Superávit comercial en febrero

En febrero, el intercambio comercial de bienes alcanzó un superávit de USD 460 M gracias a exportaciones que volvieron a crecer (3,7% i.a.) tras el impasse de enero (mes en que habían mostrado un retroceso de 4,7% i.a.) e importaciones que, a pesar de arrojar una desaceleración en su caída, continúan marcando importantes contracciones (-22,9% i.a.).

En cuanto a las ventas externas, las cantidades mostraron un avance de 6,7% i.a. que, gracias a una moderación en la baja de los precios internacionales frente a la ocurrida el mes anterior, posibilitaron que las exportaciones vuelvan a crecer. A nivel desagregado, todos los rubros mostraron incrementos en la comparación interanual.

Por el lado de las importaciones, todos los rubros mostraron caídas, destacándose la de bienes de capital (-32,6% i.a., señal del duro golpe que ha sufrido el nivel de actividad y la inversión en particular), los bienes de consumo (-28,8% i.a.) y los vehículos de pasajeros (-46,5% i.a.), estos últimos como consecuencia de la notable reducción del poder adquisitivo en dólares y la necesidad de priorizar el consumo de bienes de primera necesidad.

No obstante, cabe destacar que febrero fue el tercer mes consecutivo con un alza intermensual desestacionalizada de las importaciones. Si bien esto podría entenderse como que las compras al exterior ya habrían alcanzado su piso, lo cierto es que la estabilidad cambiaria del período diciembre – mitad de febrero posiblemente haya favorecido esta evolución. Independientemente de esa recuperación, nada quita que nuevas subas del tipo de cambio vuelvan a acelerar la tendencia contractiva de las importaciones.

Para 2019, estimamos una significativa mejora de la balanza comercial, la cual alcanzaría un superávit cercano a los USD 7.000 M, explicado por un avance exportador gracias a la recuperación del agro y sectores conexos, el dinamismo del sector energético (con las nuevas autorizaciones de exportación) y un contexto internacional que, a priori, luce algo más favorable que en 2018. Esto es producto de la recuperación esperada en Brasil (+2,5% según su consenso de mercado) y tasas de interés que no aumentarán en Estados Unidos, reduciendo la presión sobre el precio de los commodities. No obstante, la desaceleración de la economía china y europea y la reintroducción de derechos y reducción de reintegros a las exportaciones harán que el desempeño de las mismas no se transforme en un boom de ventas al exterior.

Por otra parte, las importaciones se ubicarían en rojo durante gran parte del año debido al golpe que sufrió el poder adquisitivo –en pesos y dólares- y el nivel de actividad. A esto se suma la volatilidad cambiaria propia de un año electoral, que pone un manto de incertidumbre sobre el segundo y tercer trimestre, retrayendo tanto el consumo a plazo como la inversión. Si pensamos a las compras externas como un indicador adelantado del nivel de actividad, cabe concluir que las mismas no se recuperarán en este magro 2019.

La mejora de las cuentas externas no se traducirá en calma cambiaria en 2019

En 2017, el Gobierno cumplió sus principales objetivos económicos: la inflación bajó y la economía creció. Sin embargo, para lograrlo, se recurrió a un importante atraso cambiario, que agravó al déficit de la cuenta corriente del balance de pagos (intercambio de bienes y servicios entre residentes y no residentes), llevándolo a USD 30.000 millones (5% del PBI), un nivel insostenible para la economía argentina.

Esta dinámica de “comprar más de lo que vendemos” fue financiada con capitales financieros, especialmente de corto plazo. El año pasado, los mismos optaron por otros destinos –con menores rendimientos y riesgos-, dando lugar a las sucesivas crisis cambiarias. Por lo tanto, es relevante analizar la evolución del balance de pagos a lo largo del 2018 para comprender cómo se incubó y desarrolló la crisis que aun hoy afecta a la economía argentina.

El 2018 había comenzado con perspectivas optimistas, principalmente de relativa estabilidad cambiaria y un repunte de la actividad. En este marco, el déficit de cuenta corriente pasó de USD 7.200 millones en el primer cuarto de 2017 a USD 9.600 millones en igual período del año pasado. Pese a que el superávit de la cuenta Capital y Financiera cayó de USD 17.200 millones a USD 15.800 millones en dicho lapso, más que permitió solventar el déficit, de modo que se acumularon reservas por más de USD 6.600 millones.

Lamentablemente, la calma no se pudo extender más allá de marzo. Con el segundo trimestre llegó la sequía, y las exportaciones de bienes se resintieron. Además, pese a la suba del dólar de mayo, el ajuste en el frente externo todavía era acotado: producto del desfase entre las órdenes de compra comerciales y su recepción, “las estadísticas” tardan en reaccionar. En este marco, el rojo de cuenta corriente pasó de USD 6.800 millones en 2017 a USD 8.600 millones en 2018. De este modo, alcanzó a 5,7% del PBI (promedio últimos cuatro trimestres) abriendo paso a una dinámica claramente insostenible. Por su parte, impulsada por el ingreso de USD 15.00 millones del FMI, la cuenta Capital y Financiera alcanzó para cubrir el rojo del intercambio operativo y acumular reservas por USD 750 millones.

En el tercer trimestre los problemas de la economía real se trasladaron al sector externo: la contracción del rojo de cuenta corriente, que pasó de USD 8.300 millones en el acumulado julio-septiembre de 2017 a USD 7.500 millones en 2018, obedeció a una importante caída de las importaciones (-9% i.a.) ya que las exportaciones retrocedieron 3% i.a. en el período. Se observa así como la crisis permitió achicar el rojo de cuenta corriente mediante el ajuste de las compras, dado que las ventas –producto de la sequía- retrocedieron. En este lapso, sin ingresos del FMI por la renegociación del acuerdo, la Cuenta Capital y Financiera revirtió su superávit y arrojó un déficit cercano a USD 4.500 millones, agravando los problemas de la economía real. De esta forma, las reservas cayeron más de USD 12.000 millones en el período.

El cuarto trimestre, aquel de dólar más caro y menor actividad, mostró el principal ajuste de cuenta corriente: el déficit pasó de más de USD 9.000 millones en 2017 a menos de USD 2.500 millones. Si bien este desenlace respondió principalmente al desplome de las compras (23% i.a.) también se explicó por un repunte de las ventas (+7% i.a.), alentadas por la recuperación de Brasil, la mayor competitividad cambiaria y el incremento de los excedentes exportables. Por su parte, la cuenta Capital y Financiera estuvo motorizada por los desembolsos del FMI y el swap con China, mostrando un superávit de USD 19.000 millones. Como resultado, la acumulación de Reservas rozó los USD 17.000 millones en el período.

Con estos números, el 2018 finalizó con un rojo de cuenta corriente de USD 28.000 millones, marcando un ajuste de 11% i.a. frente al déficit de USD 31.600 millones de 2017. Si bien se redujeron tanto el rojo de bienes como de servicios, la importante caída del primero (-80% i.a. y 4% i.a., respectivamente) explica el menor déficit. Por su parte, la cuenta capital mostró un superávit cercano a USD 40.000 millones, motivado por el acuerdo con el FMI, que más que revirtió la salida de capitales privados de corto plazo.

De cara a 2019, la dinámica será más similar a la del segundo semestre que a la primera mitad del año pasado, que ya luce como propia de un pasado remoto. En este marco, proyectamos que la cuenta corriente cerrará otro año más en rojo, pero ya lejos de los valores insostenibles de 2017 y comienzos de 2018, arrojando un déficit cercano a USD 13.500 millones (3,1% del PBI). En este marco, asumiendo que se destraban todos los desembolsos del FMI –lo que prevemos pasará-, la Cuenta Capital y Financiera alcanzaría un superávit capaz de acumular reservas. Sin embargo, producto de la dolarización preelectoral y los acotados grados de libertad del Tesoro Nacional y el Banco Central, la mejora de las cuentas externas no se traducirá en una mayor calma cambiaria.

Equilibrio comercial con Brasil en febrero

En el segundo mes del año, el intercambio comercial de bienes con Brasil cerró en equilibrio (USD +36 millones). Considerando el rojo de más de USD 700 millones de febrero 2018, se observa un importante avance. El mismo obedeció a exportaciones que mostraron un salto de casi 20% i.a. e importaciones que mantuvieron su dinámica contractiva, cayendo más de 40% i.a.

En cuanto a las ventas al país vecino, estas se vieron impulsadas por una economía brasilera que paulatinamente acelera su recuperación (el mercado espera un crecimiento del PBI del 2% i.a. para el primer trimestre de 2019, frente a 1,5% i.a. en el último cuarto de 2018), sumado a un tipo de cambio que, a pesar del retraso que mostró en enero y gran parte de febrero, aún se mantiene en una zona competitiva. En este sentido, la participación argentina en las importaciones del país vecino treparon a 7,1%, frente a 5,2% en febrero de 2018. Por último, los principales crecimientos se registraron en trigo (ayudado por una cosecha récord) y cebada, vehículos de carga, combustible y aluminio.

Por otro lado, las importaciones desaceleraron su contracción en febrero; no obstante, la misma continúa siendo por demás contundente. La fuerte caída del salario real que observa nuestro país golpea la demanda de bienes finales, mientras que la recesión económica presiona sobre las compras de insumos, maquinaria y combustible. En esta línea, las mayores caídas se dejaron ver en vehículos (tanto de pasajeros como de carga), maquinaria agrícola, neumáticos y autopartes.

Siguiendo estos números, aún no se ve un cambio de paradigma producto de la asunción de Bolsonaro. En este marco, proyectamos que en 2019 la dinámica de mejora del saldo para nuestro país se mantendría, repitiendo la tendencia del cierre de 2018; impulsado más por la dinámica local –recesión y salto cambiario- que brasileña –mejora de la demanda y relativa apreciación cambiaria-. No obstante, a medida que pasen los meses y las bases de comparación arrojen resultados “más ajustados”, la recuperación se atenuaría, principalmente en el caso de las importaciones. Como resultado, proyectamos un saldo levemente negativo para el cierre del año, dejando atrás de manera definitiva el abultado déficit de 2017 y la primera mitad de 2018.

Carne vacuna: dos fuerzas opuestas

Un poco de historia (reciente)…

La carne vacuna es una parte fundamental de la dieta argentina. Tan importante es que los argentinos consumen, en promedio, 60 kg por persona por año, siendo el segundo país mayor consumidor del mundo (detrás de Uruguay). Su peso en el IPC es de casi el 5% (y de 15% si tomamos sólo Alimentos y Bebidas), por lo que el efecto de su precio sobre el gasto de las familias no es menor. De hecho, en un contexto de crecientes presiones inflacionarias, el gobierno pasado prohibió en 2006 la exportación de carne vacuna con el objetivo de aumentar la oferta interna y contener el alza del precio de este bien.

Las restricciones sobre el sector, produjeron un importante proceso de desinversión que desembocó en una pérdida del 13% del stock ganadero entre 2006 y 2010 que, sumado a la retención de vientres tras la sequía de 2009, resultó en un significativo incremento del precio promedio al consumidor en 2010 (+72%, frente a una inflación promedio de 23%), y ese año el consumo per cápita perforó los 60 kg por primera vez desde 2002. Al mismo tiempo, Argentina pasó de ser el tercer exportador mundial de carne vacuna en 2005, a ocupar el décimo lugar en 2010.

En la búsqueda de desandar ese camino, el actual gobierno eliminó restricciones e incentivó las exportaciones mediante la eliminación de retenciones (2015) y el establecimiento de reintegros (2017). Esto permitió que las exportaciones mostraran un avance del 50% entre 2015 y 2017.

No obstante, la dinámica virtuosa se frenó el año pasado producto del deterioro de la situación económica local. La contracción en las compras de carne vacuna es típica de contextos marcados por la reducción del poder adquisitivo, momentos en los que los consumidores viran a carnes de menor precio (porcina o aviar) o modifican sus hábitos de consumo. De todas maneras, el mercado tuvo una buen primera mitad del año con un crecimiento del consumo interno del 4,6% i.a., que alcanzó para compensar la caída de 4,7% i.a. durante el segundo semestre, lo que se tradujo en un estancamiento en el consumo de carne (-0,2%) durante 2018.

Sin embargo, las malas noticias no terminaron allí ya que se sumó un fuerte incremento del costo de la alimentación del ganado por la sequía y el salto cambiario (el precio del maíz aumentó 77% promedio en 2018). Asimismo, los incrementos tarifarios y la fuerte suba de tasas se constituyeron como obstáculos adicionales que debió enfrentar el sector el año pasado.

Una nueva oportunidad

El arranque de 2019 para el sector es complejo. Por un lado, las inundaciones en gran parte de la zona núcleo del país ponen en jaque la producción ganadera y por el otro, el salario real promediaría una contracción mayor al 3% en el año.

No obstante, las buenas noticias llegarían por el frente externo. Si bien es cierto que se redujeron los reintegros y se reimpusieron los derechos, estos últimos son cerca de la mitad de los vigentes en 2015 y el tipo de cambio se ubica en niveles más competitivos. Más allá de ello, la principal noticia es la apertura de nuevos y viejos mercados en los últimos meses que ya han resultado en mayores envíos al exterior: en 2018 las exportaciones crecieron más de 77% en cantidades y más de 50% en valores, dinámica que permitió a la Argentina pasar de ser el 14° exportador mundial en 2017 a ser el séptimo el año pasado. Acuerdos y negociaciones con China, Rusia, Israel, Japón y la Unión Europea se constituyen como elementos dinamizadores clave para el sector, que vería en la demanda externa un potencial de crecimiento que le permita resistir los embates de un año en que no habrá recuperación del consumo interno.

El BCRA profundizó su intervención

Pese a que el tipo de cambio arrancó el año 2,1% por encima de la banda inferior, la mejora del clima financiero internacional (la Reserva Federal anunció mayor prudencia a la hora de subir la tasa) y el moderado accionar del Banco Central (BCRA) explican por qué finalizó enero 2,2% por debajo de la Zona de No Intervención (ZNI). En febrero, el BCRA decidió reforzar su intervención comprando divisas por USD 75 millones diarios (en lugar del máximo de USD 50 millones diarios en enero) y acelerando la baja de la tasa Leliq (que ayer se ubicó en 47,55%, cayendo más de 6 p.p. en lo que va del mes, cuando en todo enero la reducción de fue 5,7 p.p.). De esta forma, el BCRA logró empujar el dólar hacia arriba, cerrando la jornada en 37,86 ARS/USD (+1,7% en la semana), ubicándose solo 0,6% por debajo de la banda inferior (38,07 ARS/USD).

Segundo superávit comercial consecutivo con Brasil

En el primer mes de 2019, el intercambio comercial bilateral con Brasil arrojó un leve superávit (USD 114 millones) y de esta forma es el segundo mes consecutivo en que la balanza sale de terreno negativo (en diciembre pasado la balanza comercial marcó USD 261 millones).

La mejora fue producto de un desplome de las importaciones argentinas (-43,7% i.a.) en un contexto de recesión económica y fuerte pérdida del poder adquisitivo, tanto en dólares como en pesos. Los rubros más afectados fueron los vehículos de pasajeros y de carga, tractores y autopartes.

Por su parte, las exportaciones mostraron un avance de 9,5% i.a., beneficiadas por la paulatina recuperación de la economía brasilera. A ello se sumó un tipo de cambio real más elevado, que a pesar de que el tipo de cambio nominal experimentó movimientos a la baja en el mes de enero, aún se mantiene en un nivel relativamente competitivo. Los principales avances fueron de vehículos de carga, trigo, gas y lácteos.

De esta forma, proyectamos para 2019 un saldo bilateral en la zona de equilibrio, con exportaciones que aumentarían en torno a 10% e importaciones que irían progresivamente moderando sus caídas para cerrar el año con una contracción próxima a 16%. No obstante, de materializarse la flexibilización del Mercosur -posibilidad dada a conocer por Macri y Bolsonaro en las últimas semanas- Argentina perdería su ventaja arancelaria y con ello nuestras exportaciones al país vecino se reducirían, afectando de este modo los resultados de la balanza comercial entre ambos países.

 

El BCRA no logra sostener el dólar dentro de las bandas

A pesar de la reducción en la tasa de política monetaria (la misma se ubica actualmente por debajo de 54%), el tipo de cambio mostró importantes bajas a lo largo de la semana. Sin embargo, las compras de divisas por parte del Banco Central permitieron que cierre la semana en 37,24 ARS/USD, una leve suba frente al viernes pasado. De todas maneras, la cotización de la divisa aún se ubica por debajo del límite inferior de la zona de no intervención (que se encuentra en 37,89 ARS/USD) y en este contexto el BCRA decidió elevar su poder de fuego a USD 75 millones por día, aunque compró solo USD 50 millones en la jornada de hoy. No obstante la calma vista en el mercado cambiario en las primeras semanas del año, a medida que la contienda electoral vaya pisando con mayor intensidad el acelerador las presiones sobre el dólar podrían verse acrecentadas, derivando en un mayor nivel de volatilidad. Paralelamente, el ancho de las bandas (30%) deja las puertas abiertas para que el tipo de cambio pueda moverse sin mayores obstáculos.

Volver al futuro: en 2019 retornará el superávit comercial

En diciembre de 2018, el intercambio comercial de bienes alcanzó un superávit mayor a USD 1.300 millones, el más alto desde 2014. El importante saldo positivo fue consecuencia de un aumento de 15,4% i.a. en las exportaciones (con un avance de casi 20% i.a. en cantidades), sumado a una contracción de las importaciones de 27,1% i.a. Con un final de año impensado meses atrás, tiene sentido repasar cómo fue la dinámica del comercio exterior en los últimos meses para saber qué nos esperará en 2019.

Primer trimestre

A comienzos de 2018, parecía que sería un año similar a 2017: una economía en marcha con un dólar atrasado como uno de sus pilares centrales, lo que impulsaba al consumo y, en consecuencia, a las importaciones. Por su parte, resultado de un Brasil en recuperación pero un mundo inmerso en guerras comerciales, las exportaciones tenían menores perspectivas, aunque positivas. En este marco, el déficit récord de 2017 parecía que se profundizaría en 2018 y el primer trimestre convalidó las proyecciones: pese a que las ventas externas treparon 14% i.a., las compras saltaron 21% i.a. y el rojo comercial de bienes se duplicó, al pasar de USD 1.200 millones en el período enero-marzo de 2017 a USD 2.400 millones en igual período del año pasado.

Segundo trimestre

Sin embargo, en el segundo trimestre las perspectivas cambiaron completamente. Por un lado, el salto cambiario, la aceleración inflacionaria y la consecuente pérdida de poder adquisitivo golpearon a las perspectivas de las importaciones. Por el otro, la sequía, inesperada unos meses atrás, atacó a las proyecciones exportadoras. No obstante, dado que el primer punto opera con rezagos (su impacto comenzó a sentirse al cierre del segundo trimestre) y que el segundo se suplió con suba de precios (+11%) más la compra a Paraguay de porotos de soja y su exportación procesada, los cambios tardarían en observarse. En este marco, las ventas al exterior se mantuvieron prácticamente inalteradas en el período –aunque las cantidades cayeron 10% i.a.– a la par que las compras treparon 6% i.a. Como resultado, el rojo comercial pasó de USD 1.500 millones en el segundo cuarto de 2017 a USD 2.500 millones el año pasado.

Tercer trimestre

Durante el tercer trimestre, confluyeron diversos factores que golpearon a las exportaciones y a las importaciones. Por el lado de las primeras, la incertidumbre electoral de Brasil y un nuevo trimestre de alta incidencia de la cosecha gruesa provocaron una caída del 1,5% i.a. Asimismo, aunque el tipo de cambio se ubicaba en niveles competitivos, su volatilidad y heterogéneas perspectivas de sostenibilidad impidieron que los envíos externos despegarán. Por su parte, las importaciones sí se vieron afectadas por el dólar más caro y la menor actividad, de modo que cayeron 6% en la comparación interanual. Como resultado, el déficit comercial se redujo en casi USD 1.000 millones, al pasar de USD 2.500 millones en el tercer trimestre de 2017 a USD 1.600 millones en 2018. Asimismo, en septiembre se logró el primer superávit en veinte meses (USD 300 millones) y, aunque fue magro, marcó un cambio de tendencia.

Cuarto trimestre

En el cuarto trimestre la nueva coyuntura ya estaba totalmente instalada. La alicaída demanda interna y un tipo de cambio competitivo, más un Brasil en franco proceso de recuperación económica y apreciación cambiaria una vez pasadas sus elecciones, impulsaron a las exportaciones, que escalaron 10% i.a. en el período y orillaron USD 16.000 millones, el valor más alto para este trimestre desde 2013 –cabe destacar que esta dinámica positiva obedeció enteramente a las cantidades (+19%) ya que los precios se contrajeron 16% en comparación a 2013–. En sentido opuesto, las importaciones se desplomaron 25% i.a., marcando la principal caída trimestral desde 2009. Como resultado, se revirtió el rojo de USD 3.200 millones acumulado en octubre-diciembre de 2017 y se alcanzó un superávit de USD 2.600 millones. De este modo, 2018 cerró con un déficit comercial de bienes de USD 3.800 millones (-0,7% del PBI), ajustando sensiblemente al rojo de 2017 (USD -8.300 millones).

Durante el comienzo de 2019 la dinámica sería bastante más similar a la del último trimestre del año pasado. En este marco, proyectamos que las exportaciones crecerían en torno a 7% y las importaciones retrocederían alrededor de 10% en el acumulado anual. De esta forma, la balanza comercial de bienes retornaría a terreno positivo luego de dos años “bajo cero”, registrando un superávit cercano a USD 7.000 millones. Para cerrar, cabe destacar que la incertidumbre electoral impactará de manera positiva en este frente: las presiones cambiarias que traerían las elecciones impulsarían al tipo de cambio y, con él, a la inflación. Este combo negativo para el poder adquisitivo podría golpear aún más a las compras externas a la par que apuntalaría la competitividad cambiaria y posicionaría a las exportaciones como una salida contracíclica. En consecuencia, lo que sería un “escenario pesimista” para el resto de las variables, actuaría de manera favorable en el frente externo.

Sectores ganadores y perdedores en 2019

Se terminó el 2018 y será un año que quedará para el olvido. Dejando atrás el pasado y tratando de dilucidar el futuro inmediato, es relevante analizar el escenario macroeconómico esperado para el 2019 y el efecto que este tendrá sobre diversos sectores de la economía argentina. El próximo año estará caracterizado por una economía anémica, que en el mejor de los casos logrará una reactivación levemente superior al 1% entre fines de este año y fines de 2019, pero que no será suficiente para recuperar el terreno perdido durante el 2018. De todas formas, la actividad promediará el año que viene una caída del 1,2% anual, producto del arrastre negativo que deja el 2018. Al mismo tiempo el desempleo ascendería al 10% promedio (1 punto porcentual más que en 2018) y el salario real retrocedería 1,2% anual en el promedio. Paralelamente, es esperable un tipo de cambio más depreciado y una menor inflación, aunque con los vaivenes propios del proceso electoral. En este contexto, el 2019 dejará un desempeño desigual de los sectores: algunos ganadores, otros en amarillo y varios con las luces en rojo encendidas.

Las ramas de actividad destinadas principalmente al mercado interno serán las más afectadas ante el débil poder adquisitivo y el magro desempeño del mercado laboral. Dentro de este grupo se destaca lo referido a consumo masivo, la industria textil y edición e impresión. A ellos se suma electrodomésticos, el cual experimentará un nuevo año en rojo, afectado también por la falta de financiamiento, herramienta clave para las ventas del sector.

Paralelamente, el sector de la construcción y sus actividades conexas (inmobiliaria, minería no metalífera, etc.) no estarán exentas del frágil contexto macroeconómico. Si bien fue uno de los rubros que más tardó en responder ante la coyuntura actual, su caída se acentuaría en el primer semestre de 2019 como consecuencia de la drástica retracción del poder adquisitivo en dólares, el encarecimiento y menor disponibilidad de crédito y la incertidumbre que obliga al mercado a adoptar actitudes precautorias. Asimismo, el retroceso del Estado Nacional en materia de inversión en infraestructura frente a una meta fiscal más exigente y el congelamiento de los proyectos de Participación Pública Privada, acentuarán la caída del sector.

 

Por otra parte, las economías regionales sufrirán el encarecimiento de sus insumos (gran parte de ellos dolarizados) en un contexto en el que el precio de venta en el mercado interno probablemente no pueda mantenerse a la par, producto de una demanda interna bajo contracción. No obstante, un aliciente vendrá por el lado exportador para aquellos productos que presenten una mayor inserción en el mercado internacional.

Las industrias automotriz y alimenticia transitarán un año gris: por un lado, la caída en el consumo interno impactará negativamente sobre la producción, aunque la mayor competitividad cambiaria estimulará las exportaciones. Estas últimas se verán traccionadas además por el mayor dinamismo en Brasil (autos) y por recientes acuerdos comerciales que abren viejos y nuevos mercados (alimentos y productos primarios).

 

No obstante, algunos sectores tendrán un mejor desempeño en el 2019, ya sea por el nuevo contexto o por fortalezas propias. En el caso del sector agrícola, con condiciones climáticas más benignas será fácil mostrar una recuperación sustancial ante el desplome sufrido en 2018 por la sequía. A su vez, esto traccionará sectores conexos como: maquinaria agrícola, transporte de cargas y agroquímicos, que se verán beneficiados ante una mayor cosecha gruesa.

De igual manera, la producción de carne (principalmente bovina y porcina) mostraría un avance ante los acuerdos comerciales firmados en los últimos meses con países claves, como Estados Unidos, China, Japón y Rusia. Más demanda y de mayor calidad, permitirán incrementar el valor agregado exportado.

Por otro lado, la producción de petróleo y gas no convencional continuará en un sendero de fuerte expansión, beneficiada con excedentes para exportación, costos salariales bajos en dólares que aumentan los retornos y una demanda que acompaña el crecimiento de la economía mundial. En esta línea, actividades proveedoras del sector hidrocarburífero, como la industria de acero crudo, mostrarán un mejor desempeño.

Por último, el turismo local también se verá beneficiado de un mayor número de viajeros ante el encarecimiento relativo de los destinos en el exterior, para el caso de los argentinos, y el abaratamiento relativo de los destinos locales, en el caso de los extranjeros.

 

En conclusión, el desempeño sectorial en 2019 será heterogéneo. Los sectores no transables (aquellos que producen bienes y servicios que no se pueden comercializar en el exterior) y, consecuentemente, dependientes del mercado interno, transitarán un año difícil y la mayoría no logrará despegar. En el caso de los transables, la cosecha gruesa, la mayor competitividad cambiaria y el crecimiento de Brasil les traerán un paliativo, que hacen esperar una mejor evolución en el contexto de una economía extenuada.

El rojo bilateral con Brasil se redujo a la mitad en 2018

En el mes de diciembre se alcanzó un superávit en el intercambio comercial de bienes con Brasil (USD 260 millones), el primero desde 2014. Esto fue producto de un fuerte avance exportador (+29,3% i.a.) y un nuevo desplome de las importaciones (-55,2% i.a.).

De esta forma, el año cerró con una reducción del rojo bilateral del orden del 52% (pasando de cerca de USD -8.200 millones en 2017 a USD -3.900 millones en 2018) explicado por un aumento de las exportaciones de 17% y un retroceso de las importaciones de -15%. Sin embargo, al igual que en el resto de las variables de la economía argentina, la dinámica no fue homogénea a lo largo del año, por lo que vale la pena recordar cómo fue que se llegó a esta disminución del déficit.

 

Primer trimestre

En el primer trimestre de 2018, la actividad local aún marcaba un avance vigoroso. Además, el tipo de cambio –pese a ciertos saltos en el verano pasado– se mantenía apreciado, de modo que el poder adquisitivo en divisas era elevado. En este marco, el intercambio bilateral repitió la dinámica del cierre de 2017: el salto de las importaciones (+14% i.a.) superó significativamente al de las exportaciones (+9% i.a.) y el déficit se agravó, al pasar de USD -1.700 millones en el primer trimestre de 2017 a USD -2.000 millones en 2018.

 

Segundo trimestre

Sin embargo, al igual que en el resto de las variables, esta dinámica no era sostenible. En el segundo trimestre, producto del salto cambiario más una actividad local que comenzó a mostrar señales de deterioro, las importaciones se estancaron (0% i.a.). Por su parte, la economía brasileña comenzó a fortalecer su crecimiento y, pese a la huelga de camioneros que experimentó el país vecino, el déficit en el intercambio bilateral se contrajo en el período. Concretamente, el mismo pasó de USD -2.000 millones en abril-junio de 2017 a USD -1.700 millones en 2018. De este modo, el primer semestre cerró con el mismo saldo neto que en 2017; sin embargo, en el acumulado anual las cifras mejoraron. Veamos por qué.

 

Tercer trimestre

En el tercer trimestre, la recuperación en las cuentas bilaterales se acentuó. Pese a que la economía brasileña estuvo marcada por su incertidumbre electoral, la ganancia de competitividad cambiaria y la recesión de la economía local provocaron un desplome de las importaciones (-25% i.a.) y un sensible avance de las exportaciones (+28% i.a.). En este marco, el saldo se mostró equilibrado en septiembre y acumuló un déficit menor a USD -400 millones en el trimestre, un ahorro de 83% frente al rojo de igual período de 2017 (USD -2.200 millones).

 

Cuarto trimestre

En el cierre del año, las tendencias “favorables” se acentuaron. Por caso, la economía brasileña dejó atrás su incertidumbre electoral y mejoró levemente su marcha. Además, pese a la apreciación nominal del trimestre, el dólar permaneció en una zona competitiva. Por último, producto de las altas tasas de interés la demanda interna continuó alicaída. En consecuencia, la balanza comercial trimestral estuvo cerca de alcanzar un superávit de USD 200 millones, lo que implica una notable mejora frente al último cuarto de 2017 (USD -2.300 millones), producto otra vez de un desplome importador (-44% i.a.) y una recuperación de las ventas (+16% i.a.).

 

Perspectivas 2019

De cara a este año, la dinámica será más similar a la de la segunda mitad de 2018 que al primer semestre: producto de un Brasil en crecimiento (según el consenso de mercado, el PBI de ese país crecería más de 3% este año), un Real que se mantendría estable en términos nominales (conforme al mismo relevamiento, cerraría 2019 en torno a 3,9 BRL/USD) y una economía argentina que permanecerá anémica con un dólar no apreciado, las mejoras se sostendrían. En este marco, proyectamos que este año cerraría con un déficit en el intercambio bilateral cercano al equilibrio, siendo de esta forma el más bajo desde 2014.