El dólar acumuló una semana más en calma, la cuarta al hilo, es decir, desde que se impusieron los controles a la compra de divisas. Asimismo, los tipos de cambio paralelos (blue, contado con liquidación y dólar MEP) también permanecieron relativamente estables de modo que, si bien poseen una cotización mayor al oficial, la brecha sigue constante y no supera al 20% en ninguno de los casos. Esta pax se trasladó también a la tasa de interés, que cerró debajo del 80% por primera vez desde las PASO. Este contexto nos permite mirar otros números, que siguen con las luces de alerta encendidas: por caso, los depósitos privados en dólares, que cayeron 3,5% entre el 17-9 y el 24-9, último dato disponible y acumulan un retroceso de USD 11.000 millones desde las elecciones (-34%) y el riesgo país, que ronda los 2.200 puntos básicos, por lo que los mercados privados de crédito permanecen cerrados para nuestro vías y sin perspectivas de reabrirse cuando próximamente deberemos afrontar grandes vencimientos de deuda en moneda extranjera.
El superávit comercial rondará USD 13.000 en 2019
En agosto de 2019, la balanza comercial de bienes arrojó un superávit de casi USD 1.200 millones, más que revirtiendo el déficit de USD 1.100 millones alcanzado en igual mes del año pasado. De la misma forma que en los meses precedentes, la mejora se explicó mayormente por un desplome de las importaciones (-30% i.a., ubicándose en la zona de USD 4.400 millones), mientras que las exportaciones crecieron 7,5% en la comparación interanual, cerrando el mes en USD 5.600 millones.
El fenomenal deterioro de las compras externas respondió a que a una demanda interna en rojo se le sumó, el mes pasado, un salto cambiario cercano al 35% en el mes y una disparada de la incertidumbre, que pospuso una gran cantidad de transacciones, a la espera de tiempos más certeros. Por su parte, las exportaciones continuaron acelerando su marcha de crecimiento, resultado de una cosecha gruesa récord que pondera más en esta época del año, y la baja base de comparación que dejó la sequía de 2018.
En este sentido, resalta el avance de 55% i.a. en las cantidades exportadas de productos primarios, una constante muy positiva de los últimos meses. Por su parte, el salto de las manufacturas de origen agropecuario fue algo menor (+6% i.a.), ya que el año pasado se habían importado porotos de soja para procesar en nuestro país y exportar luego. Por último, las manufacturas industriales siguen acusando recibo de una economía brasileña que no levanta cabeza y retrocedieron casi 9% i.a., golpeadas también por la incertidumbre local que paró una cantidad no menor de líneas de producción.
Por el lado importador la caída fue tan generalizada como espectacular: -60% i.a. en vehículos livianos, -33% i.a. en bienes de consumo y -32% i.a. en bienes de capital. Dado que los números se explican por sí solos, no hay mucho más que agregar en este punto: recesión, menor poder adquisitivo en dólares y mucha incertidumbre.
Con estos números, el superávit comercial acumula USD 7.700 millones en los primeros ocho meses del año, otra vez, más que revirtiendo el déficit de USD 6.800 millones arrojado en igual período del 2018. Asimismo, de la misma manera que en el mes, el avance respondió al sensible deterioro importador (-28% i.a.) acompañado por un avance exportador (+4% i.a.). Por otro lado, en agosto de 2019 se alcanzó el duodécimo mes consecutivo de una balanza comercial de bienes en terreno positivo, algo que no sucedía desde 2012 –cuando los términos de intercambio eran sustancialmente más altos, sobre todo porque el precio de la tonelada de soja rondaba los USD 500 dólares frente a los USD 330 dólares de hoy-.
Se observa entonces cómo el ajuste del sector externo, una de las principales causas de la primera corrida que sufrió la administración Macri, ya está teniendo lugar. En este sentido, proyectamos que el superávit comercial cerraría este año en la zona de los USD 13.000 millones, producto de una caída cercana al 20% i.a. en las importaciones (en el último cuatrimestre del año pasado se experimentaron las principales caídas, de modo que la baja base de comparación atenuará los desplomes en este frente) y un avance exportador en torno al 6% i.a., consecuencia de una demanda interna que generará nuevos saldos exportables y la salida de la cosecha fina, posiblemente acelerada ante el temor al endurecimiento de la política de retenciones por parte de la nueva gestión Ejecutiva.
Control de cambios, de las cosas malas y buenas
Producto del control de cambios, el dólar alcanzó su tercera semana en calma al hilo y permaneció en la zona de 56 ARS/USD. Por otro lado, el Banco Central aprovechó esta virtual estabilidad para recortar levemente su tasa de interés de referencia, que cerró la semana en 83%, dando la pauta de que, en esta oportunidad, la corrida se habría frenado vía un ajuste de cantidades y no solo de precios. Ahora bien, toda esta calma se obtuvo al costo de restringir la demanda de moneda dura y de reperfilar los vencimientos de letras de corto plazo. Como respuesta, el riesgo país persiste en zona de default (2.000 puntos básicos), pero este nivel no tendría impacto en el mercado cambiario oficial, por lo menos en el corto plazo. En igual sentido, el recorte de 0,25 p.p. en la tasa de interés de referencia de la Reserva Federal de Estados Unidos, que en otro contexto podría haber relajado algunas restricciones de dólares, en este marco casi no tendrá impacto sobre nuestro país (al menos por el lado financiero), al igual que la suba del precio del petróleo.
El dólar oficial y otra semana calma: ¿batalla ganada?
Esta semana el tipo de cambio oficial continuó estable y cerró en la zona de 56 ARS/USD. Pese a esta calma, el contado con liquidación se disparó en las últimas jornadas y rozó los 70 ARS/USD, estableciendo una brecha de 25% con el dólar oficial. Este avance no respondió a mayores presiones o temores, sino a las nuevas regulaciones. Consciente de que este desenlace era probable, el Banco Central limitó el “rulo”, entendiendo que es más tolerable una brecha elevada a una constante presión minorista en el tipo de cambio oficial que lo obligara, o bien a convalidar nuevas subas de la divisa, o bien a una venta diaria de Reservas. En consecuencia, deberían ceder las presiones minoristas en el mercado oficial y trasladarse al paralelo. No obstante, considerando el bajo stock de Reservas netas y el importante retiro de depósitos privados en dólares que tuvo lugar desde las PASO, no podrá darse por ganada la batalla cambiaria en el corto plazo.
¿El control de cambios controlará el mercado?
En su primera semana en vigencia, el control de cambios atenuó las presiones sobre el peso y el dólar retrocedió más de 5%. En la misma línea, el riesgo país cedió levemente y rondó los 2.200 puntos básicos. Si bien este nivel sigue siendo de default, que se haya interrumpido la disparada es una buena noticia, más teniendo en cuenta el downgrade generalizado en las calificaciones de la deuda soberana argentina que vienen teniendo lugar desde el reperfilamiento. Estabilizada por ahora la cuestión cambiaria, resta frenar el retiro de depósitos privados en divisas, que al martes pasado (último dato disponible) acumulaba USD 7.500 millones desde las pre PASO (-23%). Si bien no hay un canal de interrelación directo, la estabilización de la divisa podría ayudar a frenar esta salida masiva de depósitos, dando la pauta de que el sistema alcanzó cierta normalidad. Más allá de esta mejora, y de los mayores controles en pos de brindar mayores certidumbres, la calma deberá renovarse a diario ya que los pilares del actual esquema siguen muy golpeados.
Por menores importaciones, nuestro país logró otro superávit comercial con Brasil en agosto
En agosto, el intercambio bilateral de bienes con Brasil estuvo virtualmente en equilibrio, arrojando un leve superávit de USD 30 millones, más que revirtiendo el déficit de USD 150 millones alcanzado en igual mes del año pasado. Más allá de esta buena noticia, al desagregar los números las mejoras desaparecen: el desenlace respondió a un desplome del flujo de comercio (-36% i.a.) ya que tanto las exportaciones como las importaciones mostraron importantes caídas en la comparación interanual (-30% i.a. y -40% i.a., respectivamente).
La dinámica negativa da cuenta de que las economías de ambos países están lejos de atravesar sus mejores momentos. Sumado a la consabida crisis de nuestro país, las proyecciones de crecimiento de la economía brasileña vienen sufriendo un recorte sistemático, y ya perforaron el 1% i.a. para 2019, cuando a comienzos de año se ubicaban en la zona de 2,5%.
Más allá del deterioro generalizado de las importaciones brasileñas, vale destacar que la contracción de las ventas desde nuestro país duplicó a la del resto del mundo (-16% i.a.), lo que provocó que nuestra participación en las importaciones de dicha economía pasara de 6,3% en agosto 2018 a 5,3% en igual mes de 2019. Pese a este dato desalentador, vale remarcar que en el acumulado interanual los retrocesos son prácticamente iguales (-3,4% i.a. – 3,3% i.a.), de modo que el mal desempeño de agosto parecería responder más a la crisis interna que a una verdadera pérdida de presencia en el mercado brasileño. Esperamos entonces que el número se regularice en los próximos meses.
Con estos datos, 2019 cerraría con una balanza comercial bilateral prácticamente equilibrada e incluso con un leve superávit, menor a USD 1.000 millones. Si bien la mejora obedecerá a un desplome de las importaciones, cercano a 30% i.a., no deja de ser una buena noticia en un marco donde nuestro país necesita imperiosamente cuidar las divisas.
El dólar siguió subiendo en una semana tensa
En la semana del reperfilamiento de parte la deuda pública soberana, es decir, de un estiramiento compulsivo de los plazos de pago de las letras en pesos y dólares que vencían en 2019 y se pasaron a 2020, el tipo de cambio siguió subiendo y superó los 59 ARS/USD en su cotización mayorista, pese a las mayores ventas de reservas del banco central que pasaron de USD 250 millones en la semana anterior a casi USD 1.000 millones en la que pasó y la suba de la tasa de interés de LELIQS que rozó el 85% (+10 p.p.). Esta dinámica no respondió solo a los malos números económicos y financieros, sino también a los vaivenes políticos. Por su parte, el riesgo país continuó su escalada y ya supera holgadamente los 2.000 puntos, ubicándose en zona de default. Por último, pero no por ello menos importante, los depósitos privados en dólares continúan en baja y acumulaban un retroceso de 11% desde las paso (USD 3.500 millones) al miércoles pasado, agravado luego de las últimas jornadas pero sin datos aún.
¿La tercera es la vencida?
Las elecciones primarias arrojaron un resultado inesperado, no tanto por quién obtuvo cada lugar sino por la contundencia del triunfo: el Frente de Todos superó el 45% necesario para ganar en primera vuelta (aún con el conteo de las PASO, que incluye a los votos en blanco, excluidos en las elecciones presidenciales) y le sacó más de quince puntos de diferencia a Juntos por el Cambio.
Producto de este escenario inesperado por el mercado, que auguraba un virtual empate, se desató la tercera corrida cambiaria y financiera de la administración Macri. Desde las elecciones, el dólar acumula una suba mayor a 20%, la bolsa porteña arrastra una caída de 35% en pesos y el riesgo país se duplicó.
Si bien la situación se estabilizó en las últimas jornadas, la calma es demasiado frágil como para darla por sentada. Dado que el stress se originó por fuera del ámbito económico, es también por fuera de él de donde están llegando las señales de alivio, que deberán renovarse sistemáticamente. Concretamente, mientras el fuego cruzado entre los principales candidatos siga controlado persistirá la tregua, en cambio, si reaparecen las declaraciones conflictivas volverán las presiones cambiarias y financieras. Cabe destacar que aunque la calma sea la mejor alternativa económica para las principales fuerzas, en elecciones los objetivos políticos adquieren una dinámica propia, que puede exceder las necesidades de la economía.
Luego del salto cambiario, uno de los grandes temores que volvió a sobrevolar la economía argentina fueron las posibilidades de un default de la deuda pública, mayormente denominada en moneda extranjera. Al respecto, el primer punto es que nuestro país no debe afrontar grandes vencimientos de capital hasta 2022. Sin embargo, los mercados suelen anticiparse a estas situaciones. Dado que las Reservas netas son menores a USD 20.000 millones, y que el próximo desembolso del FMI podría posponerse –además de los criterios fiscales, el mismo está sujeto a la solvencia de nuestro país y a su capacidad de repago-, la reestructuración de la deuda podría anticiparse a los grandes pagos. Ahora bien, ¿qué tendría que pasar para eso?
La moderación del Frente de Todos será indispensable para que la débil estabilización persista. En diciembre de 2015 existían fuertes restricciones a la compra de divisas y un default técnico producto del conflicto con holdouts, como resultado, la relación con el mercado financiero no era la mejor. En un contexto de cuenta de capital abierta y macroeconomía frágil e inestable como el actual, mantener un buen vínculo con este actor es fundamental para evitar una cesación de pagos y nuevas disparadas del tipo de cambio. Por lo tanto, la principal fuerza opositora está enviando señales de que esas políticas no volverán para normalizar la situación. Sin embargo, no alcanza con eso: también es necesario que los mercados efectivamente las crean, algo que no parece garantizado por el momento.
Este escenario errático, volátil y tenso producto de un riesgo de default latente se extenderá, por lo menos, hasta que asuma el próximo presidente electo. Lamentablemente, la situación no mejorará significativamente luego del diez de diciembre: el fantasma no se alejará rápido.
Por lo tanto, más allá de las cuestiones electorales, lo único seguro de los próximos meses es que seguirán siendo agitados: las presiones alcistas sobre el tipo de cambio y el riesgo país continuarán a la orden del día. En este sentido, podemos afirmar que producto de la reciente corrida cambiaria la inflación se acelerará y la pérdida de poder adquisitivo se profundizará, aún en un escenario de reapertura de las negociaciones colectivas, agravando la recesión que azota a la economía argentina desde 2018.
En este marco, si anteriormente el Relevamiento de Expectativas de Mercado del Banco Central proyectaba una caída del PBI de 1,5% para este año, podemos decir que la misma tendrá un piso de 2% luego de los recientes movimientos. En igual sentido, la inflación, que se estimaba cerrando el año en la zona del 40%, no será menor a la del año pasado. Por lo tanto, y tal como viene sucediendo desde mediados del 2018, las proyecciones de la performance económica empeoraron otra vez.
En conclusión, en el mejor de los casos, la reciente corrida cambiaria podrá haber sido efímera, pero sus efectos sobre las variables nominales y reales de la economía argentina serán permanentes. Que la misma conserve su carácter transitorio hará que las consecuencias duren solo unos cuantos meses; de lo contrario, podría desembocar en una crisis de mayor magnitud que las que azotaron a la economía argentina en los últimos años.
Un poco de tiempo (que no viene nada mal)
Esta semana se vivió una tensa calma en el mercado cambiario. Más allá de la estabilización que pueden haber mostrado los mercados financieros en los últimos días, luce muy apresurado afirmar que el stress ya pasó. Por el contrario, esta calma es sensiblemente más frágil que la de las anteriores corridas, las cuales de por cierto ya eran endebles. Como datos positivos podemos rescatar que el Banco Central debió vender pocas Reservas para controlar las tensiones (e incluso en algunas jornadas se mantuvo al margen, tal como lo había hecho el jueves y el viernes de la semana pasada) y que los movimientos internacionales de la última jornada (recrudecimiento de la guerra comercial entre china y estados unidos que hicieron bajar al Dow Jones 2%, por ejemplo) no impactaron sobre un peso ya muy golpeado en las jornadas anteriores (acumula una depreciación mayor a 20% desde la previa electoral). No obstante, no hay que perder de vista que una declaración política que se malinterprete podría derrumbar la pax, de modo que la situación sigue siendo extremadamente compleja.
El superávit comercial de 2019 rondará USD 12.500 millones
En julio de 2019, nuestro país registró un superávit comercial de bienes de USD 950 millones, más que revirtiendo el déficit de casi USD 800 millones mostrado en julio del año pasado. De esta manera, se alcanzó casi un año de resultados positivos, algo que no pasaba desde 2012 y da cuenta de cómo la crisis cambiaria que golpea al resto de la economía estimula al sector externo. Mejor aún, si se hubieran mantenido los precios de julio de 2018, el superávit habría alcanzado USD 1.200 millones, por lo que se observa que la recuperación es efecto de las cantidades y no de los precios lo que permite pensar que la misma es más sólida.
En este sentido, resalta el avance de las exportaciones (+8% i.a.), producto de un salto de las cantidades (+20% i.a.) contrarrestado parcialmente por un deterioro de los precios (-10% i.a.). Al igual que en los meses precedentes, el incremento estuvo liderado por el sector agropecuario, dinamizado por baja base de comparación que estableció la sequía del año pasado más la cosecha récord de este año. A contramano, los envíos de productos de origen industrial retrocedieron otra vez en el mes, consecuencia del deterioro de la demanda brasileña y un mundo que se cierra cada vez más, no permitiéndonos colocar los excedentes que genera un mercado interno deprimido.
Por el lado importador, los resultados fueron más homogéneos: caídas en casi todos los frentes, consecuencia de una demanda local que se achica en comparación al año pasado y bienes en dólares que se encarecieron en términos relativos. Tal como podía esperarse, los mayores retrocesos se observan en los bienes finales (de consumo y vehículos livianos) y los bienes de capital, acompañando al desplome de la inversión.
Con estos números, el acumulado a los primeros siete meses del año pasó de un rojo de USD 5.600 millones en 2018 a un superávit de USD 6.500 millones en 2019. De la misma forma que en el dato mensual, la mejora obedeció fundamentalmente al desplome de las importaciones (-27% i.a., pasando de USD 41.000 millones a poco más de USD 31.000 millones) ya que las exportaciones crecieron tibiamente en los primeros siete meses de 2019 (+3% i.a., trepando de USD 35.500 millones en 2018 a USD 36.600 millones este año).
Por último, para lo que resta del año estimamos que seguiría esta racha positiva. Si antes de la reciente crisis cambiaria y financiera, con su correlato negativo en la actividad, estimábamos que el superávit podría rozar los dos dígitos al cierre del año, al momento descontamos que lo superará ampliamente. En este contexto, proyectamos un resultado positivo cercano a USD 12.500 millones, producto fundamentalmente de la contracción importadora (cercana al 20% i.a.), pero también por un avance exportador (+8% i.a.), algo no menor en este contexto global proteccionista y donde nuestro principal socio comercial sigue anémico. Más allá del resultado electoral, el año que viene presentará rasgos parecidos a 2019 en este frente, de modo que podemos hablar de que se encadenarán dos años de superávit, algo que no sucede desde 2013-2014 (y por un monto mucho mayor a entonces).