El declive del sector automotor

¿Cuál fue el desempeño de la actividad automotriz en agosto?

En agosto la producción fue de 30.815 unidades, la cual representa una caída interanual del 37,5%. En el acumulado de los primeros ocho meses del año, el sector mostró una producción de 213.643 unidades (-35,9% i.a.), siendo el nivel más bajo de unidades producidas desde el año 2005.

La caída corresponde tanto a una menor demanda interna como externa. En el plano interno, las ventas mayoristas (ventas a concesionarias) sufrieron una caída del 27,2% i.a y las ventas minoristas (patentamientos) retrocedieron 32,8 i.a. En éste último caso, la venta de 0km acumuló a agosto sólo 343.076 unidades, el nivel más bajo desde el 2006.

En el frente externo, las exportaciones sufrieron una caída del 32,8% i.a en el octavo mes del año: los envíos a Brasil (destino del 68% de los vehículos exportados) se desplomaron 41% i.a. y las ventas al resto de los destinos se contrajeron 9,2% i.a. Entre enero y agosto de 2019 se exportaron 146.455 unidades, representando una caída del 16% i.a. y ubicándose 57% por debajo del máximo alcanzado en 2011.

 

¿Qué explica esta dinámica?

El contexto de incertidumbre actual desincentiva fuertemente la producción local. La acumulación de stocks durante 2018 y la continua depreciación del peso generaron que las automotrices produzcan muy por debajo de su capacidad instalada: en junio se trabajó con un 66% de capacidad ociosa.

Desde el lado de la demanda interna, al tratarse de bienes durables, la caída de los salarios en dólares y el encarecimiento de las líneas de créditos son dos factores determinantes para explicar el declive del sector. En este sentido, incluso con la vigencia del plan junio, julio y agosto de 0km – que consistió en bonificaciones subsidiadas por el Estado Nacional a la compra de autos 0km al contado- los patentamientos continuaron decreciendo, aunque a un ritmo menor. Al mismo tiempo, a diferencia de otros años, la cosecha agrícola récord no se materializó en una mayor demanda por pick-ups. Los patentamientos del segmento comercial liviano caen ininterrumpidamente desde abril del año pasado.

Por otra parte, particularmente en agosto se sumó la parálisis de las ventas en los días posteriores a las PASO, cuando las concesionarias frenaron las transacciones producto de la volatilidad cambiaria.

En cuanto a la demanda externa, la desaceleración de la economía brasileña es uno de los factores que explica el magro desempeño de los envíos a dicho destino. Por caso, en el primer trimestre de 2019 la actividad del país carioca cayó -0,13% desestacionalizado y en el segundo tuvo un magro crecimiento del 0,4%. No obstante, los patentamientos de 0km del país crecieron 12% i.a. en el acumulado a julio, con pérdida de participación de los importados, los cuales acumularon una caída del 1,2% i.a. Dichas magnitudes dan cuenta del retroceso de los vehículos argentinos en el mercado brasilero, dado que las exportaciones locales a Brasil acumularon a julio un retroceso del 19% i.a.

¿Qué se espera para lo que resta del año?

Es evidente que el sector se encuentra atravesando una situación compleja. Las plantas automotrices se encuentran prácticamente paralizadas y en los próximos meses se esperan recortes de días laborables en algunas de las principales terminales del país.

En el plano local, aún no hay certidumbre respecto a la continuidad del plan 0km en septiembre, lo que ayudaría a atenuar la caída de los patentamientos. Al mismo tiempo, el deterioro de los salarios en dólares y la continuidad de elevadas tasas de interés auguran la continuidad de una demanda exigua.

No obstante, el reciente control de cambios implementado podría transformarse en una buena noticia para el sector. Frente a la restricción de compra de dólares (hasta USD10.000 al mes para personas humanas) y frente a la falta de opciones de inversión que resguarden el valor real de los ahorros, los individuos que poseen montos considerables en pesos, podrían volcarse a la compra de bienes durables. Entre ellos, los vehículos.

Por otra parte, si la brecha entre el dólar oficial y el paralelo se acrecienta, los individuos que poseen ahorros en dólares tienen un mayor incentivo a vender sus divisas en el mercado paralelo a una cotización superior y luego adquirir bienes durables en pesos valuados al dólar oficial, impulsando la demanda del sector automotriz.

De todas formas, estos efectos positivos serían marginales en el corto plazo. La producción local continuará en terreno negativo hasta tanto los salarios en dólares comiencen a mostrar signos de recuperación, la incertidumbre política y económica se reduzca y la economía brasilera logre un crecimiento sostenido.

La economía en cero

¿Qué pasó con la actividad en junio?

El Estimador Mensual de la Actividad Económica (EMAE) no exhibió variación en junio respecto al mismo mes del año anterior (0% i.a.), aunque en la comparación desestacionalizada, marcó una contracción de 0,4% respecto a mayo, encadenando así el segundo mes de caída. De esta forma, estimamos que la actividad aumentó 0,4% i.a. en el segundo trimestre del año, pero no alcanzó para revertir los malos primeros meses: la economía se contrajo 2,6% i.a. en la primera mitad del año. Además, la medición desestacionalizada del segundo trimestre no mostró mejoras, lo que refleja que la actividad no logra revertir la ausencia de crecimiento desde el segundo trimestre del año pasado.

En lo que respecta a junio, el crecimiento más significativo fue el del sector Agropecuario (+43,7% i.a.). Tal como venía sucediendo desde el salto cambiario del año pasado, Industria (-6,1% i.a.) y Comercio (-8,6% i.a.) exhibieron fuertes contracciones, aunque esta vez las mayores caídas estuvieron en Construcción (-7,9% i.a.), Electricidad, Gas y Agua (-10,6% i.a.) e Intermediación Financiera (-15,1% i.a.).

¿Qué factores explicaron la dinámica?

Observando los sectores que mostraron una mejora interanual en el mes de junio, el factor más relevante es el impulso que la cosecha récord le dio al sector agropecuario luego de la sequía del año pasado. En segundo lugar, el avance de Hoteles y Restaurantes (+1,6%), el cual se explica por un mayor turismo en el país –tanto de residentes como de extranjeros-, fenómeno directamente relacionado al mayor tipo de cambio real alcanzado tras la depreciación del Peso en 2018. De hecho, el último mes de crecimiento del sector había sido hace más de un  año, antes de que la inestabilidad cambiaria reinara en la economía argentina. Por su parte, Minas y Canteras (+0,9% i.a.) creció de la mano de la expansión de Vaca Muerta y el desarrollo de los hidrocarburos no convencionales (la producción del yacimiento creció más de 100% en los primeros seis meses del año).

Por su parte, las fuertes caídas que mostraron algunos de los sectores responden a diversas causas. Indudablemente, las más importantes fueron la caída del poder adquisitivo y la elevada tasa de interés. La combinación de ambas a lo largo de los últimos doce meses fue letal para las empresas, dado que tuvieron que afrontar aumento de costos –de financiamiento- en un contexto de menores ventas. En este sentido, los diversos estímulos no salariales que ya tenían plena vigencia en junio -entre los que resaltan los créditos Anses y Pro.Cre.Ar y el plan Junio 0 km, además de las compras en cuotas a tasas de interés más bajas mediante el programa Ahora 12- no tuvieron el impacto deseado en dicho mes sobre la industria y el comercio.

Por otra parte, la fuerte contracción de los servicios financieros está ligada a la salida de capitales del país desde el inicio de la inestabilidad cambiaria del año pasado y a la reducción del rol de intermediarios financieros de los bancos en un contexto de altas tasas de interés que desincentivan la toma de préstamos. Por último, para el sector de la Construcción, al bajo poder de construcción de los salarios y a la desaparición del crédito, se sumó en junio malas condiciones meteorológicas que llevaron al sector a experimentar una nueva caída de su actividad (-7,9% i.a.).

¿Qué esperamos para lo que resta del año?

Lamentablemente, la dinámica cambiaria post-PASO echó por la borda cualquier atisbo de recuperación que la economía pudiera encontrar en los últimos meses del año. El nuevo salto del tipo de cambio volverá a acelerar la inflación (que llega esta vez con una mayor inercia), erosionando los ingresos reales y golpeando nuevamente la actividad comercial e industrial. En este sentido, el paquete de medidas del gobierno tras el resultado electoral tendrá un impacto acotado: la quita del IVA a algunos alimentos aliviará el costo de llenar el changuito, mientras que la suba del mínimo no imponible permitirá una mayor dolarización de la clase media-alta. Paralelamente, la incertidumbre acerca de las políticas a tomar el nuevo gobierno y la posibilidad de mayores presiones sobre el dólar paralizará cualquier tipo de inversión productiva.

De este modo, la economía carecerá de elementos para crecer en lo que resta del año. El impulso del Agro luego de un año de sequía se diluirá en los próximos meses, a la vez que la mayor producción de Vaca Muerta no será determinante en el corto plazo y si bien el turismo podrá continuar su expansión, su impacto en la actividad es muy limitado. En consecuencia, Cambiemos se despedirá del gobierno con una economía que todavía no mostrará señales de reactivación.

Inflando el consumo

El consumo también tocó fondo

Si bien la crisis tuvo un significativo impacto en la mayoría de las variables de la economía, una de los deterioros más relevantes fue el del consumo privado (cayó 7% i.a. en la segunda mitad de 2018). Esto no sólo es relevante porque representa dos tercios del PBI, sino porque da cuenta de la dinámica del gasto de los hogares (el consumo privado explica más del 80% del total).

El comienzo del 2019 no fue sustancialmente diferente. Aunque todavía no hay datos oficiales del consumo agregado privado, los números de diferentes segmentos del consumo son elocuentes. En el primer trimestre del año, el consumo masivo cedió 9,5% i.a. (según datos de Kantar Worldpanel), el gasto en electrodomésticos cayó casi 35% i.a. y el patentamiento de autos y motos descendió en torno al 48% i.a. Esto refleja que la contracción de los bienes durables fue todavía más significativa debido a que a la fuerte pérdida del poder adquisitivo se le sumó el encarecimiento del crédito (la tasa de referencia creció casi 30 p.p. en relación al primer trimestre del año pasado) y el desplome del salario en dólares (retrocedió más de 30% i.a. en el periodo).

Las apuestas del gobierno

Siendo consciente de la relevancia del consumo en la actividad, pero fundamentalmente leyendo en clave política la importancia de esta variable en el humor social, el gobierno implementó una serie de medidas con el objeto de reactivar el consumo en la previa electoral. En términos económicos, no sólo se busca una mejora del poder adquisitivo que traccione la actividad comercial e industrial, que sume al impulso del agro, sino que se espera que las empresas recompongan sus márgenes a través de mayores cantidades vendidas y no vía aumentos de precios.

En este sentido, se puede argumentar que la principal política que favorece el consumo es la estabilidad del tipo de cambio. De mantenerse esta calma iniciada luego de que el BCRA anuncie que podría intervenir en el mercado cambiario, la inflación podría continuar su sendero decreciente. De este modo, la suba de precios alcanzaría la zona de 2-2,5% mensual en la segunda mitad del año.

Por su parte, a diferencia del año pasado cuando las paritarias se fijaron en base a una inflación esperada que resultó significativamente mayor, este año las negociaciones salariales buscaran recomponer el poder adquisitivo perdido en 2018. Como resultado, las paritarias se están acordando en torno al 30%, lo que sumado a las subas del primer trimestre, llevarán a que los salarios acumulen un alza de al menos 40% hacia el cierre del año.

Si bien esta dinámica no impedirá que el salario real permanezca deprimido en la comparación interanual (en promedio caerá más de 6% i.a.), sí ayudará a que el poder adquisitivo se recupere lenta pero sostenidamente mes a mes, lo que será central para las aspiraciones electorales del oficialismo.

Por otro lado, buscando mejorar los ingresos reales de los sectores de menores recursos, el gobierno decidió adelantar todos los aumentos del año de la AUH a marzo, lo que implicó un incremento de 46% de la asignación que (por cuestiones contables) comenzó a abonarse en abril. Si bien la medida tiene efectos sobre el consumo masivo, dado que estos sectores tienen una elevada propensión al consumo, el impacto en el agregado será limitado, ya que el incremento es de apenas $450 por asignación y afecta aproximadamente al 25% de los hogares. No obstante, se debe destacar que los perceptores de la asignación –gracias a este adelanto- cerrarán el año con una mejora real promedio de 4% i.a. en sus ingresos.

Consumados los malos resultados del primer cuatrimestre, el Ejecutivo acudió a viejas recetas para estimular el consumo en el corto plazo. En primer lugar, estableció el programa de Precios Esenciales (una nueva versión de Precios Cuidados), que consiste en congelar el precio de 64 productos de primera necesidad por seis meses. Si bien esto puede ser un aliciente a la hora de llenar el changuito, los problemas de abastecimiento existen y el impacto desinflacionario es prácticamente nulo debido a que representan una pequeña canasta en comparación a todos los bienes y servicios que releva INDEC.

En segundo lugar, la ANSES abrió la posibilidad de otorgar créditos a jubilados y perceptores de AUH, con tasas que van desde el 40 y al 50%, aproximadamente la mitad de la que se ofrece en bancos. Si bien se espera que esta medida también aporte al crecimiento del consumo masivo –el impacto en los bienes durables sería mínimo-, el organismo prevé que parte de los préstamos también tendrá como fin arreglos para la vivienda. Adicionalmente, en las últimas semanas también se anunció una significativa mejora del programa “Ahora 12”, destinado en mayor medida a hogares de ingresos medios.. Concretamente, se ofrece una tasa de 20% -en cuotas fijas- en lugar de una de 45% con el objetivo de incentivar el consumo hasta fin de año. El impulso sería nada despreciable ya que no sólo podría estimular las deprimidas ventas de algunos rubros como indumentaria, electrodomésticos o motos, sino que al brindar la posibilidad de postergar el pago en un contexto de elevada inflación (prevemos que los precios suban en torno al 35% doce meses vista), libera ingreso disponible que puede ser volcado a consumo adicional.

Por otra parte, el gobierno recientemente decidió también dar impulso a la Construcción, sector que cerró con una contracción de casi 6% i.a. el primer trimestre del año. En este sentido, para estimular la toma de créditos hipotecarios, se relanzó el crédito Procrear con la perspectiva que pueda ayudar a los sectores medios y bajos a adquirir una vivienda propia.

Por último, junto a estas medidas pro-consumo, se debe mencionar dos cuestiones que también aliviaran el deterioro del poder adquisitivo: el pago de medio aguinaldo en junio para los trabajadores formales y el incremento de los haberes jubilatorios (casi 11% en junio y superior a 12% en septiembre) gracias a la nueva fórmula de movilidad. Esto último otorgará un empuje a los ingresos reales (en promedio crecerán 1,3% i.a. en el segundo semestre del año) de un sector que posee una elevada propensión al consumo.

 ¿Serán suficientes estas medidas?

El éxito de estas medidas descansa en la capacidad que tenga la autoridad monetaria de controlar el mercado cambiario. En este sentido, si la demanda de dólares provoca una nueva corrida cambiaria, cualquier acción en pos de favorecer el consumo será insuficiente, ya que la inflación se aceleraría nuevamente derrumbando el salario real. Por el contrario, de reinar la estabilidad del tipo de cambio, el consumo de las familias repuntaría en la previa electoral debido a la mejora en el margen del poder adquisitivo y al impacto positivo de las medidas.

Sin embargo, no esperamos un avance explosivo debido a la incertidumbre política que atravesará al país en los próximos meses. Al mismo tiempo, aunque el consumo se reactive, el impacto sobre la producción no será lineal debido a los altos stocks que mantienen algunos rubros, por lo que también su incidencia sobre el empleo será acotada. Sin embargo, la sensación de mejores perspectivas elevan las chances del gobierno de reelegir, por lo que las presiones cambiarias podrían atenuarse y así aumentar la probabilidad de éxito del “Plan Alivio”.

Electrodomésticos: dura la caída en el durable

¿Cómo comenzó el año la venta de electrodomésticos?

El volumen de venta de electrodomésticos y artículos para el hogar cayó 33,9% i.a. en el primer trimestre de 2019, acumulando tres trimestres de caída consecutiva. Asimismo, se ubicó en el nivel más bajo para un primer trimestre desde el año 2012.

En esta línea, según los datos publicados por el INDEC, la facturación del trimestre medida en términos corrientes se ubicó en niveles similares a los de 2018 (-0,2% i.a.), lo que no resulta en una buena noticia en un contexto de alta inflación. Según el IPC-GBA Ecolatina, los precios del rubro se incrementaron 50,9% i.a. en promedio durante dichos meses, lo que se traduce en una contracción significativa de la facturación en términos reales.

¿Qué explica esta dinámica?

El contexto económico acaecido desde la crisis cambiaria se configura como un entorno fuertemente adverso para las ventas del sector. Por un lado, como es un bien durable, su demanda está principalmente atada al poder adquisitivo en dólares, el cual experimenta una caída del 32% i.a. en el primer trimestre. Asimismo, por tratarse de bienes dispensables, presentan una elasticidad precio de la demanda muy elevada. En este sentido, el componente importado en el rubro es alto y ante el salto del tipo de cambio los precios del rubro se mueven sensiblemente, desalentando significativamente la compra de artefactos.

Por otro parte, el acceso al financiamiento es una herramienta clave a la hora de la decisión de compra. Bajo este marco, tasa de interés elevada y poca accesibilidad al crédito se configuran como uno de los principales detractores de las ventas del sector.

¿Qué esperamos para lo que resta de 2019?

Difícilmente la dinámica contractiva se revierta. El poder adquisitivo de los salarios, tanto en pesos como en dólares, continuará deprimido en los próximos meses de 2019, lo que no permitirá recomponer consumo, mucho menos en bienes durables que no son de primera necesidad. A ello se suma que el ingreso disponible de las familias se mantendrá más acotado aún, debido al encarecimiento de bienes y servicios relativamente inelásticos al cambio de precios, tales como electricidad, combustibles, educación, salud, etc. De la misma forma, la persistencia de altas tasas de interés y un contexto de creciente incertidumbre electoral que posterga decisiones de compra de largo plazo, continuará desalentando la demanda de electrodomésticos.

Por último, un factor negativo adicional que operará en la mayor parte 2019 es el efecto mundialista. El año pasado, con el mundial de futbol, se alcanzaron niveles récord de ventas de televisores, lo que aminoró la caída de las ventas del agregado del sector en 2018. Este año, el efecto será inverso. Dada la “alta” base de comparación que deja dicho segmento, la menor compra de televisores profundizará la caída agregada del sector. De hecho, dicha dinámica ya se vislumbra con los datos del primer trimestre: mientras que el volumen de ventas del rubro TV, Video, y fotografía cayó 52% i.a., el resto de los rubros en conjunto lo hicieron 29%, lo que dejo una caída agregada del sector de casi 34%.

En consecuencia, la recuperación de las ventas del sector no llegará en 2019. Hasta tanto no se recomponga el salario real y la tasa de interés baje a niveles accesibles, el sector continuará en rojo.

Exportaciones: la única forma de divisar divisas

El gobierno declaró el 2019 como el año de las exportaciones y no lo hizo por antojo. Frente al significativo incremento de la deuda pública en dólares, existe una necesidad imperiosa de poner las ventas al exterior como protagonistas en la economía argentina.

Desde que asumió Cambiemos, la deuda pública creció 38%, de la cual el 76% es en moneda dura, alcanzando los USD253.696 millones. En 2018, las exportaciones ascendieron a USD75.766 millones, por lo que el ratio deuda en moneda extranjera/exportaciones supera el 330%, el valor más alto desde 2004. En este marco, resulta relevante preguntarse cuáles serán los sectores que mayores aportes harán en términos de divisas los próximos años y de esta forma contribuyan a la sostenibilidad de la deuda.

Históricamente, las actividades que más divisas generaron son aquellas donde Argentina tiene una ventaja comparativa. Particularmente en 2018, pese a la sequía, solo el complejo oleaginoso y cerealero aportó el 33% de las exportaciones. Si a ello  se le suma el resto de los complejos agropecuarios, dicho valor asciende al 44%.

La previsión de una cosecha récord de granos y oleaginosas para la campaña en curso (144 millones de toneladas), auguran un crecimiento significativo de las exportaciones del complejo en 2019. Hacia adelante, teniendo en cuenta que el sector se caracteriza por presentar una importante capacidad instalada y por la continua incorporación de tecnología, mientras el clima acompañe, las ventas al exterior se incrementarán. No obstante, por tratarse de commodities, su suerte está mayoritariamente atada a los precios internacionales. En este sentido, el reciente deterioro del  precio internacional de la soja tras la guerra comercial de Estados Unidos y China, resulta en una amenaza para el sector.

En cuanto al resto de los productos agropecuarios, la situación es mucho más heterogénea, pero es donde Argentina tiene alto potencial de expansión a través del desarrollo de productos diferenciados. Este complejo está liderado por el sector bovino y el vitivinícola, que representan el 76% de las exportaciones del complejo (9% del total). En ambos casos, la creciente demanda de China, la apertura de nuevos mercados y un tipo de cambio más competitivo apuntalan los envíos al exterior. No obstante, encuentran limitaciones para expandir su oferta, ante la baja rentabilidad percibida por la suba de costos, la implementación de derechos de exportación y reducción de reintegros y la falta de previsibilidad en materia cambiaria.

Más allá de ello, la potencialidad de este complejo radica en la posibilidad de desarrollar productos diferenciados que logren sortear la volatilidad de la coyuntura nacional y/o internacional. Este tipo de productos, a diferencia de granos y oleaginosas, no enfrentan precios dados internacionalmente. Por lo que la generación de nuevos productos de distinta variedad o de mayor calidad, pueden incidir en la demanda externa y elevar las exportaciones.

Luego de los dos complejos agropecuarios, en términos de volúmenes de divisas se ubica el complejo automotor, el cual aporta el 10,5% de las exportaciones totales. El segmento estrella son las pick ups, donde la industria se está especializando y donde se concentran más del 60% de las ventas externas del sector. Particularmente en el mercado brasilero, las pick-ups argentinas pasaron de representar el 18% de los patentamientos en 2014 al 24% en 2018.

Con un menor aporte, pero con un alto potencial de crecimiento, se encuentran las exportaciones de servicios basados en conocimiento (8%) y el turismo (7%). En el primer caso, las ventas al exterior experimentaron un significativo crecimiento en la última década impulsadas por la expansión de las exportaciones de software y servicios informáticos. Dicho sector se ve beneficiado desde 2004 con un régimen fiscal especial, que reduce la carga impositiva y otorga beneficios crediticios para su desarrollo. Es en esta línea, que se intenta ampliar los beneficios a otros servicios a través de una nueva ley (de economía del conocimiento) de similares características para el complejo en su conjunto. De concretarse su aprobación, sería esperable un incremento de las exportaciones, dado que contempla la exención a los derechos a la exportación, entre otras cosas.

En el segundo caso, la depreciación del tipo de cambio ocurrida desde la salida del cepo, proporcionó un contexto más propicio para el ingreso de divisas por turismo, las cuales crecen sostenidamente desde 2016. En este sentido, de mantenerse el abaratamiento relativo de los destinos locales, el turismo se configura como uno de los sectores de mayor potencial de crecimiento en el corto plazo.

Por último, los complejos de petróleo y gas y el minero, son otras de las promesas en cuanto a la generación de divisas. Cada uno de ellos concentró en 2018 el 7% de las exportaciones y dado los recursos naturales con los que cuenta Argentina, sus participaciones podrían crecer significativamente. Particularmente en el primer caso, el incremento podría darse con mayor velocidad gracias a las fuertes inversiones que se han hecho en Vaca Muerta y a los subsidios que recibe el sector. Por su parte, el sector minero tardará un poco más en reaccionar, debido a que los proyectos tienen un tiempo mayor de maduración y debido al fin de la vida útil de proyectos históricos.

En resumen, existen diversos caminos donde Argentina puede potencialmente generar mayores divisas para hacer frente a sus obligaciones de deuda. No obstante, en el corto plazo seguirá dependiendo de sus exportaciones tradicionales, las cuales están expuestas en mayor medida a la volatilidad del contexto internacional. Para desarrollar opciones alternativas, en primer lugar es necesario un contexto económico y político más estable y, en segundo lugar,  políticas focalizadas que generen los incentivos necesarios para desarrollar productos diferenciados y de mayor valor agregado.

 

Publicada en Perfil:  https://www.perfil.com/noticias/columnistas/exportaciones-la-unica-forma-de-generar-divisas.phtml

Sincrecimiento

¿Cómo llegará la economía a las elecciones?

En un año caracterizado por elevada incertidumbre hay una certeza: la economía no será un activo para el oficialismo de cara a las próximas elecciones presidenciales. Las recientes medidas anunciadas por el gobierno intentan morigerar esta situación, en un momento donde las principales preocupaciones de la población son de índole económica. Según el último relevamiento de la consultora Synopsis, la inflación y el desempleo lideran la lista de preocupaciones, relegando significativamente las problemáticas de corrupción e inseguridad.

En comparación con procesos electorales previos, este año la evolución de la actividad será diferente y, aunque la economía no es el único factor que opera sobre la decisión de los votantes, es relevante. Por caso, en 2011 y 2017, cuando sendos oficialismos ganaron ampliamente las elecciones nacionales, la demanda interna crecía por encima del PBI (11,3% i.a. versus 6,3% i.a. y 4,6% i.a. versus 2,1%, respectivamente, en promedio durante los primeros tres trimestres del año). En contraposición, para los comicios presidenciales que se avecinan, tanto la actividad como la demanda interna caerán, y esta última con mayor profundidad que la primera.

Dado el fuerte ajuste monetario y de la obra pública, el encarecimiento relativo del capital importado y la incertidumbre que genera el proceso electoral, la inversión se mantendrá rezagada, experimentando una caída promedio del 12% i.a. en los primeros tres cuartos del año, la más profunda desde el 2009. Los primeros datos del año dan cuenta de ello: el Indicador Sintético de la Actividad de la Construcción (ISAC) marcó un caída de casi 11% i.a. promedio entre enero y febrero; la importación de bienes de capital registró una contracción del 40% i.a. en el primer trimestre y los patentamientos de vehículos se redujeron casi 50% i.a. en el mismo periodo.

Por otra parte, una ambiciosa meta fiscal y una caída promedio del salario real en torno al 7% i.a., auguran un consumo interno que continuará en retroceso. Según Kantar Worldpanel, en el primer trimestre el consumo masivo cayó 9% i.a., tras un derrumbe del poder adquisitivo de 10,7% i.a, mientras que el gasto público se redujo 13% i.a. En este marco, la demanda interna se reduciría a un ritmo de 5,5% i.a. promedio durante los primeros tres trimestres del año.

Un aliciente para la actividad vendrá por el lado de la demanda externa, que ante una cosecha que promete ser récord y una competitividad cambiaria significativamente mayor a la experimentada en los últimos años, las exportaciones lograrían acumular hasta septiembre un incremento en torno al 10% promedio anual. En este sentido, la buena performance del campo le permitiría a la actividad experimentar un crecimiento en términos desestacionalizados en el segundo trimestre del año, pero luego se vería interrumpido por la incertidumbre reinante durante el proceso electoral. De esta forma, el PBI acumularía a septiembre un incremento del 1% en la medición desestacionalizada, pero en términos interanuales promediaría una caída del 2,3%.

¿Las recientes medidas adoptadas pueden modificar la dinámica recesiva?

Frente a una perspectiva desfavorable, el gobierno intenta llegar mejor a las elecciones a través de  una batería de medidas que buscan reactivar la actividad económica y frenar la inflación. En primer lugar, el congelamiento del techo de la zona de no intervención, el cual ayudaría a acotar la volatilidad cambiaria y la inflación en la previa electoral, generando un mayor atraso cambiario que en el margen podría impulsar el consumo.

En segundo lugar, el programa de precios esenciales, la disponibilidad de créditos de ANSES y los descuentos en farmacia para beneficiarios de la AUH, los cuales están dirigidos a los hogares de Nivel Socioeconómico (NSE) bajo, quienes han sido los más castigados por el aumento de la inflación y el freno de la actividad. Por caso, según los datos de Kantar Worldpanel, en marzo último, cuando el Nivel General de precios alcanzó una suba del 4,7% a nivel nacional, el consumo masivo del NSE bajo inferior se desplomó un 19% i.a. y el del NSE bajo superior experimentó una caída del 20% i.a, ambas contracciones mucho mayores que el promedio total de los hogares (-11% i.a). Vale destacar que ambos grupos representan el 50% del consumo masivo y que se caracterizan por destinar un mayor porcentaje de sus ingresos al consumo de bienes de primera necesidad.

Por su parte, el congelamiento y/o aplanamiento de tarifas actúan en la misma línea, intentando contener la inflación y reactivar el consumo, en este caso de la mayoría de los hogares. No obstante, estas últimas herramientas lucen insuficientes. Por un lado, la canasta de precios esenciales solo incluye 64 productos, mientras que la composición del gasto de las familias es mucho más amplia. Por otro lado, el congelamiento de tarifas tan solo contempla la electricidad y el transporte de jurisdicción nacional, excluyendo los aumentos ya pactados de agua y gas. Al mismo tiempo, la luz ya experimentó un significativo aumento en la primera parte del 2019 y el transporte de jurisdicción provincial y municipal no está incluido en las medidas.

En esta línea, no es esperable que las medidas adoptadas en los últimos días cambien significativamente el curso de la economía en los próximos meses. Al momento que los argentinos se paren frente a las urnas para emitir su voto, la economía habrá crecido solo un 1% en términos desestacionalizados, una magnitud que no luce suficiente para que la sensación de reactivación sea generalizada.

¡Hundido! La mayoría de sectores bajo contracción

Tras un turbulento segundo semestre de 2018 en materia económica, la producción nacional marcó un derrumbe en el último trimestre de 6,3% i.a. y concluyó el año con una recesión del 2,5%. En esta línea, casi ningún sector logró sortear los avatares por los que transitó la economía argentina, cerrando la mayoría de ellos el año en vías de recesión o en franca contracción.

Sectores en expansión

Las únicas ramas de actividad que concluyeron el 2018 bajo expansión fueron las vinculadas a la educación y la salud y al sector de petróleo y gas. El primer grupo crece sostenidamente en virtud de que crece la población y el segundo mostró avances frente a la caída de los costos en dólares, los subsidios a la producción de shale gas y al exponencial crecimiento de la inversión en Vaca Muerta ante las ventajas comparativas que presenta el yacimiento.

Sectores en recuperación

El sector agropecuario es el único que se encuentra en vías de recuperación. La misma se produjo gracias al crecimiento de la la cosecha de trigo (+5%) y cebada (+35%) y a la buena performance del sector ganadero tras mayores exportaciones. En este sentido, entre las ramas de actividad que expusieron los mayores avances hacia el final del año se encuentran las del sector primario.

Sectores entrando en recesión

Algunas ramas de actividad tardaron en responder al adverso contexto macroeconómico y lograron promediar un crecimiento en 2018 a pesar de que en el último cuatrimestre cayeron significativamente. Tal es el caso de la actividad de intermediación financiera, los servicios de compra-venta de inmuebles y la construcción. Esto se debió a que tras las buenas perspectivas por las que atravesaba la economía argentina en el primer trimestre del año (la economía creció 4% i.a. y la inflación mensual promedio se ubicaba en 2,3%), se produjo un boom de créditos hipotecarios indexados que impulso dichas actividades. El crecimiento de las mismas actuó con ciertos rezagos, permitiendo mantener los efectos positivos de aquellas decisiones en la mayor parte del año.

Sectores en contracción

A contramano, la mayoría de los sectores cerró el 2018 bajo una recesión consolidada. Los que marcaron una caída en el último trimestre del año y en el promedio también exhibieron una contracción, son los que están mayormente vinculados al consumo privado. En esta línea, el salario real sufrió un desplome mayor al 12% i.a. en el cuarto trimestre, la mayor caída desde la crisis de 2002, y en el promedio de 2018 se ubicó en niveles 6,4% menores a los alcanzados en 2017. Los sectores de comercio, comunicaciones, hoteles y restaurantes y transporte, fueron los más afectados. En este último caso, también incidió la  menor producción agrícola tras la sequía. Asimismo, la industria alimenticia empeoró su situación en la segunda parte del año por la caída del consumo interno, por lo que rubros como bebidas, azúcar y galletas sufrieron una significativa contracción en trimestre octubre-diciembre.

Por último, entre las ramas productivas que tienen  una menor participación en el PBI pero que exhibieron significativas caídas en su producción en el último trimestre del año, son las que dependen directamente del poder adquisitivo en dólares y la disponibilidad de financiamiento. Fabricación de maquinarias, electrodomésticos y equipos de transporte sufrieron caídas mayores al 28% i.a. en el último tramo de 2018.

 

Actividad 2019: bailando al compás electoral

El año pasado la economía se contrajo 2,5% respecto a 2017, lo que significó una caída en términos per cápita del 3,5%. Además de no lograr hilvanar dos años consecutivos de crecimiento, el deterioro de la actividad económica fue rápido y significativo: en el último trimestre de 2018 el PBI se derrumbó 6,2% i.a.

Para 2019, las perspectivas no son favorables. En la primera mitad del año, el aumento de tarifas y el fuerte componente inercial del actual proceso inflacionario no permitirá una recuperación significativa del poder adquisitivo. En este marco, es esperable que el consumo privado continúe en terreno negativo a lo largo del primer semestre. Al mismo tiempo, la inversión se reducirá significativamente, debido al elevado costo de financiamiento, a la caída de los ingresos en dólares –impulsores de adquisición de bienes durables como inmuebles y maquinarias-, al desplome del consumo interno y a la elevada capacidad ociosa del aparato productivo.

Sin embargo, una buena cosecha agrícola y el dinamismo de las exportaciones permitirán que la economía experimente una reactivación, en términos desestacionalizados, significativa en el segundo trimestre del año.

A partir de entonces, lo que suceda en materia cambiaria definirá el escenario macroeconómico del segundo semestre. Las presiones sobre el tipo de cambio se irán acrecentando con la típica dolarización pre-electoral, por lo que domar o no dichas presiones será clave para que el nivel de actividad consolide un sendero de recuperación o vuelva al terreno negativo.

En el primer escenario, asumimos que el gobierno logra controlar la creciente demanda de dólares (supuesto fuerte dada la elevada incertidumbre electoral) manteniendo el tipo de cambio cerca del piso de la Zona de No Intervención (ZNI). Como consecuencia, la inflación podría retornar a la zona de 2% mensual en la previa electoral (gracias a la calma cambiaria y la ausencia de subas de tarifas de servicios públicos), propiciando mejoras del salario real.

En este marco, la apreciación del tipo de cambio real permitirá una reactivación del consumo privado, dinamizando las actividades comerciales e industriales dependientes del mercado interno. Asimismo, la caída de la inversión comenzaría a desacelerarse en el tercer trimestre y lograría crecer en la comparación interanual en el último tramo del año, gracias a las mejores expectativas del mercado.

No obstante, detrás del éxito del plan oficial subyace el sesgo contractivo de la política monetaria. En este sentido, la elevada tasa de interés –que prevemos permanezca todo el año- acotará la recuperación de la economía por su nocivo impacto sobre el aparato productivo. Por ende, pese a una gradual mejoría el PBI caería en promedio 1% este año.

En el segundo escenario, la dolarización se vuelve intensa y la oferta de dólares del Tesoro (venta de US$ 60 millones diarios, según se acordó con el FMI) no alcanza para impedir que el tipo de cambio experimente un salto significativo en un periodo corto de tiempo, alcanzando el techo de la ZNI. Esta dinámica acelerará nuevamente la inflación en la previa electoral y deteriorará aún más el salario real posponiendo la recuperación del consumo privado. En consecuencia, las chances de re-elección se reducen y la incertidumbre acerca del próximo gobierno harán que el deterioro de la demanda interna continúe en la segunda parte del año, provocando una caída más pronunciada del nivel de actividad.

Se rompe la “bendición” de los años impares

El PBI cayó 6,2% i.a. en el cuarto trimestre de 2018, cerrando el año con una contracción de 2,5%. En términos per cápita, la caída respecto a 2017 alcanza el 3,5% y medido en dólares el PBI retrocedió 16%. De esta forma, en los tres años de Gobierno de cambiemos el nivel de producción nacional sufrió una caída del 2% y en términos per cápita el deterioro alcanzó el 5%.

En el acumulado de 2018, la contracción de la actividad se debió a una menor demanda interna (-3,2%), dado que el volumen de exportaciones, pese a la sequía, no sufrió modificaciones respecto a 2017. En esta línea, ambos componentes de la demanda interna experimentaron una retracción: la inversión cayó 5,1% y el consumo lo hizo un 2,5%. Cabe destacar que el desplome que marcaron dichos componentes en el último trimestre de 2018, -25% i.a. y 8,8% i.a. respectivamente, significó la caída más profunda desde la crisis de 2009 para ambos.

En este sentido, la producción local no cayó en la misma cuantía que la demanda interna, debido a la mejora en las exportaciones netas. El abaratamiento relativo de los bienes y servicios nacionales tras una devaluación de 100% en el año, ocasionó una caída de las importaciones del 5% y particularmente un derrumbe en el último tramo de 2018 (-26,1% i.a.).

Claramente el 2018 será un año que quedará para el olvido. A comienzos de año una fuerte sequía generó una pérdida de producción de granos y oleaginosas en torno al 18%, afectando la evolución del sector primario, pero también la de todas las actividades conexas al mismo (industria alimenticia, química, transporte, etc.). En este sentido, sin tener en cuenta al sector agropecuario, la caída del PBI sería del 1,5%, es decir, que como mínimo un punto porcentual de la contracción corresponde al efecto de la sequía en la producción primaria.

No obstante, la cuestión climática no fue el único acontecimiento adverso por el que atravesó la economía argentina durante 2018. Una profunda crisis cambiaria, terminó por minar todas las posibilidades de recuperación de la economía luego de atravesar la sequía. En esta línea, la producción de bienes cayó 5,7% en el año, liderada por el sector agropecuario (-15%), pero seguida por la industria que alcanzó una contracción de 4,8%. Por su parte, la producción de servicios marcó una retracción menor (-0,7%), dado que la primera parte de 2018 mostró una muy buena performance ante el boom de crédito hipotecarios, el significativo consumo de bienes durables y el buen desempeño de los salarios reales en aquel entonces.

El 2018 dejó secuelas que se harán sentir en 2019. El año concluyó con un derrumbe de la actividad del -6,2%, lo cual en términos desestacionalizados significó una contracción del 1,2% respecto al tercer trimestre. Esto representó una aceleración de la caída respecto al trimestre anterior, cuando la actividad se contrajo -0,5%. Esta dinámica dejó un arrastre estadístico negativo de 2,4% para 2019.

De esta forma, las perspectivas para 2019 no son alentadoras. El arrastre negativo que deja el 2018 y las condiciones macroeconómicas predominantes durante este año (ajuste fiscal y monetario) no permitirán una recuperación significativa de la actividad. La incertidumbre electoral condicionará la evolución de la economía, teniendo implicancias significativas sobre el tipo de cambio y, a partir de ello, sobre la inflación y la recomposición del poder adquisitivo de los salarios.  En un escenario conservador, la producción local crecería cerca de 3% punta a punta en términos desestacionalizados, pero en el promedio caería como mínimo un 1%. De esta forma, la argentina experimentaría dos años consecutivos de recesión, rompiendo con la “bendición de los años impares”.