El FMI aprobó el acuerdo con Argentina y se acreditarán USD 5.700 millones

En la última semana, el tipo de cambio subió en línea con las bandas de intervención (+0,6%), por lo que la brecha con los extremos se mantuvo estable. Por otro lado, en la jornada de hoy, el board del FMI aprobó el nuevo acuerdo con nuestro país. En consecuencia, en los próximos días se acreditarán USD 5.700 M en las cuentas del Tesoro. Asimismo, en diciembre (si se cumplen los términos, lo que luce muy probable) ingresarán USD 7.600 M. Si bien el Tesoro dejó trascender que usará mayormente las divisas para afrontar vencimientos de deuda, y en menor medida cubrir gastos en pesos, el aumento de su poder de fuego ayudaría a calmar potenciales presiones sobre el mercado cambiario.

El tránsito de los dólares financieros en 2018: de la salida del sector privado al ingreso del sector público

¿Cómo fue la evolución del mercado cambiario en septiembre?

En septiembre, el balance cambiario arrojó un déficit de casi USD 2.500 millones. En lo que se transformó una constante de 2018, el rojo se explicó por la cuenta capital y financiera (USD -3.300 millones) ya que la cuenta corriente arrojó un superávit de USD 300 millones. Por su parte, se registró un ingreso neto de divisas por operaciones no informadas por USD 500 millones. De este modo, más que se triplicó la compra neta de dólares en relación a septiembre de 2017 (USD -700 millones): si bien las operaciones comerciales mejoraron su saldo –en el noveno mes del año pasado habían arrojado un déficit de USD 1.300 millones-, la reversión del signo de la cuenta capital y financiera fue más significativo (en 2017, había reportado un ingreso neto de USD 100 millones) y alcanzó para deteriorar el resultado agregado. Por lo tanto, pese a que se recuperaron las cuentas de bienes, servicios y rentas –producto de la caída de la demanda: por caso, en la cuenta de mercancías, el total de ingresos cayó 20% i.a., más que compensado por el desplome de las compras (-40% i.a.)-, el desarme de posiciones financieras fue más significativo –la salida de divisas por inversiones de cartera rondó USD 1.200 millones- y terminó explicando las presiones cambiarias del mes pasado.

Por otro lado, aunque ya incluido en el análisis anterior, vale resaltar que la fuga de capitales del sector privado rozó USD 2.000 millones. De este modo, registró la segunda baja al hilo en términos interanuales (-10% i.a.) y el nivel más bajo del año. Dado que esta cuenta no posee componentes estacionales significativos, el dato representa una buena noticia: al menos por el lado de la demanda, las presiones cambiarias comenzaron a ceder. En consecuencia, en cuanto se recupere la oferta –lo que se evidenció en octubre– las tensiones deberían atenuarse.

Menos demanda interna, menos demanda de dólares: ¿es la misma dinámica que la balanza comercial?

Las necesidades de divisas dependen en una porción significativa de las operaciones comerciales. Sin embargo, los tres apartados que componen a la cuenta corriente del balance cambiario poseen velocidades de ajuste dispares y, además, difieren en su nivel de flexibilidad. Por caso, las necesidades de divisas por mercancías suelen ajustar más lentamente, producto de que muchas operaciones comerciales ya estaban concretadas -incluso antes de los sucesivos saltos del tipo de cambio- de modo que las posibilidades de recortar compras son acotadas. Por el lado de servicios, dado que el principal componente es el turismo –y dentro de éste el emisivo- las potencialidades de ahorro son más inmediatas: en comparación a septiembre de 2017, la salida de divisas por esta vía se redujo a menos de la mitad (pasó de USD 820 millones a USD 320 millones) producto del desplome de las salidas (pasaron de USD 785 millones a USD 400 millones), ya que las ventas se mantuvieron prácticamente inalteradas en el período. Por último, la recesión doméstica golpea a las ganancias de las empresas y el salto cambiario achica su rentabilidad en moneda dura; por lo tanto, en esta vía el ajuste es más acelerado. En consecuencia, si bien la tendencia es similar a la del balance comercial de bienes, dado que la cuenta corriente del mercado cambiario incluye también a otras cuentas su velocidad de ajuste es mayor.

Y la cuenta capital y financiera, ¿qué rol cumple?

En este caso, la velocidad de ajuste es inmediata: el desarme de posiciones, o el ingreso de capitales, se produce sin ningún tipo de rezagos; de ahí los importantes saltos del tipo de cambio en diversos momentos de 2018. Por otro lado, considerando los déficits externos sistemáticos de nuestro país en materia comercial (desde 2014 que el acumulado anual de esta cuenta no arroja un superávit), las divisas no financieras cumplieron un papel central para contener a la divisa. En consecuencia, y de cara al corto plazo –cierre del año-, el menor rojo de esta cuenta será vital. En este sentido, su evolución de los próximos meses marcará una diferencia sustancial con el período anterior. Luego del acuerdo con el FMI, el sector público se convirtió en el principal oferente de divisas financieras. Por lo tanto, cabe esperar que el comportamiento de este apartado adquiera un carácter menos procíclico y sirva como amortiguador en momentos de turbulencias; dicho de otro modo, el crowding out de la cuenta capital posiblemente sea una herramienta fundamental para la incipiente estabilización cambiaria de las últimas semanas.

El frente fiscal, esa estrella -solitaria- de 2018: ¿será nuestro lujo en 2019?

En septiembre, ¿siguió mejorando el resultado primario?

En septiembre, el déficit primario del Sector Público Nacional no Financiero rozó ARS 23.000 millones y se redujo un 27% i.a. en términos nominales respecto a igual mes de 2017. De este modo, se logró un ajuste de 48% i.a. tras deflactar por la suba de precios.

La dinámica respondió a un mayor aumento de los ingresos respecto a los gastos primarios (37% y 27%, respectivamente), lo que se está constituyendo en una marca registrada de la gestión Cambiemos. La suba de los primeros obedeció al incremento del IVA (+48% i.a.) impulsado por el Consenso Fiscal aprobado al cierre del año pasado –cambio en el esquema impositivo- y de las retenciones, que más que se duplicaron tras la puesta en marcha del nuevo esquema de ARS 3 y ARS 4 por cada dólar exportado según el tipo de bien (cabe destacar que, producto de la baja progresiva en la alícuota tradicional a las ventas externas del complejo sojero, este número no fue mayor). En contraposición, motivado por la caída del salario real –que ajusta la base imponible- y la reforma tributaria, los aportes y contribuciones patronales crecieron por debajo de la inflación (+21% i.a.), registrando una pérdida de 14% i.a. en términos reales.

Por el lado del gasto primario, la única partida que mostró un avance en términos reales fue subsidios económicos (+35% i.a. deflactado): tras el salto del dólar, y un incremento menor en las tarifas de Servicios Públicos, las erogaciones en esta partida se dispararon. A contramano, las prestaciones sociales, que se ajustan en base a la inflación pasada, y los gastos de capital treparon menos que el nivel general de precios (+24% i.a. y +18% i.a.) y marcaron una contracción de 12% i.a. y 16% i.a. descontando la inflación.

Con este resultado, en el tercer trimestre, al igual que en los primeros dos cuartos del año, se sobrecumplió la meta de déficit fiscal primario. En el período enero-septiembre, el rojo acumuló -1,1% del PBI (conforme a nuestras estimaciones del producto nominal), 0,8 p.p. por debajo del objetivo (-1,9%). Asimismo, incluyendo el Programa de Inversiones Prioritarias (PIP; es decir, empleando la misma contabilidad que utiliza el FMI para determinar el cumplimiento de las metas planteadas) el rojo ascendió a -1,3% del PBI.

Pero, ¿qué pasó con el pago de intereses?

Mientras que el Palacio de Hacienda puede mostrar progresos sostenidos en el resultado primario, no puede hacer lo mismo con el pago de intereses. Producto del salto del dólar, y que gran parte de la deuda pública se halla nominada en moneda extranjera, esta partida saltó 66% i.a. en el período, superando ARS 33.000 millones.

Dada la importante volatilidad mensual de esta cuenta –el calendario de pagos difiere entre años-, es más relevante analizar el acumulado anual. En los primeros nueve meses del año, el pago de intereses totalizó ARS 231.000 millones, lo que implica un salto de 55% i.a. en relación a igual período del año pasado. De este modo, alcanzó 1,6% del PBI, 0,2 p.p. más que en 2017.

Como resultado, el déficit financiero se mantuvo prácticamente inalterado en términos interanuales respecto al acumulado de los primeros nueves meses de 2017 (ARS -383.000 millones, +3% i.a.). Considerando la fuerte inflación del período, se observa una significativa baja como porcentaje del PBI, donde pasó de 3,5% el año pasado a -2,7% en 2018 (-2,9% incluyendo las PIP).

Y entonces, ¿cómo cerrará el año?

Según nuestras proyecciones, el Poder Ejecutivo cumplirá su meta de déficit fiscal primario en 2018: las mejoras observadas hasta el momento más el margen extra que ya está aportando el nuevo esquema de retenciones señalan que el objetivo será alcanzado, e incluso sobrecumplido.

Dado que la performance es mejor a la prevista a comienzos de año –aun cuando la dinámica de la actividad es sensiblemente peor, pero con nuevas fuentes de ingresos- estimamos que el Palacio de Hacienda adelantará pagos de 2019 en 2018. En este sentido, considerando la historia reciente, esperamos que el cambio venga por el lado de los subsidios económicos.

De cara a 2019, el Gobierno se hallará ante una encrucijada: el ambicioso ajuste fiscal acordado con el FMI chocará con las necesidades sociales y políticas que demanda el año electoral. En este sentido, dado que seis de cada diez pesos que gasta el Estado Nacional se actualizan según la inflación pasada –y considerando la desaceleración de los precios que seguramente mostrará el próximo año- el recorte deberá concentrarse en unas pocas partidas (por caso, transferencias a provincias, pago de salarios, obra pública y subsidios, entre otras). Asimismo, estimamos que la recesión que golpeará a la actividad económica incrementará la evasión, atenuando el crecimiento de los ingresos. Por lo tanto, pese al sobrecumplimiento de este año, proyectamos que en 2019 el Poder Ejecutivo no alcanzará su objetivo de equilibrio primario y el déficit operativo rondará el -0,5%.

En el clima preelectoral sindical, el gobierno busca el diálogo sector por sector

  • En un clima preelectoral dentro del universo sindical, el gobierno se concentra en la relación con los gremios claves y se enfoca en el diálogo sector por sector. En un contexto condicionado por la economía y por un clima preelectoral, el gobierno cree que no hay posibilidad de entendimiento colectivo con las autoridades de la CGT, ni mucho menos con los dirigentes más combativos. Es por ello que el Poder Ejecutivo buscará enfocarse en las relaciones bilaterales con los gremios sector por sector, donde cree que podría haber margen para lograr consensos, poniendo el foco en los gremios claves (los del transporte) para desarticular las acciones más combativas: UTA (colectivos) y La Fraternidad (trenes). Sin posibilidad de entendimientos globales (léase Reforma Laboral), se buscará lograr entendimientos sectoriales para dividir al frente sindical y así reducir la conflictividad sindical en la calle.
  • La salida de Schmid del triunvirato disparó nuevos realineamientos dentro de la CGT. La renuncia de Juan Carlos Schmid al Triunvirato ratifica que las tensiones dentro de la CGT siguen sin resolverse luego de los primeros alejamientos, que incluyeron a los Moyano (Hugo y Pablo). Sin haberlo hecho en su momento, dirigentes cercanos a Camioneros como Omar Plaini (Canillitas) o Juan Pablo Brey (Aeronavegantes) dejaron en las últimas semanas su lugar en el Consejo Directivo -y posiblemente el drenaje aún no haya terminado-. El anuncio de un paro general en noviembre estuvo orientado, en parte, a detener esa hemorragia, pero será difícil volver a un escenario de unidad sindical.
  • Por la incertidumbre inflacionaria, los gremios piden revisión mensual de los acuerdos paritarios. La alta inflación de septiembre y la incertidumbre para lo que resta del año han configurado un escenario paritario complejo para el último tramo del 2018. La aceleración de la inflación ya provocó que casi la totalidad de los grandes gremios estén rezagados respecto de la inflación acumulada considerando el momento en que se firmó su correspondiente paritaria. Este panorama incierto desató que algunos gremios (caso de Bancarios o la UOM), estén reclamando, sin éxito, una reapertura mensual de paritarias para ir monitoreando la evolución de la inflación.
  • Renegociaciones salariales ya llevan los acuerdos por encima del 30%, manteniendo las cláusulas de revisión. Gremios como el de Sanidad (rama Laboratorios), el Sindicato de la Carne, el SUPEH (YPF) o el Sindicato de la Fruta, cerraron renegociaciones que llevaron sus acuerdos por encima del 30%, sin que ello implicara dejar de lado instancias de revisión para más adelante, por la incertidumbre inflacionaria.
  • El Congreso discute la ley de igualdad de género en el ámbito laboral. En las últimas semanas, la cámara de diputados comenzó el debate de la iniciativa que busca garantizar la equidad de género y la igualdad de oportunidades en la vida laboral.
  • Reelección de Roberto Fernández al frente de la UTA. Si bien estaba previsto que el actual Secretario General Roberto Fernández midiera fuerzas con el opositor Miguel Bustinduy, una escalada de discusiones internas, intervenciones judiciales, amenazas y, finalmente, quema de urnas, terminaron con una elección con lista única. En este marco, Roberto Fernández fue reelecto por 4 años más al frente del gremio de los transportistas automotores.

¿Pueden ser expansivas estas tasas de interés?

Hace algunos años, en un buen artículo (https://alquimiaseconomicas.com/2016/11/08/la-politica-de-tasas-de-interes-altas-es-expansiva/), Martín Rapetti afirmó que los elevados niveles de tasa de interés de fines de 2016 eran expansivos. El alto rendimiento de las colocaciones en pesos alentaba el ingreso de dólares al país para hacer carry trade vía compra de LEBAC y, de esta forma, apreciaba al tipo de cambio real. En consecuencia, impulsaba a los salarios en dólares y contenía a la inflación, fomentando en el corto plazo el consumo y, por ende, la actividad.

Ante el actual escenario de tasas de interés de Letras de Liquidez (LELIQ) en más de 70% anual, algunos economistas comenzaron a preguntarse si esa situación podía repetirse. La respuesta es negativa. Para ver por qué, hay que caracterizar cada contexto.

En el último trimestre de 2016, la tasa de interés de referencia promedió algo menos de 26% anual; según el Relevamiento de Expectativas de Mercado (REM) del Banco Central, la inflación esperada para los próximos doce meses era de 20% y el peso acumularía una depreciación de 18% en dicho lapso. Por otro lado, una tasa de interés de 26% arrojaba un rendimiento de 1,9% por mes, en línea con la inflación mensual de fines de 2016.

Por el contrario, en la actualidad la tasa de interés de referencia supera 70% anual; conforme al último REM, la inflación esperada para los próximos doce meses es de 31,5% y el dólar acumularía un alza de 25% en dicho período. Por su parte, la suba de precios del último trimestre rondaría el 3% mensual según el consenso del mercado, muy por debajo del rendimiento del 4,5% mensual que pagan las LELIQ a siete días.

Ahora bien, si a priori todos los indicadores señalan que el carry trade arrojaría mejores retornos que a fines de 2016, ¿por qué esta tasa de interés no será expansiva?

En primer lugar, porque en 2016 el mercado cambiario lucía controlado: tras un salto del 50% tras la salida del cepo, el dólar acumuló entre marzo y diciembre un alza de 8,5%. A contramano, lo que viene pasando en 2018 es historia conocida: el peso se depreció más de 15% mensual en cuatro de los últimos cinco meses y la tregua cambiaria aún luce frágil.

Por otro lado, el “instrumento estrella” de los últimos meses —las LELIQ a 7 días— solo puede ser operado por los bancos, quienes poseen hasta 10% de su patrimonio neto en moneda dura (producto de las regulaciones del Banco Central). Por lo tanto, si se deshicieran de sus tenencias en divisas, las presiones a la baja sobre el tipo de cambio serían acotadas. Además, los instrumentos accesibles al resto del sector privado (LECAP y plazos fijos) arrojan menores rendimientos que las LELIQ (entre 10 y 15 puntos porcentuales inferiores), de modo que atenúan el mecanismo de transmisión de la tasa de interés al tipo de cambio (menor incentivo al carry trade).

En tercera instancia, una tasa de interés anual en 26% no era nociva para el normal funcionamiento de la cadena de pagos ni para el consumo a plazo: al 70% sí lo es. El actual nivel del costo de financiamiento provocará quiebres de las empresas más endeudadas y frenará la oferta de préstamos y la compra de bienes con crédito (el negocio de los bancos se reduce a captar fondos privados a través de plazo fijos para colocarlos en LELIQ). Por lo tanto, su efecto negativo sobre la economía real será sustancialmente mayor al de 2016.

El último motivo es el cambio en el contexto internacional. Mientras que en el primer año de gestión de Cambiemos nuestro país era una vedette en los mercados financieros de crédito, tras la firma de dos acuerdos con el FMI en menos de cuatro meses, su imagen y capacidad de atraer capitales privados se deterioró sustancialmente. Además, el apetito por el riesgo de los inversores globales y su visión optimista sobre los países emergentes también se vio afectada.

Entonces, ¿todas las repercusiones de la tasa alta son negativas? No necesariamente: si la misma logra colocar al tipo de cambio por debajo de la banda inferior de intervención ($34 por dólar a comienzos de octubre), el Banco Central podría comprar reservas internacionales y expandir la base monetaria. Esto tendría un impacto positivo sobre el nivel de actividad, ya que permitirá consolidar la paz cambiaria y recortar el costo de financiamiento interno.

Sin embargo, esta mejora sería el resultado de la mayor confianza que permitió la baja de tasas, y no de mantener las tasas altas, tal como postulaba Rapetti a fines de 2016. Asimismo, minaría la competitividad de los sectores exportadores (el tipo de cambio real en el piso de la banda está en línea con el promedio de los últimos veinte años), justamente, los pilares de la reactivación según el esquema que postula el oficialismo en un escenario de demanda interna deprimida.

Pax cambiaria: ¿cuán sólida es?

En la semana de desarme de LEBACs, en donde el Banco Central no renovó ARS 120.000 millones con privados, el dólar subió casi 1% y el rendimiento de las LELIQS continuó por encima del 70%. Por lo tanto, si bien la pax cambiaria de octubre es un avance frente a la dinámica disruptiva de agosto y la volatilidad de septiembre, la misma luce  frágil. En cuanto se recorten estas tasas de interés (incompatibles con el normal funcionamiento de la economía), las presiones sobre la divisa podrían reaparecer.

Venezuela: agosto, más de lo mismo

Durante el mes de agosto, el mercado venezolano estuvo marcado por una vorágine de medidas dirigidas a “corregir” desequilibrios en varias dimensiones de la economía nacional. Dentro de este conjunto de acciones, destacó la implementación de una batería de reformas fiscales para hacer frente al fuerte déficit bajo el cual subyace la economía venezolana desde hace algunos años. Otras medidas consideradas fueron los ajustes al alza en el precio doméstico de la gasolina y en las tarifas al transporte público también fueron elevadas.

Pero quizás las medidas sobre las que se crearon mayores expectativas, sobretodo dentro del sector privado, fueron el agresivo cambio en materia salarial y la fijación de un nuevo control de precios sobre algunos bienes prioritarios, esta vez definidos de maneja conjunta con parte del empresariado local. Luego de vincular el valor del nuevo Bolívar Soberano (VES) a la criptomoneda “Petro” a una tasa 1 “Petro”: 3.600 VES, el Gobierno Nacional decretó la indexación de estos precios y salarios a tal paridad. Ello supuso una nueva exposición de los pasivos laborales a las fluctuaciones del tipo de cambio oficial, definido según las paridades “Petro”/VES y “Petro”/USD (fijado éste según el precio por barril del petróleo local). Como aliciente de corto plazo, el Gobierno acompañó la medida con una suerte de subsidio laboral, asumiendo el diferencial ocasionado por el nuevo ajuste por los próximos tres meses, bajo un mecanismo intensivo en confusión. Todo ello, en medio del ya discutido proceso de reconversión cambiaria, en el que el cono monetario previo (VEF) fue sustituido por el nuevo Bolívar Soberano a razón de 1 VES: 100.000 VEF.

La respuesta en materia de precios no se hizo esperar. Para el mes de agosto, el Índice Nacional de Precios al Consumidor (INPC) registró un incremento mensual de 209,8%. Ello significó que, en promedio, los precios se triplicaron respecto a las tarifas fijadas en promedio durante julio. Solo en la tercera semana del mes, justo en el inicio de la reconversión monetaria y de los anuncios salariales, la tasa de inflación se ubicó en 54,4%, en un lapso donde la incertidumbre de los agentes privados sobre las nuevas reglas del mercado laboral fue máxima.

En Ecoanalítica, asumimos que, al menos en el corto plazo, la postura de la política económica del actual gobierno no será nada diferente a lo mostrado hasta ahora. En tal sentido, el financiamiento monetario seguirá figurando como el medio predilecto para mitigar la brecha fiscal. Ello se verá exacerbado, por un lado, frente a las restricciones al apalancamiento externo. Los hechos estilizados más recientes revelan que el diferencial EMBI sobre la deuda venezolana se ubicó en el último mes en 5.807 puntos básicos, lo que representa 10 veces la prima promedio aplicada para la región latinoamericana. Por otro lado, la Organización de Países Exportadores de Petróleo (OPEP) ubica en agosto la caída diaria de la producción petrolera local (Pdvsa) en niveles cercanos a los 37 kb/d (por fuentes secundarias). Con ello, esta producción podría ubicarse al cierre de 2018 en 1,1 mb/d. Tomando en cuenta los múltiples compromisos bilaterales de la República, para el cierre del año el estado solo contaría con apenas un 37,7% de tales niveles para generar recursos en divisas.

Asumiendo que el financiamiento monetario al fisco seguirá, la poca credibilidad de las autoridades locales y la consecuente pérdida de confianza en el bolívar no hará más que continuar. En Ecoanalítica, consideramos que tal mecanismo tendrá su máxima expresión en el fuerte incremento de los agregados monetarios y en los precios internos. Sin considerar factores estacionales propios de la última parte del año, estimamos que la liquidez monetaria podría crecer en promedio 87,1% en los últimos meses, llevando al agregado a crecer a tasas anuales superiores al 55.000% al cierre de 2018. Solo en el mes de diciembre, el crecimiento mensual del dinero alcanzaría una cifra record de 102%. Tal resultado no parece imprevisto, incluso para el Gobierno. Ello luego de anunciarse nuevos requerimientos de encaje legal (bajo una figura similar al tradicional encaje marginal) que desincentivaría la creación secundaria de dinero. No obstante, en la firma hemos previsto que, mientras los depósitos continúen mostrando tasas de variación cercanas al promedio de lo visto en 2018, los efectos de tales medidas tenderán a cero. Ello ocurriría si es que los bancos, frente al contexto hiperinflacionario, busquen rentabilizar los nuevos excesos con rapidez, recomponiendo su balance hacia créditos o inversiones menos ilíquidas.

Nuestras nuevas proyecciones en torno al crecimiento de los precios son aún menos alentadoras. Los primeros resultados dan cuenta de una aceleración en el crecimiento de los precios en el último trimestre del 2018, los cuales estimamos que mostrarían una variación entre meses cercana al 215,6%. Con ello, la inflación doméstica en términos anuales seguirá su perverso patrón de mantener un registro de siete cifras en términos anuales. Específicamente, estaríamos hablando de un ritmo de variación aproximado de 4.800.000% al cierre del año 2018.

Las presiones sobre la ya debilitada moneda nacional también impactarían en su paridad respecto al dólar. Además de la fuerte hiperinflación, los crecientes incentivos al arbitraje cambiario frente a los pocos ajustes en el tipo de cambio oficial jugarán un rol destacado en la dinámica del mercado no oficial, siendo esto una muestra más de la poca disposición del gobierno por reconocer al menos la aguda escasez de divisas. En tal sentido, estimamos que la moneda local pudiese mostrar una depreciación anual no oficial cerca al 710.000% para el cierre del año.

Al cierre de este reporte, las autoridades locales dieron a conocer el nuevo Convenio Cambiario Nacional, en donde se dictan las reglas de juegos sobre las operaciones cambiarias del país. Tras una larga espera, los principales aspectos englobados en dicho acuerdo no plantean necesariamente una mayor flexibilización de las transacciones locales en dólares. Aun cuando se autoriza la fijación de contratos en divisas (bajo mutuo acuerdo de partes), las transacciones del sector público (incluido el segmento petrolero) y el 20% de las exportaciones privadas quedarán sujetas al tipo de cambio “negociado” bajos subastas (devaluado en promedio solo 0,6% dentro de las nueve operaciones ejecutadas hasta ahora). Asimismo, el banco central (BCV) se reserva el derecho de fijar límites al volumen de transacciones a negociarse en tales subastas.

Aún con los malos resultados, el Gobierno parece contar todavía con la suerte asiática. En los últimos días, se habla de un nuevo acuerdo entre China y el Gobierno venezolano que involucraría un nuevo financiamiento por el orden de los USD 5.000 MM, con una definición ex ante de un período de gracia de 6 meses. A pesar de que la operación puede contribuir con el actual Gobierno en sus intentos por reducir el fuerte vacío de divisas esperado para lo que resta del año, los mismo lucen insuficientes para mitigar por completo el fuerte déficit fiscal, el cual ya ronda niveles cercanos a los USD 14.000 MM.

Se terminan las LEBACs, ¿se terminan los problemas?

¿Cómo fue la licitación de LEBACs de octubre?

En la jornada de ayer tuvo lugar la anteúltima subasta de LEBACs: las letras que se renueven en noviembre vencerán todas en diciembre de 2018, cuando el Banco Central las cancelará de manera definitiva. En la licitación de octubre se realizó roll over de algo más de ARS 106 miles de millones a una tasa del 57% anual, tanto para el caso de las letras que se liquidan a 35 días (tasa efectiva de 3,8% mensual) como para las que lo hacen a 63 días (tasa efectiva de 7,8% bimestral). Considerando el tipo de cambio de referencia de ayer (36,4 ARS/USD), la divisa debería ubicarse por debajo de 37,7 ARS/USD a mediados de noviembre para que la compra de LEBACs a 35 días haya sido rentable y por debajo de 39,2 ARS/USD el 19 de diciembre en el caso de la letra a 63 días. Por otro lado, vale destacar que la rueda fue expansiva en ARS 120 miles de millones (USD 3.300 millones) ya que los vencimientos totales ascendían a ARS 226 miles de millones. Dado que el Tesoro Nacional ofrecerá hoy LECAPs en moneda local, y que al igual que todos los días tendrán lugar operaciones de LELIQs, los “nuevos pesos” tendrán alternativas para no presionar significativamente sobre la divisa. Por lo tanto, la bola de nieve de LEBACs parece haberse desarmado –depreciación de 2018 mediante- y las principales obligaciones de corto plazo de la autoridad monetaria con el sector privado en general haberse trasladado al sector financiero (quienes pueden demandar LELIQs o Notas del Banco Central, estas últimas a plazos en torno a un año).

¿Por qué era necesario desarmar las LEBACs?

Estas letras eran el vehículo mediante el cual el Banco Central realizaba su política monetaria. Con la asunción de Federico Sturzenegger, la tasa de interés comenzó a ser la principal herramienta para alcanzar el principal objetivo: contener la inflación. Dado que las expectativas se ubicaron sistemáticamente por encima de la suba de precios objetivo, la tasa de interés de referencia (es decir, la de las LEBACs más cortas) era elevada. Ahora bien, conforme al régimen de metas de inflación, la tasa de interés debería operar por tres canales para atenuar la suba de precios: el de la actividad, el del crédito y el del tipo de cambio. Sin embargo, en nuestro país los dos primeros mecanismos son acotados (por caso, en los últimos años recesivos -2014, 2016 y 2018- la inflación se aceleró y el crédito bancario apenas supera el 10% del PBI) a la par que la sensibilidad de los precios al dólar es muy elevada. En este marco, el alto rendimiento de las colocaciones en pesos y las escasas expectativas de un salto cambiario alentaron el ingreso constante de capitales financieros privados de corto plazo durante 2016 y 2017, que apreciaron a la moneda y permitieron desacelerar la inflación, que pasó de 40% en el primer año de gestión de Cambiemos a 25% el año pasado.

No obstante, en abril de 2018 arreciaron dudas sobre la sostenibilidad de diversas variables macroeconómicas de nuestro país y el desarme de LEBACs -por dólares- se volvió una constante. El resto es historia conocida: el tipo de cambio se duplicó en cinco meses y la inflación se disparó, al pasar de la zona del 25% interanual en el primer trimestre de 2018 a más de 40% en septiembre. Por lo tanto –dos acuerdos con el FMI mediante y una nueva meta de agregados monetarios-, las LEBACs dejaron de ser efectivas para contener a la suba de precios y su desarme comenzó a ser una necesidad para el saneamiento del sistema financiero que comenzó a tener lugar, impulsado por la recesión.

¿Cuál será entonces su impacto?

El principal efecto negativo de las LEBACs no fue su tasa de interés elevada, que desalentó inversiones productivas, sino la contracción sistemática de pasivos de corto plazo que se dolarizaron fácil y rápidamente. Desaparecido este instrumento –y mayores controles a los tenedores de letras de muy corto plazo-, las posibilidades de dolarización de cartera, y su consecuente suba del tipo de cambio, se reducen sensiblemente. Por lo tanto, por este lado, el impacto será positivo: mayor previsibilidad y menor exposición en el frente cambiario.

Ahora bien, como casi todo en la economía, su desarme no podía ser gratuito: se hizo al costo de colocar LELIQs a siete días a los bancos a tasas muy elevadas (actualmente, por encima del 70%). Dado que los mismos no pueden incrementar sus tenencias directas en moneda dura, los riesgos cambiarios permanecen acotados. Sin embargo, la nueva tasa tiene efectos muy negativos sobre la economía real: i) reduce el negocio del sistema financiero a captar plazos fijos para colocar LELIQs, desalentando la colocación de nuevos préstamos; ii) genera problemas en el normal funcionamiento de la cadena de pagos; y iii) elimina potenciales consumos a plazo e inversiones productivas. En consecuencia, y como resultado, se trasladaron los principales problemas del lado cambiario –y externo- al de la actividad –e interno-. De cuándo comiencen a bajar estas tasas insostenibles –y de crisis- y cómo perciba el mercado el recorte –es decir, cuánto se presione sobre el tipo de cambio- dependerá que el traslado haya sido, o no, con los menores costos posibles; al momento, solo podemos afirmar que los costos no serán nulos ni despreciables, puesto en otros términos, que la recesión será profunda y que la economía caerá por dos años consecutivos.

 

¿La caída de Macri encuentra oxígeno en Vidal?

  • La imagen del gobierno sigue sin recuperarse. El deterioro de la imagen del Gobierno de Mauricio Macri no encuentra su piso y en octubre la valoración negativa de su desempeño llega al 54,2%. Por su parte, la imagen positiva descendió a 26,2%. Estas variaciones estiran el diferencial negativo de imagen a -28,0%. De esta manera, el cambio de tendencia observado en diciembre 2017, llevó la imagen del Gobierno desde un diferencial positivo de +21,4% a un diferencial negativo de -28,0%.
  • Se relaja la preocupación por la corrupción y se fortalece el dominio de la preocupación por los temas económicos. Luego de dos meses de incremento como consecuencia del “Caso de los Cuadernos”, la preocupación por la Corrupción se desinfla y cae al 17,8% quedando relegada al tercer lugar en el ranking de preocupaciones. Las dos principales preocupaciones de la gente son las de orden económico, Inflación y Desempleo (para el 58,9% son las principales preocupaciones que afectan al país).
  • El 73% percibe que la situación actual empeoró respecto del 2017. La percepción de la situación económica actual comparada con la del año pasado, observa en octubre su peor registro, cuando un 73,1% considera que la situación del país hoy es peor que un año atrás. Por el contrario, solo un 4,4% considera que la situación actual del país mejoró respecto del año pasado, lo que marca el menor registro de todo el ciclo.
  • Leve recuperación del optimismo sobre el futuro del país y personal. En materia de expectativas, en octubre se registró un incremento del optimismo respecto del futuro del país que trepó más de +3,2% respecto de septiembre y se acerca nuevamente el 30%, un nivel que se perforó allá por febrero de este año. Sin lugar a dudas, el nuevo acuerdo con el FMI y la posterior estabilidad financiera, podrían ser factores explicativos.
  • Se consolida un escenario de polarización oficialismo-kirchnerismo. La configuración del escenario electoral, nos está mostrando un escenario donde 2/3 de los votantes están posicionados en los extremos del espectro político: un tercio manifiesta intención de voto al oficialismo (32,9%) y otro tercio al kirchnerismo (32,9%). El tercio restante, que es bien heterogéneo, se encuentra disperso en el medio, lo que configura un escenario que, de consolidarse, tendrá una dinámica centrífuga (polarización).
  • Macri le ganaría a cfk un balotaje, pero a vidal le iría mejor. Anticipando una elección presidencial resuelta en un balotaje, en octubre Mauricio Macri le ganaría una 2da. vuelta a CFK 52% a 48% si se proyectaran los indecisos. Si la rival de CFK fuera Vidal, la ventaja se estiraría a 8,2% ya que la Gobernadora de Buenos Aires vencería a CFK por 54,1% a 45,9%.
  • Cae el rechazo al regreso del kirchnerismo, y crecen los que lo desean. A un año de las elecciones, una mayoría de 47,8% manifiesta no gustarle la idea de un regreso del kirchnerismo al poder, mientras que un 37,6% manifiesta que sí le gustaría que ello sucediera. Esa resistencia ha ido cayendo en el último año, ya que en septiembre de 2017 eran 53,3% (5,5% más que hoy), los que no les gustaría que el kirchnerismo vuelva a ser Gobierno, y 26,0% los que sí les gustaría, cuando ahora son 37,6% lo que desean un regreso K (11,6% más).

Chile: El Banco Central Sorprende

El Informe de Política Monetaria (IPOM), que se publica cuatro veces al año es un evento ampliamente esperado, porque es el momento en que el instituto emisor se extiende en explicar su visión de la coyuntura y el mediano plazo para la economía chilena, de una manera en que no puede hacerlo en los comunicados posteriores a la Reunión de Política Monetaria (RPM) que, desde este año, se realiza sólo ocho veces en el año, en vez de las doce tradicionales. Además, el presidente del Banco Central, luego de la presentación frente a la Comisión de Hacienda del Senado o, como en cada septiembre, frente al pleno del Senado, responde todas las preguntas que los senadores tengan interés en hacerle, de manera que surge un cuadro detallado y completo de lo que el ente rector de la política monetaria piensa de la economía nacional. Normalmente, este es un evento bastante predecible, en el que las sorpresas escasean y el Banco Central evita pronunciarse respecto de temas que tengan aristas políticas centrándose, en cambio, en las materias técnicas propias de su ámbito de acción.

Esta vez (5 de septiembre), el Banco Central se jugó mucho más que en otras ocasiones y presentó un panorama que, en nuestra interpretación, es muy optimista y confirmo el anticipo realizado en el IPOM de junio y refrendado en la RPM del 4 de septiembre, de que la tasa de política monetaria (TPM) subirá antes de que termine el año. Si recordamos que sólo quedan dos RPM antes de que finalice el año, el 17 y 18 de octubre y el 4 de diciembre, lo que estaría anticipándose es un alza de 25 puntos base (o tal vez 50 puntos base), para el 4 d diciembre. Si bien la sorpresa en este ámbito reside en que se refrendó de una manera que no ofrece dudas el alza de tasas, algo que siempre ha tenido un componente de ambigüedad, lo más llamativo del IPOM es la importante corrección en la proyección de crecimiento para el presente año. El exceso de timidez que mostró en junio, cuando su proyección pasó de 3%-4% a 3,25%-4%, debiendo haber subido a 3,5%-4,25%, para elevar la estimación a 3,75%-4,25% ahora, se transformó en una proyección de 4%-4,5%, que tiene una cota superior casi imposible de alcanzar, ya que se requiere un crecimiento de 4,3% entre agosto y diciembre, y un piso que, en caso de acentuarse las tendencias actuales de desaceleración del crecimiento en el margen (desestacionalizado) y deterioro de expectativas, podría ser perforado sin que nadie pueda declararse sorprendido por el hecho. Cuesta entender, también, que el Banco Central declare cerrada la brecha de producto, cuando se acumularon holguras importantes en el período 2014-17 si se las compara con las estimaciones de PIB potencial de la época.

No obstante que el Banco Central reconoce los riesgos asociados al complejo escenario externo y la baja en el precio del cobre, estima que el balance de riesgos para el crecimiento es equilibrado, es decir, es igualmente probable que el crecimiento sea superior o inferior al valor central del rango proyectado. También sorprende que su justificación para anticipar un alza en la TPM con tanta confianza descanse exclusivamente en el crecimiento por sobre el potencial y el cierre de brechas, ambas variables no observables y sujetas a errores de estimación considerables, y no reconozca que la inflación está por debajo de la meta (2,6% vs 3%), no obstante que se está acercando gradualmente, por efecto exclusivo de la devaluación del peso durante el año y que, por otro lado, todos los indicadores de inflación subyacente, están en o por debajo del piso del rango de tolerancia de la meta (2%) y fluctuando entre 1,8% y 2%) desde comienzos de año.

El terreno que el instituto emisor no pisa, es el político interno, que revela una importante polarización y una creciente frustración del gobierno que no puede actuar como quisiera por la posición minoritaria que tiene en ambas cámaras del Congreso. Los errores no forzados se han traducido en un cambio de gabinete parcial y un ministro que duró un fin de semana en el cargo, así como en el rechazo al proyecto inicial de reajuste del salario mínimo. La batalla por la reforma tributaria, a la que se sumará aquella por la reforma previsional en el corto plazo, promete ser compleja, en un escenario de baja en la popularidad del presidente y su equipo, lo que genera ansiedad y la probabilidad de cometer más errores. Como sea, entre la evolución de los factores políticos internos y el deterioro en el escenario externo, que está afectando principalmente a las economías emergentes, las expectativas de los consumidores y empresarios se han deteriorado de manera persistente durante el año. Si a lo anterior se agrega un mercado del trabajo que no da señales claras de mejoría y una caída de los salarios reales en julio, por primera vez desde fines de 2008, no es sorprendente que el crecimiento de la economía, aunque ha sorprendido positivamente hasta julio, esté exhibiendo señales de debilidad en el margen y, aunque es probable que logre cerrar el año con una expansión de 4%, todo apunta a que repetir el resultado en 2019 se ve virtualmente imposible, algo que el propio Banco Central reconoce, al proyectar rangos de crecimiento de 3,25%-4,25% para el próximo año y 2,75%-3,75% para 2020. En este escenario, la conveniencia o necesidad de jugarse por un escenario de normalización en la TPM parece innecesario o, por lo menos, apresurado.