Luces y sombras de la actividad en 2019

¿Qué nos deja el 2018?

El tercer año del mandato de Cambiemos fue caracterizado por la inestabilidad cambiaria que reinó durante la mayor parte del 2018 y que implicó que el tipo de cambio acumule en el año un suba superior al 120%. Este hecho condujo al gobierno a acordar en dos ocasiones con el FMI para domar el frente cambiario y financiero a costa de un endurecimiento de la política fiscal y monetaria. Asimismo, la fuerte depreciación del Peso aceleró la inflación (que cerraría en torno al 48%) y redujo significativamente el salario real (caída del 6,5% en promedio). A este combo se sumó el efecto negativo de la sequía sobre la cosecha gruesa (maíz y soja), por lo que la economía concluirá el 2018 con una contracción del PBI del 2,3%, que dejará un arrastre estadístico negativo cercano a 3% para el próximo año.

¿Cuáles serán los drivers del crecimiento en 2019?

La mayor competitividad cambiaria alcanzada este año y las perspectiva de una mayor cosecha agrícola, mejoran las perspectivas de exportaciones. Sin embargo, como la mejora de la competitividad cambiaria se da en paralelo con un incremento del costo de financiamiento y elevada incertidumbre, la industria tardará en reaccionar al nuevo set de precios relativos y únicamente aquellos sectores que ya están insertos en mercados externos podrán beneficiarse rápidamente. Otros factores positivos serían una mayor crecimiento de Brasil (+2,5% i.a.) y el desarrollo de Vaca Muerta, que además de elevar la producción de shale gas y shale oil, traccionará la industria pesada conexa a la actividad (aceros largos, maquinaria, etc.).

Por su parte, los dos componentes de la demanda interna, consumo e inversión, no muestran perspectivas alentadoras de cara al próximo año. En primer lugar, el salario real seguirá mostrando caídas interanuales en la primera mitad del año, por lo que el consumo privado no se reactivará hasta el segundo semestre cuando el poder adquisitivo crezca en relación a este año. Sin embargo, esta mejora no será suficiente para compensar el deterioro previo y el año cerrará con una caída del salario real promedio de casi 2%, que acotará la recuperación del consumo privado. Tampoco esperamos novedades positivas por el lado del consumo público: la necesidad de cumplir con el objetivo de equilibrio fiscal (a nivel nacional y provincial) acordado con el FMI será central para mitigar el riesgo de turbulencias en el frente externo.

En este sentido, la inversión también sufrirá debido a que el aporte del sector público Nacional en materia de infraestructura será limitado a diferencia de otros años electorales. Por su parte, es poco probable que haya avances significativos de los proyectos de Participación Pública Privada (PPP) en un contexto de elevado costo financiamiento: esta semana el Riesgo País superó los 750 puntos básicos, y varias empresas del rubro quedaron salpicadas por el pago de coimas. A ello se sumará la incertidumbre política que teñirá el 2019, que hará que la ejecución de proyectos privados se pospongan a la espera del desenlace electoral.

¿Qué sectores serán los ganadores y perdedores?

Producto de una mayor competitividad cambiaria y expectativas de una buena cosecha gruesa, la producción de Transables (bienes y servicios que se comercializan internacionalmente) trepará 3% i.a. en 2019. No obstante, como parte de la producción de transables se destina a abastecer la demanda interna, las condiciones favorables se acotan. En este sentido, excluyendo el agro, la producción del Sector Transable se mantendrá estancada producto de un consumo debilitado y la mencionada retracción de la inversión. De esta forma, la recuperación del resto del Sector Transable (sin contar al agro) será parcial y acotada al primer semestre del año.

Asimismo, la presencia de un mercado interno deprimido afectará al Sector No Transable (la mayoría de los servicios y la construcción). En términos desestacionalizados, la trayectoria de la producción de dicho sector será en forma de “L”, encontrando la recesión un piso en el primer trimestre de 2019, para luego mantenerse estancada el resto del año. En promedio, el Sector No Transable sufrirá en 2019 una contracción promedio de casi 3%, en línea con el retroceso de la demanda interna (consumo + inversión).

Dólar, tarifas y salarios: ¿quién ganará en 2019?

¿Qué pasó en la carrera nominal en 2018?

En las economías con elevada tasa de inflación, cada año se disputa una “carrera nominal”. En ella, distintas variables compiten entre sí para ver quién avanza más y, de esta forma, logra ganar terreno en términos reales, siendo el tipo de cambio nominal, los salarios y las tarifas de Servicios Públicos, las más significativas en nuestro país.

Este año, se esperaba una trayectoria del tipo de cambio y la inflación más estables de lo que efectivamente sucedió. Por caso, en abril se proyectaba para fin de año un dólar a 22,5 ARS/USD y una tasa de inflación en torno a 22%, mientras que en la actualidad se espera que 2018 cierre con el dólar en 39 ARS/USD y la inflación en 47,5%. Como la mayoría de las paritarias cerraron durante el primer cuatrimestre (antes del salto cambiario y la aceleración de la inflación), los salarios fueron los más rezagados pese a reajustes realizados en los últimos meses del año. Concretamente, mientras que los salarios de los empleados formales acumularán un alza de 31% a lo largo de 2018 muy por debajo del resto de los precios de la economía. De hecho, el tipo de cambio experimentará en este frenético año una suba superior al 100% i.a., mientras que las tarifas de Servicios Públicos, que poseen una estructura de costos sensiblemente dolarizada, treparán 65% i.a. de acuerdo a los anuncios oficiales.

¿Qué pasará con la carrera nominal en 2019?

Para el año que viene estimamos que la carrera nominal será más pareja. Por un lado, el tipo de cambio real no se encuentra atrasado, de modo que sus presiones alcistas estarían más acotadas. Además, el esquema de Zona de No intervención cambiaria acotaría dinámicas disruptivas. De todas formas, las principales tensiones en este frente tendrán lugar cuando se aproximen las elecciones: la incertidumbre acerca de quién será el próximo presidente y las dudas acerca del repago de la deuda potenciarían las presiones cambiarias (el dólar podría incluso perforar transitoriamente la banda superior). Por lo tanto, aunque en el escenario más probable proyectamos que la divisa cerraría el año próximo en torno a 51,5 ARS/USD, acumulando una suba de casi 30%, los riesgos mencionados no son despreciables.

En lo que refiere a las tarifas de los Servicios Públicos, por el momento prevemos aumentos de agua, electricidad y gas en el primer cuatrimestre y, si bien todavía no hay información disponible para el resto del año, deberían suscitarse incrementos en agosto (electricidad) y octubre (gas). No obstante, estos podrían postergarse hasta finalizar la contienda electoral, especialmente si el traspaso de los subsidios a la órbita provincial permite cumplir el equilibrio primario del Sector Público Nacional el próximo año. En definitiva, prevemos un crecimiento entre 32-33% en 2019 -levemente por encima de la inflación-, ya que más allá de las intenciones políticas del oficialismo, se deberán realizar correcciones en pos de alcanzar la exigencia fiscal pactadas con el FMI (claves para el repago de los compromisos asumidos y aportar estabilidad cambiaria).

Por su parte, en 2019 los salarios formales comenzarán el año con significativos aumentos producto de la cláusula de revisión impuesta en muchas negociaciones paritarias de este año. Además, a estas se sumarán las negociaciones propias del 2019, cuya “temporada alta” será en el segundo trimestre. Sin embargo, como resultado de la caída de la demanda y un deterioro del mercado laboral, solo una porción de los reclamos podrá ser satisfecha. En consecuencia, los salarios formales exhibirían un alza de 35% el año que viene, registrando mayores subas que el dólar y las tarifas de servicios públicos a lo largo de 2019.

Para finalizar, vale remarcar el hecho de que a fines del año próximo los salarios formales le ganen a la inflación (que rondaría el 30%) no implica necesariamente que el poder adquisitivo se recuperará durante todo el año electoral. Para evaluar la dinámica de esta variable corresponde también analizar el promedio anual. En este sentido, los ingresos reales volverían a retroceder en 2019, marcando una caída promedio cercana a 2% i.a. Este magro desempeño obedecerá a que recién en la segunda parte del año, especialmente a partir de agosto, los salarios comenzarían a “ganarle” a la inflación. A contramano, los mismos permanecerían por debajo de la suba interanual de precios durante el primer semestre de 2019.

Se profundiza la recesión

¿Cuánto cayó la actividad económica en septiembre?

En septiembre 2018, el Estimador Mensual de Actividad Económica (EMAE) retrocedió 5,8% i.a. y cayó 1,9% en términos desestacionalizados respecto de agosto. En consecuencia, acumula una caída de 1,5% i.a. en lo que va del año. La contracción interanual registrada en septiembre fue liderada por Comercio (-12,8% i.a.) y por Industria (-10,8% i.a.), que conjuntamente explicaron casi la mitad de la caída. El primero impactó en la producción agregada de Servicios (-3,9% i.a.) y el segundo en la de Bienes (-6,6% i.a.). Con el dato de septiembre, estimamos que el PBI cayó 3,5% i.a. en el tercer trimestre del año y retrocedió 0,4% desestacionalizado respecto al segundo trimestre.

¿Qué factores están detrás de esta dinámica?

Disipado el impacto negativo de la sequía (el sector agropecuario creció 2,2% i.a. en septiembre), la contracción económica responde fundamentalmente a dos factores: el aumento del tipo de cambio y la aceleración de la inflación. La consecuente reducción del poder adquisitivo en dólares y en pesos, retrajo la demanda de bienes durables y de consumo, lo que llevó a las empresas a reducir al mínimo la producción dado el creciente costo financiero de mantener stocks elevados en un contexto de ventas deprimidas. A ello se suma, que particularmente en septiembre, los bruscos movimientos del tipo de cambio y las expectativas de un nuevo acuerdo con el FMI, hicieron que reinara la incertidumbre paralizando la toma de decisiones de los agentes económicos.

Para el último trimestre del año, esperamos que las estadísticas muestren una profundización de la recesión que dejará al 2018 con un nivel de actividad 2,4% menor al alcanzado en 2017. A la significativa contracción en la producción de Bienes (acumularon una caída de 5% i.a. en los primeros nueve meses del año), se le sumará un mayor deterioro de los Servicios (acumulan a septiembre una suba de casi 1% i.a.). La caída en la provisión de los mismos se acelerará en los últimos meses del año por un mayor deterioro de los salarios reales, producto de la aceleración de la inflación (en el último trimestre caerán en promedio 13% i.a.). Esto pone de manifiesto el significativo impacto que tiene el salario real en el nivel de actividad a través del consumo privado (componente que representa 70% de la demanda interna). Adicionalmente, el consumo público irá en retroceso producto del endurecimiento de las metas fiscales.

¿Cuáles son las perspectivas para el año que viene?

Los salarios le ganarían a la inflación recién a mediados del año que viene, por lo que es de esperar una lenta recuperación de las actividades no transables que depende de la demanda interna. Al mismo tiempo, el hecho de que tanto el Comercio como la Industria sean los de peor resultado en septiembre, cuando estos son los que concentran la mayor cantidad de trabajadores de la economía, tampoco arroja perspectivas alentadores sobre el empleo.

Un aliciente serán los sectores transables (con potencial exportador), que tras la mejora de la competitividad cambiaria y las mayores perspectivas de crecimiento de la economía brasileña (en torno al 2,5% i.a. en 2019) exhibirán un repunte significativo. Sin embargo, esto no sería suficiente para que la actividad se recupere rápidamente y cierre el 2019 en terreno positivo, ya que los sectores transables representan menos de un tercio. De hecho, estimamos una caída del PBI de 1,4% para el año que viene.

La suba del dólar encareció los alimentos

¿A quiénes afectaba más la inflación?

La inflación no afecta a todos por igual ya que más allá de la posibilidad que pueden tener ciertos sectores de proteger el valor real de sus ingresos (a través de paritarias, por ejemplo), no todos los precios suben en la misma magnitud. De este modo, de acuerdo a los factores se encuentren detrás del proceso inflacionario, el aumento de precios perjudicará en mayor medida a algún sector de la población: la inflación será regresiva en tanto afecte a los de menores ingresos o progresiva en el caso opuesto.

En este sentido, como la inflación estuvo liderada por los aumentos en Servicios Públicos y por incrementos salariales durante 2017 y los primeros meses de este año, en este período la inflación no habría sido regresiva gracias a que la tarifa social se limitó el impacto en los hogares de menores ingresos, a la vez que los mayores salarios, al tener un mayor peso en los servicios, impactaron más en el poder adquisitivo de una parte más elevada de la pirámide social.

De hecho, entre enero 2017 y abril 2018, la Canasta Básica Alimentaria (CBA) –que no mide inflación, pero refleja el incremento en el costo de alimentarse correctamente- creció alrededor de 30%, mientras que el IPC GBA (el ámbito de valorización de la canasta) avanzó casi 34%. Por lo tanto, si bien no hay una diferencia muy importante, esto implica que los alimentos de primera necesidad crecieron menos que el IPC en el período y en consecuencia, se puede aseverar que la inflación no afectaba particularmente a la población más vulnerable en dicho período.

¿Qué pasó tras el inicio de la inestabilidad cambiaria?

El período abril-octubre de este año, caracterizado por la turbulencia cambiaria, habría agregado un componente regresivo al proceso inflacionario ya que los precios de muchos alimentos básicos reaccionan en mayor medida ante un dólar más caro –el tipo de cambio se depreció más de 75% que en este período-. En efecto, la comparación arroja un cambio en la tendencia: junto a un aumento de 30,2% del IPC se registró un avance de 37,3% de la CBA.

Esto refleja que los alimentos se encarecieron en términos relativos y que, a pesar de que en la canasta de consumo de sectores acomodados hay una porción relevante de bienes dolarizados -que a priori son los que se piensa como más perjudicados por la depreciación del Peso-, la inflación fue regresiva desde que comenzó la inestabilidad cambiaria. Es decir, afectó más el poder de compra de los sectores más vulnerables, que destinan una mayor parte de sus ingresos a los alimentos.

Este fenómeno no sería un problema en tanto los ingresos de la población, particularmente de los sectores postergados, evolucionara como los precios de los alimentos. Sin embargo, entre abril y octubre los salarios de la economía habrán crecido en torno al 15%, siendo menor el incremento de los trabajadores informales, asociados en mayor medida a este sector de la población. Además, la jubilación mínima y la AUH subieron menos de 13% en el período.

Por lo tanto, cualquiera sea la medida que se tome, es evidente el deterioro del poder adquisitivo: la AUH solo cubre tres cuartas partes de la necesidades alimentarias de un niño y un trabajador con ingresos de $10000 apenas puede reunir el dinero necesario para alimentar a una familia tipo.

¿Qué esperamos para los próximos meses?

En principio, nuestro relevamiento de precios quincenal reflejó que durante la primera mitad de noviembre la desaceleración en los alimentos se dio a un menor ritmo que en el resto de los precios de la economía. Más aún, los mayores incrementos se observaron en almacenes, autoservicios y comercios de cercanía (carnicerías, verduleras), lugares a los que los sectores con menos recursos concurren con mayor frecuencia. Por este motivo, no esperamos una reversión de esta tendencia en lo que resta del año. Sin dudas, este es uno de los factores que explicará un aumento de la pobreza en el segundo semestre del año.

Sin embargo, no esperamos que esta dinámica se extienda el año que viene ya que si bien las presiones sobre los precios de los alimentos continuarán (aumentos tarifarios que impliquen mayores costos de producción, presiones cambiarias en la previa electoral y recomposición de los márgenes de ganancia en la medida que la economía comience la recuperación), una trayectoria del dólar más calma no generará otro salto abrupto como el observado desde abril a la fecha. Paralelamente tendrá lugar una recomposición de ingresos algo más significativa, ya que la nueva fórmula por la cual ajustan las jubilaciones y la AUH comenzarán a captar la actual aceleración inflacionaria.

 

El bono será un paliativo de fin de año

¿Cuál es el alcance del bono de $5000 a fin de año?

El pago del bono de $5000 no remunerativos a pagar en noviembre y enero alcanzará a casi la mitad del universo de trabajadores registrados (alrededor de 6 millones de personas). Los asalariados que perciban algún tipo de bonificación ascenderán a los 9 millones en tanto cada jurisdicción (nación, provincias) garantice el pago a los empleados públicos (de hecho, el Estado Nacional ya garantizó el pago) en una magnitud acorde a sus posibilidades fiscales.

¿Qué implica el pago del bono?

Esta medida tiene una significativa implicancia política, especialmente porque junto al bono se instauró una instancia administrativa previa a algún despido que estará vigente hasta marzo de 2019. De esta manera, el gobierno apunta a descomprimir la conflictividad laboral en un contexto recesivo que incrementa la probabilidad de despidos y aspira a contener eventuales medidas de fuerzas planeadas por la CGT hacia fin de año, en un escenario de fuerte deterioro del poder adquisitivo.

En este sentido, el bono es un paliativo para la pérdida de salario real de los últimos meses del año y sirve como un puente entre la delicada situación que precedió a los sucesivos saltos cambiarios y la negociación de las paritarias 2019, reduciendo el riesgo de una reapertura generalizada. Si consideramos que el salario promedio de un asalariado privado rondará los $33 mil en noviembre, el pago de la primera cuota del bono de $2500 implica un aumento cercano al 8% en una vez; un número similar al que se observaría en las renegociaciones paritarias que se activarían en el verano (por la inclusión de la cláusula correspondiente en los acuerdos de 2018).

Dado que los salarios son heterogéneos entre sectores, el impacto del plus será distinto entre ellos, siendo que la mejora en los ingresos sea percibida en mayor medida en aquellos de menores salarios. Según nuestros cálculos, luego del bono la contracción del salario real pasaría de casi 5% i.a. a la zona del 4% i.a. en 2018.

La contracara de este bono es que representa un costo adicional para las empresas en un contexto de caída de la rentabilidad. Este costo no sería compensado por un avance en la demanda ya que el bono impactaría en algunos rubros (supermercados, servicios, turismo, restaurantes, regalos). Además, al ser un pago de una sola vez, es posible que su traslado a precios sea acotado.

¿Cuál será su impacto sobre el consumo?

Como el bono será percibido solo sobre los trabajadores asalariados formales, impactará en los ingresos del sector que no sólo tiene una mayor capacidad de ahorro sino que sufrió una menor contracción en su poder adquisitivo en el año. Por lo tanto, si bien estimamos que el mismo se volcará en un porcentaje importante al consumo, especialmente teniendo en cuenta la cercanía de las fiestas y del período estival, su efecto no será determinante. Por el contrario, actuará como un tenue paliativo frente a la caída del consumo privado que proyectamos para este año (-0.6% i.a.).

Por último, su efecto sobre el consumo masivo será neutro, ya que por tratarse de trabajadores que más que cubren la canasta básica, el plus se destinará a gastos “no indispensables” y no redundará necesariamente, en una mayor compra de alimentos y bienes de primera necesidad (tal como sí lo hizo el extra de $2700 pesos para las Asignaciones Universales por Hijo).

Las jubilaciones también perderán la carrera contra la inflación

¿Cuál será el ajuste de las jubilaciones y las prestaciones sociales en 2018?

En 2018, las jubilaciones y las prestaciones sociales -de las cuales resalta la Asignación Universal por Hijo (AUH)- arrojarán una dinámica heterogénea. Por un lado, las jubilaciones registrarán un aumento nominal promedio de casi 26% en el año, lo que implicará un deterioro de casi 4% en términos reales según nuestras proyecciones de inflación. Esto significa que precisarían una suma fija superior a $7000 a fin de año para evitar que su ingresos reales se deterioren.

Por el contrario, la AUH cerrará el año con una mejora nominal promedio superior al 40% y cercana al 4% descontando la inflación estimada. Esto responde a que, producto de la suba del dólar y la consecuente aceleración inflacionaria –con un impacto sensible en alimentos y bebidas-, en septiembre se anunció la entrega de un monto fijo de $2700 (pagado entre ese mes y diciembre) como paliativo ante el aumento futuro de precios. Si el mismo no hubiera existido, la caída habría sido similar a la de las jubilaciones debido a que ambas se ajustan en función de la misma fórmula de actualización.

¿Qué implicará este deterioro?

La pérdida del poder adquisitivo de jubilados y beneficiarios de planes sociales es problemática porque una porción significativa de sus perceptores se encuentra en una situación de vulnerabilidad económica. Por caso, con los datos a septiembre, un jubilado que cobraba la mínima se ubicaba apenas por encima de la línea de pobreza, mientras que los beneficiarios de AUH apenas cubren algo más de lo necesario para que un niño no sea considerado pobre.

Visto en términos macroeconómicos, este grupo posee una elevada propensión marginal a consumir. Es decir, gastan casi la totalidad de sus ingresos ya que “viven al día” y poseen una acotada capacidad de ahorro. En consecuencia, y considerando que ambos grupos representan un quinto de la masa salarial total, la contracción de sus ingresos tiene un efecto significativo sobre la demanda agregada y en particular sobre el consumo masivo.

¿Qué pasará en 2019?

Como el coeficiente sobre el cual se calculan las jubilaciones, pensiones y demás prestaciones sociales ajusta trimestralmente en base a la evolución de precios y salarios de seis meses antes, las mejoras tardarán en hacerse sentir. Por caso, la aceleración inflacionaria de septiembre (provocada por el salto cambiario de fines de agosto) comenzará a impulsar en estos ingresos en marzo del año que viene e impactará plenamente en los mismos recién en la segunda mitad del año.

Por lo tanto, mientras que en el primer semestre del año electoral las jubilaciones retrocederían casi 7% i.a. en términos reales (si no hay bonos compensatorios), en la segunda mitad del año avanzarían 4% i.a. deflactada. El resultado sería una contracción cercana al 1,5% i.a. durante el año electoral para los ingresos reales de estas personas. Como el poder de compra de las mismas irá creciendo en el transcurso del año, estimamos que el impacto positivo en el consumo recién tenga lugar en el segundo semestre de 2019.

Derrumbe industrial

¿Qué pasó con la Industria en septiembre?

La actividad industrial se derrumbó. El Estimador Mensual Industrial (EMI) cayó 11,5% i.a. y registró la contracción más profunda desde el primer semestre de 2002. Como resultado, en el acumulado a septiembre exhibe una caída del 2,1% i.a.

A excepción de las industrias metálicas, que crecieron 2,7% i.a., el deterioro fue generalizado: en septiembre 7 de los 12 sectores mostraron un retroceso superior al 10% en términos interanuales, siendo la Industria Textil (-24,6% i.a.), Edición e Impresión (-21,6% i.a.), Industria Metalmecánica sin sector automotriz (-20,5% i.a.) y Caucho y plástico (-20,4% i.a.) los más afectados.

¿Cuáles fueron los determinantes del derrumbe?

En un escenario en el cual la Industria estaba contrayéndose -el acumulado había vuelto a terreno negativo (-0,8% i.a.) en agosto-, el salto del dólar hacia fines de agosto fue el golpe de gracia que provocó el desplome observado. Más allá de las implicancias en los costos de producción –que ya venían elevándose-, el principal factor que redujo la producción fue la caída de la demanda en un contexto de alta incertidumbre, deterioro de los ingresos reales y elevadas tasas de financiamiento.

La caída del salario real (que a septiembre había acumulado un retroceso mayor a 4% i.a.), redujo la demanda de bienes de consumo masivo (como alimentos y bebidas o cigarrillos) y durables (menores ventas de autos en el mercado interno). Por caso, en septiembre la producción de alimentos y bebidas se contrajo 3,2% i.a., sector que además sufrió el impacto de la sequía en el segundo trimestre del año, mientras que tanto el Sector Tabacalero como el Automotriz retrocedieron casi 16% i.a. Vale destacar que la menor actividad en estos sectores se propagó a otros, como es el caso del rubro de la impresión, químicos, vidrios y neumáticos. Adicionalmente, la caída de 4,2% i.a. de la Construcción (según ISAC) no colaboró, ya que como resultado se contrajo la  demanda de materiales (cemento, ladrillos, plásticos, caucho, entre otros).

Por otro lado, debido a la menor demanda de asfalto la merma en la Construcción también afectó la refinación de petróleo (su producción cayó 11% i.a.). Este último sector también vio afectada su producción por el hecho de que  varias empresas del sector están destinando sus esfuerzos e inversiones a activos en Vaca Muerta y en consecuencia reduciendo el procesamiento de los combustibles.

Al respecto, justamente Vaca Muerta fue una de las causas que permitió la expansión de la Industria Metálica : Acero (+2,8% i.a.) y Aluminio (+2,0% i.a.) crecieron a pesar de la menor demanda por parte de la Construcción.

¿Cómo afecta nuestras proyecciones?

A la baja. El deterioro del salario real se profundizará en lo que resta del año y bajo un escenario macroeconómico caracterizado por un elevado costo del financiamiento, los factores que determinaron la merma en la producción industrial en septiembre no se revertirán en el corto plazo. Un aliciente pero no suficiente será el mercado externo, que ante la suba del dólar, potencia las exportaciones de productos argentinos que ya están insertos en el mercado externo.

Bajo este contexto estimamos que la actividad industrial concluirá el 2018 con una caída del -3,3% anual, liderando junto con el sector agropecuario -debido a la sequía- la caída de la economía en su conjunto. Asimismo, la dinámica recesiva de la industria se prolongará durante la primera parte de 2019,  hasta tanto se materialice la próxima cosecha de granos y oleaginosas,  se observen mejoras en el poder adquisitivo y en el acceso al financiamiento que permitan reactivar la demanda interna.

 

Hábitos del consumo bajo crisis

¿Cómo evolucionaron las ventas en supermercados y mayoristas en los primeros ocho meses del año?

El INDEC informó que las ventas en los supermercados crecieron nominalmente 24,8% i.a. en el acumulado a agosto, mientras que el mayorista engrosó su facturación 26,7% i.a. en dicho periodo. Considerando el aumento promedio de precios del sector de 23,9% i.a. y 24,5% i.a., los canales exhibieron un incremento real de 0,8% i.a. y 1,8% i.a., respectivamente. Teniendo en cuenta que en el mismo período la economía se contrajo 0,9% i.a., el desempeño del sector fue favorable.
Sin embargo, parte de dichas mejoras se relacionan con la buena performance que experimentó el rubro Artículos Electrónicos y para el Hogar, en un año donde el mundial de fútbol impulsó las ventas de televisores y el precio de dichos bienes creció menos que el promedio de precios de la economía producto de la eliminación/reducción de impuestos internos y de importación para un grupo de artículos. De hecho, excluyendo la facturación generada por la venta de electrodomésticos, los supermercados muestran un retroceso de 0,1% i.a. en volumen en el acumulado a agosto, mientras que el canal mayorista continuó en terreno positivo (+1,4% i.a.). Las cantidades vendidas de electrodomésticos en los supermercados creció por encima del 13% i.a. durante los primeros ocho meses del año (deflactado por el rubro Electrodomésticos del IPC-GBA Ecolatina), lo cual representa alrededor del 7% de los ingresos de los supermercados. Asimismo, la facturación en los mayoristas generada por estos productos trepó casi 40% i.a. en el periodo pero casi no impactó en las ventas del canal ya que representan apenas 1% de la facturación total.
Ahora bien, la diferencia en la dinámica de ambos canales de ventas se acrecienta cuando se analiza únicamente el rubro de alimentos. En este caso, la contracción en los supermercados alcanza el 0,4% i.a. en el acumulado a agosto, mientras que en los mayoristas se observó un incremento de 4,3% i.a., una vez descontada la inflación.

¿Cuáles fueron las claves de esta dinámica?

En la actualidad, se pueden observar cambios en el comportamiento tanto desde el lado de la oferta como de la demanda. En primer lugar, según Kantar Worldpanel, las compras efectuadas bajo algún tipo de promoción en los supermercados crecen en torno al 30% i.a. y representan casi 1 de cada 5 compras en estos comercios. Esto pone de manifiesto la importancia de las promociones para lograr captar consumidores, actuando como un factor que permite orientar al consumidor hacia productos con un precio unitario más atractivo.
Paralelamente, los datos de INDEC muestran que, a pesar del elevado costo de financiamiento, aumentaron las compras con tarjeta de crédito 10,4% i.a. en términos reales en agosto (considerando supermercados y mayoristas), mientras que los pagos en efectivo o tarjeta de débito cayeron 0,5% i.a. Esto se debe a la importancia de los descuentos bancarios al abonar con tarjeta y a qué, frente a un escenario de caída del salario real (en torno al 3% i.a. en el acumulado a agosto) hay sectores que deben ajustar sus gastos, y en la perspectiva de no poder afrontar la totalidad de las erogaciones del mes, difieren parte de ella.
Una de las razones detrás de este último punto es la situación de la clase media-baja, que representa un tercio de los hogares según las estimaciones de Kantar Worldpanel y ya en el segundo trimestre del año había reducido su consumo en supermercados alrededor de 3% i.a. ante la imposibilidad de afrontar la totalidad del gasto o reducir de manera significativa su demanda de ciertos bienes indispensables.


¿Cómo seguirá el consumo en lo que queda del año?

La aceleración de la inflación a partir de septiembre, producto del salto del dólar a fines de agosto (esperamos un aumento del nivel de precios cercana al 20% en los últimos cuatro meses del año), continuará deteriorando el poder adquisitivo de los trabajadores, ya que las recomposiciones salariales que se vienen logrando en las últimas semanas –de manera aislada y solo afectando al sector privado formal- apenas atenuarán la caída del salario real, que en promedio caerá más de 11% i.a. en el último cuatrimestre del año.
Además, entre septiembre y diciembre el ingreso disponible de las familias tras el pago de servicios públicos se contraerá en mayor magnitud. Es que en los últimos cuatro meses del año tendrá lugar un aumento superior al 20% de los bienes y servicios Regulados, incrementando los gastos fijos (gas, electricidad, Transporte y combustibles) de los hogares, reduciendo aún más la cantidad de dinero disponible para volcar en el consumo de otros bienes. Por este motivo, para los próximos meses es de esperar que los comportamientos identificados en agosto (caída del consumo, avance del canal mayorista, aumento de compras bajo promoción e incremento del uso de tarjetas de crédito) se intensifiquen en el último tramo del año. Asimismo, pasado el mundial y con un dólar más caro, esperamos un desplome de las compras de electrodomésticos (y demás bienes durables).
Como resultado, para el ultimo cuatrimestre del 2018 estimamos una fuerte contracción en el volumen de ventas de los supermercados y un mayor consumo a plazo, al menos hasta el punto en que el costo de financiamiento (actualmente supera el 100%) lo permita.

 

La inflación alcanzó 5,7% en octubre

El Índice de Precios al Consumidor Ecolatina de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires y del Gran Buenos Aires creció 5,7% en el mes de octubre. De esta manera, acumula una suba de 39% en lo que va del año y de 45,7% respecto a igual mes del año anterior.

Así como durante el mes pasado los precios se habían acelerado a lo largo del mismo en la medida que incorporaban el nuevo tipo de cambio, en octubre la dinámica se revirtió ya que los precios tendieron a desacelerarse en el transcurso del mes, una vez que el shock cambiario quedó atras. Ejemplos de esto fue la dinámica de Equipamiento y mantenimiento del hogar (+9,1% y +5,6%) impulsado por herramientas y artículos y utensilios de limpieza y de Alimentos y Bebidas (+6,9% y +5,9%) traccionados por los incrementos en condimentos, aceites verduras y carnes, que se desaceleró en la segunda mitad del mes a pesar de significativos aumentos en el canal tradicional.

Sin embargo, como en octubre el principal dinamizador de la inflación fueron los Regulados (aumentos en la tarifa del gas, transporte público, combustibles y prepagas) y los Estacionales (registraron la mayor suba del año gracias a los aumentos de verduras, frutas y turismo), la “buena noticia” que significó la desaceleración del IPC Núcleo (tras el salto de 7% en septiembre, cayó casi 2 p.p. y se ubicó en torno al 5% en octubre) no se notó en el Nivel General.

Sin el efecto sequía, la actividad moderó su caída en agosto 2018

¿Cuál era la evolución de la actividad en la previa al salto cambiario?

En agosto, el Estimador Mensual de Actividad Económica (EMAE) retrocedió 1,6% i.a. pero creció 1,3% en términos desestacionalizados respecto a julio. La caída interanual se moderó respecto al segundo trimestre de 2018 (-4,2% i.a.), dado que el sector agropecuario dejó de caer en agosto (+2,2% i.a.) dejando atrás el shock productivo de la sequía (el sector agropecuario cayó 31,6% i.e. en el período abril-junio). De esta forma, la actividad acumuló un deterioro de casi 1% i.a. en los primeros ocho meses del año.

La contracción interanual registrada en agosto se explica por el deterioro de la lndustria (cayó 4,1% i.a., por cuarto mes consecutivo) y por el Comercio (cayó 5,0% i.a.,por tercer mes consecutivo). Por su parte, la Construcción, sector que lideró la actividad en la primera parte del año, marcó su primera contracción (-0,7% i.a.) luego de 17 meses de crecimiento ininterrumpido.

¿Qué significa?

En primer lugar, el impacto negativo del agro en la actividad se disipó a partir de la segunda mitad del año, por lo que la caída de la actividad ya no se debe a un shock de oferta negativo. El aumento del tipo de cambio y la aceleración de la inflación deterioraron el poder adquisitivo, tanto en dólares como en moneda local, lo que retrajo la demanda de bienes durables y de consumo. Por el lado de la oferta, el encarecimiento de los insumos y el elevado costo de financiamiento afectaron las decisiones de producción de las empresas.

Como resultado de la ausencia del impacto negativo del agro, la producción de Bienes recortó la caída a 1,9% i.a. (vs -10% i.a. en promedio del período abril-julio). Por su parte, los Servicios cedieron 1% i.a., producto del deterioro de la demanda interna.

Por otro lado, no es menor que los dos sectores que hayan impulsado la caída hayan sido aquellos que emplean a la mayor cantidad de trabajadores formales (comercio e industria). Pese a la recuperación del EMAE en términos deestacionalizados, los sectores de peor desempeño fueron aquellos que utilizan más mano de obra, por lo que estimamos que se profundizará el deterioro de la ocupación en agosto.

¿Qué pasara con la actividad en el último cuatrimestre del año?

La consecuencia del salto cambiario, la aceleración inflacionaria y el alza de la tasa de interés profundizará la recesión en lo que queda del año. De acumular una caída interanual del 1% en los primeros ocho meses del año, la actividad mostrará un retroceso superior al 5% i.a. en el último cuatrimestre de 2018, De este modo, estimamos que el PBI caerá 2,5% en 2018.

Para el año que viene proyectamos una caída de la actividad en torno a 1,5%, producto del “apretón monetario” (que elevó significativamente el costo del financiamiento) y el ambicioso ajuste fiscal para lograr el equilibrio primario en 2019.