Pese a que 2018 culminó con pax cambiaria y social, fue un año muy negativo para la economía argentina. La actividad cayó más de 2%, la inflación acumuló casi 50%, el tipo de cambio y el riesgo país más que se duplicaron y la tasa de interés de referencia cerró en 60% (30 p.p. por encima de comienzos de año). Lo peor fue el descalce entre las expectativas y la realidad: a fines de 2017 se esperaba un año con crecimiento y reducción de las variables nominales. Además, no sirve echarle la culpa al mundo: no fue un buen año para la región, pero igualmente Sudamérica logró crecer.
Las perspectivas para el año que comienza muestran dos posibles escenarios. Si persiste la calma cambiaria, la inflación comenzaría a ceder y la actividad empezaría a recuperarse. Esto permitiría al Ejecutivo transitar los meses pre-electorales en un contexto económico que la mayoría de los votantes percibirá como menos adverso, aumentando las chances de continuidad de Cambiemos. Esto podría tranquilizar a los inversores internacionales, aunque difícilmente les devuelva el apetito.
Asimismo, si por diversos factores (shock externo, debilidad política, etc.) la dolarización de activos se reanuda y se genera inestabilidad cambiaria, el proceso de desaceleración de la inflación y reactivación quedará abortado. En este escenario, aumentan las chances de un triunfo opositor, lo que podría retroalimentar la fuga de capitales y la desconfianza de los inversores internacionales.
El plan de estabilización lanzado a fines de septiembre ha sido exitoso en calmar al mercado cambiario (moderando la inflación), pero no logró despejar las dudas de financiamiento: 2018 terminó con un riesgo país superior a los 800 puntos básicos, lo que ratifica que Argentina tiene cerrado el acceso a los mercados de capitales foráneos. En el corto plazo, los desembolsos del FMI permitirán honrar los servicios de la deuda pública en moneda extranjera, pero hacia mediados de 2020 el próximo presidente electo deberá colocar títulos para cancelar vencimientos (roll-over).
Haciendo un ejercicio de extrema simplificación, se puede decir que este año el devenir de la economía argentina estará sujeto a la evolución de tres variables clave: tipo de cambio, riesgo país y proceso electoral. En la actualidad, el elevado riesgo país refleja la delicada situación financiera de la Argentina: el pago de la deuda pública sólo puede garantizarse si el FMI concreta los desembolsos sujetos a la aprobación de un estricto plan de estabilización. Asimismo, las crecientes dudas sobre el repago de la deuda pública (el riesgo país trepó más de 100 puntos en diciembre) jaquean la calma cambiaria alcanzada. Prueba de ello es que, en el último mes del año, el BCRA freno el proceso de recorte de la tasa de interés de referencia (la LELIQ cerró en torno al 60% anual).
El proceso electoral, entendido como las elecciones provinciales desdobladas, el cierre de listas, las encuestas, las primarias de agosto, las presidenciales de octubre y el probable ballotage de noviembre, puede terminar de inclinar la cancha hacia uno de los dos posibles equilibrios: el virtuoso (calma cambiaria con reducción de la inflación y recuperación) o el vicioso (inestabilidad cambiaria, inflación elevada y recesión). Asimismo, las chances del oficialismo en la carrera presidencial van a depender del mercado cambiario: si hay nuevos sobresaltos, la precepción de crisis (que ya refleja el elevado riesgo país) alcanzará a la mayoría de la población afectando sus chances de re-elección.
Las últimas decisiones en materia económica revelan que el gobierno incorporó el lema autóctono que dice “controla al dólar y reinarás”. En primer lugar, anunció a fin de año un fuerte tarifazo (que generará inflación y golpeará al consumo) con el objetivo de reducir los subsidios para cumplir la ambiciosa meta fiscal de equilibrio primario, variable clava para destrabar nuevos desembolsos del FMI. Asimismo, el BCRA reforzó las Reservas Internacionales (mediante un swap con China por casi USD 9.000 M), sobre-cumplió la estricta meta de agregados monetarios (lo que se tradujo en una tasa de referencia más elevada que la demandada por el mercado) e hizo más porosa el piso de la banda cambiaria (se comprometió a comprar sólo USD 50 M diarios y hasta el 2% de expansión de la base monetaria del mes, si el dólar perfora el límite inferior de Zona de No Intervención cambiaria).
En síntesis, la performance económica del año que comienza dependerá del devenir de la tríada tipo de cambio, riesgo país y proceso electoral. Ojalá que la moneda caiga del lado del “equilibrio virtuoso”, porque nuestra sociedad (además del gobierno de turno) no resistiría una nueva crisis económica: un tercio de la población ya es pobre y este flagelo afecta a más del 50% de los jóvenes.