La imagen de gobierno se resiente luego de la derrota electoral

En una suerte de efecto bandwagon (carro del vencedor) invertido, la imagen de Gobierno sufre una abrupta caída en septiembre, luego del resultado de la elección primaria. La imagen negativa aumenta y se acerca de su máximo histórico mientras que la imagen positiva se ubica en los niveles más bajos de todo el ciclo.

En este sentido, se observa que se responsabiliza más a Macri por el deterioro económico post-PASO.
Si bien la incertidumbre que se generó tras el resultado electoral se origina por las dudas que plantea el candidato ganador (sobre todo por la presencia de Cristina Kirchner en esa fórmula ganadora), para la percepción de la gente el responsable de lo que se observa en el escenario económico es el propio Presidente: el 59% de los consultados considera que la situación económica se deterioró post elecciones por la política económica de Macri, mientras que solo el 28,8% considera que el daño económico post PASO responde a las propuestas económicas de Fernández. En definitiva, la incertidumbre la genera Fernández, la responsabilidad es de la política de Macri.
En este sentido, la volatilidad cambiaria originada tras los comicios revive la preocupación por la inflación. La misma aumentó marcadamente luego de la corrida cambiaria vivida la semana posterior a las PASO, llegando a 45,1%, el registro más alto de todo el ciclo, incluso superando el pico registrado en abril pasado (44,6%). Al mismo tiempo que crece la preocupación por la inflación, no cede la otra preocupación económica que es la preocupación por el desempleo que se mantiene en torno al 26%.

De esta manera, las preocupaciones económicas (inflación y desempleo) se ubican en los niveles más altos de todo el ciclo: la suma de ambas variables acumula el 71,1% del las respuestas. Por su parte, la preocupación de la ciudadanía por los problemas en materia de corrupción e inseguridad caen fuertemente: apenas un 4,2% afirma que su máxima preocupación es la inseguridad (nivel más bajo del ciclo), mientras que un 15,9% señala a la corrupción.
Paralelamente, siguen mejorando las expectativas sobre el futuro del país luego de las elecciones. Si bien el optimismo sobre el futuro del país se mantuvo estable (40%), el pesimismo perforó el piso del 20%. ubicándose en el 17%. Al mismo tiempo, crecen los que miran el futuro con incertidumbre (23,8%).

 

 

 

Los candidatos buscan un punto de equilibrio en el nuevo escenario

El resultado electoral de las Primarias produjo una suerte de desacople entre el proceso político y el institucional. La elección produjo un hecho político (dejó un claro ganador y prácticamente futuro Presiente en Alberto Fernández), pero no produjo un correlato institucional de ese hecho (Fernández es simplemente un candidato y deberá cumplir con la formalidad de ganar la elección), lo que le impide aún ser un Presidente electo e iniciar una transición con el Gobierno en ejercicio. Del lado del oficialismo, la derrota del Presidente Macri lo ha debilitado políticamente y le ha vaciado la capacidad de administrar expectativas a futuro, ya que la mayoría descuenta que no estará sentado en el sillón presidencial a partir del 10 de diciembre.

Esta situación anómala sucede en un contexto económico que venía siendo delicado desde abril-mayo del año pasado, producto de una crisis de confianza en los mercados sobre la sustentabilidad del programa económico, que el resultado electoral no hizo más que agravar. Esto es el producto de: 1) la pérdida de legitimidad popular de ese mismo programa económico, y 2) el desconocimiento del programa económico del virtual presidente electo (o al menos de su programa financiero ya que en campaña reconoció que renegociará el Programa Stand By con el FMI).

En definitiva, quien tiene la posibilidad real de administrar las expectativas económicas en un contexto de incertidumbre (el virtual candidato electo), no puede efectivamente orientar esas expectativas por dos motivos centrales: 1) no tiene incentivos para anticipar ninguna decisión que pudiera perjudicarlo electoralmente; y 2) si aún quisiera asumir la responsabilidad de tomar definiciones –pagando costos políticos-electorales- respecto de qué hará una vez asumido como Presidente, tampoco lo podría hacer por desconocer objetivamente cuáles van a ser las condiciones económicas en que iniciará su gestión (reservas, tipo de cambio, inflación, etc.).

Pero Fernández sí tiene incentivos para esperar que el Gobierno asuma la responsabilidad de gobernar esta coyuntura de crisis y tome medidas que él considere necesarias (como por ejemplo la implementación de controles de cambio), y que al mismo tiempo sean perjudiciales para los objetivos electorales del Gobierno.

El candidato opositor buscó desde un comienzo que el candidato rival y Presidente en ejercicio, tome todas las medidas impopulares (reperfilamiento de deuda de corto plazo y medidas de control de cambio) pero necesarias para controlar la situación económica, y que él no quisiera tomar una vez que asuma el poder el 10 de diciembre.

¿Y por qué Alberto Fernández buscaría cooperar con Macri en algún punto? ¿No aplica el incentivo que cuanto peor, mejor para obtener el mejor resultado electoral posible en octubre? Efectivamente el incentivo electoral lo llevaría a Alberto Fernández a minimizar la cooperación en estas circunstancias, siendo que hoy tiene él más posibilidades de calmar a los mercados que propio Presidente en ejercicio. Pero hay dos factores que lo condicionan en esa estrategia de “cuanto peor, mejor”. A saber:

1) La herencia que recibirá Fernández (reservas e inflación). En la medida que Fernández no colabore con la Gobernabilidad económica del último tramo del Gobierno de Macri, posiblemente esté afectan-do el punto de partida de su propio Gobierno. Si el Gobierno se ve forzado a liquidar las reservas del BCRA para evitar que el dólar se dispare y que eso lo afecte electoralmente, ello condicionará el punto de partida de Fernández a partir del 10 de diciembre. Y si el dólar se dispara, posiblemente dejara aún más inflación con mayores dificultades para bajarla durante el mandato del nuevo presidente. De modo que si Fernández no colabora en nada, podría estar perjudicándose a él mismo.

2) La evaluación de la opinión pública sobre la crisis. Si la opinión pública percibe que el Gobierno no puede controlar la situación económica y que Fernández no colabora o incluso perjudica aún más la situación con declaraciones que generan más incertidumbre, posiblemente habrá un punto de inflexión donde el enojo de la gente podría volcarse también contra su figura.

En este delicado equilibrio transitará Alberto Fernández la campaña. Tratando de favorecer su estrategia electoral pero también tratando de no generar más perjuicios de lo que ya la situación ocasionó en la economía condicionando el comienzo de su eventual mandato.

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La pelea por el liderazgo sindical detrás de los apoyos a Fernández

La magnitud del triunfo de Alberto Fernández arrojó mucha certidumbre respecto de hacia dónde va el proceso político. Esto ha provocado que el sindicalismo deje de atender el proceso electoral y empiece a pensar qué lugar ocupará en un eventual Gobierno peronista. El resultado activó los mecanismos políticos de negociación sindical para definir el futuro de la CGT en un eventual Gobierno de Fernández, al tiempo que desactivó la conflictividad sindical, un gesto que pide el Frente de Todos para no llevar la conflictividad a la calle y minimizar los riesgos electorales.
Por lo pronto, mientras el sindicalismo le transmitió al Gobierno algunos cuestionamientos a las medidas anunciadas para aliviar el impacto de la devaluación post-PASO (descuento en aportes personales insuficiente, bono a estatales no aplica a todos, aumento mayor a 120% del salario mínimo) también evalúan cómo se reorganizará el universo sindical después del 10 de diciembre.

En este sentido, la ausencia de un liderazgo político capaz de forzar la unidad de todo el arco sindical (CGT dialoguista y Corriente Federal más las CTA) no es auspiciosa. Si bien Alberto Fernández será un Presidente con amplias mayorías, la centralidad del poder no está en sus manos, dado que el mismo es compartido con muchos actores.
Por otro lado, en materia laboral, el programa de Alberto Fernández es bastante previsible y descansa sobre un apoyo sindical mayoritario. Sin embargo, en un contexto donde el sindicalismo está fragmentado y las tensiones intrasindicales pueden ser un condicionante de las reformas que se propongan, la ausencia de un interlocutor único y legitimado para discutir reformas podría ser un condicionante para que se logren cambios profundos. Al respecto, aparece el nombre de Carlos Tomada como eventual Ministro de Trabajo, quien ocupó ese cargo durante todo el período kirchnerista y es un interlocutor autorizado para todo el universo sindical. Esto última es quizás su mayor ventaja en un universo sindical muy fragmentado, lo cual no es poca cosa.

El nuevo gobierno tendría mayoría parlamentaria

El sorprendente resultado que nos dejó las Primarias permite anticipar qué sucederá en el terreno legislativo con el eventual recambio presidencial. De repetirse el resultado en octubre, podrían volver las mayorías legislativas al Congreso luego de 4 años de Gobierno de minoría.
La tarea no será sencilla, porque la unidad que se logró en el terreno electoral habrá que llevarla al recinto de las dos Cámaras, pero si nos guiamos por los antecedentes, no es una tarea difícil cuando gobierna el peronismo: desde 1983 a la actualidad, salvo en una pequeña ventana entre 2009 y 2001, el peronismo nunca gobernó en minoría.
El camino a la unidad legislativa no será automático para Alberto Fernández. Más allá de la unidad que mostró el Frente de Todos, habrá que agregar algo de homogeneidad legislativa una vez finalizado el proceso electoral. De lograr los acuerdos que proyectamos logrará, podría tener un interbloque de 127 diputados de base.
Por el lado opositor, los espacios que hoy integran Cambiemos podrían estar conservando un bloque superior a los 100 miembros, pero deberán reconstruir una relación que, de sobrevenir una derrota, quedará dañada entre los socios. En todo caso, habrá incentivos para reconstruir la unidad y conservar cierto poder legislativo. También en el terreno opositor, el espacio que lidera Roberto Lavagna podría conformar un bloque de 8 diputados, quienes pudieran ser útiles, si por circunstancias extraordinarias, el oficialismo necesitara votos.

Entre los personajes clave del Congreso que viene (asumiendo al Frente de Todos como el próximo gobierno), destacan por el lado del oficialismo dos ex candidatos a Presidente: Agustín Rossi, seguramente Jefe de Bloque del oficialismo y Sergio Massa, posiblemente el Presidente de la Cámara de Diputados. Por el lado de la futura oposición las figuras que destacarán seguramente serán Christian Ritondo, primer candidato a diputado por Juntos por el Cambio en la Provincia de Buenos Aires y hombre de confianza de Vidal y Alfredo Cornejo actual Presidente de la UCR, espacio que buscará reconstruirse luego de la salida del poder frente a una derrota de Macri.
Finalmente, por el lado del peronismo no oficialista, la continuidad de Graciela Camaño seguramente le dará un lugar destacado en el bloque de legisladores que ingresen de la mano de Roberto Lavagna, junto a Marco Lavagna, si es que finalmente logra ser reelecto en octubre próximo.
La situación de Alberto Fernández en el Senado también es auspiciosa en materia de mayorías. De confirmarse el triunfo del Frente de Todos, también el peronismo tendría mayoría en el Senado, que estará presidido por Cristina Fernández de Kirchner, que incluso tendría una situación más holgada: 40 serían los senadores que el oficialismo juntaría entre los Senadores que responden a los Gobernadores aliados, los que responden a Cristina Kirchner y los que ingresarán de la mano del triunfo del Frente de Todos.
Sin lugar a dudas, el personaje clave de la Cámara de Senadores será Cristina Kirchner: Lleva 10 años ocupando una banca en la Cámara alta y le tocará, por primera vez, sentarse en el estrado presidencial y conducir el recinto, privilegio que le cabe a los vicepresidentes. Será un rol que la restringirá políticamente, ya que en este nuevo rol no podrá asumir posiciones políticas en los debates, pero indudablemente le dará un lugar destacado en el mapa de poder del Senado.
Luego de 18 años ininterrumpidos, Miguel Ángel Pichetto dejará de ser el Presidente del bloque de Senadores peronistas, dejando su lugar al Senador por Córdoba, Carlos Caserio, quien seguramente tendrá un rol destacado en un bloque oficialista que responda a un Poder Ejecutivo conducido por Alberto Fernández. Igual de importante podrá ser el rol que cumpla José Mayans, quizás el Senador con más experiencia y conocimiento sobre la práctica legislativa y algún representante de Cristina Kirchner, como puede ser Mariano Recalde.

Independientemente de ello, probablemente en el Senado se manifieste una puja entre los Senadores que responden a los Gobernadores y los que responden al poder de la vicepresidenta a la hora de definir los roles en el bloque oficialista. En todo caso, esta pelea en el Senado será un buen indicador para dimensionar hasta qué punto Alberto Fernández podrá tener cierta autonomía de su electora (CFK), o enfrentará algún nivel de dependencia o condicionamiento por no controlar la disciplina de los bloques de legisladores oficialista en el Congreso.

Agosto marcará el fin de la desinflación

¿Cómo fue la inflación en julio?

El INDEC informó que el IPC Nacional exhibió una suba de 2,2% en el séptimo mes del año, mostrando una nueva desaceleración (-0,5 p.p. menor que el 2,7% observado en junio). Así, el nivel general de precios acumuló un avance de 25,1% desde diciembre y un alza de 54,4% interanual.
La desaceleración de la inflación estuvo vinculada a la estabilidad cambiaria a lo largo del mes. La cotización del dólar incluso cayó 3% entre el precio promedio de junio y el de julio. De esta forma, los precios de la canasta Núcleo –más expuesta a la dinámica del tipo de cambio- crecieron 2,1% en julio (-0,6 p.p. en relación al mes previo), a la vez que los Regulados crecieron 1,8%. Por su parte, los Estacionales treparon 3,6% por subas relacionadas a las vacaciones de invierno y verduras impidiendo una desaceleración sea más significativa.
Con este dato, el proceso de desinflación iniciado en abril (luego de que el IPC alcance 4,7% en marzo) acumuló 4 meses consecutivos. Sin embargo, esta dinámica será interrumpida desde agosto.

¿Por qué terminará la desinflación?

Esta semana se desató un nuevo episodio de crisis cambiaria y financiera. En las últimas cuatro jornadas el dólar saltó 25% y llegó a operarse por encima de ARS 60, fenómeno que abortó la desinflación en marcha, ya que en una situación de elevada incertidumbre y con la memoria del 2018 todavía fresca, el traspaso a precios no se hará esperar. En consecuencia, esperamos una fuerte inflación en la segunda mitad del mes, que si bien no impactará plenamente en agosto, incidirá en la formación de precios de los próximos meses. En consecuencia, el objetivo de perforar el 2% mensual ya quedó enterrado.

¿Cómo evolucionarán los precios en lo que queda del año?

 

La estabilización del tipo de cambio será fundamental para comprender la magnitud de esta nueva aceleración inflacionaria. En tanto esto no se logre en el corto plazo, el alza de los precios podría llegar a dos dígitos entre agosto y septiembre. Su morigeración durante el último trimestre del año dependerá del éxito de las medidas de política monetaria (ponerle un techo al dólar) y fiscales (reducción de IVA, subsidios a los combustibles) anunciadas recientemente. De todos modos, esperamos que la inflación anual tenga como piso el 50% durante 2019.
Por otro lado, habrá que comenzar a seguir de cerca el acortamiento de la duración de los contratos. Si esta práctica se generaliza (por ejemplo, con paritarias mensuales), la consolidación de un régimen de alta inflación, a través de la espiralización de las variables nominales (precios-salarios-tipo de cambio) podría darse en el corto plazo.

Qué lindo mi brote verde, se rompió mi brote verde

¿Cómo le fue a la industria y la construcción en junio?

En primer lugar, el Indice de Producción Industrial Manufacturero (IPI manufacturero) cayó 6,9% i.a. en junio y de esta manera acumuló un retroceso de 9,4% i.a. en la primera mitad del año. Además, tras encadenar dos meses de crecimiento desestacionalizado, volvió a exhibir una contracción (-1,8%) en junio, mostrando que no necesariamente la industria tocó su piso en el primer semestre, o bien que la recuperación de la misma será lenta.
Por su parte, el Indicador Sintético de la Actividad de la Construcción (ISAC) retrocedió 11,8% i.a. durante el sexto mes del año (-9,4% i.a. en el acumulado) tras un fuerte deterioro en la serie desestacionalizada (-4,2%). Por caso, el consumo aparente de asfalto y hormigón elaborado cayeron en torno al 17-18% i.a.

¿Qué pasó hacia dentro de la industria?

A excepción de lo mostrado por Refinación de petróleo (+2,8% i.a.) y Alimentos y bebidas (+1,3% i.a.), que creció gracias a la molienda de oleaginosas (+26,5% i.a., ligada al crecimiento del sector agropecuario tras la sequía del año pasado), el resto de los rubros industriales exhibieron contracciones. En particular, se destacaron las caídas de la producción textil (-18,5% i.a.), de muebles y colchones (-19,9% i.a.), la automotriz (-28,7% i.a.) y de otros equipos de transporte (-32,2%), en el que se incluye la producción de motos (cayó más de 45% i.a.). Peor aún, si se observa en términos acumulados, ningún sector industrial creció durante la primera mitad de 2019.
En definitiva, la incipiente mejora de la actividad en los últimos meses, impulsada especialmente por el sector agropecuario, no se trasladó a la industria. Esta última sufrió en mayor medida la caída de la demanda interna en un contexto de crecientes costos de producción y de financiamiento. Si bien la decisión de mantener una tasa de interés elevada busca controlar las presiones sobre el tipo de cambio y, de este modo, permitir mejoras en el poder adquisitivo y el consumo, el efecto neto de esta política continúa siendo negativo.
Por otro lado, la presencia de estímulos no salariales (créditos ANSES, Ahora 12, Junio y Julio 0km), que plenamente habrán entrado en vigencia en junio, tendrían una acotada correspondencia en la producción industrial recién en los próximos meses debido a la presencia de elevados stocks tras el pobre desempeño de las ventas desde el inicio de la recesión.

¿Qué se espera para los próximos meses?

Volviendo a la idea inicial, no esperamos que la industria refleje una significativa recuperación en el próximo trimestre. Las expectativas relevadas a las empresas así lo demuestran: 8 de cada 10 prevén que las ventas no subirán respecto al tercer trimestre de 2018, a la vez que sólo el 15% espera incrementar la utilización de la capacidad instalada en relación a dicho período. En este sentido, y considerando que las mencionadas medidas de estímulo tendrán –por ahora- vigencia hasta fin de año, la perspectiva de que el salario real recuperará el terreno perdido muy lentamente no induce a las empresas a aumentar sus esfuerzos de producción en un contexto en el que continúa rondando la incertidumbre política. En este sentido, la pérdida de empleo fabril –asociado también a una mayor tasa de formalidad-difícilmente se detenga en lo que queda del año.
Por el lado de la construcción tampoco se esperan buenos resultados: apenas alrededor del 15% de las empresas cree que la actividad del sector crecerá en los próximos tres meses, siendo especialmente pesimistas aquellas vinculadas a la obra pública, de las cuales la mitad piensa reducir su dotación de personal.
Por lo tanto, teniendo en cuenta que el salario real crecerá lentamente en lo que resta del año y la política de tasas reales positivas se mantendrá durante todo 2019 en un contexto de elevada incertidumbre política, presenciaremos, en el mejor de los casos, un freno en el deterioro de estos sectores durante el segundo semestre (principalmente asociado a una baja base de comparación). Solamente aquellos rubros industriales con mayor potencial exportador y de sustitución de importaciones, podrán alcanzar una mejora de consideración.

La inflación volvió a desacelerarse en julio

En julio, la inflación fue de 2,4% según el IPC GBA Ecolatina, encadenando una desaceleración por cuarto mes consecutivo. De esta manera, los precios acumularon un alza de 24,6% en los primeros siete mese del año y de 54,7% con respecto a igual mes del año pasado.

 

Una de las principales características observadas durante el último mes fue la significativa desaceleración del IPC Núcleo, que creció 2,2% en julio, una dinámica que no se veía desde abril de 2018. Por su parte, los Regulados crecieron nuevamente por debajo del 2%, explicado por aumentos de combustibles, prepagas y taxis, mientras que los bienes y servicios Estacionales treparon 5,6% tras incrementos en verduras y servicios asociados al turismo.

A nivel capítulos, Esparcimiento (turismo, libros y cine) y Salud (prepagas y medicamentos) fueron los que mostraron aumentos superiores al 4% durante julio. A su vez, se debe destacar que nuevamente Alimentos y Bebidas (+2,1%) avanzó menos que el Nivel general, ya que más allá de algunos aumentos puntuales (frutas, verduras, lácteos, galletitas y yerba), el rubro permaneció estable gracias a la continuidad de la calma cambiaria.

Considerando que los aumentos tarifarios se concentraron en el primer cuatrimestre del año, y en tanto las presiones sobre el dólar producto de la incertidumbre electoral no impliquen una significativa suba del tipo de cambio, la inflación se ubicará por debajo de 3% mensual en lo que queda del 2019 y la suba de precios cerrará el año en torno a 40%.

La puja por el liderazgo del movimiento obrero

Independientemente de la intensidad de los apoyos, en los gestos todo el arco sindical ha manifestado en los últimos días su apoyo a la candidatura de Alberto Fernández, gesto que se entiende por dos motivos. En primer lugar, esto se debe al escaso margen de maniobra que posee la dirigencia sindical ante el nivel de rechazo que genera en los sectores trabajadores los resultados económicos de la gestión de Mauricio Macri, En segundo lugar, se corresponde con la necesidad que cada sector tiene de conservar los espacios de poder dentro del universo sindical.

El espacio sindical que lideran Hugo Moyano y Sergio Palazzo, denominado Frente Sindical para el Modelo Nacional (Fresmona), fue el primero en manifestar apoyo al armado de un frente opositor, y en retribución de ello, recibieron el beneplácito de lograr la primera foto con los principales candidatos del Frente de Todos en la sede de La Bancaria el pasado 13 de junio. Una foto que no solo puede anticipar qué protagonismo  tendrá el sector si Alberto Fernández llegara a triunfar, sino que generó la reacción del otro sector sindical nucleado en la CGT.

En este sentido, y en pos de equilibrar el gesto dado al FreSMoNa, Alberto Fernández tuvo un mes después su foto con los dirigentes que hoy conducen la CGT, pero esta vez sin su candidata a vice, Cristina Kirchner. Este detalle explica los perfiles de cada uno de los sectores gremiales: el primero se define con un sentido más kirchnerista (con Moyano, Palazzo y las distintas vertientes del gremialismo estatal de las CTA) y un perfil más peronista en el caso de la CGT (con los grandes gremios de servicios y gremios industriales).

A su vez, los dos espacios tienen sus liderazgos bien definidos. En el FreSMoNa, la figura de mayor peso sindical es Hugo Moyano, pero su alto nivel de rechazo por buena parte de la opinión pública y su relación conflictiva con otros gremios no le permiten lograr el consenso para volver a liderar. Por ello, en un eventual Gobierno de Alberto Fernández, la figura que ese espacio proyectará para el liderazgo sindical será la de Sergio Palazzo, líder de los Bancarios. Por el lado de los gremios de la CGT, la cosa también está bastante clara: el liderazgo de Héctor Daer (Sanidad) quien hizo esfuerzos para acercar a Alberto Fernández, es el que más consensos genera entre los sindicalistas de mayor peso.

Si se diera un triunfo de Macri, probablemente se cristalizaría esta división que venimos viendo en el sindicalismo, pero si triunfa Alberto Fernández, posiblemente veamos un proceso de reunificación que pudiera implicar la consolidación de estos nuevos liderazgos. De todos modos, parece difícil que se produzca una reconciliación entre el sindicalismo de la CGT y el de la CTA, una relación que ni en el mejor momento del kirchnerismo se logró salvar.

Aunque la recesión se atenúa, el empleo formal no toca piso

¿Cómo le fue al empleo registrado en mayo?

Luego de más de un año, la actividad económica arrojó un saldo positivo en mayo. Sin embargo, la dinámica del empleo registrado siguió en rojo. Según los datos del Sistema Integrado Previsional Argentino (SIPA), la cantidad de puestos de trabajo cayó 1,8% i.a. en el mes, lo que implica la destrucción de casi 220 mil empleos formales en los últimos doce meses. En la misma línea, y también en oposición a la actividad en general, la comparación desestacionalizada también sufrió un retroceso, en este caso de 0,1%. Como resultado, luego de tres meses en terreno negativo en donde se perdieron cerca de 35 mil puestos formales, el empleo registrado llegó a su mínimo en dos años.

Esta evolución dispar entre el empleo formal y el nivel de actividad se explica porque los sectores que ya salieron de la recesión –especialmente el agropecuario- poseen mayor impacto en el nivel de actividad que en el empleo, mientras que los que muestran las peores caídas, entre ellos comercio e industria, son los de mayor cantidad de trabajadores formales.

¿Qué hay detrás de esta caída?

En primer lugar, cabe destacar que, como viene sucediendo a lo largo de la gestión Cambiemos, la dinámica es heterogénea entre modalidades de contratación. Lamentablemente, se puede decir que a mayor calidad del empleo, peor performance. Por caso, los asalariados privados, que explican casi la mitad del empleo registrado, retrocedieron 2,7% i.a., mientras que los monotributistas cayeron 1,8% i.a. Por último, los trabajadores del sector público, aproximadamente un cuarto del total, en todas sus dependencias (nacional, provincial y municipal) crecieron 0,8% i.a. en mayo.

En otro orden, podemos destacar que casi 4 de cada 5 empleos registrados que se perdieron en el último año fueron asalariados privados, especialmente por el deterioro del empleo industrial y del comercio. Para peor, esta proporción viene creciendo en los últimos meses –gráficamente, el ensanchamiento de las barras de tonalidad azul-. En consecuencia, si esta dinámica no se revierte, y la evolución actual de la economía no induce a pensar en ello, posiblemente para fin de año el peso de las formas más precarias de empleo continúe ganando terreno en desmedro de aquellas de mayor calidad.

¿El repunte en la actividad impactará en el empleo formal?

Para entender cómo se desempeñará el empleo formal en la segunda mitad de 2019 hay que analizar qué ramas de actividad traccionarán la recuperación. En este sentido, resalta el sector agropecuario, quien pese a mostrar una expansión casi 50% i.a., no exhibió un incremento significativo en el empleo formal (+2,8% i.a., lo que equivale a la creación de menos de 9 mil puestos de trabajo). Considerando que, la sequía del año pasado  había implicado un desplome de la producción sin un deterioro significativo en la cantidad de puestos de trabajo registrados, podemos ver la estabilidad del empleo del este sector como una tendencia y no esperar una clara mejora de este indicador ante una fuerte expansión.

Por otra parte, en el segundo semestre esperamos una desaceleración en la caída del comercio por la mejora del poder adquisitivo. Si bien este sector emplea mucha mano de obra, esto no implicará necesariamente en un cambio en la tendencia del empleo formal del sector, ya que su tasa de informalidad es elevada y, de hecho, parece haberse incrementado en los últimos meses, conforme a los datos que surgen de la Encuesta Permanente de Hogares (EPH). Es decir, los puestos de trabajo registrados del sector se habrían contraído más que los informales, algo que parece lógico en este contexto: en pos de reducir costos, se mantienen los puestos de trabajo más baratos o, incluso, se llevan al mercado informal a algunos trabajadores formales.

Por último, aparece la industria. Si bien es posible que la producción crezca en los próximos meses, especialmente de la mano de aquellos sectores ya insertos internacionalmente y algunas ramas de producción liviana alentadas por la mejora del poder adquisitivo y los estímulos no salariales al consumo que está otorgando el gobierno, no esperamos que se revierta la destrucción de puestos de trabajo. Dado que los sectores de mejor performance serán aquellos más capital intensivos (es decir, que emplean menor mano de obra por unidad de producto) la recuperación de la producción no se reflejará en el empleo. Asimismo, considerando la capacidad ociosa de este rubro, intuimos que se podrían reducir las suspensiones e incrementar las horas extras, pero no habría un boom de contrataciones.

En conclusión, aunque la economía dejaría de caer y posiblemente vuelva a crecer en el margen, el mercado de trabajo –y especialmente en su versión registrada- seguirá en rojo. Las actividades que liderarán el crecimiento son aquellas de menor impacto en la creación de puestos de trabajo.

Por el sector agropecuario y la calma cambiaria la economía creció en mayo

¿Qué pasó con la actividad en mayo?

El Estimador Mensual de la Actividad Económica (EMAE) exhibió un incremento de 2,6% i.a. mayo, volviendo a terreno positivo por primera vez desde abril del año pasado. Más allá de esta mejora, acumuló una contracción de 3,1% i.a. en los primeros cinco meses del año. Por su parte, la medición desestacionalizada reflejó un incremento de 0,2%, y pese a encadenar su segundo aumento consecutivo, el importante freno de marzo (-1,3%) impidió que la economía retornase todavía a los niveles del primer bimestre del 2019.

La baja base de comparación explicó gran parte del crecimiento interanual, impulsado por un puñado de sectores (solo 5 de 15 ramas de actividad exhibieron un avance; las restantes diez cayeron). El mejor desempeño fue el del sector Agropecuario (+49,5% i.a.) gracias a la cosecha récord de 2019 y a la sequía de 2018, que genera una baja base de comparación. Esta buena performance estimuló a la producción de Bienes, que trepó 12,7% i.a. en mayo. Más allá de esta mejora, vale destacar que el principal empleador formal de bienes –el sector industrial- permanece en rojo. Por lo tanto, aun cuando la economía logre salir de su estancamiento no corresponde esperar mejoras importantes en el mercado de trabajo.

Por su parte, los servicios continuaron en retroceso (-4,4% i.a.). En este caso, el deterioro estuvo liderado por intermediación financiera (-16,0% i.a.) y comercio (-11,4% i.a.). Dado que los fondos de inversión que abandonaron el país el año pasado no volverán en el corto plazo y el salario real no llegará a los niveles de 2018, estos números seguirían en terreno negativo durante los próximos meses.

¿Qué factores explicaron la recuperación?

La mejora de mayo respondió a dos factores. En primera instancia, al mencionado sector agropecuario y el impulso extra que aportaron las razones estadísticas antes descriptas a la cosecha récord. En este sentido, cabe destacar que excluyendo al sector agropecuario, la economía habría mostrado un retroceso de 4,5% i.a. en mayo.

El segundo factor fue la calma cambiaria. Mayo fue el primer mes de dólar estable, luego de que la divisa se deslizara constantemente en febrero, marzo y abril. Esta dinámica, sumada al menor ajuste de tarifas de Servicios Públicos, ayudó a que la inflación se acercara a la zona del 3% en dicho mes, permitiendo una leve mejora del poder adquisitivo en el margen. Asimismo, una situación más controlada permite embarcarse en algunos gastos de mayor plazo, ya que se amplía el horizonte de proyección. En consecuencia, se repetiría en junio y, posiblemente, en julio.

¿Qué esperamos para lo que resta del año?

En la segunda parte del año, el efecto de la cosecha agrícola se irá diluyendo mes a mes. Por lo tanto, deberán aparecer nuevos motores ya que, de lo contrario, la dinámica de la actividad volverá a terreno negativo. En este punto, la persistencia de la calma cambiaria es clave: si la misma se quiebra producto de la incertidumbre electoral o un resultado percibido como adverso por el mercado, la economía volverá rápidamente a arrojar números en rojo. Sin embargo, este no es el escenario más probable. Veamos el mismo.

Para comenzar, es importante destacar que el gobierno, consciente del impacto negativo que tiene la economía en sus perspectivas electorales, lanzó un plan de estímulos no salariales al consumo, entre los que resaltan los créditos Anses y Pro.Cre.Ar y el plan Junio y Julio 0 km, además de las compras en cuotas a tasas de interés bajas mediante el programa Ahora 12. Este paquete empezaría a impactar en los próximos meses (conforme a las mediciones de UTDT, la confianza del consumidor trepó 20% en el último bimestre, imitando la evolución del anterior año electoral, 2017), estirando la dinámica positiva en la comparación desestacionalizada (no así en la interanual).

A contramano de estos motores, la política monetaria de tasas de interés altas continuará durante la segunda parte del año, poniéndole un freno a la potencial expansión del consumo y descartando casi cualquier inversión productiva (si es que ya no lo estaba producto de la elevada incertidumbre electoral). En consecuencia, si bien los números negativos podrían ir quedando paulatinamente atrás, la mejora sería lenta y acotada. Como resultado, proyectamos que el PBI cerrará el año con una caída de 1,4% i.a., atenuando sensiblemente la contracción del 3% acumulada en los primeros meses del año pero quedando también muy lejos de arrojar un saldo positivo.