El empleo cayó tanto como el PBI en 2020

¿Qué pasó con el empleo en el último trimestre de 2020?

Durante el último trimestre del 2020 la tasa de desempleo alcanzó 11% de la Población Económicamente Activa (PEA), 2,1 p.p. más que en igual período de 2019. Los límites a la movilidad impuestos para controlar la pandemia hicieron que el impacto real en el mercado de trabajo se viera con mayor nitidez en el nivel de empleo, que cayó 5,8% i.a., que en la tasa de desocupación. De este modo, encontramos que en 2020 más de 700 mil personas perdieron sus puestos de trabajo en los 31 aglomerados urbanos, la población de referencia de la Encuesta Permanente de Hogares, que aproximadamente representa dos tercios de la población total.

De este modo, el nivel de empleo cedió 9,2% i.a en el promedio anual. A su vez, la desocupación promedió 11,5% en 2020. Sin embargo, no solo no tener trabajo hace a una persona desocupada: también debe estar buscando activamente conseguir uno. El hecho que muchas personas que dejaron sus puestos de trabajo durante el año pasado no hayan cumplido el segundo requisito hace que el salto de la desocupación respecto del 2019 (9,8%) no sea tan relevante considerando el contexto crítico que atravesamos -la mayor caída de la actividad desde 2002-. De esto da cuenta la caída de 7,5% i.a. de la PEA., que indica que cerca de un millón de personas se encontraron con dificultades para reinsertarse en el mercado laboral producto de las restricciones. Por este motivo, si sumamos estos nuevos inactivos a la masa de desempleados, obtenemos que la tasa de desocupación habría rozado, en promedio, 19% de la PEA en 2020, un número similar al de la crisis de 2001-02, cuando promedió 18,5% de la PEA. La diferencia es que entonces no existía una extendida política social y de transferencias monetarias que permitieran aliviar el impacto del deterioro del mercado de trabajo en la demanda agregada. Esto fue importante para evitar que la pobreza alcance los valores de aquel momento.

Teniendo en cuenta justamente el deterioro de 10% de la economía durante 2020, la elasticidad empleo-producto fue de casi 1 punto: prácticamente por cada punto perdido de actividad, el nivel de empleo se deterioró en igual cuantía. Esto es una importante diferencia respecto a los recesivos 2018-2019, cuando el empleo total había crecido impulsado por el cuentapropismo y la informalidad, en tanto el empleo registrado ya estaba en rojo.

No obstante, durante 2020 el impacto fue muy desaparejo entre las distintas modalidades de empleo: los asalariados registrados, a quienes el gobierno alcanzó con medidas precautorias, cayeron 3,5% en todo el año, mientras que el peso del ajuste lo tuvieron los informales y cuentapropistas, que en promedio retrocedieron 21,5% i.a. y 7,5%, respectivamente. A modo de adelanto de lo que podríamos ver en los próximos trimestres, estos últimos dos grupos recortaron fuertemente su retroceso -de hecho, el cuentapropismo creció 1% i.a. en el último trimestre- mientras que los asalariados registrados todavía no habían comenzado su recuperación.

Consistentemente, el 12,5% de los trabajadores con nivel educativo bajo (solo con estudios primarios) perdieron el empleo el año pasado, algo que también afectó a los más jóvenes (-11,5% i.a.) y a los no calificados (-14,3% i.a.). De este modo, a la vez que los esfuerzos se concentraron en contener el empleo registrado formal, los sectores más vulnerables son los que una vez más sufrieron el mayor impacto de la crisis.

¿Cómo y cuándo se recuperará el empleo?

Consideramos que la forma en que se recupere la actividad será importante para ver el efecto de la mejora del empleo. De consolidarse la tendencia de los últimos meses -lo cual parece muy probable dada la inminente llegada de la segunda ola-, los bienes continuarán siendo el motor de la recuperación, mientras que muchos servicios continuarán con dificultades para retornar a niveles pre-pandemia durante 2021. En estos rubros, además de ser más intensivos en términos de empleo, encontramos un mayor cuentapropismo e informalidad por lo que todavía no es obvio que en 2021 se logre reincorporar a la PEA a todos los que pasaron a la inactividad durante el año pasado.
Por otro lado, la expansión del empleo formal privado también enfrentará restricciones ajenas a la rama de actividad. Las presiones para obtener una mejora del salario real luego de tres años de caída podría trastocar las prioridades del gobierno y sindicatos en el año electoral poniendo un límite al crecimiento de estos puestos de trabajo.

En resumen, consideramos que el empleo crecerá en todas sus modalidades en 2021 debido a la baja base de comparación que dejó 2020 y a las menores restricciones que se impondrán, incluso con una segunda ola de Coronavirus. Sin embargo, por los motivos mencionados, la recuperación será parcial, levemente por encima del rebote de la actividad y, al cierre del, año los puestos de trabajo serían 2,5% menores a los de 2019.

En febrero, los ingresos totales crecieron nuevamente por encima de los gastos

Luego del superávit fiscal registrado en enero, el Sector Público Nacional no Financiero alcanzó un déficit financiero de ARS 19.000 millones en el segundo mes del año, acumulando un prácticamente nulo superávit primario en el primer bimestre del 2021 (+0,01% del PBI). Adicionalmente, como el pago de intereses superó los ARS 45.000 millones, el resultado financiero (ARS -64.000 millones) acumuló -0,2% del PBI transcurrido el primer bimestre del año. Este monto fue financiado íntegramente por endeudamiento neto del Tesoro en el mercado, que superó los ARS 70.000 millones en dicho período.

Se debe destacar que por segundo mes consecutivo los ingresos totales (+49,3% i.a.) crecieron más que el gasto primario (+43,4% i.a.), algo que no ocurría desde fines de 2019. Esta tendencia continúa siendo explicada por los derechos a la exportación (+196% i.a.) y Ganancias (+96% i.a.) ya que los dos principales tributos, IVA y Seguridad Social, continúan sin consolidar una mejora en términos reales en la comparación interanual.

En el primer caso, la recuperación de la actividad y los distintos estímulos al consumo que impulsa el gobierno deberían traccionar la recaudación real del IVA en los próximos meses, pero esto no necesariamente se trasladará a la seguridad social: las negociaciones paritarias durante el segundo trimestre darán lugar a una recuperación en la comparación interanual -por la baja base de comparación tras la estricta cuarentena de 2020- pero no se corresponderá con una mejora significativa de la masa salarial total.

En lo que respecta a las erogaciones del SPNF, continúa destacándose la reducción en términos reales de las jubilaciones, pensiones y asignaciones, que crecen todas por debajo del 30% i.a., es decir, por debajo de la inflación. El alivio fiscal tiene como contrapartida el magro resultado para los beneficiarios, resultante de la imposición de aumentos por decreto durante 2020. Esta decisión permitió un “redireccionamiento” del gasto hacia otros objetivos, especialmente una vez iniciada la pandemia. A partir de marzo, la actualización de 8% sobre los haberes y jubilaciones traerá cierto alivio a sus receptores y volverá a incrementar el gasto.

Por otro lado, los subsidios económicos rondaron ARS 62.000 millones (+86,5% i.a.), impulsados por los energéticos. Por su parte, el gasto de capital volvió a superar los ARS 30.000 millones (+150% i.a.).

De cara a los próximos meses, los ingresos continuarán mostrando mejoras interanuales en términos reales, al recuperarse parcialmente el desplome de la actividad observado durante el 2020. Sin embargo, el año electoral no augura que la dinámica del gasto vaya en sentido contrario: las dificultades económicas que podrían aparecer con la segunda ola de Coronavirus, una economía que no recuperará todo el terreno perdido y una negociación con el FMI que parece dilatarse cada vez más en el tiempo no serán factores que permitan esperar un déficit primario inferior a 4% del PBI este año.

Sexto mes consecutivo de mejora real de la recaudación

Durante febrero, la recaudación superó ARS 715.000 millones y creció casi 52% i.a. De esta forma, no solo avanzó cerca de 8% en términos reales, sino que además encadenó su sexto mes de crecimiento por encima de la inflación.

En este sentido, los tributos que más se destacaron fueron los vinculados a las exportaciones y las importaciones (ARS 90.000 millones, +160% respecto a mismo mes del 2020) y el impuesto a las ganancias, que avanzó más de 12% i.a. en términos reales, en línea con lo observado también durante enero. Vale destacar que en el primer bimestre del año se observó un mayor dinamismo del impuesto a los combustibles (creciendo alrededor de 15% i.a. descontando la inflación), vinculado a la reactivación del transporte comercial y turístico.

El aspecto negativo es la lenta recuperación del IVA interno, un buen proxy del consumo, que creció 31% i.a., más de 6 p.p. por debajo del avance de los precios. Esperamos que pronto este indicador comience a reflejar mejoras significativas a partir de marzo, pero esto tendrá que ver con que desde entonces se comparará contra los meses de cuarentena más estricta. En general, esta dinámica es la que prevalecerá en muchos indicadores económicos, acompañando la parcial recuperación de la actividad a lo largo de este año.

Sin embargo, un interrogante se abre al observar los tributos que provienen de la seguridad social: todavía reflejan una merma de casi 10% i.a. descontando la inflación. Como hemos mencionado anteriormente, esto se explica por la caída de la masa salarial formal real durante el último año y, pese a que también prevemos una reversión de este indicador a partir de abril, queda por ver si vendrá de la mano de una mejora del mercado laboral -poder adquisitivo y/o nivel de empleo formal- durante lo que resta de 2021, especialmente con una inflación que se acelerará y una dinámica salarial que todavía es una incógnita.

Este ritmo de mejora de la recaudación en términos reales, junto al financiamiento neto obtenido por el Tesoro en las pasadas licitaciones permitieron que, dado el nivel de gasto, sea inexistente la necesidad de asistencia monetaria por parte del BCRA durante el primer bimestre. Sin embargo, esta dinámica difícilmente se extienda por mucho más tiempo: la recaudación irá al ritmo de una actividad que se recuperará con “freno de mano puesto” y el gasto tendrá diversos motivos para crecer en el año electoral. Por este motivo, si bien la recaudación -aproximadamente el 90% de los ingresos totales- alcanzaría 18,4% del PBI en 2021 (+0,4 p.p. que el año pasado) el déficit primario no sería inferior a 4% del PBI.

Superávit primario luego de 14 meses

¿Qué pasó con las cuentas públicas en enero?

En enero, el Sector Público Nacional no Financiero alcanzó un superávit fiscal de ARS 24.000 millones, cortando una racha deficitaria iniciada en noviembre de 2019. El saldo positivo de 0,1% del PBI no alcanzó a compensar la salida por intereses de ARS 27.000 millones, de modo que el resultado financiero fue levemente negativo (ARS -3.000 millones), registrando así su menor valor nominal desde enero 2016.

Los derechos de exportación impulsaron los ingresos del Sector Público

Como no ocurría desde diciembre de 2019, los recursos totales mejoraron en términos reales. Este incremento (53,3% i.a., 10,8% en términos reales) tuvo lugar tras el salto en los derechos de exportación, consecuencia de que finalmente el mes pasado se levantó el paro de cerealeros que había demorado esta actividad durante diciembre (este efecto ya se había observado en los datos de comercio exterior). Por otro lado, continúa siendo significativa la mayor recaudación a través del Impuesto a las Ganancias (30 p.p. por encima de la inflación).

En lo que respecta a los tributos más vinculados a la actividad económica, IVA y Seguridad Social, se observó una mejora real de casi 9% en el primer caso, pero una caída de dos dígitos en el segundo. La consolidación de esta dinámica dispar -ya se viene dando hace tres meses- posiblemente de cuenta de un desacople de la masa salarial formal real con el consumo agregado. La creciente tasa de informalidad, la extensión de la tarjeta alimentaria a beneficiarios de AUH y un aumento del financiamiento a bajo costo -Ahora 12, por caso- explican esta tendencia.

En lo que respecta al gasto primario (+45,8% i.a.), sobresale la fuerte desaceleración de las prestaciones sociales (+30,5% i.a.). Esta dinámica responde a que en enero pasado se pagó un bono a jubilados, pero también marca una tendencia dentro del gasto social que será mas común de lo previsto en un año electoral. Esto se debe a la nueva fórmula de movilidad, la ausencia -por el momento- de nuevas transferencias a las familias y un menor volumen en la asistencia a las empresas a través del Programa de Asistencia al Trabajo y la Producción (ATP).

Un punto destacable fue la mejora en el gasto de capital, que casi se triplicó respecto a igual mes de 2020. Parte de esta suba se explica por una base de comparación baja como consecuencia de la reducción que este rubro arrastraba desde la gestión anterior, así como la natural demora en la ejecución del gasto a principios de la gestión actual.

¿Qué esperamos para los próximos meses?

No esperamos que el superávit alcanzado en enero sea una norma durante 2021. En este sentido, proyectamos un paulatino crecimiento del déficit primario que se verá sustentado por distintos factores en la medida que avance el año. Parte de este dependerá de qué tan rápido la actividad económica pueda alcanzar el dinamismo que ya tiene la producción de bienes en el sector servicios. De esta forma, los ingresos del Sector Público comenzarán a crecer más rápidamente, alimentados por la mayor recaudación. Estos también podrían verse beneficiados con la eventual recuperación de la masa salarial real, algo que todavía no es obvio en un contexto de aceleración inflacionaria -lejos de las pautas oficiales- y un nivel de empleo formal que sigue sin mostrar señales de recuperar el terreno perdido.

En este sentido, incluso sin fuertes restricciones a la movilidad como en 2020, el año electoral tal vez imponga una mayor necesidad de transferencias a familias de menores recursos. Además, lo más seguro es que la reducción de los subsidios económicos no sea significativa este año, agregando presiones sobre el gasto primario. A esta dinámica, tal como se observó en enero, se le sumará un mayor dinamismo en el gasto de capital, considerando que se prevé a la obra pública como unos de los motores de la recuperación en la post-pandemia.

Por lo tanto, el déficit primario se reducirá más de 2 p.p. del PBI respecto a 2020, cuando alcanzó 6,5%, pero no perforará el 4% del PBI en el acumulado anual, obligando a una emisión significativa del Banco Central que podría presionar sobre el mercado cambiario oficial y paralelo.

La inflación se desacelerará en febrero pero no perforaría el 3%

El IPC GBA Ecolatina trepó 3,6% entre la primera quincena de febrero y el mismo período de enero. La desaceleración respecto a enero (4%) del Nivel General no se trasladó al IPC Núcleo, que se mantiene en 4% y refleja la fuerte inercia del proceso inflacionario.

Vale destacar que, si bien la carne vacuna cerraría el mes creciendo a un ritmo similar al del resto de los precios, se espera un mayor dinamismo de bienes de consumo masivo, a diferencia de lo ocurrido en los últimos meses.

Esta tendencia se sostendría durante la segunda parte de febrero, que cerraría con una inflación en torno del 3,3%. Sin embargo, la estacionalidad propia de marzo (educación, indumentaria, por ejemplo), así como ajustes en prepagas, combustibles y posible actualización de tarifas, le pondrían un piso elevado al tercer mes del año llevando la inflación acumulada del primer trimestre del año a superar 10%. En este contexto, atrasar el tipo de cambio oficial se perfila como la principal arma del gobierno para contener la suba de precios en la previa a la “temporada alta” de negociaciones paritarias.

Lorenzo Sigaut Gravina, director de Ecolatina, anticipó que “la aceleración de la inflación, más marcada aún en el sensible rubro alimentos y bebidas, ha generado una reacción dual del gobierno. Por un lado, insistir en la estrategia fútil de controles de precios. Por el otro, comenzar a utilizar el tipo de cambio oficial como ancla para contener la suba de precios de los productos transables. Esta riesgosa estrategia -podría alterar la frágil calma cambiaria alcanzada- moderaría la suba de precios en el corto plazo, ayudando a encauzar las próximas negociaciones paritarias. No obstante, lograr que la mayoría de los acuerdos cierren en torno a la intención oficial del 30% en un año electoral no será nada sencillo: el salario real cayó por tercer año consecutivo en 2020 y la suba de precios superaría 10% durante el primer trimestre del año.

Ecolatina prevé que la inflación sea de 43% en 2021.

La inflación se mantuvo en 4% durante enero

La inflación nacional fue de 4% en el primer mes de 2021 y de esta forma el avance de los precios fue de 38,5% en los últimos doce meses, acelerándose significativamente respeto al 35,8% interanual alcanzado en Noviembre 2020. A diferencia de lo que venía ocurriendo hace más de un año, los precios de bienes y servicios Regulados traccionaron la suba del mes (+5,1%) como resultado de incrementos en combustibles y servicio telefónico. Los precios Estacionales crecieron 3% y el IPC Núcleo avanzó 3,9%, en línea con la dinámica de los últimos meses y evidenciando la fuerte inercia que tomó el proceso inflacionario junto con las menores restricciones a la movilidad.

A nivel capítulos, lo más destacado es el aumento en Comunicaciones (15%) y en Restaurantes y hoteles (5,4%). Sin embargo, lo más significativo fue el avance de Alimentos y Bebidas no Alcohólicas (4,8%, +42,3% interanual), que explicó más de un tercio de la variación del mes.

En este sentido, excluyendo a los alimentos del cálculo, el índice habría mostrado un incremento de 3,7%. A excepción de lo sucedido en noviembre, el desacople entre el precio de los alimentos y el resto de los bienes y servicios se fortalece desde agosto pasado. Esta dinámica no solo responde al comportamiento estacional de frutas y verduras y al incremento en la carne durante las últimas semanas sino que también está vinculado a un mayor ritmo de depreciación del tipo de cambio oficial, a una flexibilización del programa de precios máximos y cierta presión en los precios internacionales.

Este tema sensible de cara al año electoral hizo que el gobierno ya ponga la lupa sobre el mismo. La amenaza de controles más duros (que también podrían alcanzar a las exportaciones) y declaraciones oficiales que sugieren una menor depreciación del tipo de cambio demuestran la preocupación oficial sobre el tema. Tras dos meses de subas mensuales del 4% (60% anualizado) el Ejecutivo está implementando un mix de medidas para frenar la inflación: búsqueda de acuerdo de precios y salarios, un menor deslizamiento del dólar oficial, subas acotadas de precios regulados (excepto combustibles) y posibles limitantes sobre las exportaciones.

Sin embargo, no será tan sencillo. El resto de los bienes y servicios privados continuarán con aumentos de consideración en los próximos meses. Problemas en la oferta producto de las restricciones en el mercado de cambios y paritarias tras un nuevo año de caída del salario real podrían impulsar al resto del índice en el corto plazo. En este sentido, prevemos que la inflación difícilmente perfore el 3% en el primer cuatrimestre del año.

Si el Ejecutivo puede sostener en el corto plazo la receta del atraso cambiario y tarifario (lo cual no está garantizado por las escasas reservas netas disponibles y la meta de no aumentar el peso de los subsidios a los servicios públicos propuesta en el Presupuesto 2021) podría lograr una desaceleración de la inflación en la previa electoral pero no alcanzaría para que la suba de precios acumule un alza inferior al 40% al cierre del año.

El salario real cayó 3,6% en 2020

¿Cómo cerraron el año los salarios de la economía?

El INDEC informó que los salarios de la economía crecieron a 1,8% en diciembre. Esta dinámica se correspondió a un avance de 1,9% del salario registrado -dentro de los cuales se destacaron los trabajadores públicos (+2,4%) en contraposición a los privados (+1,6%)- y un 1,2% de los salarios no registrado. De este modo, los incrementos de los salarios también fueron superados por los precios en el último trimestre del año, siendo el tercero consecutivo.

En consecuencia, los salarios treparon 33% en el último año. Si contemplamos la inflación nacional, que fue de 36,1%, observamos que el salario real cayó 2,3% entre puntas. Sin embargo, una medida más informativa -“limpia” de dinámicas en determinados momentos del año- suele ser el salario real promedio, que cerró el año con una caída de 3,6%, el tercer rojo consecutivo tras los recesivos 2018 y 2019.

Como era esperable, quienes menos sufrieron el deterioro del poder adquisitivo fueron los trabajadores formales (-3,3% i.a.) respecto a los informales (-5,2% i.a.). De todos modos, vale destacar que los primeros esconden una significativa diferencia entre trabajadores privados y públicos: su poder de compra cayó 1,5% y 6,2% respectivamente. Esto muestra que la contracara de la mayor estabilidad que gozaron los empleados públicos durante la pandemia, fue una mayor erosión de su poder adquisitivo.

¿Qué esperamos para 2021?

Esperamos que el comienzo de año sea de una fuerte fricción nominal. Los sindicatos ya están negociando diversas recomposiciones que serán un piso para las paritarias de 2021. Si bien ya los Bancarios se adhirieron a la voluntad del oficialismo de acuerdos en línea a la inflación que espera el Poder Ejecutivo (29%, según el Presupuesto), si la inflación no baja de 3% mensual durante el primer cuatrimestre del año, será difícil que el resto de los gremios acepten esta propuesta.

En cualquier caso, la recuperación de la actividad y la paulatina desaceleración de la inflación en la previa electoral permitirán que los ingresos laborales exhiban un incremento superior al de los precios este año. Sin embargo, esta ventaja no será muy significativa y, en el promedio del año, cederán en torno al 1% i.a.

El déficit primario fue 6,5% del PBI en 2020

En diciembre, el déficit primario del Sector Público Nacional no Financiero superó ARS 300.000 millones, representando 1,1% del PBI. De este modo, el rojo operativo fue de ARS 1.750.000 millones durante 2020, representando 6,5% de PBI. El salto en el déficit en el último mes del año es habitual y responde a cuestiones estacionales como el pago de aguinaldos o la decisión de adquirir bienes y servicios con precios ya establecidos en función de convenios anuales.

Por su parte, el pago de ARS 10.000 millones en concepto de intereses significó que el déficit financiero acumule casi ARS 2.300.000 millones el año pasado, equivalente a 8,5% del PBI. En un contexto de escaso acceso del sector público al financiamiento, 9 de cada 10 pesos para cubrir el déficit provinieron de la emisión, que presionaron el mercado cambiario.

De esta forma, 2020 cerró con un incremento de 63,5% i.a. del gasto primario, muy por encima de la inflación (+42% i.a. en el promedio del año) y de los ingresos totales, que apenas treparon 23% i.a. La pandemia obligó el incremento del gasto a través de IFE y ATP fundamentalmente (conjuntamente representaron 2,7% del PBI) y postergó la reducción de los subsidios económicos ante la caída de los ingresos familiares. Asimismo, la caída de dos dígitos en términos reales del IVA -por las menores posibilidades de consumo- y de la Seguridad Social -tras el desplome de la masa salarial formal real-, explican la magra performance de la recaudación.

Este comportamiento guarda relación con el marco excepcional que significó la estricta cuarentena para contener el avance del coronavirus. Una forma diferente de encarar el desafío de la pandemia augura una dinámica distinta este año, aunque lejos de estar exenta de interrogantes. Repasemos algunos puntos.

En primer lugar, se debe contemplar que, si bien es poco probable la vuelta de un programa como el IFE, es posible que la asistencia a las empresas perdure un tiempo más. Al mismo tiempo, la imposibilidad de desarrollar proyectos de inversión pública durante el año pasado postergó un mayor gasto de capital para 2021 (que alcanzaría 1,5% del PBI, +0,5 p.p. que el año pasado) que además tendrá como objetivo dinamizar parte de la actividad productiva y el empleo.

Por otra parte, resta saber lo que sucederá con los subsidios económicos. La extensión del congelamiento requerirá esfuerzos fiscales significativos en los meses de invierno pero a ojos del gobierno, podría ser un costo menor de cara a las elecciones: la inflación continuará en la zona de 3-4% hasta marzo, por lo que fuertes aumentos de tarifas podrían provocar una marcada merma en el poder adquisitivo. Esto sugiere que, de existir, el mayor ajuste vendrá después de los comicios y que el peso de los subsidios económicos volverá a aumentar este año.

Un punto adicional será la dinámica que tomen las transferencias a las provincias. Si bien son solo el 5% del gasto primario, crecieron 150% i.a. en 2020 como consecuencia de la pandemia. ¿podrán reducirse en un año electoral con una economía que no alcanzará a recuperar los niveles de actividad previos a la pandemia?

Por el contrario, la nueva fórmula de movilidad permitirá un ahorro superior a 0,5% del PBI. Esto se debe al rezago con que se ajustará por los salarios -que a su vez tardan en responder a la aceleración de la inflación- y por la recaudación que, vale destacar, no se vería afectada por la mejora en los precios internacionales de los alimentos a través de un incremento en los derechos de exportación ya que únicamente se ajusta por la dinámica de los recursos que van a ANSES. Así, las condiciones están dadas para que exista cierto alivio fiscal en términos reales, en detrimento del poder adquisitivo de jubilados y beneficiarios de programas sociales.

En lo que se refiere a los ingresos, casi todo dependerá de la velocidad en la que se recupere la economía, que a su vez dependerá del control de la pandemia y el éxito de la campaña de vacunación. Como se mencionó, un alivio “inesperado” podría venir del frente externo, ya que se espera que la campaña agrícola aporte cerca de ARS 200.000 millones adicionales (0,5% del PBI) por la reciente mejora del precio internacional.

En resumen, sólo si el gobierno decide corregir el atraso tarifario a comienzos del año y si la economía -especialmente la producción de servicios- se recupera rápido, el déficit primario sería inferior a 4% del PBI en 2021. Sin embargo, nuestro escenario más probable prevé que -por cuestiones políticas y sanitarias- el rojo se ubicaría en torno de 4,5% del PBI. Finalmente, en un escenario pesimista de mayor inestabilidad nominal, el ajuste fiscal previsto en el presupuesto no se aplicaría y se ralentizaría la recuperación elevando el déficit primario arriba de 5% del PBI.

La inflación acumuló 36% en 2020, ¿hasta dónde llegará en 2021?

En diciembre, la inflación nacional fue de 4%, acumulando poco más de 36% en todo 2020. De esta forma, el año cerró con su mayor registro y una inflación mensual anualizada del 60%. El avance del nivel de precios estuvo impulsado por alimentos y bebidas -carnes y frutas-, salud -que contempla el incremento de prepagas- y Recreación y cultura -tras la apertura de nuevas actividades y la temporada de turismo-. De este modo, el IPC Núcleo avanzó casi 5% en diciembre, muy por encima de Regulados (+2,6%), lo que fue una constante durante todo el año, y Estacionales (+1,3%).

En el acumulado anual, sobresalieron los aumentos de Indumentaria (+60%) y Alimentos y Bebidas (+42,5%), algo que preocupa bastante pensando en el carácter regresivo de la inflación. A nivel de categorías, resalta la suba de Estacionales (+64,4%), muy por encima del IPC Núcleo (39,4%) y los precios regulados (+14,8%). Se observa de esta forma cómo el congelamiento tarifario fue importante para desacelerar la suba de precios durante el año pasado, a la par que, en el mismo período, se acumuló un atraso significativo en los precios de la luz, el gas y el agua y en otros precios regulados.

Por su parte, la suba de los precios de los bienes casi duplicó a la de los servicios (+43% y +22%, respectivamente), encadenando, de esta forma, el tercer año consecutivo con esta dinámica. Entre fines de 2019 y de 2017 los bienes habían saltado casi 140%, mientras que los servicios treparon “solo” 110%, producto, esencialmente, del disímil impacto del tipo de cambio en la estructura de costos de ambas canastas. En tanto, en 2020 la diferencia obedeció a las restricciones a la movilidad, que golpearon más a los segundos que a los primeros y al mencionado congelamiento de tarifas de los servicios públicos.

De esta manera, a pesar de la baja de casi 20 p.p. en relación con 2019, la inflación de 2020 dejó presiones latentes. En primer lugar, resalta que las tarifas de servicios públicos no se actualizan hace más de un año y medio y permanecerán congeladas, al menos, hasta marzo, disparando el gasto en subsidios (alcanzó 2,6% del PBI en 2020, trepando 1,0 p.p. respecto del año anterior). Dado que los mercados de crédito siguen cerrados para nuestro país, el gobierno deberá elegir entre un mayor rojo financiado con emisión o mayores correcciones en las tarifas de servicios públicos con un impacto en la inflación de los hogares. Lamentablemente, ambas salidas tienen más contras que pros.

En segundo lugar, destacan los controles de precios en varios alimentos y bebidas. Con estas políticas, el Poder Ejecutivo contuvo varios ajustes en bienes de “consumo masivo”, que subió poco más de 20% en el año, pero generó otro atraso importante, cuya corrección está presionando los precios. De la misma forma que un ajuste de tarifas, un descongelamiento en el precio de los alimentos tendría mayor impacto en los hogares de menores recursos, producto de su inelasticidad de consumo, pero sostener los precios máximos podría generar problemas de abastecimiento. Otra vez, un dilema con más contras que pros.

Por otro lado, aparece la cuestión cambiaria. Por un lado, un salto del dólar oficial aceleraría inevitablemente la inflación. El Banco Central está comprando Reservas desde diciembre y, aunque su poder de fuego sigue en niveles muy bajos, la corrida pareciera haberse relajado. Ahora bien, uno de los factores que relajó las presiones fue el mayor control de importaciones, no con un criterio productivo, sino cambiario. En este sentido, varios artículos “no esenciales” comenzaron a importarse con dólares propios del exterior y muchos otros tienen incertidumbre sobre a qué tipo de cambio lo harán en el futuro. Por lo tanto, estas restricciones también impactan en el nivel de precios, aunque focalizadas en los consumos de los hogares de mayores recursos.

Analizando entonces cómo cerró el 2020 y los atrasos que dejó el año pandémico, podemos dar cuenta que la inflación se acelerará este año. Hasta dónde llegará dependerá, en parte, de las decisiones del gobierno nacional y de cuán efectivas sean las mismas: cuanto se pospondrán la corrección de desequilibrios para llegar con la economía “andando” al período electoral. Asumiendo que no hay un salto cambiario, pero que la brecha sigue alta, y un ajuste de tarifas que permite no expandir el gasto en subsidios durante este año, la inflación cerraría en torno al 45% en 2021.

Mayor presión tributaria en 2020 por tributos patrimoniales e impuesto País

Durante diciembre, la recaudación Nacional rozó ARS 680.000 millones creciendo casi 37% i.a., apenas por encima de la inflación (rozó 36% i.a.), tal como venía ocurriendo en los últimos meses. Pese a la mejoría registrada a fin de año los recursos tributarios crecieron 32,1% en 2020 contra una inflación promedio de 42% anual, lo que implicó una pérdida del orden de 7% i.a. en términos reales.

Sin embargo, el año pasado la recaudación Nacional representó 24,8% del PBI, trepando 1,4 p.p. en relación al 2019, alcanzando el mayor registro desde 2016. Esto tuvo lugar debido al mayor peso de los impuestos que gravan los ingresos y el patrimonio. En otras palabras, el aumento de la presión tributaria está vinculada a la suba del impuesto a las ganancias y los bienes personales y la creación del impuesto PAIS, cambios introducidos tras la sanción de la Ley de Solidaridad y Reactivación Productiva.

Puesto en números, se observa que el peso del IVA y de los tributos a la seguridad social se mantuvieron constantes en términos del PBI (conjuntamente representaron cerca de 12,5% del mismo), mientras que los impuestos asociados al comercio exterior (derechos de exportación e importación) perdieron terreno al pasar de 2,6% a 2,2% del PBI. Por lo tanto, la mayor presión tributaria se explica por: la mayor relevancia de Bienes Personales (pasó de 0,1% a 0,8% del PBI); del Impuesto a las Ganancias (5,1% a 5,5% del PBI); y el impuesto PAIS que comenzó a tener vigencia a comienzos del año pasado (representó 0,5% del PBI). Pasando en limpio, estos últimos tributos alcanzaron casi 7% del PBI el año pasado, cuando representaban algo más que 5% del PBI en 2019. Vale mencionar que la mayor presión tributaria resultó progresiva: impactó más en quienes poseen mayores ingresos/bienes, y quienes quisieron dolarizar ahorros en moneda local en mercado oficial (se vieron afectados por el impuesto PAIS pero sus tenencias se revalorizaron en el mercado paralelo).

Esta nueva configuración también se observa al contemplar la dinámica a lo largo del año. Por ejemplo, los impuestos a los ingresos y al patrimonio se recuperaron rápidamente en términos reales a partir del tercer trimestre, ganando así, participación dentro de la recaudación, mientras que otros como aquellos asociados a la Seguridad Social reflejaron una pérdida en términos reales a lo largo de todo el año.

Más aún, los tributos asociados al comercio exterior cayeron nominalmente al final del año, producto de una alta base de comparación en el último trimestre del 2019 (previendo correctamente un incremento de las retenciones por parte del nuevo gobierno hubo mucha liquidación al cierre de la administración Macri). Mientras que el IVA mejoró en el último tramo del año, no sólo asociado a un mayor consumo tras la relajación de las restricciones asociadas al Covid-19, sino también a una baja base de comparación (tras las PASO Cambiemos había eliminado el IVA a varios productos básicos). En definitiva, si bien en el primer semestre la recaudación cayó casi 13% en términos reales, la recuperación de la actividad permitió que este rojo prácticamente se borre en la segunda mitad del 2020.

¿Qué esperamos para los próximos meses?

La recaudación mejorará en tanto la recuperación económica se sostenga. En este sentido, el inicio de una segunda ola de Covid-19 en nuestro país complica el arranque del 2021. Si consumo y el mercado laboral no muestran un mayor dinamismo en los próximos meses -el IVA y la Seguridad Social representan alrededor de la mitad de la recaudación, y la aceleración de la inflación no frena, los recursos tributarios podrían volver a caer en términos reales. Por el contrario, si la recuperación es significativa la presión tributaria podría aumentar si el gobierno logra captar lo que espera (alrededor de 0,5% del PBI) con el Impuesto a las Grandes Fortunas este año, del cual todavía no se conoce la reglamentación.

De todos modos, queda claro que el espacio para continuar incrementando la presión tributaria es mínimo, por lo menos hasta que la economía no vuelva a crecer genuinamente, léase por arriba de los niveles pre-pandemia.