Monitor de Escenarios Económicos

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Recuperación a dos velocidades: los Bienes suben por el ascensor, pero los Servicios por la escalera

La economía argentina viene recuperándose a buen ritmo, aunque no exenta de altibajos, desde que se flexibilizaron las restricciones a la circulación en la última parte del 2020. Este crecimiento todavía ubica a la actividad económica un 1% por debajo de los niveles pre-pandemia (primer bimestre de 2020) para los últimos datos disponibles. Sin embargo, dichas cifras agregadas esconden un comportamiento muy heterogéneo, en el que conviven sectores que ya operan muy por encima de 2019 con otros que recién están despegando.

Al realizar un análisis sectorial, vemos que los rubros productores de Bienes mostraron nueve meses consecutivos con niveles superiores a los previos a la crisis. Así, en julio del presente año produjeron casi 4% más que antes de la irrupción de la pandemia. Por el contrario, los sectores proveedores de Servicios aún se encuentran más rezagados y -en conjunto- todavía no recuperaron el terreno perdido, ubicándose en niveles inferiores a los anteriores a la crisis del Covid-19 (1,4% por debajo).

Teniendo en cuenta esta evolución, se abren una serie de interrogantes: ¿cómo seguirá la recuperación en lo que queda del año? ¿se revertirá la dinámica dispar, con un alza de los Servicios que los ubique al frente del rebote? ¿qué esperamos para 2022?

Los Bienes, holgadamente encima de la pre-pandemia

Como dijimos, a nivel agregado la producción de Bienes ya recuperó la pérdida provocada por la pandemia, los cierres y las restricciones a la movilidad y a la producción impuestos en 2020. De cara al cierre del año estas actividades seguirían mejorando, aunque moderarían el ritmo de crecimiento. Dentro de ellas podemos distinguir varios rubros con desempeños distintos.

El primer caso para analizar es el de la Industria Manufacturera. En julio, este sector llegó a alcanzar niveles 7% mayores a los previos a la crisis, ubicándose como uno de los rubros líderes de la recuperación. Esta rápida reactivación se debió, en un primer momento, a la flexibilización de las restricciones y la implementación de protocolos, factores que le permitieron volver a operar librando órdenes de compra pendientes y recomponiendo stocks. Además, la industria se vio beneficiada por una mayor demanda de bienes durables ‘dolarizados’ en un contexto de elevada brecha cambiaria, restricciones para acceder al ahorro en dólares y cambio en los patrones de consumo. Tras esta suba inicial, en 2021, efectos contrapuestos operaron sobre el sector. Por un lado, se vio afectado marginalmente por contagios de personal y cierres temporales de plantas, a la vez que el ‘veranito del consumo de durables’ perdía fuerza. A pesar de esto, otros factores incentivaron la producción industrial, como las tasas reales negativas, la mejora -marginal- del poder adquisitivo del salario y la implementación de programas oficiales que incentivaron estas compras (por caso, Ahora 12 y Créditos a tasa 0% para monotributistas).

Para los próximos meses, los últimos factores mencionados seguirán vigentes, aunque la evolución del sector no estará exenta de vaivenes. Por caso, el dato del Índice Industrial Manufacturero (IPI) exhibió en julio y agosto dos caídas mensuales desestacionalizadas (-2,2% y -0,6%, respectivamente). De todas maneras, las expectativas para el sector son positivas: casi el 80% de las empresas encuestadas por el INDEC espera que la demanda interna aumente o se mantenga estable en los próximos meses.

Considerando que este sector ya recuperó todo el terreno perdido por la pandemia e incluso gran parte de lo cedido en 2018 y 2019, es posible que el ritmo de crecimiento se desacelere. En este sentido, destaca que el uso de la capacidad instalada está solo un 3 p.p. por debajo del promedio de 2017, que representa el máximo de la serie de los últimos años, por lo que el espacio para seguir creciendo sin ampliar la capacidad productiva es acotado.

Párrafo aparte merece la Construcción, otro de los grandes segmentos que impulsó la producción de Bienes. Esta actividad se ubicó en julio en niveles 4% superiores a los de la pre-pandemia, ayudando a una rápida reactivación de la inversión productiva, que en el segundo trimestre se encontró un 20% por encima de la pre-crisis. Detrás de este buen desempeño se pueden diferenciar dos etapas. En la segunda parte del año pasado, la mayor permanencia en el hogar junto con el cepo y la brecha cambiaria impulsaron la demanda para pequeñas refacciones. En cambio, en el primer semestre de 2021, estas construcciones perdieron fuerza, pero fueron reemplazadas por la reanudación de las obras privadas de mayor magnitud y el impulso de la obra pública.

En agosto, el Indicador Sintético de la Actividad de la Construcción exhibió un retroceso (-2,6% respecto al mes previo), dejando en evidencia que el sector comenzó a mostrar signos de estancamiento. Sin embargo, para el resto del año no prevemos que existan nuevas restricciones operativas que impidan su normal funcionamiento, a la par que el costo de la construcción medido en dólares seguirá siendo atractivo (en particular, valuado al tipo de cambio financiero) y el impulso a la obra pública traccionará la construcción (proyectamos que el gasto de capital del Sector Público Nacional más que se duplicaría en el año). Incluso, los permisos de edificación del mes (que adelantan futuras obras) crecieron 70% i.a., y más del 90% de las empresas que realizan obras consultadas cree que la actividad crecerá o permanecerá estable en los próximos meses.

Para finalizar, resta nombrar que el sector primario es, dentro de los productores de Bienes, el que exhibió un desempeño más magro. Por caso, el sector Agropecuario y ganadero junto al de Minas y canteras todavía se encuentran por debajo de los niveles pre-crisis (-1% respecto al primer bimestre de 2020). De esta forma, descontando de la producción de Bienes a estos rubros, el panorama es más favorable: el resto de ramas productivas tuvo una actividad 7% por encima de la pre-pandemia.

Los Servicios siguen rezagados, ¿podrán acelerar el ritmo de recuperación?

A diferencia de los productores de Bienes, los proveedores de Servicios aún no lograron recuperar el terreno cedido por la pandemia, aunque al desagregarlos se observa que algunos tuvieron un desempeño algo más favorable que otros. Dentro de los de mejor performance, se encuentra el caso del Comercio minorista y mayorista que, al igual que la industria y la construcción, se mantiene hace varios meses arriba de la pre-crisis (en julio, llegó a ubicarse más de 10% por encima). En un contexto de políticas económicas que “ponen plata en el bolsillo de la gente” (tanto por el lado de las transferencias como con créditos subsidiados y elevada liquidez) y con un salario real que comienza a abandonar el terreno negativo, este sector que depende sensiblemente de la demanda interna pudo incrementar sus ventas, y mantendría el buen desempeño en el corto plazo.

A contramano se ubicaron los sectores más perjudicados por la naturaleza sanitaria de la crisis, que siguen operando en niveles de dos dígitos por debajo de sus picos anteriores. El rubro más golpeado sigue siendo Hoteles y restaurantes, que en julio se ubicó 48% abajo de la pre-pandemia, seguido por Servicios sociales y personales, donde se encuentran determinadas actividades de esparcimiento, como teatros y espectáculos deportivos (-32% por debajo) y Transporte y comunicaciones (-13%). Detrás de este desempeño, se encuentra el hecho de que estos sectores siguieron muy afectados por las restricciones a la circulación y los cuidados sanitarios autoimpuestos por parte de la sociedad, en tanto son actividades que requieren una importante aglomeración de personas. Peor aún, estos rubros acusaron el impacto de la segunda ola que, aunque más leve en términos sanitarios, volvió a golpear a este tipo de actividades. En este sentido, es una parte de la economía que todavía tiene mucho camino de “rebote” por recorrer.

De cara a lo que sigue, con el avance de la vacunación y la ampliación de aforos permitidos, los sectores asociados al esparcimiento mostrarían mejores números. Las actividades que implican una mayor aglomeración de personas en los grandes centros urbanos están volviendo a la normalidad (por caso, espectáculos culturales y deportivos) y aquellas vinculadas al turismo también tendrían una mejoría. Respecto a estas últimas, aunque la recepción de viajeros del exterior se encuentra muy limitada por el momento (en los primeros siete meses del año llegaron un 96% menos de turistas por vía aérea que en el mismo lapso de 2019), el turismo interno está compensando parcialmente esta baja. En este sentido, el programa pre-viaje implementado por el Gobierno incentiva las vacaciones domésticas y superó las cifras estimadas ex-ante a su aplicación, lo que generaría un mayor dinamismo en restaurantes, hoteles y otros asociados a partir de noviembre. De esta manera, esperamos que las actividades que aún se encuentran rezagadas aceleren su recuperación en los próximos meses, cuando también podría darse un driver extra con la apertura de las fronteras a la recepción de viajeros.

2022 con incógnitas latentes

De todas maneras, el principal interrogante es si estos sectores de Servicios tendrán margen para recuperar todo el terreno perdido o alcanzarán un nuevo “techo” de actividad más bajo al de los años anteriores. Esto podría darse por la pérdida de “capacidad instalada”, si los cierres prolongados hubieran llevado una reducción en la cantidad de proveedores. Según los datos publicados por AFIP, se perdieron una totalidad de 30.000 empresas en los últimos dos años (considerando los datos a mayo de 2021, último disponible), y casi el 90% de ellas estaban vinculadas con la provisión de Servicios.

Peor aún, las caídas más significativas estuvieron en los sectores que todavía no recuperaron su nivel habitual de ventas (transporte, alojamiento, restaurantes y esparcimiento), dado que en promedio mostraron una caída del 13%, representando un tercio de los cierres (alrededor de 10.000 empresas). Dicho esto, es posible que la destrucción de capital producto de la pandemia impida la aceleración en la recuperación de estos sectores, que todavía no pudieron despegar. Una vez que el “efecto rebote” se diluya, el crecimiento se moderaría.

Para finalizar, la gran duda vigente sobre el vigor de la recuperación es la posibilidad de una disrupción cambiaria. De cara al año entrante, el buen desempeño de la industria, la construcción y el comercio, que hoy explican la mayor parte del crecimiento del PBI, podría verse interrumpido si hubiera un salto en el tipo de cambio. La demanda de estos rubros esta muy vinculada con el poder adquisitivo doméstico, hoy traccionado no solo por el congelamiento de las tarifas y las políticas destinadas a dinamizar al consumo, sino sobre todo por la apreciación del dólar. Por este motivo, un salto cambiario o una aceleración del ritmo de depreciación diario podrían obturar la recuperación.

La economía se ubicó en terreno positivo en julio, ¿qué esperamos para el resto del año?

¿Qué sucedió con la economía en julio?

El Estimador Mensual de la Actividad Económica creció 11,7% i.a. en julio, acumulando una suba de 10,5% i.a. en los primeros siete meses del año. No obstante, al comparar con el mismo mes de 2019, la economía aún se encontró un 2,4% por debajo.

Por otro lado, exhibió un crecimiento de 0,8% en términos desestacionalizados respecto a junio. De esta manera, tras haber caído en abril y mayo, la actividad volvió a crecer en junio y julio como consecuencia del relajamiento de las restricciones y el menor ritmo de contagios. Así, en julio alcanzó el nivel más alto del año y se ubicó un 2,5% por encima de diciembre de 2020.

¿Y a nivel sectorial?

Al desagregar por la oferta, se observa que 13 de los 15 sectores mostraron subas interanuales en julio. Tanto los Servicios (+11,9% i.a.) como los Bienes (+10,4% i.a.) exhibieron mejoras. Al interior, resaltó la evolución de la Industria manufacturera (+12,7% i.a.), Comercio minorista y mayorista (+12,5% i.a.) y Actividades inmobiliarias y empresariales (+11,1% i.a.), que en conjunto explicaron casi la mitad de la suba interanual del mes de julio.

Sin embargo, solo 6 de 15 sectores exhibieron variaciones positivas al contrastar con julio de 2019, donde existió un desempeño muy heterogéneo entre bienes y servicios.

Por un lado, los Bienes se mantuvieron relativamente estables (-0,4%), gracias al desempeño de la Industria manufacturera y Electricidad, gas y agua. A contramano, los sectores productores de bienes que siguen por debajo de los niveles pre-crisis fueron el Sector agropecuario, pese a un menor tipo de cambio y un menor impacto negativo de la cuarentena, y la Construcción, a pesar del derrumbe del costo de la construcción medido en dólares.

Por su parte, los Servicios se ubicaron un 4,0% por debajo de los niveles del mismo mes de 2019. Esto es consecuencia de los sectores más golpeados y que siguen operando muy por debajo de los niveles pre-crisis, como Hoteles y restaurantes (-47,6%), Otras actividades de servicios personales (-31,0%) y Transporte y comunicaciones (-15,4%). A diferencia de estos, el Comercio minorista y mayorista (+7,4%) fue el sector que mejor desempeño exhibió dentro de los productores de servicios.

Perspectivas para el cierre del año

Con el dato de julio, estimamos que la economía pueda crecer más de 1% en el tercer trimestre en términos desestacionalizados. La mejora está ligada en mayor medida a la reapertura de actividades, como consecuencia del menor ritmo de contagios y el avance de la campaña de vacunación. A su vez, el tipo de cambio mantuvo un menor ritmo de depreciación (sería 1% mensual promedio en el tercer trimestre), con el objetivo de que la inflación se desacelere para intentar recomponer el poder adquisitivo. Junto a esto existen planes oficiales, como Ahora 12 y créditos para monotributistas, que tienen el objetivo de dinamizar la demanda interna.

Para el último trimestre, esperamos que la actividad siga en terreno positivo. A los factores antes mencionados, se le suman los recientes anuncios (como el incremento del SMVyM y la otorgación de un bono a jubilados). A su vez, la continuación de la relajación de las restricciones podría acelerar la recuperación de determinados servicios que aún se encuentran muy rezagados, asociados principalmente al esparcimiento y recreación.

Si el nivel de julio se mantuviese inalterado en el resto del año, el PIB crecería por encima del 7% en el promedio anual de 2021. Considerando que esperamos un crecimiento de la economía tanto en el tercero como cuarto trimestre del año, desde Ecolatina proyectamos que el crecimiento del PIB se ubique unas décimas por encima.

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En el segundo trimestre, el PIB se contrajo 1,4% respecto al periodo anterior

El Producto Interno Bruto (PIB) creció 17,9% interanual en el segundo trimestre, acumulando una suba de 10,3% en los primeros seis meses del año. De todas maneras, al comparar con el mismo trimestre del 2019, la actividad aún se encontró un 4,5% por debajo.

Todos los componentes del gasto exhibieron una mejora interanual en el segundo trimestre. Afectados por la baja base de comparación, el crecimiento estuvo liderado por la inversión bruta interna fija (+76,6% i.a.), seguido de las importaciones (+36,6% i.a.) y el consumo privado (+21,9% i.a.). Por su parte, las exportaciones tuvieron un avance algo más acotado (+6,3% i.a.).

A nivel sectorial, 14 de los 15 sectores exhibieron crecimiento en términos interanuales. Los sectores que mayor incidencia positiva tuvieron fueron la industria manufacturera, el comercio minorista y mayorista, construcción, transporte y comunicaciones y otras actividades de servicios, que en conjunto explicaron dos tercios de la suba interanual del PIB. A contramano, el sector agropecuario incidió negativamente, tras caer 3,9% i.a. en el segundo trimestre.

Pese a esta fuerte recuperación en términos interanuales, en el segundo trimestre la economía se contrajo 1,4% en términos desestacionalizados, cortando tres trimestres consecutivos de subas. En este sentido, hay que tener en cuenta el impacto de la segunda ola y las restricciones implementadas durante el período, que perjudicaron a gran parte de los sectores de la economía -principalmente a determinados productores de servicios-, mientras que también incidió negativamente la performance del sector agropecuario. De esta manera, al comparar con los niveles del cuarto trimestre del 2020, se observa que la economía avanzó solo 1,4% en los primeros seis meses del año.

A pesar de que el PIB haya caído en términos desestacionalizados, todos los componentes de la demanda crecieron respecto al trimestre anterior, aunque más moderadamente que en el arranque del año. El impacto de las restricciones no se tradujo en una retracción de la demanda global, sino en un menor ritmo de expansión: el consumo privado y el consumo público crecieron 1,1% y 0,5% respectivamente, cuando en el primer trimestre se habían expandido 2,5% y 1,6%. Por su parte, la inversión mostró un estancamiento (+0%) tras haber recuperado niveles un 20% superiores a la pre-crisis en el primer trimestre del 2021. En términos del sector externo, las exportaciones se expandieron 5,7% respecto del trimestre anterior, cuando en los primeros tres meses habían trepado 10% s.e., mientras que las importaciones (+5,1%) se aceleraron respecto del trimestre anterior y ya recuperaron los niveles pre-pandemia. Consecuentemente, la menor suba de los componentes de la demanda global, en paralelo a la significativa suba de importaciones, explica la retracción del PIB en el segundo trimestre.

Tras haber caído en el segundo trimestre, la actividad tendría aire para crecer de manera desestacionalizada en el tercer y cuarto trimestre del 2021. Esperamos que el impacto del Covid-19 sobre la economía se mantenga acotado en el cierre del año, como consecuencia del avance de la campaña de vacunación y la reapertura de actividades.

Además, el gobierno anunciaría próximamente medidas para dinamizar el consumo privado. Si bien restan los anuncios oficiales, las medidas estarían orientadas apuntalar los ingresos de los hogares. A esto se le suma que el ancla cambiaria y tarifaria se mantendrían en el corto plazo, permitiendo que la inflación promedie menos de 3% en el segundo semestre con el fin de lograr (en el margen) una recomposición del poder adquisitivo.

Si la economía se mantuviese estancada en el resto del año, el PIB mostraría un crecimiento promedio de casi 7%. De esta manera, desde Ecolatina esperamos que el crecimiento anual este unas décimas por encima de dicha cifra. Este valor sería levemente menor a la presentada hace unos días en el Presupuesto (+8,0%).

Para 2022, la diferencia entre las estimaciones se acentúa: las cifras oficiales plantean un crecimiento del 4,0%, mientras que desde Ecolatina proyectamos una suba en torno al 2% en el año entrante. En nuestro escenario base, este crecimiento más acotado vendría de la mano de un pequeño arrastre y un escaso margen de maniobra para continuar implementando políticas expansivas.

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La actividad se recuperó en junio tras cuatro meses de caída

El Estimador Mensual de la Actividad Económica (EMAE) creció 10,8% i.a. en junio. No obstante, hay que tener en cuenta que la base de comparación que dejó el 2020 es baja: al contrastar con el mismo mes de 2019, se observa que la economía aún se encontró un 2,1% por debajo.

Con este dato, la actividad habría exhibido un crecimiento de 17,3% i.a. en el segundo trimestre del año. Pese a esto, cayó 1,6% en términos desestacionalizados en este período, afectado por las restricciones impuestas por la segunda ola de Covid-19 y una inflación crucero superior al 3% mensual que condicionó la recuperación del poder adquisitivo.

Por otro lado, hay que tener en cuenta que en el segundo trimestre habría sido el piso de la actividad del 2021. Considerando que en junio la actividad económica creció un 2,5% respecto a mayo, esperamos que el impacto de la segunda ola haya quedado atrás, que se encadenará con un segundo semestre positivo para la actividad, de no mediar eventos -cambiarios o sanitarios- disruptivos. De este modo, esperamos que los niveles actuales al menos se mantengan durante la segunda mitad del año.

Una mirada por los sectores

A nivel sectorial, el desempeño continuó siendo heterogéneo. En primer lugar, tanto los Bienes (+2,7%) como los Servicios (+1,1%) crecieron respecto a mayo, ya que las restricciones fueron acotadas y permitieron un mayor despliegue de actividades. Aun así, mientras que los Bienes siguen por encima de los niveles pre-pandemia (+4,6% por encima del primer bimestre del 2020), los Servicios no logran recuperar lo perdido (-3,7%).

A su vez, la Industria (+9,7% de la pre-pandemia) y el Comercio (+9,0%) son los sectores que siguen liderando la recuperación, lo cual representa una buena noticia en términos de generación de empleo y el importante peso que tienen sobre la actividad económica -conjuntamente representan más de un tercio del PBI-. A contramano y con caídas de dos dígitos respecto a la pre-pandemia se ubicaron los sectores de servicios que siguen con complicaciones para operar, como Hoteles y restaurantes y Transporte y comunicaciones.

¿Qué esperamos para el segundo semestre?

Mirando hacia adelante, prevemos una recuperación del orden del 2% desestacionalizado en el tercer trimestre. Esto será consecuencia de una economía más “normal” producto de menores restricciones y el avance de la campaña de vacunación, que se combinará el push electoral y la apuesta a planchar el dólar y continuar el congelamiento tarifario para desacelerar la inflación por debajo del 3% mensual. Así, habrá unos meses de tregua al poder adquisitivo, a la que se le sumarán diversos estímulos asociados al financiamiento – Ahora 12-, favorables condiciones crediticias para determinados grupos, como los monotributistas, y bonos para jubilados y perceptores de asignaciones.

A su vez, la inversión, que fue el componente de la demanda que más rápido recuperó el terreno perdido, mantendrá esta tendencia. En este sentido, la construcción y la compra de maquinaria y equipo se ubican como una opción atractiva de ahorro, ante las restricciones cambiarias y una brecha que podría acentuarse en la previa a las elecciones.

La mejora de la actividad tendría un ritmo menor en el cuarto trimestre por dos motivos. Por un lado, el impacto del levantamiento de las restricciones será cada vez más acotado; mientras que por el otro, es posible una leve aceleración de la inflación al cierre del año, ligada al inicio de posibles correcciones cambiaras/tarifarias en este momento.

De esta manera, el crecimiento de la economía rozará 7% en el promedio anual de 2021. Con un acuerdo con el FMI que llegaría pasada las elecciones y correcciones de algunos precios relativos que estarán pendientes -tipo de cambio y tarifas-, el desafío pasa por lograr las condiciones para que la recuperación del segundo semestre sea sostenible en la primera parte del 2022.

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Argentina y su década estancada: sin crecimiento sostenido hace más de diez años

Hace diez años que la economía argentina no crece sostenidamente. Por el contrario, nuestro PBI per cápita se redujo 12% entre 2011 y 2019. Más aún, esta variable cayó 16% si sumamos 2020 y 2021 al análisis, años en que la pandemia afectó gravemente a la actividad. Este comportamiento no fue la norma en la región, donde el PBI per cápita creció 3,6% entre 2011 y 2019. Resultado de este estancamiento, la Argentina quedó en el puesto 175 sobre un total de 192 países en el ranking de crecimiento de la década en cuestión.

Mirando estos números y entendiendo que nuestro desempeño fue particular, tiene sentido preguntarnos por qué tuvimos esta performance tan mala: ¿cómo llegamos hasta acá? ¿hay algo rescatable, una suerte de recesión actual que siente las bases para el crecimiento futuro? O, por el contrario, ¿la década estancada también complicó los cimientos para recuperarse en los años siguientes? Veamos.

Entre 2003 y 2011, el PBI promedió una suba del 7% anual, habiendo alcanzado en 2005 los niveles pre-crisis de la Convertibilidad y expandiéndose genuinamente después. Un escenario de superávits fiscal y de cuenta corriente, en un contexto de pagos de deuda externa acotados -a excepción del FMI en 2005- impulsaron a la inversión, que crecía a una tasa interanual de dos dígitos y lideraba la recuperación de la demanda. Además, un mundo de buenos precios internacionales de commodities, en especial desde 2006, y un dólar competitivo fortalecieron la entrada de divisas y alejaron potenciales expectativas de devaluación.

Sin embargo, esta época de bonanza no duraría para siempre. De hecho, en ella se generaron algunos problemas que complicarían luego la situación posterior. Concretamente, una inflación que se instaló en la zona del 20% desde 2007 -a excepción de un 2009 de crisis internacional- y un resultado fiscal que se deterioró sistemáticamente impidieron que el crecimiento sostenido perdurara. La mejora de la demanda interna y la recuperación del salario en dólares impulsaron a las importaciones, erosionando también al superávit de cuenta corriente, que pasó a terreno negativo en 2010. Los pilares del crecimiento de la década anterior, entonces, se habían esfumado.

En este marco, en 2011-2012 recrudecieron las tensiones en el mercado cambiario, que se “resolvieron” con el cepo -de manera transitoria y postergando una solución más duradera-. Ahora bien, en lugar de promover correcciones de fondo, las restricciones del mercado cambiario se aprovecharon para abaratar al dólar oficial, impulsando así al poder adquisitivo y el consumo de las familias. El objetivo se logró, y este componente de la demanda creció 4% entre 2012 y 2015 -ayudado también por el congelamiento tarifario, que elevó el gasto en subsidios, volviéndolo una porción tan relevante como difícil de sostener del déficit fiscal primario de 2015-. A la vez, el consumo público también trepó, motivando que el consumo total escalara 6% durante el segundo gobierno de Cristina Fernández de Kirchner.

Sin embargo, más allá de este buen desempeño, y en parte producto de las causas que le dieron origen, el resto de los componentes de la demanda se deterioraron (a modo de ejemplo, la inversión cayó 8%, en tanto las exportaciones se redujeron 16%) y el PBI de 2015 fue solo 1,5% mayor al de 2011. Considerando el crecimiento poblacional del período, el PBI per cápita marcó una caída de casi 5% en esta etapa.

En diciembre de 2015, la economía argentina tenía importantes pasivos por el lado fiscal y cambiario, además de distorsiones relevantes de precios relativos. No obstante, tenía un activo clave: el bajo nivel de deuda pública relevante -es decir, con acreedores privados y organismos multilaterales de crédito-.

Apalancándose en esta virtud, el gobierno de Cambiemos intentó corregir los desequilibrios heredados y estimular el crecimiento al comienzo de su gestión. En la primera mitad del mandato logró algo de esto, y el PBI avanzó casi 3% entre 2016 y 2017. Sin embargo, un acelerado incremento de la deuda en un país que no resolvía sus problemas de fondo frenó el influjo de capitales privados a comienzos de 2018, para luego provocar una salida constante de estas inversiones durante el año y medio siguiente.

Un déficit de cuenta corriente que había alcanzado los USD 30.000 millones en 2017, equivalente a 5% del PBI, y una deuda en moneda extranjera que había crecido USD 80.000 millones en dos años marcaban que la economía argentina necesitaba demasiadas divisas para funcionar; divisas que, al momento, empezaban a dejar de llegar. En este marco, y para evitar una devaluación todavía mayor -o una vuelta del cepo- el gobierno de entonces recurrió al FMI en mayo de 2018.

El préstamo del organismo multilateral aceleró el proceso de ajuste fiscal, pero limitó severamente las intervenciones del Banco Central en el mercado de cambios, motivando sucesivos saltos del dólar en la segunda mitad de 2018. En respuesta, se aceleró la inflación, que superó la barrera del 50% anual, y los salarios perdieron casi un quinto de su poder de compra. El consumo se desplomó y el PBI cayó casi 5% durante la gestión Cambiemos -y casi 8% a nivel per cápita-.

La llegada de la pandemia agravó la situación anterior, como era de imaginar. Por un lado, las restricciones operativas en una economía con demanda deprimida y sin financiamiento provocaron una caída del 10% en el PBI durante el año pasado. A la vez, el arribo del Coronavirus motivó ciertas distorsiones que, no por necesarias fueron menos problemáticas. Si cuando Macri dejó el poder el stock de deuda era un problema, pero el esquema de precios relativos parecía más estable y el resultado fiscal primario se había equilibrado, en 2020 se atrasaron las tarifas y se disparó el déficit fiscal primario. Aunque este último se está revirtiendo en 2021, su financiamiento generó un aumento de la deuda y la emisión monetaria a lo largo del año pasado. Por este motivo, se endurecieron sensiblemente las restricciones a la compra de divisas, que ya habían sido reimpuestas en 2019 (y que alejan a los inversores de nuestro país).

Si bien la reestructuración de la deuda con acreedores privados relajó el perfil de pagos hasta 2024, y un posible acuerdo con el FMI -en 2022- despejaría los vencimientos inmediatos, lo cierto es que el stock de deuda relevante del Estado Nacional sigue siendo un problema en la actualidad. Por lo tanto, los problemas de 2019 siguen vigentes en 2021, a la vez que algunos de los desafíos que se habían corregido entre 2016 y 2019 reaparecieron durante -y en parte por- la pandemia. La década estancada, entonces, generó los cimientos para seguir estancados un tiempo más.

Si nuestro país creciera los próximos diez años a la tasa promedio a la que creció la región entre 2011 y 2019 (+2,5%), recién en 2032 recuperaríamos el PBI per cápita de 2011. Este escenario distaría de parecerse a la economía argentina de los últimos años, que nos tiene acostumbrados a una inestabilidad mayor. Sin embargo, esta tasa de crecimiento tampoco es exagerada si tenemos en cuenta los números observados a principios de siglo. Más allá de esto, el punto es que, incluso en un futuro “auspicioso”, nos tomará al menos una década para volver a los máximos anteriores.

En la última década, las variables más relevantes de la economía se deterioraron en nuestro país: actividad, inflación, resultado fiscal y situación del mercado cambiario, entre otros, están hoy más complicados que hace diez años. Además, como consecuencia de esta caída, los indicadores sociales -pobreza e indigencia, principalmente- también empeoraron. La situación es difícil, pero los resultados no están puestos: nunca es tarde para volver a crecer y empezar a parecerse más a la norma global que ser la excepción. El futuro nunca está determinado ni condenado.