Una de las peculiaridades de la administración económica boliviana ha sido que, a pesar de su orientación política, ha mantenido durante varios años la estabilidad macroeconómica recuperada después de la hiperinflación observada entre 1982 y 1985. En efecto, Bolivia fue el primer país en el mundo que tuvo un fenómeno inflacionario agudo sin que exista conflicto bélico
interno o externo.
En el país, la secuela de la hiperinflación derivó en un consenso general sobre la importancia de la estabilidad económica. En ese sentido, uno de los desafíos de la actual administración gubernamental cuando asumió en 2006 fue cómo combinar la estabilidad con la redistribución, dado que la hiperinflación de los ochenta se produjo en un gobierno con similar orientación.
El mantenimiento de la salud macroeconómica se produjo tanto por la determinación política de que ésta era un factor crucial para un entorno de estabilidad social como por el creciente liderazgo del ministro de hacienda, Luis Arce, un economista con experiencia previa en el banco central con sólidos conocimientos de administración fiscal.
De hecho, el ministro Arce delineó las principales líneas de la dirección económica nacional, plasmándolas en una narrativa particular. La forma de administración fue denominada “Modelo Económico Social Comunitario Productivo”, que en esencia tiene una orientación fuertemente
estatal para la producción y énfasis en la redistribución del ingreso.
Sus resultados en términos de crecimiento económico han sido buenos en comparativa sudamericana, aunque no se pudo articular con el aparato productivo para generar mayor dinamismo, debido a las diversas distorsiones microeconómicas y regulatorias introducidas, que impidieron tasas más altas y fomento a la diversificación productiva.
El gobierno tuvo un contratiempo cuando Arce dejó el ministerio por motivos de salud en junio de 2017, quedando sus responsabilidades a cargo del equipo de apoyo, a la cabeza del viceministro de pensiones y servicios financieros, Mario Guillén. Durante el año y medio de ausencia, el manejo de la economía se mantuvo en general en estatus quo.
En enero del presente año, Arce retornó al ministerio. Su regreso era esperado en el gobierno puesto que la situación económica del país se ha deteriorado gradualmente frente a un nuevo entorno de menor dinamismo de la economía mundial y términos de intercambio desfavorables.
De hecho, el déficit fiscal ha estado en torno a 8% del PIB durante los últimos cuatro años, lo cual ha generado un déficit en la cuenta corriente de la balanza de pagos promedio de 6%. Dicho déficit se financió con endeudamiento externo y la caída de los activos externos.
El desafío de Arce en este año marcado por las elecciones presidenciales será en lo inmediato restaurar el equilibrio macroeconómico fiscal y externo, mientras que el de mediano plazo es enfocarse en mejorar la productividad y el crecimiento económico en un contexto desfavorable a nivel regional.