El stop & go de la política comercial

La crisis cambiaria volvió a poner el foco en la política comercial

A lo largo de la historia argentina, una de las herramientas usuales para promover el desarrollo económico fue la industrialización por sustitución de importaciones: proteger a la producción doméstica para que logre suplantar la producción del exterior. De este modo, se apuntaba a generar puestos de trabajo de calidad, alentar la inversión y promover el ahorro de divisas. Por sus sucesivos fracasos, dicha política cayó en desgracia en los últimos tiempos. A su vez, luego de algunas experiencias exitosas, comenzó a ganar peso la industrialización orientada a la exportación.

En este marco, la crisis cambiaria de 2018 puso en discusión la relevancia de la política comercial como factor de crecimiento: la menor demanda interna redujo de manera forzada a las compras externas a la par que apuntaló los saldos exportables. Por caso, en el último trimestre del año pasado, las cantidades importadas se desplomaron casi 30% i.a. y, durante el primer bimestre de 2019, se redujeron 20% i.a. Por el contrario, los volúmenes exportados treparon más de 10% i.a. en el último cuarto de 2018 y 7% i.a. en enero y febrero de 2019.

Resalta entonces que un diseño adecuado de política comercial puede ser un paliativo para la recesión interna, máxime considerando la magra recuperación de salario real que tendrá lugar en el corto plazo. Dejando de lado el debate sobre cuál es la política adecuada, queda claro que las recientes marchas y contramarchas en la materia no son favorables para alentar un proceso de desarrollo. Veamos.

Cambiemos: la política cambiaria y comercial con un lugar residual

Los últimos años del kirchnerismo estuvieron signados por la restricción externa: la escasez de oferta de divisas condicionó la política económica. En este marco, se adoptaron diversas medidas para sortear la situación con los menores sobresaltos posibles. Entre ellas, resaltan el cepo cambiario (ajuste por cantidades del mercado de divisas) y los controles a las importaciones (ajuste por cantidades de dicho mercado).

Una vez que asumió Cambiemos, y en línea con la teoría económica más tradicional, los ajustes comenzaron a hacerse vía precios: a la liberalización del mercado cambiario le siguió una flexibilización de las compras externas. Como respuesta a ambas políticas, el tipo de cambio real escaló 16% en el promedio de 2016. En consecuencia, las cantidades exportadas treparon 7% en dicho año –impulsadas también por la cosecha retenida de 2015- y, pese a la recesión, los volúmenes importados avanzaron casi 4%.

A contramano, en 2017 esta dinámica positiva se atenuó. Durante ese año, se eliminaron los últimos controles a la cuenta capital, dando lugar a una afluencia masiva de capitales financieros en un primer momento. En este marco, el tipo de cambio se apreció 9% y las cantidades importadas se dispararon 15%. Por su parte, pese a una buena cosecha, las exportaciones se mantuvieron prácticamente inalteradas (+1% en volúmenes).

Por último, en 2018 la reacción favorable de la cuenta capital se revirtió y dio lugar a la crisis cambiaria conocida. En este marco, el tipo de cambio real subió casi 30% en el promedio anual y los volúmenes importados retrocedieron 6,5%. A contramano, las cantidades exportadas también permanecieron estables, producto de la sequía; sin embargo, cabe destacar que las manufacturas de origen industrial escalaron 8,5%. Se observa entonces cómo la dinámica del sector externo fue una variable de segundo orden, quedando supeditada a los resultados de otras áreas de política económica. 

La volatilidad nunca alienta la inversión

A partir de esta “ensalada” de números, se observa una evolución particularmente errática: no hubo una conjunción de política comercial y cambiaria consistente y con horizontes de mediano plazo implícitos ni explícitos. Pese a los discursos oficiales sobre la importancia de estimular las exportaciones, lo cierto es que en los últimos tiempos las novedades en este frente fueron marginales y con demasiadas marchas y contramarchas.

Por caso, las primeras medidas adoptadas luego del endurecimiento de las metas fiscales minaron la rentabilidad de todo el arco exportador: reimposición de retenciones y supresión de la mayoría de los reintegros. En igual sentido, la disparada de la tasa de interés recorta el crédito, impidiendo mejoras de productividad, a la par que se traslada al precio de venta (mayor costo financiero) de modo que también golpea a una competitividad que se había recuperado. Además, los últimos esfuerzos del equipo económico se dirigieron a contener al tipo de cambio, provocando una apreciación de 17% i.a. en el período.

Se observa entonces cómo, pese a que las ventas externas podrían ser una salida de corto plazo para la crisis y una solución de mediano plazo para la escasez crónica de divisas, las mismas quedan relegadas frente a otras exigencias, principalmente las fiscales. En este punto, y a modo de conclusión, vale recordar que más allá de qué política se decida, lo importante es dar un horizonte de certidumbre a mayor plazo plazo; por el contrario, la volatilidad y la imprevisibilidad, siempre desalientan la inversión y el desarrollo.

Dólar calmo por agrodólares, riesgo país en alza por incertidumbre

Al igual que todos los años, con abril comenzó la salida de la cosecha gruesa y, con ella, la “temporada alta” de liquidación de agrodólares (según trascendidos periodísticos, alrededor de USD 100 millones diarios). Como respuesta, la divisa acumuló una baja de 3% en la semana, y quedó a más de 17% del techo de la zona de no intervención cambiaria y a casi 7% del piso. Mejor aún, el lunes próximo tendrá lugar la primera subasta de divisas del Tesoro (USD 60 millones diarios, 10% del total operado en el mercado mayorista) y la baja podría acentuarse. Si bien un dólar controlado alentaría las perspectivas de recuperación económica en el corto plazo, el riesgo país acumuló una suba de 6% en la semana y perforó los 800 puntos básicos. Esta aparente paradoja responde, principalmente, a que este escenario de dólar calmo no es percibido por el mercado financiero como permanente, sino más bien como coyuntural. Una vez que las agroexportaciones atenúen su flujo (la baja se sentiría hacia el tercer trimestre), el dólar retomaría su curso alcista –y las expectativas e incertidumbre electoral podrían anticipar esta dinámica-.

Paritarias modelo 2019: sin guía, de corta duración o indexadas

El año pasado las paritarias se reabrieron, pero los salarios no alcanzaron a los precios

En línea con la meta de inflación oficial del 15%, las principales paritarias del 2018 cerraron con aumentos salariales (escalonados) en torno de 20% con alguna cláusula de protección frente a una posible aceleración de la inflación.

Producto de la crisis cambiaria, el valor del dólar se duplicó y la inflación rozó el 48%, más que triplicando la meta oficial del 15%. En este contexto, hacia fines de 2018 se generalizó la reapertura de las paritarias anuales originalmente acordadas (en algunos casos se aprovecharon las cláusulas de revisión firmadas y en otras la reapertura fue de facto).

Pese a que la mayoría de los gremios consiguieron aumentos adicionales (algunos aplicados recién en los primeros meses de este año), la caída del salario real fue significativa (más de 10% a fin de 2018), sentando un complejo precedente para un año de elecciones Presidenciales.

Un ejemplo relevante es el de empleados de Comercio, gremio que representa a más de un millón de trabajadores registrados. En abril de 2018 cerró su paritaria anual con un aumento del 25% a implementar en 3 cuotas no acumulativas (10% en abril 10%, 5% en agosto y 10% en octubre). Sin embargo, a fines del año pasado consiguió sumar a la paritaria acordada tres cuotas no acumulativas en el primer trimestre de 2019 (7% en enero; 7% en febrero y 6% en marzo), elevando de 25% a 45% el aumento acordado originalmente.

Paritarias 2019: los contratos laborales se acortan o se indexan

El Ejecutivo implementó fuertes subas de tarifas al inicio del año para reducir al máximo posible el gasto en subsidios. Esta decisión para encaminar el cumplimiento de la meta fiscal de equilibrio primario en 2019, junto con el salto del precio minorista de la carne vacuna (+27 % en el primer trimestre) y la elevada inercia, generó un nuevo brote inflacionario.

La suba de precios rozó 11% en el primer trimestre del año, lo que equivale a una suba promedio del 3,5% mensual. La aceleración de los precios pospone la recuperación del salario real y complica las negociaciones paritarias que comienzan mayormente en esta época del año.

Producto de la brusca caída del poder adquisitivo del 2018 y la elevada inflación de los primeros meses del año, los reclamos de ajustes nominales de salarios serán muy elevados, especialmente en los gremios que no lograron mejoras significativas tras la brusca aceleración inflacionaria. Pero en frente, ni el sector público por austeridad fiscal (principalmente en el ámbito Nacional), ni las empresas por caída de ganancias, pueden otorgar aumentos significativos a sus empleados.

Sin embargo, 2019 es un año de elecciones Ejecutivas: los gobernadores necesitan evitar conflictos y sumar votos entre los empleados públicos; y, pese a que el Ejecutivo Nacional no tiene margen fiscal para otorgar aumentos relevantes a su personal, necesita que haya una mejora del salario real de cara a los comicios, por lo que no esperamos que intervenga en las negociaciones del ámbito privado.

Un resultado posible es que se terminen convalidando aumentos salariales elevados y que las firmas trasladen el incremento del costo laboral a precios, acelerando la carrera salarios-precios. Algo de eso estamos viendo en las primeras paritarias del 2019: al principio del año los acuerdos firmados superaban levemente la pauta de inflación del presupuesto (23%), pero en las últimas semanas empezaron a negociarse con un piso del 30%. Asimismo, pese a que el Ministerio de Producción y Trabajo quiere evitar la indexación salarial a la inflación, la paritaria docente de la provincia de Buenos Aires se cerraría con una suba del 15% más indexación trimestral a precios.

El próximo Presidente electo tendrá que ordenar la carrera nominal

Producto de la aceleración de la inflación, la fuerte caída del salario real del año pasado y un contexto de elecciones Presidenciales, prevemos que en 2019 las paritarias dejarán de ser un instrumento de previsibilidad para empleadores y empleados. Los contratos laborales tenderán a acortarse o indexarse, imprimiendo aún más inercia al proceso inflacionario.

El próximo presidente electo tendrá por delante una tarea doblemente compleja: terminar de ajustar precios relativos y coordinar la suba de las variables nominales para reducir la inercia. Un punto clave será volver a un formato de paritarias anuales previsibles no indexadas, y para ello hay que anclar las expectativas inflacionarias (este año comenzaron por debajo del 30% y ya superan el 35% según el Relevamiento de Expectativas del Mercado elaborado por el BCRA).

Mientras las principales variables nominales tienden al trepar en un pelotón que rozará el 40% en 2019, el acuerdo de precios y salarios está a la vuelta de la esquina.

Luego de un marzo tenso, abril comenzó relativamente estable para el dólar

Luego de dos semanas en donde había acumulado un alza de 8,5%, el dólar permaneció relativamente estable en la última semana y registró una suba de 1%. Si bien esta desaceleración de la dinámica alcista es positiva, no alcanza para ser optimistas de cara a las semanas venideras: la mayoría de las herramientas de las que dispone el Banco Central para disipar presiones cambiarias ya se están usando (tasa de interés alta e intervención en mercado de futuros) a la par que el tesoro ya pautó con el FMI la liquidación de USD 60 millones diarios (10% del total operado en el mercado mayorista) entre mediados de abril y noviembre. Si las medidas de intervención más fuertes permanecen vedadas, es probable que en los días de mayor tensión (cerca del período electoral) el sector público sea incapaz de frenar una escalada de la divisa. En consecuencia, aunque las recientes presiones se atenuaron, podrían resurgir en los próximos días.

 

La profundización de la crisis económica a punto de reconfigurar el escenario electoral

A comienzos de año sosteníamos que, a pesar del contexto económico desfavorable, el Gobierno conservaba expectativas de reelección, producto de la tendencia de recuperación de las expectativas que se habían observado en los indicadores de noviembre-diciembre y sobre la base de dos supuestos:

1) Cristina Kirchner iba a ser candidata, aumentando las chances de que Macri (que sostenía su intención de voto por encima del 30%), debiera disputar la 2da. vuelta con una candidata con alto nivel de rechazo;

2) En el segundo semestre se iba a registrar algún grado de recuperación económica, que podía provocar una sensación de que se había superado la crisis y se comenzaba a transitar un sendero de recuperación.

Sin embargo, casi tres meses después, una inflación que no cedió en el primer trimestre, y una volatilidad cambiaria que obligó al Gobierno a endurecer sus políticas monetarias, han puesto en duda seriamente el segundo supuesto, en un contexto en el que la crisis económica, sino afectó aún la base de apoyo electoral del oficialismo (sigue teniendo hasta marzo una intención de voto superior al 30%), sí ha venido limitando la competitividad del oficialismo en una eventual segunda vuelta. A saber:

  • En marzo de 2018, en un escenario de 2da vuelta, Mauricio Macri obtenía una intención de voto de 49,4% contra un 32,5% de Cristina Kirchner y un 18,1% de indecisos.
  • En marzo de 2019, en un escenario de 2da. vuelta, Mauricio Macri obtenía una intención de voto de 45,5% contra un 44,9% de Cristina Kirchner y un 9,6% de indecisos.

En definitiva, si bien la competitividad del Gobierno para una eventual Elección General no ha observado en los últimos meses demasiados cambios a pesar de la crisis, la competitividad del Gobierno de cara a una 2da. vuelta sí se ha ido limitando, dejando evidencia que de no revertir la situación económica, al oficialismo le costará cada vez más seducir al 20% de electores que necesita para lograr un triunfo en un eventual balotaje.

¿Hacia un escenario de balotaje entre dos opositores?

El debilitamiento de las condiciones de competitividad del Gobierno de cara a un eventual balotaje, incluso en el escenario más favorable para el oficialismo, el de una confrontación con CFK, tarde o temprano podría empezar a afectar su competitividad de cara a una Elección General.

Porque si bien venimos viendo que la crisis pareciera no hacerle mella en los apoyos de su núcleo más duro de adhesión (30-32% de intención de voto), si el Gobierno empezara a tener -por la crisis- dificultades para vencer a Cristina Kirchner en una segunda vuelta (lo que efectivamente viene registrándose), ello podría empujar a esos votantes a buscar otra alternativa que los defienda de un eventual regreso de CFK.

Allí es donde radica el verdadero potencial de una tercer alternativa encarnada por Roberto Lavagna, el peronismo alternativo y el Socialismo de Miguel Lifshitz: transformarse en una aspiradora de desencantados que empiecen a declinar su apoyo al oficialismo y vayan en busca de una mejor opción para defenderse de la verdadera amenaza para ese electorado (un regreso de CFK).

Precisamente por ello es que el Gobierno decidió alterar su estrategia dominante de confrontación con la ex Presidenta -a costa de asumir el costo de posicionarlo más- y salir a criticar públicamente a Roberto Lavagna, el candidato que hoy más amenaza su propia base de apoyos.

Esta potencial reconfiguración del escenario (la migración de votos del oficialismo a otra alternativa), está sujeta a la evolución de la situación económica: una profundización del deterioro económico, podría producir ese reacomodamiento y podría depositarnos ya no en un escenario de 2da vuelta entre Macri y Cristina Kirchner, sino en un escenario de balotaje entre dos opciones opositoras.

Un salto del dólar complicaría el problema de la deuda

En 2018 casi no aumentó el stock de pasivos públicos pero se disparó el ratio deuda-PBI

A fines de 2015, la economía argentina poseía diversos desequilibrios en varios planos, uno de los cuales era el fiscal. Asimismo, casi el único activo que legó el kirchnerismo en materia económica era el acotado stock de deuda pública relevante (con el sector privado y organismos financieros internacionales). En este contexto, y para corregir desbalances sin recurrir a un recorte acelerado, el actual gobierno optó por un esquema de ajuste gradual financiado con endeudamiento externo. Sin embargo, a mediados del año pasado, dicho plan perdió la confianza y el consecuente apoyo de los inversores; como resultado, las presiones cambiarias impulsaron al Poder Ejecutivo a volver al FMI.

En este contexto, la deuda pública y los rumores acerca de la capacidad de pago del Sector Público Nacional retomaron la primera plana de los diarios. Si bien existen diversas formas de analizar la sostenibilidad de los compromisos, la más usual es el cociente entre la deuda y el PBI: dimensionar el peso del stock de deuda en términos del flujo de producción de un país en un año.  Más allá de los problemas que presenta este indicador (por ejemplo, subestima el peso de la deuda cuando hay un tipo de cambio atrasado) su evolución es determinante, dado que es uno de los más analizados por los inversores. Veamos entonces qué pasó con este indicador en 2018 y qué podría pasar este año, para así pensar cómo influyó el acuerdo con el FMI en la salud de la deuda pública.

El total de pasivos del Sector Público Nacional pasó de USD 321.000 millones a fines de 2017 a USD 332.000 millones en 2018. De este modo, se observa que los pasivos totales crecieron poco más de USD 10.000 millones el año pasado, lo que implica un avance de solo el 3%. Sin embargo, el ratio deuda-PBI escaló de una manera significativa en 2018: dado que más del 75% de los pasivos totales están nominados en divisas, este cociente saltó casi 30 p.p. el año pasado.

Por su parte, el stock de deuda relevante pasó de USD 165.000 millones en 2017 a más de USD 200.000 millones en 2018, marcando un avance de 25% i.a. En igual sentido, el ratio deuda relevante sobre PBI escaló 24 p.p., cerrando 2018 alrededor de 53%. Esta dinámica obedece a que los primeros desembolsos del FMI se usaron, en parte, para cancelar deuda con ANSES y el Banco Central. Habiendo analizado los números, cabe preguntarnos cómo impactó el acuerdo con el Fondo en la dinámica del ratio deuda-PBI.

La zona de no intervención cambiaria podría acelerar una depreciación

Para comenzar, vale destacar que este año presenta algunas diferencias sustanciales con el pasado reciente. Por un lado, el objetivo de equilibrio fiscal primario reduce de manera drástica las necesidades de financiamiento operativo del Sector Público de modo que el stock de deuda no debería crecer sustancialmente en 2019, solo a partir de la refinanciación del pago de intereses (en torno a 4 p.p del PBI). Además, resultado del desembolso de alrededor de USD 57.000 millones en dos años por parte del FMI, la liquidez del Tesoro Nacional estará cubierta.

Sin embargo, las perspectivas para el ratio deuda-PBI son menos alentadoras. Tal como explicamos, la dinámica de este cálculo es muy sensible a los movimientos del tipo de cambio. Lamentablemente, en este sentido, los condicionamientos del FMI no ayudarán. Resultado del esquema de zonas de no intervención cambiaria (ZNI), los márgenes de acción del Banco Central para evitar un salto de la divisa son acotados: dentro de una brecha muy amplia (30%), la autoridad monetaria no puede intervenir de manera directa en el mercado de cambios, sino a través de subas en la tasa de interés y operaciones en el mercado de futuros. En este sentido, la historia argentina señala que en contextos de stress casi la única herramienta válida es intervenir en el mercado spot. Por su parte, el Tesoro Nacional, licitará USD 60 millones de manera diaria entre la segunda quincena de abril y fines de noviembre (un 10% del promedio diario operado en el mercado mayorista), con el objetivo de cubrir sus necesidades presupuestarias. Si bien estas subastas ayudarán a contener al tipo de cambio en días de tranquilidad, serán insuficientes para los días de mayor stress.

En consecuencia, aunque el acuerdo con el FMI aumentó la disponibilidad de divisas del Sector Público Nacional, limitó su accionar en el mercado cambiario. Por lo tanto, aun con liquidez garantizada, este año podría deteriorase más el ratio deuda PBI. Por caso, si el tipo de cambio llegara al techo de la ZNI, considerando la aceleración inflacionaria y la profundización de la recesión que conllevaría, el ratio deuda-PBI treparía más de 10 p.p. frente a un escenario de calma cambiaria (cerca del piso de la ZNI). Teniendo presente las importantes turbulencias que traerá 2019, podemos afirmar que el acuerdo con el FMI mejoró liquidez del Tesoro, pero los límites que impuso a las intervenciones en el mercado de cambios podrían, empeorar el ratio deuda-PBI.

Pese a los esfuerzos del Banco Central, el dólar volvió a subir esta semana

Impulsado por factores internacionales, pero amplificado por un escenario local incierto y frágil, el dólar volvió a subir esta semana y finalizó a más de 10% del piso de la zona de no intervención cambiaria (ZNI), la mayor distancia desde octubre pasado. De esta forma, se comprende cómo el banco central no está logrando su objetivo -implícito- de mantener a la divisa pegada al límite inferior de la ZNI. En pos de cumplir esta empresa, la autoridad monetaria volvió a ampliar el stock de LELIQs que pueden poseer los bancos comerciales, dando marcha atrás con una resolución adoptada a fines de febrero. El propósito de esta medida es aceitar el canal de transmisión entre la tasa de interés de referencia y el rendimiento de las colocaciones en pesos al público, para de esta forma desalentar potenciales dolarización de carteras. En consecuencia, dicha medida marca que la tasa de interés permanecerá (muy) elevada por lo menos en el corto plazo.

El Gobierno negocia la pax mientras los gremios definen sus apoyos electorales

En un clima cada vez más electoral, donde los gremios han empezado a perfilar hacia dónde irán dirigidos sus apoyos en la contienda electoral, marzo nos dejó desde un relajamiento del apoyo de los sectores más oficialistas a la candidatura de Macri (la 62 liderada por Ramón Ayala -UATRE- enojada por el alejamiento de Triaca), hasta rupturas dentro del M.A.S.A. respecto de a qué candidato peronista apoyar (unos cenaron con Lavagna -Sasia y Caló-, otros anunciaron su apoyo a Urtubey -Viviani-).

La emergencia de Roberto Lavagna como candidato de un peronismo no kirchnerista, generó expectativa en el sector del sindicalismo más dialoguista

Con el apoyo de Barrionuevo y el interés de los denominados Gordos e Independientes, pareciera ir creciendo el consenso detrás de la candidatura del ex ministro de Economía en la escena sindical. Sin embargo, la cara más visible de la conducción de la CGT, Héctor Daer, integra la Mesa de Acción Política del PJ Nacional que sigue buscando la unidad opositora, con la ex presidente incluida dentro de las opciones electorales.

Por el lado del sector más combativo, las posturas están más alineadas detrás de la candidatura de Cristina Kirchner, y solo esperan lograr la mayor unidad posible del arco opositor. Moyano se ha transformado en el eje central del apoyo sindical a la ex presidenta y está buscando capitalizar esa apuesta para retomar los espacios de conducción sindical perdidos, ante un eventual triunfo de CFK.

Mientras tanto, el Gobierno busca PAX sindical: acuerdo en temas pendientes y paritarias flexibles

En este contexto, el Gobierno busca “comprar” la pax sindical con el sector dialoguista (fundamen-talmente con el sector del transporte) tratando de minimizar la conflictividad en medio del proceso electoral. Para ello, avanzó en un acuerdo que incluye varios temas pendientes de interés mutuo para el Gobierno y el sindicalismo (amparos judiciales contra obras sociales y blanqueo laboral), y otros temas de especial interés sindical (deudas del Estado para con las obras sociales sindicales).

Pero el Poder Ejecutivo no solo busca atenuar la conflictividad sindical por el lado de lograr acuerdos sobre temas pendientes, sino también por adoptar una postura más flexible frente al proceso paritario. Sin dudas la novedad que el sindicalismo está recibiendo de parte del Gobierno es cierta flexibilidad de cara al proceso paritario respecto de la pauta oficial inicialmente pensada en aumentos en torno al 23%. La creciente flexibilidad que está mostrando el Gobierno se explica por las dificultades electorales que le está produciendo la recesión económica persistente. En definitiva, hay en el Gobierno, producto de su mayor debilidad electoral, menos temor a la inflación futura y más interés por generar/impulsar cierta recuperación en el poder adquisitivo de los salarios de cara al desafío electoral.

Es cierto que esta serie de acuerdos alcanzados y la flexibilidad frente al proceso paritario no lograron que el Gobierno pueda impedir que la Comisión Directiva de la CGT se plegara a la marcha que los gremios industriales están convocando para el próximo 4 de abril, en defensa de la producción industrial y los puestos de trabajo. Una marcha que partirá desde Plaza Once pero que no llegará a Plaza de Mayo, sino hasta la 9 de Julio. Pero también es cierto que, en un contexto económico tan adverso, que el Gobierno logre que la CGT no convoque al quinto Paro Nacional es ciertamente un logro en términos de tratar de contener lo mayor posible la conflictividad sindical en un contexto cada vez más condicionado por las necesidades electorales.

Siempre igual, todo igual, todo lo mismo

La semana pasada, el Tesoro Nacional anunció que subastaría de manera diaria USD 60 millones entre abril y noviembre y el Banco Central extendió su meta de crecimiento cero de la base monetaria (sinónimo de tasa de interés alta) hasta noviembre. Ambas medidas apuntaban a “pisar” las expectativas y el tipo de cambio respondió con una baja de 3% en tres jornadas. Sin embargo, al comienzo de esta semana, el escenario internacional envío algunas señales adversas (desaceleración en el crecimiento de Europa, nuevos conflictos políticos en Brasil) y la calma se desmoronó: la divisa trepó a 42 ARS/USD y se ubicó a 7,3% de la banda baja de la zona de no intervención cambiaria (cuando el BCRA orienta sus esfuerzos para minimizar esta brecha). Si bien el dólar se fortaleció a nivel global, otra vez el peso fue la moneda más golpeada: por caso, el real brasileño se depreció menos de 2% en la semana. En consecuencia, podemos afirmar que si bien las presiones podrían atenuarse en los próximos días, no se disiparán de manera permanente, por lo menos, en el corto plazo.

Otra vez, el BCRA endureció su política y el dólar reaccionó

Esta semana, el Banco Central endureció su política monetaria y el tipo de cambio reaccionó, retornando a los niveles de comienzos de febrero y ubicándose a 2,5% del piso de la zona de no intervención cambiaria (ZNI). Al ajuste de más de 10 p.p. de la tasa de interés, que volvió a los niveles de noviembre 2018, se sumó el anuncio de que el esquema de crecimiento cero de la base monetaria se mantendrá durante todo 2019 sin ajustes estacionales y que el piso de la ZNI se actualizará mensualmente al 1,75% durante el segundo trimestre, muy por debajo del 2,6% de inflación mensual proyectado por el REM para dicho período. El otro anuncio de esta semana estuvo vinculado a la liquidación de los dólares que el Tesoro recibirá del FMI: mediante licitaciones diarias de USD 60 millones que comenzarán en abril y terminarán en noviembre. Si bien esta medida fue bien recibida por el mercado, que profundizó la apreciación nominal luego de la misma, estimamos que será poco efectiva en los días de mayor tensión, por lo que la divisa se acercaría al techo de la ZNI durante el período electoral.