Las peores perspectivas del FMI de crecimiento, ¿empeoran las perspectivas del dólar?

A comienzos de esta semana, el dólar se despertó y avanzó más de 2%. No obstante, pese a este “leve” desliz, a partir del miércoles volvió la calma al mercado y la divisa se estabilizó. Más allá de estos vaivenes, lo más relevante es que una noticia volvió a depreciar al peso: el recorte en las proyecciones de crecimiento del FMI para nuestro país. Las mismas pasaron de un retroceso de 1,2% para 2019 y un avance de 2,2% para 2020 a una caída de 1,3% este año y una tenue recuperación de 1,1% el año próximo. Estas magras perspectivas dan cuenta de que, aunque el tipo de cambio atraviese en calma el proceso electoral, la actividad económica seguirá en rojo. Por último, estimamos que en las próximas semanas las “noticias” volverían a impactar en el frente cambiario en parte también por esta fragilidad, aunque principalmente por las elecciones. En este sentido, el reciente retroceso nominal de la divisa no resultará en una buena noticia: a la par que profundizó la apreciación, alejó al dólar del techo de la Zona de Referencia, es decir, de donde el BCRA posee mayores herramientas para desarmar eventuales presiones.

La tasa de interés alta seca la plaza de pesos pero también la inversión

La tasa de interés alta, una herramienta de doble filo

Con el segundo acuerdo del FMI, el Banco Central se comprometió a un crecimiento nulo de la base monetaria entre octubre del año pasado y junio de 2019. Más aún, luego de un comienzo exitoso –sobrecumplimiento del objetivo-, la autoridad monetaria estiró esta medida hasta fin de año.

La principal herramienta de la que dispone el Banco Central para alcanzar esta meta son las LELIQs. Mediante un aumento de su rendimiento, es decir, una suba de la tasa de interés de referencia, los bancos comerciales deberían incrementar sus tenencias de estas letras. De esta forma, se explica que la tasa de interés de referencia promedie más de 60% desde que se puso en marcha el nuevo esquema. Esta tasa responde, entre otras cosas, a que un alto rendimiento de las colocaciones en pesos desalienta la dolarización de carteras.

Sin embargo, esta tasa de interés también tiene algunos efectos no deseados. Por caso, el elevado costo de financiamiento prácticamente descarta cualquier posibilidad de inversión productiva. A modo de ejemplo, los préstamos a empresas crecen solo al 17% i.a. nominal, lo que implica una caída cercana al 25% i.a. en términos reales. Como resultado, la inversión pasó de representar 15,6% del PBI en el primer trimestre de 2018 a 13,5% en igual período de 2019.

En otro orden, la irregularidad de la cartera al sector privado trepó de 3,8% en agosto de 2018 a 5,2% en abril de 2019 (último dato disponible) y habría seguido en ascenso en los meses posteriores. Si bien este valor no pone en riesgo la estabilidad del sistema financiero, representa un pico para la última década, a la par que su acelerado crecimiento refleja una dinámica que enciende señales de alarma.

En consecuencia, podemos afirmar que este esquema monetario no es sostenible en el mediano plazo. Si bien es cierto que en este contexto es fundamental estabilizar al tipo de cambio y aportar previsibilidad para frenar la caída de la actividad, no es menos cierto que esta tasa de interés terminará por asfixiar al sistema productivo. Actualmente, la mayor rentabilidad de los bancos comerciales está en captar plazos fijos privados para posicionarse en LELIQs, en lugar de dar préstamos y brindar oxígeno a las empresas para poder sortear la crisis.

La disociación entre la tasa de interés nominal y real

El Banco Central es consciente de este problema, y por eso la tasa de interés nominal viene en franco retroceso en las últimas semanas. No obstante, producto principalmente de la estabilidad cambiaria y del menor ajuste en las tarifas de Servicios Públicos, la inflación también está cediendo. En consecuencia, la política monetaria no se relaja efectivamente. Por caso, partiendo de la inflación mensual esperada por el Relevamiento de Expectativas de Mercado, la misma pasó de 1,4% mensual en mayo a 1,7% en junio, para ubicarse actualmente en 1,5%. Por lo tanto, aún en este contexto de baja de la tasa de interés nominal, la tasa de interés real no retrocede.

Más cerca de las elecciones, las presiones cambiarias reaparecerían. Si esto sucede, la tasa de interés nominal pausaría esta baja, en pos de disuadir a los tenedores de pesos de dolarizar sus carteras. Cabe destacar que las elecciones primarias de agosto podrían marcar un cambio de tendencia. Si el oficialismo enfrenta una derrota abultada, es decir, un resultado peor al que anticipa el mercado, las tensiones cambiarias se intensificarían.

Por el contrario, si el resultado se asemeja al esperado por los actores financieros, las presiones cambiarias seguirían siendo acotadas. En este marco, proyectamos que la tasa de interés nominal seguiría su camino descendente y se acercaría a la zona del 55% para las elecciones generales de octubre. Asimismo, en este escenario de reelección, cerraría el año apenas por encima del 50%. Además, producto de la estabilidad cambiaria y los menores ajustes de tarifas, la suba de precios orillaría el 2% mensual en el último trimestre. En consecuencia, la tasa de interés real rondaría 1,5% mensual, de modo que permanecería en los nocivos niveles actuales, que desploman al crédito productivo e incrementan la morosidad.

Por lo tanto, aunque las variables macroeconómicas se estabilizarían en la segunda mitad del año, e incluso es probable que el consumo se reactive producto de un salario que comienza a ganarle levemente a la inflación más los estímulos no salariales que está desarrollando el oficialismo, las inversiones productivas no se recuperarían.

El recorte de la tasa de interés: tan necesario como difícil

De cara a 2020, uno de los principales desafíos del próximo presidente electo será bajar esta tasa de interés real: el plan de emisión cero es una política de emergencia y no es recomendable que dure más allá de 2019. Desde octubre del año pasado se viene registrando una política monetaria fuertemente contractiva, que implicará un ajuste cercano al 35% de la base monetaria deflactada al cierre de este año. La contracara del mismo es la expansión acelerada de las LELIQs, que ya representan más del 90% de la base monetaria y si no se controlan en el mediano plazo dañarán severamente al patrimonio del Banco Central.

No obstante, un recorte apresurado de la tasa de interés podría desatar nuevas presiones sobre la divisa, posponiendo aún más la recuperación de la actividad. Por lo tanto, será necesario afrontar este problema seriamente: este elevado costo de financiamiento es inconsistente con cualquier proceso de crecimiento genuino.

No sé para qué volviste, si ya (te) comenzaba a olvidar

El tipo de cambio acumuló otra semana más en baja y ya se ubica a 5% del piso de la Zona de Referencia (39,50 ARS/USD, donde el Banco Central no intervendrá comprando divisas). Si bien la baja del dólar puede alentar el consumo en el corto plazo, no representa necesariamente una buena noticia para el oficialismo. Por caso, actualmente la divisa está a un 25% del techo de la ZR (51,50 ARS/USD), es decir, de donde las intervenciones de la autoridad monetaria serían de USD 250 millones diarios por lo menos. En consecuencia, al momento, podrían darse saltos cambiarios aún dentro de la ZR, donde los márgenes de acción son acotados. En otro orden, el tipo de cambio real bilateral con EE.UU. Ya está casi 8% por debajo del promedio de los últimos veinte años y se apreció cerca de 30% respecto del pico de septiembre de 2018, cuando se reimpusieron las retenciones a las exportaciones de bienes y servicios. Por lo tanto, aunque “positiva” en el corto plazo, esta baja del dólar podría traer complicaciones en las próximas semanas.

El escenario profundiza su tendencia hacia un formato bipartidista

Con la oficialización de candidaturas, la escena electoral continuó mostrando una tendencia hacia una mayor polarización entre el oficialismo y el Frente de Todos, que podría depositarnos en un escenario donde las dos principales ofertas electorales junten en agosto más del 80% de los votos.

Desde abril, la suma de la intención de voto de los dos principales espacios ha crecido casi 12 p.p. La mayor polarización se explica por un crecimiento simultáneo de la intención de voto del oficialismo y del Frente opositor (primero con CFK, luego con Alberto Fernández). Sin em-bargo, un crecimiento sostenido que no fue parejo, sino que se viene observando un mayor crecimiento de la intención de voto del oficialismo (crece casi 8 p.p. desde abril), contra un menor crecimiento del Frente de Todos (crece menos de 5 p.p. desde abril).

Si hiciéramos una proyección estadística de los indecisos que venimos registrando, podríamos afirmar que muy probablemente superaríamos en las Primarias de agosto, el 80% de los votos entre los dos principales espacios, lo que nos depositaría en un formato de competencia más bipartidista como los que veíamos a fines del siglo XX en la argentina. En ese sentido, es probable que nos encaminemos a la elección más polarizada desde la crisis de 2001, cuando la situación económica disparó una suerte de crítica antisistema (“que se vayan todos”) y provocó la implosión del sistema de partidos y el fin de la competencia bipartidista.

Acuerdo Mercosur-Unión Europea: ¿hacia mayor convergencia o disparidad?

Al cierre de la semana pasada se firmó un histórico tratado de libre comercio (TLC) entre el Mercosur y la Unión Europea. Al momento no hubo grandes precisiones por parte de ninguno de los dos bloques sobre los puntos acordados; sin embargo, tiene sentido analizar qué decisiones harían que el TLC fuese más o menos beneficioso para nuestro país.

Para comenzar, vale remarcar que el promedio ponderado de aranceles del Mercosur (14,8%) es sensiblemente mayor al del viejo continente (3,0%). En consecuencia, los precios de los productos europeos se abaratarían en mayor medida que los sudamericanos. Visto desde la óptica de los consumidores, los habitantes del Mercosur seríamos los principales beneficiados. No obstante, desde una perspectiva productiva, dado que los productos europeos se importarán a un menos precio habrá un riesgo latente para la producción local.

Ahora bien, los efectos lejos están de terminar acá y, menos aún, de estar jugados de antemano. Por caso, la elevada presión tributaria de nuestro país impacta directamente en la competitividad precio de los productos locales: más impuestos que se trasladan a los precios finales, redundando en bienes más caros.

Más aún, mientras que la Argentina cobra derechos a sus exportaciones, la Unión Europea las subsidia a través de la Política Agraria Común (PAC). En este sentido, el presupuesto asignado a esta política ascendería a 408.000 millones de euros para el período 2020-2024, superando de esta forma cualquier proyección de nuestras exportaciones totales para el período.

Dada esta dinámica asimétrica, el acuerdo debería forzar un esquema impositivo más racional en nuestro país, para no sobrepenalizar la producción doméstica. Si este fuera el caso, nuevamente, los consumidores locales ganarían por una doble vía; ahora bien, si no se lograra relajar la carga tributaria, la producción doméstica se vería casi imposibilitada de competir con la europea.

Algo similar sucede con el elevado costo de financiamiento vigente en nuestro país. La tasa de interés se ubica actualmente en niveles prohibitivos para invertir. En pos de adecuar el sistema productivo a las demandas del acuerdo, el costo de financiamiento deberá abaratarse sensiblemente: de lo contrario, será muy difícil competir con la producción de nuestro nuevo socio comercial.

En otro orden, los TLC buscan fomentar los flujos de inversión extranjera directa. Considerando la disparidad entre ambas regiones respecto de las inversiones realizadas en otros países (a modo de ejemplo, según los datos del Banco Mundial, mientras que las salidas IED desde la Unión Europea alcanzaron USD 620.000 millones en 2017, las del Mercosur apenas superaron USD 25.000 millones), nuestro bloque posee mucho para ganar en este frente.

Ahora bien, las direcciones específicas de estos desembolsos no se negocian en los TLC, sino que dependerán de la dinámica de cada país en particular. En este sentido, las rigideces de nuestro mercado laboral y las dificultades que provoca una de las macroeconomías más volátiles del mundo reducen el atractivo de nuestro país. Una vez más, estaremos frente a una oportunidad interesante para generar un esquema en línea con las necesidades actuales y orientar a nuestra economía hacia el crecimiento; de lo contrario el panorama se oscurecerá.

En este punto, los salarios en dólares cumplirán un papel fundamental para competir por estos influjos con nuestros socios del Mercosur. Por lo tanto, la vigencia de un tipo de cambio real competitivo también será un eje a fortalecer: si bien en un escenario optimista lo ideal sería competir por empleos de calidad, lo cierto es que, actualmente, nuestro país está lejos de hacerle frente en este punto a los destinos actuales de la IED de la Unión Europea.

En consecuencia, podemos afirmar que gran parte de que el impacto del TLC sea positivo o negativo para nuestro país dependerá de qué reglamentaciones y excepciones se hagan al mismo y, no menos importante, cómo y a qué velocidad reaccione nuestro país ante la novedad, ajustándose a los standares globales en materia de legislación impositiva y laboral.

Dicho esto, resta hacer un análisis sectorial para saber cómo impactará el acuerdo a nuestra estructura productiva. Para ello, corresponde cotejar la diferencia de productividades relativas entre ambos bloques. En este sentido, podemos separar a las ramas transables afectadas en dos grandes grupos: aquellas que trabajan a un nivel de productividad cercano a la frontera internacional y a las que lo hacen a uno inferior.

En el primer grupo, que sería aquel que podría verse beneficiado a partir de incrementar sus exportaciones a la Unión Europea –no produce con sobrecostos y la rebaja de aranceles le permitiría competir- aparece la agroindustria. Por caso, las exportaciones de trigo y maíz y sus derivados, así como las de carne, podrían verse altamente beneficiadas con el acuerdo.

Más allá de esto, vale resaltar algunas cuestiones. Por un lado, es importante que en el acuerdo se discuta la eliminación de subsidios a los productos agrícolas, que abarata a partir de decisiones de política económica a los bienes europeos. Por el otro, partiendo de las regulaciones internacionales de seguridad alimentaria, suelen ponerse cuotas y reservarse ciertos requisitos de admisión para las importaciones de alimentos (barreras fitosanitarias y de calidad). Será fundamental evitar el abuso de estas posiciones por parte de los países europeos en pos de alcanzar el mayor market share posible. Por último, la oferta agroindustrial es relativamente inelástica (a diferencia de la producción típicamente industrial, no basta con aumentar el ritmo de una máquina). En consecuencia, será fundamental incrementar el valor agregado de los productos exportados –pasar de ser el granero del mundo a ser el supermercado-, ya que de lo contrario será inevitable que el sector se reprimarice. Esto no será un proceso autónomo, sino que dependerá de elaborar un programa de desarrollo con orientación exportadora que cuente también con la voluntad política necesaria para llevarlo a cabo.

En el extremo opuesto, es decir en aquellos sectores que trabajan a un nivel de precios superior al internacional y, por ese motivo, se ven imposibilitados de competir en una situación de libre comercio se ubican la mayoría de las ramas de la industria manufacturera. Producto del perfil exportador de la Unión Europea, podríamos mencionar aquí al sector automotor, autopartista, farmacéutico, metalúrgico y químico. Considerando la elevada tasa de empleo formal que presentan estos sectores, la pérdida de puestos de trabajo implicaría también una precarización del empleo en nuestro país. Algo similar sucedería con los salarios promedio.

Antes de terminar, es importante destacar que no solo se desplazará producción destinada al mercado interno. Casi la mitad de las exportaciones manufactureras argentinas se dirigen a Brasil, mercado en donde nuestro país no paga aranceles y obtiene de esta forma una ventaja relativa respecto de la Unión Europea que tributa el arancel extra-zona. Ahora bien, luego del acuerdo, esta diferencia desaparecería, de modo que estos envíos también estarían en peligro.

En conclusión, podemos afirmar que el acuerdo abre una serie de interrogantes que según cómo se negocien resultarán en mayores riesgos u oportunidades para la región en general y para nuestro país en particular. Considerando el estancamiento secular en el que se halla la economía argentina, y lo errático de la política cambiaria en los últimos años, los puntos de partida no son alentadores. Esperemos que se puedan hacer valer los aspectos estructurales y el TLC puje por achicar las diferencias entre ambos bloques en lugar de intensificarlas; de lo contrario, su resultado será una sociedad cada vez más desigual, con algunos sectores trabajando en la frontera productiva internacional y otros en franco retroceso.

La extrema polarización anticipa el balotaje a agosto

Cerrada la etapa de la oficialización de las candidaturas, la configuración final del escenario electoral presenta una oferta altamente concentrada en dos grandes espacios que lentamente van polarizando la demanda y centrifugando al centro político. Luego de que ambos polos (oficialismo y kirchnerismo) lograran desarticular la potencial oferta de centro, incorporando actores de la tercera vía en sus ofertas (Pichetto por el oficialismo y Massa por el frente opositor), y polarizar así la oferta, llega el momento de la polarización de la demanda: aquellos electores que habían mostrado cierta expectativa sobre la conformación de una alternativa distinta a Macri o a Cristina, empiezan a aceptar con resignación que deberán elegir entre lo menos malo. De esta manera, los desencantados de la grieta se transformaron en los desencantados de la tercera vía, que sin una alternativa potente y competitiva a la grieta, vuelven a posicionarse en función de lo que más rechazan, más que en virtud de lo que más los seduce.

Para ponerlo en números, si se sumaba la intención de voto de Mauricio Macri en abril y la de una eventual Cristina Kirchner candidata, la suma daba 64,7%. En mayo, la intención de voto acumulada entre esas dos ofertas electorales era 68,8%. Y en nuestro último relevamiento de junio (28/06), ambas ofertas (ya con Alberto Fernández como candidato) se combinan para un 76,5% de intención de voto.

En términos hidráulicos, este proceso de polarización de la demanda ha elevado la cota de apoyos a un nivel que ubica a los espacios en torno al 40% de la intención de voto, provocando un cambio sustantivo en la dinámica electoral: la posibilidad de que alguno de los dos espacios logre sumar 45% de los votos en octubre dejó de ser cero. La probabilidad de un triunfo en primera vuelta empieza a ser una opción, sobre todo para el frente opositor (Frente de Todos) que es quien viene mostrando una diferencia a su favor de cara a las Primarias de más de 4 puntos según nuestro último relevamiento (Synopsis 28/06).

Como consecuencia de ese cambio en la dinámica, al oficialismo la Primaria dejó de serle útil para ordenar el voto estratégico (voto útil). El Gobierno no veía con preocupación el hecho de compartir junto con otras candidaturas (Espert, Gómez Centurión y en menor medida Lavagna) el electorado que rechaza el regreso del kirchnerismo al poder, porque creía que luego de la PASO ese electorado se iba a reubicar apoyando al espacio que esté en mejores condiciones de ganarle a la fórmula Fernández-Kirchner.

Pero frente al riesgo de perder la Primaria y de que el frente opositor quedase a tiro del 45%, el oficialismo empieza a necesitar lograr una más eficiente concentración del voto anti K en la Primaria para reducir la diferencia con su rival y no favorecer un escenario que pudiera instalar la sensación de que la oposición se encamina a un triunfo en octubre, sobre todo por los efectos que ese escenario podría tener sobre las expectativas económicas, y consecuentemente sobre el dólar. Es por ello que la posibilidad de que Espert no pueda competir por las dificultades legales de su frente es una gran noticia para el oficialismo.

Las expectativas sobre el resultado de las PASO determinarán su impacto hacia la Elección General

El resultado de la PASO puede tener un impacto decisivo en la dinámica si profundiza la posibilidad de un triunfo opositor en primera vuelta. Si bien se descuenta que el Gobierno puede perder la Primaria, si el Frente de Todos (opositor) obtiene más del 40% de los votos y le saca una ventaja importante (mayor a 5%) al oficialismo, el efecto “carro del vencedor” (la creencia de que ese Frente ganará la elección) podría impulsarlo para obtener lo que le falte para llegar al 45%. Si el oficialismo lograra reducir la ventaja y emparejar los apoyos, podría neutralizar este efecto y aumentar la posibilidad de que la disputa se prolongue a una segunda vuelta, donde el oficialismo confía en juntar todo el voto que rechaza al regreso del kirchnerismo al poder. En definitiva, es una carrera para ver quien logra concentrar más rápido y más eficazmente alguno de los dos bloques de votantes: el bloque de votantes anti Macri, que parece estar bastante concentrado en el Frente de Todos, y el bloque de votantes anti K, que se muestra más disperso y que el Gobierno pareciera solo lograr juntarlos a todos en una segunda vuelta.

El dólar acumuló otra semana más a la baja: ¿hasta cuándo?

Esta semana el dólar profundizó su baja y acumula un retroceso nominal de 5,6% desde que Mauricio Macri anunció a Miguel Pichetto como su compañero de fórmula. En este marco, el Banco Central “aprovechó” la euforia proveniente del escenario político y recortó la tasa de interés, que cerró junio en la zona de 62,5% (piso que se había autoimpuesto la autoridad monetaria a comienzos de mes, en la búsqueda por alentar a los bancos comerciales a subir el rendimiento de los depósitos a plazo fijo y, de esta manera, captar pesos y atenuar las presiones cambiarias). Más allá de estos avances, vale remarcar que el riesgo país bajó apenas 50 puntos básicos desde el anuncio oficial y se ubica en torno a los 850 p.b. En consecuencia, es importante no “dormirse” en los recientes laureles: cuanto más barato ingrese el tipo de cambio al período electoral, mayor será su recorrido potencial hasta perforar la zona de referencia (51,5 ARS/USD), es decir, hasta superar el techo en donde el banco central intervendría significativa y sistemáticamente (con USD 250 millones diarios).

Con la CGT relegada, habrá baja representación sindical en el Congreso

El de este año es un caso mas de un nuevo proceso electoral en el que el sindicalismo queda relegado en el armado de listas y en la definición de candidaturas. La incursión de dirigentes gremiales en las listas de candidatos fue escasa, más aún si se la mide por aquellas que realmente tienen posibilidades de ingresar al Congreso. Facundo Moyano, Claudia Ormachea, y quizá Carlos Cisneros o Maia Volcovinsky son algunos casos de dirigentes sindicales que podrían ingresar al Congreso.

Lo que sí queda claro es que si hubo un espacio sindical que logró alguna incidencia en el armardo de listas, este fue el que lideran Hugo Moyano y Sergio Palazzo, el denominado Frente Sindical para el Modelo Nacional (Fresmona). El detalle de una mayor incidencia de Moyano sobre los Gordos e Independientes puede volverse relevante pensando en que luego del proceso electoral sobrevendrá la batalla por tomar el control de la CGT. Si bien los resultados electorales condicionaran esta batalla (si gana Macri, los Gordos podrían retener el control de la CGT, si gana Alberto Fernández será difícil parar a Moyano), en la previa, los posicionamientos podrían anticiparnos qué es lo que pudiera pasar. Aquí un resumen de cómo le fue a cada sector en la previa de la contienda electoral.

Calma cambiaria: ¿válida por el período electoral o hasta agotar el stock de Reservas?

En muchos análisis suele afirmarse que i) la coyuntura económica no será un activo para el oficialismo y ii) que el gobierno de Macri priorizó las políticas estructurales y de mediano plazo por sobre aquellas de impacto inmediato pero transitorio. En este informe nos interrogaremos sobre la veracidad estos puntos: si bien al mirar la dinámica general puede aceptarse su validez, al analizar la coyuntura electoral estos postulados no se condicen con la realidad.

Cambiemos recibió una economía que demandaba correcciones apremiantes. Sin embargo, luego de cuatro años de gestión, aquella que legará también será muy compleja. Al cierre de 2015, casi el único activo que presentaba la economía argentina era un bajo stock de deuda pública relevante (es decir, con el sector privado y organismos internacionales). Por el contrario, acumulaba un importante atraso cambiario y tarifario, que desembocaba en un creciente déficit externo y fiscal.

En respuesta, durante este gobierno tuvieron lugar algunas correcciones poco rentables políticamente pero necesarias para que la economía pueda seguir su marcha: reducción del rojo primario del Sector Público y mejora de la competitividad cambiaria.

Ahora bien, producto del salto cambiario del año pasado y los importantes compromisos de deuda pública en moneda extranjera asumidos habrá grandes urgencias por el lado financiero. Además, si bien los precios relativos estarían más alineados para impulsar el crecimiento económico, es necesario dinamizar la demanda interna para que dichas mejoras se materialicen. Por lo tanto, por más que estén los “incentivos adecuados” faltará un componente central: garantizar un volumen adecuado de ventas, sobre todo en un mundo de difícilmente ayude por el lado de las exportaciones.

Más allá de este análisis, al poner la lupa sobre la coyuntura electoral –es decir, sobre los meses que van desde el cierre de listas hasta un potencial balotaje-, la situación cambia radicalmente. Luego de que el Banco Central anunciara que podía vender Reservas dentro de la Zona de No Intervención cambiaria, ahora llamada de Referencia, las presiones en este frente se desinflaron significativamente y el Peso incluso se apreció en términos nominales.

En respuesta, uno de los principales motores inflacionarios se apagó. Si a esto le sumamos que las correcciones tarifarias se concentraron al principio del año (según el IPC Ecolatina GBA, en el período enero-mayo los Servicios Públicos treparon alrededor de 30%, a la par que subirían cerca de 5% en los próximos seis meses), el alza de precios se atenuaría en la segunda mitad del 2019.

Dado que las paritarias se firmaron proyectando un escenario de aceleración inflacionaria, poder adquisitivo de los trabajadores formales (que representan dos tercios del total empleado) se recuperaría levemente en los meses pre-electorales. En consecuencia, la demanda interna crecería mínimamente antes de las elecciones. Si sumamos además la ansiedad que provoca casi un año de “consumo reprimido” y los estímulos no salariales que viene implementando el gobierno –Ahora 12, Plan Junio 0 km, créditos Argenta, Precios Esenciales, etc.-, podemos afirmar que en este año impar también tendremos un veranito electoral, aunque más corto que en las ocasiones anteriores.

Por lo tanto, al poner la lupa sobre la coyuntura, la economía deja de ser un punto –tan- flaco para Cambiemos. Ahora bien, para que este escenario optimista se concrete es necesario que la calma cambiaria de las últimas semanas se profundice. Durante mayo y lo que va de junio bastó con la amenaza de que el Banco Central podría vender Reservas para que las presiones se atenuaran; sin embargo, cuando el proceso electoral sea inminente no alcanzará con ello: la fuga de capitales del sector privado alcanzará su pico. En ese entonces, habrá que ver de qué poder de fuego efectivo dispone la autoridad monetaria: aunque las Reservas brutas rondan los USD 70.000 millones (11% del PBI), las netas rozan los USD 20.000 millones (3% del PBI), de modo que son acotadas y, además, necesarias para cancelar deuda pública en moneda extranjera por la imposibilidad de acceder a los mercados de crédito.

A modo de conclusión, podemos afirmar que esta “promoción” de calma cambiaria tiene un límite: será válida hasta que terminen las elecciones o hasta agotar el stock de Reservas. Veremos qué ocurre primero.

¿Hasta dónde dará la nafta del efecto Pichetto?

El tipo de cambio estiró su baja en esta corta semana, prolongado la calma lograda luego del anuncio de que el Banco Central podría intervenir dentro de la Zona de No Intervención. Dicha mejora se profundizó con la presentación de Miguel Pichetto como candidato a vicepresidente de Mauricio Macri. Por otro lado, la inclusión de Sergio Massa en el Frente De Todos no hizo mella, todavía, en el mercado cambiario. Otro aspecto positivo es que el riesgo país sigue en baja y esta semana cerró cerca de los 800 puntos básicos, ubicándose en niveles similares a los de comienzo de año. Sin embargo, pese a estas buenas noticias, cabe hacer una digresión: al momento son pocas las encuestas que ya “midieron” a la fórmula Macri-Pichetto y, en todos los casos, el resultado electoral permanece abierto (en general, dentro del error estadístico). Por lo tanto, si bien el mercado recibió con optimismo la ampliación de Cambiemos, un mal resultado en las PASO (o en las encuestas previas) podría revertir la mejora reciente y desatar nuevas presiones en este frente.