El mayor flujo comercial acumulado a noviembre desde 2013

Se modera el superávit comercial al cierre del año

En noviembre, el superávit comercial de bienes rozó USD 400 millones, en línea con lo observado en igual mes del año pasado y acumulando un saldo positivo de USD 14.300 millones en lo que va del año. Las exportaciones superaron los USD 6.100 millones (+37% i.a.), cifra no vista desde 2012 para un mes de noviembre, mientras que las importaciones se ubicaron en torno a USD 5.700 millones (+40% i.a.). De esta manera, a falta de un mes para el cierre del año, el flujo comercial alcanzó USD 128 mil millones, el mayor desde 2013 a esta altura del año.

A diferencia de los últimos meses, el resultado positivo de la balanza comercial no fue impulsado por una significativa diferencia de los precios internacionales, ya que estos mostraron un avance del 23% i.a. para las exportaciones y de 21% i.a. para las importaciones, en donde se incluye el incremento de 50% del costo del flete frente a un año atrás.

A nivel desagregado, los productos primarios (PP, +75% i.a. en valores) lideraron la expansión debido a las mejoras tanto de los precios internacionales como de las cantidades. Fue seguido por las manufacturas de origen industrial (MOI, +60% i.a.) principalmente gracias a una mejora de más de 40% de las cantidades vendidas al resto del mundo. Finalmente, combustibles y energía avanzó 25% y las manufacturas de origen agropecuario (MOA) aumentaron apenas 13,5%, afectadas por un deterioro de casi 7% en las cantidades vendidas.

Por el lado de las importaciones, la principal suba se dio en combustibles y lubricantes (+217% i.a.). Además, se evidenció un incremento superior al 50% de bienes intermedios y de casi 30% de piezas y accesorios. Sin embargo, tanto los bienes de capital y de consumo mostraron avances en torno a 20% i.a., evidenciando que el principal énfasis en las importaciones estuvo más asociada a la dinámica propia del proceso productivo que de la inversión o del consumo final. En este sentido, se destaca que la importación de vehículos automotores de pasajeros se contrajo más de 20% en la comparación interanual.

¿Qué esperamos para los próximos meses?

Prevemos que la balanza comercial cierre el año por encima de los USD 15.000 millones. Sin embargo, 2022 traerá consigo algunas cuestiones a considerar.

En primer lugar, la mejora de los precios internacionales de commodities no será la norma el próximo año. La necesidad de controlar una inflación en dólares que ya se reconoce como “menos transitoria” por parte de la FED, golpeará en cierta medida los precios internacionales impidiendo que el efecto precio gobierne durante 2022. Asimismo, la existencia de complicaciones climáticas durante el verano podría resentir la cosecha gruesa durante el próximo año, condicionando aún más los valores exportados.

Por otro lado, el ritmo de crecimiento de la economía brasilera, nuestro principal socio comercial, dejará atrás las altas tasas vistas en 2021 (que fueron producto de la recuperación de la pandemia) y se desacelerará marcadamente. Esta moderación también afectará a China y al resto del mundo en general, poniéndole un techo a la expansión de la demanda externa de los bienes producidos en el país.

La dinámica de las exportaciones definirá la cantidad de dólares disponibles para las importaciones. Efectos negativos en los primeros complicarán la disponibilidad de divisas para las segundas, condicionando la recuperación de la economía y en especial de la actividad industrial, el motor de la recuperación en la salida de la pandemia.

El mercado de trabajo también recupera niveles pre-pandemia

Durante el tercer trimestre de este año, la tasa de actividad alcanzó el 46,7% y la tasa de empleo 42,9% de la población total. Al mismo tiempo, la tasa de desempleo fue de 8,2% de la Población Económicamente Activa (PEA), alcanzando a más de 1,1 millones de personas en los 31 aglomerados urbanos donde se releva la Encuesta Permanente de Hogares (EPH).

De esta manera, frente a igual trimestre de 2020, la tasa de empleo aumentó 5,5 p.p. mientras que la tasa de desocupación cayó 3,5 p.p. Esto es un resultado esperable: la lenta y geográficamente heterogénea salida de las restricciones en el tercer trimestre de 2020 arrojó un crecimiento de la actividad económica de casi 12% en la comparación interanual, lo que tuvo su correlato en las principales variables del mercado de trabajo.

En este sentido, el impacto de la recuperación de la economía en el mercado laboral viene por el lado de los informales y el cuentapropismo. Si comparamos con el primer semestre del año, el crecimiento de 3,6% del PBI (desestacionalizado) durante el tercer trimestre generó más de 420 mil puestos de trabajo, de los cuales sólo 1 de 4 estaba enmarcado dentro de los asalariados formales.

Buena parte de esta dinámica está vinculada al fin de restricciones en muchas actividades comerciales, un sector típicamente asociado a una mayor informalidad: casi la mitad de la mejora del empleo se explica por este sector. Sin embargo, también se relaciona con que las modalidades de trabajo más precarias son las que más sufrieron no solamente la pandemia sino la dinámica post-PASO 2019. Si miramos el comportamiento del empleo desde entonces, encontramos lo inverso: 3 de cada 4 de los 470 mil empleos creados son asalariados formales.

Esto sugiere que el ritmo del mercado laboral seguirá siendo marcado por los asalariados informales (+34,5% i.a.), cuyo nivel se encuentra 5% debajo del promedio de 2019 y el cuentapropismo (+13,9% i.a.), que si bien exhibe una mejora de casi 10% en relación a 2019, es una tendencia global impulsada por las nuevas tecnologías y exacerbada, en nuestro país, por la necesidad de apuntalar los ingresos reales familiares.

¿Qué esperamos para los próximos meses?

En el último trimestre del año se mantendrá la tendencia iniciada con la recuperación de la economía. Por un lado, la participación en el mercado continuará subiendo producto de mayores posibilidades y un bajo impacto de Coronavirus en el país. Asimismo, el empleo seguirá mejorando de la mano de un creciente cuentapropismo (en niveles record) y la informalidad. El empleo de calidad, los asalariados del sector privado, tendrá un desempeño más acotado en el último tramo del año.

Por el lado del desempleo, esperamos que las tasas de un dígito se mantengan. Si bien este indicador puede parecer “bajo” dada la situación económica de los últimos años, también muestra el por qué de, a diferencia de décadas atrás, tener un trabajo no es sinónimo de estabilidad o mantenerse fuera de la pobreza: puede ser simplemente una actividad que permite ingresos adicionales en una familia ante el continuo deterioro del poder adquisitivo. Los avances tecnológicos y la reconfiguración de la sociedad corren el eje empleo-desempleo a una discusión asociada a la calidad del trabajo.

En octubre el resultado primario se deterioró interanualmente por primera vez en el año

En octubre el crecimiento del gasto primario del sector público nacional (+83% i.a.) superó a la expansión de los recursos (+69,8% i.a.) por primera vez en el año. De esta forma, el déficit primario ($ 209.169 millones), que fue el más alto del año, aumentó  interanualmente en términos reales por primera vez en lo que va del 2021.

Los recursos totales del sector público nacional alcanzaron $ 771.447 millones en octubre, creciendo 11,6% i.a. en términos reales. La dinámica de los recursos se explicó centralmente por la evolución de los ingresos tributarios (+67,3% i.a.), especialmente retenciones (+128,8% i.a.). Si bien la expansión real de los ingresos en octubre se ubicó por debajo de la variación acumulada en el año – descontando el registro de DEG, en los primeros 9 meses los ingresos aumentaron 18 puntos por sobre la inflación – cabe también señalar que en octubre el Aporte Solidario a las Grandes Fortunas apenas representó el 1% de los recursos totales, por debajo del 4% observado en mayo-septiembre. No obstante, también se destaca que en octubre se observó un importante salto en las rentas de la propiedad (+144,5% i.a.), en parte producto del cobro de servicios por préstamos ARGENTA.

Los gastos primarios mostraron un crecimiento de 20,3% en términos reales, el mayor en 13 meses. Dentro de éstos, los subsidios económicos fueron el rubro que mostró el mayor crecimiento en términos reales (+52% i.a.), pero esto obedece principalmente a la base de comparación: el monto erogado en el mes fue similar, en términos reales, al promedio de los últimos 3 meses.
En octubre se destacaron especialmente las dinámicas del gasto de capital (+140% i.a. descontando la inflación) y de los gastos de funcionamiento (+40,7% i.a. en términos reales). En el primer caso, los gastos de capital mostraron el mayor valor real en 34 meses. En el segundo caso, se destacó especialmente el gasto en bienes y servicios (+118,6% i.a. deflactado), aunque las remuneraciones -el componente más representativo- también crecieron fuertemente +14,7% en términos reales, producto de la pauta salarial).

Las prestaciones sociales, la línea más importante del gasto primario (52% del total), superaron levente la inflación (+1,3 p.p.) por primera vez desde noviembre del año pasado; en parte esto obedece a la base de comparación, ya que en el último trimestre del 2020 el gasto en prestaciones sociales -que se expandió fuertemente en ese año producto de programas como el IFE y el ATP- comenzaba a ralentizarse. Pero durante el mes bajo análisis también incidieron los impactos del complemento mensual en las asignaciones familiares formales y del ajuste del salario mínimo vital y móvil en los programas sociales que otorgan el Salario Social Complementario. Por su parte, las jubilaciones y pensiones que ajustan por la fórmula de movilidad -que mostró un alza de 43% en octubre- aún se ubican levemente por debajo de la inflación (-1% en términos reales).

Finalmente, las transferencias a las provincias mostraron el mayor nivel del año (crecieron 18% i.a. en términos reales) donde se destacó el aumento observado en los fondos girados por los convenios de financiamiento a las cajas previsionales no transferidas.

El pago de intereses alcanzó $ 68.000 millones, y si bien fue similar al promedio mensual del año, comparado con igual mes de año anterior mostró un alza de 119%. De esta forma, el déficit financiero se ubicó en $ 277.094 millones, más que duplicándose respecto del de igual mes de 2020. El deterioro del resultado fiscal explica la mayor asistencia del BCRA en octubre pasado ($ 350.000 millones, frente a un promedio de $ 210.000 millones en los últimos 3 meses).

En los primeros 10 meses del año el déficit primario alcanzó 1,7% del PBI (frente a 5% en enero-octubre de 2020), si excluimos el registro de los DEGs. Contemplando este recurso extraordinario, el déficit se ubica en la zona de 0,8% del PBI. Finalmente, considerando que en los últimos dos meses el desbalance es estacionalmente más elevado, para este año proyectamos un cierre en torno de 3,3% del PBI.

El saldo comercial superará USD 15.000 millones este año

Continúa el efecto precio de las exportaciones

En octubre, el superávit comercial de bienes alcanzó USD 1.600 millones, más que duplicando los USD 670 millones del año pasado y acumulando un saldo positivo de casi USD 14.000 millones en lo que va del año. Las exportaciones rozaron los USD 6.900 millones (+46,5% i.a.), cifra no vista desde 2012 para un mes de octubre, mientras que las importaciones se ubicaron en torno a USD 5.200 millones (+31% i.a.), exhibiendo una expansión inferior a la de las exportaciones por segundo mes consecutivo.

Nuevamente, el desempeño favorable de la balanza comercial se vio traccionado por los precios internacionales, que mostraron un avance del 28% i.a. para las exportaciones pero solo 17,9% i.a. para las importaciones (a pesar de la duplicación en el costo del flete frente a un año atrás, principalmente en los envíos provenientes de China).

De esta forma, de no haber sido por el efecto precio, el saldo comercial se hubiese posicionado en la zona de USD 900 millones gracias al desempeño de las cantidades, que también fue positivo: en el caso de los envíos al exterior el incremento fue del 13,6% i.a., mientras que las compras mostraron una expansión del 11,1% i.a.

Dinámicas similares a nivel desagregado

A nivel desagregado, combustibles y energía lideró el alza de las exportaciones (+153% i.a. en valores) en gran parte debido a la más que duplicación de los precios. Este rubro fue seguido de productos primarios (PP, +73% i.a.), manufacturas de origen industrial (MOI, +56% i.a.) y manufacturas de origen agropecuario (MOA, 16% i.a.). Entre los desempeños más favorables se destacan el caso de cereales (+127% i.a.), oleaginosas (+73% i.a.), combustibles y aceites minerales (+171% i.a.), metales y sus manufacturas (+124% i.a.), petróleo crudo (+313% i.a.) y gas (+195% i.a.).

Por el lado de las importaciones, la principal suba se dio en combustibles y lubricantes (+191% i.a.), aunque hubo un avance en todos los rubros motivado por mayores cantidades demandadas, con la excepción de vehículos de pasajeros que mostró una caída de casi 44% i.a. Entre las mayores alzas se destacan los casos de combustibles y lubricantes elaborados (+310% i.a.), computadoras y teléfonos (+47% i.a.) y medicamentos (+95% i.a.).

¿Qué esperamos para los próximos meses?

No esperamos cambios significativos en la dinámica vista hasta el momento para lo que resta del año. Así, prevemos que la balanza comercial cierre en torno a los USD 16.000 millones. Sin embargo, 2022 traerá consigo algunas diferencias importantes.

Por un lado, el ritmo de crecimiento de la economía brasilera, nuestro principal socio comercial, dejará atrás las altas tasas vistas en 2021 (que fueron producto de la recuperación de la pandemia) y se desacelerará marcadamente, algo que se observa en el recorte de las proyecciones de crecimiento por parte del mercado, que pasó de 1,4% a 0,7% para 2022 en el último mes. China, por su parte, moderaría también su expansión y crecería “solo” 5,6%, de acuerdo a las últimas proyecciones del FMI. De esta forma, nuestras cantidades exportadas verían los efectos de una menor demanda.

En cuanto a los precios de los commodities, la bonanza ya no será la norma en 2022. La FED ya ha confirmado la disminución de sus estímulos monetarios y se espera que dé inicio a una política de suba de tasas en algún momento de 2022. No obstante, el mercado ya se ha hecho eco de este cambio en la política monetaria y los precios han comenzado a ver ajustes. En este sentido, la soja y el maíz se encuentran 15% y 22% debajo de sus máximos recientes alcanzados en el primer semestre de 2021, aunque aún se mantienen 36% y 45% por encima del precio promedio de 2020. Asimismo, la existencia de complicaciones climáticas durante el verano podría resentir la cosecha gruesa durante el próximo año, condicionando aún más los valores exportados.
Paralelamente, el barril de petróleo en la zona de los USD 80 juega de manera ambivalente. Por un lado, encarece nuestras importaciones de combustible.

Por otro, incrementa la rentabilidad en el sector de hidrocarburos no convencionales, estimulando el desarrollo de nuevos proyectos y mayores exportaciones.

De esta forma, esperamos para 2022 un superávit comercial de bienes inferior, en la zona de los USD 10.000 millones.

El mercado de trabajo al ritmo de la economía

Dos lecturas al mercado de trabajo

Durante el segundo trimestre de este año, la tasa de actividad alcanzó el 45,9% y la tasa de empleo 41,5% de la población total. En tanto, la tasa de desempleo fue de 9,6% de la Población Económicamente Activa (PEA), alcanzando a casi de 1,3 millones de personas en los 31 aglomerados urbanos donde se releva la Encuesta Permanente de Hogares (EPH).

De esta manera, frente a igual trimestre de 2020, cuando comenzaron las restricciones más severas ante la irrupción de la pandemia, la tasa de empleo aumentó 8,1 p.p. mientras que la tasa de desocupación cayó más de 2 p.p.

La caída en la tasa de empleo en el segundo trimestre de 2020 estuvo explicada prácticamente en su totalidad por la dinámica del empleo asalariado no registrado y los cuentapropistas. Esto se explica por una menor posibilidad de realizar teletrabajo, mayor dependencia de la circulación para trabajar o bien por contar con menores protecciones legales (por ejemplo, ausencia de la prohibición de despidos). Asimismo, estos segmentos fueron los que traccionaron la mencionada recuperación -en la comparación interanual- de la tasa de empleo con el relajamiento de las restricciones.

Cabe recordar también que en ese momento la brusca caída en la tasa de empleo no se tradujo en un salto equivalente en la tasa de desempleo ya que por las mismas restricciones a la circulación y por las medidas de fortalecimiento de ingresos de los hogares no todos aquellos que no pudieron trabajar buscaron empleo activamente. En el mismo sentido, por la recuperación de los niveles de ocupación, la tasa de desempleo retornó a los niveles previos. De esta forma, las principales tasas del mercado laboral muestran valores similares a los que tenían antes del impacto de la pandemia.

Por otro lado, en la comparación respecto al primer trimestre del año encontramos un estancamiento en el nivel de empleo (observando la tasa y también la cantidad de personas). Esto va en línea con lo que sucedió con la actividad económica, que cayó en términos desestacionalizados frente a los primeros tres meses del año.

Al igual que sucedió en 2020, los asalariados informales y los cuentapropistas fueron los más afectados (cayeron más de 2% en forma conjunta), pero, como también se observó un alza en la cantidad de asalariados formales (más de 2%) en la comparación respecto al primer trimestre, la tasa de empleo se mantuvo estable. Asimismo, siempre en comparación con los primeros tres meses del año, encontramos cambios en la composición al interior de los ocupados: incremento de la población subocupada y ocupada demandante de empleo, dinámica que se asoció a una reducción de los ocupados plenos.

Por otra parte, en el segundo trimestre se redujo la tasa de desempleo respecto a los primeros tres meses del año -cuando se ubicó en 10,2%-. Dado que la cantidad de ocupados prácticamente no varió, la caída en la desocupación se tradujo en una merma en la tasa de actividad, que en la comparación intertrimestral cayó 0,4 p.p. Si bien las restricciones que se implementaron por la segunda ola de Covid-19 podrían haber inducido este efecto, habrá que esperar los próximos meses para ver cómo reacciona el mercado de trabajo con la continuidad de la recuperación de la economía.

¿Qué esperamos para los próximos meses?

La salida de la pandemia encuentra un débil mercado laboral. La recuperación del empleo se asoció a modalidades de mayor precariedad, algo vinculado a la necesidad de incorporar ingresos que apuntalen o complementen el poder adquisitivo de las familias. Esto cobra relevancia si tenemos en cuenta que durante el segundo trimestre la inflación fue bastante mayor a lo esperado, especialmente en lo que refiere a alimentos.

Por otro lado, los datos del segundo trimestre también reflejan que, la merma de la desocupación podría deberse a la retirada del mercado de trabajo de un grupo de personas. Esperamos que vuelvan en tanto la actividad repunte en lo que resta del año y amplifiquen el crecimiento del empleo.

El empleo asalariado privado busca recuperarse

El Ministerio de Trabajo informó que durante abril el empleo registrado creció 1,1% i.a., lo que significó la creación de casi 60 mil puestos de trabajo formales. Este dato positivo debe verse con cautela, teniendo en cuenta que se está comparando contra uno de los peores meses del año pasado. En este marco, tiene sentido analizar la composición de esta recuperación.

En primer lugar, se debe decir que la mejora fue liderada por los cuentapropistas (+1,7% i.a.) gracias a la expansión superior al 3% i.a. de los monotributistas. Esta tendencia ya la habíamos observado en la Encuesta Permanente de Hogares (EPH) del INDEC que, si bien contempla solamente al empleo urbano, también considera a los trabajadores no registrados.

No obstante, el grueso de los trabajadores formales, los asalariados privados, típicamente asociados al empleo de calidad avanzaron 1% respecto a abril del año pasado, la primera variación interanual positiva en más de 30 meses -es decir, desde agosto 2018, mostrando que la economía ya venía golpeada desde antes de la pandemia-. Al mismo ritmo crecieron los asalariados públicos (+0,9% i.a.), pero vale destacar que estos no están “inflados” por una base de comparación, ya que exhiben un crecimiento de 0,7% desde el inicio de la pandemia y en solo tres de los últimos tres meses sufrieron una caída desestacionalizada.

La relevancia y la disponibilidad de información para los asalariados privados requiere una inspección hacia el interior de este grupo. En este sentido, las Actividades inmobiliarias, empresariales y de alquiler lideran la recuperación con más de 43 mil empleos (+5,3% i.a.), seguido por la Industria y la Construcción que se combinaron para aportar más de 60 mil puestos de trabajo adicionales. A contramano, Hoteles y Restaurantes y Transporte y Comunicaciones todavía muestran deterioro en la comparación interanual de sus números, acusando casi 45 mil empleos menos y evidenciando las dificultades que todavía tienen estos sectores con motivo de las restricciones.

Si bien no prevemos que la recuperación se interrumpa en el corto plazo, mayo y junio podrían haber traído un rebote más lento. Según la Encuesta de Indicadores Laborales (EIL) que también elabora el Ministerio de Trabajo, la tasa de entrada -proporción de altas respecto al total de ocupados- en los principales aglomerados urbanos se contrajo fuertemente en mayo. Este freno en el mercado laboral formal también se observa con el hecho de que las empresas con únicamente bajas fueron el 16,1%, el máximo desde diciembre de 2019.

En este sentido, ayer el INDEC también informó una caída de 5% mensual del Indicador de Producción Industrial, retronando así a niveles del tercer trimestre del año pasado. Si consideramos que la industria fue de los rubros con menores limitaciones en el segundo trimestre, sería de esperar que el escenario del resto de las ramas sea algo peor, especialmente en el caso de los servicios. Esto también prevé un desacelere en la mejora del empleo asalariado privado.

En lo que respecta al segundo semestre, muy probablemente la relajación de muchas restricciones de lugar a una mejora del empleo, principalmente en los servicios. En la medida que las expectativas de una mayor demanda producto de una mejora de los ingresos reales no se modifiquen, esta dinámica se trasladará al resto de la economía, pero no será suficiente para que se recupere el empleo de calidad -asalariados del sector privado- hacia el cierre de este año. De esta manera, y pandemia mediante, la primera mitad de la gestión del Alberto Fernández terminará con una caída de los puestos de trabajo bajo esta modalidad.

El cuentapropismo y el empleo público encabezan la recuperación del mercado laboral

¿Qué sabemos del mercado de trabajo a un año del inicio de la pandemia?

Durante el primer trimestre de este año, la tasa de desempleo fue de 10,2% de la Población Económicamente Activa (PEA), alcanzando a más de 1,3 millones de personas en los 31 aglomerados urbanos donde se releva la Encuesta Permanente de Hogares (EPH). De esta manera, cayó 0,2 p.p. en relación con igual período del año pasado, cuando apenas comenzaban las restricciones ante la irrupción de la pandemia.

Sin embargo, producto de estas mismas restricciones, la tasa de actividad pasó de la zona de 47% -valores que había alcanzado en los primeros trimestres de 2019 y 2020- a 46,3% de la población de referencia. De este modo, la cantidad de participantes del mercado de trabajo se contrajo casi 1% i.a.. Si bien no todos los que se fueron del mercado de trabajo lo hicieron por la pérdida del empleo, la menor participación en el mismo también refleja una baja perspectiva de encontrar empleo, algo que resulta lógico en este contexto. Por este motivo, como la tasa de desempleo se calcula sobre quienes buscan activamente un trabajo, puede ser un indicador poco preciso en estos casos: podría haberse ubicado hasta 2 p.p. por encima si la PEA hubiera crecido más en línea al crecimiento poblacional.

Por el lado del empleo, se observó una contracción de 0,5% i.a. Esta dinámica fue muy heterogénea a su interior: los asalariados públicos crecieron más de 9% i.a. en la población de referencia, destacándose además el incremento en el cuentapropismo (+5,5% i.a.). Esta modalidad, también muy heterogénea a su interior, se fortaleció tras el fuerte deterioro en el empleo de los asalariados formales del sector privado (-1,5% i.a.), pero especialmente tras la pérdida de casi 12% de los puestos de trabajo informales. Esto puede deberse al ingreso al mercado laboral de nuevas personas ante la caída de los ingresos familiares o bien a una reconversión de asalariados hacia el trabajo por cuenta propia ante la necesidad de generar ingresos.

¿Qué esperamos para los próximos meses?

En primer lugar, se debe recordar que las restricciones impuestas a partir de abril en distintos centros urbanos pueden haber interrumpido la recuperación del mercado de trabajo. Si bien estas distaron de ser tan fuertes como las de 2020, podría haber acrecentado la diferencia entre la tasa de desempleo con y sin inactivos. En la medida que las restricciones se relajen y la vacunación avance, esperamos que el empleo informal vuelva a los niveles pre-pandemia hacia el cierre del año representando mas de la mitad de los empleos que se creen durante los próximos meses.

Esta dinámica podría eventualmente reducir la expansión del cuentapropismo, que parece ser una salida laboral para muchos trabajadores y familias en este contexto, considerando que el empleo formal crecerá lentamente a lo largo del año en los 31 aglomerados urbanos.

Por otro lado, contemplando que los asalariados formales (privados y públicos) representan cerca de la mitad del empleo, el efecto en los ingresos laborales de la reapertura de las paritarias, acorde a una inflación esperada mayor, se verá algo diluido. Apuntalar el consumo del resto de los ocupados -más asociados a los sectores de menores ingresos- descansará en la velocidad de la desaceleración de la inflación.

Conjuntamente, prevemos que el empleo -en todas sus modalidades- crezca alrededor de 6,5% en promedio este año, quedando más de 3% por debajo de 2019. Esta parcial recuperación sería mayor a la de la actividad económica a nivel agregado, en parte por el rezago en términos reales que los ingresos laborales presentarán durante buena parte del año, y en parte por la precarización del mercado de trabajo, ya que la recuperación estará liderada por los empleos no registrados.

Inflación sin tregua: ¿llega la desaceleración?

En abril, la inflación fue de 4,1%. De esta forma, acumuló 17,6% en el primer cuatrimestre (equivalente a 62,5% anualizado) y 46,3% en los últimos doce meses, el valor más alto desde abril del año pasado cuando empezó la cuarentena. Si bien este número representa una desaceleración de 0,7 p.p. respecto de marzo 2021, cuando la inflación había sido de 4,8%, y está en línea con el promedio mensual del último semestre (4%), no por eso deja de ser muy preocupante.

Con este número, ya se consumió más del 60% de la meta del Presupuesto 2021, totalmente imposible de cumplir. A la vez, la suba de precios debería promediar 1,8% entre mayo y diciembre para no superar el 36,1% acumulado en 2020. Inevitablemente, la inflación no solo terminará este año por encima del objetivo oficial, que sirvió de referencia solo para algunas pocas paritarias y ya quedó en el olvido, sino que también se acelerará considerablemente en relación 2020.

El nivel general no es lo único preocupante. Por caso, el rubro alimentos y bebidas, principal consumo de los sectores de menores recursos, siguió subiendo más rápido que el promedio. En abril, este capítulo avanzó 4,3%, acumulando 18,7% en los primeros cuatro meses del año. En tanto, educación saltó 32,6% entre enero y abril, seguido de prendas de vestir y calzado (+22,4%) y transporte (+20,7%). Por el contrario, vivienda y electricidad subió menos de 9%, producto del congelamiento tarifario -levemente actualizado en mayo-, a la par que equipamiento y mantenimiento del hogar avanzó 15,8% entre enero y abril, en un contexto de dólar oficial y paralelo calmo.

En otro orden, los bienes volvieron a subir por encima de los servicios (4,7% y 2,5%, respectivamente), acumulando una diferencia de casi 6 p.p. en lo que va del año (+19,2% y +13,8%). Además del mencionado congelamiento tarifario, esto refleja un nuevo patrón de precios relativos: desde 2018, impulsado por las sucesivas devaluaciones del peso, los bienes le están ganando sistemáticamente la carrera nominal a los servicios.

Por último, en lo que al análisis de abril respecta, sobresale que la inflación núcleo volvió a estar por encima del nivel general (4,6%), en tanto los precios regulados y los estacionales quedaron por debajo (3,5% y 2,2%, respectivamente). Este ranking se repite en el acumulado anual, ya que a una suba de 18,2% del IPC Núcleo, le sigue una de 16,3% de los precios estacionales y de 16,2% los precios regulados. Dado que la inflación core o núcleo es la más difícil de desarmar y la más lenta de bajar, esta dinámica preocupa de cara a los meses que vienen.

Luego de un primer cuatrimestre muy complicado en la materia, desde Ecolatina proyectamos que la inflación rondará 45% en 2021 (+9 p.p. en relación con el acumulado del año pasado). Para que esto se cumpla, la suba de precios debería promediar 2,7% entre mayo y diciembre, un valor difícil de alcanzar con este arranque, pero no imposible considerando que el dólar oficial seguiría planchado y en “modo electoral”, a la vez que ni las tarifas de servicios públicos ni los salarios crecerían sustancialmente este año. A la vez, con esta proyección, la inflación terminaría cerca de los niveles de 2018 y 2019; sin embargo, más allá del valor agregado, la situación será más preocupante: mientras que en ese entonces se corregían precios relativos -dólar y tarifas-, en este contexto se están acumulando atrasos, que, posiblemente, dejarán a la inflación por encima de 40% también en 2022.

La pobreza superó 40% en 2020

Crece la pobreza sin empeorar la distribución del ingreso

La semana pasada el INDEC informó que la tasa de pobreza alcanzó el 42% de la población durante el segundo semestre de 2020. Al mismo tiempo, la indigencia afectó a 10,5% de la población.

De este modo, la pobreza promedió 41,5% en 2020, un aumento de 6 p.p. respecto a 2019, mientras que la indigencia alcanzó a 10,5% de la población (+2,6 p.p.).

Considerando que en 2020 se verificó una desaceleración de la inflación, producto de las restricciones que se impusieron a la actividad económica y la circulación, pero que lógicamente también afectaron los ingresos. En el caso de los trabajadores registrados, la decisión fue priorizar mantener los puestos de trabajo, mientras que los informales y buena parte del cuentapropismo se vio imposibilitada de trabajar algunos meses. Por su parte, aquellos que reciben ingresos no laborales -jubilados y perceptores de asignaciones, etc- también perdieron poder de compra ante la suspensión de la fórmula movilidad luego de sucesivos aumentos por decreto por debajo de la inflación pasada y actual.

En conjunto, esto hizo que los ingresos familiares per cápita caigan, en promedio, alrededor de 12% i.a. en términos reales durante el año pasado, al deflactar por la canasta de consumo asociada a cada decil de ingreso. Esta dinámica fue relativamente homogénea a lo largo de la distribución del ingreso excepto por el 10% más pobre, que sufrió un deterioro mayor al 16% i.a. en 2020, algo que podría vincularse con la aceleración del precio de los alimentos al principio y final del año pasado.

Sin embargo, vale destacar que el significativo aumento de la pobreza no tuvo un correlato obvio en la pérdida relativa de poder adquisitivo de los sectores medios-bajos sino que se corresponde en un “corrimiento” hacia debajo del poder adquisitivo de la población en general, reforzando que el problema de la pobreza hoy en día no está vinculado tanto a la distribución del ingreso (el índice de Gini en promedio solo creció 0,1 p.p. respecto a 2019) sino a un tercer año consecutivo de recesión económica.

A diferencia del salario real (que cayó 3,6% i.a.), que contempla la performance del poder adquisitivo de un ingreso determinado, observar el ingreso per cápita familiar da cuenta del impacto que tuvo esta medida en las familias. Esto refleja que en muchos casos los alicaídos ingresos tuvieron que mantener a más personas ante la imposibilidad de trabajar y la pérdida de empleo que tuvo lugar durante gran parte del año pasado. Además, en cierta forma, conjuga el efecto en los ingresos del shock de oferta y demanda que fue la pandemia, una medida bastante más comparable al deterioro del consumo privado (más de 13% i.a.).

¿Qué esperamos para 2021?

Para este año, la situación no luce alentadora. Durante el primer trimestre la inflación nacional habría rozado 12% complicando la recuperación de los ingresos y, para peor, alimentos y bebidas habría saltado más de 13% agravando los problemas en los hogares de menores ingresos. Si bien esta dinámica podría revertirse en el segundo trimestre, las nuevas restricciones volverán a tener un efecto sobre los ingresos de las familias que, si bien serán menores a los del año pasado, dificultarán una baja significativa de la pobreza en la primera mitad del año.

Por el momento, esperamos que durante la previa electoral el gobierno maximice los esfuerzos para contener la inflación. Considerando la necesidad de apuntalar los ingresos laborales para entonces, es probable que esto implique una mejora en los indicadores sociales. Sin embargo, este efecto podría ser neutralizado por una eventual corrección tarifaria y cambiaria hacia el cierre del año que si bien no frustaría alguna mejora en términos de pobreza e indigencia durante el segundo semestre, no sería suficiente para reducir la magnitud de las mismas en 2020 en el promedio anual.

Sin el efecto ASPO, la recaudación continúa creciendo en términos reales

Durante marzo, la recaudación superó ARS 760.000 millones y creció más de 72% i.a. Este salto en relación con los últimos meses se corresponde con que casi la mitad de marzo del año pasado estuvo afectada por el aislamiento social más estricto, reduciendo las transacciones comerciales y la actividad económica en general. Además, avanzó cerca de 21,5% i.a. en términos reales, encadenando el séptimo mes de crecimiento por encima de la inflación.

En este sentido, la propia AFIP reconoció que, comparando la dinámica de la primera mitad del mes, cuando no había estado vigente el ASPO, el crecimiento era de 45% i.a. Por lo tanto, el tan significativo avance responde a la dinámica de las dos últimas semanas de marzo 2020, cuando la actividad estuvo virtualmente planchada.

Volviendo al agregado mensual, los tributos que más crecieron fueron bienes personales (+350% i.a.), derechos de exportación (+145% i.a.) y de importación (+114% i.a.), a la vez que el sistema de la seguridad social recaudó un 34% más que el año pasado en términos nominales. Si bien es una medida menos sensible a las restricciones -la mayoría de los empleos y salarios continuaron pagándose durante el aislamiento, y especialmente durante la primera parte de éste- la continuidad de su caída en términos reales (superior a 5% i.a.) refleja que la recuperación de la economía no está llegando al mercado laboral formal.

Por otro lado, a partir de la sanción de la nueva fórmula de movilidad, la recaudación -en particular la asociada a los recursos de ANSES- es relevante a la hora del cálculo de la movilidad. Puntualmente, estimamos que la mitad de la actualización de haberes y jubilaciones sea de 7,7% en junio, quedando la determinación de la restante mitad para la variación de los salarios de la economía durante el primer trimestre.

Esperamos que las restricciones que tuvieron fuerte vigencia durante el segundo trimestre del año pasado continúen alentando crecimientos interanuales significativos. Esta dinámica no será compensada por la aparición de nuevas restricciones, aunque estas tendrían menor alcance y duración a las del año pasado. Sin embargo, una lenta desaceleración de la inflación continuaría afectando la recaudación en términos real, especialmente si los ingresos laborales registrados demoran en recomponerse o lo hacen en línea a la pauta de inflación oficial (30%).

En cualquier caso, prevemos una mejora de la recaudación en términos del PBI respecto al año pasado (+0,4 p.p.) pero no será suficiente para propiciar una reducción del déficit superior a 2,5 % del PBI -aproximadamente el gasto por COVID del año pasado-, por lo que creemos que los recursos obtenidos en las diversas colocaciones de instrumentos en pesos serán, a diferencia de 2020, tan importantes como la recaudación para reducir la necesidad de emisión monetaria.