En un mercado cambiario oficial muy restringido por el lado de la demanda, el dólar de referencia acumuló otra semana en calma y cerró nuevamente por debajo de 60 ARS/USD. Cabe destacar que esta calma no se transformó en una baja nominal por la compra de reservas del Banco Central, quien le impone así un piso a la cotización de la divisa y, además, acumula Reservas Netas, algo fundamental en este contexto de elevados compromisos de deuda y financiamiento cerrado. En el mercado paralelo, el dólar blue cerró en 67 ARS/USD, a solo 6,5% del tipo de cambio minorista, de modo que la brecha continúa en niveles acotados, y el contado con liquidación finalizó en 76,5 ARS/USD. Por último, el Banco Central continuó con su proceso de recorte de la tasa de interés de política monetaria, que ya se ubica en 63%, el límite impuesto por la autoridad monetaria para este mes por lo que seguirá estable, posiblemente, hasta que asuma la nueva gestión del BCRA.
Tensión entre Fernández y Bolsonaro: la ruptura sería inconveniente para ambos países, pero sobre todo para Argentina
La relación entre Alberto Fernández y Jair Bolsonaro no empezó de la mejor manera: durante la campaña el flamante presidente electo pidió por la liberación de Lula Da Silva y el presidente brasileño se lamentó por su victoria. Más aún, el hijo de Bolsonaro agredió por las redes sociales al de Fernández y Celso Amorim, antiguo canciller de Lula, estuvo presente en el búnker del Frente de Todos en el triunfo del domingo 27 de octubre. Hasta ahora dichos intercambios son discursivos pero: ¿cuánto de esto se concretará y qué riesgos tendrían para la relación entre ambos países?
Conviene empezar por la segunda pregunta. Brasil es principal socio comercial de la Argentina: en los últimos doce meses, un 12% de las exportaciones locales de bienes se colocaron en dicho país (USD 7.500 millones) y un 20% de las importaciones (USD 10.500 millones) provinieron del vecino.
La importancia en el intercambio de manufacturas de origen industrial (bienes con mayor valor agregado) es aún mayor: el gigante del Mercosur captó 28% los envíos del país al exterior de este rubro (USD 4.300 millones) y se importó desde Brasil 23% de las compras externas industriales (USD 9.000 millones). Cuando se profundiza sobre qué sectores son los más involucrados en el comercio bilateral fabril resaltan el automotor, el autopartista, el químico y el de caucho y plástico. Dado que estas ramas ya están muy golpeadas (despidos de personal y suspensiones), achicar este mercado agravaría la crisis en la que ya se encuentran inmersas.
En los últimos doce meses, un 12% de las exportaciones locales de bienes se colocaron en dicho país (USD 7.500 millones) y un 20% de las importaciones (USD 10.500 millones) provinieron del vecino.
Pero el intercambio de bienes no es la única vía por la cual Argentina se beneficia de su relación con Brasil: los turistas de ese origen representan casi un tercio de los que ingresan al país por vía aérea y crecieron más de 25% interanual en el último año. Considerando que se vienen las vacaciones de verano, sumado al abaratamiento de nuestro país en dólares, resentir este ingreso representa un riesgo significativo.
A partir de la crisis argentina de 2018, el intercambio con el principal socio comercial comenzó a balancearse producto de la recesión local y la fuerte depreciación del peso en un contexto en el que el real se fortaleció levemente. Asimismo, mientras que no hay perspectivas de expansión de la demanda interna local, se espera que finalmente la economía brasileña comience a crecer a mayor ritmo en 2020, tras dos años de caídas cercanas al 3% en 2015 y 2016 y crecimientos anémicos en 2017, 2018 y 2019.
Además, las necesidades de repagar deuda en moneda extranjera en un contexto de mercados de crédito cerrados obligan a conseguir divisas a través de las exportaciones netas. Por lo tanto, perder un mercado como Brasil por factores extra económicos sería muy nocivo para la frágil economía local.
En síntesis, justo cuando el país más necesita la demanda de su principal vecino, y la competitividad cambiaria es más favorable para la argentina, la relación tiene a resentirse. Estos dos puntos reflejan que Brasil está en mejores condiciones para negociar un “divorcio”, pues una ruptura en las relaciones comerciales impacta en mayor medida a nivel local.
Mientras que no hay perspectivas de expansión de la demanda interna local, se espera que finalmente la economía brasileña comience a crecer a mayor ritmo en 2020, tras dos años de caídas cercanas al 3% en 2015 y 2016 y crecimientos anémicos en 2017, 2018 y 2019.
Respondida la segunda pregunta, se puede pasar a la primera: ¿cuánto de las declaraciones cruzadas se transformarán en represalias? La semana pasada hubo una primera señal poco alentadora: el gigante sudamericano eliminó los aranceles para la importación de 750.000 toneladas de trigo, es decir, para 12% del total exportado por Argentina y para el 11% de las importaciones de dicho producto por parte de del principal socio comercial (Argentina le manda a Brasil la mitad del trigo exportado). Si bien esta medida no impacta en un terreno sensible, ya que el país está en la frontera internacional de producción de este commodity (no tiene dificultades para competir sin aranceles) ni implica una gran cantidad de los envíos, preocupa que la escalada verbal comienza a impactar en el plano comercial.
En sentido opuesto, y para abrir una luz de esperanza, vale destacar que muchas amenazas de Bolsonaro no se materializaron, es decir que sus agresiones no pasaron del terreno discursivo. En este sentido, se podría englobar al líder brasileño con otros líderes cuyas palabras exceden los hechos. Veremos qué pasa en este caso.
Ambos países tienen mucho que perder si la relación bilateral se resiente, pero más Argentina que Brasil. Ojalá que prime la diplomacia y la racionalidad económica por sobre la falta de afinidad ideológica; de lo contrario, se sumará un nuevo dolor de cabeza a una economía con demasiados problemas por resolver en el corto plazo.
El dólar sigue calmo, y las brechas también
En otra semana de estricto control de cambios, el dólar oficial continuó calmo y retrocedió 0,5%, cerrando apenas por debajo de 59,5 ARS/USD. Esta tendencia tuvo lugar a principio de mes, cuando la liquidez está en un pico, y pese a las compras del banco central por alrededor de USD 700 millones, que ayudan a recomponer a unas anémicas Reservas Netas, algo fundamental en este contexto de elevados vencimientos de deuda en divisas (sobre todo a comienzos de 2020). Por su parte, los mercados paralelos continúan calmos y la brecha cambiaria sigue por debajo de su techo pre-electoral, cuando paradójicamente las restricciones eran menores. Por caso, el contado con liquidación cerró en 78,3 ARS/USD, a poco más del 30% del tipo de cambio oficial, y el blue finalizó la semana por debajo de 65 ARS/USD, a menos de 1% del billete minorista. Más allá de estas buenas noticias, es probable que a medida que se acerque diciembre y el recambio presidencial las tensiones en estos mercados recrudezcan, estirando las diferencias.
Cooperación para acotar deterioro durante la espera del plan económico consistente
Como se preveía, las presiones cambiarias y financieras fueron en ascenso a medida que se acercaban las elecciones presidenciales. Por caso, la semana anterior al domingo 27 de octubre, el tipo de cambio oficial trepó casi 3% pese a que el BCRA vendió casi USD 2.700 M de reservas internacionales (más de USD 500 M por día). Vale destacar que, en la previa electoral, la brecha con las cotizaciones paralelas se incrementó significativamente y se intensificó el retiro de depósitos en dólares del sistema financiero local.
Tras la confirmación del triunfo en primera vuelta de Alberto Fernandez, todas las miradas estaban puestas en el día después de las elecciones: el antecedente de lo sucedido tras las PASO no era un buen augurio. Sin embargo, la transición comenzó con el pie derecho: Mauricio Macri, que logró superar el 40% de los votos afirmativos, felicitó al presidente electo y lo convocó a desayunar al día siguiente para coordinar el traspaso de cara al 10 de diciembre. Alberto Fernández aceptó el convite y a última hora del domingo el BCRA restringió la compra de divisas por parte de particulares (de USD 10.000 a USD 200 por mes).
Al cierre de la semana post elecciones, las presiones cambiarias menguaron: el BCRA volvió a comprar divisas en un mercado más pequeño producto de las restricciones, mientras que la brecha con el dólar paralelo se redujo respecto de la previa a los comicios. Esta mejora respondió a: el fin de la incertidumbre electoral; la mayor paridad entre las dos principales fuerzas políticas; y la iliquidez de pesos de los individuos producto de la compulsiva dolarización previa. Pese a que la calma es transitoria, es relevante de cara a una transición ordenada al 10 de diciembre.
Queda claro que las presiones están aún latentes: incluso si se frenan las ventas de divisas para contener al tipo de cambio oficial, la caída de Reservas seguirá (aunque a menor ritmo) producto de los pagos de deuda pública en moneda extranjera. Asimismo, las mayores restricciones cambiarias tenderán a aumentar la brecha y a desincentivar la inversión, muy golpeada en los últimos meses.
Sin embargo, si la colaboración entre el presidente saliente y el entrante persiste, es posible incluso que algunas medidas puedan consensuarse para comenzar a encarar los problemas económicos existentes antes del cambio de administración.
Cuesta creer que esto suceda en nuestro país pero el BCRA modificó su accionar en la semana post elecciones, implementando medidas que se aproximan al libreto de campaña de Alberto Fernández. Por caso, el Central cuidó las Reservas y el tipo de cambio oficial, aumentando las restricciones cambiarias. Asimismo, avanzó en la baja de la tasa y del stock de LELIQ, reduciendo la ganancia de los bancos (ya no pueden integrar encajes de depósitos a la vistas con letras y notas remuneradas) y habilitó la posibilidad de aumentar los adelantos transitorios (emisión) para financiar el bache fiscal del último mes del año.
Una transición cooperativa no nos va a sacar de la crisis económica pero le da tiempo al próximo gobierno de diseñar una hoja de ruta que muestre paso a paso cómo ir resolviendo en forma conjunta los principales problemas de la argentina. Además, evita que el próximo presidente tenga que tomar medidas impopulares como el endurecimiento del cepo o el descongelamiento de los combustibles.
Está claro que el tema más urgente a resolver es la deuda pública nacional en moneda extranjera que no está en manos de otros organismos del sector público. Con escasas Reservas, sin acceso al mercado financiero, ni nuevos desembolsos del FMI, será muy difícil honrar los elevados servicios de deuda que se concentran en la primera mitad del año que viene.
En función de cómo se decida descomprimir dichos servicios (reperfilamiento, quita, cesación de pago) quedará definido el esfuerzo fiscal necesario para despejar dudas sobre el sendero de sostenibilidad de la deuda. Asimismo, dicha política fiscal tiene que ser al menos compatible con una trayectoria de magro crecimiento y contención de las tensiones sociales. Por último, las políticas monetaria, cambiaria y de ingresos, tienen que acompañar el plan tratando de minimizar cambios de precios relativos y atacar la inercia inflacionaria.
Pese a que trazar un plan económico consistente es clave, no es condición suficiente para salir de la crisis. Los funcionarios designados para implementar la hoja de ruta tienen que tener la pericia para solucionar los imprevistos que surjan en el camino.
Una calma tan bienvenida como ¿transitoria?
Luego del endurecimiento del cepo, anunciado inmediatamente después de conocido el resultado electoral, el dólar oficial bajó 0,5% en la última semana, cerrando apenas por debajo de 60 ARS/USD. Por su parte, y a contramano de lo que podría preverse “racionalmente”, los mercados paralelos también retrocedieron nominalmente. Por caso, el dólar blue cerró por debajo de 68 ARS/USD, de modo que la brecha cayó a 12,5%, y el contado con liquidación se ubicó en torno a 80 ARS/USD, es decir, 33% por encima del tipo de cambio oficial, recortando 7 p.p. la diferencia en relación a la semana pre-electoral. Más allá de esta dinámica inusual, entendemos que la esta evolución “optimista” se cortaría en los próximos días, consecuencia de las mayores restricciones que operan en el mercado oficial y la mayor demanda reprimida que esto genera. Por lo tanto, y a modo de resumen, podemos afirmar que la nueva calma es tan bienvenida como transitoria.
¿La política monetaria rumbo a un spa de relajación?
El futuro ya llegó
En el último año, la base monetaria creció 15%, mientras que la inflación acumuló 55%, de modo que se achicó 25% en términos reales. En sentido contrario, el stock de LELIQs se disparó 75% en el período, arrojando un avance de 13% deflactado. Entre otros factores, esta dinámica se explica porque la tasa de interés promedió 65%, lo que equivale a un rendimiento positivo de 10% luego de descontar por la suba de precios realizada. Por lo tanto, podemos afirmar que la política monetaria fue estrictamente contractiva en los últimos doce meses.
A partir de la meta de emisión cero impuesta en septiembre del año pasado, este desenlace era previsible. Ahora bien, en la última semana, resultado electoral mediante, aparecieron novedades. Por un lado, el endurecimiento del control de cambios, que llevó a casi cero la compra de divisas para atesoramiento, dejó a las inversiones en pesos como única alternativa para los flujos en moneda local generados dentro del circuito formal. Por lo tanto, producto de la menor competencia y las mayores restricciones, se abrió un margen para bajar la tasa de interés sin generar presiones significativas en el tipo de cambio oficial.
Pero esta no fue la única noticia. Además, se restringió la integración de encajes por depósitos a la vista con LELIQs, obligando a hacerlo en efectivo (es decir, en un activo no remunerado). Esta medida obligará a desarmar letras del Banco Central por alrededor de ARS 150.000 millones, expandiendo la base monetaria en un 10%, pero no así la liquidez del sistema: el efectivo generado quedará encajado. Esta decisión aumentó el costo de los encajes, lo que se traducirá, probablemente, en una baja de la tasa de interés que reciben los ahorristas en pesos: para no resignar spread entre la tasa de interés activa y pasiva, los bancos pueden o aumentar la primera o reducir la segunda. En este contexto de casi nula demanda de préstamos, descontamos que recortará el “premio” que reciben los depositantes mientras que el costo de financiamiento no se endurecería.
En vistas de esta dinámica, la autoridad monetaria redujo el piso de la tasa de interés en su último comunicado, consecuente con la desaceleración de la inflación. De esta forma, el mismo pasó de 78% en septiembre a 68% en octubre y a 63% en noviembre (lo que implica un rendimiento de casi 5% mensual haciendo el cálculo acumulativo). En consecuencia, podemos afirmar que luego de las elecciones generales la política monetaria adoptó un carácter menos contractivo o, teniendo presente el punto de partida, uno más expansivo. ¿Anticipo de lo que se viene?
Durante su campaña presidencial, Alberto Fernández le pidió tres cosas al Banco Central: i) que dejara de perder Reservas, ii) que atenuara la depreciación del peso y iii) que relajara la tasa de interés. Considerando las tres normativas implementadas esta semana, los “deseos” del próximo presidente estarían cobrando forma. De esta manera, la transición pareciera haber arrancado en modo cooperativo, condición necesaria para pensar en que los problemas económicos no continúen agravándose. Sin embargo, y lamentablemente, lejos está de ser suficiente: para eso hará falta conocer el plan económico integral, ya que los desequilibrios y las fragilidades macroeconómicas son tan urgentes como importantes.
¿El cambio de gestión presidencial cambiará la política monetaria?
Las tres medidas adoptadas, si fueran exitosas, contribuirían a sortear la crisis: el endurecimiento del control de cambios estabilizaría al dólar, lo que restaría presiones sobre la inflación, dando el pie para revertir la pérdida de poder adquisitivo; asimismo, la menor tasa de interés impactaría en la economía real, alentando el consumo y la inversión productiva producto del menor rendimiento de los ahorros en pesos y la imposibilidad de ahorrar en divisas, ayudando a superar la recesión. Ahora bien, si todo era tan fácil, ¿por qué no se hizo antes?
Básicamente, porque estas medidas conllevan riesgos inherentes y generan ciertos desajustes que será necesario corregir más adelante, a la par que su éxito no está asegurado. Veamos.
El endurecimiento del control de cambios reprime la demanda de moneda extranjera para atesoramiento aumentando vis a vis la brecha con los mercados paralelos. Esto genera mayor incertidumbre y volatilidad, desalentando gastos a mediano y largo plazo. Además, torna muy costoso invertir en nuestro país para las empresas que también operan en otros mercados, producto de las dificultades para obtener moneda extranjera. En consecuencia, aunque su efecto de corto plazo sería estabilizador, condicionará el crecimiento en el mediano plazo.
Por otro lado, mientras que las importaciones se realicen al tipo de cambio oficial, el cepo atenuará las presiones inflacionarias. En este sentido, bajo un escenario de demanda interna reprimida, la “tentación” de atrasar el tipo de cambio –lo que suele redundar en una mejora rápida del poder adquisitivo- no es menor. Sin embargo, considerando los elevados compromisos de deuda en moneda extranjera que posee nuestro país y que el acceso a los mercados de crédito difícilmente se reabra en los próximos meses, caer en esta tentación sería muy nocivo para nuestras exportaciones (las cuales además podrían estar gravadas con mayores retenciones que las actuales) y, en consecuencia, para la actividad económica.
Por último, no es del todo seguro que la menor tasa de interés alentará a la inversión y al consumo. Si bien el costo de financiamiento bajaría, la demanda interna seguirá deprimida, así como el poder adquisitivo. Producto de los malos e inesperados resultados de los últimos años, es probable que exista una reticencia a gastar que difícilmente se revierta en el corto plazo. Además, las tasas de interés y la recesión de los últimos doce meses dejaron muchos agentes con hojas de balance críticas (por caso, la tasa de morosidad del sector privado más que se duplicó entre agosto de 2018 e igual mes de 2019) de modo que, aun cuando lo desearan, no serían sujetos pasibles de crédito.
En resumen, la decisión de hacer la política monetaria un poco menos contractiva implica un cambio en relación a la dinámica que venía observándose en el último año. Veremos si la transición en el Poder Ejecutivo también implica una transición en este frente, pasando a una dinámica no solo menos contractiva sino también más expansiva.
El mercado cambiario, mucho más incierto que el resultado electoral
En la última semana antes de las elecciones generales, el tipo de cambio oficial subió 3% y rozó los 60 ARS/USD. No obstante, en el resto de los frentes las presiones fueron aún mayores: i) las ventas de Reservas del Banco Central acumularon casi USD 2.000 millones en la semana, un 50% más que en la semana anterior a la imposición de los controles cambiarios, ii) el dólar contado con liquidación superó los 80 ARS/USD (+8,8% en el acumulado semanal) y la brecha ya alcanza el 35%, un nivel similar al promedio 2012-2015 (41%) y iii) el dólar blue se disparó en la última jornada pre-electoral y llegó a 75 ARS/USD. Como se desprende de estos indicadores, pese a las restricciones y a un resultado político “descontado”, el mercado de cambios llega a las elecciones en medio de un clima de extrema incertidumbre y volatilidad. En consecuencia, es posible que el Banco Central se vea obligado a reforzar los controles tras los comicios si la demanda de divisas no cede: el costo de intervenir con Reservas aumenta a diario y convalidar una nueva suba del tipo de cambio es una decisión riesgosa en este complejo contexto económico y social.
La brecha cambiaria empieza a moverse
Gracias a las intervenciones del Banco Central, el dólar oficial acumuló otra semana estable y cerró apenas por debajo de 58,50 ARS/USD. Más allá de esta aparente calma, el problema estuvo en el mercado paralelo: la divisa se vendió a 75 ARS/USD en el contado con liquidación, por lo que la brecha escaló a 30%, 10 p.p. más que el cierre de la semana pasada. Las explicaciones posibles para este avance son varias. Por un lado, queda una semana hábil para las elecciones, de modo que los bonos comprados para hacer “rulo” el próximo lunes podrían venderse recién después de los comicios. En consecuencia, el riesgo de una pérdida de capital en esta operación de arbitraje es elevado, reduciendo su oferta. Por otro lado, y también asociado a factores políticos, es probable que algunas empresas hayan aumentado sus demandas de cobertura, en temor a que el 28 de octubre se parezca al 12 de agosto, es decir, a que la victoria del Frente de Todos no esté totalmente descontada aún. Por lo tanto, pese al mercado controlado y al dólar oficial estable, reaparecieron las turbulencias.
¿Se inauguró la temporada de venta de Reservas?
En otra semana de control de cambios, el dólar acumuló una leve suba y ya supera 58 ARS/USD (-1,7% respecto del cierre de agosto, pero 3,8% más que el piso de principios de septiembre). Pese a esta calma, cabe destacar que se amplió la brecha con el contado con liquidación, que pasó de 15% al cierre de la semana pasada a casi 20% el último viernes, de modo que la divisa cotizó apenas por debajo de los 70 ARS/USD en este mercado. Esta dinámica obedece más a una plaza chica donde pocas operaciones mueven el amperímetro que a movimientos persistentes. Por lo tanto, la brecha seguiría con esta dinámica errática, al menos hasta que haya más precisiones sobre cómo seguirán los controles de cambios luego del 10 de diciembre. Por otra parte, vale destacar que las ventas de divisas del Banco Central en las últimas dos semanas ya superan los USD 1.000 millones, en un contexto de fuertes restricciones. En consecuencia, aunque el tipo de cambio prácticamente se haya estabilizado en términos nominales, las presiones siguen latentes.
Otra semana en calma, ¿hasta cuándo?
Esta semana, el tipo de cambio se deslizó levemente y cerró apenas por debajo de 58 ARS/USD. Por su parte, el contado con liquidación finalizó levemente por encima de 66 ARS/USD, de modo que la brecha rondó el 15% (5 p.p. por debajo de la semana pasada) y el blue se ubicó en 61 ARS/USD, apenas 5% más que el tipo de cambio oficial. Se observa de esta manera cómo la oferta minorista que busca capitalizar la diferencia entre el dólar oficial y el paralelo está conteniendo la brecha, impidiendo que la misma se agrande y genere algunas presiones e incertidumbre. Más allá de esta buena noticia, cabe destacar que el mismo movimiento también impone una presión por goteo al dólar oficial, que obliga en el extremo al Banco Central a vender reservas, tal como pasó en las últimas dos jornadas. Esta tensa calma permitió que la autoridad monetaria relajara la tasa de interés de referencia, que ya se ubica en 75% (-11 p.p. respecto del pico de mediados de septiembre). En resumen, las jornadas de stress habrían pasado por ahora, pero a medida que se acerquen las elecciones podrían reaparecer: la fragilidad es muy elevada.