La inflación superará el 5% en septiembre

Según el IPC GBA Ecolatina, la inflación fue de 6,7% entre la primera quincena de septiembre e igual período de agosto. De esta manera, en los treinta días posteriores al salto cambiario post-PASO, la dinámica inflacionaria fue similar al registrado en el mismo lapso temporal tras la suba del dólar de fines de agosto de 2018, cuando el avance de los precios fue de 6,9%.

Sin embargo, durante la aceleración inflacionaria del año pasado también tuvieron lugar correcciones tarifarias. Esto explica parte de la discrepancia del IPC Núcleo. Teniendo en cuenta los treinta días posteriores al shock cambiario, este indicador llegó a 8,3% en la primera quincena de septiembre de este año, cuando alcanzó 7,6% en la segunda mitad de septiembre pasado.

Los capítulos que más sufrieron el stress cambiario fueron Equipamiento y mantenimiento del hogar (+12,8%), Indumentaria (+10,6%, también afectado por el inicio de la temporada) y Esparcimiento (+10,4%). El capítulo más importante del índice, Alimentos y Bebidas, arrojó un aumento fue de 7,3%. Tal como se había observado al cierre de agosto, los supermercados mostraron caída en los precios de los productos sin IVA, mientras que en el canal tradicional (autoservicios, almacenes, supermercados de barrio), los aumentos fueron muy significativos.

Estimamos que la inflación se ubique en 5,6%. Esta dinámica será la consecuencia de una desaceleración en el crecimiento de los precios en la segunda quincena del mes, la cual se podría extender al último trimestre del año en tanto prevalezca la estabilidad cambiaria. Incluso de cumplirse este supuesto, esperamos que la inflación anual supere el 50% en 2019.

La caída del salario real: cuando la realidad supera las expectativas

La sorpresiva inflación y sus ingratas sorpresas

El salario real de los trabajadores formales cayó 12% a lo largo de 2018. Esta dinámica respondió a una aceleración inflacionaria imprevista al momento del cierre de las paritarias. Durante el segundo trimestre, se estimaba una suba de precios cercana a 25% para el año, sirviendo de guía para los acuerdos salariales. Sin embargo, por las sucesivas disparadas del dólar la misma acumuló casi 50% en el total anual. Por su parte, la pérdida de los trabajadores informales, sin negociaciones colectivas, fue aún mayor (14%).

Así, pese a las recomposiciones, cláusulas gatillo y bonos de compensación pautados, el poder adquisitivo arrojó su mayor retroceso desde 2002. Este desenlace llevó a que las paritarias de este año buscaran ponerle un piso al deterioro en la mayoría de los casos, e incluso alcanzar una recomposición en los sectores menos golpeados por la crisis. En un año electoral, otro desenlace tan negativo no parecía posible.

Sin embargo, el resultado de las elecciones primarias de agosto quebró la calma cambiaria. Con el nuevo salto del dólar, cercano al 25% en esta oportunidad, la inflación se aceleró y superará las estimaciones anteriores. Por caso, las proyecciones de inflación para este año del Relevamiento de Expectativas de Mercado del Banco Central pasaron de 40% en el segundo trimestre a 55% el mes pasado. Aunque la recesión, el congelamiento de las tarifas de servicios públicos residenciales y de combustibles y la quita del IVA a algunos productos de la canasta básica atenuarán el traslado a precios de la depreciación del peso, lo cierto es que la inflación llegará por lo menos a 50% este año. Dado que casi ninguna paritaria acordó una suba similar a este valor, la pérdida de poder adquisitivo se repetirá en 2019. Ahora bien, ¿de qué magnitudes estamos hablando?

Justo cuando esto se estaba poniendo divertido

En la primera mitad del 2019 (junio es el último dato disponible), los salarios reales acumularon una caída de 2% en relación al cierre de 2018. No obstante, producto de la desaceleración inflacionaria, la pérdida de poder adquisitivo venía morigerándose y, según nuestras estimaciones, habría mostrado una recuperación en julio, que prácticamente neutralizó el deterioro de los meses anteriores.

Esta mejora continuaba en los primeros días de agosto, de modo que los ingresos parecían volver a terreno positivo luego de más de un año en rojo. Sin embargo, la disparada del tipo de cambio y la posterior aceleración inflacionaria dieron por tierra con este avance. Lamentablemente, los próximos meses no permitirán revertir la pérdida sino que la agravarán. Según nuestras proyecciones, el salario real de los trabajadores formales caería cerca de 7% a lo largo de 2019.

Dicho esto, vale resaltar que los bonos compensatorios son no remunerativos, de modo que, si bien representarán un ingreso adicional, no tendrán impacto en esta estadística. En el mismo sentido funcionará la devolución de aportes patronales y del impuesto a las ganancias de agosto y septiembre, que si bien aumentará el ingreso de los trabajadores no hará lo mismo con el salario real. Como resultado, la contracción del consumo sería menor que la del salario real, más aun considerando el impacto progresivo de los bonos de suma fija (a diferencia de los ajustes salariales, proporcionales a la remuneración, los bonos son fijos para todos sus perceptores) y la mayor propensión al gasto de los hogares de menores recursos.

En resumen, la situación de los trabajadores se deterioró de manera significativa en el último año y medio, al igual que la situación macroeconómica y de las empresas. Sin embargo, la pérdida no fue igual para todos. Mientras que los trabajadores pautan sus ingresos en contratos a plazo, usualmente, los empresarios ajustan sus precios mes a mes, conforme a la evolución de sus costos. Por lo tanto, esta discrepancia entre la inflación esperada y la efectivamente materializada tuvo mayores repercusiones sobre el poder de compra de los asalariados, aumentando el impacto de la crisis en este sector.

Los riesgos de tanta pérdida

La vorágine cambiaria y financiera que se desató luego de la elección primaria de agosto provocó que la economía argentina perdiera sus principales referencias nominales por algunas semanas. Concretamente, la disparada del tipo de cambio parecía no tener techo y las intervenciones del Banco Central no lograban frenar las tensiones.

Sin embargo, luego de la imposición del control de cambios, las presiones sobre la divisa cedieron sensiblemente y la economía ingresó en un sendero de mayor estabilidad y previsibilidad. Con estos límites, las capacidades del sector privado de generar una escalada del dólar son acotadas, por lo que las depreciaciones sorpresivas e inesperadas del peso, con su correlato inflacionario, también deberían serlo. No obstante, en esta economía tan frágil, con retiro de depósitos privados en dólares y bajo stock de Reservas internacionales, no es posible garantizar tamaña afirmación.

En este marco, si el mercado cambiario se estabiliza, es posible que los sindicatos comiencen a buscar paliar las pérdidas de los últimos meses y cubrirse ante futuras aceleraciones inesperadas de la inflación. En este escenario, aparecen dos salidas posibles para los trabajadores tras dos años de aceleraciones inflacionarias no esperadas: un acortamiento generalizado de los contratos o, directamente, una indexación de los salarios.

Sin embargo, estas alternativas endurecen la inercia e incrementan sensiblemente los riesgos de espiralización, de modo que no son óptimas para el conjunto de la economía. No obstante, su contrario, aceptar tamaña pérdida del salario real tampoco lo es. Por lo tanto, el próximo presidente electo deberá convocar a un acuerdo de precios y salarios a fin de recomponer los ingresos reales con el menor impacto inflacionario posible. Un resultado tan deseable como difícil de lograr.

La imagen de gobierno se resiente luego de la derrota electoral

En una suerte de efecto bandwagon (carro del vencedor) invertido, la imagen de Gobierno sufre una abrupta caída en septiembre, luego del resultado de la elección primaria. La imagen negativa aumenta y se acerca de su máximo histórico mientras que la imagen positiva se ubica en los niveles más bajos de todo el ciclo.

En este sentido, se observa que se responsabiliza más a Macri por el deterioro económico post-PASO.
Si bien la incertidumbre que se generó tras el resultado electoral se origina por las dudas que plantea el candidato ganador (sobre todo por la presencia de Cristina Kirchner en esa fórmula ganadora), para la percepción de la gente el responsable de lo que se observa en el escenario económico es el propio Presidente: el 59% de los consultados considera que la situación económica se deterioró post elecciones por la política económica de Macri, mientras que solo el 28,8% considera que el daño económico post PASO responde a las propuestas económicas de Fernández. En definitiva, la incertidumbre la genera Fernández, la responsabilidad es de la política de Macri.
En este sentido, la volatilidad cambiaria originada tras los comicios revive la preocupación por la inflación. La misma aumentó marcadamente luego de la corrida cambiaria vivida la semana posterior a las PASO, llegando a 45,1%, el registro más alto de todo el ciclo, incluso superando el pico registrado en abril pasado (44,6%). Al mismo tiempo que crece la preocupación por la inflación, no cede la otra preocupación económica que es la preocupación por el desempleo que se mantiene en torno al 26%.

De esta manera, las preocupaciones económicas (inflación y desempleo) se ubican en los niveles más altos de todo el ciclo: la suma de ambas variables acumula el 71,1% del las respuestas. Por su parte, la preocupación de la ciudadanía por los problemas en materia de corrupción e inseguridad caen fuertemente: apenas un 4,2% afirma que su máxima preocupación es la inseguridad (nivel más bajo del ciclo), mientras que un 15,9% señala a la corrupción.
Paralelamente, siguen mejorando las expectativas sobre el futuro del país luego de las elecciones. Si bien el optimismo sobre el futuro del país se mantuvo estable (40%), el pesimismo perforó el piso del 20%. ubicándose en el 17%. Al mismo tiempo, crecen los que miran el futuro con incertidumbre (23,8%).

 

 

 

Los candidatos buscan un punto de equilibrio en el nuevo escenario

El resultado electoral de las Primarias produjo una suerte de desacople entre el proceso político y el institucional. La elección produjo un hecho político (dejó un claro ganador y prácticamente futuro Presiente en Alberto Fernández), pero no produjo un correlato institucional de ese hecho (Fernández es simplemente un candidato y deberá cumplir con la formalidad de ganar la elección), lo que le impide aún ser un Presidente electo e iniciar una transición con el Gobierno en ejercicio. Del lado del oficialismo, la derrota del Presidente Macri lo ha debilitado políticamente y le ha vaciado la capacidad de administrar expectativas a futuro, ya que la mayoría descuenta que no estará sentado en el sillón presidencial a partir del 10 de diciembre.

Esta situación anómala sucede en un contexto económico que venía siendo delicado desde abril-mayo del año pasado, producto de una crisis de confianza en los mercados sobre la sustentabilidad del programa económico, que el resultado electoral no hizo más que agravar. Esto es el producto de: 1) la pérdida de legitimidad popular de ese mismo programa económico, y 2) el desconocimiento del programa económico del virtual presidente electo (o al menos de su programa financiero ya que en campaña reconoció que renegociará el Programa Stand By con el FMI).

En definitiva, quien tiene la posibilidad real de administrar las expectativas económicas en un contexto de incertidumbre (el virtual candidato electo), no puede efectivamente orientar esas expectativas por dos motivos centrales: 1) no tiene incentivos para anticipar ninguna decisión que pudiera perjudicarlo electoralmente; y 2) si aún quisiera asumir la responsabilidad de tomar definiciones –pagando costos políticos-electorales- respecto de qué hará una vez asumido como Presidente, tampoco lo podría hacer por desconocer objetivamente cuáles van a ser las condiciones económicas en que iniciará su gestión (reservas, tipo de cambio, inflación, etc.).

Pero Fernández sí tiene incentivos para esperar que el Gobierno asuma la responsabilidad de gobernar esta coyuntura de crisis y tome medidas que él considere necesarias (como por ejemplo la implementación de controles de cambio), y que al mismo tiempo sean perjudiciales para los objetivos electorales del Gobierno.

El candidato opositor buscó desde un comienzo que el candidato rival y Presidente en ejercicio, tome todas las medidas impopulares (reperfilamiento de deuda de corto plazo y medidas de control de cambio) pero necesarias para controlar la situación económica, y que él no quisiera tomar una vez que asuma el poder el 10 de diciembre.

¿Y por qué Alberto Fernández buscaría cooperar con Macri en algún punto? ¿No aplica el incentivo que cuanto peor, mejor para obtener el mejor resultado electoral posible en octubre? Efectivamente el incentivo electoral lo llevaría a Alberto Fernández a minimizar la cooperación en estas circunstancias, siendo que hoy tiene él más posibilidades de calmar a los mercados que propio Presidente en ejercicio. Pero hay dos factores que lo condicionan en esa estrategia de “cuanto peor, mejor”. A saber:

1) La herencia que recibirá Fernández (reservas e inflación). En la medida que Fernández no colabore con la Gobernabilidad económica del último tramo del Gobierno de Macri, posiblemente esté afectan-do el punto de partida de su propio Gobierno. Si el Gobierno se ve forzado a liquidar las reservas del BCRA para evitar que el dólar se dispare y que eso lo afecte electoralmente, ello condicionará el punto de partida de Fernández a partir del 10 de diciembre. Y si el dólar se dispara, posiblemente dejara aún más inflación con mayores dificultades para bajarla durante el mandato del nuevo presidente. De modo que si Fernández no colabora en nada, podría estar perjudicándose a él mismo.

2) La evaluación de la opinión pública sobre la crisis. Si la opinión pública percibe que el Gobierno no puede controlar la situación económica y que Fernández no colabora o incluso perjudica aún más la situación con declaraciones que generan más incertidumbre, posiblemente habrá un punto de inflexión donde el enojo de la gente podría volcarse también contra su figura.

En este delicado equilibrio transitará Alberto Fernández la campaña. Tratando de favorecer su estrategia electoral pero también tratando de no generar más perjuicios de lo que ya la situación ocasionó en la economía condicionando el comienzo de su eventual mandato.

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La pelea por el liderazgo sindical detrás de los apoyos a Fernández

La magnitud del triunfo de Alberto Fernández arrojó mucha certidumbre respecto de hacia dónde va el proceso político. Esto ha provocado que el sindicalismo deje de atender el proceso electoral y empiece a pensar qué lugar ocupará en un eventual Gobierno peronista. El resultado activó los mecanismos políticos de negociación sindical para definir el futuro de la CGT en un eventual Gobierno de Fernández, al tiempo que desactivó la conflictividad sindical, un gesto que pide el Frente de Todos para no llevar la conflictividad a la calle y minimizar los riesgos electorales.
Por lo pronto, mientras el sindicalismo le transmitió al Gobierno algunos cuestionamientos a las medidas anunciadas para aliviar el impacto de la devaluación post-PASO (descuento en aportes personales insuficiente, bono a estatales no aplica a todos, aumento mayor a 120% del salario mínimo) también evalúan cómo se reorganizará el universo sindical después del 10 de diciembre.

En este sentido, la ausencia de un liderazgo político capaz de forzar la unidad de todo el arco sindical (CGT dialoguista y Corriente Federal más las CTA) no es auspiciosa. Si bien Alberto Fernández será un Presidente con amplias mayorías, la centralidad del poder no está en sus manos, dado que el mismo es compartido con muchos actores.
Por otro lado, en materia laboral, el programa de Alberto Fernández es bastante previsible y descansa sobre un apoyo sindical mayoritario. Sin embargo, en un contexto donde el sindicalismo está fragmentado y las tensiones intrasindicales pueden ser un condicionante de las reformas que se propongan, la ausencia de un interlocutor único y legitimado para discutir reformas podría ser un condicionante para que se logren cambios profundos. Al respecto, aparece el nombre de Carlos Tomada como eventual Ministro de Trabajo, quien ocupó ese cargo durante todo el período kirchnerista y es un interlocutor autorizado para todo el universo sindical. Esto última es quizás su mayor ventaja en un universo sindical muy fragmentado, lo cual no es poca cosa.

El nuevo gobierno tendría mayoría parlamentaria

El sorprendente resultado que nos dejó las Primarias permite anticipar qué sucederá en el terreno legislativo con el eventual recambio presidencial. De repetirse el resultado en octubre, podrían volver las mayorías legislativas al Congreso luego de 4 años de Gobierno de minoría.
La tarea no será sencilla, porque la unidad que se logró en el terreno electoral habrá que llevarla al recinto de las dos Cámaras, pero si nos guiamos por los antecedentes, no es una tarea difícil cuando gobierna el peronismo: desde 1983 a la actualidad, salvo en una pequeña ventana entre 2009 y 2001, el peronismo nunca gobernó en minoría.
El camino a la unidad legislativa no será automático para Alberto Fernández. Más allá de la unidad que mostró el Frente de Todos, habrá que agregar algo de homogeneidad legislativa una vez finalizado el proceso electoral. De lograr los acuerdos que proyectamos logrará, podría tener un interbloque de 127 diputados de base.
Por el lado opositor, los espacios que hoy integran Cambiemos podrían estar conservando un bloque superior a los 100 miembros, pero deberán reconstruir una relación que, de sobrevenir una derrota, quedará dañada entre los socios. En todo caso, habrá incentivos para reconstruir la unidad y conservar cierto poder legislativo. También en el terreno opositor, el espacio que lidera Roberto Lavagna podría conformar un bloque de 8 diputados, quienes pudieran ser útiles, si por circunstancias extraordinarias, el oficialismo necesitara votos.

Entre los personajes clave del Congreso que viene (asumiendo al Frente de Todos como el próximo gobierno), destacan por el lado del oficialismo dos ex candidatos a Presidente: Agustín Rossi, seguramente Jefe de Bloque del oficialismo y Sergio Massa, posiblemente el Presidente de la Cámara de Diputados. Por el lado de la futura oposición las figuras que destacarán seguramente serán Christian Ritondo, primer candidato a diputado por Juntos por el Cambio en la Provincia de Buenos Aires y hombre de confianza de Vidal y Alfredo Cornejo actual Presidente de la UCR, espacio que buscará reconstruirse luego de la salida del poder frente a una derrota de Macri.
Finalmente, por el lado del peronismo no oficialista, la continuidad de Graciela Camaño seguramente le dará un lugar destacado en el bloque de legisladores que ingresen de la mano de Roberto Lavagna, junto a Marco Lavagna, si es que finalmente logra ser reelecto en octubre próximo.
La situación de Alberto Fernández en el Senado también es auspiciosa en materia de mayorías. De confirmarse el triunfo del Frente de Todos, también el peronismo tendría mayoría en el Senado, que estará presidido por Cristina Fernández de Kirchner, que incluso tendría una situación más holgada: 40 serían los senadores que el oficialismo juntaría entre los Senadores que responden a los Gobernadores aliados, los que responden a Cristina Kirchner y los que ingresarán de la mano del triunfo del Frente de Todos.
Sin lugar a dudas, el personaje clave de la Cámara de Senadores será Cristina Kirchner: Lleva 10 años ocupando una banca en la Cámara alta y le tocará, por primera vez, sentarse en el estrado presidencial y conducir el recinto, privilegio que le cabe a los vicepresidentes. Será un rol que la restringirá políticamente, ya que en este nuevo rol no podrá asumir posiciones políticas en los debates, pero indudablemente le dará un lugar destacado en el mapa de poder del Senado.
Luego de 18 años ininterrumpidos, Miguel Ángel Pichetto dejará de ser el Presidente del bloque de Senadores peronistas, dejando su lugar al Senador por Córdoba, Carlos Caserio, quien seguramente tendrá un rol destacado en un bloque oficialista que responda a un Poder Ejecutivo conducido por Alberto Fernández. Igual de importante podrá ser el rol que cumpla José Mayans, quizás el Senador con más experiencia y conocimiento sobre la práctica legislativa y algún representante de Cristina Kirchner, como puede ser Mariano Recalde.

Independientemente de ello, probablemente en el Senado se manifieste una puja entre los Senadores que responden a los Gobernadores y los que responden al poder de la vicepresidenta a la hora de definir los roles en el bloque oficialista. En todo caso, esta pelea en el Senado será un buen indicador para dimensionar hasta qué punto Alberto Fernández podrá tener cierta autonomía de su electora (CFK), o enfrentará algún nivel de dependencia o condicionamiento por no controlar la disciplina de los bloques de legisladores oficialista en el Congreso.

Agosto marcará el fin de la desinflación

¿Cómo fue la inflación en julio?

El INDEC informó que el IPC Nacional exhibió una suba de 2,2% en el séptimo mes del año, mostrando una nueva desaceleración (-0,5 p.p. menor que el 2,7% observado en junio). Así, el nivel general de precios acumuló un avance de 25,1% desde diciembre y un alza de 54,4% interanual.
La desaceleración de la inflación estuvo vinculada a la estabilidad cambiaria a lo largo del mes. La cotización del dólar incluso cayó 3% entre el precio promedio de junio y el de julio. De esta forma, los precios de la canasta Núcleo –más expuesta a la dinámica del tipo de cambio- crecieron 2,1% en julio (-0,6 p.p. en relación al mes previo), a la vez que los Regulados crecieron 1,8%. Por su parte, los Estacionales treparon 3,6% por subas relacionadas a las vacaciones de invierno y verduras impidiendo una desaceleración sea más significativa.
Con este dato, el proceso de desinflación iniciado en abril (luego de que el IPC alcance 4,7% en marzo) acumuló 4 meses consecutivos. Sin embargo, esta dinámica será interrumpida desde agosto.

¿Por qué terminará la desinflación?

Esta semana se desató un nuevo episodio de crisis cambiaria y financiera. En las últimas cuatro jornadas el dólar saltó 25% y llegó a operarse por encima de ARS 60, fenómeno que abortó la desinflación en marcha, ya que en una situación de elevada incertidumbre y con la memoria del 2018 todavía fresca, el traspaso a precios no se hará esperar. En consecuencia, esperamos una fuerte inflación en la segunda mitad del mes, que si bien no impactará plenamente en agosto, incidirá en la formación de precios de los próximos meses. En consecuencia, el objetivo de perforar el 2% mensual ya quedó enterrado.

¿Cómo evolucionarán los precios en lo que queda del año?

 

La estabilización del tipo de cambio será fundamental para comprender la magnitud de esta nueva aceleración inflacionaria. En tanto esto no se logre en el corto plazo, el alza de los precios podría llegar a dos dígitos entre agosto y septiembre. Su morigeración durante el último trimestre del año dependerá del éxito de las medidas de política monetaria (ponerle un techo al dólar) y fiscales (reducción de IVA, subsidios a los combustibles) anunciadas recientemente. De todos modos, esperamos que la inflación anual tenga como piso el 50% durante 2019.
Por otro lado, habrá que comenzar a seguir de cerca el acortamiento de la duración de los contratos. Si esta práctica se generaliza (por ejemplo, con paritarias mensuales), la consolidación de un régimen de alta inflación, a través de la espiralización de las variables nominales (precios-salarios-tipo de cambio) podría darse en el corto plazo.

Qué lindo mi brote verde, se rompió mi brote verde

¿Cómo le fue a la industria y la construcción en junio?

En primer lugar, el Indice de Producción Industrial Manufacturero (IPI manufacturero) cayó 6,9% i.a. en junio y de esta manera acumuló un retroceso de 9,4% i.a. en la primera mitad del año. Además, tras encadenar dos meses de crecimiento desestacionalizado, volvió a exhibir una contracción (-1,8%) en junio, mostrando que no necesariamente la industria tocó su piso en el primer semestre, o bien que la recuperación de la misma será lenta.
Por su parte, el Indicador Sintético de la Actividad de la Construcción (ISAC) retrocedió 11,8% i.a. durante el sexto mes del año (-9,4% i.a. en el acumulado) tras un fuerte deterioro en la serie desestacionalizada (-4,2%). Por caso, el consumo aparente de asfalto y hormigón elaborado cayeron en torno al 17-18% i.a.

¿Qué pasó hacia dentro de la industria?

A excepción de lo mostrado por Refinación de petróleo (+2,8% i.a.) y Alimentos y bebidas (+1,3% i.a.), que creció gracias a la molienda de oleaginosas (+26,5% i.a., ligada al crecimiento del sector agropecuario tras la sequía del año pasado), el resto de los rubros industriales exhibieron contracciones. En particular, se destacaron las caídas de la producción textil (-18,5% i.a.), de muebles y colchones (-19,9% i.a.), la automotriz (-28,7% i.a.) y de otros equipos de transporte (-32,2%), en el que se incluye la producción de motos (cayó más de 45% i.a.). Peor aún, si se observa en términos acumulados, ningún sector industrial creció durante la primera mitad de 2019.
En definitiva, la incipiente mejora de la actividad en los últimos meses, impulsada especialmente por el sector agropecuario, no se trasladó a la industria. Esta última sufrió en mayor medida la caída de la demanda interna en un contexto de crecientes costos de producción y de financiamiento. Si bien la decisión de mantener una tasa de interés elevada busca controlar las presiones sobre el tipo de cambio y, de este modo, permitir mejoras en el poder adquisitivo y el consumo, el efecto neto de esta política continúa siendo negativo.
Por otro lado, la presencia de estímulos no salariales (créditos ANSES, Ahora 12, Junio y Julio 0km), que plenamente habrán entrado en vigencia en junio, tendrían una acotada correspondencia en la producción industrial recién en los próximos meses debido a la presencia de elevados stocks tras el pobre desempeño de las ventas desde el inicio de la recesión.

¿Qué se espera para los próximos meses?

Volviendo a la idea inicial, no esperamos que la industria refleje una significativa recuperación en el próximo trimestre. Las expectativas relevadas a las empresas así lo demuestran: 8 de cada 10 prevén que las ventas no subirán respecto al tercer trimestre de 2018, a la vez que sólo el 15% espera incrementar la utilización de la capacidad instalada en relación a dicho período. En este sentido, y considerando que las mencionadas medidas de estímulo tendrán –por ahora- vigencia hasta fin de año, la perspectiva de que el salario real recuperará el terreno perdido muy lentamente no induce a las empresas a aumentar sus esfuerzos de producción en un contexto en el que continúa rondando la incertidumbre política. En este sentido, la pérdida de empleo fabril –asociado también a una mayor tasa de formalidad-difícilmente se detenga en lo que queda del año.
Por el lado de la construcción tampoco se esperan buenos resultados: apenas alrededor del 15% de las empresas cree que la actividad del sector crecerá en los próximos tres meses, siendo especialmente pesimistas aquellas vinculadas a la obra pública, de las cuales la mitad piensa reducir su dotación de personal.
Por lo tanto, teniendo en cuenta que el salario real crecerá lentamente en lo que resta del año y la política de tasas reales positivas se mantendrá durante todo 2019 en un contexto de elevada incertidumbre política, presenciaremos, en el mejor de los casos, un freno en el deterioro de estos sectores durante el segundo semestre (principalmente asociado a una baja base de comparación). Solamente aquellos rubros industriales con mayor potencial exportador y de sustitución de importaciones, podrán alcanzar una mejora de consideración.

La inflación volvió a desacelerarse en julio

En julio, la inflación fue de 2,4% según el IPC GBA Ecolatina, encadenando una desaceleración por cuarto mes consecutivo. De esta manera, los precios acumularon un alza de 24,6% en los primeros siete mese del año y de 54,7% con respecto a igual mes del año pasado.

 

Una de las principales características observadas durante el último mes fue la significativa desaceleración del IPC Núcleo, que creció 2,2% en julio, una dinámica que no se veía desde abril de 2018. Por su parte, los Regulados crecieron nuevamente por debajo del 2%, explicado por aumentos de combustibles, prepagas y taxis, mientras que los bienes y servicios Estacionales treparon 5,6% tras incrementos en verduras y servicios asociados al turismo.

A nivel capítulos, Esparcimiento (turismo, libros y cine) y Salud (prepagas y medicamentos) fueron los que mostraron aumentos superiores al 4% durante julio. A su vez, se debe destacar que nuevamente Alimentos y Bebidas (+2,1%) avanzó menos que el Nivel general, ya que más allá de algunos aumentos puntuales (frutas, verduras, lácteos, galletitas y yerba), el rubro permaneció estable gracias a la continuidad de la calma cambiaria.

Considerando que los aumentos tarifarios se concentraron en el primer cuatrimestre del año, y en tanto las presiones sobre el dólar producto de la incertidumbre electoral no impliquen una significativa suba del tipo de cambio, la inflación se ubicará por debajo de 3% mensual en lo que queda del 2019 y la suba de precios cerrará el año en torno a 40%.

La puja por el liderazgo del movimiento obrero

Independientemente de la intensidad de los apoyos, en los gestos todo el arco sindical ha manifestado en los últimos días su apoyo a la candidatura de Alberto Fernández, gesto que se entiende por dos motivos. En primer lugar, esto se debe al escaso margen de maniobra que posee la dirigencia sindical ante el nivel de rechazo que genera en los sectores trabajadores los resultados económicos de la gestión de Mauricio Macri, En segundo lugar, se corresponde con la necesidad que cada sector tiene de conservar los espacios de poder dentro del universo sindical.

El espacio sindical que lideran Hugo Moyano y Sergio Palazzo, denominado Frente Sindical para el Modelo Nacional (Fresmona), fue el primero en manifestar apoyo al armado de un frente opositor, y en retribución de ello, recibieron el beneplácito de lograr la primera foto con los principales candidatos del Frente de Todos en la sede de La Bancaria el pasado 13 de junio. Una foto que no solo puede anticipar qué protagonismo  tendrá el sector si Alberto Fernández llegara a triunfar, sino que generó la reacción del otro sector sindical nucleado en la CGT.

En este sentido, y en pos de equilibrar el gesto dado al FreSMoNa, Alberto Fernández tuvo un mes después su foto con los dirigentes que hoy conducen la CGT, pero esta vez sin su candidata a vice, Cristina Kirchner. Este detalle explica los perfiles de cada uno de los sectores gremiales: el primero se define con un sentido más kirchnerista (con Moyano, Palazzo y las distintas vertientes del gremialismo estatal de las CTA) y un perfil más peronista en el caso de la CGT (con los grandes gremios de servicios y gremios industriales).

A su vez, los dos espacios tienen sus liderazgos bien definidos. En el FreSMoNa, la figura de mayor peso sindical es Hugo Moyano, pero su alto nivel de rechazo por buena parte de la opinión pública y su relación conflictiva con otros gremios no le permiten lograr el consenso para volver a liderar. Por ello, en un eventual Gobierno de Alberto Fernández, la figura que ese espacio proyectará para el liderazgo sindical será la de Sergio Palazzo, líder de los Bancarios. Por el lado de los gremios de la CGT, la cosa también está bastante clara: el liderazgo de Héctor Daer (Sanidad) quien hizo esfuerzos para acercar a Alberto Fernández, es el que más consensos genera entre los sindicalistas de mayor peso.

Si se diera un triunfo de Macri, probablemente se cristalizaría esta división que venimos viendo en el sindicalismo, pero si triunfa Alberto Fernández, posiblemente veamos un proceso de reunificación que pudiera implicar la consolidación de estos nuevos liderazgos. De todos modos, parece difícil que se produzca una reconciliación entre el sindicalismo de la CGT y el de la CTA, una relación que ni en el mejor momento del kirchnerismo se logró salvar.