sus hogares. No obstante, este impulso es contrarrestado por los riesgos asociados a un retroceso en las fases de reapertura de comercios e industrias, frente a un nivel de contagios lejos de encontrar un techo. De esta forma, y puntualmente para las obras privadas de mayor magnitud, las fuertes restricciones en el AMBA y otros centros urbanos seguirán imponiendo límites a una reactivación más robusta. Por estos motivos, esperamos que la construcción exhiba en 2020 una contracción en la zona del 25%, siendo la rama de actividad más golpeada en el año.

Por el lado de la industria, se conoció que la producción automotriz, con un importante peso dentro del índice, se recuperó 36,1% respecto a junio, marcando un tercer mes en alza tras el apagón de abril. Adicionalmente, mientras que el consumo energético se amesetó durante el primer tramo del mes, volvió a retomar la senda alcista durante las últimas dos semanas. Si bien las industrias exportadoras, sus cadenas de proveedores y las industrias emplazadas en parques industriales permanecieron abiertas, gran parte del entramado PyMe de sectores como textil, calzado y  juguetes, entre otros, se mantuvo inactivo.

En línea con lo dicho, la evolución de la industria manufacturera también dependerá de cómo evolucione la magnitud de las restricciones, así como de la respuesta de la demanda doméstica e internacional y el status financiero de las firmas. A su vez, existen ramas que, si bien su ubicación geográfica les permite operar con menores restricciones, su demanda depende de lo que suceda en el AMBA.

Por otra parte, los anuncios de desinversión realizados por algunas empresas, así como ciertas dificultades en el acceso al mercado de cambios para la importación de partes y piezas generan impedimentos en el abastecimiento de suministros y podrían reducir la oferta de insumos industriales a futuro. En este sentido, es esperable que una parte importante de las ramas industriales deba esperar un tiempo importante para volver a experimentar los niveles de producción previos a la pandemia. Como corolario, esperamos que la industria exhiba una contracción superior al 15% en 2020, acumulando así tres años consecutivos en caída, ubicándose en un nivel 20% inferior al vigente en 2017.

Crisis COVID-19: inédita por su profundidad, pero heterogénea por rama de actividad

El Indicador Sintético de la Actividad (EMAE) exhibió una contracción de 20,6% i.a. en el mes de mayo, acumulando una caída del 13,2% i.a. en los primeros cinco meses del año. A su vez, dado que abril fue el mes con mayores restricciones, marcó un piso y permitió que en mayo la reactivación parcial de la producción se traduzca en un rebote del 10,0% respecto al mes anterior. Sin embargo, a pesar de la mejora parcial, la actividad aún se encuentra un 19,0% por debajo de los niveles de febrero, antes de la irrupción de la pandemia. Además, acumuló un retroceso del 19,7% respecto a diciembre del 2019, ubicándose en los niveles más bajos desde 2006.

Exceptuando a Pesca (+61,5% i.a.), el resto de las 14 ramas de actividad registraron caídas interanuales, destacándose que 12 de ellas moderaron el ritmo de retracción con relación a abril. Además, cabe destacar que continuó reinando un impacto heterogéneo: el shock de oferta impactó de manera diferente en los distintos sectores, deteriorando en mayor medida a aquellos que tienen más restricciones para operar.

En este sentido, las caídas más profundas continuaron sintiéndose en sectores no esenciales, como Hoteles y restaurantes (-74,3% i.a.), Servicios comunitarios, sociales y personales (-72,1% i.a.) y Construcción (-62,1% i.a.). Por su parte, caídas menores a dos dígitos las tuvieron Intermediación financiera (-4,3% i.a.), Electricidad, gas y agua (-5,1% i.a.) y Enseñanza (-9,1% i.a.), tres sectores que tuvieron menores restricciones relativas.

¿Qué esperamos?

En junio, la recuperación en la actividad tendió a reafirmarse. Por caso, la demanda de energía eléctrica de industrias y comercios grandes pasó de reducirse 23% i.a. en mayo a hacerlo a un ritmo del -14% i.a. en junio, mientras que las ventas de insumos para la construcción avanzaron 2% i.a. (vs -32% i.a. en mayo).

A su vez, los patentamientos de vehículos 0km se elevaron 5% i.a. frente a la merma del 42% i.a. de mayo, y la producción de vehículos redujo su retroceso interanual al 35% i.a. desde el -85% expuesto en mayo. Por otra parte, las ventas en comercios minoristas desaceleraron su caída al 35% i.a. desde el -51% i.a. registrado en mayo, al tiempo que los despachos de cemento moderaron su retracción del -33% al -7%.

No obstante, la intermitencia a la que estará expuesta la economía frente a las medidas de mitigación del avance de COVID-19, incorporan obstáculos en el camino a la recuperación, principalmente en el AMBA. En esta línea, en las últimas semanas varias provincias retrocedieron de fase. A su vez, según un informe reciente publicado por el Ministerio de Desarrollo Productivo, entre junio y julio el empleo habilitado para trabajar a nivel país se redujo del 80% al 77%.

En este sentido, el endurecimiento de las restricciones en determinadas partes del país y la incertidumbre respecto a cuánto tiempo se prolongarán, siguen empeorando las perspectivas y conllevan un proceso de recuperación más lento. En este marco, esperamos que la actividad cierre el año en niveles inferiores a los observados antes de la pandemia y que la contracción anual de la actividad sea de al menos 12% para el 2020, representando una de las caídas más profundas de la historia argentina.

 

Saliendo del pozo

¿Qué sucedió con la construcción en mayo?

En mayo, el Indicador Sintético de la Actividad de la Construcción (ISAC) mostró una caída de 48,6% en la comparación interanual. A su vez, en el acumulado de los primeros cinco meses del año, exhibió una contracción del 42,2% respecto al mismo periodo que 2019, acumulando así 21 meses consecutivos en rojo.

Por su parte, debido a que en el mes de mayo se comenzaron a retomar algunas actividades principalmente fuera del AMBA y en abril prácticamente la actividad estuvo paralizada, el índice de la serie desestacionalizada mostró un incremento del 99,9% respecto al mes anterior. El rebote tan marcado corresponde a que el sector alcanzó niveles nunca vistos en el mes de abril.

En este sentido, todos los insumos que componen al índice mostraron subas en términos desestacionalizados. Algunos incluso presentaron subas mayores al 100%, como ladrillos huecos, artículos sanitarios de cerámica, pisos y revestimientos cerámicos, entre otros. De todas maneras, cabe destacar que los niveles aún se encuentran muy por debajo de lo observado en febrero, antes de la implementación de las restricciones.

¿Y la industria?

El Indicador de Producción Industrial (IPI) mostró una contracción del 26,4% i.a. en mayo, acumulando una caída de 16,3% i.a. en el primer cuatrimestre del año. En la medición desestacionalizada, exhibió un incremento del 9% respecto a abril, también gracias a la reapertura de algunas actividades con estrictos protocolos.

De todas maneras, de acuerdo con un relevamiento especial realizado por el INDEC, solamente el 39% de las industrias encuestadas pudieron operar con normalidad en mayo, mientras que el 50,3% operaron parcialmente y 11,1% directamente no tuvieron actividad productiva. Esto indica que, si bien comenzaron a levantarse las restricciones, más de la mitad del sector no pudo operar con normalidad.

En lo que respecta a las ramas industriales, todas mostraron un retroceso por tercer mes consecutivo, aunque nuevamente se observa una dinámica disímil entre las distintas actividades productivas. Por un lado, caídas menores a dos dígitos las tuvieron Alimentos, bebidas y tabaco (-5,6% i.a.) y Madera, papel, edición e impresión (-9,7% i.a.).

Por el otro, Automotores y otros equipos de transporte (-73,7% i.a.), Textiles, prendas de vestir, cuero y calzado (-57,2% i.a.), Minerales no metálicos y metálicas básicas (-52,5% i.a.) y Otros equipos, aparatos e instrumentos (-51,6% i.a.) mostraron las contracciones más profundas y corresponden a los sectores que continuaron con importantes restricciones.

¿Qué esperamos?

Según el índice construya, – buen proxy de lo que sucede con la obra privada- las ventas de insumos para la construcción mostraron un incremento del 1,7% i.a. en junio, junto con una suba del 33% respecto a lo observado en mayo. El buen resultado corresponde a dos factores: junio fue el mes en el cual la mayor parte del territorio del país ingresó a la etapa de distanciamiento social y comenzaron a retomarse aún más obras privadas, siempre con estrictos protocolos. Sin embargo, parte de la mejora interanual es explicada por la baja base de comparación del año anterior (la caída interanual alcanzó el 12% en junio de 2019).

De todas formas, a pesar de que la mayor parte del país se encuentra en la etapa de distanciamiento social, las medidas preventivas siguen vigentes en el AMBA y se profundizaron en el mes de julio. En este sentido, esperamos que la recuperación para el sector tenga un techo bajo en la medida que las restricciones en los principales centros urbanos sigan vigentes, considerando que la actividad no podrá realizarse con normalidad hasta que, por ejemplo, los trabajadores puedan movilizarse en transporte público. Es por estos motivos que esperamos que la construcción exhiba una contracción superior al 20% en 2020, siendo la rama de actividad más golpeada en el año.

También la evolución de la industria también dependerá de cómo continúen las restricciones. Lamentablemente, para la mayor parte de las ramas industriales pasará un tiempo importante para que puedan volver a los niveles de producción antes de la pandemia. Existen ramas que, si bien se encuentran físicamente en lugares donde las restricciones son menores, la producción depende de lo que suceda en el AMBA, lo cual impide que operen con normalidad. A su vez, las complicaciones financieras por las que están atravesando varias industrias generará que el proceso de recuperación sea más lento, a la par que una vez que las restricciones concluyan, se enfrentarán a una demanda muy deprimida. En este sentido, esperamos que la industria exhiba una contracción mayor al 15% anual en 2020, acumulando tres años consecutivos de contracción.

2002 y 2020, ¿más coincidencias que un anagrama?

En 2020, el PBI global caerá casi 5% según las proyecciones del FMI, experimentando la mayor contracción desde la Gran Depresión que comenzó en 1929. Sin embargo, habrá comportamientos muy heterogéneos entre países. Lamentablemente, la economía argentina será una de las que más sufrirá a nivel global (la sexta, según el Fondo), incluso a pesar de no ser uno de los países más golpeados por el COVID-19 a términos sanitarios -al menos hasta ahora-.

Este pobre desempeño se explica por la fragilidad económica previa a la pandemia: dos años seguidos en recesión, inflación en la zona del 50% y una caída del salario real cercana al 20%. Como resultado, la crisis del Coronavirus nos llevará a un retroceso del PBI de dos dígitos en el promedio anual. Para peor, con el dato del EMAE de abril (-26,4% i.a.), el piso de actividad de la crisis 2018-2020 ya superó al de 2001-2002. Con este dato, se reavivaron algunos fantasmas de aquel momento. Ahora bien, ¿tienen asidero? Comparar ambos períodos nos ayudará al respecto, sobre todo para entender similitudes y diferencias y la posible forma de la recuperación.

Empecemos por los puntos en común: ambas crisis serán las dos recesiones más profundas de los últimos cien años (según nuestras estimaciones el PIB caerá este año aún más que en 2002). Sin embargo, al comparar las trayectorias aparecen más diferencias que semejanzas.

En la crisis anterior, la caída del PBI empezó en la segunda mitad de 1998, durando cuatro años y agravándose progresivamente. Si bien el deterioro se aceleró a fines de 2001 producto del colapso de la Convertibilidad (default y devaluación), el declive fue paulatino a lo largo de los años. En cambio, en 2020, la recesión se profundizó abismalmente producto del Coronavirus y las restricciones a la producción y a la demanda para contener los contagios. Dicho esto, vale remarcar que esta crisis se agudizó por factores extraeconómicos (Pandemia/Cuarentena).

Por las características propias de una economía sin inflación -el nivel general de precios incluso retrocedió 3,4% entre 1998 y 2001-, el ajuste recayó en la crisis anterior casi íntegramente sobre las cantidades, algo que no pasó en la situación actual, donde el mismo también incluyó a los precios. A modo de ejemplo, en ese entonces el desempleo llegaba al 18,4%, mientras que este año promediaría 13%. Sin embargo, entre 1998 y 2001, la caída del poder adquisitivo fue acotada, producto de la dificultad de bajar salarios nominales, aún en un contexto deflacionario, a la par que entre 2018 y 2019 esta variable acumuló un retroceso de 20% y perdería no menos de un 5% adicional este año.}

Dicho esto, vale remarcar que la crisis anterior comenzó por el lado de la demanda y se agravó constantemente por problemas vinculados al consumo y la inversión, mientras que en esta coyuntura se sumaron los problemas de oferta: empresas que producirían más pero que por la cuarentena y sus restricciones no lo están pudiendo hacer. En consecuencia, la caída esta vez será mucho más heterogénea a nivel sectorial -ramas esenciales, exceptuadas y no esenciales, por caso-, mientras que a comienzos de siglo el deterioro fue más homogéneo (menos dispar).

Pasado este punto, se observa que no hay tantas semejanzas entre la crisis de 1998-2002 y la que comenzó en 2018 y se agravó este año, ¿pasará lo mismo con la recuperación?

Para diagramar la reactivación, hay que pensar en sus posibles motores. Desde 2002, las exportaciones fueron uno de los pilares de la recuperación, impulsadas por la mejora del tipo de cambio real y un contexto externo favorable, que apuntalaba también la recaudación vía retenciones. En este sentido, un sector público con superávit primario y sin pagos de deuda por el default fue un driver esencial, impulsando la inversión y el consumo por el lado estatal. Sumando la elevada capacidad ociosa del aparato productivo, pudimos crecer sin tensiones por el lado inflacionario, al menos hasta 2006-2007.

Actualmente, la situación es distinta. Por un lado, porque el sector público tendrá un déficit muy elevado, de mínima superior al 6% del PBI en 2020. Para peor, no está claro cómo lo financiará: si bien la expansión de la base monetaria se atenuó en las últimas semanas, producto de la esterilización vía LELIQs y pases, a la par que se abrió algo de espacio para que el Tesoro Nacional colocara deuda en pesos, no queda claro cuánto espacio habrá para seguir con estas políticas de absorción en el corto plazo. En consecuencia, si el mayor déficit fiscal producto de la pandemia/cuarentena no se ajustara rápidamente, se reactivarían las tensiones cambiarias (suba de las cotizaciones paralelas, mayores expectativas de devaluación y menores excedentes de dólares en el mercado oficial).

Por otro lado, aparece la cuestión nominal: pasada la mega devaluación, la suba de precios entre 2003 y 2006 fue baja y previsible, fortaleciendo el crecimiento. En cambio, en este contexto, habrá riesgos latentes y permanentes por este frente: liquidez excedente, tarifas que se atrasan, presiones cambiarias y de recomposición salarial, más la elevada inercia preexistente, amenazarán constantemente la baja -transitoria- observada en la inflación.

Por su parte, el frente externo tampoco parece tan prometedor como a principios de siglo. Si bien el superávit comercial de bienes llegaría a niveles récord este año, lo haría por un desplome de las importaciones y no por un avance de las exportaciones, que también caerían en el corto plazo producto de la menor actividad global (principalmente de Brasil, nuestro primer socio comercial, al menos hasta 2019). En consecuencia, tendríamos un saldo comercial en máximos, pero un flujo (suma de exportaciones e importaciones) en mínimos. Pensando en la producción local y sus posibilidades de recuperación, esto no representa un motor sino más bien un freno.

Asimismo, el tipo de cambio real, que se encontraba en niveles altamente competitivos a la salida de la crisis de 2002, en la actualidad está en línea con el promedio histórico y por debajo de éste si descontamos la elevada presión tributaria y las retenciones. Además, pese a las fuertes restricciones a la compra de divisas (incluso para importar bienes) el BCRA no logra acumular reservas netas y existen amenazas latentes en el frente inflacionario y en el plano internacional (depreciación de las monedas emergentes y avalancha de importaciones ante demanda internacional deprimida). Por lo tanto, el frente cambiario no será el motor de antaño y pude convertirse en un foco de tensión.

Otro aspecto que puede condicionar la recuperación es que estamos en plena negociación de la deuda pública ley extranjera, con un final todavía abierto. Cerrado este capítulo resta aún discutir el repago de la deuda con el FMI. Por lo tanto, la incertidumbre en este frente no se disipará en el corto plazo. En cambio, pasado el primer cuatrimestre de 2002, el efecto negativo del default comenzó a diluirse, para luego, en plena fase expansiva, poder reestructurar exitosamente la deuda en 2005. En consecuencia, no tenemos los motores del 2002 pero sí algunos problemas adicionales.

No obstante, no todos los puntos son negativos: la crisis actual posee un grado elevado de “inducción”, ya que responden a restricciones productivas para contener contagios del Coronavirus. No por inducidas estas caídas son menos reales, pero sí serían menos persistentes: el deterioro abrupto debería revertirse a medida que la cuarentena se flexibilice/levante. Ahora bien, una vez pasado este rebote, la reactivación, posiblemente, será más lenta y dificultosa que la de la crisis de 2001-2002. Superar la pandemia y la negociación de la deuda son condiciones necesarias, pero no suficientes para volver a crecer; lamentablemente, estas últimas todavía son signos de interrogación.

La economía acostada en terapia intensiva

Abril fue el primer mes en el cual la cuarentena rigió a lo largo de todo el territorio y durante todos los días del mes. El resultado fue una caída de 26,4% de la actividad (un retroceso superior a 11% i.a. en los primeros cuatro meses del año), según el Estimador Mensual de la Actividad Económica (EMAE). Vale decir que esta contracción fue casi 10 p.p. más profunda que la mayor caída interanual asociada a la crisis del 2001 (-16,7% i.a. en marzo de 2002).

A su vez, la economía cayó 17,5% en términos desestacionalizados respecto al mes de marzo -número que representó máximos históricos-, acumulando una caída de -26,9% en el primer cuatrimestre del año y ubicándose en los niveles más bajos desde fines del año 2004.

En lo que respecta a las ramas de actividad, lo más importante a resaltar es que todas las ramas mostraron contracción en el mes. De todas maneras, reinó un impacto heterogéneo: las caídas más profundas las tuvieron los sectores que directamente no pudieron operar –representando en su mayoría caídas sectoriales nunca antes vistas-, mientras que las ramas consideradas esenciales tuvieron un menor impacto relativo.

En este sentido, la Construcción fue la rama más golpeada. La repentina y completa parálisis de las actividades generaron que el sector que ya acumula 21 meses consecutivos de contracción caiga 86,4% i.a., acumulando un retroceso superior a 40% i.a. en los primeros cuatro meses del año. Para poner en magnitud el deterioro, en el mes de abril el sector se ubicó en niveles que representaron únicamente un 24% de lo observado en el mes anterior.

Por su parte, la Industria manufacturera mostró una contracción de 36,3% i.a. y acumuló una caída de 14,5% i.a. en los primeros cuatro meses del año, un menor impacto debido a que algunas ramas (la alimentaria, por ejemplo) pudieron operar con relativa normalidad. En lo que respecta al Comercio, se observó una caída de 27% i.a. (-10,8% i.a. en lo que va del año), debido a que, exceptuando a los comercios esenciales, todos tuvieron que cerrar sus puertas en el mes. Este sector, junto a la industria y a la construcción fueron los que mayor incidencia negativa tuvieron en el mes.

Por su parte, el sector que más afectado se verá en todo el año, Hoteles y restaurantes, cayó -85,4% i.a. No obstante, también exhibieron caídas de dos dígitos, Otras actividades de servicios comunitarios (-72,2% i.a.), Explotación de minas y canteras (-20,5% i.a.) y Actividades inmobiliarias, empresarias y de alquiler (-19,7% i.a.). A contramano, menos perjudicados se vieron Agricultura y ganadería (-8,2% i.a.), Electricidad, gas y agua (-8,4% i.a.) e Intermediación financiera (-3% i.a.), por ser sectores que tuvieron menos restricciones para continuar con sus actividades.

¿Qué esperamos?

Debido a la perduración de las restricciones en el AMBA y otros centros urbanos junto a la relajación de la cuarentena en otros puntos del país con menor circulación del virus, a partir de mayo se observaron algunas mejoras, a pesar de que las contracciones en la comparación interanual siguieron siendo preocupantes.

Por caso, en mayo las ventas de insumos para la construcción retrocedieron 34% i.a. pero crecieron 184% respecto al mes anterior. A su vez, los patentamientos exhibieron una contracción del 42% i.a. pero 376% respecto al piso de abril, y la producción de vehículos cayó 84,1% i.a. pero representó una importante suba respecto a las cero unidades producidas en abril. Otros datos del mes de mayo mostraron fuertes bajas en la comparación interanual: las ventas en comercios minoristas cayeron -51% i.a., la recaudación de IVA interno en términos reales se desplomó un -27% i.a. y las escrituras de compra-venta de inmuebles en CABA cayeron un -79% i.a.

Por su parte, según un informe publicado por el Ministerio de producción, a partir de junio más de quince provincias tuvieron más del 80% del empleo privado habilitado para trabajar, aunque en el AMBA, que explica la mitad de la actividad económica, solo se pudieron desarrollar actividades puntuales bajo estrictos protocolos sanitarios. Pese a la recuperación que puede verse en parte del país, esperamos que la contracción interanual supere el 20% en el segundo trimestre del año.

La llegada del invierno y la vuelta de mayores restricciones en AMBA durante julio siguen perjudicando las perspectivas y arrojan más dudas que certezas respecto a la duración de la crisis y el proceso de recuperación. En este sentido, prevemos que el PBI retroceda 11,5% en 2020, la contracción más profunda de la actividad de los últimos 120 años -según estimaciones de Arklems- y de esta manera, el PBI per cápita volverá quince años atrás, a los niveles de 2005.

2002 y 2020, mismos números

¿Qué sucedió con el PBI en el primer trimestre?

La inestabilidad de la economía argentina, sumado a la irrupción de la Pandemia y el aislamiento obligatorio en la última parte del mes de marzo, llevaron a que la actividad se contraiga un -5,4% en el primer trimestre del 2020. En términos desestacionalizados, el PIB cayó 4,8% respecto al último trimestre de 2019, alcanzando el nivel más bajo de actividad desde principios de 2010.

El componente más golpeado de la demanda fue la inversión. Cayó -18,3% i.a. en el primer trimestre del año, encadenando el séptimo trimestre consecutivo de contracción y exhibiendo el nivel más bajo desde 2009. Por su parte, el consumo total mostró una caída del -5,7% i.a. en los primeros tres meses del año, liderado por una disminución del consumo privado (-6,6% i.a.), ya que el consumo público cayó poco (-0,7% i.a.). A su vez, inclusive con incrementos solidarios y desaceleración de la inflación, el consumo privado disminuyó 6,8% en términos desestacionalizados (6 p.p. por debajo del cuarto trimestre del año anterior).

El comercio exterior corrió la misma suerte: las importaciones se desplomaron 17,3% i.a., mientras que las exportaciones cayeron 4,7% i.a. La pandemia afectó con anterioridad a algunos de nuestros principales socios comerciales (China, Estados Unidos y Europa) adelantando los efectos perjudiciales sobre el flujo de comercio a partir de mediados del trimestre.

Desde la óptica de la oferta, se observa que 12 de los 16 sectores se ubicaron en terreno negativo en el primer trimestre de 2020. Las principales incidencias negativas sobre la actividad agregada provinieron del retroceso expuesto por las ramas de la Industria manufacturera (-6,5% i.a.), el Comercio (-6,5% i.a.) y la Construcción (-20,8%). En conjunto explicaron algo menos de la mitad de la disminución total.

Los sectores que contribuyeron a evitar un derrumbe mayor fueron Electricidad, gas y agua (+3,8% i.a.), como consecuencia del congelamiento de tarifas y un mayor consumo residencial de electricidad alentado por factores climáticos; Explotación de minas y canteras, por el impulso de la producción no-convencional petrolera que acumularon las compañías previo al parate en la actividad, y finalmente sectores asociados al desempeño del sector público, como Enseñanza (+1,2% i.a.) y Administración Pública y defensa (+0,2% i.a.).

El mercado laboral, gris

Como se vio en la sección anterior, cambió el gobierno pero no el rumbo de la economía, y en esta sintonía, tampoco se modificó la dinámica del mercado del trabajo: pese a la caída de la actividad, mejoró -levemente- el empleo. Según la Encuesta Permanente de Hogares (EPH), el nivel de empleo creció 0,8% i.a. en el primer trimestre del 2020. Sin embargo, tal como venía sucediendo, la clave pasa por el análisis de la calidad de los mismos.

Por caso, durante el primer trimestre el empleo formal cayó 2% i.a. en la población de referencia (31 aglomerados urbanos) mientras que se crearon puestos en el sector informal (+1,9% i.a.) y en el empleo no asalariado (trepó 4,7% i.a.).

Vale destacar que la Población Económicamente Activa (PEA) alcanzó 47,1% de la población de referencia, lo que implica un incremento de 1,2% i.a. en la cantidad de participantes del mercado laboral. Este incremento levemente por encima del crecimiento poblacional fue suficiente para generar un aumento del desempleo: 10,4% de la PEA (+0,3 p.p. respecto del primer trimestre de 2019).

¿Qué esperamos?

La dinámica de la actividad y el mercado de trabajo observada en el primer trimestre mostró un primer efecto parcial del deterioro producido por la pandemia. Lamentablemente, esperamos que la trayectoria empeore en los meses subsiguientes.

El segundo trimestre será el más complejo en términos de actividad, como consecuencia de la perduración de cuarentena estricta en el AMBA y otros centros urbanos pero con relajación de las restricciones a partir de mediados del trimestre en el resto del país. Por lo tanto, esperamos que la actividad se contraiga en torno al 20% i.a. en el segundo trimestre. Más aún, producto de una caída de dos dígitos en términos desestacionalizados, el PBI alcanzará valores inferiores a los observados durante la crisis 2008-09.

En la medida que las restricciones a la circulación permanezcan firmes en los principales centros urbanos y la renegociación de la deuda siga dilatándose, el golpe en la actividad será más profundo: esperamos que la contracción sea similar a la observado en 2002 (-10,9%).

Por su parte, y a diferencia de lo que venía sucediendo, el mercado de trabajo no logrará despegarse de semejante crisis. El nivel de empleo exhibirá un retroceso de 4-5% i.a, concentrado en los grandes centros urbanos (especialmente AMBA) y en aquellas regiones ligadas al turismo, actividad que depende del levantamiento de las restricciones a la circulación.

En consecuencia, si bien la pérdida del poder adquisitivo podrá no exceder la dinámica del año pasado, la pérdida de puestos de trabajo deprimirá aun más la masa salarial real. La medida de este deterioro, a su vez, determinará la capacidad y velocidad de la recuperación una vez pasada la pandemia.