Pese a la primavera, se enfría el mercado de trabajo

¿Cuál fue el desempeño del mercado laboral en lo que va del año?

Durante el primer trimestre de 2018, el mercado de trabajo mostró un buen desempeño: el salario real creció 1% interanual (i.a.) y el empleo se expandió más de 3,5% i.a. Sin embargo, producto de los sucesivos saltos del dólar que aceleraron la inflación dicha dinámica se frenó. Si bien la creación de empleo continuó en terreno positivo (+2% i.a.) durante el segundo trimestre del año, el salario real registró una caída de 2,6% i.a.
Pese a que la creación neta de puestos de trabajo fue positiva en el segundo trimestre, la pérdida de poder adquisitivo de los ingresos laborales llevó a un mayor participación en el mercado laboral. De hecho, la Población Económicamente Activa (PEA) –personas que trabajan o buscan hacerlo- creció 3,2% i.a. superando el dinamismo del empleo, lo que se tradujo en un incremento de la desocupación que saltó de 8,7% en el segundo trimestre del año pasado a 9,6% en igual período de 2018.
Pasado el primer semestre, la recesión se extendió a los principales sectores productivos afectando al mercado de trabajo. Por caso, en julio de 2018 el empleo registrado se redujo 0,5% desestacionalizado respecto a junio, a la vez que el salario real retrocedió 0,4% respecto al mes anterior (en términos interanuales el primero mostró una mínima expansión de 0,3% y el segundo cayó 7,5%).

¿La recesión ha llegado al mercado de trabajo?

La caída del nivel de actividad está impactando negativamente en el nivel de empleo. Esto se refleja en la Encuesta de Indicadores Laborales de agosto, que no sólo continúa mostrando una magra tasa de entrada (comportamiento típico del mercado laboral en periodos recesivos) que se encuentra desde junio en niveles mínimos, sino que también arrojó un incremento de la tasa de salida (relaciones laborales que cesan). Además, reflejó un incremento en el porcentaje de empresas que aplicaron suspensiones a su plantilla debido a una caída de la producción/demanda.
Como las suspensiones y la reducción de turnos u horas extras, también reducen el dinero en el bolsillo de los trabajadores, es lógico pensar que los trabajadores comiencen a buscar otro empleo. Esto elevará la tasa de subocupación (personas que están empleadas pero buscan trabajar más tiempo), especialmente en los sectores más postergados que precisan con urgencia obtener más ingresos para recomponer la caída del poder adquisitivo. De esta forma, si el estancamiento en la tasa de entrada al mercado laboral continúa por varios meses (lo que es posible ante la ausencia de perspectivas de crecimiento en el corto plazo), la demanda de empleo (subocupados y desocupados) crecerá, y considerando que la destrucción de empleo se profundizará en lo que resta del año, el poder de negociación de los trabajadores (aumentan los desocupados y el temor a perder el empleo) se verá afectado y con ello, la capacidad de revertir el deterioro del salario real.
En este sentido, estimamos que la caída del salario real formal superaría en promedio el 6% i.a. en 2018. El retroceso sería liderado por los empleados registrados del sector público (-8% i.a. en promedio anual), seguido por los trabajadores registrados privados (-5% i.a. en la comparación con la media de 2017).
Vale destacar, que la crisis golpeará más fuertemente al sector no registrado. Estos trabajadores cuentan con menor poder de negociación (no están sindicalizados) a la hora de tratar de recomponer su salario, y la inexistencia de un marco regulatorio –por caso, no hay indemnización-, eleva las posibilidades de que pierdan su empleo.

¿Cuáles son las consecuencias sociales y económicas de este escenario?

La caída del poder adquisitivo alentará el ingreso de nuevos trabajadores al mercado laboral. Dado que esperamos destrucción neta de puestos de trabajo no habrá forma de absorber a los nuevos ingresados, aumentando fuerte el desempleo. La tasa de desocupación volvería a los dos dígitos en el segundo semestre (alcanzaría 10,7% y 10,5% en el tercer y cuarto trimestre de 2018, lo que implica un alza de 2,4 p.p. y 3,3 p.p. respecto a igual período de 2017). La única dinámica que podría atenuar este desenlace es el “efecto desaliento”: personas que, ante las bajas probabilidades de encontrar trabajo, deciden retirarse del mercado.
Como resultado, no solo se registrará un deterioro de los indicadores laborales, sino también de las variables sociales. Por caso, la pobreza aumentará tanto frente al primer semestre de 2018 (27,3%) como al segundo semestre de 2017 (25,7%), rozando la la zona del 30%. El deterioro del mercado de trabajo también afectará el consumo interno, cuyo principal motor son los salarios reales, el empleo y el acceso al crédito (el reciente apretón monetario está aumentando el costo del financiamiento). En este escenario, estimamos que la caída del consumo privado rondaría el 6% i.a. en el tercer y cuarto trimestre de 2018, arrojando una contracción de 2% i.a. en el promedio del año.

El IPC GBA Ecolatina alcanzó el 6,5% en septiembre

El Índice de Precios al Consumidor Ecolatina de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires y del Gran Buenos Aires creció 6,5% en el mes de septiembre. De esta manera, acumula una suba de 31,5% en lo que va del año y de 40,1% respecto a igual mes del año anterior.

Gran parte de la aceleración inflacionaria de septiembre fue consecuencia del salto del dólar que tuvo lugar en los últimos días de agosto. Además, se observa que muchos precios tardaron en ajustar, ya que al analizar la dinámica entre quincenas, se observa un mayor ritmo en el incremento de los precios en la segunda mitad del mes en aperturas que están compuestas principalmente por bienes, que por definición son las que más fluctúan ante cambios en la cotización del dólar. En este sentido, Equipamiento y mantenimiento del hogar, Esparcimiento  y Alimentos y Bebidas fueron las aperturas que mas crecieron.

La aceleración a lo largo del mes también fue reflejada por la evolución del IPC Núcleo (+7,0% mensual). Su alza fue tan significativa que incluso superó el aumento de Regulados (impulsado por ajustes en la tarifa de electricidad, costo del transporte público y combustibles) y Estacionales (traccionados por aumentos en indumentaria, frutas y verduras), categorías que registraron su mayor variación mensual en lo que va del año.

Esta dinámica dejará un piso importante para el próximo mes, cuando además se sumen las correcciones en la tarifa de gas, nuevos ajustes en el transporte público, alza de combustibles y prepagas, que conjuntamente implicaran una suba de casi 10% en Regulados.

Las mejoras sociales del 1° semestre se revertirán en la segunda mitad del año

¿Empeoraron los indicadores sociales en la primera mitad de 2018?

No, debido a que se observó una menor desigualdad en el ingreso a la vez que se registró una reducción de la pobreza, de acuerdo a la Encuesta Permanente de Hogares (EPH) que elabora el INDEC.

Respecto al primer caso, uno de los indicadores más significativos es el Coeficiente de Gini  (un valor menor implica menor desigualdad) del ingreso per cápita familiar de las personas, que fue 0,431 en el 1° Semestre de 2018, por debajo del dato del 1° Semestre de 2017 (0,4325). Por su parte, el 10% más rico de la población percibió un ingreso promedio 18 veces mayor al ingreso promedio del 10% más pobre en la primera mitad de 2018. Esta brecha había sido igual a 20 a lo largo de los primeros seis meses del año pasado.

Por otro lado,  la incidencia de la pobreza se redujo en el 1° Semestre de 2018 (27,3% de las personas) en relación al 1° Semestre de 2017 (28,6% de las personas). Al extrapolar esta proporción al total de la población, se observa que casi 500.000 personas lograron salir de la pobreza en ese período.

¿Qué explica esta menor desigualdad y pobreza?

Esta dinámica respondió a que los miembros de las familias más vulnerables consiguieron más trabajo y mejores ingresos entre el 1° Semestre de 2018 e igual período de 2017.

La masa de ingresos de cualquier familia puede incrementarse por dos vías: un aumento de los ingresos de los miembros que componen la familia o una mayor cantidad de miembros de la familia percibiendo ingresos (principalmente, trabajando). En esta línea, si observamos la evolución de los ingresos individuales, se observa que los mismos crecieron 29,0% i.a. en la primera mitad del año, aunque como se observa en el siguiente gráfico, el incremento fue diferente según decil de ingreso: la mitad de la población más pobre percibió un aumento promedio de 26,5% i.a. (por debajo de una inflación de 27% i.a.) en tanto que la mitad más rica un alza promedio de 29,6% i.a..

Por el contrario, al observar el ingreso per cápita de las familias, se encuentra que los mismos exhibieron un crecimiento mayor en los deciles más bajos de ingreso (35,5% i.a. para la mitad más pobre vs 32,1% i.a. para el resto). La necesidad de recomponer los ingresos ante la caída del poder adquisitivo de las familias de menores recursos parece haber motivado la entrada al mercado laboral de nuevos miembros de las mismas que elevaron los ingresos  contribuyendo a reducir la desigualdad y la pobreza durante la primera mitad de 2018.

¿Es sostenible la mejora en los indicadores sociales?

El hecho de que la cantidad de trabajadores informales que pertenecen a la mitad más pobre de la población haya crecido 6,9% i.a. en el primer semestre de 2018 (la cantidad de trabajadores en negro de la otra mitad creció solo 2,9% i.a.), y que la suba de los salarios de este sector haya alcanzado 27,1% i.a. (por encima del agregado de la economía, 24,8% i.a.) en dicho período no se repetirán en lo que resta del año impide que esta dinámica continúe en la segunda parte del año.

Esto se debe a dos factores. Por un lado, los empleos informales son los que primeros sufren el impacto de la caída de la actividad. Además, en este contexto recesivo, el margen de negociación salarial de estos trabajadores se reduce, por lo que estimamos que no se repetirá una fuerte absorción de trabajadores en el sector informal (de hecho, posiblemente se observe una destrucción de empleo no registrado) percibiendo salarios por encima de la inflación. En consecuencia, las familias de menores ingresos no podrán  recomponer la caída de los ingresos reales en el segundo semestre del año que tendrá lugar como consecuencia de la aceleración inflacionaria.

En definitiva, durante la segunda mitad de 2018 se observará un incremento de la pobreza que vendrá de la mano de un aumento de la desigualdad, revirtiendo el resultado de los primeros seis meses.

Aumentó el desempleo pero no por caída de la ocupación (por ahora)

¿Qué pasó en el mercado laboral en el comienzo del año?

En el segundo trimestre de 2018, la tasa de desempleo fue de 9,6% de la Población Económicamente Activa (PEA), afectando a 150 mil personas. Pese a que la ocupación trepó 2,2% (casi 250 mil trabajadores), la cantidad de desocupados subió casi 14% i.a., porque la creación de puestos de trabajo no compensó la mayor cantidad de personas buscando activamente empleo (la PEA creció 3,2% i.a.).

Considerando la dinámica agregada del primer semestre, en dicho período ingresaron 680 mil personas al mercado de trabajo (+3,4% i.a.). Cabe destacar que no todos los que ingresaron al mercado laboral corrieron igual suerte: aproximadamente dos de cada tres consiguieron un empleo (más de 440 mil personas) mientras que el otro tercio pasó a engrosar la fila de los desocupados (más de 200 mil personas). De esta forma, la tasa de desempleo promedió 9,3% en la primera mitad del año, trepando 0,3 p.p. en relación al primer semestre de 2017.

¿Qué consecuencias tiene para la economía?

Más allá de que el aumento de la participación en el mercado de trabajo por encima de la población refleja una mayor necesidad de apuntalar los ingresos de los hogares, una cuestión negativa adicional es que si utilizamos los datos del Sistema Integrado Previsional Argentino (SIPA) para ver la cantidad de empleos formales en todo el país, la mitad de los trabajadores que consiguieron un empleo en el primer semestre de 2018 lo hicieron en un puesto de trabajo registrado, siendo que la otra mitad quedó relegada a un empleo informal (220 mil personas en ambos casos).

Como el trabajo es la principal fuente de ingresos en la mayoría de los hogares, no es una buena noticia el aumento del empleo informal, que ya se viene observando desde el cierre del año pasado. Esto hace que una mayor proporción de familias dependa de una fuente de trabajo inestable e ingresos volátiles, no cubiertos por paritarias. El deterioro de la actividad y la aceleración de la inflación está impactando especialmente en estos hogares (que no solo son los más vulnerables, sino también los de mayor propensión a consumir, es decir que gastan la mayor parte de su salario).

¿Cuáles son las perspectivas de cara al segundo semestre?

Todos estos datos apenas captan el efecto de la corrida cambiaria mayo-junio, por lo que estimamos que tras el salto del dólar de agosto, esta situación viene empeorará en la segunda mitad del año. La cantidad de desempleados subirá, debido a que se perderán puestos netos de trabajo (especialmente en el sector industrial y en las PyMEs) y la busqueda de ingresos adicionales se intensificará por la profundización de la pérdida del salario real.

La inflación de 2018 será la más alta desde 1991

¿Lo peor en materia de suba de precios ya pasó?

La inflación Nacional trepó 3,9% en agosto de 2018, su mayor registro en lo que va del año. La suba de precios estuvo impulsada por los precios Regulados (+6,2%) y por el IPC Núcleo o core (+3,4%). De esta forma, la inflación acumuló 24,3% en los primeros 8 meses del año y muestra una variación de 34,4% respecto a agosto 2017.
Sin embargo, la suba de precios se está acelerando en septiembre producto del salto del dólar de más de 20% a fines de agosto. El IPC GBA Ecolatina trepó 6,2% en la primera quincena de septiembre respecto a la primera quincena de agosto. El principal factor de la aceleración fue la disparada del dólar que se reflejó en la suba del IPC Núcleo (+6,5%), seguido por el aumento en Regulados (combustibles y tarifas) que trepó 6,3%. Los precios de bienes y servicios Estacionales se mostraron más contenidos (treparon 3,9% entre la primera quincena de septiembre y la de agosto). De esta forma, esperamos que la inflación trepe por lo menos 6% en septiembre, acumulando 31% en los primeros 9 meses del año y 40% interanual.

¿Qué implicancias tiene la aceleración inflacionaria?

Si bien el dólar continua siendo el principal impulsor de los precios, tras varios meses de inflación de por lo menos 3% mensual la inercia pasa a ocupar un rol central: precios que suben para no ceder terreno frente a otros que subieron antes. Cabe destacar que esta dinámica puede retroalimentarse en los próximos meses, a medida que los precios vayan incorporando la totalidad de los efectos del reciente salto cambiario. Por caso, sin una reapertura de paritarias, los salarios reales caerían más de 10% en el segundo semestre del año. Dado el nocivo impacto de semejante contracción, luce probable una suba de los salarios de los trabajadores. En consecuencia, si pensamos que la inflación en nuestro país proviene principalmente del alza de costos (la demanda está en franco retroceso), tiene sentido esperar que la misma continúe elevada hacia el cierre del año, incluso si el mercado cambiario se estabiliza, ya que la estructura de costos de las empresas continuará subiendo.

¿Cómo cerrará el 2018?

La inflación de 2018 se encamina a mostrar la tasa más alta desde 1991. Según nuestras proyecciones, producto de incrementos salariales adicionales y los aumentos pendientes en las tarifas de Servicios Públicos y los combustibles (falta trasladar el alza de costos que produjo la depreciación cambiaria en los últimos meses), la inflación rondaría 45% este año si no se materializa un nuevo salto cambiario. La inflación más alta del siglo XXI dejará una elevada inercia para 2019, por lo que incluso si se logra calmar el mercado cambiario, la suba de precios difícilmente baje del 30% el próximo año.

El dólar impulsó el IPC GBA Ecolatina en la primera mitad de septiembre

El IPC Ecolatina de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires y del Gran Buenos Aires mostró un crecimiento de 6,2%, entre la primera quincena de septiembre y el mismo período de agosto.

De esta manera, el impacto del reciente salto cambiario empieza a sentirse en los precios de la economía. De hecho el mayor ajuste se vio en alimentos, bebidas, equipamiento para el hogar y artículos de tocador. Estos aumentos fueron acompañados por los Regulados, ya que en este período de tiempo también se registraron subas en electricidad, transporte público y combustibles.

Si bien en la primera mitad del mes el traslado a precios fue de magnitud,  es posible que todavía queden ajustes por hacer. En consecuencia, no esperamos una desaceleración en lo queda de septiembre.

El salario real registrado caerá casi 6% en 2018

¿Quién ganó la carrera entre precios y salarios en el primer semestre?

Durante la primera mitad del año, el salario real de la economía se redujo en promedio 1% i.a. Esta dinámica se explica por la pérdida de 1% i.a. de empleados privados registrados y de 2,4% i.a. en los trabajadores del sector público. A contramano, los trabajadores no registrados –quienes mostraron la peor performance en los primeros seis meses del año- obtuvieron una mejora en términos reales de 1% i.a. en el primer semestre, producto del fuerte avance registrado en el último trimestre de 2017 (+5,7% i.a. en términos reales).

El salto de 35% del tipo de cambio en agosto va a acelerar la inflación en lo que resta del año, reforzando el reclamo de reapertura de paritarias de los trabajadores para evitar que sus ingresos queden muy rezagados frente a alza de precios. Sin embargo, la profundización de la recesión moderará la demanda de ajuste salarial de los trabajadores privados (registrados e informales) producto de un creciente temor al desempleo. Por su parte, el endurecimiento de la meta fiscal (que llegaría al equilibrio primario en 2019) y la transferencia varios gastos a provincias y municipios acotan significativamente el margen de negociación de los empleados públicos.

¿Qué pasará con el salario real en la segunda mitad del año?

Sin reapertura generalizada de paritarias, el salario real podría perder caer en promedio más de 12% i.a. en el segundo semestre. Dado que dicha contracción del poder adquisitivo sería muy nociva para el consumo interno, acrecentaría la conflictividad social y minaría la imagen pública del gobierno, el Ejecutivo tiene incentivos para apoyar la reapertura de las paritarias.

De todas formas, los aumentos llegarían recién en el cuarto trimestre luego de que la suba de precios acumule cerca de 13% en el período julio-septiembre, por lo que la contracción del salario real sería igualmente significativa. Pese a los ingresos adicionales conseguidos (sumas fijas, aumentos o adelantamiento de subas), el salario real de los trabajadores formales caería en promedio 10% i.a. durante la segunda mitad de 2018. De esta forma, este año el salario real registrado cedería en promedio 6% respecto de 2017. Tal como se desprende del análisis, la contracción estará liderada por los empleados públicos (-8% i.a.), mientras que la pérdida de poder adquisitivo de los trabajadores privados registrados rondaría el 4,5% i.a. Los ingresos laborales de los trabajadores informales, sector más sensible a los vaivenes económicos, sufrirán en mayor medida la recesión ya que la misma destruirá puestos de trabajo limitando sensiblemente su poder de negociación.

¿Qué esperamos para 2019?

Lamentablemente, es difícil que se logre revertir esta dinámica el próximo año. La ambiciosa meta de equilibrio fiscal recientemente anunciada para 2019 presionará la inflación vía recortes de subsidios económicos y contendrá los aumentos salariales de los trabajadores públicos. Asimismo, no prevemos mayor dinamismo de la demanda interna, lo que le pondrá un techo a la capacidad de recomposición salarial del sector privado. Por lo tanto, pese a que podrían esperarse algunos incrementos reales en el segundo semestre de 2019 (la inflación iría cediendo si no se vuelve a disparar el dólar), el año promediaría una leve merma. Si estas proyecciones se cumplen, el salario real formal se ubicaría 9% por debajo de las elecciones de 2015.

El IPC GBA Ecolatina se aceleró en agosto y llegó a 3,5%

El Índice de Precios al Consumidor Ecolatina de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires y del Gran Buenos Aires creció 3,5% en el mes de agosto. De esta manera, el alza es de 23,4% en lo que va del año y de 33,5% respecto a igual mes del año anterior.

Se debe destacar que la  dinámica del dólar en las últimas dos ruedas del mes (+16,2%) no tuvo un impacto relevante en los precios de agosto. Sin embargo, ya a lo largo de la primera mitad del mes, el peso se había depreciado casi 10% y esta efectivamente fue una de las razones de la aceleración hacia la segunda quincena. El otro motivo fue el aumento en el boleto del Transporte Público, que se sumó a la nueva suba de combustibles y al ajuste en prepagas.

El reciente aumento del dólar tendrá un significativo impacto inflacionario. En consecuencia, la suba de precios se acelerará en lo que resta del año debido al traslado a precios de la depreciación del Peso y a las correcciones tarifarias que tendrán lugar en los próximos meses (transporte público, gas y electricidad).

El IPC GBA Ecolatina trepó 2,8% en julio

El Índice de Precios al Consumidor Ecolatina de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires y del Gran Buenos Aires creció 2,8% en el mes de julio. De esta manera, acumula una suba de 19,3% en lo que va del año y de 31,1% respecto a igual periodo del año anterior.

Tras la estabilización del tipo de cambio se observó una desaceleración en el IPC Core. Sin embargo, esto no se reflejó en el Nivel General debido al aumento de los Estacionales -servicios asociados al turismo por las vacaciones de invierno y frutas- y de Regulados, ya que el aumento de combustibles fue acompañado por un incremento en las cuotas de la educación formal y del servicio telefónico.

En este sentido, por más que prevalezca una tregua cambiaria en el segundo semestre, la inflación se desacelerará levemente debido a los aumentos tarifarios que tendrán lugar en los próximos meses (transporte público, gas y electricidad).

 

La suba del Transporte Público dejaría la inflación nacional por encima del 32%

¿Qué pasó?

El viernes pasado el Ministerio de Transporte anunció nuevos aumentos en el costo del boleto de Transporte Público en el Gran Buenos Aires (CABA y Conurbano Bonaerense). La corrección tarifaria lucía cada vez más probable producto del sustancial incremento en el costo del combustible debido al salto cambiario. En este marco, los aumentos del primer semestre (febrero, abril y junio) no alcanzaban. El encarecimiento de los combustibles requería un incremento de los subsidios del Estado Nacional al Transporte Público o un alza de las tarifas. Finalmente prevaleció la necesidad de cumplir la meta fiscal acordada con el FMI.

¿Qué significa?

El aumento promedio del colectivo y del tren (considerando todas las tarifas y el boleto multimodal) será de 37% y 38% respectivamente, a lo largo del segundo semestre. Como ocurrió en la primera mitad del año, los incrementos se aplicarán en tres etapas, en este caso serán el 15 de agosto, el 15 de septiembre y el 15 de octubre.

Pese a que el dato mayormente difundido en los medios fue el aumento de $10 a $13 para el boleto mínimo del colectivo (un incremento del 30%), las subas de las tarifas que no son el mínimo son más elevadas. Como el descuento por el segundo viaje que se realiza por el sistema Red Sube es sobre la mitad del boleto mínimo, esto implica que estos segundos viajes también exhiban un aumento mayor al 30%.

¿Cómo afecta a la inflación?

Como estos aumentos tienen validez en el GBA, el impacto de estos aumentos en la inflación Nacional es más acotado. Sin embargo, esto implicará 1 p.p. adicional de inflación en el área Metropolitana y de 0,5 p.p. a nivel Nacional.

Esto implica que nuestra proyección de inflación nacional para el cierre del año se ubica en la zona del 32-33%, superando la cota superior de la meta de inflación acordada con el FMI para 2018.