La economía argentina viene recuperándose a buen ritmo, aunque no exenta de altibajos, desde que se flexibilizaron las restricciones a la circulación en la última parte del 2020. Este crecimiento todavía ubica a la actividad económica un 1% por debajo de los niveles pre-pandemia (primer bimestre de 2020) para los últimos datos disponibles. Sin embargo, dichas cifras agregadas esconden un comportamiento muy heterogéneo, en el que conviven sectores que ya operan muy por encima de 2019 con otros que recién están despegando.
Al realizar un análisis sectorial, vemos que los rubros productores de Bienes mostraron nueve meses consecutivos con niveles superiores a los previos a la crisis. Así, en julio del presente año produjeron casi 4% más que antes de la irrupción de la pandemia. Por el contrario, los sectores proveedores de Servicios aún se encuentran más rezagados y -en conjunto- todavía no recuperaron el terreno perdido, ubicándose en niveles inferiores a los anteriores a la crisis del Covid-19 (1,4% por debajo).
Teniendo en cuenta esta evolución, se abren una serie de interrogantes: ¿cómo seguirá la recuperación en lo que queda del año? ¿se revertirá la dinámica dispar, con un alza de los Servicios que los ubique al frente del rebote? ¿qué esperamos para 2022?
Los Bienes, holgadamente encima de la pre-pandemia
Como dijimos, a nivel agregado la producción de Bienes ya recuperó la pérdida provocada por la pandemia, los cierres y las restricciones a la movilidad y a la producción impuestos en 2020. De cara al cierre del año estas actividades seguirían mejorando, aunque moderarían el ritmo de crecimiento. Dentro de ellas podemos distinguir varios rubros con desempeños distintos.
El primer caso para analizar es el de la Industria Manufacturera. En julio, este sector llegó a alcanzar niveles 7% mayores a los previos a la crisis, ubicándose como uno de los rubros líderes de la recuperación. Esta rápida reactivación se debió, en un primer momento, a la flexibilización de las restricciones y la implementación de protocolos, factores que le permitieron volver a operar librando órdenes de compra pendientes y recomponiendo stocks. Además, la industria se vio beneficiada por una mayor demanda de bienes durables ‘dolarizados’ en un contexto de elevada brecha cambiaria, restricciones para acceder al ahorro en dólares y cambio en los patrones de consumo. Tras esta suba inicial, en 2021, efectos contrapuestos operaron sobre el sector. Por un lado, se vio afectado marginalmente por contagios de personal y cierres temporales de plantas, a la vez que el ‘veranito del consumo de durables’ perdía fuerza. A pesar de esto, otros factores incentivaron la producción industrial, como las tasas reales negativas, la mejora -marginal- del poder adquisitivo del salario y la implementación de programas oficiales que incentivaron estas compras (por caso, Ahora 12 y Créditos a tasa 0% para monotributistas).
Para los próximos meses, los últimos factores mencionados seguirán vigentes, aunque la evolución del sector no estará exenta de vaivenes. Por caso, el dato del Índice Industrial Manufacturero (IPI) exhibió en julio y agosto dos caídas mensuales desestacionalizadas (-2,2% y -0,6%, respectivamente). De todas maneras, las expectativas para el sector son positivas: casi el 80% de las empresas encuestadas por el INDEC espera que la demanda interna aumente o se mantenga estable en los próximos meses.
Considerando que este sector ya recuperó todo el terreno perdido por la pandemia e incluso gran parte de lo cedido en 2018 y 2019, es posible que el ritmo de crecimiento se desacelere. En este sentido, destaca que el uso de la capacidad instalada está solo un 3 p.p. por debajo del promedio de 2017, que representa el máximo de la serie de los últimos años, por lo que el espacio para seguir creciendo sin ampliar la capacidad productiva es acotado.
Párrafo aparte merece la Construcción, otro de los grandes segmentos que impulsó la producción de Bienes. Esta actividad se ubicó en julio en niveles 4% superiores a los de la pre-pandemia, ayudando a una rápida reactivación de la inversión productiva, que en el segundo trimestre se encontró un 20% por encima de la pre-crisis. Detrás de este buen desempeño se pueden diferenciar dos etapas. En la segunda parte del año pasado, la mayor permanencia en el hogar junto con el cepo y la brecha cambiaria impulsaron la demanda para pequeñas refacciones. En cambio, en el primer semestre de 2021, estas construcciones perdieron fuerza, pero fueron reemplazadas por la reanudación de las obras privadas de mayor magnitud y el impulso de la obra pública.
En agosto, el Indicador Sintético de la Actividad de la Construcción exhibió un retroceso (-2,6% respecto al mes previo), dejando en evidencia que el sector comenzó a mostrar signos de estancamiento. Sin embargo, para el resto del año no prevemos que existan nuevas restricciones operativas que impidan su normal funcionamiento, a la par que el costo de la construcción medido en dólares seguirá siendo atractivo (en particular, valuado al tipo de cambio financiero) y el impulso a la obra pública traccionará la construcción (proyectamos que el gasto de capital del Sector Público Nacional más que se duplicaría en el año). Incluso, los permisos de edificación del mes (que adelantan futuras obras) crecieron 70% i.a., y más del 90% de las empresas que realizan obras consultadas cree que la actividad crecerá o permanecerá estable en los próximos meses.
Para finalizar, resta nombrar que el sector primario es, dentro de los productores de Bienes, el que exhibió un desempeño más magro. Por caso, el sector Agropecuario y ganadero junto al de Minas y canteras todavía se encuentran por debajo de los niveles pre-crisis (-1% respecto al primer bimestre de 2020). De esta forma, descontando de la producción de Bienes a estos rubros, el panorama es más favorable: el resto de ramas productivas tuvo una actividad 7% por encima de la pre-pandemia.
Los Servicios siguen rezagados, ¿podrán acelerar el ritmo de recuperación?
A diferencia de los productores de Bienes, los proveedores de Servicios aún no lograron recuperar el terreno cedido por la pandemia, aunque al desagregarlos se observa que algunos tuvieron un desempeño algo más favorable que otros. Dentro de los de mejor performance, se encuentra el caso del Comercio minorista y mayorista que, al igual que la industria y la construcción, se mantiene hace varios meses arriba de la pre-crisis (en julio, llegó a ubicarse más de 10% por encima). En un contexto de políticas económicas que “ponen plata en el bolsillo de la gente” (tanto por el lado de las transferencias como con créditos subsidiados y elevada liquidez) y con un salario real que comienza a abandonar el terreno negativo, este sector que depende sensiblemente de la demanda interna pudo incrementar sus ventas, y mantendría el buen desempeño en el corto plazo.
A contramano se ubicaron los sectores más perjudicados por la naturaleza sanitaria de la crisis, que siguen operando en niveles de dos dígitos por debajo de sus picos anteriores. El rubro más golpeado sigue siendo Hoteles y restaurantes, que en julio se ubicó 48% abajo de la pre-pandemia, seguido por Servicios sociales y personales, donde se encuentran determinadas actividades de esparcimiento, como teatros y espectáculos deportivos (-32% por debajo) y Transporte y comunicaciones (-13%). Detrás de este desempeño, se encuentra el hecho de que estos sectores siguieron muy afectados por las restricciones a la circulación y los cuidados sanitarios autoimpuestos por parte de la sociedad, en tanto son actividades que requieren una importante aglomeración de personas. Peor aún, estos rubros acusaron el impacto de la segunda ola que, aunque más leve en términos sanitarios, volvió a golpear a este tipo de actividades. En este sentido, es una parte de la economía que todavía tiene mucho camino de “rebote” por recorrer.
De cara a lo que sigue, con el avance de la vacunación y la ampliación de aforos permitidos, los sectores asociados al esparcimiento mostrarían mejores números. Las actividades que implican una mayor aglomeración de personas en los grandes centros urbanos están volviendo a la normalidad (por caso, espectáculos culturales y deportivos) y aquellas vinculadas al turismo también tendrían una mejoría. Respecto a estas últimas, aunque la recepción de viajeros del exterior se encuentra muy limitada por el momento (en los primeros siete meses del año llegaron un 96% menos de turistas por vía aérea que en el mismo lapso de 2019), el turismo interno está compensando parcialmente esta baja. En este sentido, el programa pre-viaje implementado por el Gobierno incentiva las vacaciones domésticas y superó las cifras estimadas ex-ante a su aplicación, lo que generaría un mayor dinamismo en restaurantes, hoteles y otros asociados a partir de noviembre. De esta manera, esperamos que las actividades que aún se encuentran rezagadas aceleren su recuperación en los próximos meses, cuando también podría darse un driver extra con la apertura de las fronteras a la recepción de viajeros.
2022 con incógnitas latentes
De todas maneras, el principal interrogante es si estos sectores de Servicios tendrán margen para recuperar todo el terreno perdido o alcanzarán un nuevo “techo” de actividad más bajo al de los años anteriores. Esto podría darse por la pérdida de “capacidad instalada”, si los cierres prolongados hubieran llevado una reducción en la cantidad de proveedores. Según los datos publicados por AFIP, se perdieron una totalidad de 30.000 empresas en los últimos dos años (considerando los datos a mayo de 2021, último disponible), y casi el 90% de ellas estaban vinculadas con la provisión de Servicios.
Peor aún, las caídas más significativas estuvieron en los sectores que todavía no recuperaron su nivel habitual de ventas (transporte, alojamiento, restaurantes y esparcimiento), dado que en promedio mostraron una caída del 13%, representando un tercio de los cierres (alrededor de 10.000 empresas). Dicho esto, es posible que la destrucción de capital producto de la pandemia impida la aceleración en la recuperación de estos sectores, que todavía no pudieron despegar. Una vez que el “efecto rebote” se diluya, el crecimiento se moderaría.
Para finalizar, la gran duda vigente sobre el vigor de la recuperación es la posibilidad de una disrupción cambiaria. De cara al año entrante, el buen desempeño de la industria, la construcción y el comercio, que hoy explican la mayor parte del crecimiento del PBI, podría verse interrumpido si hubiera un salto en el tipo de cambio. La demanda de estos rubros esta muy vinculada con el poder adquisitivo doméstico, hoy traccionado no solo por el congelamiento de las tarifas y las políticas destinadas a dinamizar al consumo, sino sobre todo por la apreciación del dólar. Por este motivo, un salto cambiario o una aceleración del ritmo de depreciación diario podrían obturar la recuperación.