Y la prueba de fuego no se pasó

Esta semana cambiaria y financiera superó cualquier película de terror: el dólar se disparó cerca de 25% y el riesgo país rondó los 1.700 puntos básicos. El detonante de esta dinámica de crisis fueron las elecciones primarias y el probable cambio de signo político que tendrá nuestro país a partir del 10 de diciembre. En los últimos dos días de la semana el dólar retrocedió 4% (tras haber subido 30% en los primeros tres días), gracias a señales políticas de conciliación y una mayor intervención del Banco Central. Más allá de esta mejora transitoria, la “tranquilidad” pende de un hilo y deberá renovarse constantemente. Este contexto de crisis no podrá darse por superado, por lo menos, hasta que el próximo gobierno transcurra con éxito sus primeros meses de gestión, ya que en medio de esta extrema volatilidad cualquier mínimo movimiento podría desatar una nueva corrida cambiaria y financiera.

 

La economía argentina está a la deriva: ¿a la deriva de qué?

Tras las PASO, el dólar y el riesgo país se dispararon y la bolsa porteña se desplomó. Para peor, la renovación de LELIQs, muy vinculada a la evolución de los depósitos del sector privado, fue inferior al 10% del total de los vencimientos. Al cierre del mercado, el presidente Macri brindó una conferencia de prensa donde hecho más nafta al fuego: le pidió a la fuerza ganadora, el Frente de Todos, que hiciera una autocrítica acerca de por qué los mercados no le creían.

El deterior de mercado cambiario y la cotización de los bonos soberanos se profundizó a comienzos del martes 13 de agosto. Sin embargo, en el medio de la jornada, el Banco Central vendió USD 150 millones de Reservas y el tipo de cambio parecía estabilizarse en la zona de 55 ARS/USD. En este contexto, la renovación de LELIQs del martes superó a los vencimientos y el riesgo país se estacionó en torno de los 1.600 puntos.

En pos de continuar con esta lógica estabilizadora, a comienzos del día, Macri hizo un mea culpa por la conferencia de prensa del lunes y anunció un paquete de medidas para aliviar el golpe generado por la nueva corrida cambiaria-financiera. Entre ellas, sobresale la posposición de diversos impuestos a distintos universos de trabajadores (ganancias, monotributo, autónomos), dos pagos extras de Asignación Universal por Hijo, un bono a los trabajadores públicos nacionales de ARS 5.000 en agosto y septiembre, un plan de financiamiento a diez años para PyMES endeudadas con la AFIP y el congelamiento en el precio de las naftas por los próximos tres meses. Este paquete compensatorio conllevaría un costo de ARS 40.000 millones para el Sector Público Nacional, equivalente a 0,2% del PBI.

Cabe destacar que estas medidas se dan de manera simultánea con un salto de precios que acumularía por lo menos 10% entre agosto y septiembre, de modo que su impacto sobre la actividad económica será limitado. De hecho, estimamos que la recesión se profundizaría aún más en las próximas semanas producto del salto cambiario y de precios, la desaparición del crédito bancario y la elevada volatilidad e incertidumbre reinante.

En este marco, la respuesta de los mercados (cambiario y financiero) no fue la deseada por el oficialismo. Primero porque el paquete es una especie de “alivio”, transitorio por definición y válido en algunos casos sólo hasta octubre; a contramano, la pérdida de poder adquisitivo seguirá más allá de las elecciones. Además, porque en contextos de elevada incertidumbre y volatilidad como el actual, mayores ingresos no se trasladan necesariamente a un mayor consumo sino que redundan en un incremento del ahorro en moneda dura. Por último, pero no por ello menos importante, el mercado pareciera estar más atento a las definiciones económicas de Alberto Fernández, muy probablemente el próximo presidente, que a las de Macri.

En respuesta, el dólar de referencia encadenó su tercer día frenético (+4,5% en la jornada de hoy) y acumula un salto de 30% desde el viernes pasado a la par que el riesgo país llegó a los 1.900 puntos básicos (un nivel similar al de octubre de 2001, por ejemplo). Además, se suspendió la licitación de LETEs en dólares a marzo de 2020 y solo se rolleó el 40% de los vencimientos para la de noviembre de este año (posiblemente, con ANSES, bancos públicos e instituciones privadas que por razones de regulación no pueden acceder a otros activos). En materia financiera, el único dato positivo fue que el Banco Central más que renovó todos sus vencimientos de LELIQs sin subir la tasa de interés, por lo que la amenaza de una dolarización masiva de los plazos fijos no se ha concretado aún.

Ante la escalada de la crisis cambiaria y financiera es central conocer qué pasará en las próximas jornadas, fundamentales para determinar el escenario en que asumirá el próximo presidente electo. El primer punto relevante es el traslado a precios de esta nueva suba del dólar y su impacto en el poder adquisitivo. En este sentido, los mecanismos de transmisión están relativamente contenidos por el momento; no obstante, si se materializa el pedido de la CGT de realizar paritarias mensuales esta contención podría diluirse. Por otra parte, la recesión que venía atravesando la economía argentina impide trasladar todo el aumento de los costos a los precios de venta, ya que la demanda no convalida esas subas. En consecuencia, un escenario de hiperinflación luce aún lejano, pero no es posible descartarlo.

Aun cuando los efectos inflacionarios de este salto cambiario sean menores que en otras oportunidades, serán importantes y le ponen un piso del 50% a la inflación de 2019. Dado que los salarios se fijaron esperando una inflación sensiblemente menor, la pérdida de poder adquisitivo será importante en cualquier escenario. Esto golpeará todavía más a la demanda, trasladando la crisis que ya atraviesa a la parte nominal de la economía al sector real.

Por último, el ratio entre la deuda pública, nominada mayormente en moneda extranjera, y el PBI, expresado en pesos, ya se disparó por el descalce de monedas. Más allá del sentido macroeconómico de este indicador, es la principal referencia para los agentes financieros en sus decisiones de cartera. El deterioro de dicho ratio profundiza la salida masiva de capitales de nuestro país y la venta generalizada de bonos soberanos, llevando al riesgo país (precios de la deuda pública) a zona de default. Si esta dinámica no se modifica en las próximas semanas es posible que nuestro país deba reestructurar sus compromisos de deuda relevante en el corto plazo.

En resumen, el nuevo escenario configura un panorama extremadamente delicado, tanto para la coyuntura económica como para su desempeño en los próximos meses, que a esta altura parecen el largo plazo. Cuanto antes se recuperen las referencias nominales, menor será el daño y mayores las chances de sortear un escenario de default. Ojalá que las señales políticas positivas de las últimas horas entre Macri y Alberto Fernández sean la luz al final del túnel que estamos necesitando. De lo contrario, la crisis seguirá in crescendo.

El tipo de cambio ante una prueba de fuego

Producto de presiones internacionales primero, complementadas por la incertidumbre electoral después, el dólar siguió subiendo esta semana y superó su anterior récord nominal (45,6 ARS/USD, al cierre de abril pasado). En consecuencia, una nueva alza de la divisa tendría efectos inflacionarios, siempre que sea percibida como permanente por los agentes. Por su parte, el Banco Central llevó la tasa de interés de referencia a 63% y el riesgo país rondó los 900 puntos, alentado por las turbulencias locales y globales. Más allá de estas tensiones puntuales, podemos decir que la autoridad monetaria sorteó de manera exitosa las presiones de la previa de las paso y que el dólar no se “desbandó”. No obstante, estas tensiones acotadas tendrán una prueba de fuego en las próximas jornadas: un resultado más favorable para la oposición que el esperado por el mercado desataría nuevas turbulencias.

Leliqs y tasa de interés alta, ¿un mal necesario?

En la última semana cobraron especial notoriedad las Letras de Liquidez que emite el Banco Central, LELIQs, y compran el resto de los bancos. Esta repentina fama obedeció a las críticas por su elevada tasa de interés, donde se afirmaba que generaban importantes ganancias para las entidades financieras y un costo muy alto para el Sector Público. Ahora bien, ¿cuán cierto es esto? Y más importante aún, ¿podría ser diferente?

En el segundo acuerdo con el FMI firmado en septiembre de 2018, se estableció una cláusula de emisión monetaria cero hasta mediados de este año. Luego de un comienzo exitoso del esquema –sobrecumplimiento sistemático-, el Banco Central extendió este objetivo hasta fin de 2019. Considerando la elevada inflación que presenta la economía argentina, congelar nominalmente la base monetaria equivale a un fuerte ajuste en términos reales.

Para alcanzar esta meta es necesaria una tasa de interés alta, capaz de alentar las colocaciones en pesos: un mayor rendimiento de las LELIQs permite que los bancos eleven el rendimiento de los plazos fijos, tornándolos más atractivos. De esta manera, el sector privado debería incrementar sus depósitos, reduciendo así la base monetaria y permitiendo al Banco Central alcanzar su objetivo.

Además, la contracara de fomentar este ahorro en pesos es atenuar la demanda de dólares. En el corto plazo, estabilizar al tipo de cambio es la precondición para pensar en cualquier salida de la recesión. En primer lugar, porque la divisa fue el principal motor inflacionario del año pasado y de comienzos de este año. Por lo tanto, un dólar calmo es clave para desacelerar la suba de precios y ponerle un piso a la pérdida de poder adquisitivo. Por otra parte, disipar las presiones cambiarias reduciría la volatilidad de la economía argentina, ampliando el horizonte de previsibilidad y generando confianza. En consecuencia, esta tasa de interés alta no es tan contractiva como parece a priori.

Sin embargo, su contrario no es menos cierto: un costo de financiamiento en estos niveles (cercano al 30% luego de descontar la inflación esperada por el REM para los próximos doce meses) pospone cualquier reactivación. Por caso, los préstamos a las empresas arrojaron una caída mayor al 25% i.a. en términos reales durante julio, la morosidad del sector privado está en máximos de la última década y el consumo de bienes durables acumula un año en rojo. Una mejora económica sostenible no es consistente con esta dinámica.

Nos hallamos entonces frente a un dilema: relajar la tasa de interés sería negativo en el corto plazo pero sostenerla será negativo en el mediano. Como se desprende de esta dicotomía, el problema no es de fácil resolución: lo que ayuda en el futuro inmediato no debe prolongarse en el tiempo. Intentemos entonces plantear una salida, o al menos avizorar sus posibilidades.

Para comenzar, vale remarcar que, pese a que la tasa de interés permaneció en la zona de 60% y la inflación siguió en descenso apuntalando al rendimiento real de las colocaciones en pesos, en las últimas jornadas reaparecieron las presiones cambiarias, alentadas por la incertidumbre electoral. Por lo tanto, relajar la política monetaria no parece lo más adecuado en este contexto, ya que potenciaría estas tensiones. Además, el ahorro que generaría no sería fácilmente trasladable a otras áreas del Sector Público: el Banco Central es un ente autárquico e independiente del Ministerio de Hacienda, de modo que pagar menos intereses de LELIQs no equivale a tener un mayor presupuesto para otras áreas –algo tan necesario como complicado de lograr en un contexto de exigentes metas fiscales primarias-.

En el mismo sentido, podemos afirmar que el desplome de los préstamos a las empresas no responde solo a que el elevado costo de financiamiento excede la rentabilidad de la mayoría de los planes de inversión. Por un lado, la caída de la demanda interna es central para explicar deterioro. Por el otro, tiene sentido suponer que aún con una tasa de interés menor, esta variable seguiría en rojo resultado de la incertidumbre electoral, que no permite prever con precisión qué sectores serán rentables en la Argentina de 2020. Por lo tanto, a la par que los costos de bajar la tasa de interés en el corto plazo serían elevados, sus beneficios serían acotados.

Ahora bien, una vez pasadas las elecciones esta situación debería modificarse. Por un lado, las presiones cambiarias vinculadas a la incertidumbre política deberían quedar atrás, al igual que las inversiones descartadas por la falta de previsibilidad. Asimismo, si persiste la calma cambiaria la inflación se habría desacelerado sensiblemente para entonces, por lo que el rendimiento real de las colocaciones en pesos sería muy positivo. Por último, las actuales tensiones de la cadena de pagos se transformarán en rupturas si este esquema de emisión cero persiste más allá del cierre de este año. Por lo tanto, pasado el diez de diciembre, los costos de bajar la tasa de interés serían más acotados, a la par que los beneficios serían mayores (y más urgentes).

En conclusión, es probable que entremos al proceso electoral con una tasa de interés alta y que esta dure mientras siga la incertidumbre. Asimismo, no es menos probable que una vez que la misma se disipe, también lo haga la tasa de interés alta.

Esta nota salió publicada en la edición impresa del diario Perfil, sábado 03/08/2019 y puede consultarse aquí.

Las elecciones y su poder calefactor: suben la temperatura cambiaria

En la última semana el dólar siguió subiendo y alcanzó su tercera semana al hilo en terreno positivo. En este sentido, acumula un alza de 7% desde entonces y ya orilla los 45 ARS/USD. Más allá de esta suba, cabe destacar que todavía no se superó el techo de fines de abril (45,6 ARS/USD), de modo que no tendría un impacto inflacionario en el corto plazo. En la última semana, las presiones respondieron a factores internacionales (aunque la Reserva Federal de EE.UU. recortó su tasa de interés luego de más de una década, los malos datos del mercado laboral y las tensiones de ese país con china depreciaron a las monedas emergentes) amplificados por la incertidumbre local. Dado que las PASO están a la vuelta de la esquina, las tensiones podrían incrementarse la próxima semana. En este marco, se abre el interrogante acerca de si el Banco Central intervendrá o no en el mercado cambiario, tal como lo hizo en 2017. Si la divisa supera su pico anterior, será la primera prueba de fuego para la autoridad monetaria desde el fin de la zona de no intervención.

Se tensa la calma cambiaria-financiera ante la encrucijada de las PASO

A menos de dos semanas de las PASO, que arrojarán información precisa sobre las preferencias del electorado, la calma cambiaria-financiera se tensó: el tipo de cambio subió y el riesgo país volvió a acercarse a los 800 puntos básicos.

La pérdida de apetito por el Peso y los bonos soberanos responde al comportamiento precautorio de los inversores frente al inminente resultado de los comicios. De hecho, el contexto financiero internacional continúo mejorando para los activos emergentes durante julio: las principales potencias económicas anunciaron y/o implementaron una política monetaria más expansiva. Por caso, tras más de una década, la Reserva Federal de Estados unidos bajó su tasa de interés de referencia en 25 puntos básicos.

Pese a que el dólar subió en las últimas dos semanas, el BCRA logró administrar la presión alcista: el tipo de cambio no sufrió sobresaltos y todavía no alcanzó el pico de fines de abril, por lo que la reciente suba no tendría casi impacto inflacionario. Más importante aún, la autoridad monetaria logró contener las tensiones sin tener que vender Reservas. Este resultado fue alcanzado gracias a mantener elevada la tasa de interés en pesos a los depositantes en un contexto de desaceleración de la inflación (en julio incluso se redujeron encajes no remunerados a los plazos fijos para elevar el retorno de estos activos) y a una fuerte intervención del Central en el mercado de futuros durante las últimas semanas.

Párrafo aparte merece el mayor margen de maniobra logrado por el Central. En primer lugar, el BCRA aprovechó la calma cambiaria-financiera de los últimos meses para ampliar su poder de intervención en el mercado futuro: a fines de abril tenía una posición neta vendedora de USD 1.000 M pero terminó junio con un saldo comprador de USD 3.000 M. En segundo lugar, la autoridad monetaria logró ampliar el límite acordado de la posición vendedora con el FMI para fin de año, pasando de USD 1.000 M a USD 3.600 M. De esta manera, elevó significativamente (en USD 6.600 M) su capacidad de intervención en el mercado futuro en un par de meses.

Corolario: el BCRA actuó como la hormiga y no como la cigarra durante el verano cambiario-financiero. Y el ahorro acumulado en épocas de vacas gordas, le permitió administrar las presiones cambiarias sin sacrificar reservas internacionales. Recordemos que en un contexto de cierre del acceso al mercado financiero y con desembolsos del prestamista de última instancia (FMI) en vías de extinción, este stock es el último activo disponible para pagar compromisos en moneda extranjera.

Con el tipo de cambio por debajo del pico previo, la inflación continúo en descenso en julio: el IPC GBA Ecolatina trepó 2,35% marcando su cuarto descenso mensual consecutivo. Vale destacar además, que tanto el componente núcleo como el rubro alimentos treparon en torno al 2%, levemente por debajo del Nivel General.

Esta es una buena noticia para el poder adquisitivo y el gasto de las familias. De hecho, si la inflación persiste en torno al 2% en los próximos dos meses, los aumentos salariales pactados en paritarias y el incremento de los haberes determinados por la fórmula de movilidad previsional permitirán una mejora del ingreso real durante el tercer trimestre. A esto se le suma que las expectativas de destrucción y creación de empleo se están equilibrando y el gobierno viene aumentando los incentivos no salariales al consumo.

La mejora del gasto de los hogares de cara a las elecciones de octubre sería un dato económico clave para inclinar la balanza hacia la reelección del oficialismo. Sin embargo, para que dichas mejoras se materialicen, primero el Ejecutivo deberá extender la calma cambiaria-financiera hasta las elecciones presidenciales.

El desafío de llegar a las primarias con el dólar controlado está encaminado, pero extender la calma hasta la definición presidencial (en un posible balotaje) es otro cantar. Por caso, si la dupla Fernández alcanza en las primarias el 40% de los votos y/o la diferencia respecto a la fórmula oficialista supera 5 puntos porcentuales, el BCRA deberá administrar un recrudecimiento de la dolarización tras las PASO. En este escenario, el Central se vería forzado a desplegar todo su arsenal, revelando el margen de Reservas autorizado por el FMI para intervenir en el mercado cambiario.

Sólo un resultado muy favorable para la fórmula Macri-Pichetto en las PASO (empate técnico con la dupla Fernández), que elevase sensiblemente las chances de triunfo del oficialismo, acotaría el comportamiento precautorio de los inversores en los meses previos a las presidenciales. Sin embargo, según la mayoría de las encuestas de intención de voto, este escenario tiene baja probabilidad de ocurrencia.

En síntesis, el gobierno tendrá que esperar el resultado de las primarias y la reacción del mercado del lunes 12 de agosto para saber cuán difícil será extender hasta las presidenciales la tensa calma cambiaria-financiera reinante.

Votos, diferencias y expectativas: análisis posibles y el impacto de las PASO

Hasta hoy, los actores políticos, económicos y sindicales han venido actuando en función de una presunción respecto al resultado electoral. Las PASO podrían corregir esa presunción, y en función de esto, podríamos tener cambios en el escenario político y económico. Entre esas presunciones, resaltan: 1) el Frente de Todos probablemente gane la PASO con una cifra cercana al 40% de los votos; 2) el oficialismo saldrá segundo a no más de 5 p.p. de diferencia; y 3) dados esos dos resultados anteriores, la elección no se definirá en la primera vuelta: lo más probable será ir a un balotaje.

En consecuencia, la forma en la cual el resultado de las PASO impactará en el escenario estará matizado por este tamiz. A grandes rasgos, podríamos afirmar que los números se analizarán bajo tres factores: i) cuánto saca el ganador, ii) cuánto su inmediato perseguidor y iii) cuán alejados están los resultados de las expectativas.

De esta forma, se abren tres alternativas de análisis: a) que el resultado se condiga con las expectativas, b) que el resultado sea más favorable para el Frente de Todos que lo esperado y c) que pase lo mismo pero con Juntos por el Cambio. Veamos.

a) “Todo sale tal cual lo previsto”. Si Fernández gana las elecciones con cerca del 40% de los votos pero menos de 5 p.p. de diferencia, es probable que el impacto de las PASO sea acotado. Sin embargo, iniciará una nueva etapa en la campaña.

  • El oficialismo buscará convocar a los electores de Lavagna y Espert a votar contra el kirchnerismo: con estos números, Macri intentará convencer a votantes de otras fuerzas que apoyarlo es la única forma de evitar el regreso del kirchnerismo al poder. Así, apelará al voto útil anti K.
  • El Frente de Todos buscará convocar a los votantes de Lavagna y de las fuerzas de Izquierda a unirse para frenar a Macri: Fernández hará lo propio con quienes no quieren que Macri siga gobernando, para así estirar sus apoyos más cerca del 45%.
  • El mercado seguirá analizando el escenario, para despejar la incertidumbre política lo antes posible. Sin grandes cambios, el Gobierno seguiría comprometido en controlar el dólar y bajar así la inflación.

b) Triunfo holgado de Alberto Fernández. Si el Frente de Todos supera el 40% de los votos y la diferencia con su segundo excede los 5 p.p., las PASO podrían instalar la sensación de que Fernández ganaría la elección, reconfigurando el escenario.

  • El mercado, que supone una continuidad de Macri, podría hacer correcciones: la reacción dependerá mucho de qué señales envíe Fernández acerca de cuál será su política económica. No obstante, un sector podría no “escuchar” esas señales y buscar cobertura frente a un cambio de gobierno.
  • Fernández buscaría consolidar su discurso, aprovechando que el resultado podría resignificar la crisis: este escenario podría hacer sentir que la crisis económica fue determinante para el resultado, provocando un cambio de evaluación sobre la coyuntura, que potencie el discurso opositor.
  • Macri deberá enfrentar un escenario de mucha adversidad y solo le quedará apelar al sentimiento anti kirchnerista: sin tener éxito garantizado, posiblemente Macri deba redobla su discurso anti kirchnerista para apelar a una recuperación. Sin embargo, el contexto económico podría tornarse aún más complicado, dificultando así la estrategia.

c) Macri empata o gana la elección. Si Juntos por el Cambio logra empatar la elección (menos de 1 p.p.) o incluso ganarla, se instalará con fuerza la sensación de reelección.

  • Para el mercado, la continuidad será un hecho: esto reduciría su riesgo político vis a vis el riesgo financiero, acotando dolarización de carteras.
  • Fernández profundizaría su crítica económica y podría apelar a la movilización callejera: con un mercado más calmo, la economía mejoraría su performance en octubre, achicando el margen de recuperación de Fernández, que podría dejar la moderación y apelar a la capacidad de movilización callejera del kirchenrismo. En este escenario, los gobernadores, intendentes y sindicalistas abandonaría el Frente de Todos para acercarse a Macri.
  • Macri seguiría en la misma línea buscando capitalizar el efecto “carro del vencedor” para apalancarse y triunfar en primera vuelta en octubre.

En resumen, los escenarios b) y c) cambiarían el panorama actual, agravando o diluyendo la crisis económica, con su impacto electoral. En cambio, si se ratifican las tendencias, poco cambiará.

¿Se termina el veranito?

El tipo de cambio escaló casi 2% esta semana y, así, acumula una suba de 4% en las últimas dos semanas. Como resultado, prácticamente se revirtió la baja nominal registrada desde mediados de junio pasado, puntualmente desde que Mauricio Macri anunció a Miguel Pichetto como su compañero de fórmula. Más allá de esta volatilidad, lo más relevante es que, otra vez, algunos rumores lograron mover a la divisa. Así como la semana pasada había sido el recorte del FMI en sus expectativas de crecimiento del PBI, esta vez fueron algunas encuestas no tan favorables para el oficialismo en la antesala de las elecciones primarias. En consecuencia, pese al mayor margen de maniobra del Banco Central en el mercado de futuros que habilitó el FMI en su última revisión y a la leve suba de la tasa de interés de referencia de esta semana (menos de 1 p.p.) la divisa se retomó un sendero ascendente. Por lo tanto, es probable que en los próximos días y hasta las elecciones del 11 de agosto, la volatilidad vuelva a ser la norma dejando atrás al veranito.

¿Cambia, todo cambia? Más bien ratifica, todo ratifica

En el día de hoy, el Banco Central flexibilizó levemente su meta de crecimiento nulo de la base monetaria. Según su comunicado: “se adapta a un plazo bimestral la evaluación del cumplimiento de la meta de base monetaria en el período julio-agosto”. De esta manera, no deberá reforzar el sesgo contractivo de su política para esterilizar rápidamente la emisión de julio sino que podrá hacerlo a lo largo del próximo mes.

Por otro lado, extendió el piso de 58% de la tasa de interés de referencia (LELIQs) hasta la publicación del próximo dato de inflación, el 15 de agosto, cuatro días después de las elecciones Primarias. Si bien esto implica una estabilidad en términos nominales, equivale a endurecer la política monetaria en un contexto desaceleración de la inflación.

Más allá de lo engorroso que está siendo el cambio sistemático de las pautas impuestas por el FMI, esta novedad solo agrega evidencia a una sospecha bastante generalizada: el verdadero objetivo de la política monetaria es contener al dólar, para de esa forma acotar la suba de precios.

En este sentido, dado que desde la crisis cambiaria que comenzó el año pasado la principal herramienta para frenar la caída de la economía es calmar a la divisa, podemos afirmar que esta tasa de interés alta no es “tan contractiva” como lo sería en otro contexto. Por el contrario, apuntala la recuperación del consumo en el margen, mediante un estímulo al poder adquisitivo –o un freno a su caída-, especialmente en el caso de los bienes no durables, es decir, aquellos que no suelen comprarse en cuotas.

No obstante, no se puede dejar de remarcar que seguirá golpeando a los préstamos al sector privado (que arrojan una caída del 15% i.a. en términos reales) y tensando peligrosamente la cadena de pagos. De hecho, la morosidad ya supera el 5% del total del sistema, alcanzado así los picos de la última década y exhibiendo una dinámica preocupante.

En resumen, la reciente medida ratifica el rumbo adoptado por el Banco Central desde octubre de 2018, cuando se impuso el objetivo de crecimiento nulo de la base monetaria hasta junio de este año, luego estirado a diciembre. Además, reafirma que la autoridad monetaria posee como objetivo principal controlar al dólar.

Si bien hasta el momento el BCRA viene siendo exitoso en este frente, y logró en el camino sumar herramientas –intervenir dentro de la Zona de No Intervención y mayor margen para operar en el mercado de futuros-, posiblemente en las próximas semanas estemos frente a las dolarizaciones de cartera de mayor magnitud. Restará ver entonces si la demanda de divisas pre electoral, en este contexto donde una gran porción de los ahorros se dolarizó el año pasado, podrá depreciar significativamente al peso. El Banco Central está armándose para evitarlo. Veremos si alcanza.

El efecto inflacionario de la corrección de precios relativos

El dilema de corregir precios relativos o bajar la inflación

Uno de los principales problemas económicos que heredó Cambiemos fue la distorsión de precios relativos, entre los que sobresalían el atraso tarifario y cambiario. A modo de ejemplo, entre 2007 y 2015 la inflación acumulada más que duplicó a la suba del tipo de cambio y de las tarifas.

En este contexto, el gobierno de Mauricio Macri intentó encarar un proceso de corrección de precios relativos en simultáneo con una reducción de la inflación general. Lamentablemente, este segundo objetivo estuvo lejos de alcanzarse: la corrección de precios relativos aceleró la inflación. No obstante, la mayor inflación no anuló la corrección de precios relativos: el alza de las tarifas de Servicios Públicos superó ampliamente al del IPC GBA Ecolatina entre 2016 y 2018 (370% y 160%, respectivamente).

La suba de tarifas no solo era necesaria para generar un esquema de precios relativos que reflejara más fielmente la estructura de costos de nuestra economía: además, era central para achicar el importante déficit fiscal primario. Por este motivo se explica que, pese a su impacto negativo en términos de “humor social”, los precios Regulados continuaron en ascenso durante la primera parte de este año. Como resultado, los subsidios económicos mostraron un retroceso de 14,5% i.a. en términos reales a lo largo del primer semestre de 2019.

De esta forma, los precios Regulados crecieron 2 p.p. por encima de la inflación general entre enero y junio de este año (24,5% y 22,5%, respectivamente). A contramano, en la segunda parte del año, mientras que la inflación general acumularía alrededor de 15%, los servicios públicos crecerían menos de 5%. En consecuencia, y dada la ajustada meta fiscal de superávit primario de 2020, la suba de tarifas seguirá el año próximo y ralentizará la baja de la inflación.

La suba de tarifas de la segunda parte de 2019 se pateó a 2020

El reciente congelamiento tarifario residencial puede percibirse como un estímulo no salarial al consumo. Por un lado, los menores incrementos restarían presiones a la inflación, de modo que el deterioro del poder adquisitivo se atenuaría, e incluso podría llegar a crecer en el margen en los meses electorales. Se observa de esta forma cómo, pese a que la principal herramienta oficial de desinflación sería la política monetaria contractiva, contener a los costos –dólar y tarifas- cumple un rol fundamental.

Por otra parte, al atrasarse coyunturalmente el precio de un bien inelástico, es decir, de un bien que no es sustituible por otro –el pago de la tarifa de electricidad o de gas no puede ser reemplazado dentro de la estructura de gastos de los hogares como sí se puede hacer con otros bienes- se deja más espacio para consumir otros productos, aun cuando el poder adquisitivo permanezca constante. En consecuencia, podríamos ubicar a esta medida junto a los créditos ANSES, relajaciones de los créditos UVA, el plan Ahora 12 y junio y julio 0 km.

Tal como lo afirmó alguna vez el presidente, estas medidas son un “alivio”, de modo que su impacto es, por definición, transitorio. Más aún, por la ambiciosa meta fiscal pautada con el FMI para el año que viene, no será posible incrementar el pago en subsidios. En consecuencia, los ajustes tarifarios pospuestos en la segunda parte de este año deberán llevarse a cabo a comienzos de 2020, sumándose así a las correcciones propias de ese período. Por lo tanto, el aumento de los precios Regulados excedería nuevamente a la inflación en la primera parte del año próximo.

Dicho esto, corresponde hacer una salvedad. La actualización tarifaria depende, en gran medida, de la dinámica cambiaria: el dólar es un componente central en la estructura de costos de las empresas de Servicios Públicos (así como lo es el precio del petróleo). En consecuencia, el ajuste necesario para la primera parte del año que viene dependerá de dónde termine el tipo de cambio este período electoral. Más allá de esta aclaración, la actualización tarifaria será significativa y superará a la inflación general.

La nueva configuración de precios relativos

Producto de que no es posible bajar sensiblemente la inflación a la vez que se corrigen los precios relativos, y que no será posible incrementar el gasto en subsidios, en 2020 la suba de precios se desacelerará de manera paulatina. Concretamente, la misma pasaría de la zona del 40% en 2019 a un piso de 30% en 2020 (por caso, el FMI elevó su proyección de inflación para el próximo año de 21,2% a 32,1% en su última revisión).

Producto de estas dinámicas, durante la gestión Cambiemos habrá tenido lugar un reacomodamiento de precios relativos. Mientras que la inflación acumularía alrededor de 250% entre 2016 y 2019, las tarifas subirían cerca de 550% y el dólar escalaría más de 400%. La contracara de este proceso sería que los salarios nominales crecerían en torno a 200%, muy por debajo de la inflación.

Así, aunque prácticamente se habrán corregido los atrasos tarifarios y cambiarios heredados, el poder adquisitivo habrá retrocedido significativamente en el período. En este contexto, cabe preguntarse si otra dinámica era posible, es decir, si era posible ajustar precios relativos sin acelerar la inflación. Lamentablemente, y siguiendo la experiencia histórica, parecería que no. Habrá que ver entonces cómo se dirimirá este dilema en el próximo ciclo presidencial. Si bien todavía no podemos afirmar su resultado, algo es seguro: la inflación seguirá elevada.