El contexto internacional en 2019

Argentina, un país dependiente

La economía argentina ha repetido muchas veces el mismo ciclo: atraso cambiario con endeudamiento, expansión de la actividad económica con creciente déficit externo que desemboca en una crisis de balanza de pagos cuando se revierte el ingreso de capitales foráneos. Esto produce un fuerte salto cambiario que acelera la inflación y provoca significativas pérdidas de poder adquisitivo de la población, lo que lleva a una brusca recesión que termina recomponiendo el equilibrio externo. La llamada “restricción externa” ha marcado los tiempos económicos y políticos del país durante varias décadas y es un recordatorio de la importancia de generar divisas genuinas (provenientes del comercio internacional y la inversión extranjera directa) para sostener el crecimiento.

De esta forma, resulta interesante analizar cómo el contexto internacional podría moderar o intensificar la restricción externa, lo cual afectará la solidez y solvencia argentina de cara al 2019. En este sentido, se destacan tres variables claves: precios de los commodities agrícolas, tasas de interés y crecimiento de la economía mundial.

Buenas y malas noticias

En su reciente anuncio, la Reserva Federal norteamericana oficializó su última suba de tasas del 2018 y dejó la puerta abierta para dos incrementos adicionales para el año que viene. Si bien esto plantea una política monetaria contractiva más moderada (la mitad respecto a las cuatro subas aplicadas este año), no será inocua para la economía argentina que todavía requiere acceso al financiamiento externo.

La suba de tasas incrementará el costo y reducirá la disponibilidad de crédito en los mercados. Pese a que el año que viene las necesidades financieras en moneda extranjeras se encuentran prácticamente cubiertas por desembolsos del FMI, en 2020 el Tesoro tendrá que salir a colocar bonos soberanos para hacer roll-over de los vencimientos de la deuda pública. Además, los mayores rendimientos en la economía norteamericana resultarían en una apreciación del dólar que podría presionar a la baja el precio de las commodities. Y la suba de tasas norteamericanas afecta las proyecciones de crecimiento de la economía mundial, con su consecuente efecto negativo sobre la demanda de alimentos. De esta forma, los ingresos por exportaciones argentinas podrían verse impactados por ambas vías (precios y cantidades).

A este contexto internacional se le suma la guerra comercial entre China y Estados Unidos. Si bien se logró una suerte de impasse tras el G20, nada garantiza que ambos países no retomen su actitud beligerante en el corto plazo, generando una atmósfera de incertidumbre y volatilidad que afectaría al comercio internacional (ambas explican más del 20% del intercambio global).

Sin embargo, podrían llegar buenas noticias desde Brasil. El mayor dinamismo esperado para su economía, sumado a una posible apreciación del Real, favorecerían una mejora en el intercambio bilateral. De todas formas, preocupa la posición que adoptará el país vecino en cuanto al Mercosur, aunque resulta difícil pensar en una ruptura en el corto plazo.

Sin viento de cola para 2019

En conclusión, el contexto internacional relevante para nuestro país no luce favorable para el año que viene: las condiciones financieras internacionales serán algo más restrictivas y no esperamos un alza del precio de las commodities. Sin embargo, las perspectivas de crecimiento de nuestros principales socios comerciales son positivas, particularmente en Brasil.

Calma cambiaria, stress financiero (reloaded)

El tipo de cambio cerró estable en la semana previa a las fiestas de fin de año. Dicho resultado se debe principalmente a la prudencia del Banco Central de la República Argentina a la hora de flexibilizar la política monetaria. En un contexto de suba de 25 puntos de la tasa de la Reserva Federal y fuerte aumento del riesgo país (superó los 800 puntos básicos récord de la administración Macri), la tasa de Leliq aumentó marginalmente para evitar que el stress financiero contagie al mercado cambiario. Sin embargo, si el riesgo país no baja considerablemente, más tarde o más temprano la tregua cambiara conseguida gracias al segundo acuerdo con el FMI se romperá.

 

En noviembre, se acentuó el superávit comercial

Noviembre trajo consigo el tercer superávit comercial consecutivo en el intercambio de bienes. Más aún, este rozó los USD 1.000 millones, cifra no observada desde junio de 2014. La novedad es que este abultado superávit no fue producto solo de una significativa caída en las importaciones (-29,2% i.a.) sino también de un fuerte avance de las exportaciones (+14,5% i.a.).

Las ventas al exterior, beneficiadas por la mayor competitividad externa (el tipo de cambio real multilateral experimentó una mejora de casi +37% i.a. en noviembre) treparon 13% i.a. en cantidades. De hecho, es el primer mes en que todos los rubros de exportaciones muestran crecimientos en volúmenes, habiendo dejado atrás el efecto negativo de la sequía que afectó los envíos de productos primarios y manufacturas agropecuarias. A esto se sumó un mínimo avance de los precios de exportación (+1,2% i.a.).

En cuanto a las importaciones, estás profundizaron su dinámica contractiva en un entorno de fuerte recesión y depreciación cambiaria. Los volúmenes se desplomaron un notable 34% i.a. (cifra que no se observa desde el año 2009) constituyéndose en el tercer mes consecutivo de caída en las cantidades importadas de todos los rubros. Los aumentos de precios de las importaciones (casi 8% i.a.) evitaron una mayor caída de las compras externas.

Por último, para diciembre se espera que persista el superávit, explicado por un nuevo avance de las exportaciones y una caída en las importaciones. Si bien esta última podría verse acrecentada por el reciente desplome del precio del petróleo, una base de comparación no tan alta en diciembre de 2017 moderaría la caída. De esta forma, el 2018 cerraría con un déficit por debajo de USD 5.000 millones.

Para 2019, esperamos una nueva caída de las importaciones (el PBI promediará otra caída y tipo de cambio se mantendrá competitivo) y un nuevo avance de las exportaciones gracias a la recuperación del agro, el mayor dinamismo de Brasil y el incremento en la producción de hidrocarburos. Esta dinámica redundará en un superávit comercial en torno a USD 6.000 millones.

El virus de la recesión se expande

En el tercer trimestre de 2018 el PBI retrocedió 3,5% i.a. y la contracción se hizo sentir en todas las ramas de actividad, con la excepción de Electricidad, Gas y Agua (beneficiada por los aumentos tarifarios). De esta forma, la recesión muestra un mayor alcance que el que tuvo en el segundo trimestre del año, cuando la menor actividad se debía principalmente a la caída del sector agropecuario. En este sentido, un contexto de volatilidad cambiaria e incertidumbre económica, sumado a aceleración de la inflación, pérdida de poder adquisitivo y aumento del desempleo son algunas de las causas que explican este pobre desempeño durante el tercer trimestre del año.

Entre las principales caídas se destaca la industria, con las mayores contracciones en los casos de equipos de transporte, maquinarias y plásticos. Asimismo se vislumbran los efectos directos e indirectos de la retracción mostrada por la actividad de la construcción, así como coletazos de la sequía y la caída del consumo masivo. Por el contrario, entre los sectores que lograron mantenerse en terreno positivo, las mayores expansiones corresponden a la pesca, la ganadería y la industria automotriz, las cuales se vieron beneficiadas de nuevos mercados externos y una mayor competitividad cambiaria.

De cara al 2019, las perspectivas indican que el desempeño sectorial continuará fragmentado: sectores como la actividad agropecuaria y sus ramas conexas, la minería, los hidrocarburos y el turismo mostrarán cifras positivas, mientras que actividades destinadas principalmente al mercado interno (todo lo referido a consumo masivo, industria plástica, parte de las economías regionales y construcción, entre otras) permanecerán en rojo.

Calma cambiaria, stress financiero

La tasa de interés de referencia (Leliq) se mantuvo estable en torno al 59% y el dólar de referencia cerró con una leve suba. De esta forma, la divisa sigue cerca del piso de la zona de no intervención. Pese a que el mercado cambiario permanece en calma, el stress financiero aumenta: el riesgo país subió fuerte durante esta semana superando los 750 puntos básicos (pbs), apenas por debajo del pico de 800 pbs observado tres meses atrás. Pese a que el Tesoro Nacional cuenta con fondos (desembolsos del FMI) para pagar los vencimientos de deuda en moneda dura hasta el recambio presidencial, la Argentina necesita recuperar el acceso a los mercados financieros internacionales para hacer roll-over de vencimientos en 2020. De hecho, si el stress financiero persiste, tarde o temprano terminará rompiendo la calma cambiaria existente.

En noviembre, nuevo equilibrio comercial con Brasil

En noviembre, el saldo comercial bilateral con Brasil fue equilibrado (USD -4 millones), manteniendo la evolución de los últimos meses y neutralizando así el déficit de USD 730 millones registrado en igual mes de 2017. Esta dinámica respondió a un desplome importador (-40% i.a.) y a una recuperación de las exportaciones (+12% i.a.). No obstante, considerando el salto de casi 30% i.a. que mostraron las compras brasileñas a otros países –excluida la Argentina-, la perspectiva alentadora se morigera. De hecho, como resultado de esta evolución dispar, la participación argentina en las compras brasileñas se redujo 0,8 p.p. al pasar de 6,3% en noviembre de 2017 a 5,5% en igual mes de 2018.

En el acumulado anual, el déficit en el intercambio bilateral super USD 4.100 millones, lo que implica un ahorro de más del 40% i.a. frente a los primeros once meses del año pasado (alrededor de USD 3.200 millones). Esta evolución responde a un avance exportador (+16% i.a.) y a una contracción importadora (-11% i.a.). Una vez más, al considerar el comercio del gigante del Mercosur con el resto del mundo, las mejoras argentinas se atenúan: excluyendo al intercambio bilateral, las importaciones de Brasil treparon 20% i.a. Por otro lado, al comparar la dinámica anual se observan dos etapas: una que va de enero a mayo, signada por un avance importador (+8% i.a.) que deterioró a la balanza comercial (pasó de USD -3.000 millones a USD -3.200 millones) y otra que abarca al período junio, en donde las compras a nuestro principal socio se desplomaron (-23% i.a.), lo que recortó sensiblemente al rojo (pasó de USD -4.400 millones en junio-noviembre de 2017 a USD -1.000 millones en 2018).

Para diciembre, estimamos que el intercambio permanecería equilibrado, de modo que el déficit acumularía alrededor de USD 4.200 millones en 2018, marcando un importante ahorro frente al rojo USD 8.200 millones registrado el año pasado. Por otro lado, para 2019 proyectamos una dinámica similar a la del segundo semestre de este año y las mejoras continuarían, especialmente durante la primera parte del año, cuando la base de comparación será más débil.

Octubre encadenó el segundo mes de superávit comercial

Tras el superávit comercial de bienes alcanzado en septiembre (el primero luego de 20 meses en rojo) octubre trajo consigo un nuevo saldo positivo en el intercambio con el resto del mundo, aunque muy tímido: USD 277 millones. Con exportaciones que mostraron un magro avance (+1,4% i.a.) e importaciones que se mantienen en notable caída (-18,2% i.a.), las cuentas externas sostuvieron la dinámica de ajuste, aunque no logran recuperarse de manera definitiva.

En el caso de las exportaciones, el aumento fue traccionado por un leve incremento en los precios internacionales (+1,2%) ya que las cantidades se mantuvieron en el mismo nivel en comparación a octubre de 2017 (+0,2% i.a.). De hecho, la sequía aún deja ver algunos coletazos: las colocaciones en el exterior de productos primarios mostraron una caída de 5,8% i.a. No obstante, el resto de los rubros avanzaron en la comparación interanual debido a mayores excedentes a raíz del contexto recesivo que golpea a la demanda local y una tibia recuperación de la competitividad cambiaria. Si bien la misma mejoró frente a comienzos de año, la elevada inflación y el nuevo esquema de retenciones recortaron parte de las ganancias obtenidas en agosto. En este sentido, la apreciación del Real durante el mes pasado (-8%), motivado por elecciones que comenzaban a definirse, también alentó a los envíos a ese país.

Por el lado de las importaciones, si bien la contracción en las cantidades rozó 25% i.a., el incremento en los precios (+8% i.a.) moderó esta caída y atenuó la mejora del saldo. Lo destacable es que, por segundo mes consecutivo, todos los rubros de compras al exterior mostraron un retroceso en los volúmenes. Tanto por el lado de la industria (que demanda bienes de capital, bienes intermedios y piezas) como por el lado de la demanda final (que adquiere bienes de consumo y vehículos), el menor nivel de actividad y el encarecimiento relativo de los bienes importados ya se están haciendo sentir. Paralelamente, el incremento en la producción de petróleo y gas en nuestro país no solo permitió incrementar las exportaciones sino también sustituir parte de las importaciones energéticas.

Para el último bimestre de 2018 esperamos que el terreno positivo se mantenga. Por el lado de las exportaciones los avances se acelerarían (se atenúa la incidencia agropecuario y aumenta la industrial). En cuanto a las importaciones, una base de comparación no tan alta en el mes de diciembre haría que la caída se atenuase. De esta forma, el saldo comercial cerraría el año en la zona de USD -6.000 millones, una mejora nada despreciable en comparación al rojo de 2017 (USD -8.300 millones). Asimismo, dado que las bases del superávit del último cuatrimestre se mantendrían en 2019, esperemos que el año próximo nuestro país obtenga un saldo positivo en el intercambio de bienes.

 

Vuelve el superávit comercial, pero sin mayor flujo

En 2019 volverá el superávit, pero no crecerá el flujo de comercio de bienes

En 2017, el déficit comercial de bienes alcanzó un récord de USD 8.300 millones producto de la expansión económica y el atraso cambiario. Esta dinámica se profundizó en la primera mitad de 2018, cuando el saldo negativo se duplicó en comparación a dicho período del año pasado. Sin embargo, los sucesivos saltos del dólar corrigieron esta situación: el intercambio de bienes prácticamente se equilibrará en la segunda mitad de 2018 y esperamos que alcance un superávit en torno a USD 4.500 millones el año que viene ayudado por una mejor cosecha agrícola y un mayor crecimiento de Brasil.

Pese a que esperamos una mejora de la balanza comercial de bienes, no prevemos un aumento del intercambio total (suma de exportaciones e importaciones). De hecho, el flujo del comercio pasaría de USD 126.500 millones este año a USD 125.000 millones en 2019 (-1% i.a.). Aunque esta caída sería mínima, alcanzaría 20% respecto al máximo registrado en 2011 (USD 157.000 millones).

 

Lo importante no es sólo el superávit sino también aumentar el intercambio comercial

El comercio exterior es un eje central en el proceso de desarrollo de diversos países. Por el lado exportador, las ventajas son conocidas. Por caso, vender al resto del mundo implica situarse en la frontera internacional en materia de calidad y precios, promoviendo la innovación y mejoras de productividad. Además, incrementar nuestras exportaciones permitiría ampliar la escala de producción reduciendo costos fijos.

Sin embargo, a contramano de lo deseable, las exportaciones de bienes vienen mostrando un deterioro sostenido en los últimos años: según nuestras estimaciones, entre 2011 y 2019 caerán más del 20% en dólares corrientes. Para atenuar esta contracción, es fundamental profundizar nuestros acuerdos comerciales. Si bien el Mercosur constituye una importante unión aduanera (tratado de libre comercio y política arancelaria común), nuestro país está rezagado frente al resto de la región al momento de firmar acuerdos de acceso preferencial a otros mercados. A modo de ejemplo, mientras que Chile posee tratados con el 90% del PBI global, Perú con el 80% y Colombia con el 50%, Argentina solo goza de una entrada privilegiada al 10% del PBI global.

Por otro lado, cabe destacar que para incrementar las ventas es necesario también aumentar las compras: el ingreso de insumos clave para la producción desde el exterior permite reducir costos y ser más competitivos. Además, en muchas oportunidades las preferencias económicas van acompañadas de acuerdos políticos; por lo tanto, estos tratados no solo serían deseables sino también un requisito. En este sentido, la comparación es desalentadora frente a nuestra propia historia (las compras externas caerían 18% entre 2011 y 2019) y también frente a la región. Por caso, en 2017, las importaciones de bienes de Chile implicaron más de un cuarto de su producción total, un 23% en Perú y un 20% en Colombia. En contrapartida, en la Argentina, este cociente es de 14%, solo por delante de Brasil (12%), quien posee una estructura productiva relativamente similar pero un mercado interno sensiblemente más amplio –su población más que triplica a la de nuestro país.

 

La apertura comercial es clave

Como resultado de esta magra dinámica, al comparar el flujo de comercio (exportaciones más importaciones) en relación al PBI, nuestro país ha quedado relegado. Mientras que en Chile y Perú su comercio exterior equivale a la mitad de su PBI, en nuestro país dicha cifra asciende a un cuarto (cociente similar para Brasil). Esto muestra las diferencias existentes en el grado de apertura comercial entre nuestro país y otros países de similar desarrollo. En consecuencia, estas naciones se beneficiarán en mayor medida de los avances tecnológicos y de productividad que se desarrollen a escala global –redundando en mayores tasas de crecimiento-, relegando a nuestra economía a un segundo escalón. Por ende, mientras que el flujo de comercio no se profundice, los avances locales serán de una menor intensidad al de los países más integrados al comercio internacional.

Dividido no reinarás

En el día de ayer se llevaron a cabo las elecciones legislativas en Estados Unidos. El Partido Republicano logró mantener la mayoría en el Senado. Sin embargo, perdió el control de la Casa de los Representantes (Cámara Baja). Por otra parte, habrá más estados con gobernadores demócratas al frente, aunque estos seguirán siendo minoría. Por lo tanto, a pesar de una economía pujante (proyección de crecimiento de 3,1% para este año según la FED), la “onda azul” mostró ayer que tiene todo lo necesario para dar pelea.

¿Qué significa para Estados Unidos?

 

A pesar de las expresiones victoriosas de Trump (‘Tremendous success tonight. Thank you to all!’), el resultado constituye un duro golpe para su gestión, dado que en la segunda mitad de su mandato deberá gobernar una nación más dividida y con menor apoyo político.

Concretamente, la pérdida de la mayoría en la Casa de los Representantes será un obstáculo en la agenda del Presidente, poniendo un freno a nuevas ruedas de disminución de impuestos, endurecimiento de la política migratoria o el desmantelamiento de Obamacare. Además, probablemente se impulsarán investigaciones referidas a su situación personal ante el fisco, o la supuesta interferencia de Rusia en las elecciones presidenciales de 2016. Sin embargo, un eventual juicio político no parece probable: los jueces de la Corte Suprema norteamericana se definen en la Cámara Alta, de modo que el Partido Republicano seguirá teniendo la llave.

Por último, y considerando estos comicios como una “evaluación de gestión a mitad de mandato”, podemos afirmar que Trump recibió una primera señal de advertencia de cara a su posible reelección en 2020.

 

¿Qué significa para Argentina?

 

Si bien Trump deberá enfrentar mayores obstáculos, este no será el caso de la política comercial. De esta forma, nada indica que los resultados electorales reduzcan la tensión entre China y Estados Unidos, por lo que la “guerra de aranceles” podría continuar. Paralelamente, Trump no tendría porqué levantar las sanciones impuestas sobre Irán y su producción de petróleo. Como resultado, ambos elementos seguirán impulsando los precios de la economía norteamericana, poniendo su tasa de inflación en valores en torno a los límites aceptables.

En este contexto, cabe esperar que la FED no modifique sustancialmente su política de alza de tasas, ya que la economía continuaría creciendo, el desempleo seguiría en niveles muy bajos y el aumento de precios se mantendría como una señal de recalentamiento. Como consecuencia, el Dólar seguiría experimentando presiones a la apreciación, por lo que el Peso argentino se vería afectado. Esto, sumado a los incrementos en el precio internacional del petróleo, serían una mala noticia para la inflación argentina, constituyendo una dificultad adicional para su reducción.

Más allá de que no vemos un impacto en la política de tasas, el esquema previamente programado de aumentos podría atenuar el crecimiento de la economía mundial y, consecuentemente, de la demanda de alimentos, por lo que los precios de los commodities agropecuarios (claves en las exportaciones argentinas) no experimentarían mayores avances.

Adicionalmente, tasas más altas sumarían a la dificultad de la Argentina para financiarse en el mercado privado, dinámica que se tornará necesaria a partir de 2020.

Las importaciones desde Brasil se desplomaron en octubre de 2018

El saldo de la balanza comercial bilateral con Brasil fue apenas deficitario (USD -60 millones) en octubre de 2018, mejorando sensiblemente respecto al rojo de igual mes de 2017 (USD -750 millones). De esta manera, se registró el segundo mes consecutivo con una balanza comercial prácticamente equilibrada. La importante reducción del déficit respondió a la marcada caída en las importaciones (-40% i.a.), dado que las exportaciones, si bien crecieron, no mostraron un despegue significativo (+4% i.a.).

Con estos números, el rojo acumulado en los primeros diez meses del año (USD -4.300 millones) marca una significativa mejora respecto a igual período del año pasado (USD -6.600 millones). En este caso, la evolución respondió tanto a una caída de las importaciones (-7% i.a.), como a un avance de las exportaciones (+16% i.a.). Más allá de la dinámica positiva, vale remarcar el efecto base de comparación. Por caso, si comparamos la evolución de nuestras ventas a Brasil en lo que va del año con el mismo lapso de 2015, se observa un incremento del 3%, a la par que si lo hacemos con los primeros diez meses de 2014 se registra una caída del 20%.

Para el último bimestre del año, esperamos un saldo equilibrado en el intercambio bilateral, producto de la recesión que golpea a la demanda argentina, los sucesivos saltos cambiarios ocurridos en 2018 (abaratamiento relativo de los bienes domésticos) y la posible mejora de la economía brasileña tras disiparse la incertidumbre electoral. En este sentido, proyectamos que el año cerraría con un déficit bilateral de USD -4.400 millones para nuestro país, reduciendo prácticamente a la mitad el saldo negativo registrado en 2017 (USD -8.200 millones). Asimismo, para 2019, con el influjo de capitales que estima la economía brasileña y la apreciación del Real que ese movimiento conllevará, proyectamos que la mejora del saldo persista.