Monitor de Crisis

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La actividad económica desaceleró su caída en septiembre 2020

En septiembre el Estimador Mensual de la Actividad Económica (EMAE) se contrajo un 6,9% i.a., desacelerando la caída en casi 5 p.p. respecto a agosto. De esta manera, la actividad acumuló una contracción de 11,9% i.a. en los primeros nueve meses del año. La recuperación continuó su curso (+1,9%), acumulando cinco meses de subas desestacionalizadas. Sin embargo, la actividad aún se encontró 7% por debajo de los niveles previos a la pandemia.

A nivel sectorial continúa reinando un impacto heterogéneo, pero como se observa en el gráfico, seis de quince actividades ya muestran expansión interanual. Los servicios lideran la caída con una contracción de 8,5% i.a. mientras que los bienes apenas retroceden 2,7% i.a. Vale destacar que en septiembre el comercio -principal actividad de servicios- trepó 5,8% i.a. y la industria manufacturera mostró un crecimiento del 2,2% i.a. por primera vez luego de ocho meses consecutivos. Las menores restricciones operativas y la elevada brecha y expectativas de devaluación incentivaron el adelanto del consumo y producción de bienes durables.

En lo que resta del año la recuperación perdería fuerza. Luego de la significativa mejora del tercer trimestre de 2020 (+13,2% respecto al piso de la actual crisis), esperamos que el nivel de actividad ralentice su recuperación e incluso se amesete en términos desestacionalizados.

La demanda no mostrará importantes avances: la aceleración de la inflación le agrega un freno más a la recuperación de los ingresos. La elevada brecha/expectativas de devaluación puede incentivar el gasto de los hogares en lo inmediato (es una forma en que los agentes reducen excedentes en pesos) pero tiende a exacerbar la escasez de divisas (el superávit comercial se derrumbó tanto en septiembre como en octubre). Por último, el “efecto reapertura” que impulsó la oferta se irá diluyendo, lo cual implica que la recuperación del empleo pierda vigor.

De todas maneras, en la medida que las expectativas de devaluación continúen incentivando a determinados sectores para adelantar producción y compra de insumos, pero no generen una crisis cambiaria, la caída de la actividad será algo menor a la esperada. Con estos datos, esperamos una contracción del PBI apenas superior a la caída de 10,9% registrada en 2002.

De cara al 2021, el nivel de actividad estará determinada por la evolución de las presiones cambiarias, y el impacto del Covid-19. Si a una corrección del dólar oficial, se le suman mayores presiones por el lado de las paritarias y descongelamiento de tarifas, la inflación volvería a rondar 50% acotando la recuperación. Asimismo, esperamos un menor impacto del coronavirus en la economía el año que viene producto de la llegada de la vacuna para el otoño/invierno y el aprendizaje de la sociedad a producir bajo pandemia.

Si las presiones cambiarias no se desbocan y se logra minimizar el Impacto del COVID-19 la economía argentina podría recuperar buena parte del terreno perdido.

 

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Recuperación desestacionalizada en agosto, ¿podrá mantenerse en lo que resta del año?

En agosto 2020, el Estimador Mensual de Actividad Económica (EMAE) mostró una contracción de 11,6% respecto al mismo mes el año anterior. De esta manera, la actividad se desplomó casi 12,5% i.a. en los primeros ocho meses del año, y peor aún, 16,5% i.a. entre abril y agosto, meses en los cuales impactó de lleno la pandemia/cuarentena.

En términos desestacionalizados la recuperación del nivel de actividad persistió en agosto acumulando cuatro meses consecutivos de avance. Sin embargo, la mejora (+1,1%) va perdiendo fuerza en un contexto de crecientes presiones cambiarias y todavía faltan recuperar más de 10 p.p. respecto los niveles de actividad previos a la pandemia.

¿Podrá la economía seguir mostrando signos de recuperación en el último cuatrimestre del año en un contexto de creciente deterioro de las expectativas? Tras el fuerte rebote observado en mayo-junio (+8,3% promedio por mes) la velocidad de la recuperación se moderó en el bimestre julio-agosto (+1,4% promedio por mes) y diversos factores pueden frenar la recuperación del nivel de actividad en los últimos meses del año.

En primer lugar, cabe destacar que el “shock de reapertura” casi no estará presente en la última parte del año. En este sentido, la mejora mensual que se observó a partir de mayo no correspondió tanto a un incremento genuino de la demanda, sino al restablecimiento de los procesos productivos que permitieron cumplir órdenes de compra pendientes y recomponer stocks. Además, si bien aún resta levantar algunas restricciones a la producción, estas cada vez son menores.

En segundo lugar, resalta que la situación sanitaria se complejizó en el interior del país, por lo que no hay que descartar que se observen algunos retrocesos en determinadas ramas de actividad que ya se encontraban cuasi normalizadas.

Por último, y más importante, la creciente tensión en el frente cambiario (caída de reservas y ampliación de la brecha) se tradujo en un endurecimiento de los controles a la demanda de divisas. Las mayores trabas a las importaciones podrían complicar a determinadas empresas para abastecerse de insumos para producir, a la par que algunas operaciones comerciales podrían postergarse ante costos de reposición inciertos producto de las crecientes expectativas de devaluación.

A su vez, el consumo tampoco se movilizaría en la última parte del año. A la pérdida de puestos de trabajo -principalmente en el plano informal y cuentapropista- y el deterioro de los ingresos reales, se le suma una creciente incertidumbre que pospone cualquier plan de inversión en el corto plazo, y si bien algunas exportaciones puntuales podrían mostrar buen desempeño ante la mayor demanda de China, tampoco alcanzarán para mover la balanza en un contexto en donde las fuertes restricciones cambiarias actúan como desincentivo a vender.

En síntesis, es probable que el rebote de la actividad iniciado tras el piso de abril siga perdiendo impulso y se frene durante el último trimestre del año. Por ello, proyectamos una caída del PBI no menor al 12% en promedio para 2020, lo que generaría que la actividad vuelva a niveles similares a los de 2009 y el PBI per cápita sea el menor desde el año 2004.

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Industria y construcción: un freno a la recuperación

¿Cómo evolucionó la construcción?

Según el INDEC, el Índice Sintético de la Actividad de la Construcción (ISAC) exhibió una caída del 17,7% i.a., acumulando veinticuatro meses consecutivos en terreno negativo y una contracción del 31,8% i.a. en lo que va del año. Por su parte, luego de tres meses consecutivos de mejoras mensuales, el indicador mostró un retroceso de 1,0% desestacionalizado respecto a julio. De todas maneras, cabe destacar que el nivel de actividad se ubicó un 0,7% por debajo respecto a diciembre de 2019 y apenas un 0,5% por debajo de febrero, mes previo a la irrupción de la pandemia.

Al interior del índice, resalta que los insumos relacionados a la obra pública y obras de mayor tamaño siguieron mostrando contracciones significativas (por caso, el hormigón elaborado cayó -62,2% i.a. y el asfalto -60,2% i.a.). A contramano, los insumos relacionados a obras más pequeñas mostraron un mejor desempeño, como consecuencia de la mayor demanda de refacciones para el hogar producto de la cuarentena. En este sentido, resalta la dinámica de pinturas para la construcción (+7,7% i.a.), placas de yeso (+7,1% i.a.), ladrillos huecos (+17,4% i.a.) y pisos y revestimientos cerámicos (+1,7% i.a.).

Por su parte, la proporción de empresas que pudieron operar con normalidad evidenció un estancamiento en agosto. En este sentido, según los datos publicados por CAMARCO, la proporción de empresas disponibles pasó de un 54% en julio a 55% en agosto -mientras que en junio había sido de 45%-. A su vez, destaca que en el interior del país esta cifra alcanzó a un promedio de 61% en agosto, mientras que en el AMBA dicha proporción se reduce a un 32% de las firmas, como consecuencia de las mayores restricciones a la producción y circulación.

¿Y la industria?

Según el INDEC, el Índice de Producción Industrial Manufacturero exhibió una contracción de 7,1% i.a. en agosto, acumulando una caída del 12,5% i.a. en los primeros ocho meses del año. Por su parte, mostró un retroceso del 0,9% respecto a julio, cortando con la tendencia de recuperación observada a partir de mayo. De esta manera, el indicador acumuló una contracción de 6,8% respecto a diciembre de 2019 y se encontró un 7,4% por debajo de los niveles previos a la irrupción de la pandemia.

En lo que respecta a las ramas industriales, continuó reinando un impacto heterogéneo. Resalta el caso de Muebles y otras industrias manufactureras (+10,2% i.a.) dado que fue el único sector que mostró una mejora de dos dígitos, gracias a la mayor demanda doméstica vinculada a bienes para el hogar. Además, los sectores menos golpeados fueron Alimentos, bebidas y tabaco (-4,8% i.a.), Madera, papel, edición e impresión (-3,1% i.a.)  y Productos de metal, maquinaria y equipo (-3,5% i.a.). A contramano, los más afectados siguieron siendo los que mayores restricciones operativas tuvieron durante el mes (por caso, Otros equipos cayó -29,9% i.a. y Textiles y prendas de vestir, -26,7% i.a.).

¿Qué esperamos?

En lo que respecta a la construcción, en la medida que las restricciones operativas sigan latentes en el AMBA, el sector no podrá continuar con la recuperación por la imposibilidad de retomar en su totalidad las obras privadas de mayor magnitud y dinamizar a la oferta. A su vez, resalta que la cuestión sanitaria comenzó a complejizarse al interior del país, lo cual podría actuar como un freno extra para que la recuperación continúe su curso.

Por otro lado, cabe destacar que en el corto plazo los insumos vinculados a las obras privadas más pequeñas seguirán siendo los que muestren mayor dinamismo (por caso, los despachos de cemento crecieron 10,1% i.a. en septiembre y 13,1% respecto al mes anterior). Además de la mayor demanda para refacciones dentro del hogar producto de la cuarentena, la mejora se explica por la falta de alternativas de ahorro en un contexto de fuerte cepo cambiario. Sin embargo, está dinámica no alcanzará para que la recuperación del sector se consolide en los últimos meses del año. En este marco, esperamos que cierre con una contracción anual en torno al 25% i.a. en 2020.

Por el lado de la industria, el retroceso de agosto dejó en evidencia que la mejora de los meses anteriores correspondió en mayor medida a recomposición de stocks y liberación de ordenes pendientes luego de la imposibilidad de producir en abril. En este marco, esperamos que el sector entre en una fase de recuperación más lenta -o hasta incluso muestre nuevos retrocesos- en lo que resta del año. Además de cómo evolucione la cuarentena, está dinámica se observaría por el contexto de incertidumbre y las mayores restricciones cambiarias, en el cual ciertas empresas podrían sufrir complicaciones para la provisión de insumos. Por lo tanto, esperamos que la industria exhiba una contracción en torno al 10% i.a. en 2020, acumulando tres años consecutivos en rojo.

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El rebote siguió su curso en julio, ¿cuánto perdurará?

En julio de 2020 el Estimador Mensual de Actividad Económica (EMAE) se contrajo 13,2% i.a. respecto al mismo mes del año anterior. En este marco, la actividad acumuló una caída del 12,6% i.a. en los primeros siete meses del año.

Tras el avance desestacionalizado de mayo (+9,5%) y junio (+7,5%), la recuperación continuó su curso en julio (+1,1%), incluso pese a las mayores restricciones en el AMBA en la primera parte del mes. Así, acumuló una suba de 19,0% respecto a abril, cuando se había alcanzado el piso de la actividad. Cabe destacar que, más allá de estos números, el nivel de actividad aún se encontró un 11,6% por debajo de febrero (mes previo a la irrupción de la pandemia).

De todas formas, trece sectores mostraron retrocesos en julio, de los cuales solo siete moderaron su caída. Resalta el caso de la Industria manufacturera (-8,1% i.a.), que se vio afectado por la buena base de comparación de julio de 2019 y las mayores restricciones a la producción por el retroceso de fase en el AMBA. Algo similar ocurrió con Comercio minorista y mayorista (-5,8% i.a.), que exhibió una contracción mayor a la del mes anterior producto de las mayores restricciones a la circulación en la primera parte del mes.

Por otro lado, resaltan los casos de Electricidad gas y agua (+4,4% i.a.) e Intermediación financiera (+2,9% i.a.), dado que fueron los únicos dos sectores que mostraron crecimiento y acumularon dos meses consecutivos de mejoras interanuales. El primer sector subió gracias a la mayor demanda doméstica, a la par que el segundo habría mejorado por las bajas bases de comparación que dejó 2019 y las políticas de crédito al sector productivo y de dinamización del consumo (Ahora 12, principalmente).

Por último, Hoteles y restaurantes (-65,4% i.a.) y Servicios comunitarios, sociales y personales (-60,3% i.a.) continuaron siendo los dos sectores de servicios más golpeados por la crisis. Sacando el hecho de que en algunas provincias se habilitó la actividad gastronómica, las actividades de estos sectores siguieron restringidas porque implican aglomeración de personas.  

¿Qué esperamos?

En agosto continuó la recuperación en determinados sectores. Por caso, las ventas minoristas moderaron su caída a un 17,8% i.a. (mientras que en julio habían caído 27,7% i.a.). A su vez, la producción automotriz creció 21,2% en agosto respecto a julio, a la par que los despachos de cemento exhibieron un incremento del 6,4% respecto al mes anterior.

En este marco, cabe preguntarse cuánto tiempo perdurará este efecto rebote inducido por el levantamiento de la cuarentena. En este sentido, mientas que en el periodo julio-agosto la velocidad de la recuperación será menor respecto a los meses de mayo-junio, en los últimos cuatro meses del año la reactivación podría entrar en una fase de crecimiento aún más lenta -o hasta incluso exhibir retrocesos-.

En primer lugar, cabe destacar que el shock inducido por el levantamiento de la cuarentena perdería fuerza en la última parte del año. La mejora que se observó luego de abril correspondió, en mayor medida, a empresas y fábricas que pasaron de no producir a reabrir sus puertas y liberarse de ordenes pendientes. Por lo tanto, si bien aún resta levantar determinadas restricciones sobre algunos sectores, este efecto quedó en mayor medida saldado en los primeros meses.

Más aún, resalta que la situación sanitaria comenzó a complejizarse en el interior del país. Algunas actividades que en determinadas provincias se encontraban casi normalizadas -y hasta ahora tuvieron un menor impacto relativo sobre el nivel de actividad- podrían mostrar retrocesos y funcionar como freno para que la reactivación continúe a la misma velocidad.

Además, cabe mencionar el plano cambiario. La demanda de divisas y el drenaje de reservas derivaron en un endurecimiento del cepo, donde algunas empresas tendrán que reestructurar sus deudas con la posibilidad de entrar en default. A su vez, las medidas impactan de lleno sobre la brecha cambiaria, otorgando un desincentivo a la inversión y las exportaciones. En este marco, el contexto de mayor incertidumbre y volatilidad también podría actuar como ancla para que la recuperación se reafirme en la última parte del año.

En suma, el rebote iniciado en mayo luego del piso de la crisis moderaría su velocidad de reactivación en los últimos meses de 2020. Con estos datos, esperamos una caída del PBI en torno al 12.5% en el promedio anual de 2020, que implicaría que la actividad vuelva a niveles similares a los de 2009 y el PBI per cápita sea el menor desde el año 2004.

El PBI se desplomó en el segundo trimestre: al menos, lo peor ya pasó

En el segundo trimestre de 2020 se deterioraron todas las variables de la economía global, y la argentina no fue la excepción. En este sentido, resalta la caída de 19,1% i.a. del nivel de actividad, la mayor del último siglo. Por su parte, la dinámica desestacionalizada no fue mejor: la contracción de 16,2% en relación con el primer trimestre provocó un retroceso de casi 20% acumulado en la primera mitad del año.

Si bien la pandemia y la cuarentena fueron la principal explicación detrás de todo este pobre desempeño, no por eso los números son menos reales. Desagregando por componentes de la demanda, sobresale el desplome de 38,4% i.a. de la inversión, en un contexto de acumulación de stocks producto de una crisis inesperada -en su magnitud- y de la nula previsión sobre el futuro, que desalentó gran parte de los gastos en capital reproductivo.

Por su parte, el consumo privado retrocedió 22,3% respecto a igual período del 2019, producto de las restricciones de oferta que impactaron de lleno en el consumo -hoteles y restaurantes cerrados, sin posibilidad de consumir actividades recreativas, etc.- más algunos problemas propios de la demanda. A la caída del poder adquisitivo, impulsada por la suspensión de las paritarias e incluso el cobro de un porcentaje del salario de bolsillo, se sumó un ahorro precautorio, provocado por el temor a perder el empleo o a sufrir gastos imprevistos por motivos de salud.

Por último, las importaciones cayeron poco más de 30% i.a., en un contexto de menor poder de compra en dólares, luego de la devaluación post-PASO del año pasado, y mucha menos actividad por la pandemia. Por su parte, las exportaciones se redujeron “solo” 11,7% i.a., muy golpeadas por la crisis brasileña, pero atenuadas por el buen comportamiento de las economías del sudeste asiático, demandantes de nuestra producción oleaginosa.

Más allá de todas estas malas noticias, vale destacar que la crisis habría tocado piso en el segundo trimestre -asumiendo, claro está, que no hay una disparada del Coronavirus de acá en adelante-. En consecuencia, tiene sentido preguntarnos por la recuperación, parte de la cual ya comenzó en el tercer trimestre y que, posiblemente, se continuará en los próximos meses.

En el período julio-septiembre, las menores restricciones a la circulación impulsaron el rebote durante el tercer trimestre del año. En este sentido, habrá una tasa de crecimiento muy significativa en la comparación desestacionalizada, que, no obstante, se transformará en un retroceso de dos dígitos en la comparación interanual: la actividad empezó a recuperarse, pero sigue muy lejos de los niveles del año pasado (que, vale destacar, ya eran menores a los de 2015 o 2017).

La pérdida de puestos de trabajo, tanto formales como informales -en el primer semestre de 2020, se destruyeron más empleos registrados que en el acumulado 2018-2019-, y la contracción del poder adquisitivo, quedarán aún cuando la pandemia esté terminada. Por lo tanto, en el cuarto trimestre, la dinámica sería similar: una recuperación de la actividad en términos desestacionalizados, es decir, con relación al período julio-septiembre, pero una caída muy importante en la comparación interanual.

Con estos números, proyectamos una caída del PBI mayor al 13% i.a. en 2020, explicada en gran medida por el desplome de la primera parte del año y medidas autoinducidas, pero no por eso con un efecto menos real. La dinámica “positiva” del segundo semestre obedecerá más a un efecto rebote que a una recuperación genuina: durante la primera mitad del mandato de Alberto Fernández, por lo menos, no recuperaremos el nivel de actividad de cierre de 2019.