Dos caminos para una economía

¿Qué pasó con la actividad en enero?

Si bien el INDEC informó que durante enero el Estimador Mensual de Actividad Económica (EMAE) mostró un retroceso de 5,7% en términos interanuales, la medición desestacionalizada arrojó un nuevo avance: la economía creció 0,6% respecto a diciembre de 2018. De esta forma, la actividad económica encadenó dos meses de crecimiento consecutivo (en el último mes del año pasado creció 1% respecto a noviembre).

Volviendo a la comparación con enero pasado, los sectores que lideraron la caída fueron Comercio (-12,6% i.a.), Industria (-10,1% i.a.) y Construcción (-7,8% i.a.) los cuales recortaron la contracción exhibida en los últimos dos meses del año pasado. Por su parte, Intermediación Financiera cedió 7,6% i.a., acelerando el retroceso del cierre del año pasado. Por el contrario, las únicas actividades que mostraron avances fueron las primarias de Pesca y Agro, las cuales crecieron 8,9% y 10,2% i.a., respectivamente. En este último caso, impulsado por la buena cosecha que está atravesando el campo, que de materializarse alcanzaría niveles récord. Por su parte, el sector de Hoteles y Restaurantes logró mantener su nivel de actividad en un contexto recesivo (-0,1% i.a.) gracias al significativo incremento de turistas extranjeros. Vale recordar que en el primer mes de 2019 se registró el mayor arribo de extranjeros desde el 2002 para un enero.

 

¿A qué respondió esta dinámica?

Estos datos sugieren que la actividad económica habría tocado piso en noviembre pasado y exhibe, muy lentamente, signos de reactivación. Sin embargo, parte de esta performance puede deberse a la estabilidad cambiaria que reinó durante el primer mes del año, que en ausencia de incrementos de precios Regulados y de perspectivas de mejoras salariales, acortó la contracción del consumo. A su vez, esto coincide con la marginal mejora que mostraron algunos indicadores de la construcción, luego de marcar un profunda caída en el último mes de 2018 (-12,7% i.a.).

Por otro lado, si bien las exportaciones cayeron casi 5% i.a. en enero, la sensación de una mayor estabilidad macroeconómica (la tasa de interés de referencia se reducía paulatinamente desde octubre y la inflación se redujo al 2,6% en enero), sumado a la mayor competitividad cambiaria alcanzada durante 2018, es probable que haya incentivado la movilización de recursos en industrias ya vinculadas a los mercados internacionales en pos de aumentar sus envíos al exterior los próximos meses. De manera adicional, las buenas perspectivas para el campo impulsan la actividad de los sectores proveedores.

¿Qué se espera para los próximos meses?

A pesar de la mejora de la actividad en la comparación desestacionalizada, la economía todavía arrastra los problemas del año pasado. Por un lado, considerando que el gasto del gobierno se mantendrá paralizado y que la industria presenta una elevada capacidad ociosa, la inversión no será un motor de reactivación. Asimismo, la incertidumbre que genera el proceso electoral, pospondrá aún más las decisiones de esta índole.

En consecuencia, la capacidad de recuperación de la actividad estará ligada al consumo privado. En este sentido, las paritarias y la mejora del salario real jugarán un rol importante, aunque no serán definitorias. La clave será el impacto de la incertidumbre electoral en la trayectoria del dólar, y en consecuencia, el éxito que tenga el gobierno en controlar el tipo de cambio durante los próximos meses.

Si Argentina transita el 2019 bajo cierta calma cambiaria y la inflación comienza a desacelerarse, el salario real comenzará a mostrar mejoras en la segunda parte del año y el consumo privado responderá favorablemente a esta dinámica. Si por el contrario, las presiones sobre el tipo de cambio son tales que se acrecienta la inestabilidad cambiaria y el dólar exhibe un fuerte salto–en combinación con aumentos salariales significativos- la inflación se  acelerará impidiendo que la misma continúe un sendero decreciente. Esto sepultaría las chances de reelección del gobierno, por lo que la incertidumbre sobre quién será el nuevo presidente configurará un escenario económico aún más crítico en el segundo semestre. Por lo tanto, si las presiones sobre el dólar no pueden ser domadas, el consumo privado no repuntará y el piso que aparentemente tocó la actividad en noviembre pasado habrá sido un espejismo.

La pobreza aumentó y no se esperan mejoras significativas en 2019

¿Cuál fue el nivel de pobreza e indigencia en 2018?

El porcentaje de personas bajo la línea de pobreza volvió a crecer, afectando al 32% de la población durante el segundo semestre de 2018. Esta cifra supera la incidencia de la pobreza registrada por el INDEC en la segunda mitad de 2016, y es claramente superior al 25,7% (mínimo de la administración Macri) observado en el segundo semestre de 2017. Un deterioro similar se observó con la indigencia: esta alcanzó el pico de 6,7% durante la segunda mitad del año pasado. Que el porcentaje de la pobreza y la indigencia haya superado las cifras de 2016 no sorprende, pues el año pasado la caída de salario real fue la mayor desde 2002 (en diciembre la contracción era cercana al 12%) y si bien la destrucción de empleo no fue masiva aumentó considerablemente la precarización laboral.

¿A quién afectó más la crisis?

Estructuralmente, en Argentina la pobreza afecta en mayor medida a los niños (menores de 14 años). Lamentablemente, la recesión de 2018 impactó de lleno en este grupo etario. Durante el segundo semestre de 2018 el 46,8% de los niños en Argentina eran pobres y el atraso del poder de compra de la Asignación Universal por Hijo (AUH) no hizo más complejizar esta situación. Si bien la incidencia de la pobreza y la indigencia es menor, los adultos mayores (más de 65 años) también sufrieron las consecuencias del deterioro económico: ya que los aumentos de los haberes previsionales perdieron por varias cabezas frente a la inflación (situación similar a la observada en la AUH). Por su parte, los adultos (quienes típicamente cuentan con empleos más estables) fueron los menos golpeados.

¿Qué expectativas hay de cara a 2019?

Lamentablemente, las perspectivas para este año en materia de indicadores socio-económicos no son buenas: el nivel de actividad se contraerá en 2019; no esperamos que haya creación de empleo ni un aumento de salario real significativos durante buena parte del año, y las jubilaciones mejorarán en términos reales mayormente en la segunda mitad del año. El reciente ajuste de la AUH (46% en marzo) ayudará, pero solo para contener la situación (especialmente la indigencia). En este marco es probable que no haya mejoras significativas entre 2016 y 2019.

A comienzos de 2016 el actual presidente manifestó el deseo de que su gobierno sea juzgado por si pudo o no reducir el flagelo de la pobreza y la indigencia. Más allá de las causas, el resultado no fue positivo.

 

 

En 2018 aumentó el desempleo, ¿se revertirá en 2019?

¿Qué pasó en el mercado de trabajo durante el 4° trimestre de 2018?

En el último trimestre del año pasado, la desocupación afectó al 9,1% de la población económicamente activa (PEA). De esta forma, trepó casi 2 p.p. respecto al cuarto trimestre de 2017, cuando había alcanzado al 7,2% de la PEA. En otro orden, la cantidad total de desempleados aumentó 28% i.a., producto no solo de la pérdida de puestos de trabajo sino también de la a expansión de la PEA (+1,3% i.a.).
Cabe destacar que este avance –por encima del crecimiento poblacional (+1% i.a.)- no fue resultado de una mayor actividad, sino de una importante caída del salario real (-6,3% i.a.) registrada durante el año pasado, que provocó el efecto “trabajador adicional”: más personas del hogar buscando empleo para poder comprar lo mismo que antes. En este sentido, sobresale que la subocupación –personas empleadas que buscan trabajar más horas- pasó de 10% en el último trimestre de 2017 a 12% en igual período de 2018.
Con estos números, se observa que el desempleo pasó de 8,4% en el promedio de 2017 a 9,2% el año pasado. Al igual que en el resto de las variables, en el mercado de trabajo se registró un mayor deterioro en la segunda mitad del año (en la comparación interanual, la tasa de desocupación trepó 1,2 p.p. en el período julio-diciembre de 2018, a la par que había crecido 0,4 p.p. entre enero y junio) resultado de la profundización de la recesión.

 

¿Qué factores explicaron el aumento del desempleo?

El principal causante de la mayor desocupación fue la caída de la actividad: una demanda que se contrae implica, entre otras cosas, menos puestos de trabajo. Sin embargo, en 2018 este efecto estuvo atenuado por la pérdida de poder adquisitivo. Los menores salarios reales redundaron en una baja de los costos laborales, lo que permitió que el flujo de despidos fuera menor al desplome de la actividad. En este sentido, resalta que, en el último trimestre, uno de cada cinco trabajadores buscó activamente cambiar de empleo, posiblemente, en la búsqueda por apuntalar sus ingresos.
Por otro lado, extrapolando la dinámica de la EPH (que abarca a 31 aglomerados urbanos) al resto del país y utilizando la información sobre empleo registrado de la Secretaría de Trabajo de la Nación, obtenemos que el retroceso de 0,8% i.a. en los puestos de trabajo se explica en un 95% por la destrucción de empleos formales (153 mil empleos sobre un total de 160 mil). En consecuencia, producto del “mejor desempeño” de los puestos de trabajo de menor calidad, el incremento de la desocupación no fue mayor.

¿Qué prevemos para el 2019?

 

En 2019, el mercado de trabajo no se recuperará y el desempleo volverá a subir respecto al año pasado en el promedio anual. En este sentido, aun convalidando la hipótesis oficial y optimista de que la economía ya habría alcanzado su piso, el mercado de trabajo no se fortalecería. En este sentido, los principales sectores que traccionarán al PBI este año estarán vinculados a la actividad agropecuaria, rama que posee acotadas posibilidades de creación de empleo –mayores inversiones en maquinaria que en trabajo-. En contraposición, aquellos sectores trabajo intensivos, entre los que sobresalen algunas ramas de la industria y el comercio, seguirán en rojo durante casi todo 2019.
Por otro lado, dado que el mercado de trabajo fue el último en reaccionar a la crisis (hasta el tercer trimestre no se destruyeron puestos de trabajo de manera significativa), estimamos que tardara más en reaccionar a la reactivación de la actividad cuando esta llegue. En consecuencia, podemos afirmar que el mercado de trabajo no mejorará durante este año, aun cuando la actividad económica comience a arrojar señales de mejora.

 

En Neuquén ganaron Gutiérrez y el empleo privado

¿Qué pasó en Neuquén?

Las elecciones para gobernador de la provincia patagónica celebradas ayer tuvieron como ganador a Omar Gutiérrez (alrededor de 40% de los votos), candidato del Movimiento Popular Neuquino (MPN) que gobierna la provincia desde la vuelta a la democracia. Trece puntos por debajo quedó el candidato del kirchnerismo Ramón Rioseco, mientras que el tercer lugar fue para el representante de Cambiemos Horacio Quiroga, con algo más del 15% de los votos.

¿Qué indicadores económicos tenemos para explicar este resultado?

Si bien el MPN ha ganado todas las elecciones ejecutivas desde 1962 y considerando el hecho que los neuquinos no estuvieron ajenos a la dinámica inflacionaria del año pasado y al consecuente deterioro del poder adquisitivo, hay un factor adicional que puede explicar esta reelección: la creación de empleo asalariado privado. Esta modalidad de ocupación, asociada a puestos de trabajos de mayor calidad, trepó 6,2% i.a. en 2018 en la provincia (6,6% desde enero de 2016) y de esta manera fue una de las dos que registró un crecimiento del mismo (la otra fue Jujuy, con un incremento de 2,4% i.a. en 2018 y de casi 9% desde el cambio de gobierno).

De este modo, la generación de empleo de calidad habría sido un condimento más que sedujo al votante neuquino para apoyar la continuidad de sus gobernantes, comportamiento que podría extrapolarse a las elecciones nacionales en esta provincia.

¿Es válida esta lógica para el resto de las provincias?

El gráfico muestra que el caso de Neuquén fue más la excepción que la regla durante el año pasado. De esta manera, el resultado que favoreció al oficialismo local puede deberse a que el deterioro económico del país  no tuvo un correlato directo en esta provincia . El principal motivo detrás de esta dinámica son los desarrollos vinculados a la explotación de Vaca Muerta, fuertemente apoyados por el gobierno Nacional.

Por este motivo, es apresurado extraer conclusiones –tanto aquellas que favorecen oficialismo como a la oposición- del resultado de ayer al resto del territorio nacional.

No todo es desempleo: el deterioro del mercado laboral formal

¿Cómo evolucionó el empleo formal en 2018?

A lo largo del año pasado el empleo registrado cayó 1,5%, lo cual implicó la pérdida de alrededor de 191.000 puesto de trabajo. Aunque la destrucción neta de puestos de trabajo fue acotada (claramente por debajo de la contracción del PBI, la cual alcanzó el 7% en mismo periodo), sí se observó un cambio en la composición de la mano de obra local. Por caso, los asalariados privados, típicamente asociados a los puestos de mayor calidad y remuneración, marcaron una baja de 2,1% i.a. durante 2018. Por su parte, los cuentapropistas (autónomos, monotributistas y monotributistas sociales), que habían sido la estrella de 2017 marcando un avance de 5% anual., retrocedieron 3% durante el año pasado. Si bien esta modalidad de contratación no es la óptima en cuanto a calidad (en ciertos casos, suele encubrir relaciones de dependencia precarizadas), su deterioro enciende luces de alerta en materia de indicadores sociales, ya que involucra a los trabajadores provenientes de los sectores más postergados dentro de este universo. Al mismo tiempo, los empleados públicos se mantuvieron prácticamente inalterados (-0,2% i.a.) en 2018, lo cual da cuenta de las dificultades que encontró el gobierno a la hora de reducir la cantidad de trabajadores en un contexto recesivo.
A nivel sectorial también se observaron cambios de composición. Pese a la sequía, el empleo registrado avanzó casi 2% i.a. en el sector primario (actividades extractivas como el agro, la pesca o la minería). En contraposición, la destrucción de empleo formal superó el 5% i.a. en el sector industrial, marcando la mayor caída para una rama de actividad. Esta dinámica negativa estuvo motivada por el desplome de la demanda interna de 2018 (principal foco de ventas del sector) en un contexto de costos crecientes. Esto no fue un hecho aislado ya que este sector redujo sucesivamente su dotación de personal en los tres años de gestión de Cambiemos, por lo que acumula una contracción cercana a 10% desde 2015; nuevamente, la mayor al comparar entre las distintas ramas de actividad. Como resultado, el sector manufacturero dejó de ser el principal empleador formal de la economía argentina (pasó de contener a un quinto del total de los trabajadores registrados del sector privado a 18,4%) quedando levemente por detrás de comercio. Teniendo en cuenta que esta rama de actividad también destruyó puestos de trabajo (por primera vez desde 2002), la dinámica responde únicamente a la mala performance del complejo fabril.

 

¿Qué pasó con el salario real?

El poder de compra del salario tampoco mostró una dinámica favorable (el ajuste no se hizo solo por cantidades sino también por precios). Durante el año pasado, el salario real registrado cayó 6,2% i.a. en promedio (-5,8% i.a. para los trabajadores del sector privado y -7% i.a. para los del sector público). De este modo, marcó la mayor merma desde 2002, retornando a niveles no vistos desde 2004-05. Al igual que en el caso del empleo registrado, y de la economía en general, el deterioro se aceleró a medida que avanzaban los meses: el último cuatrimestre del año promedió una baja mayor a 12% i.a. (vale remarcar que el bono de fin de año no se incluye en los cálculos por su carácter no remunerativo, de todas formas su efecto fue acotado), mientras que en el período enero-agosto la baja promedió “solo” 2,3% i.a.
Por un lado, esta dinámica obedeció a la la aceleración de la inflación, en un contexto de negociaciones colectivas cerradas (las reaperturas observadas no se hicieron extensivas a todos los sectores e implicaron recuperaciones solo parciales del nivel de compra). Por otro lado, el temor a un posible despido o suspensión, como las que tuvieron lugar en ciertas ramas puntuales, desincentivaron la búsqueda de ajustar salarios y se optó por preservar la fuente de trabajo y postergar la actualización de los ingresos.

¿Qué esperamos para 2019?

De cara a 2019 las perspectivas no son optimistas. El salario real se recuperará lentamente hasta volver a terreno positivo en la víspera de las elecciones presidenciales. De todas maneras, esa recuperación será parcial y no logrará dar vuelta un año complejo en el que el salario real promedio del sector registrado caería cerca de 4%, encadenando dos años consecutivos de contracción por primera vez desde el bienio 2001-2002. Por el lado del empleo la situación no sería sustancialmente mejor. La medición interanual mostraría números positivos recién en octubre y en ningún momento del año se recuperaría lo perdido en 2018.

 

El salario real volverá a caer en 2019

¿Cuánto cayó el salario real en 2018?

Durante el año pasado, cuando la inflación se aceleró y rozó 50%, el crecimiento salarial promedio fue de 29,7%. En consecuencia, el salario real cayó 6,3% en 2018. Esta contracción fue homogénea a todas las modalidades de contratación: el salario real del sector no registrado cayó en promedio 6,5%, levemente por encima del retroceso medio del salario real de los registrados (-6,2% i.a.). Dentro de este grupo, el salario real de los trabajadores del sector privado sufrió una merma algo más acotada que la del sector público (5,8% vs 7% i.a.)

¿A qué se debe este retroceso?

 

Esta dinámica responde a dos factores. En primer lugar hay que destacar que incluso con el brote inflacionario de comienzo de año (debido a aumentos de tarifas e inestabilidad cambiaria), las negociaciones paritarias se cerraron originalmente en torno al 15%, en línea con la voluntad del Ejecutivo. El segundo es que al momento de otorgarse nuevos aumentos en función de una mayor suba de precios, tuvo lugar el salto cambiario del cierre de agosto, que se tradujo en una aceleración de la inflación que sepultó el poder adquisitivo de los trabajadores. Las recomposiciones que llegaron en los últimos meses no fueron suficientes para torcer el rumbo en un contexto de inflación elevada. De hecho, en el último trimestre el salario del sector registrado –quienes lograron una mejora salarial vía paritarias- creció 8,5% contra un alza de 11,5% del nivel de precios.

En cambio, los datos sugieren que la crisis que se desató en los últimos tres meses del año no impidió que los salarios del sector no registrado crezca más de 12%, por encima de la inflación. A priori, esto resulta contraintuitivo debido a que el sector informal es el que más sufre la caída en la actividad económica, por lo que es altamente probable que el ingreso de los trabajadores del sector no sea el que más se incrementa. En efecto, la explicación de esta dinámica se encuentra en la forma que se construye del índice de salarios para los trabajadores no registrados, que ante la dificultad de seguir en el tiempo un mismo puesto de trabajo en el sector informal (ninguna empresa reportará un puesto de trabajo no registrado), posee una metodología que toma información de la Encuesta Permanente de Hogares (EPH). Como esta se realiza trimestralmente, el índice de salarios del sector no registrado tiene un rezago en el tiempo, que en particular, en el último trimestre del año, capta los aumentos salariales de mediados de año, momento en que la economía aún no había entrado en recesión. Por este motivo, si bien no tenemos otro tipo de información, es impreciso afirmar que los ingresos laborales de los trabajadores informales superaron a los de los formales en el último trimestre del año.

¿Qué esperamos para 2019?

 

Como cualquier variable de nuestra economía, el salario real fluctuará en función del clima político, que a su vez influirá sobre el mercado cambiario . Bajo nuestro escenario más probable, que supone una victoria de Cambiemos o la imposición de un candidato market friendly, la inflación no se disparará (prevemos que crezca en torno a 35%) pero bajará a un ritmo menor del que supone el oficialismo (alrededor de 25%). No obstante, si las paritarias se fijan nuevamente en torno a la cifra planteada desde el gobierno, los aumentos salariales nominales podrían acumular subas cercanas al 35% en 2019 gracias a la activación de las cláusulas de renegociación a inicios de año.

El avance del salario real llegaría a terreno positivo justo en la previa electoral. Sin embargo, la mejora del cierre del año no será suficiente para compensar el poder adquisitivo perdido y como resultado, caerá alrededor de 4% promedio durante 2019.

La peor recesión desde 2009

¿Cuál fue la dinámica de la economía en 2018?

A comienzos de 2018 el consenso de mercado elaborado por el BCRA proyectaba un crecimiento cercano al 3%. Se esperaba un año tranquilo en el frente cambiario a lo que se sumaba un arrastre positivo significativo heredado por el elevado crecimiento del segundo semestre de 2017. Lamentablemente, ya en los primeros meses la inestabilidad cambiaria y un nuevo brote inflacionario amenazaron la continuidad del crecimiento. Los primeros síntomas de debilitamiento se vieron en la construcción (sector sensible a los movimientos cambiarios) y el comercio (el salario real reaccionó rápido al nuevo contexto). Luego, en el segundo trimestre llegó la sequía (el sector agropecuario cayó más de 30% i.a.) y crecientes presiones sobre el dólar que generaron una depreciación del Peso cercana al 30% en el período. A ello se sumaron aumentos tarifarios que terminaron por acelerar la inflación aún mas (acumuló 16% en el primer semestre, ya por encima de la meta establecida por el gobierno para la totalidad del año). Esto implicó un nuevo golpe al poder adquisitivo (en pesos y dólares) y retrajo el ya alicaído consumo de las familias.

Sin embargo, lo peor estaba por venir. Hacia fines de agosto la inestabilidad cambiaria volvió a escena y el dólar pegó un salto de casi 33% en pocos días. Esta dinámica y la incertidumbre sobre el rumbo económico impactaron significativamente en la actividad económica y, a través de una creciente e inesperada inflación, sobre el poder adquisitivo de la población. Además, derivó en un segundo acuerdo con el FMI que implicó una aceleración en el recorte del gasto público y la adopción de un esquema de agregados monetarios para lograr la estabilización en el frente externo.

El costo de este esquema, que rápidamente llevó la tasa de interés a niveles muy elevados, fue un enfriamiento de la actividad que implicó una caída de 6,3% i.a. en el último trimestre del año. A la producción de bienes, que venía debilitada por la sequía, el freno en la construcción y la suba de los costos en la industria (-5,3% i.a. en el primer semestre y –5,9% i.a. en el segundo semestre) se le sumó el deterioro en los servicios (pasó de crecer 2% i.a. en el primer semestre a retroceder 3,8% i.a. en el segundo semestre). Esta dinámica obedeció en buena medida a la caída en el comercio (superior al 15% i.a. en el último trimestre del año), producto de la estrepitosa caída del salario real: más de 12% i.a. en el cuarto trimestre, la más profunda desde la crisis del 2002.

En este marco, la actividad sufrió la recesión más profunda desde 2009 al caer 2,6%, contracción que dejará un arrastre estadístico negativo de casi 3% para este año. Comparando con el pico de actividad de la era Macri (primer trimestre de 2018) la economía se desplomó 7% en términos desestacionalizados para volver a niveles de 2010.

¿Qué esperamos para 2019?

 

Considerando el negativo arrastre del año pasado y la incertidumbre política ante las elecciones presidenciales, la recuperación de la economía será lenta. En este sentido, durante la primera mitad del año, la actividad dependerá de una mejor cosecha agrícola –se espera que aporte algo más de un punto de crecimiento- y de una parte de los sectores transables, que tras la mejora de la competitividad cambiaria y las expectativas de crecimiento de la economía brasileña (en torno al 2% i.a. en 2019), exhibirán un repunte significativo. Sin embargo, como la mejora de la competitividad cambiaria se da en paralelo con un incremento del costo de financiamiento y una significativa incertidumbre política, el sector industrial tardará en reaccionar al nuevo set de precios relativos y únicamente aquellos sectores que ya están insertos en mercados externos podrán beneficiarse rápidamente.

Por su parte, los dos componentes de la demanda interna, consumo e inversión, se mantendrán debilitados. El primero sufrirá los aumentos tarifarios y la inestabilidad cambiaria que le pondrán un techo a la recuperación del salario real, el cual recién comenzará a mostrar mejoras, al igual que el consumo privado, en la previa electoral. Pero esta recomposición no será suficiente para compensar el deterioro previo y el año cerrará con una caída del salario real promedio del orden de 3,5%. Adicionalmente, la necesidad de cumplir con el objetivo de equilibrio fiscal no permite pensar en novedades positivas por el lado del consumo público.

En este sentido, la inversión también sufrirá debido a que, a diferencia de otros años electorales, el aporte del sector público en materia de infraestructura será limitado. Este recorte no será compensado por una mayor inversión del sector privado en tanto las tasas de interés reales positivas se mantengan y la incertidumbre política no se reduzca.

En suma, durante 2019 la actividad volvería a caer cerca de 1%, encadenando dos años recesivos por primera vez desde el bienio 2001-2002.

Media máquina

¿Qué pasó con la capacidad instalada de la industria en 2018?

El INDEC informó que la Utilización de la Capacidad Instalada (UCI) en la industria se ubicó en el 56,6% en diciembre pasado, más de 7 p.p. por debajo del nivel registrado en igual mes de 2017 (64%). Por lo tanto, la industria funcionó a media máquina durante el último mes del año y registro una abrupta caída en su nivel de actividad (-14,7% i.a., según el nuevo Índice de Producción Industrial Manufacturero). En este sentido, los datos de diciembre dan cuenta que el deterioro de la industria se aceleró en el último mes del año (la actividad cayó 5% respecto a noviembre) y que el piso de la recesión para el sector todavía no se materializó.

Si bien la menor utilización de la capacidad instalada se dio en todos los sectores, se destaca la industria automotriz (25,6%) y la textil (32,2%). En el primer caso, la contracción fue consecuencia de la disminución de la cantidad de unidades fabricadas por las terminales automotrices (-38,5% i.a.) debido a la caída en la demanda interna (las ventas a concesionarios de unidades nacionales se desplomaron 23,6% i.a.) y a la realización de paradas técnicas en algunas plantas productivas. Por su parte, la industria textil redujo la elaboración de hilados de algodón y de tejidos, en un contexto de fuerte caída del poder adquisitivo de las familias (en el último mes del año el salario real retrocedió 11% i.a.) .

¿Qué significa?

Sin dudas, este indicador refleja cómo las empresas adaptan el uso de su capacidad productiva frente a cambios en las decisiones de producción. Frente a un contexto de caída del consumo de la familias por pérdida del poder adquisitivo y menor demanda de productos industriales desde otros sectores de la economía, el alza de costos acaecida por la aceleración de la inflación y el aumento de la presión impositiva, reducen la rentabilidad y obligan a las firmas a reducir sus niveles de producción y ajustar el uso de recursos. En esta línea, el incremento de los servicios públicos y los aumentos salariales que tuvieron lugar a fin de año (incluyendo un bono), dejó una estructura de costos más apretada y de difícil solvencia.

Por otra parte, el menor uso de la capacidad instalada también se vincula con la dinámica del empleo. Si las empresas reducen la utilización de sus instalaciones, comienza la eliminación de horas extras, turnos, aumentan las suspensiones y eventualmente los despidos. De acuerdo a la información de SIPA, esta dinámica se inició al comienzo del último trimestre, por lo que podría haberse acentuado hacia el cierre del año, cuando la tasa de salida volvió a aumentar junto a una caída en la tasa de entrada.

¿Qué esperamos para los próximos meses?

Como la economía comenzará a dar señales de recuperación recién en el segundo trimestre, no esperamos un repunte significativo de la utilización de la capacidad instalada en la industria durante el verano, más allá de las cuestiones estacionales que puedan tener lugar. En este sentido, la dinámica podría incluso agudizarse en caso que los nuevos aumentos (electricidad, gas, salarios) eleven aún más los costos.

Si bien se podría pensar que las industrias ya ajustaron considerando los incrementos que se vienen, la situación se complejizaría si sobrestimaron la capacidad de recuperación de la actividad, ya que el ingreso disponible para consumo no crecerá en los primeros meses del año (los aumentos de Regulados se “comerán” las mejoras salariales) y las tasas de interés se mantendrán elevadas (pese a la persistente baja de las últimas semanas) en pos de contener la demanda de dólares.

Industria y Construcción: un fin de año para el olvido

¿Qué pasó con la Industria y la Construcción en 2018?

El Indice de Producción Industrial Manufacturero (IPI manufacturero) cayó 14,7% i.a. en diciembre y 1,7% desestacionalizado respecto al mes previo, lo que indica que el derrumbe se profundizó en el último mes del año, registrando una contracción de 5% i.a. en 2018. Vale destacar que el IPI manufacturero reemplaza al Estimador Mensual Industrial (EMI) y que el INDEC publicó información desde 2016 que permite analizar la evolución de la industria desde ese momento.

El deterioro alcanzó a la mayoría de las ramas industriales. El año pasado registraron las mayores caídas las ramas Equipo de Transporte –excluye automotor- (-24,1%), Maquinaria y Equipo (-18,4%), Muebles y Colchones (-12,6%), Textiles (-10,7%) y Caucho y Plástico (-10,1%). Por el contrario, las únicas que se expandieron levemente fueron Industrias Metálicas (+3%), Vehículos y autopartes (+2,8%) y Productos Minerales no Metálicos (+0,2%).

Por su parte, el Indicador sintético de la actividad de la construcción (ISAC) retrocedió 20,5% i.a. en el último mes del año, acumulando cuatro meses de caída consecutiva. Sin embargo, gracias a un comienzo del año positivo, la construcción promedió en 2018 un leve crecimiento (+0,8%).

¿Cuál fue el peor momento del año?

Las turbulencias cambiarias y la sequía que tuvo lugar durante el primer semestre del año habían comenzado a afectar negativamente a la industria a tal punto que el acumulado ya se había vuelto negativo en agosto de 2018. Sin embargo, el abrupto salto cambiario al cierre de ese mes, junto a la aceleración de la inflación, el deterioro del salario real y la consecuente incertidumbre económica sepultaron cualquier intento de recuperación en los últimos cuatro meses del año.

Conjugado un nuevo escenario económico, con una demanda interna en retroceso por la abrupta caída del poder adquisitivo en pesos y dólares y un elevado costo de financiamiento producto del apretón monetario para lograr la estabilización cambiaria, las empresas comenzaron a ajustar su producción. Especialmente una vez disipada la parálisis provocada por la incertidumbre económica reinante durante septiembre y octubre. Como resultado, la industria cayó más de 10% -en términos desestacionalizados- en el último cuatrimestre del año.

Por su parte, a la menor inversión que se desprende del contexto mencionado anteriormente, se sumó la austeridad necesaria para cumplir con la reducción del déficit fiscal acordado con el FMI, lo que se tradujo en un retroceso de la obra pública. En consecuencia, la construcción, que fue uno de los motores de la actividad en 2017, se contrajo casi 15% en términos desestacionalizados en los últimos cuatro meses del año.

¿Qué esperamos para 2019?

Los datos reflejan que tanto la industria como la construcción todavía no han alcanzado un piso, el cual estimamos llegue durante el primer trimestre de este año. En lo que respecta a la actividad fabril, las perspectivas no son muy alentadoras, ya que estimamos que el salario real no crecerá hasta la mitad del año y que la política de tasas reales positivas se mantendrá durante este año. Por lo tanto, continuarán activos dos de los factores que suscitaron la aceleración de la caída. El único driver que podría impulsar al sector es la mejora cambiaria (las industrias con mayor potencial exportador y de sustitución de importaciones crecerán este año) pero luce insuficiente.

La construcción, por su parte, tardó más en acusar el impacto de la crisis. Esto en parte se debe a la expansión que tuvieron los créditos hipotecarios indexados en el primeros meses de 2018, lo que impidió que el sector se contraiga más durante la segunda parte del año. No obstante, los efectos negativos del nuevo contexto económico sobre la actividad se harán sentir durante casi todo el 2019. Con la inversión privada paralizada y el retroceso de la obra pública en el marco de un camino hacia el equilibrio fiscal, auguran un año en rojo para la construcción. De hecho, este sector será uno de los más castigados en 2019, a diferencia de lo ocurrido en los últimos años electorales, cuando se configuró en motor de la economía.