Censo Nacional Agropecuario 2018: resultados preliminares

El Instituto Nacional de Estadística y Censos (INDEC) presentó los resultados preliminares del Censo Nacional Agropecuario 2018 (CNA 2018), después de 16 años del último registro de igual envergadura para el sector (2002). Entre los principales resultados cabe destacar que existe 250.881 Explotaciones Agropecuarias (EAP) con 480.191 parcelas. Con respecto a la superficie, se registró 157 millones de hectáreas, de las cuales 21% corresponden a superficie implantada con algún cultivo y 79% a otros usos.

A continuación, se presenta los principales resultados que arrojó el CNA 2018 y las comparaciones con el CNA realizado en 2002. De esta forma, el presente informe permite dar la primera aproximación al escenario actual del sector agrario argentino y sus cambios estructurales durante los últimos 16 años.

Superávit récord con Brasil

En octubre de 2019, la balanza comercial bilateral entre Brasil y Argentina arrojó el mayor superávit del año de USD 290 millones, más que revirtiendo el déficit de USD 70 millones alcanzado en igual mes del año pasado. Esta mejora obedeció al desplome de las importaciones (-32% i.a.), ya que las exportaciones, aunque estuvieron en terreno positivo, avanzaron a una menor cuantía (+4% i.a.). En otro orden, resalta el fuerte deterioro del flujo comercial, que marcó un piso para el mes desde 2005. Dada la importancia de tener un intercambio aceitado con nuestro principal socio, esta dinámica enciende algunas señales de alarma.

Por otro lado, la mejora de las exportaciones se atenúa al tener presente que las compras de Brasil al resto del mundo crecieron más de 10% i.a. Como resultado, la participación argentina en el gigante sudamericano pasó de 6,1% en octubre de 2018 a 5,7% en 2019.

En el acumulado a los primeros diez meses del año, nuestro país registra un saldo positivo de USD 665 millones –de modo que casi la mitad se explicó por el resultado del último mes-, más que contrarrestando el déficit totalizado en el acumulado enero-octubre de 2018 (USD -4.160 millones). Lamentablemente, esta recuperación obedece al desplome de las importaciones (-50% i.a.) ya que las exportaciones también retrocedieron en la comparación interanual (-4% i.a.), algo que era esperable dado el estancamiento de la economía brasileña. Considerando la tendencia del último mes y que la economía argentina no se recuperará en lo que resta del año, como así tampoco la brasileña, estimamos que el saldo comercial alcanzaría USD 950 millones en 2019, producto de importaciones que caen significativamente más que las exportaciones (-34% i.a. y -2% i.a., respectivamente).

Antes de cerrar, hay que reparar en las dudas que se generaron sobre el futuro de la relación con nuestro principal socio comercial luego de las declaraciones cruzadas entre Bolsonaro y nuestro próximo presidente, Alberto Fernández. En tiempos de vacas flacas para nuestro país es importante que los mercados externos no se cierren, En consecuencia, si el conflicto político atenúa las posibilidades de vender en Brasil podría agravar una caída de la demanda interna que, al menos hoy, no encuentra piso ni luz al final del túnel.

El frente externo da un necesario alivio

La Balanza Comercial sigue sumando meses de superávit y ya acumula trece meses consecutivos. En septiembre este ascendió a USD 1.744 millones, frente a USD 314 millones en igual mes del año anterior, superándolo en 418% i.a. Asimismo, por primera vez luego de trece meses de caída, el comercio total (exportaciones más importaciones) no cayó. El resultado del mes obedeció a importante avance de las exportaciones (+14,1%), mientras que las importaciones siguen en terreno negativo (-14,9% i.a.).

La menor reducción de las importaciones (-15% i.a. versus -27% i.a.) responde a la baja base de comparación que dejó el mes de septiembre de 2018 (-21,2% i.a.), pero cuando observamos los niveles, estamos hablando de cifras 33% inferiores al 2017 y es el valor más bajo para un noveno mes desde 2009. En este sentido, el retroceso en las importaciones no sorprende, septiembre fue un mes complejo, no solo por estar entre las PASO y las elecciones de octubre, sino que fue el primer mes de vigencia del cepo cambiario, con un tipo de cambio muy encarecido en términos de moneda local, limitando (o demorando) a las empresas argentinas el acceso a insumos importados. La reducción afectó a todos los usos económicos: combustibles y lubricantes (-33,6% i.a.), vehículos (-30,0% i.a.), bienes de capital (-18,6% i.a.), bienes de consumo (-17,4% i.a.), bienes intermedios (-9,1% i.a.) y piezas y accesorios (-4,1% i.a.).

Del lado de las exportaciones, el dinamismo de las cantidades (+22,3% i.a.) superó a la de los precios (-6,7% i.a.). Las mayores cantidades exportadas están relacionadas a las mejores condiciones internas de oferta exportadora del sector agrario en relación con el año previo (cuando fue la sequía), complementado con un dólar competitivo y una creciente demanda china (+151% i.a.). En este marco, en septiembre las exportaciones crecieron en casi todos los frentes: productos primarios (+70,2% i.a.), manufacturas de origen industrial (+5,9% i.a.) y manufacturas de origen agropecuario (+4,8% i.a.). Solamente los combustible y energía mostraron un retroceso en las ventas externas (-32,2% i.a), resultado de menores precios (-23,2% i.a.) y cantidades (-11,8% i.a.).

En este sentido, el superávit comercial de los primeros nueve meses del año ascendió a USD 9.497 millones, implicando un giro de 180 grados al comparar con el déficit de USD 6.400 millones de 2018. Lamentablemente, el principal factor explicativo hay que buscarlo en el retroceso de las importaciones (-26,2% i.a.) y no tanto en el avance de las exportaciones, que crecieron anémicamente en términos nominales (+4,9% i.a.) en consecuencia de los bajos precios internacionales, que fueron afectados por las tensiones comerciales entre Estados Unidos y China y, la desaceleración económica a nivel global.

Hacia adelante, proyectamos cerrar 2019 con un superávit de balanza comercial en torno a los USD 14.000 millones. Dicho resultado será explicado por una caída de las importaciones (-22% i.a.) y un débil aumento en las exportaciones (+5% i.a.), impulsados en parte por una baja base de comparación y un tipo de cambio competitivo.

La industria bajo el agua

La industria argentina continúa sumergida en la debilidad interna. Después de haber mostrado leves signos de reactivación en julio pasado, cuando la actividad creció 3,7% mensual en términos desestacionalizados, los resultados de las PASO consumieron las escasas energías que parte de los sectores manufactureros comenzaba a esbozar. En este sentido, en agosto el Índice de Producción Industrial Manufacturero (IPI) se redujo 2,8% respecto a julio y el uso de la capacidad instalada se ubicó en 60,5% de la instalada. Es decir, hay un 40% de capacidad ociosa en la industria.

En este marco, la recesión económica muestra impactos notables sobre los sectores industriales, dado que todas las grandes ramas de actividad se encuentran en rojo y la industria en conjunto terminará el 2019 con la mayor caída de los últimos cuatro años (alrededor del -7% i.a.).

Como es de esperar, este magro comportamiento de la industria tuvo significativas repercusiones sobre el empleo. En junio de 2019, la industria alcanzó los 1.105 mil puestos de trabajo, lo que significó una pérdida interanual de 63 mil puestos industriales y fue superado en nivel de ocupación por el comercio, el cual mantiene el predominio sobre la industria desde julio de 2018, cuando prevaleció en asalariado por primera vez en la historia. Ésta dinámica se explica porque la industria registró tasas de destrucción de empleo mayor que la del comercio.

El salvavidas de las exportaciones

Las ramas de actividad que menos caen o que aumentan en el margen, son las que presentan ventajas comparativas y que, frente a la mejora del tipo de cambio real, reaccionan rápidamente con mayores exportaciones. Tal es el caso de las actividades vinculadas al campo y al desarrollo de Vaca Muerta.

En este sentido, la industria de alimentos y bebidas, aunque en el agregado muestra una caída del 1% i.a. acumulado a agosto, es la rama de actividad que mayor crecimiento exhiben algunos de sus rubros. Tal es el caso de la molienda de oleaginosas y la fabricación de galletas y artículos de panadería, beneficiadas por una cosecha agrícola récord, y de la industria de carne, vinos y frutas, qué además de acompañar el clima en la producción primaria, se vieron beneficiadas por excedentes de producción que permitieron ampliar su oferta en el mercado internacional. Por caso, en el acumulado a agosto, el volumen de exportaciones de Manufacturas de Origen Agropecuario (MOA) creció 12% i.a.

Del mismo modo, la buena performance del campo traccionó las ramas industriales proveedoras de la actividad. Es el caso de la producción de agroquímicos, la cual se expandió 16,3% i.a. en el acumulado de los últimos ocho meses. Por su parte, la fabricación de maquinaria agrícola fue una excepción en este sentido, dado que entre el grueso de sectores es la que mayor caída registró (-20,5% i.a.). Este hecho obedeció a que la mayor demanda por equipos agrícolas desde el campo se tradujo en reducción de stocks, pero no en una mayor producción de los equipos.

Otra de las industrias destacadas fue la Refinación de Petróleo, que mostró una reducción más tenue al resto de los sectores (acumuló a agosto una caída de 2,6% i.a.) de la mano de la mayor producción de Vaca Muerta. El aumento de las exportaciones de combustibles y energías (+15,3%), junto con una mayor demanda de gasoil desde el agro, permitieron una caída moderada de la actividad.

El ancla de la demanda interna

Los rubros fabriles más afectados en lo que va de 2019 son los vinculados al mercado interno. La fuerte caída del salario real y la vigencia de tasas de interés en niveles prohibitivos, generan una abrupta caída del consumo interno.

Por un lado, el consumo masivo sufrió una fuerte contracción. Según datos de Kantar Worldpanel el mismo acumula a agosto un retroceso del 7% i.a. y los rubros más afectados son los de congelados, lácteos, bebidas y cuidado personal. En esta línea, dentro del sector de alimentos y bebidas, el rubro de lácteos cayó 4% i.a. en los primeros ocho meses de 2019 y las gaseosas y aguas 14,5% i.a. Asimismo, la fabricación de detergentes, jabones y otros productos químicos de limpieza se retrajo 14% i.a.

Por otro lado, la industria textil y de indumentaria sigue sumergida en terreno negativo,  presentando en lo que va en el año caídas del 13% y 12% i.a., respectivamente. El declive del consumo interno y la frágil situación laboral tiene su correlato en la industria, que destina cerca del 90% de su producción al mercado local.

Al mismo tiempo, otro de los segmentos golpeados por la crisis fueron los bienes durables, afectado por la caída del poder adquisitivo (tanto en pesos como en dólares) y el acceso restringido al financiamiento ante tasas de interés elevadas. Entre los más perjudicados se encuentran los vehículos automotores (-32,3% i.a.), las motocicletas (-65,0% i.a.), los electrodomésticos (-18,6% i.a.) y los muebles (-15,3% i.a.).

Algo similar se observó en el comportamiento de las actividades fabriles que son proveedoras de otras industrias. En este sentido, la manufactura de plástico acumuló a agosto de 2019 una retracción del 11,5% i.a, ante la menor demanda desde el sector automotor, electrodomésticos, maquinaria agrícola, y alimentos y bebidas. Asimismo, la débil actividad de la construcción repercutió en una menor producción de cemento (-5,0% i.a.) y de productos de la siderurgia (-13,1% i.a.) y del aluminio (-2,3% i.a.).

No se ve el horizonte

Las perspectivas para la actividad industrial no son alentadoras. La aceleración de la inflación luego de las PASO no deja posibilidades de que el salario real puede percibir mejoras los próximos meses. Si a esto se suma que las tasas que rigen para financiar el consumo son casi prohibitivas, difícilmente la demanda interna pueda reactivarse en el corto plazo.

Por otra parte, a pesar de que la mayor competitividad cambiaria motiva los envíos al exterior, lo cierto es que las PyMEs tienen dificultades para poner en movimiento la producción ante el encarecimiento del crédito. A ello se suma que las nuevas restricciones de acceso al mercado cambiario y la obligación de liquidar las exportaciones en un contexto de elevada incertidumbre, provoca un desincentivo para el crecimiento sostenido de las ventas externas.

De esta forma, la industria continuará sumergida bajo el agua hasta tanto el poder adquisitivo mejore, la tasa de interés se torne más accesible y la economía y la política muestren señales de estabilidad.

El frente externo, el único brote verde

El superávit comercial alcanzaría USD 14.000 millones en 2019

Desde mediados del año pasado se derrumbaron casi todos los indicadores económicos: el consumo interno, la inversión, el gasto público, etc. Sin embargo, hay una variable que mejoró sustancialmente, en parte por el deterioro de las demás: la balanza comercial de bienes.
A modo de ejemplo, mientras que en el primer semestre del 2018 el déficit comercial se agravó en relación a igual período de 2017 (pasó de USD -2.600 millones a USD -4.900 millones), en la segunda mitad del año pasado el rojo se convirtió en un superávit, pasando de USD -5.700 millones a USD +1.000 millones. Asimismo, esta dinámica se repitió en la primera parte de 2019 y el saldo comercial totalizó USD +5.600 millones.
Pese a estas buenas noticias, cabe destacar que la mejora respondió mayormente a un desplome de las importaciones, que roza el 30% i.a. en el acumulado a agosto (último dato disponible), y no a un avance de las exportaciones, que crecieron poco menos de 4% i.a. en los primeros ocho meses del año. En consecuencia, la recuperación del frente externo es más un subproducto de la crisis que el resultado de una mayor competitividad cambiaria o la apertura de nuevos mercados. Para que estas dos políticas arrojen resultados concretos, será necesario que las mismas sean sostenidas en el tiempo.
Volviendo a los números, dado que la recesión sigue sin encontrar su piso, la mejora del saldo comercial se mantendrá en la segunda mitad del año, y el superávit comercial de bienes rondaría USD 14.000 millones en 2019. Este resultado sería explicado por una importante caída de las importaciones (-22% i.a.), que cerrarían 2019 en la zona de USD 51.000 millones y un tibio avance de las ventas externas (+5% i.a.), que acumularían USD 65.000 millones este año, impulsadas en parte por la baja base de comparación que dejó la sequía de 2018 y los mayores saldos exportables que arroja una demanda interna deprimida.
Más allá de las falencias locales, vale destacar que la mejora del resultado comercial sería aún mayor si la economía brasileña finalmente creciera –sus proyecciones de crecimiento pasaron de 2,5% a comienzos de año a menos de 1% en la última semana- y si nuestros términos de intercambio, es decir, los precios de nuestros productos de exportación respecto de los de importación no estuvieran cayendo (-17% i.a. en el acumulado a agosto) producto de la cosecha récord que apuntaló la oferta internacional de productos oleaginosos y la guerra comercial entre Estados Unidos y China, que retacea el crecimiento del gigante asiático.

Hacia un superávit récord en 2020, ¿que el pago de la deuda se llevará?

Lamentablemente, el desempeño económico no mejoraría en 2020. A modo de ejemplo, el último Relevamiento de Expectativas de Mercado del Banco Central arrojó una caída del PBI de 1,5% i.a. Además, pese al control de cambios y la obligatoriedad de liquidar las divisas provenientes de las exportaciones en no más de cinco días hábiles, el dólar cerraría el año próximo en la zona de 90 ARS/USD según el informe. De esta manera, marcaría un avance cercano al 35% en 2020 -conforme al REM, diciembre 2019 terminaría con una divisa en la zona de 65 ARS/USD-, levemente por debajo de la inflación (+40% i.a.).
En consecuencia, el tipo de cambio real permanecería relativamente estable a lo largo del año próximo. Si consideramos los elevados pagos de deuda pública relevante (al sector privado y organismos financieros internacionales) en moneda extranjera que debe afrontar nuestro país en 2020 (USD 25.000 millones, más de 5% de PBI) y que los mercados de crédito permanecerán virtualmente cerrados, esta evolución parece lógica: el peso no se fortalecería, aun en un contexto de importantes restricciones a la demanda de moneda extranjera.
En este marco, proyectamos un superávit comercial cercano a USD 19.000 millones para el año que viene, un récord histórico medido en dólares corrientes. Un resultado positivo de esta magnitud será fundamental por dos motivos. Por un lado, por su impacto tradicional sobre los sectores transables. Por el otro, porque el sector privado aportará dólares frescos para los pagos de deuda que el sector público debe realizar. En consecuencia, si este superávit no se materializara, y no aparecen fuentes de financiamiento alternativas como por ejemplo asistencia china, los pagos de deuda del año próximo deberían reestructurarse. Aunque tampoco puede descartarse un escenario de default con un superávit de 5% del PBI, lo cierto es que sin él sería casi inevitable.

Al igual que este año, a la mejora del saldo comercial de 2020 se llegaría tanto por una caída de las importaciones (que estimamos no menor al 5% i.a.), que rondarían USD 48.000 millones, como por un avance de las exportaciones (en torno al 3,5% i.a.), que acumularía USD 67.000 millones.
Las explicaciones detrás de estas dinámicas serían similares a las de 2019: una demanda interna en rojo y un peso depreciado, que impactan negativamente en la coyuntura doméstica pero generan brotes verdes en el frente externo. Por su parte, la economía brasileña podría ayudar (sus proyecciones de crecimiento rondan el 2% i.a.), algo que no sucederá este año, pero la cosecha agropecuaria no repetirá la excelente performance de 2019 ni su base de comparación será baja por la sequía de 2018. Asimismo, por la guerra comercial entre Estados Unidos y China, más el anémico crecimiento de la economía europea, nuestros términos de intercambio no revertirían el deterioro de este año.
En resumen, en 2020 el frente externo será otra vez una estrella solitaria dentro de una economía argentina golpeada en la mayoría de sus partes. Esperemos que también aporte los dólares necesarios para enfrentar los servicios de deuda relevante y se convierta en nuestro único héroe en este lío.

Cuando el frente externo ayuda: equilibrio comercial con Brasil

En septiembre de 2019, la balanza comercial bilateral entre Argentina y Brasil volvió a permanecer prácticamente equilibrada (USD +81 millones), manteniéndose casi inalterada en relación con igual mes del año pasado (USD -17 millones).

Más allá de la similitud en el resultado, cabe destacar que sí hubo movimientos hacia el interior de las cuentas: el flujo de comercio (suma de importaciones y exportaciones) cayó más de 20% i.a. Teniendo presente este número se explica que la balanza comercial no haya empeorado pese a la contracción de casi 17% i.a. en las exportaciones, ya que las importaciones desde el país vecino se desplomaron 27% i.a.

Cabe destacar que la caída de los envíos a la primera economía del Mercosur tuvo lugar en un contexto de crecimiento de 19% i.a. del resto de las importaciones de este país, de modo que la participación argentina en dicho mercado se vio resentida, pasando de 6,6% en septiembre de 2018 a 4,7% el mes pasado. En un contexto de crisis de la demanda interna y una recesión que no encuentra la luz al final del túnel la pérdida de mercados externos es una señal de alerta. No obstante, vale destacar que parte de la contracción obedeció al freno de líneas de producción locales por motivos de la coyuntura interna que pospusieron la producción de bienes exportados, de modo que el desenlace negativo queda con un signo de pregunta. Habrá que seguir de cerca estos números en los próximos meses para ver si responden a la dinámica de un mes puntual o marcan un retroceso tendencial.

Por su parte, en el acumulado a los primeros nueve meses del año, la balanza comercial arroja un superávit de USD 375 millones para nuestro país, más que revirtiendo el déficit de USD 450 millones registrado en igual período del 2018. Al igual que para el dato mensual, la mejora obedece íntegramente al deterioro de las importaciones (-40% i.a.) ya que las exportaciones también cayeron en la comparación interanual (-5% i.a.). Por último, si tenemos en cuenta que el resto de las compras brasileñas retrocedió solo 1,1% i.a. en el período, las mejoras se atenúan.

Con estos números, proyectamos que el saldo comercial bilateral terminará arrojando un leve superávit para nuestro país en 2019, cercano a USD 600 millones. El mismo se explicará por un tenue avance exportador (+0,5% i.a.), producto de la mejora cambiaria post PASO y la menor demanda interna, y por un fuerte deterioro de las importaciones (-30% i.a.), consecuencia de una actividad que no logra recuperarse y un poder adquisitivo en moneda dura que no encuentra un piso. Así, pese a que se logrará un significativo ahorro de divisas respecto del año pasado –en un contexto de elevados pagos de deuda-, la alegría no será total: la mejora llegará por razones negativas (menores compras) y no por avances o aspectos positivos (mayores ventas).