Argentina aplicó más de un millón de vacunas en la última semana

La segunda ola sigue creciendo, y a esta altura ya superó los picos de contagios de la primera. Mientras tanto, la campaña de vacunación continúa firme: en los últimos siete días, se aplicaron más de un millón de dosis en el país. Sin embargo, el ritmo podría reducirse si en la próxima semana no ingresaran nuevos cargamentos y empezara a escasear nuevamente el stock disponible. A la fecha, se recibieron y distribuyeron más de 7.200.000 vacunas en total (incluyendo Sputnik V, Covishield, Sinopharm y las recibidas por el mecanismo COVAX). De estas, 5,8 millones fueron aplicadas a casi 5 millones de personas, de quienes el 87% recibió una única dosis y el 13% restante ambas aplicaciones.

Sin embargo, teniendo en cuenta la ralentización en el ingreso de vacunas, la demora en hacer efecto de las inyecciones y la rápida suba de la ocupación de camas de terapia, el Gobierno decidió retornar a las restricciones a la movilidad. Las medidas concretas están en discusión permanente, y hasta ahora solo incluyeron limitaciones a la circulación nocturna y al uso del transporte público, aunque no impidieron la realización de ninguna actividad productiva ni comercial. No obstante, es probable que se endurezcan las limitaciones en los próximos días.

La intención detrás de este cambio de enfoque respecto al 2020 es no afectar tanto a la economía, considerando varios puntos. En primer lugar, el hecho de que estamos en un año electoral, por lo que cada puesto de trabajo perdido podría significar un voto menos en lo inmediato. En segunda instancia, la previsión de que la actividad ‘no soportaría otra cuarentena estricta’, tal como afirman desde el Ministerio de Economía. Por último, el fenómeno de incremento de tenencia de efectivo ocurrido durante el año pasado no se repetiría, por lo que este año una importante inyección de pesos para financiar transferencias como el IFE y el ATP generaría un incremento mayor de la inflación, licuando el salario real y el consumo de los hogares.

Este efecto novedoso sobre el nivel de actividad preocupa dentro y fuera del gobierno. Dicho de otro modo, las restricciones que afectaron directamente a la economía en 2020 serían menores en 2021, pero el efecto indirecto de la emisión monetaria podría ser mayor, dado que se “suma” al del año pasado. Además, los rubros que no lograron recuperar su facturación durante el “veranito estacional” del virus, se enfrentarán a un panorama difícil para los próximos meses. Considerando todos estos factores, pero también el hecho de que la actividad económica subió más de lo esperado en enero, mantenemos nuestra proyección de que el PBI experimentará un rebote de 6% en promedio durante 2021.

Deuda pública 2020: reestructuración, pero también récord sobre PBI

En 2020, se reestructuró la deuda pública en divisas bajo ley local y extranjera con acreedores privados. Sin embargo, a pesar de este acuerdo, que descomprimió el perfil de vencimientos del Tesoro Nacional en el corto plazo, el ratio deuda total-PBI alcanzó un máximo desde 2004 (118%), al ubicarse en 103,7%, saltando alrededor de 14,2 p.p. en relación con 2019.

Esta dinámica, que podría sonar contradictoria a priori, se explica por tres grandes motivos. Por un lado, porque la reestructuración no implicó una quita significativa de capital (2%), en tanto los intereses pasaron de 6,1% promedio ponderado anual a 3,1% en el caso de la deuda ley extranjera y de 7,6% a 2,4% en la deuda ley local: el foco no estuvo en relajar las obligaciones, sino en estirar y normalizar el cronograma de pagos.

En segundo lugar, obedece a que el Tesoro incrementó significativamente su déficit durante el año pasado, producto de la pandemia y la crisis económica que provocó. Si bien casi 9 de cada 10 pesos del rojo financiero (es decir, el saldo primario más los pagos de intereses) se solventaron con emisión, el Palacio de Hacienda también colocó deuda por casi ARS 4 billones (15% del PBI) en pos de refinanciar vencimientos de capital, canjear Letras de corto plazo por instrumentos más largos, realizar aplicaciones financieras (préstamos a privados y organismos públicos con problemas de liquidez) y dar salida a fondos del exterior que presionaban las cotizaciones de tipo de cambio paralelo. A la vez, se recibieron desembolsos de Organismos Internacionales por casi USD 3.300 millones que incrementaron los pasivos del sector público. Resultado de todas estas colocaciones -netas de vencimientos-, la deuda pública total aumentó poco más de USD 12.500 millones en 2020 (+3,9% i.a.).

Por último, responde a que el PBI en dólares -denominador del ratio deuda-PBI- cayó casi 15% durante el año pasado. El desplome de la actividad que trajo la pandemia y la cuarentena (-9,9% i.a.) y la suba de 4,5% del tipo de cambio real bilateral con Estados Unidos provocaron este fuerte deterioro que ayudó al salto del cociente analizado. Esta dinámica ya había sido particularmente importante en 2018 y 2019, cuando el numerador (la deuda pública total medida en moneda extranjera) se había mantenido virtualmente estable (+3,6% y -2,7%, respectivamente), a pesar del cambio de acreedor que reemplazó pasivos intra-sector público y con el sector privado por el préstamo del FMI, pero el PBI en divisas se derrumbó casi 30% producto de los sucesivos saltos cambiarios. De esta forma, a pesar de que la deuda pública total avanzó “solo” 4,7% entre 2017 y 2020, resultado del desplome de 40,2% del PBI en dólares, este cociente prácticamente se duplicó, al pasar de 56% en 2017 a 104% al cierre del año pasado.

El indicador deuda pública-PBI es particularmente relevante para los inversores: permite comprender rápidamente cuánto representa el stock de pasivos del Tesoro en relación con el flujo de producción anual de una economía y, de esta forma, dimensionar los esfuerzos que debe hacer un país para repagar en tiempo y forma sus compromisos. Ahora bien, como se desprende del breve recorrido antes mencionado, este indicador es sumamente volátil. Por lo tanto, corresponde matizar su análisis con otros datos.

En este sentido, aparecen algunas variables que permiten ser menos pesimistas. En primer lugar, sobresale que buena parte de la deuda pública está en manos de otros organismos del Estado -por caso, el Banco Central y la ANSES-, de modo que la deuda relevante -aquella que excluye los pasivos intra-sector público y es más exigente de refinanciar- equivale al 62% del PBI, porcentaje sensiblemente menor que la deuda total, y por lo tanto de menores riesgos.

Por otro lado, y no menor, el perfil de vencimientos con acreedores privados en moneda extranjera se descomprimió durante el año pasado, y el horizonte inmediato aparece más despejado. En este sentido, sobresale que el Estado Nacional deberá pagar “solo” USD 200 millones a acreedores privados en 2021 y USD 1.500 millones en 2022. Si bien el desplome de 65% de las Reservas netas en 2020 provoca que estos valores representen más de un tercio de estas, y no sean un porcentaje irrelevante, la relajación acordada durante el año pasado fortaleció la posición del Estado Nacional.

Ahora bien, de este análisis faltan algunas partes centrales: los acreedores privados no son los únicos tenedores de deuda del Estado Nacional, también hay compromisos con el FMI y otros organismos multilaterales de crédito. En este sentido, los vencimientos de USD 10.000 millones en 2021 y de USD 21.500 millones en 2022 (el doble y el cuádruple de las Reservas netas actuales) con éstos parecen demasiado exigentes para una economía tan debilitada como la Argentina. En consecuencia, también hay problemas de corto plazo, y es necesario renegociar el pasivo con el FMI y el Club de París -dos entidades con casi los mismos accionistas-. Las intenciones de lograr un nuevo acuerdo que extienda los pagos durante veinte años no parecen muy promisorias: según el propio estatuto del Fondo, el plazo máximo de un Extended Fund Facility (el tipo de acuerdo buscado por las autoridades) es de diez años. A la vez, para lograr estos mayores plazos son necesarias mayores condicionalidades. Concretamente, reformas estructurales: laboral, previsional y fiscal, algo que no pareciera estar en la agenda del gobierno -menos en un año electoral y de pandemia-. Todavía resta conocer el resultado final de las negociaciones, pero el tiempo no parece jugar de nuestro lado: la segunda ola de Coronavirus y los vencimientos se acercan sin traer avances importantes en las negociaciones.

Siguiendo estos números, se explica por qué, a pesar de la mejora del perfil de vencimientos, el riesgo país argentino no se redujo sensiblemente luego de la reestructuración de la deuda y continúa por encima de los 1.500 puntos básicos, un valor que nos aleja de los mercados internacionales de crédito. En 2021, es probable que el cociente deuda-PBI se reduzca, no tanto por una mejora en el numerador, sino por el rebote económico que vendría acompañado de un tipo de cambio oficial que se abarata, es decir, por el efecto de un PBI en dólares que se recupera. Sin embargo, sin un acuerdo con el FMI y el Club de París que permita postergar los pagos y sin una recuperación importante de las Reservas netas, este avance no resolverá por sí solo el acceso al crédito en una magnitud que nos permita afrontar los vencimientos que, hacia fin de año, estarán prácticamente al caer.

A la espera de medidas, la vacunación se acelera, pero también los contagios

La campaña de vacunación contra el Covid-19 ya alcanzó al 7,4% de la población sudamericana (y 4,85% de la mundial), pero la segunda ola que azota al continente es cada vez más difundida. El rápido alza de los casos que se vio en Brasil ya abarca a todos los países de la región, con excepción de Bolivia. La causa de la difusión de los contagios debe buscarse en la estacionalidad propia del virus, que se esparce más rápido con la llegada del otoño y el invierno.

En Argentina, se recibieron más de dos millones de vacunas en la última semana, por lo que se cuenta con más de 7.000.000 de dosis en total (incluyendo Sputnik V, Covishield, Sinopharm y las recibidas por el mecanismo COVAX). De las dos millones de inyecciones recibidas, un millón se repartió a las jurisdicciones subnacionales que aplicaron algo más de 600.000. En este sentido, la distribución y aplicación fueron más lentas en la última semana, lo que daría margen para seguir aplicando en los próximos días, independientemente de que se reciban o no nuevos cargamentos. En total, 5,9 millones de vacunas fueron distribuidas a las provincias y la CABA y 4,4 millones ya fueron administradas, considerando a 3 millones de personas con una única dosis y cerca de 700 mil con ambas inyecciones. Esta última cifra permaneció invariante desde el informe previo, ya que se definió, por iniciativa del gobierno nacional, postergar la aplicación de la segunda dosis, con la intención de maximizar el número de personas que reciban la primera aplicación.

El ritmo de inmunización volvió a crecer en la última semana (fue 30% superior en comparación con la anterior), luego de una quincena a la baja. A pesar de eso, el aumento de los casos no da respiro e implicó incluso al presidente de la Nación Alberto Fernández. Su contagio no erosiona la fiabilidad de las vacunas, que reducen la probabilidad de cursar la enfermedad, pero no la anulan. Dicho esto, vale remarcar que el agravamiento sanitario sí está motivando el retorno de medidas de restricción a la circulación. Hasta ahora, las mismas no implicaron mayores trabas, y continúan en discusión, tanto al interior del Frente de Todos como con la oposición. Por caso, desde el Ministerio de Economía nacional consideran que la actividad doméstica ‘no soportaría otra cuarentena estricta’, mientras que otros referentes del mismo espacio abogan por mayores cierres. Por su parte, la Ciudad de Buenos Aires pretende no aumentar las restricciones, debido al gran porcentaje de su actividad económica que se explica por la provisión de servicios (apenas el 15% de su producción es de bienes, mientras que a nivel nacional alcanza a más de un tercio del total) y a su proporción de vacunados por encima de la media nacional (11,5% contra 8,1%).

A la espera de medidas, todavía es incierto el impacto directo e indirecto que tendrá la pandemia sobre la actividad económica. A pesar de la incorporación de protocolos en muchas actividades, existen rubros con fuertes dificultades para operar en temporada de aumento de contagios (principalmente aquellos vinculados con el turismo y la recreación). Por lo pronto, mantenemos nuestra proyección de que el PBI experimentará un rebote de 6% en el 2021.

En marzo, volvió a incrementarse el flujo comercial con Brasil

La pandemia de Covid-19 continúa azotando al mundo y golpea más fuerte que nunca en Sudamérica. Sin embargo, muchas actividades que se vieron virtualmente detenidas el año pasado, hoy crecen a buen ritmo. El comercio global de bienes es un buen ejemplo de ello. De esta forma, a pesar de estar en el peor momento en términos sanitarios de toda la pandemia, Brasil registró en marzo de 2021 un nivel de importaciones que no se observaba desde octubre de 2013 (más de USD 23.000 millones) y el mayor flujo de comercio con Argentina desde agosto de 2018 (algo por encima de USD 2.000 M). Este monto trepó 26% i.a., producto de ventas brasileñas a nuestro país por casi USD 1.100 millones (+42% i.a.) y compras con origen argentino por más de USD 900 millones (+12% i.a.). Así, el saldo comercial fue deficitario en cerca de USD 180 millones, volviendo al terreno negativo luego de dos meses de superávit. Este dato contrasta con marzo del 2020, cuando la balanza fue favorable para Argentina en USD 50 millones.

Con el primer trimestre finalizado, el saldo comercial con nuestro principal socio se ubica apenas por debajo del cero (-USD 30 millones), con exportaciones por encima de los USD 2.500 millones (+16% en comparación con el primer cuarto del año pasado) e importaciones por poco más de USD 2.600 millones (+21% i.a.). Estas cifras reflejan la rápida recuperación de las economías de ambos países. A la vez, están influidas por la compra de soja que realizó el país vecino para cumplir con montos pactados en contratos de exportación, debido a la mala cosecha.

En simultáneo, al analizar detalladamente la evolución del comercio con Brasil surgen dos motivos de alerta. En primer lugar, la elevada elasticidad de nuestras importaciones: con un crecimiento interanual de la actividad económica que podría ubicarse en la zona del 8% en marzo, el alza de las compras externas con origen brasileño quintuplicó a esta cifra. Esta característica de nuestra matriz productiva podría ponerle techo a la recuperación, si la escasez de divisas obligara a devaluar o a restringir aún más la entrada de productos a nuestro país. Por otra parte, el ritmo de crecimiento de las importaciones brasileñas en el mes no estuvo dinamizado por nuestros productos, que crecieron a una velocidad muy por debajo de la media, sino por ventas chinas y estadounidenses, principalmente. De esta forma, aunque nuestras exportaciones aumentan, nuestra participación en el mercado del gigante sudamericano retrocede, ubicándose en valores históricamente bajos. Por caso, en el primer trimestre del año los productos argentinos estuvieron por debajo del 5% de las importaciones brasileñas, cuando este ratio se ubicó siempre por encima de 6% hasta 2019.

En un momento en que las relaciones comerciales del MERCOSUR se tensaron, fortalecer el vínculo con la demanda brasileña sería una buena noticia para que ambos países agranden sus escalas de producción. Este argumento se refuerza si tenemos en cuenta que el bloque (y, sobre todo, este país) es el principal demandante de nuestras Manufacturas de Origen Industrial, en particular las relacionadas con el complejo automotriz, que generan empleo privado formal y encadenamientos al interior de la industria local, beneficiadas por el libre comercio intra-zona.

Proyectamos que este año nuestras ventas con este destino crecerán alrededor de 15%, teniendo en cuenta que la industria liderará la recuperación de la economía brasileña. Este crecimiento puede convertirse en un motor para la economía doméstica, traccionando no solo a la producción de transables, si no también aportando divisas para consolidar la calma cambiaria.

La segunda ola ya comenzó en Argentina

La campaña de vacunación contra el Covid-19 ya alcanzó al 6,2% de la población sudamericana, pero el continente se encuentra atravesando una nueva ola de contagios. Esto se debe, entre otras cosas, a la estacionalidad propia del virus, que se esparce más rápido con la llegada del otoño y el invierno. Así, los casos diarios se encuentran en ascenso en Brasil, Colombia, Perú, Chile, Venezuela, Paraguay y Uruguay, además de en nuestro país.

En Argentina, se recibieron 5.250.000 vacunas (incluyendo dosis de Sputnik V, Covishield, Sinopharm y las recibidas por el mecanismo COVAX). 4,9 millones de estas fueron distribuidas a las provincias y la CABA y 3,7 ya fueron administradas, por lo que hay 2,3 millones de personas con una única dosis y cerca de 700 mil con ambas inyecciones. El ritmo de inmunización volvió a desacelerarse en la última semana (-29% respecto a la anterior) debido a la baja disponibilidad de vacunas. Por este motivo y por el agravamiento de los contagios (por caso, aunque influido por un cambio en la modalidad de carga, el 29/3 hubo récord absoluto de tests positivos en CABA) se definió desde el Ministerio de Salud de la Nación que se vacunará con una única dosis y se diferirá hasta 3 meses la segunda tanda.

De la mano del aumento de los casos, retornaron las medidas sanitarias para paliar la pandemia. Hasta ahora, el Gobierno definió cerrar las fronteras terrestres y decretó el teletrabajo para los empleados estatales, además de instar a los privados a adoptar esta modalidad. Además, algunos mandatorios provinciales implementaron restricciones adicionales, como la suspensión de actividades de 2 a 6 am en Buenos Aires. Por la propia dinámica del virus y el bajo grado de inmunización alcanzado (se vacunó algo más que la media regional, pero muy por debajo de los países que están logrando detener los contagios), esperamos que estas medidas no sean suficientes para contener los casos diarios. De esta forma, proyectamos que se aplicarán más restricciones a la circulación, aunque se intentará evitar restringir las actividades productivas.

En consecuencia, independientemente de la cuantía del impacto sanitario, el virus tendrá un impacto económico moderado: afectará principalmente a las actividades turísticas y recreativas, pero no impactará fuertemente en la producción de bienes. De esta manera, mantenemos nuestra proyección de que el PBI experimentará un rebote de 6% en el 2021.

El primer trimestre cerró con rollover por encima de 100%, relajando pagos de abril

En el día de hoy, el Tesoro realizó una colocación por más de ARS 85.000 M en tres instrumentos de corto plazo: una Letra a descuento -tasa fija-, una a tasa variable y una ajustada por inflación. Con este endeudamiento hará frente principalmente al pago de Letras el próximo miércoles. Así, Hacienda habrá concluido marzo con un rollover (endeudamiento como porcentaje de los pagos de capital e intereses realizados) en torno a 110%. En el acumulado al primer trimestre, este ratio asciende a 115%, dejando un financiamiento neto superior a los ARS 90.000 M.

Además, se realizó un canje de más de ARS 200.000 M del Bono T2X1, pagadero en abril, por tres instrumentos con ajuste por CER y vencimientos en 2022 y 2023. De esta forma, se relajaron significativamente las necesidades financieras del próximo mes, que eran superiores a los ARS 400.000 M. Si consideramos el monto de este Bono que fue refinanciado, el porcentaje de rollover anual se mantiene por encima del 100%.

En lo que hace a los pagos en dólares, sigue sin haber un acuerdo cerrado con el FMI. Sin embargo, el monto de Derechos Especiales de Giro (DEGs) que emitirá el Organismo será mayor a lo que esperábamos, lo que hará que lleguen a nuestro país el equivalente a USD 4.400 M (magnitud comparable al total de reservas netas). Así, aunque aún no se conoce cuándo ingresará esta transferencia ni en qué se aplicará, las necesidades de otras fuentes de financiamiento serán menores a las que esperábamos previo a este anuncio.

En el cuarto mes del año deberán pagarse, además del monto residual del T2X1, intereses del TO26, TO21, TO23 y AA22, entre otros. Por este motivo, se programaron tres licitaciones para los días 15, 21 y 28 de abril.

De la mano de los precios internacionales, el resultado comercial se mantuvo positivo en febrero

En febrero, la balanza comercial de bienes volvió a mostrar un superávit de más de USD 1.000 millones, arrojando un comportamiento muy similar al mes previo. Con este dato, el resultado acumulado en el primer bimestre del 2021 superó los USD 2.100 millones. Este monto, aunque un 4,5% inferior al de igual período de 2020, aportó divisas al Banco Central, que realizó pagos de deuda e intervino en los tipos de cambio paralelos.

En el segundo mes del año, las exportaciones crecieron 9,1% i.a., rozando los USD 4.800 millones, mientras que las importaciones treparon 16,4% i.a., superando los USD 3.700 millones. En una primera lectura, estos números lucen muy positivos: el flujo de comercio se encuentra en niveles superiores a los pre-pandémicos, producto de un acelerado crecimiento de las ventas externas y una rápida recuperación de las compras. Sin embargo, es importante destacar que el alza de los envíos al resto del mundo fue consecuencia exclusivamente de la suba de los precios internacionales de los commodities, ya que mientras el precio ponderado de nuestras exportaciones creció 14,2% en comparación con el último febrero, las cantidades enviadas se redujeron 4,5% i.a. Los precios de nuestras ventas estuvieron impulsados por las Manufacturas de Origen Agropecuario (MOA), que subieron un 27,3% i.a., aunque los productos primarios y las Manufacturas de Origen Industrial (MOI) también se encarecieron algo más de 7% i.a. A su vez, las importaciones se abarataron un 2,2% i.a., haciendo que el cambio de precios fuera responsable de dos tercios del saldo favorable del mes. En el acumulado anual, más de la mitad del superávit responde a este efecto.

Más allá de estas buenas noticias, preocupa la disminución de ventas de MOI (-6,8% i.a. en cantidades, -0,2% i.a. en valor), que acumula 15 meses consecutivos en terreno negativo. Este segmento es el que dinamiza más empleo y valor agregado local, pero fue el más golpeado por la pandemia en 2020, afectado por la crisis sanitaria y económica de Brasil (su principal destino) y las restricciones a la producción locales. Sus perspectivas para este año fueron empeorando en los últimos meses con el deterioro de las proyecciones de actividad en el país vecino y el agravamiento de su situación respecto al virus. Para peor, la tensa cumbre virtual realizada por los treinta años del MERCOSUR no dio señales de que las relaciones diplomáticas vayan a favorecer el comercio intra-bloque.

Al analizar las importaciones la mirada optimista retorna, ya que las mismas estuvieron impulsadas por la adquisición de bienes de capital (+42,4% i.a.) y sus piezas (+19,8% i.a.), además de por la demanda de autos livianos (+28,1% i.a.), dando cuenta de la recuperación de la actividad económica local. Por su parte, los bienes intermedios también mostraron un avance respecto al mismo mes de 2020 (+16,1% i.a.) mientras que los bienes de consumo fueron el rubro que mostró menor dinamismo (+1,8% i.a. en valor, +0,8% i.a. en cantidades), probablemente limitado por las restricciones a las importaciones. Aunque un aumento de estos controles podría abortar la recuperación económica, el nivel agregado de compras externas no parece haberse visto resentido en el mes. Que este endurecimiento de las trabas al comercio se materialice o no dependerá de las ventas al exterior, pero también del ingreso de dólares por el canal financiero (desembolsos de Organismos Internacionales, emisión de DEGs del FMI y otros) y las intervenciones en el mercado paralelo que realicen el Banco Central y otros organismos públicos.

Para 2021, proyectamos que el superávit comercial se ubicará en torno a los USD 13.000 millones, siendo levemente mayor al saldo positivo del año previo (USD 12.500 millones). Sin embargo, esta mejoría estará debida íntegramente al efecto de los precios, por lo que podría ser de un carácter transitorio y no marcar un incremento duradero.

Inflación: de consejos, poetas y magos

La inflación es un problema multicausal. Debemos abordarlo de modo integral con políticas macroeconómicas consistentes y sostenibles y con diálogo social que permite estructurar acuerdos de mayor alcance. (…) Hemos iniciado una mesa de concertación de precios y salarios junto al sector empresario y sindical. El diálogo va a contribuir en el proceso de desinflación. (…). Alberto Fernández, apertura de sesiones ordinarias del Congreso.

 

La inflación es indudablemente un problema macroeconómico. Por esto, su ataque requiere el uso de herramientas de esta índole, como el manejo de la tasa de interés, la cantidad de dinero o el tipo de cambio. Los programas de abordaje integral de las variables que afectan a toda la economía y se implementan para reducir la inflación se conocen como planes de estabilización. En ellos, se introduce un enfoque de mediano plazo sobre la evolución de las cuentas fiscales, monetarias y cambiarias, para desacelerar el aumento de los precios.

El ministro de Economía, Martín Guzmán, es muy consciente de esto. En cada una de sus apariciones públicas, alude al plan macroeconómico consistente que desacelerará paulatinamente el ritmo inflacionario: el déficit fiscal se irá reduciendo y su financiamiento requerirá cada vez menos emisión monetaria, mientras que el endeudamiento público se volverá mayoritariamente en pesos. De esta forma, el Tesoro no presionaría sobre las reservas del BCRA, mientras que un tipo de cambio real competitivo fomentaría las exportaciones aportando divisas. En sus propias palabras, “la inflación es un problema multicausal, no solo se arregla frenando la emisión monetaria sino también con el aumento de las exportaciones, solucionando el problema del déficit fiscal y con cuestiones de comportamiento“. Incluso, muchos de sus colaboradores más cercanos son especialistas en inflación y planes de estabilización.

Si esta lectura es prácticamente un consenso dentro y fuera del Palacio de Hacienda, entonces ¿por qué se discuten los precios en mesas sectoriales? ¿cuál es el rol de los acuerdos de precios y salarios?

Un elemento crucial de los mencionados planes de estabilización es el manejo de expectativas. Si los precios surgen de la interacción de todos los agentes de la economía, cuál es la inflación esperada por cada uno de ellos importa. Para poner ejemplos concretos, un comerciante intenta acertar cuál será el precio de reposición de su mercadería en el futuro a la hora de remarcarla. De la misma manera, los productores de bienes se preguntan por el aumento que le propondrán sus proveedores a la hora de pactar contratos con sus clientes. Los sindicatos pedirán aumentos de salarios teniendo en cuenta cómo aumentará el costo de vida de sus afiliados, quienes a su vez estarán pendientes de estos acuerdos cuando se sienten a negociar el alquiler de sus viviendas.

Cuando un plan de estabilización es desestimado por todos estos actores, el esfuerzo que debe hacer el Estado se incrementa, ya que debe sobreactuar el ajuste fiscal-monetario, aumentando el costo para la actividad económica. Por el contrario, si el aumento pretendido por el Gobierno es incorporado como previsión por empresarios y trabajadores, las políticas contractivas no son necesarias. Entonces, ¿se encuentran hoy en día alineadas las expectativas del Gobierno, los empresarios y los trabajadores?

El Presupuesto para 2021, hoja de ruta del plan económico de Guzmán, postula que la inflación será de 29%, pero el promedio de los consultores relevados por el Banco Central cree que alcanzará el 48%. Mientras tanto, encuestas telefónicas privadas (no a analistas especializados, sino a la población en general) ubican el alza de precios esperada en torno al 45%, a la vez que señalan que la inflación es la principal preocupación de la sociedad. Por este motivo entran en escena los acuerdos sectoriales, los precios cuidados y otras herramientas, todas consideradas dentro del grupo denominado ‘políticas de ingresos’. Este tipo de medidas son la estrategia que tiene el Gobierno para convencer a la gente de que cumplirá con su objetivo inflacionario.

En este sentido, la creación de mesas sectoriales de negociación para buscar consensos respecto a los aumentos de precios se vuelven un elemento muy importante del plan, de la misma forma que la participación del Estado en las discusiones salariales. En el primero de estos aspectos, ya se realizaron encuentros con representantes de la industria alimenticia y la construcción, y se espera que el sector de electrodomésticos sea el siguiente en la lista. Por el lado de los trabajadores, la articulación gubernamental propició que algunas paritarias cierren en valores apenas por encima de la inflación presupuestada (docentes, encargados de edificio, bancarios y trabajadores de luz y fuerza, por nombrar solo a algunos).

Las políticas de ingresos intentan guiar la coordinación de las expectativas hacia una inflación más baja, para resolver de forma no conflictiva los problemas macroeconómicos que subyacen al aumento sostenido de precios. Así, el abordaje que se hace de este fenómeno incluye la reducción del déficit y la emisión monetaria (dentro de los límites que impone la pandemia), pero también la intervención directa gubernamental en la formación de precios. Estas políticas no son una novedad del intento de estabilización actual, sino que fueron utilizadas en muchas experiencias (exitosas o no) de desinflación.

El desafío planteado por el Gobierno es uno muy difícil. Para que encuentre su rumbo, será importante mantener las políticas de ingresos: ningún plan de Gobierno es viable si la gente descree de él (menos, en un año electoral). Pero también será vital no reposar únicamente en ellas y esperar que la inflación descienda únicamente como fruto del diálogo. En este sentido, el equipo económico deberá tener en cuenta una vieja clasificación de la literatura especializada: los economistas ortodoxos no utilizan políticas de ingresos, los que las incluyen se consideran heterodoxos; quienes piensan en estabilizar sólo con políticas de ingresos son poetas o magos. Y los problemas económicos que acumuló Argentina en la última década requieren algo más que un poco de magia.

Por Joaquín Waldman, analista de Ecolatina

Esta nota salió publicada en Ámbito el 19/03/2021

Por falta de vacunas, se redujo el ritmo de aplicaciones en Argentina

En la última semana, se descartaron las sospechas que había sobre potenciales riesgos asociados a la vacuna de AstraZeneca y Europa anunció que volvería a utilizarla. De esta forma, continúa la campaña de vacunación global, que ya abarca al 3,5% de la población del mundo. Sin embargo, muchos países están incrementando las restricciones a la movilidad, ya que el grado de inmunización artificial no es todavía suficiente para evitar nuevas olas de contagios.

A nivel regional, los casos siguen creciendo en Brasil, Uruguay, Paraguay y Chile, a pesar de que en este último ya se vacuno el 30% de la población con al menos una dosis. Este agravamiento de la pandemia en Sudamérica alerta sobre las perspectivas para nuestro país y motiva los desincentivos a viajar al exterior que están siendo impulsados desde el Gobierno (aunque por ahora no tomaron forma de prohibiciones).

A escala doméstica, se aplicaron vacunaron más de 3,2 millones de vacunas. Así, 2,6 millones de personas (5,7% de la población) recibieron aunque sea una inyección, de las que 620.000 (1,4%) obtuvieron ambas dosis. En la última semana el ritmo de vacunación se desaceleró, ya que empezaron a agotarse las dosis recibidas. Sin embargo, ayer llegó una nueva carga de Sputnik V, por lo que en total se recibieron casi 5 millones de dosis de todas las vacunas. Además, en lo que queda de esta semana saldría un nuevo vuelo hacia Rusia y tres hacia China en busca de vacunas.

De acuerdo con la evolución observada en países vecinos y la estacionalidad propia de la enfermedad, Argentina no evitaría una segunda ola de contagios. Sin embargo, las restricciones serían menores a las implementadas en 2020. Así, el impacto del virus sobre la actividad económica será más reducido y el Producto experimentará un rebote de alrededor de 6% con una elevada disparidad entre sectores: las actividades vinculadas con la producción de bienes y la construcción crecerán por encima del promedio, mientras que aquellas relativas al turismo y la recreación serán las más golpeadas. En los últimos días se conocieron dos datos que refuerzan esta perspectiva: los gastos de capital (que incluyen a la obra pública) crecieron 78% i.a. en términos reales en febrero, mientras que los viajeros hospedados en establecimientos hoteleros y parahoteleros disminuyeron en 56% i.a. en enero.

Hacienda colocó nuevas Letras para pagar BONCERs y vuelve a obtener financiamiento neto

En el día de hoy el Tesoro volvió a salir al mercado a fondearse de cara al pago de intereses de bonos vinculados a la inflación (TX23 y TX24). Los instrumentos con los que retiró liquidez de la plaza fueron tres letras, dos pagaderas en algo más de 5 meses (una a tasa fija y otra a tasa variable, ambas con vencimiento el 31 de agosto) y una a cancelar en febrero del año próximo (actualizable por el coeficiente CER).

Esta fue la sexta oportunidad del año en que Hacienda buscó financiamiento y en todas se llevó más dinero que el pretendía rollear. En esta ocasión, tomó más de ARS 30.000 millones, cuando los pagos que deberá efectuar en los próximos días representan algo más de ARS 5.000 millones. En este sentido, vale recordar que ya había obtenido financiamiento neto la semana pasada (ARS 70.000 millones) y hará una nueva licitación la entrante.

En lo que va del año, los pesos captados ascienden a más de ARS 165.000 millones, un monto superior al déficit primario que se acumularía en el primer trimestre. Este comportamiento responde a que el Ministerio de Economía está buscando cubrir -aunque sea parcialmente- sus compromisos de abril, cuando vencerá el T2X1 por más de ARS 270.000 millones, evitando recurrir al financiamiento monetario.

Respecto a los vencimientos en moneda dura, cada vez parece más lejana la posibilidad de firmar un acuerdo con el Fondo antes de mayo, cuando deben pagarse USD 2.400 M (algo más del 50% de las Reservas Netas) al Club de París. Este pago podría postergarse hasta fines de julio, a la espera del ingreso de Derechos Especiales de Giro (DEGs, la moneda del Fondo), con los que podría cancelarse la última cuota de dicho préstamo.

La próxima licitación está programada para el lunes 29 y estará calzada con los vencimientos de SM311 y S31M1, que se pagarán el 31 del corriente mes.