Superávit comercial con exportaciones estancadas: ¿Cómo será el 2020?

En enero de 2020, el intercambio de bienes comercial resultó superavitario en USD 1.015 millones, lo que representa un avance de 170% en relación con el registrado en igual mes de 2019, cuando el saldo había sido positivo en USD 372 millones. Lastimosamente y al igual que el año completo 2019, el saldo positivo fue producto del deterioro de las importaciones (-16% i.a.) y no por el crecimiento de las exportaciones (-0.8% i.a.).

Analizando las exportaciones, estas alcanzaron los USD 4.550 millones, lo que representó un virtual estancamiento en relación con enero de 2019. Este resultado no solo obedeció al deterioro de los precios (-2,2% i.a.), sino también al magro crecimiento de las cantidades exportadas (+ 1,5% i.a.). En este sentido, las cantidades de 3 de los 4 rubros que componen las exportaciones tuvieron un desempeño negativo en enero: Combustibles y Energía (-23% i.a.), Manufactura de Origen Agropecuaria (-8% i.a.) y Manufactura de Origen Industrial (-2% i.a.). En tanto, Productos Primarios mostró un avance (+22% i.a.), atenuando la caída general.

Por otro lado, las importaciones alcanzaron los USD 3.534 millones y se ubicaron en el nivel más bajo desde 2010, para un mes de enero. Al igual que en 2019 y parte de 2018, dicha dinámica se explica por el achicamiento de la economía argentina ante la crisis cambiaria y la lenta recuperación (que aún no llega). En este sentido, tanto los precios como las cantidades se redujeron en su comparación interanual 7% y 10% i.a. respectivamente. Entre las peores caídas de las cantidades compradas, resaltó Vehículos (-50% i.a.), le sigue en orden Piezas y accesorios (-18% i.a.), Bienes de consumo (-8% i.a.), Bienes de capital (-7% i.a.), Bienes Intermedios (-2% i.a.) y Combustibles y lubricantes (-2% i.a.).

Hacia adelante, proyectamos cerrar 2020 con un superávit en la balanza comercial de USD 16.000 millones, similar al de 2019. Dicho dinamismo será explicado por el pobre desempeño tanto de las exportaciones como de las importaciones. En este sentido, las perspectivas de mejora de la economía brasileña y un tipo de cambio real más alto, podría estimular los envíos al exterior. Por el lado de las importaciones, la baja performance de la economía doméstica, en conjunto con políticas comerciales más agresivas, seguirán morigerando a las importaciones, aunque a un ritmo menor (cercana al -1% i.a.).

Vuelta al déficit bilateral con Brasil: muchas menos exportaciones e importaciones estancadas

Luego de un semestre en terreno positivo, el intercambio comercial con Brasil volvió a arrojar un resultado negativo en enero de 2020: en este caso, el saldo fue de USD -20 millones, más que revirtiendo el superávit de USD 120 millones alcanzado en el primer mes del 2019. Más allá de este deterioro, al incluir en la comparación el resultado de enero 2018 (USD -485 millones), se observa el efecto base de comparación; por lo tanto, nuestra performance no fue tan negativa como parecería a priori.

La reversión del saldo respondió a la caída exportadora (-16,5% i.a.), ya que las importaciones se mantuvieron virtualmente estancadas en la comparación interanual (-0,3% i.a.). La baja en los envíos a Brasil fue significativa, al punto tal que las ventas externas a este destino alcanzaron su menor valor desde marzo de 2017 y un piso para el mes de enero desde 2016. Dos factores fueron claves para esta dinámica. Por un lado, que la demanda de la principal economía del Mercosur no terminara de despegar. Por el otro, la depreciación nominal del Real (+5,3% durante enero) en un país con baja inflación, encareciendo relativamente a nuestros bienes respecto de los brasileños.

Si bien la caída de las importaciones brasileñas fue generalizada, lo cierto es que la contracción en los envíos desde nuestro país fue mucho mayor a la del resto de los orígenes (-17% i.a. y -0,5% i.a., respectivamente). Como resultado, la participación argentina en el mercado vecino pasó de casi 5% en el primer mes de 2019 a 4,1% en enero 2020.

Por el lado importador, el virtual estancamiento representa una buena noticia: las compras argentinas a Brasil mostraron caídas espectaculares entre julio 2018 y noviembre 2019, siempre superiores al 20% i.a. Habrá que esperar a la publicación de los datos agregados de nuestro país para saber si esta mejora se trasladó al resto del intercambio comercial o representó una recuperación aislada, tal como sucedió en diciembre cuando las importaciones desde Brasil crecieron levemente (+0,4% i.a.) pero cayeron casi 20% i.a. a nivel agregado.

Para finalizar, resta decir que proyectamos un tenue superávit, menor a los USD 1.000 millones, para el resultado comercial de 2020. De esta manera, el saldo caería levemente respecto del acumulado en 2019 (USD +1.020 millones). Esto se explicaría por exportaciones e importaciones que crecerían tibiamente (por debajo del 2% i.a.). En consecuencia, la mejora en el neto se estiraría, pero el flujo de comercio continuaría en niveles muy bajos. De que las expectativas de recuperación de la economía brasileña efectivamente se materialicen y que el Real no siga depreciándose y el Peso argentino apreciándose, dependerá que este tibio superávit no se transforme en un equilibrio o, peor aún, nuevamente en un déficit.

Nueva política comercial: ¿proteccionismo inteligente o vuelta atrás?

El cambio de gobierno trajo varias novedades en materia de política económica, y la gestión de la política comercial externa es una de las principales áreas donde se observan modificaciones. En este sentido, pasamos de un esquema de apertura casi irrestricta a otro en donde se intentará proteger a ciertas industrias consideradas sensibles, sea por el empleo que generan o por la cantidad de divisas que demandan.

Concretamente, se agregaron alrededor de 300 posiciones arancelarias (PA) al esquema de Licencias No Automáticas (LNA) para importaciones de bienes, llegando de esta manera a 1.500 partidas (es decir, un incremento cercano al 25% respecto de las 1.200 posiciones observadas anteriormente). Este cambio es mucho mayor cuando analizamos en términos de dólares: mientras que el set anterior comprendía posiciones por las que se importó poco menos de USD 8.000 millones en los primeros onces meses de 2019, el nuevo esquema abarca a más de USD 14.000 millones, representando una suba del 80%. En otros términos, las licencias automáticas (LA) pasaron de comprender a cuatro de cada cinco dólares importados a menos de dos de cada tres.

Por lo tanto, podemos afirmar que estamos ante un esquema a priori más cerrado, donde las posiciones bajo análisis involucran a un mayor flujo de comercio. Si bien esto es cierto, hay que remarcar que los números pueden exagerar por dos razones. En primer lugar, porque la comparación es entre las posiciones protegidas del esquema anterior y posiciones que entraban automáticamente. En consecuencia, las importaciones de las PA bajo LNA eran bajas por razones de política comercial. En otro orden, la comparación puede ser exagerada porque las LNA no son una prohibición al ingreso de bienes -si fuera así, los ingresos desde partidas incluidas en el esquema anterior debería ser cero-, sino la demanda de ciertos requisitos burocráticos y la demora del proceso de entrada. Por ende, si bien estamos frente a una lógica más restrictiva, el aumento es menor de lo que los números indican.

En otro orden, es importante destacar que estas herramientas de política comercial son toleradas por la Organización Mundial del Comercio (OMC), bastante reacia al uso de políticas proteccionistas. En este punto, estamos frente a una diferencia importante con lo que pasaba con las Declaraciones Juradas Anticipadas de Importación (DJAI), entre otras herramientas. En este contexto de importantes pagos de deuda en divisas y mercados de crédito cerrados, sostener una buena relación con los organismos internacionales -y no recibir denuncias en ellos- es fundamental.

Por otra parte, vale recordar que se recortó el plazo de validez de las autorizaciones de 180 días corridos a 90 días. Esta decisión desalienta la importación de bienes de capital, sobre todo desde destinos lejanos -principalmente China-, ya que el menor plazo que media entre que se puede efectivizar la compra y que el bien llega al país torna prácticamente imposible poder adquirir este tipo de productos, usualmente hechos a medida y con plazos de entrega mayores a los estipulados por las nuevas normativas.

Analizando a nivel rama de actividad, resalta la inclusión de partidas vinculadas a la industria automotriz, de publicaciones, de juguetes y de productos químicos para consumo, cuando antes casi todas sus PA se encontraban bajo el régimen de LA. A excepción del primer caso, se observa que desde el Ministerio de Desarrollo Productivo se está priorizando proteger las industrias de mayor cociente entre empleo y producción. Por su parte, en el caso de la industria automotriz podemos ver un doble rol: por un lado, la importación de autos terminados implica una salida importante de divisas, por el otro, el sector está en crisis, con suspensiones sistemáticas en las diversas terminales.

Párrafo aparte merece el caso de alimentos y bebidas. En esta área, donde se protegió a un quinto de las compras externas frente a una importación automática en el régimen pasado, podemos vincularla a la política de Precios Cuidados. Es probable que se estén pautando importaciones frente a estabilidad de precios, de ahí los frenos burocráticos a las compras externas de un sector que gasta pocas divisas -es significativamente superavitario en el agregado-, no posee un ratio empleo-producto elevado y su nivel de productividad está muy cerca de la frontera internacional.

En otro orden, calzado, indumentaria, maquinaria agrícola y marroquinería, las ramas de actividad beneficiadas por la política anterior también seguirán con elevados niveles de protección en el esquema actual. Para finalizar, huelga remarcar que los productos electrónicos, de un elevado consumo de divisas, no quedaron dentro de las posiciones con LNA a grandes rasgos. En consecuencia, podemos afirmar que, al menos por ahora, la política de aliento al régimen promocional de Tierra del Fuego que se registró entre 2009 y 2015 no se repetiría en la gestión actual: solo el 10% de las importaciones de productos electrónicos poseen trabas para ingresar al país.

En resumen, los principales esfuerzos de este esquema proteccionista renovado no parecieran dirigidos al ahorro de divisas ni a desarrollar proveedores locales en los sectores intermedios de la cadena de productiva -lo que incrementaría el costo de producción doméstica, generando un salto del nivel de precios y reduciendo la competitividad de la industria argentina-, sino a bienes finales que poseen un elevado coeficiente empleo-producción en su proceso de fabricación y donde permanecemos lejos de la frontera productiva internacional.

Al menos, en su diseño inicial, la nueva política comercial se sitúa en un punto intermedio entre las estrategias pendulares de cerrazón absoluta y apertura total de los esquemas recientes. Sin embargo, en este marco de pérdida de competitividad por un dólar que se atrasa y una presión impositiva que aumenta, las exportaciones mostrarán un dinamismo acotado. Por lo tanto, la posibilidad de ahorrar divisas a través de un freno a las importaciones para honrar los pagos de deuda si los mercados de crédito siguen cerrados estará latente, y volver a un sistema de restricciones generalizado tendría un importante costo en materia de actividad y productividad.

Superávit récord en 2019: ¿vamos por más en 2020?

En diciembre de 2019, la balanza comercial arrojó un súper-superávit de USD 2.250 millones, alcanzando un máximo nominal para este mes del año. En la misma línea, el saldo mostró un avance de 70% respecto de igual mes del 2018.

Más allá de estas buenas noticias, la mejora respondió a un desplome de las importaciones (-20% i.a.), que desde septiembre de 2018 arrojan caídas interanuales de dos dígitos en tanto las exportaciones crecieron menos de 1% i.a. en el mes. Dicho esto, corresponde notar que entre septiembre -mes posterior a las PASO- y noviembre del año pasado, las ventas externas treparon a tasas superiores al 10% i.a., producto de que se apuró la liquidación de granos en pos de evitar la suba de retenciones, efectivamente concretada en el último mes de 2019. Este avance acelerado de los envíos al resto del mundo en los meses de la transición ejecutiva conspiró contra el resultado de diciembre, ya que redujo el stock disponible.

En este sentido, resalta la caída de 5,6% i.a. en valores de las exportaciones de productos primarios, producto de un deterioro de 6% i.a. en los precios y volúmenes casi estancados. Por su parte, los envíos de manufacturas de origen industrial acumularon una contracción de 10% i.a. en el último mes de 2019, consecuencia de la caída de las cantidades (-10,5% i.a.) dado que los precios se mantuvieron estables.

A contramano, las manufacturas de origen agropecuario -aquellas sobre las que ya posaban las mayores retenciones, de modo que el incremento de los aforos externos probablemente iba a ser menor, lo que efectivamente terminó pasando- mostraron un salto de 12,5% i.a. a lo largo del mes pasado, superando incluso la tasa de crecimiento de noviembre (+9,5% i.a.).

Por el lado importador, se siguió la tendencia de los últimos meses: todos los usos económicos arrojaron resultados en rojo. Concretamente, las peores caídas se registraron en vehículos livianos (-29% i.a.), piezas para bienes de capital (-26% i.a.), seguido de bienes intermedios (-24% i.a.) y por último bienes de capital (-19% i.a.). Con el endurecimiento de las Licencias No Automáticas de Importación -las mismas pasaron de abarcar un quinto de las compras externas a casi un tercio de las mismas-, y su foco en “la cola” del proceso productivo, es probable que la caída de las importaciones cambie de sentido: aunque en el agregado podrían continuar en terreno negativo, las peores performances quedarán para los bienes finales mientras que las restricciones al ingreso de bienes de capital y de insumos productivos deberían, a priori, ser menores.

Con estos números, 2019 cerró con un superávit comercial cercano a USD 16.000 millones, el mayor en la última década y, obviamente, más que revirtiendo el déficit de USD 3.700 millones acumulado en 2018. Más allá de esto, vale notar que, al igual que en diciembre, la recuperación obedeció más al deterioro importador (-25% i.a., totalizando poco más de USD 49.100 millones el año pasado) ya que las exportaciones avanzaron “tibiamente” a lo largo del año pasado (+5,5% i.a., apenas superando los USD 65.100 millones).

Para 2020, el superávit comercial acumularía otro récord, pero los crecimientos espectaculares de dos dígitos habrían quedado atrás. En este sentido, proyectamos un resultado positivo cercano a los USD 17.000 millones, producto de exportaciones prácticamente estancadas (un avance en torno a +1% i.a.), en un contexto de mayor competitividad cambiaria en el promedio anual y mayor demanda brasileña -pese a las tensiones políticas, el gigante sudamericano seguirá siendo nuestro principal socio comercial- pero una menor cosecha agropecuaria producto de un deterioro en el ciclo climático. Por su parte, las importaciones seguirán en retroceso, aunque a una tasa mucho menor (también cercana al 1% i.a.) producto no solo de la menor actividad interna y el encarecimiento relativo de los productos importados sino también de una política comercial más agresiva.

La industria y la construcción rehenes de la recesión económica

¿Qué pasó con estos sectores en noviembre?

El Índice de Producción Industrial Manufacturera (IPI Manufacturero) y el Indicador Sintético de la Actividad de la Construcción (ISAC) se contrajeron 4,5% y 5,2% respectivamente, en relación con igual mes del año pasado. Estos sectores continúan débiles (mostraron, en cada caso, retrocesos de 6,9% i.a. y 8,0% i.a. en el acumulado del año) como consecuencia de la profundización de la recesión tras los resultados de las PASO, que provocaron un nuevo salto cambiario y una caída del poder adquisitivo, en un contexto de altas tasas de interés y creciente incertidumbre económica y política.

Cautivos del mercado interno

El magro desempeño económico impactó notablemente en aquellos sectores basados en la demanda interna. La inflación erosionó el poder adquisitivo de las familias y las altas tasas de interés no dejaron margen para el financiamiento del consumo.

En consecuencia, y pese a la quita de IVA en algunos productos, la industria de alimentos y bebidas tuvo incidencia negativa en el índice al retroceder 1,9% i.a. en noviembre. Entre los más afectados se encuentra la preparación de frutas, hortalizas y legumbres, azúcar, productos de confitería y chocolate, fiambres y embutidos, bebidas y lácteos. En la misma dirección, la industria de la indumentaria, que destina 90% de su producción al mercado interno, se contrajo 6,4% i.a.

Asimismo, el deterioro del poder de compra en dólares, en un contexto de elevado costo del financiamiento afectó a las industrias relacionadas a los bienes durables, destacándose el retroceso de equipos de transporte (casi -25% i.a.) y productos de metal (-14,5% i.a.).

Por su parte, continúan sin lograr fugarse de la crisis interna las industrias proveedoras de otros sectores. El declive de la construcción resultó en menor producción de cemento (-8,2% i.a.), productos de la siderurgia (-5,8% i.a.) y del aluminio (-2,8% i.a.). A la mencionada caída del salario medido en dólares, se le sumó el desplome de la inversión pública en gastos de capital ( reducción que superó el 30% i.a. en términos reales) para explicar esta dinámica.

En cambio, las exportaciones continúan siendo el único oxígeno de la economía, los sectores que menos se contrajeron siguen siendo aquellos vinculados con la demanda externa. Tal es el caso del sector agropecuario y petrolero.

En este sentido, si bien la industria de alimento y bebidas se redujo a nivel general, se destacó el crecimiento de vino (+11,5% i.a.); molienda de cereales (+6,9% i.a.); carne (5,7% i.a.); yerba mate, té y café (+3,2% i.a.); galletitas; productos de panadería y pastas (+2,4% i.a.); que fueron beneficiadas por la buena performance del sector agropecuario.  Por su parte, la Refinación de Petróleo se incrementó 3,7 % i.a. Dicho dinamismo estuvo explicado principalmente por el desarrollo de los hidrocarburos no convencional en Vaca Muerta, que creció 51,7% i.a. Asimismo, la Industria Plástica, que provee a otros sectores, mostró un repunte al crecer 2,4% i.a. en noviembre.

 

¿Qué se espera hacia adelante?

Las perspectivas para el 2020 son conservadoras. Las recientes medidas en favor de sectores con una mayor propensión al gasto podría poner un piso a la caída del consumo, pero difícilmente provocaría una mejora del poder adquisitivo generalizada que genere un rápido rebote del nivel de actividad en los próximos meses.

Por su parte, el sector externo seguiría siendo un aliciente para la economía. Aquellas ramas industriales vinculadas al sector externo – agropecuario, petróleo y gas- lograrán mantener la expansión, aunque a un ritmo menor como consecuencia del alza de las retenciones a las exportaciones y las dificultades para girar dividendos al exterior, lo que, junto a un eventual congelamiento del precio de los combustibles, podría frenar la inversión.

En lo que respecta a la construcción, no se espera un despegue en el corto plazo, en la medida que no mejore la inversión pública. Adicionalmente, el endurecimiento del cepo resultará en efectos contrapuestos sobre la decisión de construir: incentiva la adquisición como refugio de valor ante mayores restricciones, aunque por este motivo también restará dinamismo el sector inmobiliario.

 

 

2019 y la vuelta al superávit comercial con Brasil, ¿que se queda en 2020?

En diciembre de 2019, la balanza comercial bilateral de bienes con Brasil arrojó un superávit de USD 200 millones para nuestro país. Si bien este resultado marca un menor saldo favorable respecto de igual mes de 2018 (USD +260 millones), el deterioro obedece más a factores estadísticos y coyunturales que a aspectos estructurales. En este sentido, resalta la caída de las exportaciones (-6,4% i.a.), que obedece a una elevada base de comparación: en diciembre de 2018 las mismas habían crecido casi 30% i.a.. De hecho, si el punto de comparación se traslada a diciembre 2017, nos hallamos frente a una mejora de casi 20%. Por su parte, las importaciones avanzaron 0,4% i.a., cortando así una racha de diecinueve meses en rojo y de quince meses con retrocesos superiores al 20%. En consecuencia, aunque esta dinámica reduce el saldo comercial, revertir semejante deterioro es una muy buena noticia -aun cuando solo sea un mes y no baste para marcar una tendencia-.

Esta dinámica de menores exportaciones y mayores importaciones se explica por dos motivos. Por un lado, por la apreciación cambiaria que acumuló nuestro país en el último bimestre (-6%). Aunque la competitividad cambiaria está en mejores niveles que hace un año atrás -base de comparación-, sostener nominalmente al dólar implica una fuerte revalorización del peso en este contexto de elevada inflación. En este sentido, es importante que la divisa comience a deslizarse en pos de no resignar la mejora cambiaria pos agosto. Por otra parte, nuestra economía arrojó algunas tibias señales de recuperación al cierre del año pasado. Si bien estamos lejos todavía de afirmar que la recesión quedó atrás, de hecho, no parecería ser el caso, estos atisbos de mejora posiblemente hayan incrementado la demanda de productos brasileños -así como también de la producción local-.

Con estos números, la balanza comercial acumuló un superávit de USD 1.020 millones en 2019, más que revirtiendo el déficit de casi USD 4.000 millones alcanzado en 2018. Si consideramos que fue el primer saldo positivo con nuestro principal socio comercial desde 2003, las mejoras estadísticas se tornan aún más interesantes. Ahora bien, no todos los aspectos son favorables. Por caso, esta recuperación obedeció al desplome importador (-36% i.a.), ya que los envíos al país vecino se redujeron en 4,5% i.a. durante 2019. Como resultado, el flujo de comercio pasó de USD 26.000 millones en 2018 a USD 20.000 millones el año pasado (-23% i.a.) marcando la delicada situación por la que atraviesan ambas economías. De cara al 2020, las perspectivas son optimistas; de hecho, las proyecciones de crecimiento para la economía brasileña -aunque todavía en niveles magros- volvieron a crecer el mes pasado luego de sucesivos recortes. Concretamente, proyectamos que el saldo positivo se mantendría durante este año y rondaría los USD 1.200 millones, un número nada despreciable en este contexto de fuertes necesidades financieras en moneda dura.

Super-superávit en noviembre por super-liquidación

En noviembre, el superávit comercial de bienes ascendió a USD 2.445 millones, más que duplicando el saldo positivo obtenido en igual mes del año pasado (USD 985 millones). Esta dinámica alentadora respondió tanto a un avance significativo de las exportaciones (+9,5% i.a., llegando a USD 5.850 millones) como a un deterioro de las importaciones (-22% i.a., totalizando USD 3.400 millones).

Por el lado de las ventas externas, el aumento de 14,5% i.a. en cantidades fue contrarrestado parcialmente por una caída de 4,4% i.a. en los precios. A excepción de combustibles y energía, donde se registró una pérdida de 30% i.a. en valores producto del retroceso tanto de precios como de cantidades, todos los grandes rubros mostraron un avance en volúmenes físicos y un retroceso en los precios. Por caso, los envíos al resto del mundo de productos primarios se dispararon 46% i.a. en cantidades, las manufacturas de origen agropecuario treparon 13% i.a. y las manufacturas de origen industrial 5% i.a. En los tres casos, este desenlace obedeció al intento por anticiparse a una probable suba de retenciones -ya concretada en los primeros dos casos, no así en las MOI- que generó una sobreliquidación de stocks en la búsqueda porque el gravamen excedente alcanzara al mínimo posible de producción existente.

Por el lado importador, la dinámica estuvo más en línea con lo experimentado en los meses pasados: una caída en cantidades (-14,5% i.a. en el agregado) y en precios (-8,6% i.a.) generalizada. Analizando a nivel desagregado, resalta el deterioro de vehículos livianos (-58,5% i.a.), bienes intermedios (-29,0% i.a.), bienes de capital (-16,5% i.a.) y bienes de consumo (-14,5% i.a.).

Con estos números, el superávit comercial de bienes acumuló USD 13.710 millones en los primeros once meses de 2019, más que revirtiendo el déficit de USD 5.200 millones registrado en igual período del año pasado. Este avance se explica por una mejora de las exportaciones (+5,8% i.a., totalizando USD 59.702 millones, donde la diferencia con el dato de noviembre refleja la sobreliquidación de ese mes) y una fuerte caída de las importaciones (-25,3% i.a., llegando a USD 46.000 millones entre enero y noviembre de 2019).

Para el 2019, proyectamos que el resultado positivo superará USD 15.000 millones, marcando el nivel más alto -en dólares corrientes- desde 2009. Tal como se desprende del párrafo anterior, este desenlace obedecerá a la mejora exportadora (+6% i.a.) pero principalmente al desplome importador (-25% i.a.). Asimismo, dado que la economía no se recuperará sensiblemente en 2020 y que el tipo de cambio real seguirá en niveles elevados -más allá de que es probable que experimente cierta apreciación en este contexto de cepo hard-, proyectamos que el saldo positivo rondará USD 18.000 millones. Este número será la consecuencia de un tibio avance exportador (cercano al 3,5% i.a., luego del endurecimiento de retenciones) y una marcada contracción importadora, posiblemente de dos dígitos.

Noviembre, otro mes de superávit comercial con Brasil

En noviembre, la balanza comercial bilateral de bienes con Brasil arrojó un superávit de USD 160 millones, revirtiendo el déficit de USD 4 millones de noviembre de 2018. Más allá de esta dinámica positiva, cabe destacar que la recuperación obedeció al desplome de las importaciones (-25% i.a.) ya que las exportaciones cayeron 8% i.a. -algo que, por suerte, no se repetirá a nivel agregado, ya que la liquidación extraordinaria de granos y oleaginosas del mes pasado fue a parar a otros destinos que a la principal economía del Mercosur-. Más allá del retroceso en nuestras ventas, vale resaltar que fue la mitad que el resto de las importaciones brasileñas (-16% i.a.) de modo que la participación argentina en esta variable aumentó 0,5 p.p., llegando a 6% en noviembre 2019.

La clave para esta evolución negativa fue la depreciación del Real brasileño, de 6,5% en el mes -en una economía con una inflación mensual menor a 1% y con bajo traslado a precios de los saltos cambiarios-, que mejoró la competitividad de la economía brasileña y encareció a nuestros productos, que, constantes en dólares, se encarecieron en Reales. Más allá de esto, para saber cómo afectará la depreciación del Real al intercambio bilateral será necesario sumar su impacto en la actividad: si la mejora cambiaria del país vecino impacta positivamente en su actividad, es decir, si aumenta su demanda, la pérdida de competitividad relativa podría ser más que compensada por un avance de los volúmenes exportados.

Por su parte, en el acumulado a once meses la balanza bilateral de bienes marca un saldo favorable de USD 820 millones para nuestro país. Al igual que en el resultado mensual, se observa una mejora notable en relación a igual período de 2018 (déficit de USD -4.200 millones). También, al igual que en el resultado mensual, esta mejora responde a un marcado deterioro de las importaciones (USD -38% i.a.), dado que las exportaciones también retroceden en la comparación interanual (-4.3% i.a.). Con el año casi cerrado, proyectamos que el superávit bilateral rozaría USD 1.000 millones en 2019, alcanzando un pico desde 2002. De cara al mediano plazo, será fundamental saber si los vaivenes políticos -declaraciones cruzadas entre Alberto Fernández y Jair Bolsonaro- se transformarán también en tensiones económicas o si, como viene pasando por ahora, se quedarán en el plano discursivo. Considerando la delicada situación de nuestra economía, y los elevados vencimientos de deuda relevante en divisas en un contexto de mercados de crédito cerrados, será fundamental que las amenazas no se concreten; de lo contrario, se cerraría una de las principales vías de escape a la crisis interna.

Ya no solo es menos importaciones: ahora también es más exportaciones

En octubre de 2019, el superávit comercial de bienes alcanzó USD 1.750 millones, lo que representa un máximo absoluto desde abril de 2012 cuando la tonelada de soja rondaba USD 500 y el resultado positivo acumuló casi USD 2.000 millones. Asimismo, marca un récord para el superávit de un décimo mes del año y multiplica por ocho al saldo positivo registrado en octubre de 2018.

Otro dato positivo es que la mejora obedeció a un salto de las exportaciones (+9% i.a.) y no solo a un deterioro de las importaciones, que cayeron 19% en la comparación interanual. En ambos casos, la contracción de la demanda interna -que genera saldos exportables- y la mejora del tipo de cambio explicaron la dinámica.

El avance de los envíos externos respondió al despegue de las cantidades (+13% i.a.), ya que los precios siguieron cayendo en octubre (-3,5% i.a.) producto del enfriamiento de la economía global y la guerra comercial entre Estados Unidos y China que no da tregua a las expectativas de precios futuros. Desagregando a las ventas al resto del mundo sobresale la evolución contrapuesta entre los productos agropecuarios y el resto de la canasta exportadora. Por caso, a un salto de 46% i.a. de los productos primarios y de 10% i.a. en las manufacturas de origen agropecuario le siguieron una caída de 10% i.a. en las manufacturas de origen industrial y de 8,5% i.a. en las ventas de combustibles y lubricantes.

Por el lado importador, la caída fue más homogénea: los vehículos livianos se desplomaron 53% i.a., los bienes de consumo 22% i.a., los bienes intermedios 22% i.a. y los bienes de capital 12% i.a. Esto refleja que el ajuste en los productos finales es mayor que en los bienes capital. Si bien la recesión está lejos de quedar atrás, da un indicio acerca de cuáles son los sectores más afectados en una caída de la actividad principalmente explicada por el deterioro del salario real.

Con estos números, la balanza comercial de bienes acumula un superávit de USD 11.200 millones a octubre. De esta manera, más que se revierte el déficit de USD 6.100 millones registrado en los primeros diez meses de 2018. En este caso, la mejora obedece principalmente al deterioro importador (-26% i.a.) ya que las exportaciones crecen “solo” 5,5% i.a. Si bien este incremento es importante, queda opacado al lado del desplome importador. Por último, con un bimestre por delante, proyectamos un superávit de USD 14.000 millones para 2019, el máximo valor en la última década.

¿Más retenciones menos producción agropecuaria?

El narcisismo de las pequeñas diferencias

En 2020, el principal desafío de la economía argentina serán los vencimientos de servicios de deuda pública relevante, especialmente aquellos nominados en moneda extranjera que alcanzan alrededor de USD 20.000 millones (5% del PBI). En un contexto de mercados de crédito cerrados –donde el nuevo gobierno podrá intentar abrirlos para refinanciar una parte de los compromisos-, el ingreso de divisas por exportaciones netas cumple un papel central.

En los primeros nueve meses de 2019, dos de cada tres dólares que ingresaron al país por ventas externas de bienes correspondieron al sector agropecuario. Dado que no habrá cambios estructurales en el corto plazo, y que los intentos por diversificar las exportaciones no han arrojado grandes frutos, este número será similar el año próximo.

Analizando los envíos al exterior de productos primarios y manufacturas de origen agropecuario, alrededor de un 40% corresponden a soja y maíz. Si bien estos productos suelen cosecharse y exportarse en el segundo y tercer trimestre de cada año y que, dadas las nuevas regulaciones cambiarias, se liquidan en ese mismo periodo, su proceso de siembra va de agosto a diciembre. En 2019, este período abarca desde las elecciones primarias hasta la asunción del próximo presidente. En consecuencia, se da en un período de elevada incertidumbre para el productor.

La falta de precisiones tuvo un impacto negativo sobre las perspectivas de intención de siembra del maíz: la Bolsa de Comercio de Buenos Aires (BCBA) redujo casi 3,4 p.p. del proyectado a comienzo de año, pasando de 6,4 millones de hectáreas a 6,2 millones. Por su parte, a contramano de lo que se podría prever, las proyecciones de intención de siembra de la soja aumentaron en 200 mil hectáreas (+1,1%). Ahora bien, si la incertidumbre político-económica era similar para ambos cultivos, ¿qué produjo la dinámica contrapuesta?

No nos une el amor sino el espanto (será por eso que te quiero tanto)

Enfocándonos en la primera pregunta, la principal explicación está vinculada a las retenciones a las exportaciones. Mientras que los aforos que pesan sobre la oleaginosa son los mayores de toda la canasta exportadora (18% por tonelada exportada además de 4 ARS por dólar facturado al exterior), los que lo hacen sobre el cereal no se diferencian del resto de los bienes y servicios (4 ARS por dólar exportado en productos primarios y servicios y 3 ARS por dólar para bienes industriales). Por lo tanto, el terreno para endurecer la presión tributaria, algo que posiblemente sucederá en un contexto de importantes exigencias fiscales, es mayor en el segundo caso que en el primero.

Por otra parte, partiendo del esquema de retenciones vigente hasta 2015, es probable que se imponga un sistema de gravámenes diferenciales, en donde a mayor valor agregado, la carga impositiva se relaje. En este sentido, sobresale que un 60% de las exportaciones de maíz corresponden al grano en bruto, mientras que en el caso de la soja las ventas externas del poroto representan sólo el 10%del total. En consecuencia, también por esta vía es posible que la pérdida de rentabilidad del complejo maicero sea mayor.

A ello se suma que el cereal es parte esencial de la canasta básica argentina, algo que no pasa con la soja. Producto de las especulaciones en torno a la sanción de una ley de “emergencia alimenticia” u otras políticas que intenten abaratar el precio interno de los alimentos, las chances de la aplicación de derechos de exportación al maíz se incrementan. Más allá de la efectividad concreta de la medida, la misma aspiraría a garantizar precios internos bajos reforzando la oferta en el mercado local de alimentos.

En otro orden, el congelamiento de combustibles afectó a uno de los derivados del maíz (bioetanol), a la par que no hizo lo propio con la soja: el biodiesel solo se exporta, de modo que el tope a los precios internos no redujo sus márgenes de ganancia. En el mismo sentido, el peso de los insumos dolarizados es mayor en el caso del maíz que en el de la soja (62% vs 59%, respectivamente, según Fundación Agropecuaria para el Desarrollo Argentino), por tener el primero una mayor incidencia de semillas y fertilizantes en la estructura de costos. Dado que los productores no están esperando que la reciente depreciación del peso se revierta en el corto plazo, algo que considerando las necesidades financieras de nuestro país parece lógico, la rentabilidad de la oleaginosa aumentaría más con un nuevo salto cambiario que la del cereal.

Sin embargo, no todo se explica por factores internos: también hay causas externas. A pesar de que la guerra comercial entre Estados Unidos y China golpeó a todos los precios internacionales, las estimaciones de cosecha del Departamento de Agricultura de Estados Unidos (USDA) para la oleaginosa y el cereal en el hemisferio norte hicieron que la relación de precios futuros se tornara a favor de la soja. Una menor oferta de la oleaginosa y una mayor oferta para el maíz generó un nuevo incentivo para la siembra de soja en el hemisferio sur. Por lo tanto, no solo los aspectos domésticos volcaron al sector agropecuario hacia la soja, sino que también los factores globales ayudaron.

De esta forma, el mix soja-maíz para la campaña en curso es distinto al esperado a principio de año. No obstante, las diferencias no son significativas como para que dicho movimiento tenga impactos importantes en el nivel de exportaciones y/o el nivel de actividad en el 2020.